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CAPÍTULO UNO

CAPÍTULO UNO

LILITH

El día comenzó como todos los veinticuatro de febrero de los años anteriores, todo el mundo preparando un sin fin de cosas; desde los escritos de los hechiceros, los bancos para sentarnos alrededor de la hoguera, la selección de instrumentos, entre otras muchas cosas, —me da dolor de cabeza con tan solo pensar en la cantidad de preparativos—.

Lo bueno de todo esto es que yo no tenía que hacer nada— mejor dicho tampoco es que me dejarán alguna tarea—, así que mientras todos se peleaban por quien hacia cada cosa, yo estaba tumbaba bajo la sombra de uno de los árboles que se encontraban en el bosque al inicio de la entrada del reino. La sensación de estar tumbada en la hierva me hacia sentir paz, notar cada gota del rocío, algún que otro insecto e incluso parte de la tierra, hacia que tuviera la sensación de sentirme como en una nube.

Pero como no alguien tuvo que venir para bajarme de mi nube y esa persona no podía ser nada más ni nada menos que mi hermana, Sasha.

—¿Se puede saber por qué todavía no te has vestido?—Exclamó con un tono que transmitía estrés.

—Mhm, porque estoy tumbada mirando el cielo tal vez...— le respondí mientras intentaba cerrar los ojos pero un grito hizo que me incorporará.

—¡Me apuesto lo que quieras a qué no has ido ni a buscar el vestido y sabes que las Brujas Supremas son muy estrictas con los horarios de apertura y clausura!— se lamentó Sasha.

—Y no te equivocas.—Le respondí mientras volvía a tumbarme sintiendo nuevamente el rocío en mi espalda.

—Vamos a llegar tarde y a madre le dará un paro cardíaco como te vea con estas pintas y llena de barro, ¡enserio tenías que tumbarte y mancharte tal porcino en una pocilga!— informó exhausta.

—Ya voy, ni mirar el cielo me dejas.—Contesté con una mueca y con un tono desganado.

Las brujas supremas se habían encargado de diseñarnos los vestuarios para la ocasión, las mujeres debíamos de ir con vestidos hechos de tela Damasco y Crepé con el color de nuestro barrio, porque sí cada barrio tenía un color asignado, los Hiluis se representaban con el color azul, los Jergios con el rojo y los Aurtos con el color violeta. Los Hiluis desde siempre han sido el barrio más poderoso, eran los que se encargaban de realizar los tratados con los demás reinos, a este grupo pertenecía la familia real— o como nosotros los llamábamos  Brujos De Sangre — y a sus confidentes.
Sin embargo los demás barrios eran los denominados barrios de heridas, estos barrios desde siempre habían tenido conflictos que terminaban en guerras civiles; en su momento el territorio sólo estaba dividido entre Hiluis y Gialores —los que son actualmente los barrios Jergios y Aurtos—, pero por temas de comodidad y con el fin de acabar con las guerras civiles los Hiluis separaron el territorio en dos partes.

De camino al taller donde las brujas pertenecientes al entorno cercano de los Brujos De Sangre tenían el dichoso vestido, me fijé en las pancartas que estaban colocando con caras conocidas en nuestro reino— algunas menos que otras—, con el fin de conmemorar su muerte por la guerra. Por los caminos formados por piedras colocadas sobre una capa de barro lo suficientemente gruesa para soportar el peso de los carruajes. Los caminos tenían varias piedras partidas o con alguna que otra hundida probablemente por el peso y la penosa conservación de los caminos. Los edificios tampoco eran gran cosa, en su mayoría eran edificios adosados con colores fríos y oscuros donde en la entrada había un par de árboles secos, que hacían que el edificio tuviera un aspecto misterioso, luego habían adosados los cuales parecían un arcoiris en los que en cualquier momento pudiese salir un unicornio por la puerta.

Al llegar al taller me recibió una mujer con aspecto esbelto y delgado y con el cabello de un rubio descuidado. La mujer vestía con una copa roja de lino que le llegaba desde la cabeza hasta rozar parte del suelo.

—Adelante, usted debe de ser la del encargo del vestido Aurto con  detalles bordados en plateado.— me comunicó la mujer con una sonrisa forzada como si llevará toda la mañana repitiendo lo mismo, que era muy probable.

—Hol‐a sí vengo a buscar...— y sin permitirme tener la oportunidad de responderle, cruzó una cortina que había al final del pequeño taller.

El taller estaba en su mayor parte desordenado, excepto la parte de zapatería, donde los zapatos estaban ordenados por tallas y las estanterías no mostraban señales de que hubiese polvo. Donde se encontraban los potros aquello sí que era un caos, había prendas por el suelo, otras estaba puestas encima de las demás y otras estaban con las perchas puesta en dirección contraria al resto.

La mujer volvió sin mucho intrusismo arrojándola al también desordenado y polvoriento mostrador el vestido.

—Aquí tienes el vestido, no es por nada pero tienes trozos de barro que se te están cayendo y me estas manchando el suelo.— Comentó mientras entrecerraba los ojos y con la mirada seguía el camino el camino de barro que había formado.

Ninguna de las dos dijo nada mientras ella me lanzaba miradas, con las cuales estaba segura que si hubiese querido me hubiera asesinado. Tras apartar la mirada rompí el silencio a la vez que carraspeaba.

—¿Cuánto es?— Pregunté mientras la mujer seguía lanzándome miradas que podían matar a cualquiera.

—Para ti serán sesenta Byogs.—Contestó con una sonrisa que decoraba sus finos labios.

—¿Eh?

—Ahí chica tu inocencia le quita lo divertido a todo, son cuarenta Byogs.— Me respondió mientras se miraba las uñas.

Saqué del bolsillo el dinero que me había dado Sasha esta mañana para adquirir el vestido y se lo entregué mientras seguía mirándose las uñas con mucho interés.

—Hay faltan diez Byogs.— Me informó sin haber quitado la mirada de las uñas en ningún momento.

—Aquí tiene.—Le entregué el dinero restante que me faltaba. Entonces mientras que guardaba el monedero e intentaba coger el vestido, esta me lo tiro a la cabeza a la vez que exclamaba:

—¡SIGUIENTEE!—Informó la mujer con tal grito que hizo que retrocediera varios pasos atrás con los ojos cubiertos por el vestido y con uno de los cordones de las botas desatado, con el cual me tropecé y di a parar de espaldas con uno de los potros llenos de vestidos que cayeron encima de mi cabeza.

—¡FUERA AHORA MISMO DE MI TALLER!— Expecto furiosa la bruja mientras se apresuraba a recoger el desorden. Mirándolo por el lado bueno había conseguido que ordenarán una pequeña parte del taller.

Salí del taller con mi cara siendo adornada por un tono carmesí, y con paso apresurado y con el vestido posado en uno de mis brazos me dirigí a casa.

                                                                                                   🦋🦋🦋

Mi casa no tenía nada de especial, ni siquiera destacaba entre las demás, la fachada era plana y con planta se cruz latina—sí como muchas iglesias—. No es que fuera una casa grande, simplemente se componía de una única planta y con ventanales por los cuales la luz entraba sin problema, al igual que unas grandes cortinas de un tono rojo Crimson. Lo único llamativo de mi casa—aunque para algunas personas no lo era— era la majestuosa biblioteca que teníamos. En la biblioteca podías encontrar cualquier libro. Era impresionante. Recuerdo como pasaba gran parte del día tirada en uno de los sillones de cuero que había a la entrada junto con una mesita del té, mientras leía cientos de libros y usaba de marcapáginas cualquier papel que tenía a mano.

Al llegar a casa todo estaba sumida en un silencio, excepto por el locutor de la radio que iba informando a cerca de los preparativos del día de hoy y como había prosperado la guerra.

Al terminar de cerrar la puerta de la entrada, escuché un par de pasos aproximándose hacia la entrada, y sólo por el sonido de las pisadas, supe que las pisadas provenían de las botas de mi madre. Las que siempre usaba, negras con rosas bordadas por hilo morado, para recalcar que era una Aurto de una forma sutil. Una de las normas que teníamos era que en cualquier prenda que utilizásemos debía de tener mínimo un detalle del color de nuestro barrio— en nuestro caso el morado—.

—¿Se puede saber por qué llegas a casa con estas pintas?—Preguntó mi madre.

Mirándome al espejo de la entrada de casa, me di cuenta de que efectivamente mis pintas no eran las mejores.

—¿A caso no te dije que tenías que vestirte pronto para ayudarnos? ¿O es que he criado a una gandul?— Siguió mi madre cuestionando mis acciones.

—E-h, bue-no.....pu...—Intente decir.

—Cállate, no quiero escuchar tus estúpidas excusas.—Dijo mi madre elevando el tono de voz.—Siempre son las mismas y estoy harta, desaparece de mi vista, y vístete.

Tras eso y la cabeza agachada salí del vestíbulo tan rápido como pude hasta llegar al pasillo de mi habitación. Sí entrabas a mi habitación podías ver un ventanal, varias estanterías con cachivaches y elementos que nos hacían tener en casa para emergencias, un escritorio, junto con una silla hecha a base de ramas que hice con mi padre hace un par de años, no parecía muy cómoda, pero cuando te sentabas era la silla más cómoda que había probado nunca.

Al mirarme nuevamente en el espejo que tenía detrás de la puerta, efectivamente me di cuenta de que estaba en mi mayor parte por barro.

Me dirigí a la cómoda que estaba justo debajo del ventanal, la cómoda era color madera con aspecto desgastado. Cogí un trapo lo suficientemente grande para cubrirme el cuerpo sin dejar mucho a la vista.

Al llegar al baño, encendí la alcachofa que estaba apoyada en un trozo de madera clavada en la pared con forma circular, y noté como el agua caliente se deslizaba por mi cuerpo y me iba relajando.
                                                                                                   🦋🦋🦋

La parte de ponerme el vestido fue la más difícil, ya que en casa no quedaba nadie, todos se habían ido a continuar  prepararando los últimos preparativos, dejándome a mi suerte y a mi torpeza . Lo que más me sorprendió a mi misma fue que logrará habérmelo puesto sin que este hubiese sufrido ningún daño—todo un logro—.

De calzado usaría cualquier zapatilla que encontrarse, total no se vería con el vestido.

Por el peinado tampoco me preocupe tanto, simplemente me dejé el pelo suelto excepto por dos mechones que se unían dejándome la cara despejada y sin riesgo a que esta fuese cubierta en ningún momento, mi madre decía que este peinado resaltaba mis ojos grises, porque como siempre iba con mechones castaños tapándome la cara era difícil apreciarlos. Como el peinado me parecía un tanto soso y estábamos de celebración fui al jardín de la parte posterior de mi casa y busqué alguna flor que pudiese ponerme en pelo y que de alguna forma ayudase a que este resaltase.

Agarré unas tijeras y me acerqué a la
Gypsophila paniculata y corte un par de ellas, mientras me las iba colocando en el pelo como podía.

Una vez satisfecha con mi apariencia, salí de casa volviendo a recorrer el camino que anteriormente había hecho, pasando por la tienda alimentaria—y la única del reino—, el taller de las Brujas Supremas, la escuela de brujas...

Al llegar a al plaza todo estaba sumido en un ambiente festivo, con música de fondo y con el olor a comida.

A lo lejos pude divisar a Sasha, que estaba colocando en la mesa oficial las servilletas que tenían enrolladas los cubiertos. No parecía tan entusiasmada en comparación cuando le tocaba afinar los instrumentos. Sasha amaba todo lo que tenía relación con la música, por eso años anteriores su función era dedicarse ha afinar los instrumentos y crear nuevas melodías. El problema vino cuando Rushell se presentó voluntario a ello, y como era hombre fue inevitable rechazar que él no lo hiciera en vez de haberlo hecho y que Sasha siguiese realizando la tarea. Supongo que este tipos de cosas son las que más disgustada me ponían, que en otros reinos la opinión y la posición de las mujeres fuese valorada mientras que aquí se nos trataba como piezas de ajedrez.

—¿Cómo van esas servilletas?—Intenté bromear pero su expresión indicaba que preferiría hacer otras cosas.

—¿Pues cómo voy a estar Lilith? Lo único que me motivaba este año a estar de acuerdo en montar esta fiesta era afinar los instrumentos, pero se presenta un tío el cual no habíamos visto en nuestras miserables vidas y lo aceptan, si es que no sabe coger ni un ukelele, miralé.—Pronunció Sasha mientras se giraba en dirección a Rushell.

Tenía razón ese pavo no había cogido un ukelele en su vida y se notaba a leguas, ¿quién sujeta la parte del clavijero con la mano derecha? Por supuesto una persona que en su vida vida no ha cogido uno.

—Me está doliendo hasta a mi y eso que no soy la experta.

—No aguanto más, como siga tratando así a los instrumentos me va a dar igual las consecuencias que me conlleve romperle un instrumento en la cabeza. —Dijo mientras colocaba la última servilleta con más fuerza de la necesaria.— ¿No se da cuenta de qué como siga tensando así las cuerdas se van a romper?

—Si no te relajas vas a terminar partiendo la mesa y creo que eso sería peor que partirle un instrumento en la cabeza.

—¿Sabés? No entiendo como he podido presentarme como voluntaria a organizar esto viendo como está la situación, ¿es qué no podrían ser conscientes por unos minutos de que esto nos está perjudicando? Si tan solo se pusieran a pensar sobre lo que nos conviene en vez de centrarse en lo que les conviene, probablemente la guerra ya hubiese terminado hace siglos y no estaría replanteándome porque he apoyado que se realice la celebración mientras miles de seres mueren por nuestra culpa. Entiendo que es importante seguir las tradiciones, pero creo que esto podría haberse aplazado. De que nos sirve conmemorar a los fallecidos sí seguimos haciendo lo mismo que antes y no ponemos ningún remedio para que la situación mejore. Y para colmo escogen a personas con ningún tipo de experiencia a realizar actividades que las anteriores personas sabían hacer de manera eficaz y perfecta.— Comentó Sasha con una mueca que gritaba estrés.

Había pocas veces en las que Sasha me dejaba sin palabras, siempre sé que decir cuando se trata de algo que dice Sasha, pero esta vez su sinceridad me había tomado por sorpresa, normalmente yo era la que solía dejar a la otra sin palabras, pero ver a Sasha quejarse de algo tan abiertamente no era algo muy común de ver en ella y me encantaba que lo hiciese, eran esos pequeños detalles los que me hacían ver que Sasha confía en mí, sí le hubiese dicho lo mismo a madre quien sabe como hubiese sido su reacción.

En ese momento solo me salió una frase de lo más sincera:

—¿Sabes qué aunque caiga un meteorito la celebración continuará?

—Sí y eso es lo que ni entiendo. Como podemos llegar a ser tan egoístas a veces, como no pararnos a pensar en los demás o en la situación en la que están y a partir de ahí tomar decisiones e incluso consultarlas.

El tema quedó zanjado en cuanto Sasha notó mi expresión de confusión y se fue en dirección a Rushell probablemente a afinar los instrumentos en condiciones.

Cuando creía que podía volver a escaquearme al bosque escuché el característico sonido de las botas de mi madre, lo que me daba la pista de que esta estaba cerca.

—¿A ti no te había dicho que pusieras los vasos en la mesa?—bravo mi madre claramente alterada.

—Pues... que yo recuerde no...— exclamé frunciendo el ceño con inseguridad.

—Que no lo recuerdes no significa que no te lo haya dicho,—creo que esta es la frase que más había escuchado en mis escasos diecisiete años de vida— ¿Además qué te pensabas, que ibas a pasarte toda la mañana tirada a la sombra mientras los demás nos matamos? Porque me apuesto lo que quieras a qué estabas pensando en volver al bosque como si fueras un animal salvaje. — Contestó con el tono que utilizaba siempre cuando quería recordarnos que era nuestra madre y eso le hacía poder tratarnos a su antojo.

—¿Y qué pasa sí me gusta ir al bosque? ¿Por eso soy un animal salvaje?—La reté cansada de que  siempre me juzgase y no apoyase mis gustos, mejor dicho que no entendiese como me sentía al salir bosque o haciendo cualquier otra cosa que me gustase, probable nunca se lo habría planteado.

—Lilith lo digo enserio no estoy para enfrentar tu humor, o ayudas o atrévete a las consecuencias.

Pasaba de discutir con mi madre así que tras un resoplido—que sí por mi hubiese sido se hubiera escuchado en la otra punta del reino—me levanté del suelo de un salto mientras seguía a mi madre.

Repentinamente esta se paró delante de unas cajas y me señaló donde estaban los vasos, a su vez me echaba una de esas miradas que te dicen claramente que tengas cuidado y no hagas estupideces porque sabe que alguna harás. Después de indicarme por tercera vez—como ella me había dicho— como debía de colocar los vasos, como si fuese lo más importante de todo esto, fui cogiendo uno a uno y colocándoles las respectivas etiquetas como me había dicho mi madre, que si la roja para los más adinerados, la celeste para los pobres y una sin fin de gama de colores para cada categoría social.

Sasha se estaba encargado de afinar correctamente los instrumentos, mientras que Rushell estaba sentado en una de las cajas de madera vacías en donde anteriormente habían estado las tartaletas, mirando hacia el bosque en vez de estar prestando atención a Sasha que es lo que tendría que haber hecho.

                                                                                                    🦋🦋🦋

Al caer la noche ya estaba todo listo, estábamos reunidos alrededor de la hoguera y era la hora de comenzar a quemar los escritos mientras sonaba de fondo la música  que algunos tocaban a través de los instrumentos.

Quemar escritos no era mi pasión y más si provenían de los baslavnios, ¿sí eran tan poderosos y nosotros teníamos el privilegio de tener escritos como esos por qué no utilizarlos o estudiarlos al menos? La idea más de una vez rondó por casa, pero la conclusión era que de seguro habría ya alguien que se estaba encargando de hacerlo por los demás, intentaba creer aquello, pero tampoco había visto a nadie hacerlo. Tampoco sabía como habíamos logrado  conseguir los escritos, ¿ estas cosas no debían de estar protegidas?

Yo no me sentía especialmente cómoda en la celebración de este año con todo el ambiente de la guerra y más sabiendo que nosotros habíamos comenzado a atacar, me tenía preocupada, le lancé una mirada a Sasha y vi como ella tenía la misma expresión que yo: un total desacuerdo en está celebración y con ganas de ir a casa y ponerse ha hacer cualquier otra cosa que no nos pusiera en riesgo. A los demás no parecían importarles demasiado. Todos estaban divirtiéndose, riendo, gritando, hablando...

De un momento a otro se empezó a escuchar el ruido de las herraduras de un caballo, todo el mundo pareció sorprenderse ya que hasta los Brujos Supremos— que eran los últimos en llegar— estaban en la mesa y eso significaba que nadie más podía unirse una vez que estos estuviesen sentados a la mesa.

El sonido de las herraduras se empezaba a escuchar mucho más cercano que antes, para este entonces la gente empezó a alterarse y a  intentar apagar la hoguera para que en caso de peligro no llamásemos demasiado la atención — aunque algo me decía que llegábamos tarde—. De repente un destello morado iluminó el cielo haciendo ondas, lo extraño fue que con la potencia con la cual iluminó el cielo no se hubiese escuchado ningún sonido. Segundos después se empezó a escuchar algo viscoso y a su vez el sonido de las herraduras—aunque estaba vez no parecía que fuese un único caballo—. Debido al humo restante de la hoguera no pude observar desde mi posición de quien provenían el sonido de las herraduras, pero los que estaban detrás del humo sí.

De repente una avalancha de brujos se posiciono detrás de los que no teníamos visión y empezaron a posicionarse en caso de que hubiese que atacar.

Entonces entre todo el humo se escuchó una voz:

—Vaya vaya parece que los hemos encontrado...—exclamó una voz con tono barítono que probablemente provenía de quien se encontrarse detrás del humo—Jizka  pronunció.

Cuando la voz barítono termino de pronunciar la palabra—aquella a la cual no le encontré significado—, empezaron ha aparecer bestias viscosas moradas, a la vez que un caballo el cual era cabalgado por un hombre—posiblemente el dueño de la voz—. 

Las criaturas debían de medir por lo menos unos cinco metros de altura, eran bastante gordas y podía llegar a notarse sus pisados cuando más cerca estaban de nosotros.

Las pisadas empezaron a intensificarse y con ello las bestias  comenzaron ha aproximarse hacia nosotros. Mientras empezaban ha aparecer más hombres subidos a sus caballos, nosotros corríamos sin hacer nada más, no era la sitiada que nos esperábamos— ni si quiera yo—.

Tras un murmullo proveniente de la misma voz de antes— aunque ahora se le notaba que estaba disfrutando de esto—, las bestias empezaron ha arrancarse parte de su espalda viscosa para luego llevársela a la boca haciendo una burbuja con el tamaño perfecto para que su interior entrara uno de nosotros, cuando acabaron de hacer aquellas burbujas las mismas bestias lanzaron las burbujas y a su vez estas absorbían a gran parte de nuestra población, para a continuación elevarse del suelo y desaparecer volando hacia el cielo con una rapidez impecable.

Todos empezaban a correr pero yo me quedé planta sin poder moverme y sintiendo el miedo invadiendo mi cuerpo, nunca llegue a comprender a la gente que decía que había visto pasar su vida en unos escasos segundos, en este momento lo comprendí de la peor manera, una burbuja venia en mi dirección, pero justo antes de que esta me tocará fui lanzada hasta la otra punta de la calle y ahí lo vi: mi padre, el que me había enseñado todo lo que sabía—o gran parte de ello—era absorbido por una de las burbujas, las lágrimas empezaron a brotar por mi rostro inconscientemente y no fue hasta que vi a Sasha que mi cuerpo se digno ha avanzar hacia ella. Ella me envolvió con un abrazo y tras eso corrimos en dirección al bosque buscando refugio, sé que intentaba hacer como que no estaba asustada, pero yo vi el miedo en sus ojos y sabía que todo lo que había pasado había sido real y no una imaginación mia.

Más tarde una voz soprano comenzó a gritar nuestros nombres, la voz se hizo conocida pero no lograba identificar de quién era.

—Quizás sea mejor que miremos de quién proviene la voz— propuse.

—Estás loca, ¿ y sí es una trampa?—Preguntó esta vez sin esconder el miedo que sentía permitiendo que notara como le temblaba la voz.

—No lo sabremos hasta que lo descubramos.

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Hola Perlas! Siento haber tardado en actualizar, este capitulo ya fue publicado pero no quedé muy conforme,  por ello me he tomado la libertad de darle una vuelta.

Si os está gustando me encantaría que me lo fuerais comentando ya que ayuda mucho a la hora de ponerse a escribir y pensar que alguien más está disfrutando la historia como yo lo hago al escribirla.

Por cierto no sé de donde ha salido el nombre de Perlas pero oye mal no queda ¿no?, si se os ocurre otro nombre podéis comentarlo también.

Ahora tres preguntitas:

-¿Cuál es vuestro libro favorito?

-¿A qué lugar os gustaría viajar?

-¿Cuándo leéis un libro preferís los capítulos largos o cortos?

🦋🤍

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