Despierto sintiendo el calor que me envuelve, se siente tan bien esto, ya no podía recordar lo que era, sencillamente me tocó vivirlo una sola vez y el final no fue el mejor, por tanto, intentar algo de nuevo sería una pérdida de tiempo, además, tiempo para romancear es lo que menos tengo. Me separo de Beltrán, quien todavía duerme profundamente y aprovecho para darme un baño que me aclara las ideas y que el agua que se desliza por mi cuerpo se lleve toda la debilidad que tuve la noche pasada.

Al salir, me encuentro a Beltrán despierto, observándome atentamente. Tal y como ayer pude entender lo que deseaba, ahora también puedo hacerlo, sin embargo, no veo al hombre tierno que me dejó llorar en su pecho, veo rabia y decepción.

—¿Crees que voy a dejarlo simplemente porque creas que no es correcto? —pregunta, levantándose de la cama para ponerse muy cerca de mí.

—Lo ocurrido anoche no significa nada, Beltrán —espeto, cansada.

—Tus negativas me las paso por las pelotas, Angelique. No me rendí en todo este tiempo y menos ahora que he logrado llegar a ti.

—No sé de qué hablas. Estás loco, ves cosas donde no las hay. Tu obsesión por mí llega a ser molesta. —Sí, lo sé, estoy una auténtica perra, pero debo hacerlo para auto convencerme de que hago bien al no involucrarme en ese sentido con él.

—Puedes intentar herirme y alejarme usando las palabras que sean. Esa mierda no funciona conmigo. ¿Por qué no puedes aceptar que sientes algo por mí?

Soy salvada por un toque en la puerta. Uno de los gorilas de Andrés nos anuncia que el desayuno está servido y que el señor nos espera. Por primera vez en la vida me alegro de haber sido interrumpida. No hubiera sabido responder esa preguntar. No estoy preparada para ello. Puedo ser una roca cuando se trata de trabajo, pero en temas de corazón, desde lo sucedido, soy lo más débil del mundo y me odio por eso, me odio porque yo no debo volver a sentir.

Salgo primero de la habitación puesto que Beltrán entró al baño y me encuentro a Andrés en el puesto central de la mesa. Hay todo un banquete servido y nada se me antoja y al ver entrar a Beltrán, mi estómago se cierra más todavía.

—Come —ordena Beltrán al ver que no me he servido nada.

—Lo haré. No me comportaré como una niña y mucho menos actuaré guiada por el dolor, es mucho mejor hacerlo con la venganza para fortalecerme más.

Tras el desayuno en completo silencio, Andrés nos pide acompañarlo a su oficina para contarnos otras cosas de las que según él no tenemos idea.

—Muy bien, muchachos. Ayer no quise decir todo porque el tema de lo sucedido con tu novio fue muy fuerte para Angelique. Espero que estés mejor.

—Lo estoy. No te preocupes. Lidié con esto hace dos años, podré hacerlo de nuevo —contesto fríamente y Beltrán niega con la cabeza, gesto que no pasa desapercibido para el tercero que se encuentra en el despacho—. Como iba diciendo, hay mucho más que contarles así que tomen asiento. —Lo hacemos y prosigue —. Como bien ustedes saben, la organización está respaldada por el gobierno desde sus inicios con el objetivo de recuperar información y la protección de información nacional en una bóveda especial —vaya, por lo menos yo, no tenía conocimiento de esa bóveda, puede que quizás tengamos que buscar la forma de acceder a ella—. Lo que ustedes probablemente no sepan es que Jorge no solo los usa a ustedes con ese objetivo. Al estar respaldada por el gobierno, nada ni nadie se mete en los asuntos internos y le da banda abierta de poder hacer otra clase de trabajos.

—¿Qué tipo de trabajos? —pregunta Beltrán.

—Trabajos ilegales, muchachos. Tales como: recuperar droga incautada por la policía, eliminar problemas a mafiosos de alto rango, eliminar pruebas de los archivos de la policía sobre mafiosos, crear información falsa, hackear cuentas. Si el estado llegará a saber de esto, sería el fin de la organización y todos los miembros de la misma.

Beltrán y yo nos miramos. Esto va de mal en peor. Los más perjudicados si algo como lo que dice Andrés sucede, somos nosotros como miembros pues somos quien realizamos el trabajo sucio. Pensábamos que hacíamos un bien, sabrá Dios cuantos males hemos hechos, algo me dice que han sido más las veces que hemos hecho un mal a un bien.

—No podemos permitir que eso suceda, o por lo menos no así. Nuestros compañeros y nosotros mismos podemos salir mal parados y él se lava las manos porque quienes trabajamos somos nosotros.

—Tienes toda la razón, Angelique. ¿qué propones?

—Tenemos que encontrar pruebas que demuestren todo lo que Jorge ha hecho de forma ilegal. Si le quitamos el poder, será mucho más fácil destruirlo.

—¿Cómo planeas hacer eso? —asevera Beltrán.

—Debemos, en primer lugar, conocer los mafiosos más importantes que lo contactan y para eso necesitamos la colaboración de nuestros compañeros, sé que nos ayudarán cuando les contemos todo lo que sabemos ahora.