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Capítulo 28

Pasaron dos semanas desde que el juez recibió todas las pruebas que incriminaban a Quique, al Intendente, a su hijo Carlos y demás involucrados. Poco a poco, todos fueron citados a indagatoria hasta que finalmente, se decidió ordenar prisión preventiva mientras esperaban la fecha del juicio en su contra. Por más poder o influencias que pudieran tener, no lograron zafar de ser imputados y procesados por causas de narcotráfico, encubrimiento e instigación de homicidio y otras tantas más. Las pruebas habían sido concluyentes y la pena, de seguro, no sería corta.

Los altos directivos de la Agencia de Inteligencia, obligados a realizar una reestructuración luego de la incorporación de nuevos agentes, decidieron que Natalia y Guillermina pasaran a formar parte del equipo de Roberto quedando por completo bajo su mando. A ambas les pareció bien ya que eso las convertía en compañeras directas de Sebastián y Mariano. A partir de ese momento, compartirían más misiones con ellos de forma regular y para ellas, eso era un orgullo. Se sentían honradas de poder trabajar con increíbles agentes y excelentes compañeros. Como broche de oro, a los cuatro les otorgaron una considerable suba en el salario debido a su gran labor y eficacia en el esclarecimiento del caso.

Sebastián había logrado infiltrarse sin mayores dificultades en el prostíbulo ubicado en la Provincia de Santa Fe y junto con otros dos agentes se estaba haciendo pasar por un importante empresario interesado en comenzar a explotar ese oscuro, aunque sumamente redituable, negocio. Si bien hasta el momento no había vuelto a reportarse, sabían por las comunicaciones diarias con la policía local, que todo estaba marchando bien. No obstante, a Roberto no le gustaba el tiempo que le estaba llevando y a modo de precaución, decidió enviar también a Natalia para que fingiera ser su socia y lo ayudara a agilizar la investigación.

No era la primera vez que se metían en medio de un lugar de esas características, sin embargo, se trataba de una de las redes más organizadas y establecidas del interior por lo que no debían tomarlo a la ligera. Tenían gente preparada y sumamente peligrosa a cargo de la vigilancia lo cual dificultaba la tarea de engañarlos. Además, estaban provistos de todo tipo de artillería, inclusive armas de guerra.

El que manejaba toda la organización era un influyente empresario con contactos en las altas esferas de la justicia y se consideraba intocable. Natalia y Sebastián debían ser extremadamente cuidadosos si no querían ser descubiertos por su gente antes de lograr el objetivo y desarticular el entramado. Cualquier paso que dieran en falso, podría costarles la vida.

Melina había decidido volver a tomar las riendas de su vida y aunque la tristeza no la había abandonado del todo, era consciente de que no podía, ni quería, seguir así. Además, sabía lo mucho que le afectaba a su hermano verla en esas condiciones, por lo que prefirió no sumarle una preocupación más. Debido a eso y luego de enterarse de que los responsables de todo finalmente estaban tras las rejas, se esmeró por demostrarle lo mucho que había mejorado.

Se levantó por fin de la cama, comenzó a comer de nuevo y se mostró más participativa y comunicativa en los momentos en los que coincidía con él. Comenzó a ayudar a Victoria con los quehaceres domésticos y dedicaba las tardes a jugar con su sobrino. No importaba demasiado con qué. Ya fuese con la computadora, la pelota o lo que él quisiera hacer, ella lo acompañaba. No quería desaprovechar el tiempo que tenía con él, ahora que había llegado a su vida. Facundo, por su parte, demostraba estar más que encantado por la atención recibida y Mariano y Victoria parecían estar mucho más tranquilos al ver su rápida y evidente mejoría.

Como el peligro había pasado y la casa había sido revisada con anterioridad, ya era seguro volver. Sin embargo, Mariano les había dicho que primero quería ampliarla y así construirle una habitación a Facundo. A Melina no le gustaba la idea de seguir esperando, pero lo veía tan entusiasmado que optó por guardar silencio.

Aún la afectaba la separación con Sebastián y estaba convencida de que estar en su propia casa, rodeada por sus cosas y los recuerdos de toda una vida, la ayudaría a sobrellevarlo. Asimismo, deseaba ver a sus amigas ya que no había vuelto a saber de ellas desde que todo comenzó. Por otro lado, sentía que necesitaba regresar a su trabajo para poder mantener su mente ocupada en cualquier otra cosa que no fuesen sus emociones y sueños rotos.

Esa noche ya se habían ido a la habitación cuando Victoria de pronto, le dijo a Mariano que quería hablar con él. Después de haber analizado mucho la situación y aun sabiendo que le rompería la ilusión, decidió que debía hacer lo correcto para ella y para su hijo.

—Nano, antes de que me sigas contando, necesito decirte algo —dijo con tono serio, evidentemente inquieta.

Mariano se sorprendió al advertir su preocupación. La había notado nerviosa, pero en ese momento parecía aterrada. La expresión en su rostro se había vuelto completamente seria y parecía estar eligiendo con cuidado las palabras.

—Está bien —alcanzó a decir con desconfianza mientras frunció el ceño.

—Yo sé que antes dije que cuando todo esto acabara nos iríamos con vos a tu casa, pero...

Mariano comenzó a ponerse tenso. No le gustaba para nada las vueltas que estaba dando para hablar. ¿Qué era lo que tanto le costaba decirle? ¿Acaso se había arrepentido?

—Pero, ¿qué? —presionó, con ansiedad, al ver que no continuaba.

—No creo que sea una buena idea mudarnos —dijo de forma apresurada—. Sé que no queda muy lejos de acá, pero tendríamos que cambiar a Facu de colegio y la verdad que está muy apegado a sus amigos. No me gustaría que tuviese problemas para adaptarse. No te olvides de que acaba de conocer a su papá. Además, el hospital también está acá cerca y voy a trabajar caminando. Si nos mudamos, tendría que...

—¡Vicky! —la interrumpió comenzando a ponerse pálido—. ¿Qué es lo que estás queriendo decirme?

Su voz se había vuelto temblorosa. Ahora que la había recuperado, que había conocido a su hijo y convivido con ambos durante el último mes, no concebía la idea de alejarse de ellos. Sabía que no podría soportarlo.

Ella alzó la vista hacia él y supo que la había malinterpretado.

—Creo que sería mejor que vos te mudara acá en lugar de ir nosotros a tu casa.

Lo miró con temor de que se enojase de algún modo o decidiera apartarse de ellos. Pero estaba convencida de que era lo mejor para su hijo y siempre elegiría en función a él. Facundo siempre estaría primero.

Mariano exhaló el aire que había contenido hasta ese momento y sintiendo como su corazón volvía a relajarse, sonrió aliviado.

—Amor, a mí no me interesa donde vivamos. Solo quiero que estemos juntos. Si preferís que nos quedemos acá, entonces nos quedamos acá —aseguró acariciándole el rostro con ternura—. ¿Tenías miedo de decírmelo? ¿Qué creías? ¿Que iba a decir que no?

Ella asintió con su cabeza a la vez que esbozó una tímida sonrisa.

—Es que estabas tan ilusionado. Además, yo te había dicho que sí, pero después me puse a pensar y...

—No necesitás justificarte —la interrumpió mientras la rodeó con sus brazos sujetándola de la cintura—. Te repito, lo único que en verdad me importa es estar con ustedes. Mañana mismo llamo al camión de la mudanza y coordino con ellos para traer todas mis cosas.

—¿De verdad no te molesta? —preguntó con esa hermosa sonrisa que tanto le gustaba.

Negó con su cabeza.

—¡Te amo tanto! —dijo, emocionada.

—Yo también te amo, preciosa.

La miró a los ojos y se inclinó para besarla. Estrelló sus labios contra los de ella y comenzó a moverlos con ansia, con deseo. Su respuesta no se hizo esperar y rodeándole el cuello con los brazos se apoyó en él para sentirlo más cerca. Se desnudaron mutuamente con prisa y continuaron besándose con pasión. Hicieron el amor con ímpetu, con intensidad, acallando con besos los inevitables e incontenibles gemidos que pronto salieron por sus bocas. Después de la tensión, angustia y absoluta preocupación que habían vivido en los últimos días, amarse de esa manera era justo lo que necesitaban. Al terminar, Mariano volvió a besarla, ya con más calma. Daba igual el lugar mientras que la tuviera a su lado. Victoria era y sería siempre su remanso, su paz y donde ella estuviese, allí sería su hogar.

Al día siguiente, Mariano habló con su hermana y le comentó la decisión que había tomado. Contrario a lo que había esperado, Melina lo entendió y lo felicitó con sinceridad. Le repitió una y otra vez que no se preocupara tanto por ella, que ahora debía centrarse en su familia. Después de todo, ya era adulta y podía cuidarse sola. Además, el peligro había pasado, por lo que todo volvía a la normalidad. Ambos se abrazaron al borde de las lágrimas. Después de tantos años viviendo juntos siendo solo ellos dos, les resultaba difícil separarse. Sin embargo, era lo correcto. Él debía estar con su mujer y su hijo y ella tenía que encontrar el rumbo, esta vez por sí misma.

Por mucho que le insistió para que no se quedara con ella esa noche, Mariano no le hizo caso. Por consiguiente, después de la reunión que había tenido en la agencia con los directores, ni siquiera se demoró en quitarse el traje con el que había ido y fue directo a la casa que ahora solo era de Melina. Victoria se les uniría también después de dejar a Facundo en la casa de su hermana.

A ambos les preocupaba el efecto que pudiese tener en ella el quedarse sola, por lo que acompañarla esa noche era la forma que tenían de darle fuerzas para afrontar las siguientes. La idea era compartir una cena familiar, tranquila y relajada, y si tenían ganas, quizás ver una película juntos como tantas veces habían hecho en el pasado.

La realidad era que, a pesar de los miedos de Mariano, a Melina no le molestaba la idea de quedarse sola en su casa. Siempre la había considerado como un refugio, un santuario. Y aunque ya no estaría su hermano cerca, sabía que siempre podría contar con él.

Como cada vez que cocinaba Victoria, la comida estuvo exquisita y en poco tiempo se terminaron los platos. Mariano había abierto una botella de vino para él y su mujer mientras que Melina prefirió tomar una gaseosa de naranja. Mientras comían el postre, un exquisito helado que habían comprado más temprano, eligieron una película de suspenso y se sentaron en el sofá para verla. No pudo evitar pensar en Sebastián y en las tantas veces que habían intentado ver una película fracasando rotundamente en cuanto comenzaban a besarse y se olvidaban por completo de lo que los rodeaba.

Ya era de madrugada cuando Melina se retiró a su habitación. Después de un día agotador y una placentera velada, se sentía realmente cansada. Sin embargo, no podía dormirse. Los últimos recuerdos que tenía de ella durmiendo en su cama eran junto a Sebastián acostado a su lado abrazándola de forma protectora a causa de su miedo a las tormentas. No pudo evitar sentir ese horrible vacío dentro suyo y la opresión en el pecho que le causaba el extrañarlo con tanta intensidad. Sabía que, aunque intentara convencerse a sí misma de que todo estaría bien —y eventualmente así sería—, todo cambiaría. La casa se sentiría horriblemente vacía sin la presencia de su hermano y su cama, absolutamente helada sin el calor de Sebastián.

Harta de dar vueltas sin poder conciliar el sueño, se levantó con la intención de ponerse a escribir en su notebook. Pronto recordó que la había dejado en el living y decidió ir a buscarla. Caminó en puntas de pie hacia las escaleras para evitar que su hermano o su cuñada se despertaran por su culpa. No obstante, al pasar frente a la puerta de su habitación los escuchó hablar. Al parecer, no era la única que no podía dormir. Se disponía a seguir su camino cuando oyó su nombre.

—¿Y por qué fueron tras Melina?

—Porque, de alguna manera, Quique supo que yo estaba vivo y tenía en mi poder pruebas que comprometían al hijo del Intendente. Sabía que la única forma de detenerme era a través de ella. Jamás habría permitido que la lastimaran.

—Pero, ¿no era que Quique solo quería vengarse de Roberto? —señaló, más confundida que antes.

—Sí, pero para poder ensuciarlo necesitaba la ayuda de alguien poderoso. A cambio, él encubría sus negociados. Lamentablemente, así es como se manejan los corruptos. Van por todo sin importarles si hay inocentes en el medio. ¿Por qué te creés que cuando empezamos le pedí a Seba que protegiera a Mel en caso de que a mí me pasara algo?

—Y menos mal que lo hiciste, Nano. No quiero ni pensar en lo que podrían haberle hecho si llegaban a atraparla.

—Yo menos y por esa razón siempre voy a estar agradecido con él, aún a pesar de lo que pasó después.

—Y donde está ahora... ¿también es peligroso? —preguntó Victoria acaparando la atención de Melina.

No sabía que se hubiese ido. En realidad, no había vuelto a saber de él desde la noche de navidad. Sus ojos se llenaron de lágrimas al recordarlo.

—Nuestro trabajo siempre es peligroso. Mirá lo que me pasó a mí. Si no me hubiese topado con tu casa de camino, dudo que hubiera sobrevivido.

—No sé cómo pueden soportarlo —se quejó, con voz temblorosa.

—Entrenamos mucho y nos preparamos física y mentalmente para eso —aseguró Mariano—. Ayuda también el contar con buenos compañeros en los que se pueda confiar plenamente. Cuando estamos en campo, ya sea infiltrados o haciendo tareas de seguimiento, si bien lo importante es la misión, nos cuidamos unos a otros.

—Pero Sebastián está allá solo...

—No está solo —la interrumpió—. Sabés que no puedo darte detalles, pero para que te quedes más tranquila, solo voy a decirte que también fue Natalia. No tenés que preocuparte, en serio. Ambos son excelentes agentes y trabajan muy bien juntos.

—Por más buenos que sean, ninguno es a prueba de balas, amor.

Melina podía sentir la angustia en la voz de su cuñada. Era la misma que estaba comenzando a sentir ella al oír lo que había dicho Mariano.

—Lo sé y aunque confío en que va a regresar sano y salvo, como siempre lo hace, debo reconocer que esta vez tengo un poco de miedo. Creo que en parte aceptó esta misión para irse lejos.

Melina volvió a sentir una opresión en el pecho. Siquiera pensar en que Sebastián se pusiese en peligro a sí mismo solo para alejarse de ella, acabó con la poca calma que había logrado obtener en las últimas horas. ¿Tan fuerte era su rechazo? No pudo contener el repentino quejido que salió por su boca y segura de que la habían escuchado, giró sobre sus talones para encerrarse rápidamente en su habitación.

—Mierda —dijo Mariano al darse cuenta de que su hermana había estado escuchando.

Suspirando resignado, cerró los ojos y se cubrió el rostro con su mano. Sabía que probablemente había malinterpretado sus palabras. Sin embargo, estaba demasiado cansado para seguirla. Al día siguiente, hablaría con ella.

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