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Capítulo 12

Michelle Truman contempló horrorizada cómo Phillips ordenaba matar al detective. El mismo al que habían recurrido para tener un punto a su favor en aquél juego que implicaba un Encuentro Cercano del tercer Tipo.

El general dio la orden sin miedo, ni siquiera volteó a ver jefa de la NSA, de lo contrario se habría encontrado el rostro de estupefacción que tenía en estos momentos.

El anciano soltó una exhalación con desgana.

La mujer exclamó tomando al hombre del hombro y dándole vuelta.

–¡¿Qué diantre hace?!

–No intervenga, Truman –espetó él.

–¡Usted carece de la autoridad para alterar la misión!

Un soldado, que había permanecido firme en la esquina de la sala, dio un paso dispuesto a intervenir, Phillips le indicó que se detuviera. Miró firmemente a la militar, ambos mostraban una decisión determinante de tener el control.

Notando que sus intentos verbales serían inservibles, la pelinegra corrió hasta el micrófono y ordenó a Calder detenerse.

Pudo escuchar al general quitarse la boina detrás de ella.

–Dije que no interviniera –repitió.

Michelle se volvió con rapidez, en la pantalla se pudo ver al moderno nano-robot F-22.

Seguía en el mismo sitio.

Cuando se dio vuelta, miró la punta de un arma frente a su rostro. Phillips le apuntaba con firmeza.

–Mi rango es superior –dijo sin mucho asombro–, ¡Phillips, baje el arma!

Sin obedecer, el general tomó el micrófono. Escupió al hablar.

–Jones, asesine a Schaefer. Y vuelva a la base con los sobrevivientes.

Dicho esto, el de cabello cano, arrancó el micrófono con fuerza.

Se dirigió a la morena, que, en lugar de mostrarse intrigada, parecía estar calculando las opciones, mirando al tipo, descifrando el motivo por el que había dado tremenda orden de forma errática y sin consultarlo.

Como intuyendo aquello, el general habló sin verle a los ojos.

–Estoy siguiendo órdenes presidenciales, Truman.

–Todo lo que la Casa Blanca dice, pasa por mis oídos, es i...

–Se equivoca –Phillips se puso frente a frente a Michelle, caminó tratando de intimidarla–. ¿Qué se siente no tener el control por primera vez? ¿Qué se siente saber que no lo sabe todo?

–Está arruinando un operativo de la NSA.

–La NSA no lo controla todo, jefa –Phillips le habló al soldado que seguía contemplando el espectáculo anonadado–. Soldado... saque a Truman de mi vista. Hay un nuevo Sheriff en el pueblo.

La mujer se alejó roja de cólera, apretaba los puños con tal fuerza que sus uñas largas estaban a punto de enterrársele en la palma de su mano. Sintió la asquerosa y escalofriante sensación de impotencia.

Era evidente que el juego se estaba corrompiendo.

Era el clásico momento en que la cacería pasaba a ser cuestión poco deportiva.

Salió con paso apresurado, esperando que el detective pudiera contra uno de los mejores soldados del país.

No, Schaefer no tenía la más mínima oportunidad. Y por lo visto, si la situación continuaba como ahora, ellos tampoco.

___

Schaefer respiraba agotado, por lo menos, el frío aire nocturno golpeaba su piel sudada y le proporcionaba cierta sensación de frescura. Un hilo de sangre caía de su frente, lo limpió con su mano cuando le cayó en los párpados.

Calder Jones lo miraba con asombro.

El de pasamontañas se confundió cuando Phillips volvió a hablarle por el intercomunicador, diciéndole que matara al detective.

¿Por qué querrían los altos mandos liquidar a quien derrotó al enemigo?

La comunicación se cortó, alguien había apagado el micrófono.

Aunque no entendía la orden, y la cuestionó en su mente, la acataría. "No te entrenan para cuestionar".

Sujetó su rifle de asalto, pero Rodríguez le detuvo, poniendo su mano encima de la suya. Era cálida. Sus miradas se encontraron por un segundo, la chica parecía sentir afecto hacia el detective, cosa que extrañó a Calder, pues apenas se conocían. Ella posiblemente estaba agradecida.

–¿Qué haces? –le preguntó.

Calder redujo su respuesta a no responder.

La teniente sabía perfectamente lo que eso significaba; había escuchado los gritos de Phillips con claridad, su compañero de la Delta Force, continuaba ayudándola a mantenerse en pie como si de una inválida se tratase.

Los poderosos y penetrantes ojos verdes de Jones susurraban intranquilidad, de cierto modo, temía que el general hiciera lo mismo con ellos en cualquier momento.

Algo no había salido bien.

Delta Jones dejó a la latina, se paraba con dificultad, pero podía sostenerse. Olvidando sus irrelevantes pensamientos.

Se acercó el detective rubio, que hablaba con Burns sobre algo que no estaba dispuesto a escuchar.

–¡Jones! –Exclamó el agente Burns al verlo acercarse.

En ese momento, el Delta Force, empuñó una pequeña pistola con silenciador y la apuntó al corazón del rubio sin vacilar. Jaló el gatillo sin esperar más.

Schaefer actuó con la misma velocidad. Inclinó su cuerpo como si un portero de soccer fuera, Calder movió su arma y volvió a disparar.

Una bala rozó la pierna derecha del neoyorkino. El soldado volvió a disparar.

El balazo penetró la pierna con éxito, haciendo gritar al detective.

–¡¿Qué haces?! –Burns intentó detenerle, pero el mastodonte de ojos verdes le golpeó con el brazo como si fuera una cola. El agente cayó en la nieve.

–Aún hay más –dijo Richard desde la nieve, sujetando su herida, tomó un puño de nieve y se lo puso encima para evitar que la herida empeorara. No era la primera vez que recibía un tiro a quemarropa. No sentía absolutamente nada, los disparos nunca provocan dolor.

El de ojos verdes inclinó su cabeza a la izquierda como si fuera un gato. Frunció el ceño bajo su pasamontañas.

–Ese solo era un explorador –prosiguió Schaefer–. En las fotografías de los cuerpos colgados se notaban marcas...en las paredes, marcas de algún arma de energía. Este sujeto no llevaba ninguna clase de arma de fuego. No era muy alto, era joven.

–Tiene razón –espetó Burns tocándose la mandíbula por el golpe que el Delta le había propinado–, el equipo despellejado cayó en menos de un minuto.

"Phillips me ordenó hacerlo" gritó Calder en su mente. Con cierta resignación, suspiró. Recordó el robot insecto grabando todo. "Debes hacerlo".

–Jones... –suspiró Rodríguez desde atrás–, tú sabes que las misiones secundarias pueden esperar...

Calder volteó a ver a su compañera, estaba herida, y el detective había matado al responsable que su amiga estuviera así. El policía solo hizo lo correcto. –¿Qué sentido tiene luchar si vamos a matarnos entre nosotros? –siguió diciendo la mujer, su mirada era de compasión. Entonces, el soldado recordó una de tantas frases que le daban un sentido a su vida: "Misión sobre compasión".

Schaefer lo tacleó desprevenido. Ambos cayeron al suelo al mismo tiempo.

Jones sujetó al rubio del cuello con una mano y comenzó a asfixiarlo con fuerza. Schaefer podía sentir cómo aplastaban su laringe con el objetivo de matarlo, le vinieron náuseas como consecuencia. Vio la pistola con silenciador tirada a un lado de ambos. El soldado se colocó encima del policía y empezó a ahogarle con ambas manos, oprimía sus pulgares contra la llamada "manzana de Adán".

Richard estiró su brazo con esperanza de coger el arma.

Calder Jones era más rápido.

Se impulsó hasta su arma como un felino y la tomó entre sus manos con firmeza. El policía creía estar en su territorio. Pero aquello no era una película, en la realidad no existían los combates largos, la ventaja siempre era evidente en los primeros momentos de combates cuerpo a cuerpo. Jaló el gatillo repetidas ocasiones directo a la cabeza del neoyorkino, nunca antes había sentido tanto placer al hacerlo. Algo le detuvo, pues ningún disparo había salido.

Aprovechándose de la falta de balas, Richard volvió a usar la madera con la que había apuñalado al "cara de cangrejo", aún estaba manchada de sangre fluorescente cuando lo usó para golpear la nuca de su rival.

Cuando éste estuvo aturdido, tanto Rodríguez como Burns miraron a Schaefer, quien se preguntaba por qué no le ayudaban ¿acaso temían al militar?

Jones, también se percató de ello. Los necesitaba de su lado. Lanzó un grito desgarrador y se puso de pie. Aún tenía un arma sin usar. Los dardos con sedante que Simpson les había entregado en el helicóptero. El veneno era suficiente para incapacitar a su oponente y darle muerte con calma.

–Phillips, lo ordenó –dijo Burns–. Detective... el gobierno lo quiere muerto.

–No me diga –replicó el aludido caminando hacia atrás con pasos lentos. Se detuvo, sintió el vacío detrás de él. La misma caída libre por la que había lanzado al cazador estaba ahí. Un paso más, y moriría.

Calder se quitó el pasamontañas, revelando un juvenil rostro de facciones elegantes, sus ojos verdes ardían en ira. A pesar de su atractivo aspecto inglés, el detective supo que estaba frente a un enemigo temible. Sorprendiendo a todos, habló por primera vez el día de hoy.

–Dutch estaría orgulloso, Schaefer –cargó la pistola con el dardo–, aunque él me dio más batalla. Te diré lo mismo que le dije antes de acabarlo –apuntó–: sus servicios ya no son requeridos.

De repente todo se volvió lento, silencioso. El detective abrió los ojos como platos. "Dutch" susurró en su mente. Un disparo cortó el profundo silencio a mitad de la nada.

No había otra alternativa.

Sin pensarlo un segundo más, el policía dio un último paso hacia atrás y saltó al precipicio en un solo movimiento.

La bala apenas logró rozar su costado derecho.

No vio su vida pasar frente a sus ojos.

Sólo una palabra. Dutch.

Su hermano, al que había creído muerto desde años atrás.

Richard Schaefer estaba confundido.

Su cuerpo se volvió ligero, como si todo el cansancio acumulado se perdiera en al aire. Calma.

Mientras caía, se preguntó si ese era su fin. Cerró los ojos e hizo acopio de sus últimas esperanzas.

No. No estaba dispuesto a morir así.

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