8
Era mucho más que un desperdicio, pensó Zayn horas más tarde. ¡Una tortura! Liam tarareaba sin ton ni son mientras se sumía en un sueño profundo. Zayn volvió la cabeza sobre la almohada para lanzarle una mirada furibunda. ¿Cómo diablos podía dormir cuando solo los separaban unos centímetros de colchón? Pero todavía no había terminado de formular la pregunta, cuando obtuvo la respuesta. No le afectaba su proximidad porque Liam no lo deseaba como Zayn a él. Con ardor y desesperación.
Se cubrió los ojos con el brazo a fin de borrar aquella imagen de su cerebro. Diablos, si no, no pegaría ojo en toda la noche. Se apartó un poco más y se aferró al borde del colchón, para estar lo más lejos posible del castaño sin caerse de la cama. De haber sabido que aquel matrimonio temporal iba a ser tan duro, no se le habría ocurrido ofrecerse voluntario.
Profirió una silenciosa carcajada. ¿A quién pretendía engañar? Se habría casado con el castaño de todas formas. ¿Qué locura era aquella? Una locura de noches largas y frustrantes. Porque podía reconocer, aunque solo fuera para sus adentros, que, desde que había visto a Liam Payne intentando colarse en el baile, lo había deseado como nunca había deseado nada en la vida.
Dos días después, Zayn seguía diciéndose que debía de haber oído mal. Era imposible que Liam Payne estuviera interesado en él. Sí, de acuerdo, se había casado con él, pero eso era diferente. Había obrado llevado por la desesperación... y la culpabilidad.
Levantó la vista y contempló a Liam, sentado como estaba, hecho un ovillo, en un extremo del sofá, hojeando una revista. Se lamió el dedo índice antes de pasar la página y Zayn sintió la tensión en sus entrañas. Fijó la vista en su boca y se sorprendió deseando que lo volviera a hacer. Contuvo el aliento, esperó a que Liam inspeccionara la página y, luego, vio cómo, lentamente, se llevaba la mano derecha a los labios. Sacó la lengua y se lamió la yema del dedo de una manera inconscientemente seductora.
Zayn tragó saliva, cerró los ojos e intentó mitigar la dolorosa ansia que se apoderaba de su entrepierna y que ya empezaba a resultarle demasiado familiar.¿Y si de verdad había dicho lo que creía haber oído... que limitarse a dormir juntos sería un desperdicio? Seguramente no lo había dicho por él, en concreto. No era la clase de hombre capaz de interesarle, no tenían absolutamente nada en común. Entonces, ¿Por qué lo deseaba con tanta desesperación? ¿Y qué podía hacer? ¿Acaso debía ser él quien rompiera el acuerdo?
Diablos, había sido idea suya que su relación fuera estrictamente platónica. No podía anunciar, de repente, que había cambiado de idea, ¿no?
—¿Has cambiado de idea, Zayn? —preguntó Liam.
—¿Cómo? —Zayn parpadeó, sorprendido del don de videncia de su esposo—. ¿Sobre qué? —preguntó, solo para estar seguro.
Liam señaló con una mano el archivador que estaba sobre la mesa de centro, frente a él. —Creía que ibas a terminar esos informes esta noche.
Ese había sido el plan. Por desgracia, más que en los asuntos del Cuerpo, estaba concentrado en el cuerpo de Liam.
—No. Los acabaré mañana.
Liam frunció el ceño.—¿Te encuentras bien?
«Fabuloso», pensó. —Sí, claro.
Liam no parecía convencido. —Te pasa algo —le dijo—. ¿Siguen tomándote el pelo por haberte casado con el hijo del coronel?
—No demasiado —contestó, pero no añadió que ningún hombre se atrevía a tomarle el pelo dos veces. En cuanto sentían su mirada fría como el hielo, parecían reacios a volverlo a intentar. Podía decirse que la broma se estaba haciendo vieja, como Zayn había predicho que ocurriría. Claro que, si Liam y él no se hubiesen casado enseguida, los rumores nunca habrían cesado. Y, si no se hubieran casado, seguiría sin tener problemas para conciliar el sueño por las noches. Al menos, no estaría preguntándose si había perdido el juicio.
—Sabes —dijo Liam en voz baja—, no llegaste a contarme cuál era la deuda tan grande que tenías con mi padre. Esa por la que te sentiste obligado a casarte conmigo.
Fue el turno de Zayn de fruncir el ceño.
—Ya.
Liam lo observó durante un largo minuto. Aquel marido suyo era un estudio de contrastes. Rudo y fiel al cuerpo de marines durante el día. Susceptible y asustadizo por las noches. Habían conseguido vivir juntos durante casi una semana sin cometer un asesinato y estaba bastante seguro de que era el único en esa casa que padecía de arrebatos de atracción fatal. Poco a poco, empezaba a conocerlo y, aun así, sabía que Zayn le ocultaba una buena parte de su vida. Quería conocer aquella parte y ni siquiera se había molestado en preguntarse a qué se debía aquel interés.
—¿Y bien? —lo apremió—. ¿No vas a contármelo?
—No pensaba hacerlo —reconoció. Se puso en pie y se acercó a la ventana que daba a la calle. Apoyó las manos sobre la pared, a ambos lados de la ventana, y contempló en silencio la oscuridad.
—Zayn —dijo Liam, y se volvió un poco para contemplar su espalda ancha y su postura rígida.
—¿Quieres saber por qué? —murmuró con voz tensa, y con una aspereza propia de los recuerdos, claramente desagradables, que estaba evocando—. Está bien, te lo diré.
Liam estuvo a punto de impedírselo. A punto. No le gustaba verlo así, con los hombros rígidos, pero hundidos, como si esperara recibir un golpe. Sin embargo, el instinto lo incitaba a averiguar todo lo que pudiera sobre el hombre con el que tan precipitadamente se había casado.
—Me metí en líos cuando todavía era un crío —declaró.
—¿Qué clase de líos?
Profirió una carcajada sarcástica que se extinguió casi al momento.—De toda clase. Mis padres murieron en un accidente de coche cuando tenía ocho años. Acabé viviendo en casa de mis tíos.
—Qué tragedia —susurró Liam.
—No les entusiasmó la idea de ser padres de un día para otro, así que, prácticamente, me crié yo solo.
—Pero no eras más que un niño —dijo Liam, sintiendo compasión por el muchacho que había sido.
—No, no lo era —dijo en voz baja, con rigidez—. Mi infancia terminó con ese accidente de coche.
Liam percibía claramente la tensión de su cuerpo. Qué vida más solitaria debía de haber llevado, pensó con tristeza. Aunque los padres de Liam nunca habían vivido juntos, siempre había sabido que lo amaban. Deslizó la mirada por la figura de Zayn y, en parte, deseó acercarse a él, suavizar todos aquellos años de sufrimiento. Pero Liam sabía que no le agradaría su compasión, así que, no se movió. En cambio, contuvo el aliento y esperó a que siguiera hablando.
—En cualquier caso —dijo Zayn con voz tensa—, el lío en que me metí fue creciendo cada vez más a medida que me hacía mayor. Mis tíos no querían perder el tiempo conmigo, así que, cuando tenía dieciocho años, un juez me dio a elegir: o el cuerpo de marines o la cárcel.
Liam parpadeó. Nunca habría imaginado que Zayn había estado a punto de ser encarcelado. Zayn pareció notar su sorpresa, o, simplemente, la había estado esperando. Se volvió y se cuadró de hombros, como si alguien lo hubiese puesto en un paredón de fusilamiento. Sin mirarlo a los ojos, fijó la vista al frente y siguió hablando.
—Como no era tonto, elegí la marina —esbozó una sonrisa burlona—. Pero también estuve a punto de echarlo a perder.
—¿Cómo? —susurró Liam, con la vista fija en los rasgos estoicos y lúgubres de su esposo.
—Una mala actitud y una lengua demasiado larga —aquella sonrisa que no era sonrisa volvió a asomar a sus labios—. Una combinación letal en cualquier parte. Pero en el cuerpo de marines, la puerta al desastre.
A Liam le costaba imaginar al sargento primero Malik como un cabo deslenguado, pero lo intentó. Zayn se frotó la nuca con la mano, un claro síntoma de que no estaba feliz.
—En cualquier caso, el coronel, tu padre, era teniente por aquel entonces —Liam asintió—. Un día, se hartó de mí y me llevó aparte para darme una lección privada sobre la cadena de mando.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Liam con el ceño fruncido.
—Quiero decir —dijo Zayn, mirándolo a los ojos por primera vez—, que se quitó los galones de teniente y me brindó la oportunidad de respaldar mis comentarios con los puños.
—¿Se peleó contigo?
Una sonrisa diferente surcó su rostro en aquel momento. Una sonrisa de admiración. —No, señor —replicó Zayn—. Me dio la paliza más grande de mi vida. En una lucha justa —añadió, al ver la expresión de horror de Liam.
—No puedo creerlo —murmuró Liam, que intentaba imaginar a su paciente y cariñoso padre como un matón.
—Créeme, me convenció—Zayn se apartó de la pared y atravesó la pequeña estancia—. Después de eso —dijo, mientras daba vueltas como un león enjaulado—, solicitó mis servicios como radiotelegrafista. Llegué a conocerlo, y a respetarlo —se paró bruscamente y lo penetró con la mirada—. Salvó mi miserable vida. Se lo debo todo.
—Así que te casaste con su hijo—dijo Liam, vagamente sorprendido de que su propia voz sonara tan hueca.
—Sí.
Era absurdo que se sintiera tan decepcionado. Después de todo, siempre había sabido que se había ofrecido a casarse con él exclusivamente por el bien de su padre. ¿Por qué oírselo decir le afectaba de aquella manera? Sabía muy bien por qué. Porque en el fondo de su alma, había confiado en que Zayn estuviera ocultando un interés incipiente por él. Al menos, ya sabía que no era así.
—Bueno —dijo, hablando con una alegría que no sentía—. Supongo que has pagado la deuda con creces, ¿no?
—Nunca podré compensarlo por todo lo que ha hecho por mí —afirmó Zayn con rigidez.
—Caramba, Zayn, ¿por qué no te ofreces a tirarte sobre una granada? —le espetó, y la más terrible de las jaquecas empezó a taladrarle la cabeza.
—¿Cómo?
—Sería más rápido y mucho menos doloroso que tener que fingir que me amas o que te gusta estar casado conmigo —«Cállate», se dijo. «Cierra la boca y sal de aquí». Pero los pies no cooperaban. Deseó poder decir lo mismo de su boca—.¿Cuántas cosas estás dispuesto a sacrificar en el altar del coronel Thomas Payne? —preguntó con voz tensa.
—¿Se puede saber por qué estás tan furioso?
—No lo sé —le gritó, y agitó las manos en el aire—. Supongo que, aunque sé por qué nos hemos casado, no me gusta la idea de ser la píldora de veneno que te has visto obligado a tomar por el bien de tu país.
—¿Y eso qué significa?
—Averígualo tú solo.
—Liam...
—No —levantó una mano y consiguió silenciarlo—. No importa. Yo solo he renunciado a mi apartamento, a mi trabajo y a mi compañero de piso. Tú has sacrificado la vida por tu superior.
Zayn dio un paso hacia el castaño, pero Liam retrocedió.—Estoy seguro de que mi padre aprecia tu lealtad, marine.
—Esto es una locura —le dijo—. ¿Por qué estamos peleándonos ahora por eso?
Liam profirió una carcajada, riéndose de sí mismo más que de ninguna otra cosa.
—Supongo que la luna de miel ha terminado, sargento primero.
—Hasta ahora nos hemos llevado bien, ¿no? —preguntó Zayn, decidido a suavizar la situación. Aunque Liam no podía imaginar por qué. ¿Y qué más daba?
—Claro —le dijo, y se encogió de hombros con la confianza de parecer indiferente.
—Entonces, ¿por qué no lo dejamos estar?
—Porque somos personas, Zayn. Y las personas hablan, y se pelean.
—¿Para qué?
Liam echó la cabeza hacia atrás y se quedó mirándolo como si lo hubiera abofeteado. Emocionalmente, lo había hecho. Diablos, ni siquiera estaba dispuesto a pelearse con él.
—Tienes razón, esta situación es temporal. ¿Para qué vamos a discutir?
—No quería decir eso.
—Tal vez no, pero es la verdad.
—Liam... Zayn lo miró con severidad y trató de comprender qué era lo que había ido mal. Pensaba que le había dado lo que quería, una parte de su pasado para demostrarle que no estaban hechos el uno para el otro. Las razones de su lealtad hacia el coronel. Diablos, no había imaginado que reaccionaría de aquella manera. Hasta habría jurado que estaba a punto de llorar. ¿Por él? Eso no tenía sentido. —¿Por qué estás tan furioso? —preguntó finalmente.
Liam movió la cabeza lentamente.—No estoy furioso —dijo, aunque en tono poco convincente—. Solo... cansado.
De acuerdo, eso podía comprenderlo. Zayn no había pegado ojo desde que habían empezado a dormir en la misma cama. Confiando en ser de ayuda le dijo.
—Mira, esta noche dormiré en el sofá. Así podrás descansar mejor.
Liam bufó con sorna.—Perfecto. Hasta estás dispuesto a dormir en un sofá más pequeño que tú. Caramba, Zayn, no deberías ser marine. Deberías ser un santo.
La furia empezó a bullir en su estómago, junto con otras emociones igual de intensas.—¿Por qué no me dices exactamente lo que quieres de mí, Liam?
El castaño abrió la boca, como si fuera a decir algo, pero movió la cabeza con fuerza.—No. Creo que será mejor que olvidemos que hemos tenido esta discusión. ¿Qué te parece?
¿Que lo olvidara? Ni siquiera lo comprendía. Pero por el bien de la paz y, porque no quería profundizar en aquel lío en el que él mismo se había metido, accedió. —Hecho.
—Bien —Liam inspiró profundamente, y Zayn no pudo evitar fijarse en su marcado torso, delineado por la delegada camiseta que llevaba—. Ahora me voy a la cama. Buenas noches, Zayn.
—Buenas noches, Liam —repuso en el tono más sereno que pudo.
Liam se alejó en dirección al cuarto de baño y Zayn inspiró hondo. Iba a ser una larga noche. No estaba seguro de cuántas noches iba a poder seguir durmiendo a su lado, sin tocarlo. Al pensarlo, preguntó en voz alta.
—¿Has hablado con Alojamientos sobre ese techo?
Liam se paró en el umbral y se volvió para mirarlo. —Sí —dijo con voz cansina—. Aunque, para lo que sirvió...
—¿Qué han dicho? —preguntó Zayn, aunque sabía, por experiencia, cuál era la respuesta.
—Veamos... —ladeó la cabeza y se puso un dedo en la barbilla—. Quiero hacerlo bien. Ah, sí —sonrió con voz tensa—. «Señor Malik» —Liam imitó el acento grave y lento de un hombre del sur—, «por supuesto que iremos a arreglarle el techo lo antes posible. Aunque podría tardar un poco».
Cómo no, pensó Zayn. La marina no tenía prisas para nada, salvo para entrar en batalla. Seguramente, le cambiarían de departamento antes de que el techo estuviera arreglado. Estupendo.
—De todas formas —dijo Liam, con una voz más alegre de lo necesario—, el hombre me dijo que había tenido mucha suerte de que el problema estuviera en la «habitación de invitados». Así que no creo que se den mucha prisa.
—Supongo que no —distraídamente, Zayn se preguntó si podría ingeniárselas para arreglar el techo él solo.
—¿Vienes? —preguntó Liam antes de volver a alejarse hacia el dormitorio.
—Enseguida.
—Está bien. Buenas noches. Y siento...
—Yo también. Buenas noches.
Mientras se alejaba, Zayn dejó caer la cabeza hacia delante. ¿Cómo podía tomarse con tanta naturalidad el hecho de dormir juntos en la misma cama cuando él se pasaba el día caminando como un zombi por falta de descanso? Zayn se enderezó y dirigió la vista hacia el dormitorio. No podía evitar preguntarse qué clase de horrible castigo era aquél.
Los dos empezaban durmiendo al borde del colchón, a ambos lados de un invisible e impenetrable muro de ladrillos. Como siempre, sin embargo, después de varios minutos de tensión, Liam empezaba a respirar profundamente y, acto seguido, a tararear.
Zayn volvió la cabeza para mirar a su esposo. Tenía el pelo desparramado por la almohada y sonreía levemente, como si estuviera disfrutando de un sueño. Bueno, Zayn se alegraba de que, al menos uno de los dos tuviera algo por lo que sonreír.
Liam estaba tumbado de costado, mirándolo, con una mano extendida sobre el colchón, como si quisiera llegar a él en sueños. Aquella idea le hizo sonreír.
Caramba, era magnífico, pensó Zayn. Fuerte, hermoso, inteligente y divertido. Todo lo que había soñado encontrar en una pareja. En un esposo. Fijó la mirada en el techo en sombras. ¿No se reirían sus tíos si pudieran verlo en aquellos momentos? Siempre le habían dicho que no valía nada, cuando supieron que era gay incluso le gritaron que nadie lo amaría jamás. Sí, pensó con tristeza. Se partirían de risa si supieran que solo había podido conseguir que un chico se casara con él prometiendo que no lo tocaría.
Los recuerdos emergieron en su mente, formando torbellinos de viejo dolor. Había intentado que lo quisieran, había intentado demostrarles que merecía su amor. Pero le habían prestado la misma atención que a un galgo extraviado que hubiese entrado en su casa. Así que, igual que haría un perro abandonado, se había vuelto en contra de ellos. Como si un diablillo lo hubiera apremiado a meterse en líos.
Cerró los ojos para no abrir las viejas heridas. Aquel Zayn pertenecía al pasado. Todo había cambiado. Se había convertido en un hombre respetable, digno de admiración. Aun así, como sus tíos habían predicho hacía tantos años, nadie lo amaba. De repente, Liam se movió hasta ponerse a su lado. Antes de que Zayn pudiera apartarse, ya había apoyado una mano sobre su pecho y la cabeza en el hombro.
Zayn inspiró con fuerza. Su cuerpo se endureció al instante. Ahogó un gemido que podría haberlo despertado e intentó soltarse, pero Liam seguía acercándose, y su canturreo se hizo más fuerte mientras se acurrucaba contra él. El intenso deseo se suavizó y fue reemplazado por una emoción tan tierna, que lo tomó por sorpresa. El anhelo dio paso al instinto de protegerlo. De amarlo. Por un momento, se preguntó cómo sería pasar el resto de su vida de aquella forma, con Liam acurrucado a su lado.
Su imaginación produjo imágenes de Liam y él, rodeados de niños y perros. Felices. Riendo. Amándose.
Cerró los ojos y dejó que aquellas imágenes llenaran su mente hasta que sintió el alma completa, en paz. Le pasó el brazo por los hombros y volvió la cabeza para inspirar la fragancia de su pelo. Los latidos de su corazón se ralentizaron y, aunque el dolor de su entrepierna no disminuyó ni un ápice, el resto de su cuerpo se relajó y, por primera vez en su matrimonio, concilio un sueño profundo y placentero.
[...]
—¿Que cómo es la vida de casado? —Liam repitió la pregunta de su amigo y ex-compañero de piso para ganar tiempo. Asió el auricular con más fuerza y tragó saliva para suavizar el nudo que tenía en la garganta—. Es maravillosa —dijo alegremente—. ¿Por qué no iba a serlo?
—Tú sabrás —dijo Ashton, que no parecía convencido con la respuesta de Liam.
Distraídamente, Liam empezó a arrancar pequeños trozos de las capas de pintura que cubrían el alféizar de la ventana de la cocina. Había docenas de diminutos globos, como si la madera se hubiera enfriado y se le hubiera puesto la piel de gallina. Rascó uno de los bultos con la uña y se sorprendió al ver que la pintura de color amarillento se levantaba.
—Liam —dijo Ashton—. Algo pasa que no me quieres contar. No es normal en ti. Y eso me asusta.
Liam hizo una mueca y tiró del trozo suelto de pintura. Al hacerlo, levantó una larga tira de sustancia resinosa. Abrió los ojos con sorpresa al descubrir que estaba contemplando la madera original de la ventana. —No hay nada que contar, Ashton —aseguró a su amigo, mientras seguía levantando la pintura.
—¿Te casas con un tipo del que nunca había oído hablar, quieres que te mande todas tus cosas y renuncie a tu trabajo por ti y me dices que no hay nada que contar?
—No —murmuró Liam, reprimiendo una exclamación al ver cómo se desprendía otro amplio trozo de pintura.
—¿Cómo es?
—Irresistible —fue la respuesta automática, que sorprendió a Liam tanto como a su compañero de piso.
—Vaya, vaya... —ronroneó Ashton—. Esto se pone interesante.
—¿El qué?
—Tu pequeño misterio.
—¿Misterio? —Replicó Liam—. Más bien parece una farsa.
—Está bien —dijo Ashton con impaciencia—. Desembucha.
—No hay nada que desembuchar. Me he casado. Estoy viviendo en la base, en lo que podría describirse como una chabola, y soy el único esposo virgen del mundo occidental—vaya, no había tenido la intención de revelar aquella parte.
—¿Cómo? —inquirió su amigo—. Explícate.
—¿Qué quieres que te explique? —Preguntó Liam, que seguía tirando de la pintura—. Mi irresistible marido no está interesado en mí.
—Venga ya.
—Gracias —dijo Liam, conmovido por el voto de confianza.
—¿Está loco?
—Solo temporalmente.
—Estoy pérdido, Li...
Liam suspiró. No quería contarle a nadie la verdadera historia sobre su extravagante matrimonio, pero, maldición, tenía que hablar con alguien. Mientras le explicaba a su amigo toda la situación, arrancó otra tira de pintura, tratando, en aquella ocasión, de que fuera lo más larga posible.
—Eso es lo más descabellado que he oído nunca —dijo Ashton cuando Liam concluyó su relato.
—Siempre he sabido superarme —reconoció Liam, y sonrió al ver que la tira llegaba hasta el final del marco antes de saltar, como si fuera un trozo de goma.
—¿Y qué vas a hacer?
—Lo que he estado haciendo hasta ahora —dijo Liam, mientras soltaba la tira de pintura sobre la mesa.
—¿El qué?
—Fingir que soy un esposo feliz.
—Pero ¿qué te gustaría hacer?
Una pregunta fácil. Lo había sabido desde siempre. Le gustaría tener una familia y una pequeña casa en alguna parte. Dos perros y, tal vez, un gato. Pero, sobre todo, quería un compañero, una pareja que lo amara. Que quisiera hacerle el amor. En aquellos momentos, sin embargo, todos sus deseos se condensaban en uno.
—Quiero hacer el amor con mi marido.
—Ah...
—¿Cómo si no voy a perder el título del rey de la virginidad?
—Cierto —corroboró Ashton—. Pero, si llevas tantos años esperando, ¿por qué no esperas a hacerlo con alguien especial?
—Zayn es especial —reconoció Liam, y se puso en pie para tirar mejor del siguiente tramo de pintura.
—Vaya —dijo su amigo—. Eso suena a amor.
—O lo más parecido al amor.
—No me lo trago —dijo Ashton—. Antes también te ha apetecido y no has sucumbido a la tentación. ¿Por qué Zayn es diferente?
Liam se paró en seco, soltó la tira de pintura para que ondeara como una bandera en un día sin viento y se quedó mirando por la ventana durante un largo momento. ¿Por qué Zayn era diferente? Por sus ojos ámbar. Su rostro fuerte. Sus manos suaves. Aquella mirada que decía que no esperaba que se preocupara por él. Tantas pequeñas cosas, que no se creía capaz de enumerarlas todas.
Su risa, pensó. Aquello era especial. Discutir con él. Dios, cómo disfrutaba de sus discusiones. Y estar en la misma habitación con él bastaba para que la temperatura de su cuerpo subiese, al menos, diez grados. Sonrió para sus adentros al recordar lo tieso y orgulloso que Zayn se había mostrado ante el reverendo Thistle, y cómo había prometido amarlo honrarlo y respetarlo. Liam sintió un escalofrío y su sonrisa se esfumó al llegar a una conclusión irrefutable.
—Dios mío —susurró.
—¿Qué pasa? —preguntó Ashton.
Liam se sentó, porque le temblaban las rodillas y la cabeza le daba vueltas. La respuesta era tan obvia. Y tan aterradora. ¿Cómo podía haber pasado?
—Me estoy enamorando de él —dijo en voz baja.
—¡Será una broma! —gritó su amigo, con tanta potencia, que su voz habría llegado desde Maryland sin necesidad de una línea telefónica.
—No, no es una broma —lloriqueó Liam—. Me he enamorado del único hombre al que no debería amar. De mi marido.
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