14
El coronel Tom Payne esperó un minuto más, para asegurarse de que Liam no lo vería. Luego, salió de su despacho para hacer entrar en razón a su yerno antes de que fuera demasiado tarde.
El día gris y lluvioso estaba perfectamente a tono con su estado de ánimo, pensó Zayn con aire lúgubre mientras miraba por la ventana, sin ver nada. Hasta Tom había desistido de hablar con él y había huido de la oficina, prefiriendo la lluvia de la madre Naturaleza al humor sombrío de Zayn.
Cuando oyó cómo se abría y cerraba la puerta del despacho, ni siquiera se volvió para mirar al intruso.
—Seas quien seas, date la vuelta y desaparece.
—Haré como si no lo hubiese oído, sargento primero —dijo el coronel con rotundidad.
Sorprendido, Zayn se puso en pie de un salto. La silla cayó hacia atrás y chocó contra un archivador de hierro gris.
—Mi coronel, le ruego que me disculpe. No sabía que era usted, señor.
—Descansa, Zayn —le dijo el coronel—. He venido como padre de Liam, no como tu superior.
Zayn relajó la postura, pero miró con recelo al hombre que se había acercado a su mesa. —No se ofenda, coronel, pero no tengo nada que decirle a mi suegro.
—Bien —le espetó, y apoyó las dos manos en el escritorio para taladrarlo con unos ojos castaños increíblemente parecidos a los de Liam—. Entonces, hablaré yo y tú escucharás.
—Señor...
—Liam acaba de salir de mi despacho —prosiguió el coronel.
¿Liam? ¿Allí? ¿A solo unos pasos?
—Tenía un taxi esperando —continuó el coronel.
—¿Un taxi? —preguntó Zayn—. ¿Por qué no ha usado la camioneta? — Zayn había ido a trabajar con uno de los sargentos para que Liam pudiera disponer de su único vehículo.
—Porque va camino al aeropuerto.
Zayn se sintió como si acabaran de darle un puñetazo en el estómago.
—¿Al aeropuerto, señor? —repitió, sorprendido de poder hablar a pesar de la repentina sequedad que sentía en la garganta.
—Se va, Zayn. Para siempre.
Estupefacto, Zayn se limitó a decir: —Tal vez sea lo mejor, señor —pero, por dentro, era un tumulto de emociones. Tensó las piernas automáticamente, para sostenerse mejor. Liam ni siquiera había respetado el acuerdo de estar juntos durante tres meses. ¿Cómo podía sentirse tan vacío y seguir respirando?, se preguntó. ¿Y cómo podía seguir latiéndole el corazón cuando acababa de estallarle en pedazos?
—Esta vez, no, Zayn.
Fijó la vista en la mirada furiosa del coronel.
—Con el debido respeto, señor —dijo con voz tensa—, esto no es asunto suyo.
—No seas tonto, Zayn. Lucha por tu esposo. Por tu matrimonio.
—No hay nada por lo que luchar —murmuró en tono lúgubre—. Todo ha terminado.
—Solo terminará si te rindes o te retiras —le dijo el coronel—. Te conozco desde hace tiempo, Zayn, y creo que nunca te había visto tan feliz como con mi hijo. Por un momento, pensé que lo vuestro iba a salir bien.
Él también lo había creído, pensó Zayn. En sueños. Pero en la vida real, lo había perdido.
—Si de verdad quieres a Liam, lucha por él —dijo el coronel, y se apartó del escritorio—. No cometas el mismo error que yo.
—¿Señor?
—Si hubiese sido más inteligente —dijo el coronel—, habría luchado con todas mis fuerzas por tener a mi lado a la madre de Liam. Cuando amas a una persona, los problemas pueden resolverse.
—Esto no es lo mismo, coronel —dijo Zayn con suavidad—. Si Liam me amara o quisiera seguir casado conmigo, no se habría ido.
El coronel movió la cabeza, claramente contrariado. Luego, se dio la vuelta bruscamente y caminó hacia la puerta. Se detuvo y volvió la cabeza.
—Piensa eso, si te ayuda. Y si me equivoco y no lo quieres, entonces, quédate aquí, Zayn, y no hagas nada, deja que se marche.
Cuando se quedó solo. Zayn se quedó mirando la puerta cerrada. ¿Que lo dejara marchar?, pues ya lo estaba haciendo, pensó, y sintió que el vacío se abría en su interior. Imaginó los años venideros, largos y solitarios, preguntándose dónde estaría Liam y qué estaría haciendo. Pasaría las noches torturándose con imágenes de Liam, acostado en los brazos de otro hombre, dando a luz a hijos que no eran de él.
Cerró los puños al sentir cómo aquel vacío crecía hasta amenazar con devorarlo por completo. Contempló la negrura que era su vida y comprendió lo que llevaba semanas negando. Lo amaba. Lo amaba de verdad. Tanto, que sin Liam, su vida sería una sucesión interminable de días estériles y noches desoladoras.
Pero Liam se había ido sin decir una palabra.
Aun así, se preguntó, si él le hubiera confesado su amor, si se hubiera arriesgado a sufrir su rechazo y le hubiera confesado lo que sentía, ¿Liam se habría ido?
No lo sabía. Pero, maldición, ya estaba harto de retirarse. Iba a aferrarse a la oportunidad que se le ofrecía, la que tantas personas afortunadas daban por hecha todos los días: la oportunidad de amar, de pertenecer a una familia.
Con paso rápido atravesó el despacho y salió por la puerta. Desfiló con paso raudo hasta el despacho del coronel, que estaba al final del pasillo. Llamó con los nudillos y abrió la puerta lo justo para asomar la cabeza.
—Solicito permiso para tomarme el día libre por asuntos personales, señor —le pidió.
—Concedido —gritó el coronel hacia la puerta que ya se estaba cerrando. Luego, Tom Payne se recostó en su sillón y sonrió mirando al techo.
[...]
Después de comprar el billete en ventanilla, Liam se colgó la bolsa de viaje del hombro y echó a andar por la terminal en dirección a la puerta de embarque. Otros viajeros, con mejor estado de ánimo, lo adelantaban murmurando palabras de disculpa, ansiosos por ponerse en camino, pero Liam no les prestaba atención.
Mientras se abría paso entre el gentío y los equipajes, apenas se dio cuenta de que alguien chocaba con él por detrás. Pero, cuando ese alguien echó mano del asa de su bolso de viaje, Liam se dio la vuelta enseguida y se quedó atónito.
—¿Zayn?
Cielos, estaba magnífico. Empapado de pies a cabeza, con el pelo aplastado y regueros de agua que resbalaban por su cuerpo para caer sobre el suelo. Se pasó una mano por la cara con irritación y luego lo tomó por el codo con firmeza.
—¿Qué haces? —preguntó Liam, cuando Zayn empezó a arrastrarlo hacia la salida.
—Llevarte a casa —se limitó a contestar, y su voz resonó por encima del bullicio y del crujido de sus botas de combate.
Liam miró con frenesí a su alrededor, pero nadie les prestaba atención, ni a él ni al decidido marine que lo raptaba. Podía gritar, se dijo, e inmediatamente imaginó la sensación que causaría. Así que, se plantó donde estaba y se soltó.
Gruñendo entre dientes, Zayn se limitó a quitarle la bolsa y a seguir caminando.
—¡Eh! —gritó Liam, y echó a correr tras él. Sujetó con fuerza el asa y consiguió detenerlo—. Devuélveme la bolsa —le exigió.
Zayn tiró del asa de cuero y lo atrajo hacia él.
—No pienso dejarte marchar, Liam.
Una chispa de esperanza saltó en el pecho de Liam antes de extinguirse. Durante un momento, Liam había querido creer que Zayn había ido a buscarlo porque lo amaba y no quería perderlo. Pero era mucho más probable que el coronel hubiera abierto su bocaza y le hubiese revelado a Zayn la existencia del bebé. Liam tiró de la larga asa de tela.
—Vuelve a la base, Zayn —le dijo, y se enorgulleció de que el tumulto de emociones del que era preso no se reflejara en su voz—. Es mejor así. Dentro de un par de meses, podrás pedir el divorcio y los dos seguiremos adelante con nuestras vidas.
Zayn lo miró largamente. ¿Cómo había imaginado que podría vivir sin Liam? Durante todo el infernal trayecto por la autopista cubierta de agua en un Jeep robado, mejor dicho, prestado, había ensayado lo que iba a decir, había pensado cómo iba a abordarlo.
Una vez allí, en la misión más arriesgada de toda su vida, solo podía hacer una cosa.
Soltó la bolsa y abrazó al castaño con un único y fluido movimiento. Lo apretó contra su cuerpo empapado por la lluvia y lo estrechó con fuerza. Liam abrió la boca con sorpresa y bajó la cabeza para aprovechar la ventaja.
El ruido atronador del aeropuerto se extinguió. Las corrientes de pasajeros se disolvieron en la nada. Su uniforme, mojado y gélido, dejó de resultarle incómodo. Solo existía una realidad en su universo y la tenía en los brazos.
Le puso la mano en la nuca y tomó posesión de su boca, demostrándole sin palabras que él era el aire que respiraba, su corazón... toda su vida.
Cuando, finalmente, notó cómo Liam cedía en sus brazos, levantó la cabeza, sin prestar atención a los rostros sonrientes de la mitad de la población de San Diego. Tomó el rostro de Liam entre las manos, deslizó los pulgares por sus pómulos y lo miró con avidez. Luego, pronunció las palabras que nunca había creído llegar a decir:
—Te amo.
Liam parpadeó y una lágrima solitaria resbaló por una de sus mejillas. Zayn la atrapó con el pulgar derecho y se prometió pasar el resto de la vida asegurándose de que Liam no tuviera más motivos para llorar. Sintiendo que su resolución se fortalecía, repitió las palabras:
—Te amo, Liam —al ver que el castaño no contestaba, controló el estremecimiento de pánico y siguió hablando con su mejor voz de mando—. Y será mejor que tú también me quieras. Es una orden.
Pasó un largo momento antes de que Liam le sonriera.
—Sí, mi sargento primero —le espetó antes de arrojarse en sus brazos.
Zayn sintió cómo el corazón volvía a latirle mientras enterraba el rostro en el cuello de Liam, inspiraba la dulzura de su escencia y se deleitaba con el calor de su amor.
Luego, se inclinó, se echó la bolsa al hombro, lo levantó en brazos y sonrió como un idiota cuando Liam le rodeó el cuello con las manos.
Y, entre el ruido de aplausos y vivas de los presentes, lo condujo de vuelta a casa.
[...]
La lluvia seguía golpeando los cristales y la luz gris de la tormentosa tarde iluminaba el minúsculo dormitorio. Zayn y Liam yacían, abrazados y exhaustos, sobre la cama.
—Te amo —susurró Zayn, y se inclinó para dejar un rastro de besos por el cuello de Liam.
—Te amo —Liam suspiró y ladeó la cabeza para facilitarle la labor. Deslizó las yemas de los dedos por sus hombros y sonrió, más feliz de lo que una persona tenía derecho a ser.
Zayn se apoyó sobre un codo y lo miró, repentinamente serio. Mientras deslizaba la mano derecha por el cuerpo de Liam, produciendo un suave hormigueo a su paso, le dijo:
—Nunca pensé que llegaría a decírselo a alguien.
Liam le sonrió. —Pues vete acostumbrando, porque quiero oírlo a menudo.
—Te amo —susurró, y bajó la cabeza para besarlo—. Eres todo lo que siempre he querido y nunca creí llegar a tener.
—Zayn… —las lágrimas afloraron a sus ojos, pero Liam se negó a derramarlas.
No quería llorar en el día más feliz de su vida.
Zayn se inclinó sobre él y le plantó un beso fuerte y rápido en el vientre.
—Espero que hayamos hecho un bebé esta tarde, Liam. Quiero tener hijos contigo.
Liam se quedó sin aliento y, maldición, volvió a sentir el escozor de las lágrimas. Zayn lo besó con suavidad y siguió hablando.
—Quiero crear una familia contigo, Liam. La familia que siempre he querido
pero nunca pensé que encontraría.
Liam levantó la mano para acariciarle la mejilla. ¿Cómo podía habérsele pasado por la cabeza abandonar a aquel hombre amable y fuerte?, se preguntó, y le
sonrió con orgullo.
—¿Quieres bebés? —le preguntó—. Pues hoy es tu día de suerte, mi marine. ¿A
que no sabes que sorpresa tengo reservada para ti?
Zayn abrió los ojos cómo platos. — No me digas que...
—El primer fruto de nuestro amor ya está en camino, mi sargento primero, — ambos volvieron a besarse envueltos en su burbuja de ensueño, finalmente se habían confesado su amor y serían felices.
¡FIN!
¿Qué les pareció? Muchísimas gracias por todo su apoyo, por leer, comentar y ⭐ lxs amo, y por cierto ya hay nueva fic, por si gustan leer, es una adap ziam, y se llama "legalmente suyo"
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