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La luna roja

Almarzanera, 5 horas antes del eclipse

Mi cuerpo estaba mojado por el sudor, el vestido se me pegaba, al igual que mi cabello a mi rostro. Seguía en esa prisión. Apenas abrí los ojos, la luz era muy tenue, palpé el suelo y encontré la botella de agua que me había dejado mamá. Estaba tibia, igual sirvió para hidratarme. Me apoyé contra la pared, sentada en el suelo.

—Por favor, ayuda, sáquenme de aquí —se escuchó un lloriqueo cansado.

—¿Quién está ahí? —pregunté asomándome a la reja, afuera solo se veía un pasillo estrecho de piedra.

—¿Maya? —reconocí a mi hermana.

—¿Daria? ¿Estás bien? ¿dónde estás?

—No sé, desperté en una celda. He gritado por horas.

Asomé mi rostro lo más posible a la ventana, mi hermana estaba en una celda contigua.

—¿Por qué te trajeron? ¿Recuerdas algo?

—Estaba con el padre Vincenti, en su oficina. Me llamó para que hablemos de mi ingreso al Círculo. Me dio algo de beber y no recuerdo más. ¿Él nos hizo esto?

—Es parte de esto junto con mamá, papá, Coral. Van a traer algo que no deben a esta dimensión a la media noche. El Círculo no es lo que aparenta.

—¿De qué hablas? No entiendo, tengo miedo.

—Yo también. Pensaré qué hacer ¿sí?

Escuchamos un ruido metálico y una puerta abrirse, alguien llegó hasta mi ventana. Por las rejas distinguí una figura alta, de un hombre, vestido con una túnica roja y lo que parecía ser el cráneo de alguna criatura con pico alargado y colmillos... ¿Un carroñero?

—Sal, ya es casi hora —me dijo metiendo una llave a la cerradura.

—¿Steve? —pregunté con miedo, creyendo haberlo reconocido.

—Vamos Maya, las ceremonias previas al eclipse van a comenzar. —Abrió la puerta de la celda y me jaló afuera. Caí al suelo. Estaba muy débil. No sabía qué me habían inyectado, o hecho, pero apenas y razonaba con claridad. Miré hacia arriba, distinguí la sonrisa de Steve por debajo del cráneo. Se agachó y me hizo incorporarme hasta su altura jalándome del cabello.

—¿Por qué tuviste que llegar a esto por las malas? Fui muy bueno contigo —me dijo acercando su boca a mi oído.

—Me dijiste que me amabas. Y que estarías para ayudarme siempre.

—Sí, y aquí estoy. Ayudándote a cumplir tu objetivo. Dejarte ir fue mi acto de desprendimiento, pero cuando esto acabe, voy a reclamar mi recompensa por mi fidelidad al Círculo. —Me jaló más hacia él, con torpeza. Me obligó a incorporarme y me llevó casi a rastras por el pasillo hacia la puerta.

—¡¿A dónde la llevas?! —Daria gritó colgándose de las barras de su celda. Steve la ignoró, salimos de ese lugar hacia otro pasillo oscuro y subimos por unas escaleras en espiral que parecían no acabar nunca. Mis pies estaban lastimados y mis rodillas raspadas. Steve me había agarrado tan fuerte por el brazo que cuando me soltó, sus dedos quedaron marcados.

Llegamos a la parte más alta del lugar. Parecía una torre. El tipo de pierda con el que las paredes y suelos estaban construidos me indicó que nos encontrábamos en la mansión del Círculo.

El lugar era muy grande, justo al centro, elevado a metro y medio del suelo, se encontraba una silla de piedra gris, parecida a un trono, justo frente a una mesa del mismo material. Steve me levantó y me colocó sobre esta. Pude vislumbrar que tallada estaba el símbolo del semi círculo. De espaldas miré hacia el techo. Podía ver el cielo en sus tonos naranjas característicos del crepúsculo a través de un agujero perfectamente circular en el techo.

Del mismo altar de piedra, Steve jaló unas cadenas, que terminaban en correas y comenzó a asegurar mis muñecas. Cuando fue por mi muñeca izquierda notó el anillo de compromiso en mi dedo anular.

Se acomodó sobre mí, con sus rodillas a cada lado de mi cintura.

—¿Dónde está tu novio ahora? —preguntó con satisfacción.

—Oye deja al portal en paz. —Miré hacia el frente, había otra entrada diferente a la cual habíamos usado. Cinco personas, hombres y mujeres con el mismo atuendo rojo y el cráneo a modo de máscara fueron subiendo. Uno con voz varonil y joven fue quien habló.

—Solo la estoy preparando —Steve se levantó y procedió a asegurar mis tobillos.

—Luego reclamas a mi hermana. Cuando hayamos cumplido. —Una de las mujeres que estaba ahí, era Coral.

Supuse que el resto eran jóvenes del Círculo. Entre las chicas, me pareció escuchar a la hermana de Sabrina y los chicos se me hacían familiares. Ex compañeros de colegio, tal vez.

—A tu padre más le vale cumplir. Demostré mi fidelidad y me prometió a tu hermana para ser oficialmente miembro de una de las familias fundadoras —le dijo Steve a mi hermana.

—Debiste escoger a Daria —le respondió ella. A mi alrededor los demás movían cosas, no distinguía qué. Escuché un fuerte ruido de cadenas y frente al alatar, levantando la cabeza, logré ver que se abría una fosa en el suelo.

—Ella era muy fácil, no me hubiese servido como prueba de desprendimiento. Pero vi que es la tuya, ¿por eso la tienes ahí abajo?

—Sí. —Coral se acercó a mí, con una jeringa en las manos.

Con las fuerzas que tenía me retorcí, para evitar que me inyectara. Steve y otro chico más me sostuvieron con fuerza y sentí como ese líquido invadía mis venas.

Fue como tener un arranque de adrenalina. Una corriente eléctrica recorrió de manera dolorosa todo mi cuerpo. Pude sentir cómo mi conciencia era absorbida y traspasaba el velo, atravesando a mucha velocidad el espacio interdimensiones para caer sobre el cuerpo de Sophie.

Scielo1, 2 horas antes del eclipse

Mi cuerpo no estaba sudado, ni sobre una superficie de roca. Al contrario, me encontraba recostada sobre una suave cama.

La habitación estaba alumbrada con una luz artificial. A mi lado derecho tenía una mesita con una lámpara y a la izquierda un peinador con espejo.

Al frente había una puerta y por más que busqué al rededor, no divisé una ventana.

—Sophie, ya va a ser hora, debes irte preparando. —Amada entró en la habitación, jamás la había visto tan arreglada. Su cabello negro y canoso recogido en un sofisticado peinado, adornado por una hebilla en forma de flor dorada y un elegante vestido rojo, de un diseño diferente, pero del mismo color que el de los vestidos de mi madre, Coral y las otras chicas del Círculo.

En manos, llevaba un vestido blanco, largo, sencillo. Me lo mostró y me indicó que debía ponérmelo.

No podía teletransportarme, más me encontraba en mejores condiciones que Maya. Pensaba con más claridad y podía moverme sin dificulta. Solo tenía un poco de sueño y ligeras ganas de vomitar.

—Amanda, si hago esto dejarán a mi padre en paz. Me dejarán a mí en paz, ese es el trato.

—Por supuesto cariño. No tienes de qué preocuparte. Eres una chica especial, con una misión especial, gracias a ti el mundo será otro. Deberías sentirte orgullosa.

Permaneció en la habitación vigilando que me cambiara y cuando ya tuve el vestido puesto, que me quedaba un tanto apretado, me hizo sentarme frente al peinador. Recogió mi cabello en una trenza francesa. Me pasó un labial rojo que puse en mis labios y me ayudó a delinearme los ojos.

—Debes verte hermosa para esta ocasión. Todos están ansiosos por conocerte. —Con la yema de sus dedos alzó mi mentón y me observó llena de orgullo—. Eres tan parecida a tu mamá. Ella era mi sobrina ¿sabes? hija de mi hermano. La quise como a una hija, como te he querido y cuidado a ti.

La seguí afuera. No iba a hacer ningún intento por escapar. ¿Un plan? No tenía un plan. Solo aceptar mi destino para al menos salvar a mi padre en esa dimensión. Lo que sucediera en la otra era incierto.

Nos encontrábamos en el piso más alto de un rascacielos, que coincidía en ubicación geográfica con la mansión del Círculo en Almarzanera, así que estábamos casi sobre el mar. Atravesé un pent house donde se celebraba una lujosa fiesta, que habría pasado como aquellas de la alta sociedad de la ciudad que acostumbraba a ir, de no haber sido porque todos los invitados vestían de rojo y llevaban las mismas máscaras, hechas de cráneos de carroñeros. Exactamente iguales a las de Almarzanera.

Mientras avanzaba, todos se abrían paso. Llegué al final del salón. Había un altar circular de madera y en la cabecera, un hombre fornido apoyado en un elegante bastón negro. No veía su rostro debido a la máscara, mas todo en él me indicaba que se trataba de Franz Ayala. A sus costados, otros dos hombres se acomodaron.

Amanda me ordenó recostarme sobre el altar. Subí a él, con la atención de los presentes clavada en mí.

Dos mujeres se aproximaron con solemnidad y tal como había hecho Steve, me sujetaron las muñecas y los tobillos, inmovilizándome.

—La portal ya está en posición en ambos universos. —El hombre a la cabeza habló.—Como líder del Círculo, daré ejemplo de compromiso, lealtad, desprendimiento y subordinación, ofreciendo mi cuerpo material como avatar para el Demiurgo, creador de todos los universos. El proceso de purificación mío y de la portal fue completado. Esperaremos el inicio del eclipse y con la luna roja el puente será instaurado.

Miré hacia arriba. En el techo también había un agujero perfecto, y como ya era de noche, la luna más grande que recordaba haber visto se fue asomando.

—Solo intenta dormir—Amanda vino a mi lado, con su máscara puesta. Nublé la mirada, esperando lo que tuviese que pasar; tal vez me inyectarían al igual que en Almarzanera. La luna ya estaba cada vez más en posición, alineándose con el hueco sobre mi cabeza.

La gente a mi alrededor se fue abriendo al rededor del altar. Para esperar el eclipse. El silencio era sepulcral.

De pronto, murmullos.

¿Ya era el momento? La luna no estaba exactamente sobre mí y el eclipse apenas empezaba.

Movimiento. Voces, la gente se encontraba inquieta, y de golpe... un disparo distante.

Los tres hombres que dirigían la reunión llamaron a la calma, mas un segundo disparo causó conmoción. No podía ver qué pasaba, la gente corría, algunos gritaban y las palabras de los líderes ya no se escuchaban.

Mi instinto de supervivencia me indicó que escapara, así que traté de soltar mis muñecas, como era tan delgada, logré que una resbalara por el cuero. Me incorporé a medias para tratar de soltar mi otra mano y pude ver como Sam, Daniel, Diana, Emily y cuatro hermanos más de Ian se materializaron en la fiesta. Todos con armas en la mano.

Divisé un par de personas en el suelo, de atrás mío, miembros de Círculo, incluyendo al líder, avanzaron apuntando con sus armas también. Un disparo le llegó a la nuca de uno. Miré detrás mío, Marcus era quien le había apuntado perfectamente a la cabeza.

El salón casi se había vaciado. Los hermanos de Ian habían entrado a acabar con todos. No solo ellos, sirenas de policía se escucharon también. Seguro los primeros disparos los habían alertado.

Con desespero, quise abrir la correa que todavía aprisionaba mi brazo derecho, cuando el frío cañón de una pistola semi automática presionó contra mi frente.

—Mira lo que estuviste por ocasionar muñequita. Todo porque el estúpido de Ian quiso jugar a la casita contigo.

—Marcus, no...—le pedí.

—Sólo tómala —uno de sus hermanos, de los mayores al que no había visto más que una vez, caminó de espaldas hacia nosotros, apuntando al frente.

Antes de cerrar los ojos y esperar el disparo miré a los que estaban a mi alrededor. Sam tenía un rostro triste y me evitaba cínicamente, a diferencia de Emily, quien me contemplaba directo a los ojos. Marcus parecía muerto de dicha. Esperé el disparo, lo escuché, el frío metal ya no tocaba mi frente y una mancha carmín comenzó a crecer en mi vestido, justo debajo de la cabeza de Marcus que había caído apoyada sobre mi vientre. Emily tenía su arma, aun apuntando hacia nosotros.

—Llévatela de una vez —dijo en voz baja y lo siguiente que percibí fue el aire frío de la calle.

Mis brazos rodeaban el cuerpo de Daniel. Se separó de mi para comprobar que estuviera bien.

—Daniel, ¿qué pasó?—no perdí tiempo al preguntarle.

—Evité que te maten, eso pasó. Pero no por mucho. Mis hermanos deben estar buscándonos.

—¿Y Emily?

—Ella estará bien. Necesito que me digas donde está Maya.

—En la mansión del Círculo, en una de las torres. Daniel, ¿dónde está Ian?

—Él sigue en la cámara, con mi padre. Iremos luego por él. Iré por Maya primero. Mis hermanos intervendrán ambos rituales en ambas dimensiones, pero no confíes en ninguno, tenemos la orden de matar a todos, sobre todo a Maya.

—No puedo transportarme, pero ando yendo a una dimensión y al otra a cada momento y Maya no puede moverse...—le intenté explicar, de nuevo sentía que me iba a desvanecer y si eso pasaba, despertaría como Maya, seguro tras horas de haber permanecido dormida.

—Es efecto del eclipse. Me pasa, pero puedo controlarlo mejor que tú. Seguro te inyectaron adrenocromo.

—Daniel, voy a desmayarme—le advertí.

—Está bien, voy a llevarte a un lugar seguro. Por favor no confíes en nadie en Almarzanera, nadie —recalcó—. Espera a que yo llegue.

Almarzanera, una hora y media antes del eclipse

Seguía sobre el altar de piedra. En fila ordenada, los miembros del Círculo fueron entrando. A un costado las mujeres y al otro los varones. Al último entraron tres hombres. De inmediato reconocí a mi padre, a su derecha estaba el padre Vincenti y a su izquierda otro sujeto que en ese momento no distinguía quién podía ser.

—Daremos inicio a la reunión más importante del Círculo. Después de doscientos treinta cinco años, tras generaciones de visionarios que fueron dejando descendencia cada vez más fuerte, después de siete avatares que fueron el vehículo para los siete arcontes. Por fin hoy, con la llegada del Demiurgo a las dos realidades hermanas, lograremos el inicio de una nueva era, lograremos el tan ansiado Estado Utópico, donde los seres celestiales caminarán entre nosotros, purgando a los mundanos impuros. Un nuevo orden mundial empieza. Hoy cerremos el círculo de los siervos fieles, quienes basados en nuestros cuatro pilares demostrarán ser dignos de pertenecer a este mundo nuevo —después de hablar fue a acomodarse en el trono arriba mío. El padre Vicenti tomó la palabra.

—Representante de la familia Vinelli —llamó, y una mujer dio un paso al frente, por la voz y su complexión, me pareció que se trataba de la madre de Grecia.

—Mi acto de desprendimiento, el último pilar que me faltaba completar para cerrar el círculo, fue dejar ir a mi única hija, Grecia. Me fue arrebatada por la gente del proyecto Transalterna, pero decidí dejarla ir porque no era una muchacha digna del Estado Utópico. Ahora ella será eliminada como el resto de mundanos. —Regresó a su lugar.

—Representante de la familia Serra —Vincenti llamó a mi madre.

—Como último miembro de la familia Serra, cierro mi círculo con el pilar del desprendimiento. Habiendo dejado ir a mi hija más pequeña, Maya, para que hallara su propio camino de purificación y a mi único hijo varón, Tiago. Contaminado también por ese proyecto mundano, que nos arrebató a nuestros niños portales y ahora acepto que él no es digno de pertenecer al Estado Utópico.

No me sentía sorprendía a esas alturas. Mi madre sabía perfectamente lo que había pasado con Tiago. Y respecto a mi... me hacía sentido. Dos años atrás el padre Vincenti me había explicado que la expulsión de mi padre de su casa, era una prueba de desprendimiento. Y así era, mas no para mí, había sido una prueba para mi madre.

—Nuevo miembro, Steve Miller. ¿Qué acto lo hace digno de pertenecer al Círculo?

Steve dio un paso al frente y comenzó a hablar.

—Fui directamente invitado por nuestro líder André Dumas, prometido a su hija Maya Dumas para ser un miembro oficial de las familias fundadoras. Y mi acto de desprendimiento, fue dejar ir a mi prometida para que ella siguiera su propio camino de purificación.

—Ahora, nuestra joven promesa, la miembro más joven que ha cerrado el Círculo y orgullosa descendiente de dos de las familias fundadoras: Coral Dumas —Vinceti presentó a mi hermana.

—Mi subordinación y lealtad al Círculo es tanta que he decidió realizar la prueba máxima de desprendimiento. Con un sacrificio de carne, de la persona más importante para mi.—Coral señaló la puerta y un chico hizo pasar a mi hermana Daria, quien lucía aterrada. Llevaba un vestido blanco como el mío y las manos esposadas hacia adelante—: Mi hermana gemela.

—¡No! espera, no —mi madre se abrió paso, rompiendo el orden en la que las mujeres se acomodaban en media luna a mi alrededor—. No hablamos de esto —le reclamó a mi hermana.

—Representante de la familia Serra, regrese a su lugar —el tercer líder le ordenó. Mi madre volvió a abrirse paso, esta vez hacia mi padre.

—André, por favor, no hablamos de ningún sacrificio de carne.

—Eso es decisión de Coral —con frialdad le respondió.

—Última vez, representante de la familia Serra, regrese a su lugar.

Coral tomó a Daría del brazo y la llevó hacia el borde de la fosa frente al altar. Intuyendo lo que iba a hacer intenté deslizar mi mano por la correa.

—¡No! ¡Coral, no lo hagas! —le grité.

—No te inmiscuyas —Me ordenó mi padre.

—Coral por favor, si esto es una broma de iniciación, no es graciosa. —Daría pidió suplicante.

Coral abrazó a su gemela como respuesta.

—Hermana, eres lo más importante para mí. ¿Lo sabes verdad? Eres a la persona más importante en mi vida. Por eso debo hacer esto. —Se soltó de golpe y sin previo aviso empujó con fuerza a Daría hacia la fosa.

—¡No! —grité. Recuperé fuerzas de donde pude, mi primera intención fue transportarme hacia a la fosa y sostener a mi hermana antes de que cayera. No pude hacerlo, seguía atrapada en mi lugar.

Los gritos desgarradores de Daria se escucharon entremezclados con gruñidos y garras despedazando la carne. La fosa no estaba vacía, el sonido correspondía a carroñeros.

—¡No! ¡eso no! ¡No era el trato! —el silencio de mi hermana fue seguido por el grito doloroso de mi madre, quien se despojó de su máscara y lloró con desespero al borde de la fosa, observando lo que debía quedar de su hija.

Mi padre se levantó del trono y caminó con paso firme hacia mi madre. La levantó con violencia de la túnica.

—¡Sigues sin estar preparada! Y nunca vas a estarlo. Si no es tu hermana, es a tus hijos a quienes pones por encima del Estado Utópico.

—¡Papá! ¡No, por favor! Déjala, deja a mi madre, voy a hacer lo que quieran, todo, pero por favor déjala ir —le supliqué.

—¿Si lanzo a tu madre vas a sufrir? —dio media vuelta hacia mí, sosteniéndola del cuello al borde de la fosa.

—Sí, y sé que tú también. Por favor, que se quede con los mundanos.

—El sufrimiento es el mejor camino a la purificación —me respondió soltando el cuello de mi madre y dejando caer su cuerpo al mismo destino de Daria.

Solo mi desesperación se acallaba entre las paredes de piedra de la torre.

Los gritos de mi madre y hermana al ser comidas vivas, lo escucharé en mis pesadillas el resto de mi vida.

— ¡Compromiso! ¡lealtad! ¡desprendimiento y subordinación! Cuatro pilares. Quienes no los cumplan no pueden ser parte de esto ¿no lo entienden? —mi padre le gritó a todos. Pese a usar máscaras, se notaba el nerviosismo en varios. Excepto en Coral, quien seguía parada firme y segura. Podría apostar que había una sonrisa sádica en sus labios—. Quienes no estén dispuestos a poner el Estado Utópico y la lealtad al Círculo por encima de sus propios hijos, puede irse ahora.

Liam... ¿dónde estaba? ¿Por qué no llegaba? me había dicho que me buscaría y no aparecía. Miré al cielo, la luna estaba bastante más atrás que en Scielo1. Eso significaba que faltaban varios minutos para que Liam y sus hermanos irrumpiesen en Scielo1.

Como si nada hubiera pasado. Vincenti siguió llamando a los miembros nuevos, preguntándoles su acto de desprendimiento.

Yo no podía dejar de llorar. Me sentía impotente e inútil. Seguía ahí, atada a ese altar, pudiéndome mover a penas. Esperando ser rescatada. Hasta que finalmente sucedió.

Un sujeto con la vestimenta del Círculo que no estaba en la sala, irrumpió y fue directo a avisarle a mi padre lo ocurrido en Scielo1. Y tal como había pasado ahí, los hermanos de Aaron irrumpieron para detener el ritual.

Entraron a disparar a quema ropa. La gente del Círculo trató de escapar por las escaleras, en la huida y los empujones alguno cayó a la fosa de carroñeros. Mi padre se puso a resguardo de las balas detrás del trono de piedra. Yo seguía inmovilizada.

No divisaba a Liam en todo el caos. Siete de sus hermanos remataban a miembros del Círculo que permanecían en el salón, y de pronto lo vi.

Aaron subió por las escaleras del frente, con su arma en mano.

—No dejen que ninguno escape—le ordenó a sus hermanos y ellos se desvanecieron, seguro a inspeccionar el resto de la mansión.

—¡Aaron!— lo llamé. El salón ya estaba vacío, vivos, solo estábamos él, yo y mi padre, quien seguía resguardado detrás del trono. Pero con Aaron ahí, sabía que todo estaría bien.

—Tranquila —me dijo sonriendo, se acercó a liberarme y como pude lo rodeé con mis brazos. Él me respondió acariciándome la cabeza.

—André, sal de ahí —dijo. Me separé de él y miré hacia atrás, mi padre salió de su escondite, empuñando un revolver.

Bajé del altar y me coloqué detrás de Aaron.

Entonces Liam apareció, a nuestro costado derecho.

Lo miré, transmitiéndole tranquilidad.

Él negó con la cabeza, y me hizo un gesto para que fuera hacia él.

Aaron, quien no quitaba la vista de encima a mi padre, me agarró de la muñeca.

—Quédate a mi lado —me pidió.

—Maya... recuerda lo que dije en Scielo1, no confíes en nadie—me dijo Liam.

No lo entendía.

—Liam, no te metas —le dijo Aaron.

—No era el trato. Déjala ir—respondió Liam y tanto yo, como mi padre, que seguía apuntando a mi novio, estábamos confundidos.

—¿Cuándo lo vas a entender? Ustedes no son más que simples herramientas y no tengo nada que negociar con herramientas. Si no me son útiles se vuelven descartables.

—¿Aaron, de qué estás hablando? —le pregunté.

No me respondió. Seguía con la mirada fija en mi padre.

—Maya, no es Aaron —me advirtió Liam.

—André, ya baja el arma. Tienes esto perdido. No lo lograste. En la dimensión T51 ya desarmamos todo su circo. Yo desmonté todo tu circo.

Jalé mi mano y me alejé con piernas temblorosas de Aaron.

En un movimiento rápido, él volvió a agarrarme, cerró su antebrazo alrededor de mi cuello y me apuntó con el arma.

—Baja el arma o acabo con tu portal —amenazó a mi padre.

Él no se inmutó.

— Matthew Hide... así que finalmente lo lograste. Usaste a tus experimentos para regresar. Igual sigues siendo un mundano. Que necesita de experimentación y trampas intentando ser igual a nosotros.

—¿Igual a ti? ¿Un simple avatar? Yo tengo veinte avatares disponibles y la posibilidad de viajar a todas las dimensiones. Tú solo eres el sirviente de un ente. Solo servirás como recipiente sumiso de un ser.

—Seré un dios.

Mientras discutían fue recuperando algo de fuerza, trataba de arañar el brazo de Aaron para soltarme, él no cedía, era muy fuerte. Giré la vista hacia Liam, quien se mantenía quieto. Nos comunicamos con la mirada. Dejé de luchar contra el brazo de Aaron y me quedé quieta. Liam desapareció de su lugar. Apareció a mi lado, me tomó de la mano y cuando quiso teletransportarme caímos al suelo con el sonido de un disparo. Aaron, o más bien, el señor Key en el cuerpo de Aaron, le había disparado en el hombro. Herido, Liam intentó tele transportarnos de nuevo, pero un disparo en el entrecejo lo detuvo.

—¡Liam!—llamé su nombre, me puse de rodillas a su lado. Sus ojos permanecían abiertos. El orificio de entrada de la bala en su frente no parecía la gran cosa, pero debajo de él se estaba formando con rapidez un charco de sangre. No necesité revisar sus signos vitales para darme cuenta que estaba muerto.

—¡Maldito chico! —le gritó su padre—. Después de Aaron tú eras el mejor prospecto de avatar.

Ese momento de lucha, sirvió para que mi padre tomase control de la situación, se acercó lo suficiente para pegar su arma a la nuca del cuerpo de Aaron.

—Se acabó, intenta teletransportarte y dispararé antes de que desaparezcas —le dijo mi padre, amartillando el revólver, preparándose para disparar.

—¡No papá! —lo detuve. Como pude me levanté del piso—. Por favor, no lo hagas, si le disparas matarás a Aaron también.

—¿Y en qué momento eso sería una preocupación para mí? —me respondió con un deje de ironía.

—Todavía no ha terminado el eclipse —le señalé la ventana de la torre. El cielo nocturno estaba más oscuro de lo normal, porque la sombra de la tierra ya empezaba a cubrir la luna—. Déjalo ir y yo voluntariamente subiré al altar, abriré el portal que necesitas y haré lo mismo del otro lado.

—No hay forma de dejarlo ir. —Me miró y regresó la vista a su arma.

—¡Espera! —volvía a detenerlo y sacando fuerzas corrí hacia la ventana. Me paré en el marco de esta, de espaldas hacia el mar. Estábamos a mucha altura, al menos ochenta metros sobre las olas que golpeaban el muro de la torre—. Vamos a intentarlo de otra manera. Me necesitas, dispárale y me lanzo.

—Maya, no hagas estupideces —mi padre trató de disuadirme, aterrado.

Ese segundo de distracción bastó para que el cuerpo de Aaron desapareciera y reapareciera justo al lado mío, a la distancia suficiente para empujarme con una sola mano hacia las rocas del arrecife.

Mientras sentía mi cuerpo caer, recordé cuando me lanzaba del acantilado con Grecia y mi hermano. Un juego que había sido divertido cuando podía teletransportarme. Pero ese no era un juego, y en ese momento había perdido mis poderes.


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