
2. La Sombra Blanca
Bueno es ahora de presentar a Everest Alías "La Sombra Blanca".
Rápido. ¿O No?
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Bajo la inquieta penumbra de la noche, dos figuras se encontraban en un oscuro y lúgubre callejón. El hombre número uno, con la esperanza ansiosa en sus ojos, aguardaba la llegada del camión que transportaba su "preciada mercancía".
El segundo hombre, impaciente y de aspecto recio, afirmó con voz firme: "Está todo como acordamos. Solo deseo mi pago y me marcharé. La camioneta se halla detrás del restaurante".
El comprador sacó un maletín, sin embargo un disparo se oyó. En una fracción de segundo una bala atravesó su cráneo, la salpicadura de sangre cubrió sus ojos.
Después inició una balacera que el comprador no pudo ver por culpa de la sangre en sus ojos.
Sin previo aviso, un silencio inquietante se apoderó del ambiente. En tratando de limpiar lo mejor posible sus ojos para poder ver el desastre se dio cuenta que era el único vivo.
"¡Ayuda!" Gritó por desesperación cuando una figura misteriosa emergió de las sombras.
Era La Sombra Blanca, cuya presencia inquietante no dejaba espacio para dudas. Con un arma en su mano, su determinación era palpable.
El hombre, confundido y temeroso, inquirió: "¿Quién eres tú?"
Con un escalofriante desdén, La Sombra Blanca respondió. "Soy quien te brindará la 'opción' de ingresar a las frías celdas de la cárcel o enfrentar el destino inexorable de la muerte". Sus palabras resonaron en el aire como un eco sombrío que helaba hasta el alma.
La Sombra Blanca emerge de la penumbra, su presencia es inquietante. "Muy bien", murmura con un tono de voz gélido, "retírate de aquí. Si volvés adquirir esa maldita mercancía, estarás desafiando a la muerte misma. Y asegúrate de que este mensaje llegue a todos tus cómplices", advierte, su amenaza palpable en cada palabra.
El Hombre comprador, su voz temblorosa de súplica, implora. "Te ruego, por favor, no me mates".
Con una calma aterradora, la Sombra Blanca ordenó. "Coloca las esposas alrededor de tus muñecas y arrástrate hacia aquel poste. A menos que desees que una bala atraviese tu corazón".
Sumiso, el Hombre obedece las palabras sombrías y se aferra al poste como si fuera su última tabla de salvación.
En un sigiloso movimiento, la Sombra Blanca se desliza hacia la retaguardia del restaurante, donde estaba el camión. Con una mezcla de determinación y destreza, se apodera del vehículo y desaparece en la noche, dejando tras de sí un rastro de misterio y temor.
La policía llegó a la escena del crimen.
Cómo éste fue un crimen enorme quién mejor que los paw patrol para resolverlo.
Chase y varios forenses llegaron al lugar.
"Valla que se divirtieron los asesinos". Mencionó el policía mientras comenzó a revisar.
Todo estaba normal hasta que unos gritos se escucharon a lo lejos.
"¡AYUDA!" Exclamó un hombre que estaba esposado en un poste. "¡Viene por mi! ¡Viene por mi! ¡Viene por mi!
Chase y los demás oficiales se acercaron a ver... y lo que vieron les dio a todos curiosidad.
"Tranquilo, está a salvo". Dijo Chase mientras se acercó al hombre. Chase sacó su teléfono. Sabia que necesitaba a los bomberos para sacarlo de ahí.
Afortunadamente Paw Patrol también tenía un equipo de bomberos y paramédicos. Chase agarró el radio para contactarse con ellos. "Marshall, si está ahí necesito un equipo de bomberos en la carretera interestatal en el restaurante a las afueras de la ciudad".
"Voy en camino oficial". Respondió el bombero.
En lo alto de la majestuosa montaña, la mujer se despojó de su máscara, permitiendo que su rostro quedara al descubierto ante la imponente naturaleza. Su mirada se posó en su vestimenta, ahora manchada por las inclemencias del entorno.
"Everest", susurró en un tono de resignación mientras comenzaba a limpiar su vestido empapado. Sus manos se movían con delicadeza, procurando devolverle a la tela su pureza perdida. "Al menos con esto aseguro mi sustento para el mes y puedo pagar mi refugio en la cabaña."
La montaña parecía ser un refugio de tranquilidad para Everest, un lugar donde podía restablecer su equilibrio. "Ahora estoy de vuelta a como solía estar", reflexionó mientras sus pensamientos la llevaban a rememorar su infancia. La sombra de los recuerdos se cernía sobre ella, evocando tiempos difíciles.
La figura imponente del Everest se convirtió en un espejo de su vida, reflejando la lucha de su madre por alimentarla a ella y a sus hermanos. Los fantasmas de un padrastro cruel y alcohólico empañaron sus pensamientos, un hombre que infligía dolor sobre su madre y su frágil familia.
La cadena de pensamientos fue interrumpida bruscamente por el sonido de su teléfono móvil. Una voz desconocida resonó al otro lado de la línea. "¿Ya cumpliste con el comprador y amedrentaste al vendedor?", inquirió el interlocutor.
Everest asintió en solitaria confirmación. "Sí, todo está hecho. Solo espero mi pagó", declaró con una mezcla de firmeza y expectación.
La voz del otro lado del teléfono respondió con un tono satisfecho, elogioso incluso. "Lo recibirás. Deberías sentirte orgullosa de cumplir los deseos de quienes anhelan la muerte de aquellos individuos".
La voz de Everest se alzó en una suerte de justificación. "Solo pretendía ser un instrumento de justicia, un modo de enmendar los errores del mundo."
El interlocutor no tardó en responder, articulando una perspectiva sombría. "Esta es la única forma de rectificar el mundo, este camino oscuro. Gracias a tu labor, numerosos inocentes están a salvo de la esclavitud impuesta por personas nefastas."
A pesar de la severidad de la conversación, Everest expresó su resignación con un matiz de indiferencia. "Si no realizo esta labor, no tengo comida en la mesa. Este empleo no me atormenta tanto; seguramente encontraré empleadores alternativos."
El interlocutor le recordó su papel en el grandioso esquema de las cosas. "Debes comprender que nosotros eliminamos a aquellos cuyas acciones son malignas. Tal vez puedas continuar con tu trabajo, incluso deshacerte de individuos aún más detestables."
Un atisbo de duda cruzó por los pensamientos de Everest. "Voy a sopesarlo con más detenimiento", respondió antes de finalizar la llamada con determinación. "Al menos este celular desechable me brinda anonimato."
Su atención se desvió hacia el televisor, donde una reportera presentaba las noticias del día. El mundo seguía su curso, ajeno a los dilemas morales que acosaban a Everest en la montaña.
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