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7


Liam estaba de pie, en el porche delantero de la residencia del coronel, observando cómo Zayn cargaba de muebles una furgoneta prestada. Dos de las lámparas de su padre, un somier y un colchón, una cómoda y una pequeña mesa de centro ocupaban el interior del vehículo. Inspiró con fuerza, exhaló todo el aire y, deliberadamente, fijó la vista en su marido.

Llevaba unos vaqueros desteñidos y una camiseta de color azul pálido que se adhería a sus hombros anchos y a su amplio tórax. Apoyó una mano en el borde de la caja de la furgoneta y, con un movimiento fluido, saltó al interior para sujetar con cuerdas la carga. Liam movió la cabeza y se reprochó por fijarse en la curva de su trasero cuando se inclinó para enderezar uno de los muebles. Zayn había dejado claro desde el principio que no estaba interesado en mantener con él una relación que no fuera estrictamente platónica. Lo menos que Liam podía hacer era dejar de fantasear con él y evitarse esa vergüenza.

—¿Estás bien? —preguntó su padre desde atrás, al salir al porche.

—Claro —contestó Liam, con una alegría forzada que no sentía—. ¿Por qué no iba a estarlo?

—El sargento primero es un buen hombre, Liam.

El castaño se volvió a medias para mirarlo, vio la ternura en sus ojos y volvió a fijar la vista al frente antes de que se le saltaran las lágrimas. —Esta vez he metido la pata hasta el fondo, ¿verdad?

Liam se arriesgó a mirarlo y vio el mismo amor y comprensión que siempre había hallado en sus ojos. Mientras lo observaba, él sonrió fugazmente.
—Digamos que ha sido uno de tus logros más memorables.

Liam gimió suavemente.—Y pensar que todo empezó porque me daba vergüenza volver a verte.

—Vamos —dijo su padre—. No lo entiendo. ¿Por qué ibas a sentirte así conmigo, Li?¿Por qué?

Porque todavía recordaba la expresión de su rostro cuando lo había sorprendido en el momento más humillante de toda su vida.

—Echaba de menos estar contigo —le dijo su padre en voz baja.

Liam sintió una opresión en el pecho y las lágrimas afloraron a sus ojos al ir a abrazar a su padre. Sintió la fuerza y calidez de sus brazos, como tantas veces durante su adolescencia.

—Papá, yo también te he echado de menos. Supongo que tres o cuatro llamadas por semana no son suficientes.

—Entonces, ¿por qué no has venido nunca a casa? —Se apartó y lo miró a los ojos—. Solo Dios sabe las veces que te he pedido que me hicieras una visita.

—Es que no tenía valor para volver a mirarte a la cara —se sorbió las lágrimas y dio un paso atrás—. Noticia de última hora. Marine alto y corpulento tiene por hijo a un cobarde.

—Tú no eres cobarde, Liam.

—¿Cómo me llamarías?

—¿Impetuoso? —sugirió con una sonrisa.
Liam se frotó los ojos y le brindó una pequeña sonrisa—. ¿No sabes que te quiero?

—Por supuesto —le dijo, aunque, en silencio, reconoció que se alegraba de oír la confirmación—. Pero hasta el santo Job tenía un límite, ¿no crees?

Tom Payne se echó a reír y movió la cabeza.—Los padres no tienen límites. Por lo menos, en lo que respecta al niño de sus ojos.

Liam inspiró profundamente y lo miró. Lo había echado de menos, pero habían hecho falta cuatro largos años para que Liam reuniera el valor de mirarlo a la cara.—¿Ni siquiera cuando entra en su oficina y sorprende a su hijo tratando desesperadamente de seducir a un cabo que, a su vez, trataba desesperadamente de huir?

Su sonrisa desapareció, pero el brillo de sus ojos no mermó ni un ápice. —Ni siquiera.

El alivio lo abrumó. Había sido tan vergonzoso, tan humillante. ¿Por qué no había ido directamente a verlo en la noche del baile en lugar de intentar extraer coraje de una sucesión de cócteles de tequila? Si hubiera pensado con la cabeza, la situación no habría ido de mal en peor.

—Dios —murmuró, contrariado consigo mismo—. Soy un idiota.

Su padre rió con suavidad.—Hay que reconocer que tienes unos momentos interesantes.

—Interesantes. Es una buena manera de describirlos.

—No seas tan duro contigo mismo, cariño.

—¿Por qué no? —preguntó—. Esta vez, no solo me he metido yo en un lío, sino que he arrastrado a Zayn conmigo.

El coronel volvió la cabeza para mirar a su suboficial. —Zayn no es un niño. Sabía en lo que se metía.

—¿De verdad, papá?—Liam esperó a que su padre volviera a mirarlo—. Se ha casado conmigo, por el amor de Dios.

—Fue idea suya.

—Sí —corroboró—. Y seguro que nunca había lamentado tanto algo en su vida.

Su padre frunció ligeramente el ceño.—¿Te lo ha dicho?

—No —repuso Liam enseguida, porque no quería que su padre pensara que Zayn no estaba comportándose como un caballero—. En realidad, lo lleva bien —salvo, claro está, añadió Liam en silencio, que no quiere tener nada físico con su esposo temporal.

—Entonces, ¿por qué no te relajas? —preguntó su padre.

—¿Cómo?

—Intenta no ponerlo todo tan difícil. No tiene por qué serlo.

—Para ti es fácil decirlo —murmuró Liam, y volvió a fijar la vista en el trasero de su marido cuando este salía de espaldas de la furgoneta.

—Liam, date una oportunidad. A ti y a Zayn. ¿Quién sabe? Puede que acaben disfrutando de su matrimonio.

—Claro, y ¿de qué color azul crees que saldrá mañana el sol?

El coronel movió la cabeza y se colocó a su lado.—Lo único que digo es que, mientras estéis casados, intentéis pasarlo lo mejor posible. No has arrastrado a Zayn al matrimonio, fue él el que se ofreció para esta misión.

—Sí —repuso Liam con un suspiro—. Lástima que no llevara la bazuca.

—Ya basta —le espetó su padre, y Liam se volvió rápidamente para mirarlo—. Haz un esfuerzo, Liam. No eches a perder lo que puede acabar siendo una bendición porque eres demasiado orgulloso, u obstinado, o lo que sea, para reconocer que Zayn Malik te gusta.

—¿Es que no lo entiendes, papá? —replicó enseguida—. No importa si a mí me gusta o no. A él no le intereso. Y tampoco sé si él me interesa a mí.

—No es Kyle.

—No, no lo es —dijo Liam, dirigiendo otra mirada al hombre con el que se había casado apenas hacía unos días—. Zayn no se acostó con mi dama de honor dos días antes de la boda. Ni siquiera quiere acostarse con... —se interrumpió bruscamente, y sintió cómo las mejillas empezaban a arderle al darse cuente de que le estaba hablando a su padre de su vida sexual. Mejor dicho, de su falta de vida sexual. Señor, ¿cuándo aprendería a mantener la boca cerrada?

Afortunadamente para Liam, su padre dejó pasar aquella confesión. Al parecer, estaba tan ansioso como él por eludir aquel tema.—Li —le dijo, y apoyó las manos en los hombros de su hijo para volverlo hacia él—. A veces, las pequeñas sorpresas que da la vida resultan ser sueños hechos realidad.

—Y, a veces, solo son otra metedura de pata de Liam Payne.

—Liam Malik.

Gimió, y su padre movió la cabeza y le dio un fuerte y rápido abrazo. Cuando Liam dio un paso hacia atrás, lo miró con expresión esperanzada.

—¿Supongo que no te apetecerá venir a cenar a casa esta noche? ¿Para suavizar el inicio de nuestra vida en común?

—Lo siento —le dijo—. No puedo. Creo que igual salgo con alguien.

Liam elevó las cejas. Su padre raras veces había tenido una cita. —¿«Crees» que «igual» sales con «alguien»?

Su padre asintió —y desvió la mirada hacia el jardín de un lado de la casa.—Todavía está un poco en el aire.

—¿Quién es?

Thomas Payne movió la cabeza y lo miró brevemente.—Te lo diré si puedo convencerla para que salga conmigo.

—¿Por qué no iba a querer salir contigo? —Inquirió Liam—. Eres inteligente, atractivo, divertido, amable...

—Gracias por el voto de confianza —lo interrumpió su padre, riendo—. Pero ¿por qué no dejas que yo me ocupe de mi vida amorosa y tú te concentras en la tuya?

—La tuya sería más fácil.

—¿Qué era eso que decías sobre la cobardía?

—Me confieso culpable.

El coronel volvió ligeramente la cabeza.
—Creo que Zayn ya está listo para que os vayáis.

Liam levantó la vista y vio cómo su marido se acercaba hacia ellos. Una vez más, se regañó por fijarse en lo bien que aquellos vaqueros se ajustaban a sus piernas, largas y musculosas. Cielos, estaba andando en arenas movedizas y no había nadie cerca para salvarlo. Echó a andar hacia los peldaños del porche pero, de repente, se paró en seco, como si se le hubiera pasado algo por la cabeza.

—¿Papá?

—¿Sí?

—¿Qué fue del cabo?

Afortunadamente, su padre supo enseguida de quién estaba hablando.
—Le diste un susto de muerte. Pidió el traslado casi de inmediato.

Liam hizo una mueca. —¿A dónde?

—A Groenlandia. Creo que quería alejarse todo lo posible de aquí.

—Querrás decir de mí —clarificó Liam innecesariamente.

—Liam...

—Menudo seductor... —murmuró—. Me le insinúo a un hombre y él sale corriendo en sentido opuesto.

Mientras caminaba por la acera, sorprendió la mirada de Zayn y sintió otro estremecimiento. El pelinegro se despidió del coronel con la mano y luego lo llevó del brazo hasta el camión. Liam no pudo evitar preguntarse si su marido se asustaría tan fácilmente como el cabo. O, más importante aún, ¿tendría él el valor de averiguarlo?

[...]

Zayn despachó al soldado de primera cuya ayuda había requerido para trasladar los muebles, dio un paso atrás y contempló su nuevo dormitorio. Liam tenía razón, era una casa pequeña. Y vieja. Y se estaba viniendo abajo. Pero tenía una gran ventaja: no era el barracón de los suboficiales.

—Zayn —lo llamó Liam desde la otra habitación. Por otro lado, la desventaja era que iba a convivir con un esposo al que no podía tocar.

—¿Sí?

—¿Puedes venir un momento?

Zayn se preparó para no sucumbir al encanto de Liam y su redondeado trasero y se dirigió al otro dormitorio. Al parecer, era inútil preparase. Bastaba con mirarlo para que su cuerpo se tensara como la cuerda de una guitarra demasiado afinada. Permaneció de pie en el umbral, observando cómo forcejeaba con una de las ventanas. Estaba inclinado hacia delante, intentando abrirla, por lo que los pantalones cortos de tela que llevaba parecían aún más cortos y se ceñían peligrosamente a su cuerpo. La camiseta también se había separado de su cintura, así que Zayn se regaló la vista con aquella piel de marfil deliciosamente lisa. Apretó los dientes, en un intento por conservar el poco dominio de sí mismo que le quedaba.

—¿Qué quieres? —preguntó.

Liam volvió la cabeza con expresión de agobio. —Ayuda—Zayn se rió a pesar de la tensión de sus partes bajas.—No tiene gracia —le dijo Liam, entornando los ojos—. Alguien ha debido de cerrar esta ventana con clavos —gruñó al tiempo que tiraba de nuevo de la ventana de guillotina. Nada.

Liam suspiró pesadamente, se enderezó y contempló, furibundo, el cristal mientras se frotaba la espalda a la altura de los riñones. Antes de caer en la tentación de darle un masaje, Zayn sorteó la cama y se acercó a la ventana. Lentamente, inspeccionó el marco de madera, dándose tiempo para adaptarse a la proximidad de Liam. Maldición. ¿Qué clase de chico se ponía perfume para mover los muebles?Evidentemente, se dijo mientras inspiraba su aroma, Liam. «No te desconcentres», se dijo. «Ponte manos a la obra».

No está clavada —le dijo, volviendo la cabeza hacia el castaño—. La han pintado sin preocuparse de que luego pudiera abrirse.

—Perfecto.

—Si me das un cuchillo, te la abriré.

—Hecho.

Liam pasó a su lado, en dirección a la cocina, y le rozó.—Perdona.

Aquél leve roce no debería haberlo puesto a cien, pero así fue. Zayn apoyó las dos manos en el alféizar de la ventana y dejó caer la cabeza hacia delante, hasta que la barbilla entró en contacto con su cuello. Cerró los ojos y recurrió a la voluntad de hierro que siempre había tenido para vencer aquella atracción irracional hacia su esposo. Diablos, ni siquiera le caía muy bien. Bueno, de acuerdo, le caía mejor de lo que había pensado en un principio. Pero Liam todavía se comportaba como si fuera de la realeza y él, un campesino que no merecía estar en su presencia. La actitud que tenía con aquella casa bastaba para marcar todas las diferencias que había entre ellos. Solo con mirarlo sabía que le desagradaba tener que vivir allí.

Levantó la cabeza y contempló el jardín de atrás a través de los cristales de la ventana. Estaba cubierto de hierba seca de un metro de alta, pero contaba con un árbol enclenque y muchas posibilidades. Estaba dispuesto a reconocer que aquella pequeña casa no era gran cosa, pero era el primer hogar que había tenido desde que sus padres murieran, cuando él todavía era un niño.

Los tíos con los que había convivido después del accidente de coche tenían un apartamento y no habían sido precisamente cariñosos con él. Aunque tampoco le habían pegado. De hecho, apenas se habían percatado de su existencia hasta que Zayn no cumplió los dieciséis años y consiguió un trabajo a tiempo parcial. Pero, incluso entonces, lo único que les había interesado había sido su patético sueldo.

Zayn apretó los dientes y sepultó todos aquellos recuerdos en el rincón más oscuro y profundo de su mente. Aquello era historia. Su infancia estaba tan lejos que ni siquiera los recuerdos podían atraparlo. Pero había estado pensando mucho últimamente. Y todo por culpa de Liam.

—Perdona que haya tardado tanto —dijo el castaño cuando regresó a la habitación.

Zayn desterró el pasado y se centró en el presente.—No importa.

—No encontraba un cuchillo que estuviera afilado —continuó, como si él no hubiera hablado, y no dejó de caminar hasta que no llegó a su lado—. ¿Este servirá?

Un cuchillo de mantequilla con la hoja doblada no era una herramienta de precisión, pero tendría que valer. Zayn quería abrir la maldita ventana y salir de su dormitorio lo antes posible.

—Sí, servirá.

Tomó el cuchillo por la empuñadura y, al hacerlo, sus dedos entraron en contacto con los de Liam. Casi podía jurar que habían saltado chispas con el roce. Y, maldición, podía sentir el chisporroteo hasta las plantas de los pies. Pero, antes de que pudiera hacer caso omiso a aquella reacción, Liam dio un paso atrás y se llevó las manos a la espalda.

Zayn asió el cuchillo con fuerza y se concentró en la tarea que tenía entre manos. Deslizó la hoja por el borde inferior de la ventana de guillotina y rompió la pintura hasta que la hoja de la ventana se despegó. Luego, tiró con fuerza y la abrió. En aquel momento, entró una ráfaga de aire con aroma a mar.

Liam inspiró profundamente y sonrió.
—¿No es estupendo?

—Sí. Pero hace frío.

Liam le sonrió.—Hace frío, pero no nieva. He hablado con mi compañero de piso esta mañana y me ha dicho que anoche, en Baltimore, hubo una ventisca.

El tiempo, pensó Zayn. Estaban hablando del tiempo. Probó a cambiar de tema preguntando:—¿Estaba furioso tu compañero de piso porque lo hubieras dejado solo sin previo aviso?

Liam lo negó con la cabeza.—¿Furioso? No. ¿Sorprendido? Sí. Pero todo está saliendo bien. De todas formas, hacía tiempo que quería vivir con su novio.

—Qué oportuno —repuso Zayn, a falta de un comentario mejor.

—Sí —corroboró Liam, con aquella sonrisa demasiado alegre—. No hay mal que por bien no venga.

Se produjo un largo momento de silencio entre ellos. Liam se estremeció ligeramente por el aire frío que entraba por la ventana. Zayn la bajó varios centímetros.

—Eh... ¿quieres que te abra la otra ventana?

La sonrisa de Liam se disipó, y movió la cabeza.—No, una ventana basta por hoy. Pero no encuentro el interruptor de la nevera, así que no consigo encenderla. Igual no me equivoqué al decir que no funciona con electricidad.

—No importa —le dijo Zayn, que ya había empezado a alejarse hacia el umbral, contento de poder escapar de los confines demasiado reducidos de la habitación de Liam.

—Siempre dices lo mismo.

—¿El qué?

—No importa. ¿Es que no te importa nada, Zayn?

Solo le importaba una cosa en aquellos momentos: no ponerle las manos encima a su esposo. Pero se limitó a decir:
—Todo tiene arreglo —al menos, eso esperaba.

—Un momento... —su voz lo detuvo justo cuando estaba a punto de escapar. Se volvió en el umbral—. ¿Qué es eso? —preguntó Liam, señalando al techo.

Zayn siguió su mirada y entornó los ojos al ver una burbuja de forma extraña en el yeso del techo. ¿Por qué no la había visto antes?, se preguntó, pero ya conocía la respuesta. Había mantenido la vista baja para no quedarse mirando a Liam. Dio un paso hacia la burbuja, ladeó la cabeza y estudió aquella rareza durante un largo minuto antes de reconocer:

—No lo sé.

—Está justo encima de mi cama —observó Liam innecesariamente.

Zayn lo miró.—¿Quieres que cambiemos de cuarto?

Liam paseó la mirada por las cuatro cosas que ya había desempaquetado y Zayn supo que no sentía deseos de volverlas a mover. Para tranquilizarlo, volvió a contemplar el techo deformado.

—Seguramente es que el yeso se ha ido llenando de humedad con los años y, el equipo de reparaciones no hace más que dar más y más yeso cada año, hasta que ha tomado la forma de una ampolla.

—Una ampolla —repuso Liam en tono pensativo—. Sí, eso es exactamente lo que parece. O, más bien, un grano.

—Entonces, ¿no te importa dormir aquí?

Liam lo miró y asintió.—Claro. Si lleva años aquí, ¿qué posibilidades hay de que me explote a mí?

Zayn asintió y dijo:—Iré a poner en marcha el frigorífico. —Solo confiaba en que aquel viejo electrodoméstico funcionara tan bien como sus piernas.

[...]

Después de tomar a medias una pizza congelada y una botella de vino barato que habían comprado en el economato, Liam y Zayn se retiraron a sus habitaciones.
Despierto sobre la cama en la oscuridad bañada por la luz de la luna, Liam fijó la vista en la burbuja de yeso del techo. No hacía más que recordar las palabras de su padre.

Era una idea tentadora, la de considerar aquella farsa como un matrimonio de verdad. Después de todo, tenía veinticinco años. Si alguna vez quería tener marido e hijos, no le quedaban más que unos años, a menos que no fueran niños propios. Y Zayn parecía un buen tipo. ¿Acaso no había aparecido en escena para salvar la reputación de su padre? ¿No estaba soportando con buen ánimo la idea de vivir en aquella choza miserable? Y... ¿acaso no se le ponía la piel de gallina solo de verlo entrar en la habitación?

Liam suspiró y se ajustó mejor la almohada. Nada de eso importaba, porque Zayn había dejado más claro que el agua, que solo quería estar casado con él temporalmente. Así que, no tenía sentido que albergara esperanzas de un futuro mejor. ¿O no? No iba a llegar a ninguna parte pensando en él. Lo único que había conseguido era un incipiente dolor de cabeza.

Fijó la mirada en el estúpido bulto de yeso que pendía sobre su cabeza. ¿Tanto le habría costado al equipo de albañiles contratado por el cuerpo de marines arreglar el techo? Murmurando entre dientes, Liam se puso en pie sobre el colchón, justo debajo de la burbuja gigante. Ladeó la cabeza y examinó la maldita protuberancia tan cerca como pudo.

Finalmente, levantó la mano y tocó con cautela el yeso blanco y resquebrajado.
En aquel mismo instante, el techo explotó. Lo que debían de ser océanos de agua y toneladas de yeso mojado cayeron sobre él.

Liam gritó y agachó la cabeza. Zayn saltó de la cama como si le hubieran disparado.

¡Liam!

Recorrió la distancia penosamente corta que lo separaba de su dormitorio y abrió la puerta de par en par. Se quedó estupefacto al ver el caos reinante y avanzó con los pies desnudos por entre los trozos de yeso mojado y la alfombra empapada de agua. Apoyó una rodilla en la cama cargada de agua, levantó a Liam del colchón y lo dejó de pie, en el suelo. Lo abrazó con fuerza y le preguntó:

—¿Estás bien?

Lentamente, Liam levantó la cabeza y se apartó el pelo mojado de la frente. Se quitó un trozo de yeso de los labios y asintió. —Creo que sí.

—¿Qué ha pasado? —preguntó, aunque podía ver con sus propios ojos que se le había caído encima el maldito techo. No tenía que haberlo dejado dormir en aquella habitación, debía haber insistido en darle la suya. Podía haberse matado.

—Reventé la burbuja —dijo Liam, volviéndose un poco en sus brazos para observar los desperfectos.

—¿Que lo reventaste?

—Te lo juro. Lo único que hice fue tocarlo y ¡bum! Solo lo toqué, de verdad —insistió con voz débil, como si estuviera muy lejos.

Con el corazón desbocado, Zayn lo estrechó entre sus brazos y deslizó las manos por su cuerpo. Solo estaba comprobando que no se hubiese roto nada, se dijo. Pero Liam estaba demasiado sano.

—De verdad —estaba diciendo—. No sé cómo ha podido pasar. Todo estaba bien hasta que, de repente, el mundo entero ha estallado en pedazos.

—No pasa nada —le dijo Zayn—. Llamaré a Alojamientos mañana por la mañana. Ya lo arreglarán.

Liam se apartó un poco para mirarlo. Tenía trozos de yeso prendidos en el pelo, y estaba pálido. —Yo diría que nuestra casa de dos habitaciones se ha quedado reducida a un apartamento, ¿eh?

Zayn se quedó mirándolo, henchido de admiración. Era increíble. El techo se había roto sobre su cabeza y no le había dado un ataque de histeria. Ni siquiera estaba llorando. Maldición, no quería que Liam le gustara. De verdad que no. Podía soportar la idea de desearlo y no tenerlo, pero si además, le gustaba, sería demasiado.

Deslizó la mirada rápidamente por su cuerpo y, con la misma rapidez, deseó no haberlo hecho. Que el cielo lo ayudara, con la camiseta empapada, todo su cuerpo se veía perfilado a la perfección. Su cuerpo reaccionó de inmediato y dio un paso atrás. De pie, vestido únicamente con sus calzoncillos militares y sus placas, de repente, se sentía tan desnudo como Liam debía sentirse. Se pasó la mano por la nuca y desvió la mirada al caos que era su habitación.

—Ya nos ocuparemos de esto mañana. Esta noche, dormirás conmigo.— Lo miró a tiempo de ver cómo arqueaba una de sus cejas. —Solo sugiero que durmamos, nada más —le dijo, decidido a que no pensara que estaba aprovechando la situación para su propio beneficio—. Somos adultos. Podemos compartir una cama sin compartir nada más.

—Supongo que sí —dijo Liam en voz baja, mientras se despegaba la camiseta con los dedos, y pasó a su lado para salir al pasillo—. Aunque será un desperdicio —añadió en un murmullo tan suave que Zayn apenas lo oyó.




¿Que les pareció el cap? Disculpen si hay algún error. Gracias por estar leyendo ✨

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