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El ritual de cumpleaños

Mis cumpleaños tenían un olor especial. El de Scielo1 era a los hot cakes de chocolate con fresas que mi padre hacía antes de que me levante.

Le di alcance en la cocina, ya había una torre de hot cakes sobre la mesa y él seguía preparando más. Ninguno de los dos sabía cómo preparar un pastel, así que en nuestros cumpleaños solo apilábamos los hot cakes, les dábamos un baño de jarabe de chocolate y le poníamos una vela.

Él se dio la vuelta cuando me vio llegar, terminó de cocer el hot cake que tenía en el fuego y se aproximó a abrazarme. Ambos seguíamos en pijama cuando apagué mi vela y pedí un deseo. Siempre pedía el mismo. Y sabía que jamás iba a cumplirse, pero ya era una costumbre.

—Tengo algo especial. —Me dijo acercándome un pequeño regalo que estaba sobre la mesa. Dejé el café que me servía a un lado y abrí el paquete con presura. Se trataba de una caja de terciopelo de joyería, adentro se encontraba un collar, la cadena era plateada y el dije tenía una piedra verde alargada. Era algo muy fino y bonito—. Era de tu mamá —habló antes de que yo replicara nada—. Se lo regalé cuando cumplió dieciocho. Yo le di el collar y ella me dio un mejor regalo, me aviso que estaba embarazada.

Por un instante no supe qué decir. Jamás había conocido a mi mamá, y de alguna forma sentía que la extrañaba ¿Puedes extrañar a alguien que nunca conociste? También caí en cuenta que ella había muerto a la misma edad que yo cumplía ese día. Su vida había sido corta, si es que no había tenido dos vidas como yo.

Desde que había hablado con Aaron ese día en el muelle, que muy en el fondo me creaba esa idea. No podía dejar de pensar en qué tal si ella tenía otra vida en la dimensión T52, vivía en la ciudad o en algún lugar en el mundo lejos de Almarzanera y no tenía idea de que su hija en Scielo1 tenía una segunda vida también ahí.

Tal vez era una fantasía muy absurda, así que quise quitar la idea de mi mente para no crearme ilusiones.

Me puse el collar y vi a mi papá feliz.

—¿Me parezco a ella? —le pregunté.

—Eres idéntica a ella. No solo en lo físico, tienes su mismo carácter, igual de terca y distraída.

—La amabas mucho ¿no?

—La única persona a la que he amado más en mi vida ha sido a ti. —Se levantó a traer un par de platos.

—¿Cómo la conociste? —lo distraje con mi pregunta. Casi nunca me contaba cosas sobre mi madre, o su familia, o nada de su vida y las personas que había conocido antes de que yo naciera. Siempre pensé que se trataba de un tema muy doloroso para él, por eso de niña había dejado de preguntarle; mas sentía que ya era hora de saber más sobre ella.

—En un hospital. —Fue como si se hubiese detenido un segundo en el tiempo y luego volviese a hacer lo que hacía—. Un tío mío estaba muy enfermo, ella era alumna suya en el colegio y lo fue a visitar el mismo día que yo y... no sé, me la encontré ahí y fue como estar soñando, era tan hermosa que no parecía real. Quise saber más sobre ella, conocerla, pero su vida era muy complicada y trataba de no involucrarse con nadie.

—¿Complicada cómo?

—Problemas familiares...—respondió inseguro—. Come antes de que se enfríen.

Me di cuenta que no quería seguir hablando del tema. Preferí no presionarlo o se sentiría fastidiado como Ian. Así que le sacaría la información de a poco.

Tener un día libre para pasarlo con papá era el mejor regalo para ese día. Durante la semana casi no podía hablar con él. Me iba temprano y regresaba tarde. Además de comer, nos sentamos a jugar videojuegos toda la mañana. Al medio día llegó Amanda, no solo me trajo espagueti para almorzar, sino varios elementos para hacerme un ritual de cumpleaños. Alguna cosa para atraer buena energía dado que me favorecían los astros.

Mi padre evitó hacer comentarios, solo me miró dándome a entender que Amanda estaba loca. Yo le seguía la corriente. Total, mi vida ya era lo suficientemente extraña como para que un ritual de magia me afectara en algo.

Despejamos el suelo frente al televisor y Amanda dibujo un símbolo con sal.

—Siéntate encima cariño —me ordenó.

Le hice caso, me senté encima intentando no destruir con mi trasero su diseño. Luego procedió a realizar un circulo de sal a mi alrededor. Dibujó varios símbolos más por fuera del circulo y por ultimo prendió un incienso, con un fuerte aroma dulce.

—Cierra los ojos, y solo concéntrate en el aroma. Relájate —me indicó. Yo le hacía caso, no era mi primer ritual de cumpleaños con Amanda.

Tras inhalar y exhalar repetidas veces, comencé a adormilarme. Estaba muy relajada, no sé cuánto tiempo estuve así, tal vez un segundo o unos minutos. De pronto sentí un golpe en la frente y fue como si despertara.

—Perfecto Sophie, ¿cómo te sientes, relajada no? Esto te ayudará a solo atraer buenas vibras.

Me levanté del circulo y fui a buscar una escoba a la cocina. Mi padre metía la comida al microondas.

—Menuda tontería, me susurró. Seguro es un tipo de canabis.

Con disimulo lo golpee en el brazo con el dorso de mi mano. Amanda de verdad creía en esas cosas y me las hacía con muy buena intención.

*********

—¡Perdiste! —papá me echó en cara por cuarta vez. Siempre que jugábamos a algún videojuego de peleas, él me destruía sin contemplaciones. Era demasiado bueno en eso.

—Es solo que tu practicas más —Me defendí.

—Porque paso demasiado tiempo aquí. Creo que ya es hora de volver a trabajar.

—¡No! —le solté de inmediato. Yo trabajo, tú te tomas la medicina y descansas. Es el trato.

—Sophie, no puedo seguir así por siempre, y ya estoy mucho mejor. Estos días no me he sentido ni cansado.

—No me importa. —Determiné—. Hasta que tus análisis no salgan perfectos, que tu única función será hacer el desayuno y jugar partidas de Fornite contra niños rata.

—Hazle caso —intervino Amanda—. Tú ya trabajaste para cuidarla diecisiete años, le toca pagar.

Mi padre no quiso responder. Sé cuánto le molestaba esa situación. Había dejado de trabajar definitivamente un año atrás, cuando su enfermedad empeoró; pero con el tratamiento era posible una recuperación; y si yo tenía que trabajar veinte horas al día para lograrlo, lo iba a hacer.

Fui a arreglarme. Debía estar en el Spice Club a las diez. Estaba emocionada y nerviosa. Nunca había tocado en un lugar así. Al club había ido un par de veces, cuando mis amigos lograron hacerme entrar casi a escondidas, esta vez entraría con toda legalidad.

Me puse unas botas de caña corta, unas medias negras, una falda y una camiseta de tirantes corta. Me maquillé de la forma en que a mi madre de Almarzanera le daría un infarto y me trencé la parte izquierda de mi cabello, dejando a la vista mi tatuaje. Si ya lo tenía, al menos debía lucirlo los fines de semana.

—No bebas mucho. —Suplicó mi padre al verme salir.

—Papá, cumplo dieciocho, sabes que no puedo prometer eso.

—Sí, sí, puedes. Voy a descompensarme si pienso que algo malo va a pasarte.

—Eso es chantaje.

—Lo es y funciona.

—Está bien....—volqué los ojos. Entendía los motivos de su preocupación—. No tomaré... mucho. Evan y los chicos me traerán de regreso, tengo el GPS encendido y te escribiré y mandaré fotos cada media hora. ¿Con esto es suficiente para que estés bien?

—No, pero no me queda más opción. —Me dio un beso de despedida.

Me puse mi abrigo, salí llevando un pequeño bolso y el estuche de mi guitarra.

En la entrada al club ya me esperaba Claudia, a quien había logrado convencer de ir. Iba un poco más arreglada de lo normal. Con el cabello suelto, un poco de maquillaje y distinguía unos skinny jeans por debajo de su abrigo blanco.

Para ser de noche, Scielo1 era una ciudad muy movida. El trafico estaba igual de colapsado que siempre y los miles de anuncios de neón en los edificios iluminaban más que los faroles de la avenida.

Orgullosa saqué mi identificación y se la mostré al guardia. Con dieciocho años ya cumplidos podía entrar a donde quisiese.

El sujeto la inspeccionó, codeó al otro guardia que cuidaba la fila que se iba formando y ambos rieron.

—De las mejores identificaciones falsas que he visto, pero aquí no entras niña —me dijo con una sonrisa burlona.

—¡No es falsa! Hoy cumplí dieciocho, y voy a tocar con la banda. —Enojada, les mostré mi guitarra.

—Esto no es una guardería niña. Si la policía hace una redada nos meteremos en problemas.

—Está diciendo la verdad. —Claudia abogó por mí.

—¡No soy una niña! ¡Llama al dueño! —le grité.

—Sophie, mejor llama a Evan....—Claudia notó que la gente empezaba a mirarnos y ella no quería hacer un espectáculo. Pero a mí me daba igual. Había esperado mucho ese día, para que me vengan a decir que mi identidad era falsa y parecía una niña.

—Sophie, aquí estabas.

Cerré los ojos con sufrimiento al escuchar la voz que menos esperaba. Como no... Ian estaba ahí. Me tomó del hombro y le dijo al guardia que yo estaba con él. No dije nada solo porque así me dejaron pasar, pero no le devolví ni la mirada. En cuanto atravesamos la puerta del club jalé a Claudia dela mano y me la llevé.

—¡De nada! —Escuché que me gritó Ian. Seguro se estaba riendo y se creía que me había hecho un favor.

Nos abrimos paso apenas entre la gente, todos bailaban creyéndose dueños del espacio y no solo había que empujarlos para que te dejen pasar, sino esquivar cigarrillos. Finalmente llegamos al área VIP, donde teníamos una mesa reservada para usarla antes y después de tocar.

Mis amigos ya estaban ahí. Recibí los abrazos de todos y Evan me extendió un trago.

—Tu primera bebida legal, disfrútala —me indicó a los gritos para que se le escuchara por el alto volumen de la música electrónica.

No sé si era porque al tener la edad apropiada para beber perdía el encanto de lo prohibido, pero el trago no me supo a nada. Incentivé a Claudia a servirse de la botella de Ron que teníamos en la mesa, cortesía de los dueños, y ella se negó. No lucía muy cómoda ahí. Pero eso fue nada a comparación de la incomodidad que yo sentí cuando Ian llegó a la mesa, fue saludado y también felicitado por mis amigos y se sentó junto a nosotros.

Recién noté como iba vestido, sin una chaqueta o chamarra de cuero como cuando nos cruzábamos en el tren, sino con una camiseta de manga corta que dejaba al descubierto sus brazos tatuados. No solo los tenía hechos en tinta corriente, sino que algunos brillaban con las luces ultra violeta del lugar.

—Lo único que me faltaba....—murmuré.

—¿Quién es? —me preguntó Claudia al oído.

—Nadie, un vago. Solo ignóralo.

Al poco rato recibimos una señal por parte de uno de los propietarios. Ya debíamos ir a alistarnos para tocar.

No me quedó otra más que dejar a Claudia sola en la mesa con Ian. Fui con mi instrumento hacia un camerino que tenían detrás del escenario, y mientras nos alistábamos hablé con Evan.

—¿Qué hace Ian aquí? —lo increpé.

—Yo lo invité. —Encogió los hombros.

—¿Por qué?

—Nos agrada, nos contó que también es su cumpleaños, y pensé que te gustaba.

—¡¿Qué?!—reaccioné—. ¡¿Estás loco?! no me gusta, ni me cae bien.

—Eso da igual, creo que tú sí le gustas. Es tu cumpleaños, tíratelo, date el gusto, y mañana ni le contestes al teléfono. Tómalo como un regalo.

—¿Eres estúpido? Es el peor regalo. Deberías preguntarme antes de querer emparejarme con alguien.

—¿De la misma manera en que tú me preguntaste sobre emparejarme con Claudia?—me miró directo a los ojos.

Touché...

—No es lo mismo. La invité porque es mi mejor amiga.

—Ian también es mi amigo. Si no lo quieres a él, al salir de aquí vienes a mi casa y coges conmigo. ¿Mejor? —preguntó con cinismo.

—Es mi cumpleaños, no el tuyo.

—Las decisiones sobre con quién van a coger hoy, discútanlas después —intervino Cristian—. Debemos salir ya.

Tocar la guitarra y cantar, para mí es como entran en trance, algo similar a lo que me sucedió con el incienso. Los nervios me carcomían, Evan nos presentaba y no podía quitar la vista de la mesa donde estábamos sentados. Claudia e Ian nos miraban con atención, estaban sentados lado a lado y hablaban de rato en rato. No podía saber qué decían. La música comenzó y me olvidé de todo.

Mis manos se movían por sí mismas, mis dedos se deslizaban por el puente de la guitarra y mi boca sola producía sonido. Estaba tan abstraída que no me fijé al inicio si la gente del club nos escuchaba. Me pareció que se movían al compás de la música, algunos bailaban y otros seguían en lo suyo. Suponía que estaba bien, después de todo, no era un concierto, solo amenizábamos el ambiente. Nuestro estilo tampoco era algo que sirviese mucho para bailar. Nos íbamos más hacia el rock y punk. Géneros que gustaban mucho en esa ciudad.

Las tres canciones pasaron como una ráfaga. Antes de darme cuenta ya bajaba del escenario y algunos chicos hacían el intento de invitarme unos tragos.

Alan se interpuso entre ellos y yo, me ayudó a llegar a nuestra mesa. El ambiente se relajó bastante después de nuestra presentación. La música era un poco más suave, la pista de baile se vació un poco y la gente se reunió a tomar o a jugar billar en un ambiente separado.

—Estuviste increíble Sophie —me felicitó Claudia. Pese a no estar en un lugar de su agrado, sabía qué hacía el esfuerzo esa noche por mí y que en verdad le gustaba escucharme.

—Sí, no...

—Vamos a jugar billar —interrumpí a Ian, que seguro iba a hacer algún comentario.

Arrastré a Claudia y Alan fuera de la mesa. Evan terminaba su trago y a Cristian lo localicé luego, se besaba con un chico en una mesa al frente de nosotros.

Pedí los tacos para mí y para Claudia y acomodé las bolas en una mesa vacía.

—¿Quien juega conmigo? —les pregunté.

—Yo juego contigo. —Se ofreció Ian.

—¿Alguien? —hice de cuenta que no lo escuché.

—Evan y yo jugaremos en esta. —Alan se acomodó en una mesa vacía a nuestro lado.

—Bueno, ¿Claudia?

—Yo no sé jugar, juega con Ian.

—Puedo enseñarte. —Le insistí. En ese momento odiaba a Evan y a Alan, me dejaban jugando sola en mi cumpleaños.

—¿Tienes miedo de que te humille? Seguro no sabes jugar —Me retó Ian y claro me di cuenta que solo quería picarme

—No voy a caer en eso —respondí mirándolo con odio.

—Oh, al menos ya me hablaste.

—Como sea. Yo empiezo.

No iba a dejar que me arruinara el cumpleaños. Jugaría con él como con cualquier desconocido. Empecé con un saque desde el medio y elegí las bolas rayadas.

Ian jugaba muy bien, pero yo era mejor. Claudia se limitaba a apoyarme cuando era mi turno y cuando le tocaba al chico fingía que no lo veía jugar, hablaba con mi amiga.

—Es hermoso ese collar. ¿Es nuevo? —en una de esas pausas, Claudia notó el collar de mi mamá.

—Era de mi madre, mi papá se lo regaló cuando cumplió dieciocho, pero ahora me lo dio a mí.

—Vaya, es muy especial entonces.

—No lo andes mostrando así o te lo van a robar —mencionó Ian agachado sobre la mesa, tratando de meter una bola a la tronera lateral.

—Cállate —le respondí yendo a tomar mi turno porque él había fallado.

Estaba haciendo mi calculo cuando Claudia me tocó el hombro.

—Sophie, tu teléfono está sonando.

Me asusté por un momento. En toda la noche no le había mandado ni un solo mensaje a mi papá, seguro estaba como loco. Al recibir mi aparato noté que tenía catorce llamadas perdidas de Amanda.

Eso no podía ser bueno. Con manos temblorosas contesté y Amanda me dijo lo que más temía.

—¡Sophie! tu padre se puso mal de repente, tuve que llamar a una ambulancia.

****

F por Sophie que no podrá beber hasta vomitar? o F por su papá XD

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