El nuevo Ian
Espero que les guste! no se olviden de comentar.
Tiago me miraba expectante a que le contara lo que Aaron y yo especulábamos. Me tomé un segundo para responder y le expliqué:
—Marcus es el hermano de Aaron, o bueno de Ian. Él también es portal, solo que murió en esta vida. Sigue vivo en el universo T51. Ya no puede vivir en este, pero conserva las habilidades que tú tienes. Así que es lógico pensar que tú, al igual que yo, eres portal y moriste en el universo T51. Tal vez eras un bebé y por eso no lo recuerdas.
—Pero cómo... —Tiago no sabía ni qué preguntar. Se sentó en la silla del escritorio frente a nosotros y lo meditó, con un rostro de angustia.
—Mi padre de allá me aseguró que no tenía un hermano, así que es posible que hayamos nacido de diferentes madres. —Añadí a la explicación, mi hermano seguía sin mirarme.
—¡Entonces tienes que vengar mi muerte! —dijo al fin.
—¿Qué? —exclamé.
—Me mataron, tienes que saber quién fue, por qué y vengarme, yo te vengaría.
—Tiago...—dije con exasperación—. No estamos complemente seguros de esto, y si en verdad moriste, pudo ser por muchos motivos. Tal vez moriste al nacer, o fue un accidente. No necesariamente te asesinaron. Nadie asesinaría a un bebé... ¿oh sí? —volteé hacia Aaron.
—Seguro fue muerte natural —Aaron trató de convencernos.
—Da igual, debes saber qué pasó. No es justo —protestó—. Tu vida allá suena increíble y yo me la perdí. Además, recién me entero de eso de la teletransportación y pude usar esa habilidad en millones de cosas antes. Lo único que me gané fue tener pesadillas y ver a esas criaturas espantosas.
—Por eso debemos saber qué le decías al psicólogo. Si hablabas de otra vida, o qué entes veías. Así sabremos qué pudo pasar, a qué edad moriste o cómo te llamabas —le expliqué.
—¡Maya ya baja a desayunar!—mi madre nos interrumpió con un grito desde el pasillo. Por suerte no había entrado.
—Debemos irnos, después del entrenamiento de básquet vas a ensañarme a teletransportarme a mayor distancia. —Tiago se me adelantó, salió de mi habitación y me quedé a solas con Aaron
— Hoy...
—Te verás con el rubio, lo sé.
—Sí, antes quiero ir a otro lugar y te necesito. ¿Puedes esperarme en el sauce que está a una cuadra? Ya sabes cual, el del costado del camino.
Él asintió como respuesta y me fui a reunir con mi familia.
Como cada sábado estábamos todos a la mesa, solo los fines de semana nos permitían desayunar en pijama y eso no evitaba que mi madre nos diera las directrices del día. Sabía que pasaría el día con Steve, que practicaría con Daría en la noche; nos recordó que Tiago tenía su último entrenamiento de básquet antes del partido del día siguiente, en el cual Liam y Aaron participarían, y cuando por fin se calló, yo tomé la palabra.
—Papá. Tiago y yo revisamos los archivos familiares, para la tarea que tenemos y nuestros archivos médicos no están.
—En realidad ningún documento —añadió mi hermano.
—¿Solo los de ustedes dos? Tienen que estar, a menos que los haya llevado al hospital para su última revisión en el pediatra. Busquen de nuevo o veré que les den una copia en el hospital. Ahí están sus historiales. —Se metió el último bocado de huevos revueltos a la boca y se levantó colocándose el saco. Mi madre se apresuró a ayudarle y se despidió de todos.
Yo me apresuré a comer también, aunque mi madre me miró con horror y me dio a entender con un gesto que bajara la velocidad.
—Steve me pidió permiso para llevarte hoy a pasear y a comer. Le dije que te trajera de regreso a las siete —me indicó cuando yo desaceleré y usé los cubiertos para comer mi omelete.
—Sí, claro. Quiero ir a arreglarme para verlo.
—Está bien, ve —me dio permiso y dejé lo que comía.
Aaron ya no estaba en mi habitación, de seguro me esperaba donde le indiqué. Me bañé y vestí rápido y corrí hacia la calle antes que mi madre me dijera nada.
Justo donde le había pedido, bajando por la calle en un viejo y torcido sauce él me esperaba. Caminó a mi lado y lo llevé hacia la zona oeste del pueblo, no muy lejos de ahí, en dirección al cementerio. Necesitaba esa habilidad que al parecer todos a mi alrededor tenían menos yo, para entrar al mausoleo familiar.
El cementerio parecía más un lujoso y bien cuidado jardín que un lugar para enterrar a los muertos, el mar se escuchaba a la lejanía y el canto las aves que anidaban en los árboles era el único sonido que le acompañaba. A esa hora el lugar estaba vacío, solo nos topamos con uno de los jardineros.
Las familias más antiguas y ricas del pueblo tenían mausoleos privados, donde los restos de toda la familia reposaban.
—Maya, ¿cómo sabes lo de Marcus? —mientras buscábamos, Aaron me interrogó. Entonces me di cuenta que hablaba del tema de Marcus con normalidad cuando se suponía que no sabía nada al respecto.
—¿Lo de Marcus? Pues tú me contaste —traté de confundirlo. Por supuesto eso no funcionaba con él.
—No te dije que murió. Así que te lo contó Emily, o Liam, voy a poner mis apuestas en Liam. ¿Qué te dijo exactamente?
—Ya sabes cómo es, siempre va con el chisme... bueno, me dijo que tuvieron un percance en este universo y se murió. No sé por qué no querías contármelo.
—Porque no sabía cómo ibas a tomar el hecho de que maté a mi hermano.
—En otras circunstancias, estaría un poco aterrada, pero es, no sé.... raro. Es decir, él sigue vivo allá. Y no tuviste opción, ¿verdad?
—No, no la tuve. En serio intenté —trató de darme explicaciones.
—Está bien. Lo entiendo. Si dices que no hubo opción, no hubo opción. Y trataré de no hablarle si eso te hace estar tranquilo.
—Lo hace—afirmó.
— Y no te enojes con Liam, sé que tuvo una buena intención al contármelo.
Después de mucho buscar, porque no era un lugar al que asistiera con frecuencia, hallamos el mausoleo de la familia de mi madre, y caí en cuenta que después de ella, el apellido Serra iba a morir en el pueblo, pues ya no le quedaban familiares vivos.
Aaron me hizo pasar por la reja al mausoleo y recorrí una pila de nombres tallados en mármol, debajo de la estatua de un simple ángel con túnica larga y mirada triste. Justo donde su mirada se dirigía, lo hallé. Una parte de mí no deseaba hacerlo, mas estaba ya concientizada a lo que me iba a encontrar. Me arrodillé y pasé mi dedo por el nombre.
Anelise Serra
05/08/1985 – 31/03/2004
—Maya, lo lamento —Aaron se agachó a mi lado y puso su mano sobre mi hombro.
—En verdad esperaba que siguiera viva. Conocerla en este lado, hablarle de mi papá...—Quise que no se me notara la voz quebrada, no fue posible. Aaron me apretó contra su pecho para que llorara—. Lo siento, seguro piensas que lloro demasiado —me disculpé con él.
—Lloras lo que tienes que llorar.
—Estoy descubriendo demasiadas cosas sobre mí. Es abrumador.
—Te entiendo.
Me separé un poco de él sorbiendo la nariz y me percaté recién de la fecha de defunción.
—Murió el día que yo nací. La misma fecha en la que murió Natalia. Aaron, eso no puede ser coincidencia.
—La verdad es que no.
—La mataron aquí también, estoy segura. Lo malo es que todo lo que puedo averiguar es en Scielo1. Solange no va a ayudarme. Tengo que investigar por mi cuenta.
—Solange no va a ayudarte, pero yo sí y tengo acceso a casi toda la base de datos de 3IE. Sin embargo ¿estás segura de querer saber todo? Tal vez lo que encuentres no sea agradable. —Me advirtió, borrando una lagrima de mi mejilla con su dedo pulgar.
—Lo sé. Sé que puedo hallar cosas que no me agraden, y estoy dispuesta a saber todo sobre ello —le dije con la voz apagada, sin dejar de mirarlo a los ojos. Su presencia era cálida, el contacto de su mano en mi rostro me hizo olvidar por un segundo en qué dimensión me encontraba y junté mis labios con los suyos.
El me correspondió de inmediato, sujetándome más fuerte y metiendo los dedos por debajo de mi cabello.
De pronto me di cuenta y lo alejé empujando su pecho con las palmas de mi mano.
—Por favor —profirió un poco molesto.
No necesité responderle, mi teléfono sonó y aproveché de contestar. Me levanté del suelo y me alejé unos pasos del chico.
—Amor, estoy cerca de tu casa, ¿ya estás lista? —me preguntó Steve.
—¡No!—reaccioné—. No estoy ahí. Tuve que hacer unas compras. Veámonos en el mirador nuevo en quince minutos, ¿te parece? —le pedí, estaba de espaldas a Aaron, en serio era una situación muy incómoda. Me distraje observando la estatua del ángel y noté un símbolo tallado justo debajo de su pie. Era un medio circulo atravesado por dos líneas ondulantes. Se me hizo familiar, mas no recordaba de dónde.
—Perfecto, te veo ahí entonces —me dijo mi novio y me colgó.
Volví a dirigir la atención a Aaron y le pedí con timidez que me sacara del mausoleo. Me tomó de la mano y lo pensó un momento.
—O puedo dejarte aquí y hacerte perder tu cita con el rubio —tramó con malicia.
—Haces eso y termino con Ian —lo amenacé.
De mala gana me volvió a agarrar y me transportó fuera.
—Ve a tu entrenamiento y yo... te prometo que tomaré una decisión hoy —le dije.
—Espero que sea la correcta.
Desapareció y me dejó sola en la entrada del cementerio.
De ahí me fui caminando hacia el punto de reunión, meditando bien lo que iba a hacer.
Jamás habría imaginado verme en esa situación. Antes de la llegada de Aron, mantener mis dos vidas por separado había sido sencillo. Ahora me en contrataba frente a dilemas morales para los que no tenía una guía completa. Si Aaron no hubiese existido, todo habría sido sencillo.
Steve era el chico que presentas a tus padres y con el que puedes tener una vida estable y tranquila, tal cual como se esperaba de mí en Almarzanera.
Ian era el chico que te hace vivir la aventura y con el que puedes tener sexo todo el día y seguir el ritmo de la caótica vida de ciudad.
La pregunta era: ¿qué tipo de vida deseaba en ambos lados?
En Scielo1, lo que quería estaba limitado por mi situación económica y la enfermedad de mi papá, aunque eso había cambiado de repente, ya tenía total libertad financiera y mi padre respetaba mis decisiones como mujer adulta.
En Almarzanera, todavía estaba sujeta a cumplir con las expectativas de mis padres. Lo bueno era que ni siquiera había acabado el colegio, aun no entraba a la universidad y estaba a tiempo de estudiar lo que quisiera, no lo que mis padres esperaban; y en cuanto a Steve... lo quería, pero casarme con él y estar a su lado toda mi vida era condenarme a una decisión apresurada hecha por la presión, no por mis deseos.
—¡Hola amor! —Vino muy contento a saludarme y yo sentí que me quería morir. Dejé que me diera un beso corto en los labios y caminamos de la mano—. ¿Qué sucede? ¿estás bien? ¿Sigues asustada por el jaguar? Control animal revisó todo el pueblo y no halló nada. Hay que seguir atentos, aunque lo más probable es que haya regresado hacia la selva. No hay nada que temer ya.
—No es eso. Es que necesitamos hablar.
—Claro, hablemos.
—Steve ¿en verdad me amas?
—Por supuesto que sí. Te amo —respondió con seguridad. Acariciando mi rostro con ternura.
—¿Y no vas a preguntarme si yo te amo?
—Eso es obvio. Aunque no lo digas.
—Si no lo digo es porque no estoy segura. Estuve pensando mucho sobre nosotros y... ¿recuerdas en que momento empezamos con esto?
—¿Con nuestra relación?
—Sí. Es decir, ¿en algún momento tuvimos una relación? ¿No te parece que solo nos conocimos, empezamos a vernos en secreto y de golpe estamos comprometidos? Es todo muy rápido.
—Sí, supongo, pero nuestros sentimientos son reales. Y antes lo teníamos que mantener oculto, no obstante, era obvio. Desde que te conocí que sabía que estábamos destinados a estar juntos. ¿Tú no? —Cambió su tono de voz, por las preguntas que le realizaba y lo apagada que estaba, ya intuía a donde quería llegar.
—Es que —dejé de caminar y me apoyé contra la baranda de la jardinera frente al océano—. Steve, me gustas, cuando te conocí me gustaste mucho y empezar algo a escondidas era emocionante, pero jamás pensé que llegaríamos tan lejos.
—¿Cómo? ¿Estabas conmigo como un juego o algo así?
No me atreví a mirarlo a los ojos, por lo que no distinguía si estaba enojado o decepcionado.
—No un juego, pero, tenía diecisiete años. No puedo decidir el resto de mi vida a esa edad. Steve, si solo hubiésemos seguido con una relación normal, viendo qué pasaba, yendo poco a poco, conociéndonos y viendo si funcionaba...
—Espera ¿qué quieres decir? —me interrumpió.
—Que no quiero casarme contigo —lo solté y por fin me animé a mirarlo.
Su gesto me indicaba que no se lo creía y al mismo tiempo se notaba que trataba de contener su enojo. No lo culpaba y tampoco me culpaba a mí. Estaba haciendo lo correcto.
—Ese imbécil te está lavando el cerebro —masculló.
—¿Te refieres a Aaron?
—¿A quién más? desde que llegó arruinó todo.
—Steve, esto no tiene nada que ver con él. Tiene que ver con nosotros y lo que quiero hacer con mi vida al acabar el colegio.
—Por supuesto que tiene que ver con él. Conozco a los de su tipo. Te seduce, te manipula y te hace creer que sus ideas son tus ideas.
—¿Crees que soy así de estúpida e ingenua? ¿Que solo me dejo manipular y no sé lo que quiero? —Esta vez yo me enojé y lo confronté obligándolo a retroceder.
—No, pero eres joven e inmadura, todavía no sabes lo que es mejor para ti, por eso es fácil confundirte.
—Tienes razón —afirmé con tono calmado—. Y es lo que hiciste conmigo. Tú y mi padre. Me convencieron que esto era lo mejor. Y tal vez Aaron me ayudó a abrir los ojos. —Me quité el anillo del dedo y se lo extendí.
—No es así —no quiso recibirlo, solo bajó la cabeza—. Él va a usarte y a dejarte ¿y sabes qué? te quiero tanto y estoy tan convencido de que estamos destinados a estar juntos que voy a dejar que sientes cabeza. Cuando lo hagas y quieras regresar, voy a estar aquí.
—No necesito...—quise decir.
—Da igual Maya. Te amo y eso no va a cambiar. Quédate con el anillo. Lo volverás a usar muy pronto —me dijo, no como una amenaza, sonaba en verdad sincero y eso sí me hizo sentir un poco culpable. Se fue alejando de mi, dejándome sola en la jardinera.
—¡Steve! —le grité—. Por favor no le digas a mis padres, yo lo haré.
—Regresaremos antes de que se den cuenta, ya verás —añadió por último.
Me dejé caer en uno de los bancos. Lo había hecho y me sentía liberada. Con miedo, insegura y sin saber cómo se lo iba a explicar a mis padres, pero liberada.
Tomé el resto del día solo para mí. Me fui a la playa y me senté a poner en orden mis ideas.
La playa estaba casi vacía, afortunadamente. Los universitarios tenían clases sábado en la mañana y las familias del pueblo solían visitar otros lugares menos turísticos. Así que era yo, con el mar, el sol y el viento. Dándome cuenta que de alguna manera, todo lo que había descubierto de mi misma, mi hermano y Anelise, sumado a la presencia de Aaron, había cambiado mi perspectiva de vida en Almarzanera por completo.
Antes que más gente llegara, dejé mi bolso en la orilla y me metí al agua. Las olas eran bajas, igual me salpicaban el rostro y era refrescante. Floté de espaldas y dejé que el agua me meciera.
Pasé horas ahí. Casi a media tarde me tiré a secarme con el sol y caminé hacia mi casa con la ropa húmeda y llena de arena. Le escribí Tiago para que me abriera la puerta y a escondidas subí directo a mi habitación. Eran las seis de la tarde y se suponía que llegaba a las siete. Moría de hambre, pero debía esperar una hora, asearme, salir a la calle y simular que llegaba recién.
Guardando silencio colgué mi bolso detrás de la puerta y ya iba a desvestirme cuando un maullido llamó mi atención. Pensé en mi Tea por un momento y en seguida recordé que estaba muerta. Me fijé sobre la cama y no lo había visto porque era pequeño y mi cubre cama oscuro, pero ahí, viniendo hacia mi estaba un pequeño gatito negro de ojos azules. Me aguanté las ganas de gritar de la emoción y lo tomé en mis manos. No tuve que pensar de dónde venía, resultaba más que evidente.
Me fije en su sexo, era macho y tenía el nombre perfecto para él.
El pequeño no dejaba de maullar e intentar morder mi mano. Se veía confiado y juguetón. Lo metí conmigo al baño y lo observé morder y afilar sus uñas en la alfombra mientras me duchaba. Salí con una toalla alrededor de mi cuerpo y tomé mi celular para escribirle a Aaron.
No sé por qué. En lugar de escribir, me quité la toalla y me tomé una fotografía de cuerpo completo. Me arrepentí justo al momento de enviarla. Quise borrar el envió, fue tarde, Aaron estaba en línea y la había visto. Volví a taparme y esperé que escribiera algo. Nada, solo me dejó en visto.
No le quise dar importancia, con que no me enviara una foto de su miembro en respuesta, era suficiente.
Casi muero de un infarto cuando me di la vuelta y Aaron apareció a mi lado.
—¡Deja de hacer eso! —le grité, con el corazón en la boca.
Él no me respondió, se apresuró a callarme con un beso. Perdí el equilibrio y caí de espaldas sobre la cama, él aprovechó para ponerse encima de mí. Cuando por fin dejó mi boca y se dirigió a mi cuello, pude hablar.
—¿Qué haces? No podemos hacer eso aquí. —Sus manos ya acariciaban mi cuerpo y se me estaba dificultando hablar, o pensar.
—¿Entonces para qué me mandaste la foto? —preguntó separándose unos milímetros de mi piel.
—Agradecimiento por el gatito, no era una invitación a nada. —Quise sonar tajante, más me era difícil mantener la compostura.
—¿Debo suponer que terminaste con el rubio?
—Sí, pero fue por mí, no por tí, no creas que ahora todo será como en Scielo1. —Ya había abierto la toalla y exploraba con su boca mi cuerpo, que era desconocido para él. Me puse nerviosa. En el cuerpo de Maya, jamás ningún chico había llegado a tanto—. Para, no sé si estoy lista —le pedí.
—Vamos... al otro lado te encanta que te amarre a mi cama.
—Y este no es el otro lado. Iremos con calma —le respondí. De mala gana se levantó.
—Eres odiosa, me vas a hacer sufrir.
—Un poco. Todo te sale fácil. Además, ten algo de respeto, Ian nos está mirando —me senté y volví a cubrirme con la toalla.
—¿Cómo que Ian? —preguntó con desconcierto.
Tomé al gatito que estaba sobre la cama amasando mi almohada y se lo acerqué.
—Ian, el gato.
—¡No puedes llamarlo Ian!
—¿Por qué no? Es genial. Así si me equivoco y te llamo por el otro nombre puedo decir que hablaba de mi gato. Como: Ian es muy molesto y se la pasa quejándose porque no lo dejo dormir en mi cama. ¿Ves? Aplica a ambos.
—Odiosa —me repitió, hecho al ofendido.
—Debo simular que regreso de mi día con Steve, así que me visto y ya que estás aquí me ayudas a salir. —Ignoré sus reproches y busqué un atuendo similar al que llevaba antes. Aaron ni se inmutó, se recostó sobre mi cama y se dedicó a contemplarme mientras acariciaba al gato.—¿Vas a observarme de manera espeluznante mientras me visto?
—Sí —respondió con cinismo.
—Eres un pervertido.
—Y eso te encanta.
Le puse mala cara, le saqué la lengua, tomé la ropa y me encerré en el baño. Luego me di cuenta que era inútil porque él podía entrar de todas formas, sin embargo, no lo hizo. Ya vestida salimos a la calle. Nos despedimos y simulé llegar recién a casa.
—¿Cómo te fue? —Mi madre me recibió emocionada y se detuvo en seco al verme con el gato—¿Qué es eso?
—Un gato, ¿qué más?
—¿Por qué traes un gato?
—¿Por qué no? no va a reemplazar a Tea, pero pensé en darle la oportunidad a otro gatito.
—Maya no te di permiso...—empezó a reclamar.
—La verdad, me lo regaló mi novio —me apresuré a mentir. O en realidad, no mentía. Sí era un regalo de mi novio en mi otra vida.
En seguida el rostro de mi madre cambió.
—Oh, bueno, si es así, supongo que otro gato no hará la diferencia. Solo edúcalo, no quiero que ensucie la casa.
—No mamá. —Le sonreí. Lo de Ian el gato estaba solucionado. Solo quedaba lo peor, comunicarle que mi relación con Steve ya no existía, pero mientras más tiempo lo dilatara, mejor.
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Sucedió lo que esperaban, pero... será este el fin del hombre araña? digo, Steve?
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