La primera cita de Ian
Escenas del capítulo anterior:
Recuerden que las partes eróticas se las marco así ********** de esa manera pueden saltarlas si lo desean.
Dejen comentarios porfa!!!
Después de un poco de entrenamiento en el gimnasio con Daniel y Emily, me fui como siempre al apartamento de Ian. Tras dos días, en dos realidades, de enfrentarme a carroñeros y casi morir, eso era un descanso. Lo que me daba ya la pauta de cómo iba a ser mi vida a partir de ese momento. Días tranquilos de ser el conejillo de indias de Renata y días de ir a cazar entes.
No estaba mal en absoluto. Era emociónate y estaba aprendido mucho sobre mi misma y la gente que era como yo. Supongo que eso era lo que más me gustaba: Poder hablar con naturalidad de Almarzanera, tener muchas respuestas y por supuesto contar con la compañía de mis nuevos amigos. Incluso la de Daniel no estaba tan mal. Sin embargo, la principal y más agradable era la de Ian.
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Como pasaba últimamente, de pronto me encontraba desnuda en su cama. Con él pasando las yemas de sus dedos de manera sutil por mis muslos, para subir a mi entre pierna y masturbarme suavemente, torturándome un poco, sabiendo que quería más.
Dejó de hacerlo y tomó mi mano, la guio hasta el lugar que él tocaba antes y me incentivo a continuar.
—Hazlo como si yo no estuviera, bonita —me ordenó.
Era casi imposible imaginarlo, cerré los ojos y lo disfrutaba más que en soledad porque sabía que él tenía los ojos puestos en mí, mordiéndose el labio con ansias y una erección intentando escapar de sus pantalones.
Al poco rato me levantó por la cadera y su lengua pasó a reemplazar mis dedos. Al principio intenté reprimir mis gemidos, luego no me importó. En ese lugar nadie iba a escucharme. Estábamos él y yo, aislados del mundo.
No se detuvo hasta provocarme un orgasmo. No me dio tiempo a recuperarme. Me ordenó ponerme de estómago. Temblando ligeramente apoyé mi mejilla contra la almohada y escuché como abría un cajón. Tomó mis manos para atármelas a la espalda pasando la cuerda alrededor de mi cintura. Luego su miembro empezó a abrirse paso en mi vagina, entrando con algo de brusquedad y así continuaron sus embestidas.
—Me encanta hacerte mía —me dijo entre gemidos roncos. Tomó mi cola de caballo y tiró suave, pero con firmeza, aumentando la intensidad de sus movimientos, todavía más, hasta terminar dentro de mí y dejarme cansada.
Se recostó a mi lado y me dio la vuelta para besarme, sin desatarme todavía.
Ya sabía que él necesitaba estar en control de la situación siempre, tanto de su vida, de su espacio, como de mí.
Y eso me excitaba.
Era alto, fuerte y tenía la posibilidad de hacer lo que quisiera conmigo; y al mismo tiempo, me generaba tanta confianza que sabía que jamás haría nada que yo no quisiera.
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Me besó y acarició un rato más. Nos miramos a los ojos y me perdí en el verde agua marina de sus pupilas.
Era un momento tan agradable que preferí mantenerme en silencio. Observé su brazo, donde tenía la herida grande que el carroñero le había hecho; lucía mejor.
—Deberíamos tener suturas como esas en el otro lado, para no ir al hospital siempre —mencioné.
—Tengo cosas parecidas, solo que Liam y yo no llevamos el botiquín con nosotros. No le digas a nadie, o Sam va a ponerse pesado, es paramédico y se vuelve loco cuando no hacemos trabajos llevando todas las medidas de seguridad.
—Tiene razón. Yo armaré un botiquín en casa y lo llevaré.
—No suele haber cosas peligrosas en Almarzanera. Eso fue solo un descuido. —Se acomodó mejor en la cama y me recostó sobre su pecho. Puse mi rostro sobre su pectoral izquierdo—. Sophie —me llamó mientras acariciaba mi espalda—. ¿Qué cosas te dijo Marcus?
—Nada importante —resoplé. —Se nota que te quiere mucho—añadí con ironía—. Me dijo que en el laboratorio rumorean que soy tu juguete sexual. Ya sabes, el insulto más básico de un hombre para hacer sentir insegura a una mujer. Seguro quería crearme algún conflicto contigo. Pero no le funcionó, es decir, no es que tú y yo tengamos algo más allá del sexo. Solo... nos divertimos con eso, ¿verdad?
Tal vez no había elegido bien mis palabras. Ian se incorporó de inmediato y comenzó a desatarme.
—Me alegra que no le hagas caso. Precisamente busca eso: Fastidiarme. Es muy probable que hasta invente cosas.
Cuando mis manos se sintieron libres del agarre me froté las muñecas, los hombros me dolían un poco así que los moví de manera circular. Ian se sentó al borde de la cama. Lo abracé por la espalda antes que se levantara.
—Oye... ¿qué haremos esta tarde?
—Creo que nada, estás libre. Renata hará las pruebas contigo de a poco. Y si no hay ningún ente que controlar, no tenemos mucho que hacer. Puedes salir con tus amigos o lo que quieras —me explicó de manera un poco seria.
—¿Y qué tal si mejor te invito a una cita?
—¿Una cita? —su tono cambió enseguida.
—Sí, una cita, ya sabes. Salimos al cine, a comer o algo así. ¿Nunca fuiste a una cita con una chica?
—¿Ir a un hotel cuenta?
—Depende, ¿la llevaste a comer antes?
—No... —dijo algo inseguro, parecía no saber de qué le hablaba.
—¿Es en serio? —lo solté y me senté en su regazo, para hablarle mirándolo de frente— ¿Nunca has tenido una novia? ¿Ni aquí o en el otro lado?
—Claro que no. ¿Con la vida que tengo crees que podría entablar una relación con alguien?
—Diana se casó, ¿no es así?
—Diana tiene veinticinco años, es de las mayores. Cuando tenemos diecisiete nos sueltan un poco la correa y nos dejan relacionarnos más con otras personas. Yo recién estoy aprovechando algunos de esos beneficios. Aprendí el año pasado a hacer tatuajes en secreto y logré convencer a mi padre y tutor de dejarme ir al colegio de Almarzanera, con Liam, quería que él también viviera la experiencia. Hasta ese entonces nunca fuimos a un colegio normal.... Y nos expulsaron en menos de diez días.
—¿Y no tienes amigos? Además de tus hermanos. —Quise saber.
—En este universo, los del estudio de tatuajes, Evan, Cristian... los fines de semana me dejan salir a socializar. Pero no tengo amigos cercanos. Tú eres la persona más cercana fuera de mis hermanos que he tenido nunca.
—Entonces voy a llevarte a tu primera cita. —Le sonreí apoyando mi frente en la suya.
Hice el ademán de levantarme y no me dejó. Volvió a tumbarme en la cama para hacer el amor una vez más y luego nos dimos un baño.
****
Llevé a Ian al mismo restaurante vegano donde había ido con Claudia. Él no lo admitió, pero sé que le gustó. Traté de hablar un poco con él sobre cosas banales, algo más allá del proyecto y sus hermanos.
—¿Cuál es tu comida favorita? —continué con mi interrogatorio.
—Hamburguesas, las de verdad —dijo señalándome la deliciosa hamburguesa de lentejas que tenía en la mano. La cual devoraba.
—En este lado no lo creo, la carne es terrible. En Almarzanera sí, hay un puesto en el boulevard que tiene las mejores hamburguesas de esa dimensión y de esta. Tiago y yo las comemos en secreto, mi madre no nos deja.
—Tu madre no les deja muchas cosas.
—La verdad no... igual hacemos lo que queremos, muchas veces se entera y se hace a la loca. No congeniamos en muchas cosas, pero igual la quiero. Ella me quiere también... creo. Fui su hija menos deseada. Mis padres querían un varón y este les vino en combo.
—Si pudieras elegir quedarte en una sola realidad, ¿cuál elegirías? —él me preguntó a mí.
—Lo he pensado mucho. Antes creía que si me moría en un lado moría en el otro también. Pero si no lo hacía...—pensé un momento—. Es difícil. Como lugar prefiero Almarzanera, pero no podría dejar a mi papá de aquí. Si lo pudiera llevar, sería la vida ideal.
—De momento no podemos hacer eso, pero quien sabe y si siguen experimentando con nosotros logremos llevar a otras personas. En los últimos diez años hemos logrado muchas cosas, como acceder a otra dimensión además de las dos gemelas.
—Genial, pero, no quiero hablar del proyecto, quiero conocerte más a ti, como persona, no como el experimento de una corporación secreta.
—Eso va a estar difícil. Mi vida gira en torno a eso... las dos —consideró metiéndose una papa frita a la boca.
—¿Entonces en qué realidad preferirías quedarte? —continué con las preguntas.
—La T cincuenta y dos, sin duda. Aunque todos en ese pueblo me odien.
—Solo los adultos te odian. En el colegio eres el tema de conversación y el chico más genial del momento. Hasta Tiago se puso celoso porque la atención no se centra en él. ¿Y cuál es tu libro favorito? Es decir, ¿lees?
—Sí, me hacen leer al menos dos libros por semana desde que aprendí a leer a los dos años. —Me ahorré comentarios, no le iba a dar el gusto de llamarlo genio o algo así—. La teoría del todo, supongo. Es sencillo y entretenido.
—Ay, por favor. —Puse mis ojos en blanco, Ian no podía ser tan pretencioso—. Dime tu libro favorito de verdad. Novela, cuento, algo...
—No he leído de eso. —Volcó la atención a su comida y si no fuera porque sabía lo orgulloso que era, que habría pensado que se había avergonzado un poco—. Los libros que me dejaban leer solo eran de ciencia, filosofía o algo que amplié mi mente. Sin embargo, si he leído comics. Muchos de hecho. En el otro lado. Ahí no tengo un control tan estricto y los descargaba sin que me vieran. En la noche los leía fingiendo que estudiaba.
—Eso es adorable —se lo dije y me gané una mirada de odio—. Luego del cine te llevo a una librería, hay una cerca del estudio de tatuajes. Siempre iba a ver títulos, y luego los compraba usados o piratas en el mercado de contrabando. Ahora iré a comprar uno de ahí. —Consideré—. Te haré buenas sugerencias.
—Con que no sea romance...
—¿Qué tiene de malo? —le reclamé. No es que el romance fuera mi genero favorito, pero no me gustaban los prejuicios literarios.
—Nada, pero imagino que pasa igual que las películas. Le llenan la cabeza a las niñas de ideas irreales y terminan enamorándose de un psicópata.
—Oh, eso crees que va a pasar conmigo —lo reté.
—Tal vez no soy tan buena persona.
—No creo —dije tajante—. Tengo un buen instinto para las personas, y contigo me siento demasiado cómoda. No eres una mala persona.
—Bueno, cuando te llene de tatuajes no te quejes —sonrió.
—Uy... malísimo, ¿qué sigue? ¿Poner una bomba en el centro de la ciudad?
—En las torres de 3IE, no me quejaría —dijo en voz un poco baja.
—Entonces...—volví a agarrar mis cubiertos y traté de retomar la conversación normal—. No libros de amor, ¿pero sí películas?
—No creas que nos prohibían todo. Teníamos momentos de esparcimiento. En la sede de Londres había una mini sala de cine. Cada semana elegíamos algo para ver. Diana, o Katherine, como se llama en el otro lado, siempre elegía las comedias románticas o alguna de princesas. Era una película cada sábado por la tarde. Luego la sala se mantenía cerrada. Obviamente las puertas cerradas no son obstáculos para nosotros, así que nos metíamos a ver películas casi todas las noches. Los del proyecto jamás se enteraron. Ahora ya les da un poco igual lo que mire o haga, supongo que ya cultivaron mi mente lo suficiente.
—Bueno, llenar la mente de conocimiento no es lo mismo que madurez, a veces eres como un niño.
—Tú también —me reprochó.
—No lo niego. Míralo por este lado, de niño fuiste un mini adulto acartonado y ahora podrás recuperar tu infancia. Será divertido llevarte a hacer cosas, en ambos lados.
Ian sonrió, y esa respuesta fue suficiente.
***
Compré boletos para una película de Disney. Por el horario, éramos los únicos adolescentes entre familias con niños. Ya auguraba demasiada bulla en la sala para poder disfrutar la película. Igual no importaba, quería estar en compañía de Ian.
Nos sentamos hasta el fondo y no vimos nada de la película. Aprovechamos la oscuridad de la sala para comernos a besos, ni los gritos de los niños nos interrumpieron. Las luces volvieron a encenderse antes de darnos cuenta.
—La película parecía interesante —dije al desalojar la sala.
—Podemos verla de verdad en mi casa —sugirió.
—Creo que en tu casa menos la vamos a ver.
Al salir del centro comercial, ya era casi de noche. Tomamos el tren hacia el área cuarenta y nueve y llevé a Ian a la librería. Me emocioné yo más que él. Tomé un libro y por la costumbre lo devolví a su lugar después de revisarlo. Entonces Ian me recordó que podía comprarlo y en un santiamén terminé con una canasta llena.
No sé si lo aburrí. Escogí muchos títulos de fantasía y aventura para él, segura que eso le iba a encantar, incluso alguno que hablaba de multiversos. Lo cual era irónico.
—Tengo una cliente esperándome en el estudio —me avisó luego de un rato, mientras yo revisaba la hermosa portada serigrafiada de una saga de siete libros—. Sigue comprando y cuando acabes ve a buscarme.
—Sí, tú ve, yo te alcanzo —le respondí sin despejar la vista de los libros. ¿Hacía cuánto que no podía comprar uno de tapa dura y nuevo? ¿Tres años? ¿cinco? Cuando mi padre no estaba enfermo y ganaba relativamente bien. Al menos lo suficiente para darme unos caprichos.
Muchos de esos libros no existían en Almarzanera. Debía ir hasta Valermo a comprarlos y la variedad no era mucha. Por eso Maya no leía con frecuencia.
Mis bolsas estaban tan pesadas que tuve que llevar los libros en la mano. Agradecí que el estudio de tatuajes estuviera en la misma galería que la librería y que contaba con Ian para cargarlos luego hasta mi casa.
Tuve que empujar con un pie la puerta del estudio de tatuajes y Antonio, uno de los tatuadores se apresuró a ayudarme.
—Ian, tu novia llegó —le gritó.
Noté cierta cizaña en su voz. Ya estuve por corregirlo, cuando vi hacia la silla de Ian. Tatuaba a una chica en la espalda baja y otras dos la acompañaban. Dirigieron su atención hacia mí al escuchar a Antonio. Por eso preferí solo agradecerle y me fui a sentar.
Las chicas no se veían contentas, una me miró y le cuchicheó algo al oído a la otra. Era fácil adivinar que tenían alguna intención con Ian y cambiaron su actitud al verme. Ian me miró también y no se notaba por el barbijo, mas sus ojos delataban que se reía.
Me puse a leer uno de los libros mientras lo esperaba.
***
Nos dividimos los libros a la mitad camino a la estación de trenes. Aunque afirmar que fue exactamente la mitad, sería una mentira. Le di a él los más pesados.
—Eso fue interesante —me dijo cuando por fin abordamos el tren. A esa hora iba tan vacío que pudimos darnos el lujo de acomodar los libros en un asiento.
—¿Qué?
—No corregiste a Antonio cuando dijo que eras mi novia.
—¿Eso dijo? No lo escuché —me hice a la desentendida.
—Sabes bien que lo dijo y que las chicas a las que tatué te pusieron celosa.
—Bueno, soy tu novia o algo así ¿no? —dije esquivando la mirada, esperando nerviosa su contestación.
—Sí, eso eres —entrelazó sus dedos con los míos y mantuvo su mirada fija en mi mano—. ¿Y en el otro lado?
Rayos... tenía que arruinarlo.
—Sophie es una cosa, Maya es otra. Sabes que ella está con Steve.
—Que termine con él —determinó.
—No es tan sencillo. A él lo conocí antes y ...
—Exacto —me interrumpió —. Lo conociste antes, solo eso. ¿Si me hubieras conocido antes, en serio crees que estarías con él??
Una pregunta difícil, para la cual no tenía respuestas. Era una situación tan extraña que no sabía cómo actuar.
—Mira, no quiero traer los problemas de allá acá.
—No son problemas de allá, es algo que nos afecta aquí y ahora.
—Entiende que nunca había conocido a la misma persona en ambas dimensiones, menos... bueno ya sabes, había sentido algo. Es muy confuso. ¿Puedes darme algo de tiempo? —le pedí.
Ya esperaba que me diera una negativa, mas tomó aire y se acomodó en su asiento.
—Está bien. Piénsalo. Mientras tanto Ian será tu novio y Aaron solo tu amigo. Hasta que te des cuenta de lo que debes hacer —dijo arrogante.
No pude evitar sonreír. No estaba segura de qué decisión tomaría Maya, pero en ese momento, Sophie era feliz y me permití disfrutar esa sensación.
****
Bueno, un capi un poco romántico. espero que les haya gustado.
¿Qué decidirá Maya? y pues ya le toca ir a Almarzanera donde tiene demasiadas cosas.
Decidir sobre Steve, hablar con Tiago, practicar su canción con Daria....
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