18
Auna no pudo pegar ojo durante toda la noche gracias a varios pensamientos encontrados. Su rostro estaba algo pálido, debajo de sus grandes ojos dos muy notorias ojeras reposaban, mientras sus carnosos labios estaban secos.
Su mata de pelo estaba enredado en un moño alto, mientras seguía con la misma ropa de la noche anterior. Realmente estaba agotada, deseaba dormir, pero no podía, así que tras unos minutos mirando al techo, se levantó de la cama, viendo el lado vacío de la parte donde dormía Aurora, quien horas atrás había despertado.
Con pereza, se encaminó al hermoso armario de la chica Williams, visualizando los ropajes que reposaban con elegancia en aquellas perchas de madera.
Optó por unos pantalones de piel de lo que suponía que era animal. Los pantalones eran negros, y a decir verdad, bastante calidos, cosa que no le terminó de agradar por las altas temperaturas que habían, pero por otra parte, eran realmente comodos, y hizo fue bastante para que se los dejara puestos. Escogió una bonita camiseta de pequeños botones, con detalles en las mangas.
La camisa era recta en la parte de los hombros, dejando expuesta sus clavículas y cuello, era de un color vino, cosa que le gustó bastante. Auna se puso sus zapatos Adidas viejos, los cuales estaban hechos polvo, y seguidamente soltó su mata de pelo, dejando expuestos una maraña enredada. No dudó en hacerse un recogido después de cepillarse el pelo con un cepillo que le había prestado Aurora, haciéndose una coleta bien alta.
Minutos después salió de la habitación, encontrándose frente a frente con el de peculiares ojos, quien al ver a la chica la miró con intensidad. Auna enfocó su vista por inercia en su rostro, concretamente donde se debería de encontrar aquella herida.
—¿Cómo?—Fue lo único que dijo al ver que no había rastro de ninguna herida ni mucho menos cicatriz en el rostro de Kai.
–Curación rápida y eficaz.—El chico relata lo escrito que ponía en aquel bote de la noche anterior.
La boca de Auna estaba apunto de rozar el suelo. No podía creer que aquella frase fuera tan literal, y lo peor aún, que funcionase. Agitó su cabeza al ver como Kai seguía su camino escalera abajo, a lo cual Auna no dudó en seguir sus pasos con rapidez.
—Eso es increible.—Habla con asombro mientras pisa el último escalón.
Kai no responde, solo sigue caminando hasta quedar frente a la puerta principal de la casa, y justo, unos cuatro golpes suenan de este. Kai abre la puerta con rapidez, dejando a la vista a Asher, quien mira a la pareja frente a él con una gran sonrisa.
—¿Están listos?
Durante todo el viaje Auna estuvo realmente mareada, hasta el punto de tener que parar para que la chica pudiera tomar un poco de aire. "Una pérdida de tiempo", dijo Kai. La actitud de él chico confundía a la chica, quien no sabía qué sucedía con él rubio. Asher también estaba sorprendido por el comportamiento de Kai, ya que él de extraños ojos siempre trataba de buena forma a Auna, y no por obligación, si no por compromiso.
Cuando los chicos se adentran en el pueblo, notan como este se encuentra extrañamente vacío, con tan solo unas diez o veinte personas, y la mayor cantidad eran guardias del Señor Oscuro (así lo llamaba Asher).
Cuando llegan a la tienda del señor Wilkins, Auna no podía evitar sentir un mal presentimiento, pero fue borrado al ver que el señor Wilkins no se encontraba donde solía estar, en el mostrador.
Temiendose lo peor, corre hasta aquella puerta donde daba a la sala secreta, percatandose de que estaba abierta, y sin dudarlo, se adentra. La chica escucha los pasos de los dos chicos, seguidamente de un fuerte portazo. Cuando baja las estrechas escaleras, entra en la sala, soltando un suspiro de alivio al encontrarse con la espalda de Magnus.
El señor, al sentir una presencia, coge una de las lanzas que estaba limpiando y girarse con rapidez y agilidad, lanzándola en dirección a Auna, quien cierra los ojos al ver que aquella arma se aproxima a su rostro. El impacto nunca llega, y cuando abre sus ojos, observa como la mano de Kai estaba a escasos centímetros de su cara, con la lanza entre su mano, una mirada seria.
—Ah, son ustedes jóvenes.—Es lo único que dice él hombre, volviendo a darse la vuelta para seguir con su trabajo.
Kai suelta la lanza, dejándola caer al suelo, y dándole una fugaz mirada a Auna, quien mira al chico con asombro. Auna era consciente de las habilidades de Kai, pero no pensaba que podía llegar a ese punto. La chica suelta un suspiro, pasando una de sus manos por el pelo y encaminandose a el hombre, quien seguía limpiando las armas en la mesa. Se percató que esta vez limpiaba una espada reluciente, con un mango plateado con algunos detalles en esta.
—Era la espada que solía utilizar cuando combatía con vuestros padres, joven Miller.—Dijo Magnus al ver el interés de la chica.
—Es hermosa.—Contestó, refiriéndose a la espada.
—Si, y tanto. Es bastante especial para mí, fue un regalo de vuestros padres en mi Centésimo cumpleaños.—Dijo, admirando el objeto.
Auna no pudo contestar cuando unos fuertes pasos que provenían de las escaleras se escucharon de fondo, haciendo que todos los presentes se giraron sobre sus ejes, expectantes. El gran cuerpo del chico Wilkins estaba frente a los presentes.
El señor Wilkins esbozó una sonrisa al ver a su hijo.
—Al fin te has dignado a venir, hijo.—Habla con alegría.
—Padre, ¿qué coño hacen estos gusanos aquí?—Pregunta con impotencia, dirigiéndoles una mirada de desprecio a cada uno.
—Ese vocabulario, Igor.—Responde su padre, señalando con su dedo índice.
—¿Quién te crees para llamarnos así, perro sarnoso con rabia?—Contesta esta vez Auna, alzando una ceja y cruzando sus brazos.
Igor da varios pasos al frente, pero antes de que quedase frente a frente de la morena, Kai se interpone, mirándolo con odio. Auna, harta por el comportamiento del chico, se mueve, quedando delante de Kai y frente de Igor.
—No sé qué es un perro y mucho menor la rabia, pero tiene pinta de una representación de ti misma.—Contesta, provocando a Auna.
Antes de que la discusión avanzara aún más, Asher carraspea.
—Oye, chicos, ¿qué tal si nos volvemos a llevar como antes? Al fin y al cabo todos tenemos el mismo objetivo, derrotar al Señor Oscuro.—Asher trata de calmar el ambiente.
—El chico reptil tiene razón.—Añade Magnus.
—No pienso colaborar con estos traidores, padre.—Responde Igor.
El señor da un fuerte golpe a la mesa, llamando la atención de todos.
—Igor, hijo, fue decisión mía contribuir, no tienes ningún derecho a enfadarte con tus amigos por ello.—Habla, con autoridad.
—¡Padre, ellos te están conduciendo a la muerte!—Gritó, apretando sus puños con fuerza.
—No, hijo, en todo caso lo estoy haciendo yo mismo.—Contestó el hombre acercándose a su hijo, agarrándolo de los hombros.—Hijo, yo he decidido esto, los pobres jóvenes no tienen la culpa. Esto no lo hago por ellos, lo hago por Victoria y Cristian, ya que si yo hubiese sido el que estuviera encerrado, ellos hubieran hecho lo mismo que yo. Hijo, entiéndelo, por favor. Si los padres de Kai estuvieran en aquella situación, o incluso el joven, ¿no querrías ayudarlos?. Piensa bien la respuesta.—El hombre dio media vuelta, volviendo a su trabajo.
Igor tenía la mirada perdida en algún sitio del lugar, siendo observado por los tres chicos. Kai, con una mirada rígida, se acerca con pasos acelerados al cíclope, y al estar frente a él, el chico de un solo ojo levanta la vista, y en menos de un segundo, se lanza contra el cuerpo de Kai, atrapándolo con un abrazo.
–Lo siento muchísimo, amigo. Tuve que pensar bien antes de actuar, estaba cegado por la ira que sentía.—Dijo con una voz ronca, por los gritos que habían salido de él hace unos minutos atrás.
–Lo sé, pero conmigo es con quien te tienes que disculpar.—Contestó Kai, separándose del chico para señalar con su vista a Auna, quien observaba la escena con semblante serio.
Igor, al escuchar esas palabras, bajó la cabeza, separándose de los brazos de su amigo para dar media vuelta, dándole la cara a la chica.
Dio varios pasos al frente, alzando la vista para conectarla con la de Auna.
–Lo sien...—fue cortado por las palabras de la morena.
–No tienes que disculparte, Igor, lo entiendo, a veces hacemos cosas sin pensar.—Dijo en un suspiro, ablandando su rostro y tranquilizando a Igor.
De un momento a otro, Auna se quedaba sin respiración por la presión que ejercía Igor en aquel abrazo tan inesperado que le dio a la chica.
–Igor, amigo, no puedo respirar.—Habló con dificultad por la falta de aire.
–Perdón, me dejé llevar por la emoción.—Se disculpó, avergonzado por su brusquedad.
–¿Ya han solucionando sus problemas, jóvenes? Espero que sí, ya que el entrenamiento les está esperando.—Intervino Magnus, apareciendo con variedad de armas en mano.
–Empecemos.—Contestó Auna.
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