Violetas
N/A: Lean capítulo entero, hasta lo más abajo que dé la barrita, porque🤰... (!!!no no se hagan spoilers!!!).
Pasaron de muchos veranos para que ellas se volvieran a encontrar.
Veranos, primaveras, otoños e inviernos difíciles de llevar.
La joven azabache, luego de una fuerte caída en su vida laboral y social, viviendo la mayoría de esos años sin rumbo, sin esperanzas de un futuro real, había logrado mejorar su capacidad para vivir sin su más bonita violeta.
Se acostumbró al vacío y a la soledad, y fue aquello lo que sembró: un cactus espinoso, desafiante ante el resto que no se dejaría lastimar.
Tuvo que cambiar su actitud para protegerse y nunca más dejarse caer.
Recuperó su trabajo, hizo nuevos amigos, y le dio una que otra oportunidad al resto de flores que vivían en su misma ciudad.
Ninguna llegó a florecer, porque seria imposible luego de Haerin, pero aprendió a conllevarlo y siguió adelante, sin voltear.
Prometió nunca volver a buscarla, olvidarse de sus colores morados, y recapacitar.
Ya no existían violetas para ella.
Minji preparó esa misma mañana su maleta, tendría un vuelo a Busan para visitar a sus padres y, en el fondo, le aliviaba saber que vería sus rostros luego de años separados por problemas ridículos que los tenían sesgados a tres.
Eso ya era el pasado.
Llegó al aeropuerto una hora y media antes, fumándose un cigarrillo antes de pasar por seguridad.
Ya sentada afuera de la puerta donde debía embarcar, se permitió relajar su cansado cuerpo, tapando su cabeza con el gorro de su sudadera y cubriendo sus ojos con un antifaz. Dormiría media hora, se iría a comprar un agua y volvería para subir el avión.
Sonaba como un plan perfecto, pero el sueño fue tanto que olvidó colocar la alarma y cinco minutos antes de que el avión despegara, una anciana la despertó tocándole el hombro.
—Señorita, no sé si este será su vuelo, pero ya todos embarcaron —apuntó a la última persona que había en la final y Minji pegó un salto, agradeciéndole a la mujer y corriendo antes de quedar fuera.
Quizá su alarma no sonó, pero esa anciana fue su ángel que le evitó una desgracia.
Correspondió el saludo de las azafatas algo fría y caminó por el pasillo hasta el asiento 17 A.
Había tenido mucha suerte de haber podido pedir un asiento en la ventana, porque era lo que más le gustaba hacer en los viajes; observar por el vidrio de gran grosor como abandonaban el suelo para dejarse llevar por los aires, junto a pájaros, nubes y muchas turbulencias que, a su parecer, eran una especie de montaña rusa muy entretenida.
Volar por los aires le daba inspiración para escribir.
Frunció el ceño al ver el 17 A ocupado, mientras el 17 B y C permanecían libre.
No. Claro que no lo permitiría.
¡Era su maldito asiento!
—Disculpa —su voz salió grave, casi rozando la molestia—, pero estás en mi asiento.
—¡Perdón! No pensé que alguien más llegaría —la chica se apresuró en disculparse, avergonzada, volteando hacia ella—. Minji...
—Haerin...
Se miraron atónitas, ambas deseando no sentir nada, pero cada emoción atracándolas asquerosamente. Dejándolas inmóviles con sus raíces reconociéndose.
—Debe tomar asiento, joven. Estamos por despegar —avisó suavemente una azafata, a unos centímetros suyo.
Minji no habló, sentándose con el corazón acelerado en el asiento del pasillo.
Ella odiaba ese lugar: quedaba más cerca de la hilera contraria y eso significa oír más ronquidos, pláticas aburridas y bebés llorones que la desconcertaban de su calma para trazar palabras en su libreta.
Ambas con las vistas fijas en los asientos frente a ellas, intentaron tranquilizarse, buscar una solución. Quitar de sus tierras fértiles aquellas semillas de violetas que había saltado a su jardín por equivocación, por mera casualidad.
Desgraciadamente (o no), fallaron con éxito; así de irónico y sencillo.
Mientras el piloto daba información acerca del vuelo, Minji giró su cuello intentando parecer calmada, pero sonó, dejando en evidencia lo fuerte que lo hacía hecho.
—¿En serio... en serio eres tú?
Haerin la miró igualmente, pero las dos se arrepintieron porque fue como regar sus semillas con amor y bondad, sin pensarlo, sin poder detenerse. Ninguna de las dos.
—¿Tanto he cambiado? —trató de bromear la más baja, mas sus ojos no soportaron las emociones y se volvieron acuosos.
—¡No! Digo... —rascó su nuca, nerviosa—. Luces muy hermosa, H-Haerin.
Seguía siendo la castaña la única que tenía el poder de hacer sonrojar a Kim Minji y mierda, se sentía una maravilla. Un regalo de los Dioses.
—T-tú... tú i-igual, Minji —rió y lloró a la vez, feliz de volver a verla.
Minji desabrochó su cinturón, pasando por los asientos hasta estar pegada a ella, tomándola entre sus brazos para tranquilizar su llanto.
Un acto imprudente, uno que no debió pasar, se reprochó Minji, pero que de todas formas marcaría un nuevo punto en sus vidas.
—Oh, mi Minji, ni sabes cuánto te he extrañado —confesó, hipando en su cuello, sintiendo las grandes manos de la mayor acariciarle la espalda, uniéndose en su lluvia torrencial.
El resto de los pasajeros parecieron dejar de existir cuando sus pupilas se reencontraron, esta vez de cerca y permitiendo analizarse con mayor claridad.
Minji seguía siendo rojo.
Haerin seguía siendo azul.
Ya no habían violetas en los ojos de la menor, pero Kim leyó las ganas que tenían de crecer en esta primavera que se aproximaban. Cada mancha café en sus ojos lo decía explícito y sin acertijos.
—Haerin, me hiciste falta cada día —respondió la mayor, tomándole las mejillas llenas de agrias lágrimas.
Minji no tenía idea acerca de la vida de Haerin, si seguía casada, si seguía siendo la bonita muñeca de porcelana de sus padres o por fin había plantado su propio y nuevo jardín.
Y tenía miedo. Mucho miedo.
Por dos cosas.
La primera, en caso de que Haerin ya no estuviese con Sunghoon, se le rompería el corazón porque eso significaría que, aunque se liberó, jamás la buscó otra vez.
Y la segunda... Si seguía casada y, hasta quizá enamorada de Sunghoon, se caería a pedazos porque, en el mismo abrazo que tuvieron en ese avión, Minji derrumbó la barrera para Haerin, totalmente dispuesta a ella, y eso solo significa que tendría que volver a pasar por ese asfixiante dolor.
Tuvo miedo de preguntarle cosas y arruinarse la vida una segunda vez, pero no fue necesario que las hiciera, Haerin le había contado todo.
Todo.
Llevaba dos años y medio casada con Sunghoon y él y sus familiares querían que tuvieran un hijo, y fue en aquel momento donde la muchacha tuvo que tomar la decisión: seguir de marioneta, obedecer a sus padres y darles un nieto, lo cual sería el fin definitivo para ella, o cortar de raíz el problema.
Le dijo que no es que no quisiese tener un bebé (a Haerin le gustaba mucho la idea de ser madre), solo que si se embarazaba de Sunghoon, ya nunca más se atrevería a alejarse de toda la mentira en la que estaba viviendo. Porque si tenía un bebé, jamás podría separarse: divorciarse. Eso no era legal en el país.
Además, ella quería ser madre con otra persona.
A Minji le sorprendió escucharla hablar.
—Le pedí el divorcio a Sunghoon.
Creyó que era mentira, un sueño, una maldita idea de su descabellada cabeza.
Pero no.
Haerin le pidió el divorcio a su esposo dos días antes, ignorando las llamadas y mensajes de sus padres, y se decidió por escaparse unos días a Busan, la ciudad donde vivía una antigua amiga de la universidad, para pensar bien cómo haría su vida a partir de ese momento.
Tenía una carrera, y era increíble, así que no tenía problemas con el dinero. Podía arrendar algo donde quisiera, e iniciar su vida de nuevo, por completo.
O casi.
Porque Haerin también le dijo que luego de romper con Sunghoon, había buscado información de ella para saber dónde estaba, para recuperar al amor de su vida. Era lo primero que quería hacer, lo que necesitaba para volver.
Fracasó con la búsqueda de su paradero, pero se dijo a sí misma que luego de estar un poco más estable y organizada con sus ideas, iría en su búsqueda.
Porque Minji tampoco merecía a la Haerin que era ahora, aún insegura, acomplejada, y costándole salirse del papel de marioneta.
Ante esto último, la mayor quiso encontrarle la razón, decirle que ella necesitaba algo estable para no caer otra vez... Pero no pudo. No pudo y negó con la cabeza hasta que le llegó a doler.
A ella no le interesaba si Haerin seguía con uno que otro problema. Haerin estaba liberada de su espina más grande y eso es lo que le importaba.
Haerin por fin era libre. No más rosas, quizá pequeños pinchazos, pero no una flor completa.
Ese viaje, ese boleto al azar que compraron cada una por separada, esa anciana que la despertó, todo eso había significado la unión del rojo y azul una vez más.
Daba igual que Haerin siguiera legalmente casada. Era por fin suya.
Su más bella violeta.
FIN
- Dedicatoria
Para mi más linda violeta que espero que en alguna parte de este planeta florezca. Escribí este final alternativo de lo que fue nuestra historia de amor, para permitirme fantasear con tus colores azulados y tus bonitas constelaciones en las pupilas. Un lugar donde las violetas jamás fueron reemplazadas por rosas.
Con todo el gris de mi existencia, y todo mi dolor eterno,
tu S.
Minji releyó aquel final una última vez, en su pequeño y solitario departamento de reducido tamaño.
Fue inevitable no desgarrarse llorando al pensar en un universo paralelo donde la vida le permitía tener aquel fin con la violeta que dejó de ser suya en esa boda; en la boda de Park y Kang.
Minji cayó a pedazos luego de ese día, y lo único que la mantenía alejada del auto-sabotaje era eso: escribir, expresar.
Rosas por Violetas, se llamaba el primer libro que había escrito y publicado hace una semana. Un éxito entre los lectores y pronto superó la meta estimada para el número de ventas. La muchacha escribía bajo el seudónimo de Samuel, pues no quería relevar su verdadera identidad.
No cuando sentía que ni eso tenía.
Una identidad.
Ser algo.
Existir.
Minji no existía hace años. ¿Por qué engañaría a sus lectores con un nombre que ni ella misma reconocía?
Intentó salvar su vida arrancando la violeta de su mundo, decidida a plantar un cactus que llenaría de sabiduría, nuevas experiencias y nueva vida.
Pero nadie le avisó a la pobre Minji que las espinas de un cactus son igual, y hasta más dolorosas que las de una rosa.
Porque las espinas siempre serán espinas.
Y las violetas... siempre serán violetas.
No existía una verdadera sustitución.
Fin
1-. no me gusta para nada dejarles notas en las historias que no son au (twitter) pq mis notas son cero serias, y mucho menos me gusta hacerlas al inicio del cap, pero ok (aclaración totalmente innecesaria, pero q no me deja tranquila si no la hago??? escucho voces chicos).
2-. nada de 🤰, solo quería que se aseguraran de leer el verdadero final (no el final del libro de minji), y 🤰 era un distractor para no ser tan obvia con q no sería un bonito fin (ojalá haya funcionado 😢).
3-. ESTA SEGUNDA PARTE LA ENCUENTRO AÚN + MIERDA QUE LA PRIMERA, ESOOOO🗣️🗣️🗣️💩💩💩💩💩💩💩
(parece nota de mona culia o de heterocuriosa al peo, bye)
X LA CHUCHA, ME EXPANDO CALETA EN LAS NOTAS, PERDÓN OTRA VEZ
queen of arica, yass
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