Epílogo
Epílogo
La tarde caía temprano, ocultando con sus nubes el poderoso sol que minutos atrás había reinado en el firmamento. Las personas caminaban ligeramente atemorizadas por la inminencia de lluvia, algunos permanecían unos segundos mirando el cielo ante el drástico cambio de clima. Eran hechos reaccionar por el soplido del aire frío, como cristales.
A medida que el vehículo se acercaba al aeropuerto, Michelle Truman pudo ver una misteriosa brillantez en las pupilas del detective Richard Schaefer. Su recuperación física había sido sorprendente, a pesar del cabestrillo, se lo veía extrañamente fuerte y sereno, como quien acepta finalmente la eutanasia tras una serie de fallidos tratamientos. Por alguna razón, Truman también podía sentirse así. Miró a través de la ventana del taxi los mastodónticos cúmulos de nubes grisáceas que se arrastraban en el cielo.
«Una tormenta», pensó ella ahogando un suspiro. Sin pruebas en contra de Phillips ni Burns, su situación política se tornaba confusa pero reconfortante a la vez.
—Creo que le debo una disculpa, detective. —dijo de pronto sin mirarlo.
Él se giró y la observó detenidamente. «¿En serio? —carraspeó en sus pensamientos— Ni siquiera seguí sus órdenes.»
Cuando la mujer volvió a hablar, lo hizo con un aura optimista.
—Al menos cumplió su misión inicial. —hizo una pausa mirando las heridas cubiertas del hombre—. Son muchos raspones ¿Le duele?
Richard negó con la cabeza.
Ella sonrió.
—Hizo falta mucha agua oxigenada para limpiarle.
El taxista, joven y con canas, tamborileaba en el volante entonando la letra de «I will survive» en fluido inglés a la par de la radio, despegando ocasionalmente los ojos del camino para ver el panorama a su izquierda, o ver a sus pasajeros por el retrovisor con cierto desinterés preocupado. Su voz estaba sorprendemente apegada a la melodía como quien dice el alfabeto a la par de la maestra. Inconsciente de que el policía al que transportaba había estado en la lista de hombres buscados por la ley hacía varios días.
—At first I was afraid, I was petrified... Kept thinkin' I could never live...
La canción no pudo paracer más apropiada.
Llegaron al aeropuerto cinco minutos después, el taxista se despidió de ellos con amabilidad primaveral. Ambos se detuvieron a contemplar la moderna estructura un par de segundos; ergo, pasaron un filtro de seguridad, y el detective tuvo que soportar un incómodo toqueteo cerca del cabestrillo gracias al escéptico guardia de seguridad.
Finalmente le dio unas palmaditas en la espalda y lo dejó pasar.
—Creo que tendrá mucho trabajo. —dijo Schaefer mientras la revisaban a ella.
—La situación será complicada de resolver con los de Seguridad Nacional. Tal vez llegue a Washington. —sonrió cansada—. Nada grave.
Aquello sonó más a sarcasmo que a honestidad.
El sitio estaba extrañamente poco poblado.
Se quedaron de pie frente a la sala de espera guardando una distancia políticamente correcta entre ambos. Detrás de ellos un conserje andaba cabizbajo con un pulidor de pisos eléctrico. Truman miraba los aviones con cierto aspecto típico de su edad, la luz blanca gracias al clima le golpeaba el rostro dándole un aspecto ligeramente sombrío.
—Supongo que me quedaré sin vacaciones —acotó negando con la cabeza—. Maldición. Me divorcié para descansar y mire.
—Bueno, supongo que a veces nos vemos obligados a tomar decisiones con un margen demasiado grande de error.
—Seguramente volverá a Nueva York —afirmó ella mirándolo—, pero si quiere un descanso tiene la incapacidad que le dieron.
—No me gustan los días libres.
—Su avión saldrá en media hora. —indicó ella buscando algo en el bolsillo—. Creo que segunda clase está bien. Hará escala en Estados Unidos. El viaje va por nuestra cuenta. Un agente la esperará en su destino.
«Sí, claro —pensó él—. Apuesto a que ya va conmigo de incógnito.»
—Mientras no sea otro agente Burns y otro secuestro a Alaska.
Ella lo miró ceñuda, sin una pisca de gracia en su rostro.
Schaefer se excusó.
—Perdón. Mi sentido del humor es malísimo.
—No lo dudo.
Una bocina emitió la inorgánica voz femenina que anunció el inicio del abordaje en el vuelo que correspondía a Richard. Ambos se miraron un instante y —sin decir nada— se dieron un fuerte pero breve estrechamiento de manos. Hacía dos días, Michelle Truman había hecho algo demasiado grande por el detective, algo a lo que él debería un firme gratitud por el resto de sus días. Honestidad.
Le había contado todo sobre el destino de su hermano, Dutch.
—Sudamérica ¿Eh? —preguntó él cuando separaron sus manos.
—Se lo debo.
Cuando Richard Schaefer subió al avión canadiense, con rumbo a Colombia y se acomodó en su asiento descubrió que el atardecer reflejaba un cielo extrañamente opaco. Miró a través de la ventanilla relajando el rostro y dejándose hundir en la suavidad. Una elegante mujer rubia, que a mitad del vuelo se presentaría como Charlotte Campbell, le saludó con una sonrisa antes de sentarse a su lado y sacar una portátil.
Parecía una dama amable, pero el detective no tardó en descubrir las heridas que ella mostraba en los nudillos.
«Golpes», pensó antes de negar con la cabeza insistiéndose en la exageración de su sospecha. Su sospecha de que podrían estarle tendiendo otra trampa para hacerlo encontrarse con los cazadores.
En su lugar, devolvió su atención al cielo pensando en todo lo acontecido.
La persecución en helicóptero, la nave, el gran cazador mutante de cuatro brazos, la explosión...
Rebasaba el límite de la credulidad.
Ni siquiera el más idiota guionista estadounidense de Cine B le habría creído.
«Supongo que hay grandes historias condenadas al anonimato.»
Sacó un pequeño celular de esos que se desdoblan, desechable.
Quizá debía llamar a Rasche antes del despegue, así que marcó pensando en las locuras que su compañero había hecho en ese lapso por encontrarlo. Locuras de las cuales le habían puesto al corriente durante su recuperación en el hospital, rodeado de médicos alejados del estereotipo canadiense a pasos agigantados.
Había sido una semana intensa.
«Y eso no es nada.»
Casi tenía certeza de que reencontrarse con su hermano sería la experiencia más surrealista de su vida.
Sonrió algo irónico mientras esperaba que no le mandaran al buzón.
«Nadie se salva de esta maldita tortura.»
Ni siquiera se percató del drástico cambio en sus prioridades.
Entonces, mientras el avión se deslizaba con parsimonia en la pista de despegue, para su sorpresa; descubrió que se sentía más joven.
Agradecimientos
Sigo sin creer que esta historia haya llegado a su fin.
Estoy tan sorprendido que se me va el aire al escribir este agradecimiento.
Esta cosa que me atrevo a llamarle historia comenzó con una advertencia similar al inicio, donde en cierto modo la presentaba como el resultado de esfuerzo y todo eso. Cursiladas. Así que la terminaremos como la empezamos, con mis cursilerías.
Tengo una gran deuda con Dayari, sin ella nunca me hubiese atrevido a publicar esta historia. Fue la misma razón de hacerla pública en Wattpad la cual me animó a desarrollarla de forma muy distinta a lo planeado inicialmente. En ese caso, debería mencionar a Joseline, pues gracias a ella conocí la platafotma... Pero no.
Agradezco también a mis compañeros de ratos libres, por su innegable ingenio, enriqueciendo el proceso creativo de esta pseudo-noveleta con ideas como la caída en el barranco de Richard.
Claro, Richard Schaefer es el personaje que me atreví a crear basándome en Schaefer de los cómics de Predator (gracias a mi padre los conocí, hace ya tantos años que parecen décadas). Elegí el nombre Richard porque es simple, sonoro; tiene la 'ch' de Dutch, y cuando era pequeño 'ch' todavía aparecía en el alfabeto.
Agradezco a Andy, quien al romper mi cómic de Depredador: Guerra Fría. Principal inspiración de esta novela junto a Jungla de Concreto, al libro Deception Point, Red Dragon; y Parque Jurásico del magnífico maestro del thriller tecnológico, Michael Crichton.
Por supuesto, no podía faltar mi agradecimiento sincero a los chicos de Yautja Forum (Proyecto Yautja) por ser tan geniales y expertos como yo quisiera ser.
A quienes están aquí después de haber leído Jungla de Concreto, el primer libro de esta trilogía, y que probablemente quieran saber qué será del detective Schaefer ahora que está camino a Centroamérica en busca de respuestas y de su hermano desaparecido.
Finalmente, y no por ello con menor relevancia, a los lectores que se atrevieron a soportar 'Tras Las Huellas del Cazador' de principio a fin, o los que por lo menos lo intentaron. La historia sería una envoltura de galletas sin galletas de no ser por quienes se aventuraron en sus párrafos. Por sus votos y haberme acompañado a mí como su narrador a través de esta historia.
Hay tres en especial a quienes agradezco su especial apoyo. Sin ustedes, probablemente lo hubiera considerado dos veces antes de tener el valor de terminar esta trama que para mi sorpresa ha llegado a los 2.8k.
En mi opinión ha sido la mejor de todas porque la disfruté tanto que la escribí en tiempo récord, la dejé y la retomé.
Mis más sincero agradecimiento, desde lo más profundo de mi corazón, a todas y todos ustedes. Se llevan parte de mí.
Suyo, Xavier.
Aprovecho este momento para recomendarles y recordarles que pueden encontrar historias como ésta en mi perfil ¡No te conformes con ésta! Descubre toda la trilogía Predator, estoy seguro de que te encantará.
La historia continúa en...
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