Un encuentro con la muerte.
—Pedro, ¿por qué hijo de puta?—Preguntó Wilson sorprendido, mientras de su brazo brotaba la sangre a borbotones por el agujero que había dejado la bala.—¿Qué mierda estás haciendo? ¡me acabas de herir! ¿así proteges nuestra amistad? esto lo esperaba de cualquier de estos idiotas, pero no de ti...—Espetó Wilson que sentía como la sangre le hervía por dentro mientras su cuerpo tomaba una temperatura gélida y su piel palidecía más por la impresión que por la fuerza del impacto que aún no alcanzaba su mayor punto de gravedad.
—La amistad te la pasaste por las bolas, ¡pudiste haberme contado que tú eras el puto asesino desde un principio y hubiéramos solucionado esto de otra manera, pero tú querías ser el tipo listo que no pierde nunca! ¡maldita sea Wilson, tengo ganar de reventarte los sesos de un disparo por tus estupideces!—Respondió Pedro lleno de furia y apretando fuertemente la culata de su pistola.
—¿Qué carajos espera detective? ¿acaso piensa perdonarle la vida a este desgraciado?—Respondió Stefano, que había quedado perplejo viendo la escena y que entre tantos pensamientos en su cabeza se estaba llenando de rabia y frustración al ver cómo un amigo de la adolescencia estaba poniendo al borde de la muerte a su padre sin que nadie hiciera nada por impedirlo.—Es más, si no va a hacer nada lo hago yo mismo...—Y se abalanzó sobre Pedro para quitarle el arma y hacerse cargo él mismo de ajusticiar a Wilson, pero Pedro no podía permitir que cualquiera quien fuese pasara por encima de su autoridad así que hubo un forcejeo del cual salió un disparo que acabó impactando en el costado del cuerpo de Antonietta que era la más cercana a su posición.
—¡Stefano idiota, qué estás haciendo! ¡se supone que venimos a evitar la muerte de papá y ahora tú vas a matar a Antonietta también!—Le reclamó Andrea que se había agachado ayudar a su hermana.
El viejo Paulo había caído de rodillas y había gateado hasta la posición de su hija, llorando sobre su figura mientras ella balbuceaba...
—P... p... papá, t... te... amo... te he extrañado m... m... mucho.—Decía ella mientras la sangre fluía de la herida de su costado.
—Yo también te he extrañado mucho hijita mía, pero las voces en mi cabeza no me dejaban tenerlos cerca, me pedían matarlos a todos y yo no podía hacer eso, tenía que protegerlos.—Le dijo Paulo entre lágrimas.
Andrea corrió hacia afuera a pedirle a los guardias que llamaran a una ambulancia, que había ocurrido un accidente dentro con su hermana y ahora peligraba su salud.
Wilson aprovechó toda aquella confusión para escabullirse por las escaleras, no sin antes tomar el arma que había caído lejos de las manos de los presentes...
—¡El idiota se escapa!—Gritó Andrea que volvía a la sala al encuentro con su familia.
Wilson corría a lo que daban sus piernas, tomándose de su brazo sangrante. Su cara reflejaba un gran terror cuando vio que Pedro y Andrea le seguían de cera. Entró a la habitación de Paulo y cerró la puerta. Al llegar allí Pedro y Andrea comenzaron a golpear y patear la puerta, mientras del otro lado solo se escuchaban los gritos de Wilson "¡NUNCA ME ATRAPARÁN CON VIDA!".
Cuando al fin lograron derribar la puerta Wilson estaba subido al borde de la ventana apuntando hacia la puerta con la pistola del detective. "Adiós hijo de puta" dijo y apretó el gatillo.
La bala penetró junto en la frente de Andrea, un agujero entre ceja y ceja que le dejó los ojos totalmente en blanco y el suelo detrás de él con chorro de sangre de sus sesos, justo donde había salido la bala.
—¡NOOOOO, WILSON, QUÉ COÑO HICISTE!—Gritó Pedro con desesperación.
—Simple, me estoy despidiendo con estilo de esta perra vida mi amigo.—Respondió Wilson mientras le lanzaba el arma de vuelta a Pedro.—Adiós hermano, ha sido un verdadero placer compartir esta aventura contigo.—Terminó Wilson y se dejó caer hacia atrás por la ventana.
Cuando Pedro llegó a la ventana solo alcanzó a ver las últimas burbujas en aquellas aguas que acababan de tragarse a su amigo de toda la vida.
Nos veremos pronto maldito loco, tal vez en el infierno. También ha sido un placer para mí.—Se despidió Pedro con lágrimas en los ojos.
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