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El certificado de pureza

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—Maya, cariño, ven. —Mi madre me atrajo hacia ella y me puso delante, lanzándome directo a las garras de los leones.

Mis padres y los padres de Steve se conocían. Sobre todo nuestras madres. Era la primera vez que yo los conocía. El padre de Steve era un hombre estadounidense muy parecido a él, que pese a vivir más de veinte años en el pueblo, mantenía su acento, y su madre lucía como la típica mujer rica y rubia de la alta sociedad de Almarzanera. Ambos me inspeccionaron con una sonrisa amistosa.

—Mucho gusto, soy Maya Dumas —me presenté estirándoles la mano después de recibir un empujón disimulado por parte de mi madre.

Steve lucía también nervioso.

Su madre tomó mi mano y observó mi anillo, el cual había tenido la precaución de ponerme en la mañana. Hasta no decirles la verdad a mis padres, iba a ponérmelo cuando los viera.

—Siempre supe que mi hijo terminaría con alguna de tus muchachas. Jamás me hubiera imaginado que con la más pequeña —comentó la mujer—. No es que haya nada malo. Eres una jovencita muy hermosa —se apresuró a añadir.

Yo sonreí de manera forzada.

—Lamentamos no haber estado presentes para la pedida de mano. Steve debió planearlo mejor. —El hombre miró de manera reprobatoria a su hijo—. Recién regresamos ayer.

—Sí, espero que entiendan que Steve fue impulsivo, no es la forma en que lo criamos.

—No se preocupen, no es necesaria tanta formalidad, Steve y yo nos tenemos mucha confianza —les respondió mi padre—. Todo este tiempo ha sido como nuestro hijo.

—De todas formas, podríamos organizar una fiesta de compromiso —sugirió mi madre y me di vuelta. ¿Cómo le hacía entender que era una mala idea, pésima idea?

—¿Por qué no hablamos de eso en otro momento? Este evento es de Coral y creo que debemos concentrarnos en él. —Los interrumpí.

—Tienes mucha razón, qué falta de educación la nuestra. No quieres robarle protagonismo a tu hermana, que señorita tan educada —me alagó la madre de Steve, con ese tono condescendiente que es difícil distinguir si es sincero o guarda cierta hostilidad. Al menos sirvió para dejar el asunto.

Evité mirar a Steve mientras cada familia iba a su asiento. En nuestra mesa, Daria esperaba. Se notaba que nos había estado observando desde lejos. ¿Seguía celosa por Steve? Ojalá. Qué grave error había cometido. Si tan solo Daria hubiese logrado conquistarlo, Steve no sería un problema.

Me senté a l lado de ella. Se suponía que estábamos en paz y tal vez, si jugaba bien mis cartas, podría voltear la tortilla y lograr que mi hermana me quitara a Steve de encima.

Mientras la música de una orquesta de violines amenizaba el ambiente y las mesas se iban llenando, las familias conversaban y meseros nos traían las bebidas de frutas naturales.

De cuando en cuando alguna amiga de mi madre se acercaba a hablar o ella se levantaba. Gran parte de las conversaciones se centraban en el jaguar que había atacado en nuestra casa, y el papel de Aaron. La gente en el pueblo no se decidía entre tratarlo como un héroe o un simple vándalo que cargaba con armas en la mochila. Lo seguro era que había causado mucho tema de conversación.

—Qué miedo, de verdad, pero tu hijo...—Una mujer que era de las que se había acercado a nuestra mesa le decía a mis padres—. Qué muchacho tan valiente. Defendió a toda la familia.

—No es que yo o Aaron hubiésemos estado ahí... —murmuré.

—Sí, mi Tiago es valiente, un excelente cazador —dijo mi padre.

—Lástima que no mató al jaguar. Dicen que su hermana se lo impidió. —La mujer se refirió a mi como si yo no estuviera.

—Sí, ya sabes, el corazón noble de las mujeres. Maya es muy animalista, jamás se atrevió a cazar ni una codorniz —respondió mi padre.

Yo opté por hacerme a la loca, a concentrarme en mi jugo y hacer de cuenta que no escuchaba nada.

—Afortunadamente el animal se fue, seguro regresó a su habitad —acotó mi madre.

—Antes pasó por el área norte. Por las zonas pobres. Mi esposo dice que reportaron a dos desaparecidos—. Eso ganó mi atención—. Creen que pudieron ser atacados por el animal. Una tristeza. En fin, mejor ellos que nosotros —añadió finalmente.

De repente me dieron unas ganas inmensas de provocarme una migraña clavándome un tenedor en la nuca y traer una manada de carroñeros que devoraran a todos en la fiesta.

—Voy al baño —le avisé a mi hermana, que en toda la jornada se había mantenido con pose aburrida, mirando su celular por debajo de la mesa.

Me dirigí hacia la casa. Era una buena oportunidad para husmear y averiguar sobre lo que ese grupo se dedicaba.

La mayor parte de invitados estaban en el jardín y algunos anfitriones seguían recibiendo gente en la entrada. Tomé el pasillo de la derecha. Vacío por completo. Grandes arcos dejaban ver el resto del jardín que rodeaba la propiedad y que no estaba siendo usado para el brunch. A la izquierda, había algunas puertas, cerradas. Seguí avanzando hasta llegar a otro recibidor circular. Al no haber ventanas, la única entrada de luz era un vitral en el techo que dibujaba en el suelo figuras de colores. Miré hacia arriba, el diseño era dos medios círculos atravesados por una línea ondulada. Me recordó al símbolo tallado en la tumba de Anelise.

Una de las puertas que rodeaban el recibidor se abrió. Fue tarde para que escapara, me encontré cara a cara con el padre Vincenti. Un hombre alto y delgado con canas a los costados de la cabeza, quien dirigía el círculo.

—Señorita Dumas —me llamó—. ¿Qué haces por aquí?

—Yo, me perdí buscando el baño —respondí con inseguridad, era la excusa más tonta que alguien puede dar.

—¿En serio? —arqueó la ceja—. ¿O yo te llamé con el pensamiento? —sonrió de forma encantadora—. Justo me acordé de ti hace unos minutos, y que casualidad, nos encontramos. ¿Sabes que las coincidencias no existen? Seguro es cosa del destino. ¿Por qué no pasas a mi oficina y conversamos un momento? El acto principal empezará en veinte minutos. —Volvió a abrir la puerta de la que había salido y me invitó a entrar con la mano.

No tuve más opción que aceptar. Ingresé a una oficina con paredes de piedra gris como el resto de la infraestructura de la mansión, muebles de manera oscura y libreros de suelo a techo.

El hombre me ofreció sentarme en una silla y se acercó a una mesita frente la ventana, donde levantó una elegante botella de cristal y sirvió algo en dos copas. Me extendió una y al verme un poco insegura me dijo:

—Es agua. Es un poco temprano para algo más fuerte. —Me guiñó un ojo y bebió un trago—. Dime Maya, ¿has pensado en ser parte del Círculo? Tu hermana me dijo que siente una fuerte vocación en ti, aunque intentes negarla, y pienso lo mismo. Las mujeres en tu familia son muy especiales. Todas con vocaciones fuertes, pero rebeldes de corazón.

—Ah... pues. —Pensé qué responder, jugando con la copa entre mis manos—. Es que no tengo idea de qué hacen aquí, así que no puedo decir si quiero entrar.

—Debes conocer la labor de tu madre y ahora de tu hermana.

—La verdad, solo las veo organizar eventos sociales —dije con toda sinceridad.

—Seguramente —consideró, y me percaté que caminaba alrededor mío. Deteniéndose para hablar y cambiando de dirección—. Es lo que muchos piensan que somos, algún club social de gente acomodada; tal vez es la imagen que queremos dar, ya que entender lo que realmente significa el Círculo es complicado para la gente mundana.

—¿Entonces es algo religioso?

—No, en absoluto. —Caminó de nuevo, haciendo girar el agua en su copa de cristal—. No somos ni tenemos ningún tipo de afiliación religiosa. Espiritual... tal vez. El Círculo tiene un propósito muy claro: lograr un Estado utópico. Con líderes dignos, formados por gente escogida. Gente con potencial. Como tú —dijo lo último estando justo detrás de mí y posó una mano sobre mi hombro. Me soltó y camino hacia la única pared sin estantes de la habitación. Ahí, había un mural pintado, se notaba bastante antiguo y se lucían seis escudos de armas—. Verás. El Círculo fue fundado en mil setecientos noventa. Cuando Almarzanera apenas era una villa con mucho potencial y pocos habitantes. Seis familias visionarias, trajeron oportunidades comerciales al pueblo. Fundaron un mercado pesquero, así como la universidad de medicina. Por supuesto, en la actualidad muchas otras familias son el motor principal del pueblo; pero estas familias son las más antiguas de Almarzanera: Los Vincenti, los Vinelli, los Ricci, los Bregnant, los Chevalier y los Serra. Lastimosamente ese apellido se perdió con tu madre; sin embargo, su legado familiar continúa. Todos ellos bajo el liderazgo de Dante Vinelli, pensaron en conseguir lo que llamaron "el Estado utópico", es decir, una sociedad perfecta. Con los mejores elementos humanos. Líderes y lideresas, superiores intelectual y espiritualmente.

—Entonces, ¿por qué solo hay mujeres? —me animé a preguntar, curiosa. Lo que contaba parecía de locos, mas resultaba intrigante.

—Yo no soy mujer. —Me sonrió abriendo los brazos como para que lo viera—. Los elementos femeninos del Círculo son la cara visible. Quienes, entre muchas cosas, organizan eventos para mantener al pueblo unido y ayudar a los más desfavorecidos, además de encontrar vocaciones. Los elementos masculinos suelen mantenerse en el anonimato. Son varones útiles a la sociedad, que trabajan por el Estado utópico desde su vida diaria. Hombres exitosos.

—Y si entrara ¿qué tendría que hacer exactamente?

—Para empezar, debemos estar seguros de tu vocación. Es un llamado, sientes esa curiosidad e inquietud que estoy percibiendo en ti en este momento. Curiosidad necesaria en un buen líder. Entras al círculo más abierto, con el grupo de jóvenes, que están descubriéndose a sí mismos. Con tal vas madurando y creciendo, tu círculo se va cerrando. —Me hizo un circulo con su dedo índice y pulgar y lo fue apretando mientras me explicaba—. Cuando éste se cierra, tu comprensión de ti misma y el mundo que te rodea alcanza el nivel máximo y llegas al estado más elevado. Te conviertes en el líder digno para guiar el Estado utópico.

—¿Y usted llegó a ese nivel?

—No —respondió con seguridad y simpatía—. Todavía estoy en eso. Crear un estado utópico no es algo de la noche a la mañana. El proceso durará años, o siglos, y en el camino muchos han llegado al estado máximo—. Volvió a señalarme la pared, al lado de los escudos, había un papel enmarcado, ahí distinguí una extensa lista de nombres—. Cada líder que llega al círculo más cerrado es un paso más cerca. Y mientras más gente valiosa tengamos a nuestro lado, se hace posible. Muchos jóvenes tienen la vocación; pocos llegan lejos. Para poder llegar a círculos más cerrados, son fundamentales cuatro pilares: compromiso, lealtad, desprendimiento y subordinación.

» Estos pilares deben inundar cada aspecto de tu vida. —Se colocó a mi lado y puso dos dedos en mi sien—. En lo mental. —Bajó sus dedos hacia mi pecho—. Lo espiritual y lo físico. —Al decir lo último se alejó de mí y me señaló de arriba abajo—. Debes ser leal contigo misma. Por eso impulsamos la castidad como un valor fundamental. Si tienes posesión y control total sobre tu cuerpo, dominarás la lealtad y el compromiso. Sé que no es sencillo, más a tu edad y con la belleza que posees.

—¿Y qué pasa si no lo consigo?

—¿Si caes en los pecados de la carne? —dijo con cierta sorna—. Nada en realidad. Pero alcanzar los pilares se te dificultaría más. Quienes lo consiguen cierran su círculo más pronto. Otros, están años tratando de limpiar los errores del pasado.

—Vaya... no estoy muy segura de haberlo entendido todo —le dije.

—No te preocupes. Para eso es el grupo juvenil. Para ir aprendiendo y entendiendo. Sé que eres una joven inteligente, tu madre me dice que eres la más indomable de tus hermanas y lejos de ser un defecto, es una virtud. Tú naciste con algo especial. Tengo un fuerte don para sentir estas cosas y créeme que no me equivoco.

Iba a realizarle otras preguntas, pero me interrumpió mirando su reloj. Ya había pasado bastante tiempo y el evento principal del brunch iba a comenzar.

Recibió mi copa, de la que no había bebido nada. La dejó sobre la mesa y me abrió la puerta con caballerosidad. En silenció caminamos hacia el jardín.

****

Me reuní con mi familia. En la testera del escenario principal, frente a las mesas, Coral estaba lista para hablar. Tras ella, en sillas puestas en una fila horizontal, se sentó el padre Vincenti y junto a él algunas mujeres del círculo, incluyendo la madre de Grecia.

—Bienvenidos a nuestro primer brunch organizado por el grupo juvenil del Círculo. —Coral habló con mucho encanto—. Cada año organizamos esta primera fiesta para que nuestras familias confraternicen y los miembros del grupo invitemos a hermanas y amigas con vocaciones fuertes a formar parte y a hacer un compromiso con ellas mismas. Como bien saben, en el Círculo promovemos los buenos valores, la juventud sana, alejada de vicios y dedicada a su comunidad. Por eso enaltecemos la pureza. Si las jóvenes nos mantenemos puras, nos convertimos en un ejemplo para el resto de mujeres mundanas. Es por eso que, como acto principal, los miembros del grupo invitamos a nuestras vocaciones a acercarse y firmar un compromiso con su cuerpo, su mente y su espíritu. Gracias. —Se despidió y se bajó de la testera.

El público aplaudió, Daria y yo seguimos la corriente e intercambiamos miradas de extrañeza.

La madre de Grecia, la señora Vinelli, tomó el lugar de mi hermana Coral y se acercó al micrófono.

—Como la señorita Dumas ya nos explicó. Iré llamando los nombres de nuestras jovencitas seleccionadas. Empezaré con Elvira Ruiz, invitada por su hermana mayor, Erika Ruiz. —La mujer aplaudió y desde el fondo la chica se aproximó a la testera. Justo al lado había una mesa con un atril y un libro. Una de los miembros del grupo juvenil le dio un bolígrafo para firmar el libro y continuación le extendió un certificado.

—¿En serio está firmando un compromiso de pureza? —Mi hermana exclamó, en voz baja para que mis padres no la escucharan—. Todos saben que perdió su virginidad con Tiago el año pasado. —Me sorprendí al escuchar a mi hermana, ella notó mi gesto—. Por favor, como si solo tú superas de la fama de Tiago.

—Llamamos a la señorita Cristina Rosso —continuó la mujer y la chica de mi colegio que siempre acechaba a Tiago se aproximó con una sonrisa y un fingido entusiasmo.

—Tiago tuvo sexo con ella en los cambiadores del colegio el último día de clases antes del final del semestre —le susurré a mi hermana y esta vez ella se sorprendió.

—Llamamos a la señorita María Rosso —llamaron a la hermana de Cristina, quien estaba en el curso de Grecia.

—En su casa, mientras sus padres salieron de vacaciones —continué chismeándole a mi hermana, quien reía disimuladamente.

—Yo sé que Tiago estrenó su auto nuevo. Parquearon en la noche cerca del viejo mirador y lo hicieron en el asiento trasero —me cuchicheó cuando otra chica, mayor que yo y que había salido del colegio con Daria y Coral fue a recibir su certificado de pureza.

—Llamamos a la señorita Daria Dumas —la mujer anunció y mi hermana se levantó algo desconcertada. Se aproximó a firmar y fue mi nombre el que siguió—. También llamamos a su hermana Maya Dumas. Ambas señoritas fueron invitadas por su hermana Coral, la joven promesa de nuestra organización.

Lo dudé por un segundo y luego me levanté. Mientras firmaba el libro, levanté la vista, el padre Vincenti me miraba fijamente, con satisfacción. Tomé mi certificado y regresé a la mesa. Mi madre no daba en sí de la emoción.

—Ahora, es un orgullo para mí y disculpen si me pongo sentimental, pero llamo a mi única hija: Grecia Vinelli —la mujer anunció casi con lágrimas en los ojos.

—No me hagas empezar con ella. Todos dicen que se acostó con Tiago en nuestra casa el día de tu cumpleaños —me dijo Daria.

—Eso no es así —traté de defenderla. Tal vez era muy trillado el "ella es diferente", pero en verdad lo era.

Esperamos unos segundos, Grecia no aparecía.

—Grecia Vinelli, acércate a la testera —la mujer insistió. Me levanté de mi asiento y busqué la mesa de la familia de Grecia. Ella seguía ahí, discutiendo con su padre, quien lucía muy molesto. —¡Grecia Vinelli!— trató de disimular su molestia.

Grecia y su padre ya estaban en una acalorada discusión que llamó la atención de todos los presentes. Su madre bajó de la testera y se acercó a ella.

—Grecia, ve te estoy llamando —le dijo. Sonrió hacia la gente queriendo hacer creer que nada pasaba.

—¡No, no voy a firmar nada! ¡No quiero estar en nada de esto! —le gritó su hija.

—¿De qué hablas? Ya habíamos acordado esto. —Escuché decir a su madre, apretando los dientes.

—No acordamos nada, tú quieres obligarme. Esto no tiene sentido. ¡Es ridículo!

—No tiene nada de ridículo Grecia, es un compromiso, de que te mantendrás pura hasta el matrimonio.

—¡Eso es lo estúpido! ¡ni siquiera soy virgen! —dijo tan fuerte que todos, absolutamente todos la escucharon.

Su madre no sabía cómo disimular, la gente ya cuchicheaba y el padre de Grecia enfureció tanto que respondió dándole una cachetada con el dorso de su mano.

Grecia perdió el equilibrio y dio un paso hacia atrás, tropezando con la silla y cayendo al suelo.

Su madre trataba de tapar la escena con su cuerpo, muerta de la vergüenza.

Grecia se levantó asustada, corrió hacia el fondo del jardín y yo fui tras ella.


****

Weno... ya saben qué es el cirulo... o algo así? XD


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