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Capítulo 19: Solo seamos nosotros


Me secó con rapidez, colocándome el albornoz y salgo del baño algo molesta. No me gusta que me dejen con ganas, aunque me prendió lo que quiere hacer, me jode que me haya dejado con el placer sin culminar.

—Espero que no te arrepientas de haberme dejado sin mi orgasmo.

—Te lo compensaré.

—Y tú ten por seguro que yo me cobraré esto.

—Estoy seguro que lo harás. Pero sé que el premio será bueno.

En ese momento dan una patada a la puerta que eso hace alertarnos, Beltrán saca su arma y vemos a Andrés en pijama y a cuatro hombres tras él.

—¿Qué mierda sucedió? —Beltrán baja su arma al ver a Andrés.

—Angelique tenía razon, David era un traidor. No debimos confiar en él.

—¿Por eso lo mataste? —Beltrán me miró y asentí, dándole permiso de poder hablar

—Intentó violar a Angelique y nadie toca a mi mujer. —Andrés abre los ojos y me mira de pies a cabeza. Lo miro, para que note que no pasó nada y que estoy bien.

—Bueno, mis hombres se encargarán. Descansen y disculpen la abrupta entrada es que mis hombres escucharon el disparo. Nos pusimos en alerta.

—No te preocupes. Entendemos muy bien.

Una vez nos quedamos solos, después de que se llevaran el cuerpo de David, podemos estar más relajados. Ya el recuerdo de lo que sucedió se fue en cuanto sacaron su cuerpo.  Es bastante tarde y nos quedamos dormidos abrazados.

Durante el día, no hacemos demasiado más que pensar cómo vamos a proceder, pero al parecer, no es nuestro día, supongo que lo sucedido, todavía tiene a Ángel un poco dolido. Como quiera que sea, mato a quien consideraba su mejor amigo y su muerte, más allá de lo que haya podido hacer, le duele. Sé que me escogió a mí, pero por un momento deseé estar equivocada y que no hubiera tenido que elegir entre dos personas que significan todo para él.

—Vístete, saldremos —anuncia Beltrán, entrando a la habitación. Decidimos quedarnos en está que es más grande ya que podemos compartir la cama. Esta mañana estuvo a punto de irse, pensando que iba armar bronca, pero nada más lejos de la realidad. No quiero seguir negando esto y así se lo hice saber.

—Se puede saber a dónde —inquiero.

—Está noche te preparé algo especial. Iremos a cenar.

—¿Perdón? —pestañea ante mi expresión.

—Quiero que olvides lo sucedido anoche.

—Ángel, yo no quiero una cena romántica, eso lo tuve con mi anterior pareja y no deseo volver a experimentar eso. Solo quiero que seamos nosotros. No quiero que hagas por mí lo que crees que es correcto porque todos lo hacen cuando siendo tú, mostrando nuestra naturaleza has logrado llegar a mí. Quiero que seamos nosotros, que vivamos como solo nosotros sabemos hacerlo, siendo arriesgados, intrépidos, atrevidos y salvajes. Así es como quiero que me folles, no quiero que me hagas el amor con palabras lindas, quiero que me arranques la ropa y me demuestre todo el placer que llevas reprimiendo todo este tiempo.

Veo como sus ojos se oscurecen, sé que le ha prendido lo que he dicho, aunque puede que otras cosas le hayan molestado. Me mira de arriba abajo y no sé qué es lo que busca. Lo diferente esta vez, es que en vez de estar usando mis clásicos jeans oscuros, hoy uso un vestido negro. Desde lo sucedido con Eduardo, no he vuelto a vestir de un color diferente.

Beltrán me saca de mi letargo, cuando por sorpresa, me alza en peso y me lleva a la pared más cercana de la habitación, la cual, cuando noto, nos deja frente a un gran espejo que adorna en la pared de en frente. La imagen es sumamente erótica, yo con mis piernas envueltas alrededor de su cintura, mi vestido levemente subido, con una gran vista de mis piernas.

Me besa, arremete contra mi boca en un beso más salvaje y deseoso que el anterior. Me chupa con frenesí, como si quisiera que sus labios marquen a los míos. Siento que me deja sin aire, pero no quiero que se detenga. ¿Han sentido esa sensación de que se mojan con solo besarte? Pues así me siento yo. Es increíble como lo salvaje nos prende.

Beltrán me apoya en la pared, con ayuda de sus piernas, para soltar sus manos y dirigirlas al dobladillo de mi vestido, para quitarlo de un tirón. Al quedar fuera de mi cuerpo, solo me queda el hilo que uso, mientras él sigue completamente vestido. Sin pedir permiso, me voltea, poniendo mis manos encima de mi cabeza. Joder, como me excita que quiera controlar todo, lo dejaré esta vez, quiero ver que tanto más puede crecer esto que estamos sintiendo, sé que lo siente, su virilidad en mis nalgas lo comprueban.

Una nalgada, en mi piel expuesta, me hace soltar un jadeo. Vaya, eso me ha sorprendido, pero me ha gustado sentir el leve picor de su palma. Con ayuda de sus piernas, abre las mías y su dedo recorren toda mi húmeda longitud.  Comienza a darle amor a ese botoncito que tanto placer me otorga y siento como el cosquilleo sube por todo mi cuerpo. Aprieto la mano que tiene entrelazada con la mía cuando siento que me orgasmo está a punto de llegar y el maldito vuelve a detenerse.

Lo mato.

—Te dije en la bañera que el primer orgasmo que tendría mi nombre sería con mi polla dentro de tu vagina —repite. Me suelta, y escucho su pantalón ser desabrochado—. Estas más que lista, preciosa —pasea la punta de su polla con mi sexo y no puedo evitar jadear.

—Sí, hazlo de una vez. —Me inclino, para sentirlo con más profundidad, está posición me encanta.

Me penetra de una sola estocada, se desliza con facilidad, me siento completamente llena y aunque el inicio ardió un poquito por el tiempo que ha pasado, se siente lo mejor del mundo. Me muevo contra él y suelto un gruñido que me empapa mucho más de lo que estoy. Comienza a darme estocadas certeras, firmes que me toca incluso el punto G y veo estrellas y galaxias. Una bomba se está formando dentro de mí con cada arremetida.

Sale de mi cuerpo, para cargarme en brazos y dejarme en la cama, en cuatro. Se ubica tras de mí para volver a entrar con mucha más fuerza. Agarra mi cabello y cada empujón es más duro que el anterior. Joder si se detiene de nuevo le voy a torturar como no se imagina. Mi orgasmo llega como una ráfaga y cuando pienso que va a terminar, sus embestidas hacen que apriete más las paredes de mi vagina ante el placer y un nuevo orgasmo se forme en consecuencia del que ya he tenido, logrando lo imposible, tener dos orgasmos seguidos en dos o tres minutos. En cuanto grito su nombre por segunda vez su nombre, siento como su líquido me llena las entrañas.

Caemos exhaustos en la cama. Beltrán me arrastra a su lado para abrazarme. Acaricia mi cabello mientras nuestras respiraciones se compensan. No siento mis malditas piernas y eso me hace feliz.

—Joder, siempre supe que sería demasiado bueno. Sabía que una vez te tuviera, no habría marcha atrás y que te convertirías en el mayor afrodisiaco de mis deseos.

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