9
Después de aquel descubrimiento alarmante, Liam se mantuvo tan ocupado durante los días siguientes, que no tuvo tiempo para pensar en ello. En aquellos momentos, de cuclillas bajo el sol californiano de noviembre, se tomó un momento para admirar el parterre de flores amarillas que acababa de plantar entre los dos arbustos que había bajo la ventana del salón. Luego, volvió la cabeza para contemplar el resto del jardín.
Era increíble lo que podía hacer una segadora y una regadera, pensó. Por no hablar de la fila recta, como un regimiento, de petunias que bordeaban la senda hasta la casa. Distraídamente, se preguntó qué tipo de flores habrían plantado los dueños anteriores. No podía saberlo, ya que, fieles a la tradición de los marines, en cuanto una familia desalojaba una de las casas de la base, los vecinos saqueaban las plantas que no eran originales de la vivienda y las replantaban en sus jardines. Cómo estaba absorto en sus pensamientos, no se percató de que Zayn aparcaba la furgoneta delante de la casa. Ya estaba caminando por la senda de entrada cuando le preguntó.
—¿Soñando despierto?
Liam se sobresaltó y se llevó la mano al pecho, como si tuviera miedo de que el corazón se le saliera. Luego, lo miró.
—Me has asustado.
Zayn se puso en cuclillas, a su lado.
—Produzco ese efecto en muchas personas.—Sí, pero, seguramente, no las afectaba como a él en aquel momento en particular, pensó Liam al sentir un hormigueo familiar en el estómago. —Creía que te estabas arreglando para ir a la fiesta de tu padre.
Liam gimió para sus adentros. No había forma de eludir la pequeña celebración que Tom Payne había organizado para festejar el enlace reciente entre su hijo y el primer teniente. Cuando Liam había intentado recordarle a su padre que aquél matrimonio solo era algo temporal, este había insistido en que debían hacer todo lo necesario para convencer a todo el mundo de que era un matrimonio en toda regla. No era fácil rebatir aquel argumento, aunque solo Dios sabía que Liam lo había intentado. No quería pasar horas en casa de su padre, fingiendo ante el mundo que amaba a su marido y, al mismo tiempo, fingiendo ante él que no lo amaba.
—Está bonito —dijo Zayn de repente, y Liam volvió a centrar la atención en él. Estaba paseando la mirada por el jardín.
—Gracias.
—¿Por qué lo haces? —volvió la cabeza hacia él y sus miradas se cruzaron.
—¿El qué?
—Esto —señaló con una mano el verde de los arbustos y las manchas de color.
—¿Por que me gustan las flores?—preguntó Liam.
—No, quiero decir... — Zayn movió la cabeza—. Es que no me parecías la clase de chico amante de las plantas.
Qué curioso.—¿Qué clase de chico te parecía?
—No sé. De los que van a cócteles y fiestas benéficas.
Liam se sacudió la tierra de las manos y las entrelazó sobre su regazo, ladeó la cabeza y, con mucha paciencia, preguntó:—¿Qué te hacía pensar eso?
Zayn sonrió y Liam sintió un vuelco en el estómago. Al menos, pensó, había sido el estómago y no el corazón.
—No lo sé, la verdad. Pero plantar flores, quitar la pintura de los marcos y redecorar la casa tú solo...
Liam carraspeó nerviosamente y se puso en pie. Vaya, tenía que darle alguna explicación de por qué había quitado tira tras tira de pintura del alféizar de una ventana.
—Como todavía estoy desempleado —le dijo, mientras veía cómo Zayn también se incorporaba—. Prefiero mantenerme ocupado.
—Ahora que me acuerdo —Zayn metió la mano en el bolsillo de su uniforme de camuflaje, sacó un trozo de papel y se lo entregó.
Liam lo leyó. «Marie Talbot, 555 8776». Volvió a mirarlo a los ojos y preguntó:
—¿Quién es?
—Una profesora del colegio de la base —le sonrió Zayn—. Cuando se enteró de que eras intérprete del lenguaje de los signos, me pidió que te diera su número. Dijo que le hacía falta alguien como tú.
¿Le había encontrado un trabajo?
—¿Y cómo se ha enterado de lo que hago?
Zayn se frotó la nuca con la mano y desvió la mirada hacia el nuevo parterre de hortensias. —Puede ser que le haya hablado de ti.
Liam sintió una cálida oleada de ternura. Zayn había estado hablando de él con otras personas. Pensando en él. Le había encontrado un trabajo. Cediendo a un impulso innegable, Liam se arrojó en sus brazos y, con las manos alrededor de su cuello, lo estrechó con fuerza. Lo miró a los ojos y sonrió.
—Sargento primero, eres un marido magnífico.
Zayn lo estrechó lentamente, con vacilación. La fuerza controlada de su abrazo lo dejó sin aliento mientras lo apretaba contra él. Liam sintió la contracción de su respiración y un hormigueo intenso en el centro mismo de su ser. Zayn contempló sus rasgos amorosamente, como si quisiera grabar el rostro de Liam en la memoria. Cuando habló, lo hizo en voz tan tensa y suave que Liam tuvo que hacer un esfuerzo por entenderlo.
—¿Lo soy?
Vio algo en sus ojos, un brillo de vulnerabilidad, de incertidumbre, que lo conmovió. Tragó saliva, para deshacer el nudo de emoción que se le había formado en la garganta, y posó la vista en sus labios. Cediendo a otro impulso y, sin estar seguro de su reacción, con mucho cuidado, con mucha deliberación, lo besó. Sintió cómo los labios de Zayn se endurecían, para luego relajarse lentamente. Nervioso y ansioso por sentirlo, Liam lo estrechó con más fuerza, entregándose a la maravillosa sensación de besar a Zayn Malik.
Cuando Zayn gimió desde lo más profundo de su pecho y lo apretó con tanta fuerza que Liam pensó que le rompería las costillas, supo que había logrado llegar a su corazón. Entonces, el pelinegro asumió el control del beso. Le entreabrió los labios con la lengua e inspiró su suave aliento. Lo saboreó y acarició su calidez hasta que Liam sintió que le fallaban las rodillas y los brazos fuertes de Zayn eran su único sostén.
Liam vio estallidos de color, pese a tener los ojos cerrados, sintió bengalas en sus venas. Aunque, técnicamente, todavía era virgen, no había vivido enclaustrado toda la vida. Ya lo habían besado antes, y hombres a los que habría catalogado de expertos. Pero nunca en sus veinticinco años había experimentado nada igual.
Sintió explosiones de deseo por todo el cuerpo y la dolorosa ansia con la que se había acostumbrado a vivir se transformó en una necesidad agonizante y arrolladora.
Intentó llenar de aire los pulmones, pero estaba demasiado ocupado para respirar.
Aquél beso era todas las novelas románticas que había leído, todas las fantasías que había alimentado por las noches y todos los sueños que había albergado en un rincón seguro y secreto de su corazón.
Al final, cuando estaba a punto de desmayarse por falta de aire, aunque no le importaba, Zayn echó la cabeza hacia atrás y rompió la conexión, casi mágica, que los había unido de una forma tan completa. Durante un largo momento, sus respiraciones entrecortadas fueron el único sonido perceptible. El olor de la barbacoa de un vecino llegó hasta ellos y una brisa fresca los envolvió.
—Liam —susurró Zayn finalmente, y sus ojos se llenaron de... pesar.
Con los labios sensibles y las rodillas todavía de goma, Liam movió la cabeza. No quería oírlo. No quería que, lo que había sido un momento irrepetible en su vida, quedara mancillado con las palabras «lo siento». Así que, se adelantó y dijo.
—Como se te ocurra disculparte, haré que te fusilen.
Una sonrisa lenta y atractiva asomó a los labios de Zayn. Las sombras se disiparon de sus ojos ámbar y estos brillaron con increíble claridad.
—Eres hijo de un coronel. Seguramente, podrías hacerlo.
Liam deslizó una mano desde el hombro de Zayn hasta su mejilla. Con el pulgar recorrió el borde alto y definido de su pómulo mientras le decía: —Y no lo olvides, sargento.
[...]
Zayn vagó por el jardín, primorosamente cuidado, de la parte de atrás de la casa del coronel, manteniéndose al borde del tropel de invitados. Paseó la mirada por todos los rostros conocidos. Docenas de personas habían acudido a la barbacoa que, de forma imprevista, había organizado el coronel para celebrar la boda de Liam. Las chuletas chisporroteaban sobre las parrillas como ruido de fondo. Una suave brisa transportaba el aroma de las especias de un lado a otro.
Zayn cerró los dedos en torno al cuello de la botella de cerveza que sostenía y tomó un buen trago. En el resto del país, la gente ya se estaba pertrechando para el invierno, pero en California, hacía tiempo de barbacoa. Al sortear los pequeños núcleos de personas, sus amigos le daban palmaditas en la espalda y expresaban su enhorabuena, mientras sus parejas suspiraban y sonreían al pensar en el romanticismo de su unión. Romanticismo.
Zayn se preguntó qué pensarían si conocieran la verdad. Tomó otro sorbo de cerveza, pero no le sirvió de nada. Todavía recordaba el sabor de Liam.
Apretó los dientes al evocar, como tantas veces aquella tarde, el beso que habían compartido. Liam había encajado en el círculo de sus brazos como si hubiera nacido para estar allí. Y, desde que lo había soltado, se había sentido vacío.
Cuando un sargento mayor lo asió del brazo y lo arrastró a la conversación, Zayn le siguió la corriente, aunque no oyó una sola palabra de lo que estaba diciendo. Buscaba a Liam con la mirada. A su esposo. Aunque no había rangos visibles, porque todos vestían con ropa de civil, se habían trazado líneas invisibles entre la masa. Siempre ocurría. Los suboficiales y los reclutas por un lado, los oficiales, por otro. Nunca se mezclaban.
Zayn divisó a Liam en el centro de un grupo de las parejas de los oficiales. Con el pelo castaño refulgiendo bajo el sol de la tarde, llevaba puesta una camisa de color rojo y unos vaqueros desgastados que se ceñían a sus piernas como él había soñado hacerlo.
—¿Dónde está tu esposo, Malik? —le preguntó alguien a su lado.
Sin apartar la mirada de Liam, Zayn señaló hacia el castaño con la cabeza. El hombre que estaba junto a él gruñó. —Bueno, es hijo de un coronel. Supongo que es lógico que se codee con los oficiales.
Cierto. Zayn lo comprendía. Se dijo que era normal que hablara con las personas que conocía, pero eso no impidió que sintiera una punzada de pesar. Era un símbolo más de las diferencias que había entre ellos. Él estaba a un lado del jardín, Liam, al otro.
Liam sonrió a la esposa del capitán e intentó escuchar al esposo del teniente Jorgensen al mismo tiempo. Pero, una y otra vez, acababa dirigiendo la mirada al otro lado del jardín, donde estaba Zayn. Nada más llegar, había intentado conocer a algunas de las parejas de los reclutas. Pero no era fácil. Estaba tanbacostumbrado a hacer el papel de hijo del coronel y anfitrion de sus fiestas, que no estaba seguro de cómo navegar en aguas desconocidas.
Lo divisó entonces, rodeado de sus amigos, y notó cómo el corazón le tambaleaba un poco. Con una camiseta verde de marine y unos vaqueros gastados, tenía un aspecto duro, fuerte e irresistible. Y ya no tenía sentido resistirse, pensó Liam, porque todavía podía sentir el beso que habían compartido.
—¿Liam? —Preguntó alguien—. ¿Te encuentras bien?
—Sí —contestó, manteniendo la vista puesta en Zayn. Al menos, lo estaría en cuanto supiera de qué lado estaba. Desde que había llegado a la fiesta, se había sentido dividido entre el antiguo Liam y el nuevo, aunque solo fuera temporal. ¿Debía ser el hijo del coronel o el esposo del sargento? De repente, supo la respuesta y se sintió contrariado consigo mismo por haber tardado tanto en averiguarla.
—Disculpen—murmuró a los cónyuges de los oficiales, y echó a andar hacia su marido.
Zayn había visto la indecisión en su rostro. Había adivinado, incluso desde el extremo opuesto del jardín, que Liam no sabía cómo comportarse. Sabía que su vida sería mucho más sencilla si su esposo se quedaba donde pertenecía, con los oficiales y sus familias. Pero, maldición, a veces, lo más sencillo no era lo mejor. Cuando se separó del grupo y echó a andar hacia él, con una sonrisa firme en el rostro, sintió una ráfaga de orgullo... y de placer. Tal vez, parecer una pareja feliz de recién casados solo fuera una farsa... pero, tal vez, se sorprendió deseando, fuera algo más.
—Hola, sargento primero —dijo Liam al llegar junto a él.
—Hola.
—Enhorabuena —dijo alguien, mientras los amigos de Zayn se fundían con la masa y los dejaban solos.
—No era mi intención asustarlos —dijo Liam, y se quedó mirándolos durante un largo minuto antes de fijar la mirada en él.
Zayn sonrió fugazmente, incapaz de contenerse.—Son marines —le dijo en un susurro—. No se asustan.
Liam sonrió y asintió.—Ah, sí. Se trata de una retirada estratégica, ¿verdad?
—Eso está mejor. —Cielos, qué hermoso era. Zayn fijó la vista en sus labios y tuvo que controlarse para no besarlo apasionadamente delante de su padre y de todos los presentes.
—Espero que no te importe que esté contigo un rato —dijo Liam, con un rastro de duda en la voz.
¿Que si le importaba? Diablos, en aquellos momentos, sentía deseos de gritar. Fuese cual fuese la razón, Liam había decidido ir con él, en lugar de quedarse con los amigos de su padre.
—Creo que podré soportarlo —repuso. El mayor eufemismo de toda su vida.
Liam arqueó una de sus cejas y señaló la botella de cerveza.—¿Y crees que también podrías encontrar una de esas?
—Encanto —contestó, llevado por un súbito e inexplicable sentimiento de felicidad—, puedo encontrar cualquier cosa. Soy un hacha en reconocimiento.
—Entonces, ponte manos a la obra, marine —dijo Liam en voz baja, y se acercó a él.
—Sí, señor —Zayn le pasó el brazo por los hombros y lo apretó contra su costado. No quería preguntarse si lo hacía para beneficio de los presentes... o porque no podía seguir sin tocar a su esposo un minuto más. Las razones ya no le importaban. Lo único que le importaba en aquellos momentos era que lo estaba abrazando.
Tom Payne paseó la mirada por la reunión hasta el lugar en el que su hijo y su yerno estaban de pie, mirándose a los ojos. Sintió una oleada de felicidad. Quizá, al final, saliera bien, pensó. Quizá los dos acabaran dándose cuenta de lo bien que podían estar juntos. Había visto cómo el hombre equivocado hería y humillaba a su hijo. Quería ver cómo encontraba el amor con un hombre que sería un buen marido para él.
—¿En qué piensa? —una mujer se acercó a él y desvió su atención de Liam y Zayn.
—¿Mm? —volvió la cabeza y se sorprendió sonriendo. La comandante Sally Taylor. Una oficial de carrera, entregada a su profesión, una mente brillante y... que el cielo lo ayudara, unas piernas increíbles. Borró aquel pensamiento de inmediato. Debía andar con cuidado. —Ah —dijo por fin, al notar la expresión paciente de su rostro—. Estaba pensando en lo buena pareja que hacen.
La comandante siguió su mirada y asintió.—Es verdad. Espero que tengan suerte.
—No parece muy esperanzada —comentó Tom, al percibir la nota de cinismo en su voz.
Sally rió y movió la cabeza.—Porque no lo estoy, coronel.
—Estamos fuera de servicio —le recordó—. Llámeme Tom.
—Está bien, Tom. Yo soy Sally.
—Ahora que ya hemos aclarado eso —le dijo, alegrándose de que, por fin, pudieran tutearse—. ¿Por qué eres tan cínica?
Sally levantó el vaso de té frío y tomó un sorbo antes de decir: —Porque ya soy mayorcita, Tom. Y los finales de cuentos de hadas son para críos.
Tom parpadeó, sin saber qué replicar. Sally le sonrió y se alejó para hablar con el teniente Jorgensen.
Holi! ¿Qué les pareció el cap?
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