Y el encuentro no tardó en llegar.
Pedro había viajado a Lechería apenas leer la noticia en el blog de su amigo. Tuvieron solo un par de llamadas telefónicas antes del anhelado encuentro. En la primera llamada Pedro le hizo saber a Wilson que estaba en la ciudad y que sería agradable que salieran a conversar un rato y ver si podían ayudarse mutuamente a atar cabos en el caso en el cuál ambos se encontraban trabajando, o al menos eso pensaba Pedro.
Wilson no le había recibido en su casa para hospedarse durante el viaje escudándose en remodelaciones y que su pareja actualmente se encontraba en un estado de ánimo psicótico, y es que se negaba a que alguien pisara la casa en el estado en el que se encontraba, cosa que Pedro comprendió y tomó con normalidad como "Cosas de mujeres".
Al final, como cualquier detective policial, Pedro terminó hospedándose en un pequeño y no muy lujoso hotel a las afueras de Lechería. Un apartado bastante cómodo y que no llamaba demasiado la atención; suelos pulidos, cortinas limpias, buenas ventanas, una cómoda cama individual y un baño poco espacioso pero cómodo con una regadera y suelo de cerámicas en "ajedrez", un juego muy acorde con su trabajo.
La segunda llamada entre ambos fue un mero formalismo, solo para afinar detalles sobre el lugar de encuentro. Decidieron irse a un club de la ciudad, un sitio donde podían tomarse unos tragos y disfrutar de buena música. Y así fue, estuvieron desde las 8:00 de la noche hasta las 5:00 de la mañana, hora a la que cerraba el club, compartiendo recuerdos, risas, anécdotas, con Imagine dragons de fondo y unos cuantos tragos con los que ninguno de los dos llegó a estado de ebriedad.
Llegado el amanecer era casi hora de partir para ambos; allí fue cuando se tornó más oscura e interesante la conversación entre ambos.
— Bueno hermano, ha sido una velada amena, pero a lo que venía, necesito tu ayuda en la investigación de los asesinatos y parece que tú estás mejor documentado que yo.— Dijo Pedro, con una voz que expresaba su preocupación.
—¿Qué más necesitas saber? El asesino soy yo.— respondió Wilson, y después de un silencio incómodo ambos soltaron una sonora carcajada.
—Vamos idiota, casi me asustas, pero hablo en serio, y bueno, sabes que no es algo que se te dé muy bien a ti, desde pequeño te desmayas solo con ver sangre.— Respondió Pedro con voz que demandaba más seriedad.
—Bueno sí, pongámonos serios, el asesino al que buscamos es un psicópata, eso está claro, pero no parece actuar al azar, suele ser muy meticuloso, y no comete más de dos o tres asesinatos en la misma región, literalmente para no dejar huellas.— Explicó Wilson.— Y sin embargo, con el detalle de las huellas dactilares, lo que marca es que si es atrapado o no, ya es un asesino con una marca propia y original, algo que lo haría trascender y ser reconocido en el tiempo.—Terminó Wilson.
Pedro estaba lleno estupefacción con la explicación tan explícita y detallada que le había dado su amigo sobre el asesino, casi como si lo conociera en realidad.
Wilson también le contó que ese caso le estaba desgastando psicológicamente, que inclusive había llegado a tener sueños en los cuales las manos de las personas asesinadas le tomaban por el cuello, ahorcándolo y dejando huellas marcadas por todo su cuello, sensación que lo hacia despertar casi sin aliento.
—Es de esperarse amigo mío, a mí también me ha dado muchos dolores de cabeza, no al nivel de tener pesadillas, pero vaya que ha sido un hueso duro de roer este hijo de puta que anda restregando sus huellas por doquier—Respondió Pedro, mientras las dudas le clavaban cuchillos helados uno tras otro a su cordura.
Nunca había tenido que mantenerse tan inexpresivo, apaciguando la turbulencia de emociones que llevaba dentro, llegando al punto de sentir incluso nauseas, pero sin dejar que se reflejaran ninguna de aquellas emociones ante su amigo.
Haciendo caso omiso a sus pensamientos Pedro se despide de Wilson, le da un abrazo y se van con la promesa de un nuevo encuentro, sin embargo, varias ideas luchaban dentro de su cabeza intentando cobrar forma. Por un lado estaba su amigo, la figura intachable y temerosa con la que había crecido y confiado durante todos estos años, y por otro aquella inquietante descripción del asesino, una descripción tan suya, tan posesiva, que le había dejado un vacío en el estómago y una bomba a punto de estallar en su cabeza.
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