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Capítulo 7: echemos un vistazo

Un edificio de tres pisos con aspecto lúgubre y pintura descascarada se alzaba frente a ellos haciendo que sus sistemas se estremecieran de pura impresión. Sumado a esto, transcurría uno de los peores días invernales, por lo que el frío calaba hasta los huesos. 

Harry hundió mejor su nariz en la gruesa tela de su bufanda y tomó la mano enguantada de Louis con fuerza.

El día había llegado, las primeras interacciones se darían hoy y ellos tenían tanto miedo de que ningún niño quisiera acercárseles. 

Julia, la trabajadora social que los había estado acompañando desde el principio, los esperaba en la puerta de la casa hogar con una de sus tantas sonrisas reluciendo. 

—¿Están listos? —inquirió mientras juntaba sus manos con emoción.

—Debería estarlo, pero muero de los nervios —una sonrisita asomando de entre los labios del menor. 

—Es completamente normal aunque te recomendaría que intentaras esconderlos, estos moustrillos pueden olerlos. Síganme por aquí.

Julia ingresó al lugar seguida de la pareja. El alfa mayor sintió la bilis a punto de subirle de lo espantoso que era todo por dentro. Le hubiese gustado creer que lo de fuera solo era una fachada, que el gobierno no tendría los recursos suficientes como para pintar tan grande edificio, pero la realidad era que por dentro era incluso peor.

Louis no lograba comprender como pequeños cachorros vivían en tan viles condiciones. Su corazón se quebró un poquito más al caer en cuentas que aunque quisiera nunca podría cambiar la situación de todos ellos, si intentar adoptar uno les había llevado alrededor de tres años no quería ni pensar lo que tendrían que atravesar para intentar mejorarles la calidad de vida a todos. Desde ese momento se prometió mentalmente realizar todas las donaciones que pudiera para por los menos incrementarles un poco la calidad de vida. 

Intercambiaron una significativa mirada y un poco de aliento por medio del lazo. Necesitarían toda la fuerza que pudieran para hacerle frente. 

Llegaron a un salón enorme en donde habían un par de mesas y sillas, todo alumbrado por apenas un foco de luz naranja que hacía el ambiente incluso más tétrico.

—Aquí es donde los niños toman sus comidas diarias —empezó a explicar Julia— actualmente contamos con 50 infantes, todos de entre 1 y 9 años, de todas las castas. 

Harry tragó saliva cuando creyó ver una enorme araña caminando por una de las mesas, por lo que se pegó más al costado de Louis y dejó que este lo apretara con uno de sus brazos.

—¿Dónde están ellos ahora? —inquirió el mayor de la pareja.

—En la sala de enfrente, es momento de que los más grandes hagan sus tareas y los más pequeños se entretengan.

—¿Podemos verlos? —Harry chilló emocionado.

—Claro, pero primero debemos dejar un par de puntos en claro —la pareja asiente dándole pie a la beta de continuar— en primer lugar no deben darle esperanzas a los niños, los más grandes saben que vienen para ser posibles adoptantes pero los demás no.

Louis hizo una mueca ante eso pero no objeto, no quería retroceder en los puntos que habían ganado.

—En segundo lugar, pueden interactuar con ellos pero tienen un tiempo máximo, aproximadamente una hora, luego debemos continuar con su itinerario. Por último, debo advertirles que es muy probable que deban venir varia veces y que el proceso va a tardar. No es común que se les de la adopción provisional con facilidad, mucho menos la absoluta.

—De acuerdo... —murmuró Harry con una mueca entre sus facciones. 

—¡Perfecto! vayamos con ellos.

La trabajadora social abandonó la habitación, por lo que Louis y Harry intercambiaron un pequeño beso y plantaron sus mejores intentos de sonrisas.

En la habitación del frente, en un cuarto un poco mejor iluminado pero igual de triste con varias mesas y una gran alfombra, varios niños se encontraban. Algunos corrían despavoridos por el espacio, otros estaban concentrados con libros sobre las mesas y otros sentados en el suelo con lo que parecían ser juguetes. Podían sentirse diferentes aroma, pero mucho más tenues al no haber pasado por su primer celo. 

Cuando el par de alfas ingresó la mayoría pararon de hacer sus actividades para centrarse en los dos adultos desconocidos.

La primera en acercarse fue una niña omega con dos trenzas y un pequeño vestidito, de aproximadamente 5 años.

—¡Hola, yo soy Susy! ¿ustedes quiénes son? —le sonrió con pequeños colmillitos de infante. 

—Ellos son dos amigos míos que vinieron a visitarlos y a jugar un poco con ustedes, Susy —intervino Julia— sus nombres son Louis y Harry.

—Hola, pequeña —Harry se acuclilló para que la niña pudiera verlo directamente a los ojos.

—Tus ojos son muy bonitos... —Susy intentó tocar uno con sus deditos llenos de chocolate pero el alfa alcanzó a impedirlo, a cambio dejó que besara su mejilla. 

—Gracias, los tuyos también.

Louis solo veía toda la interacción con una sonrisa, su alfita con cachorros era lo más tierno que podría haber visto alguna vez.

Otro niño se acercó, esta vez de unos 3 años, omega de igual forma. 

—¿Quién es él? —preguntó mientras señalaba a Louis.

—Mi alfa —Harry le sonrió mientras presionaba con suavidad y cariño la mejillita regordeta.

Al tiempo, Harry fue arrastrado por dos niñas hasta la alfombra en donde lo obligaron a sentarse y comenzaron a trenzar su caballo. Él se dejaba muy contento mientras le guiñaba el ojo a Louis y le mandaba besos.

La mayoría de los que se acercaron a ellos eran menores de 6 años, los que aún conservaban un poco de su esperanza e inocencia. Los más grandes continuaron en sus tareas sin siquiera voltearse a verlos, y en el fondo era sumamente comprensible, la mayoría experimentaba este tipo de visitas todos los meses y solo eran meros espectadores de como adoptaban a los menores.

—Los dejo convivir... tienen 40 minutos más —Julia le susurró a Louis— si me necesitas estoy en la oficina al final del pasillo.

Esta vez fue el turno del castaño de ser arrastrado al centro de la habitación en donde tres niños jugaban un improvisado partido de fútbol con una pelota de papel.

A través de la habitación la pareja se lanzaba miradas cargadas de sentimientos, y es que toda la situación los estaba superando. Por fin estaban cumpliendo lo que tanto habían idealizado. Todavía no podían concederle a ninguno el título de hijo, pero en el fondo de sus corazones ya sentían que estaban generando alguna especie de impacto positivo en los pequeños. 

Al cabo de unos minutos Louis pudo apreciar como a lo lejos, al borde de la única ventana del lugar, un pequeño niño se encontraba solo.

Cuando pudo liberarse de los pequeños que lo habían tomado como suyo, y avisándoles que en unos segundos regresaría, decidió acercarse a ver que sucedía.

A paso tranquilo, evitando cualquier sobresalto, se posicionó detrás de él. Era un alfa y su aroma a avellana lo hizo gruñir levemente de gusto. 

—Creo que pronto va a nevar —murmuró el niño de repente con voz tan baja que Louis tuvo que pegarse a su costado para oírlo— puede sentarse si quiere.

Louis aceptó la invitación y tomó el diminuto lugar que sobraba en el alféizar de la ventana. Recién ahí pudo apreciar bien las facciones del niño. Era pequeño, aunque aún conservaba las mejillas de la infancia. Su cabello azabache estaba cubierto por una beanie y contrastaba con su pálida piel. No podía ver sus ojos, pero estaba seguro de que serían igual de atrayentes. 

—¿Vienen a adoptar a un bebé? —los ojos del niño, carentes de brillo, se enfocaron en él confirmando su teoría, eran de verde olivo bellísimo. 

Sin embargo, a la espera de una respuesta, Louis no supo que decir. Julia les había solicitado expresamente que no dijeran nada sobre su caso aunque ante la genuina curiosidad de un niño ¿Qué es lo que debería haber hecho?

En un acto completamente inconsciente, Louis llevó sus dedos al flequillo del pequeño alfa y lo acomodó mejor debajo del accesorio. Al principio el chico actuó un tanto desconfiado al tacto pero persiguió la mano del adulto en busca de un poco más del tacto que tanto se le fue privado.

—¿Cómo te llamas? —decidió cambiar la dirección de la conversación.

—Lucas —se limitó a responder para después encogerse de hombros y volver su mirada a la ventana.

—Es un muy bonito nombre.

Luego de eso no obtuvo más respuestas, se limitaron a mirar el viento mover los escasos árboles y el como los autos pasaban cada tanto por la calle casi desierta.

Louis sentía algo especial con el alfita, como un hilo tirando hacía él, como si su lobo ya hubiese establecido alguna especie de conexión pese a que era la primera vez que lo veía en su vida. Quería tomarlo entre sus brazos y no soltarlo nunca, lamer sus mejillas y marcarlo con su aroma.

Julia apareció en la puerta de entrada haciendo que todos los niños dejaran de jugar para observarla.

—¡Hora de la merienda, cachorros! —aplaudió una sola vez.

Uno a uno los niños fueron saliendo en fila, alguno emocionados por comer algo y otros afligidos por tener que dejar de jugar y convivir con los adultos.

Lucas solo se puso de pie y caminó a paso muy lento. Louis quiso llorar cuando notó como el pantalón estaba anudado detrás por ser un par de tallas más grandes y un gran agujero en su zapato izquierdo.

El castaño lo siguió hasta toparse con Julia y Harry a mitad de camino, los cuales compartían una limitada conversación sobre la última hora.

—¿Puedes darme más información sobre ese niño? —los interrumpió mientras lo señalaba.

—Lucas... —la beta llevó su dedo índice a su barbilla y entrecerró los ojos intentando recordar— llegó al refugio cuando tenía un año, lo dejaron en la puerta. Fue adoptado por una familia cuando tenía 5 años pero por problemas de adaptación los padres decidieron que debía regresar. Ahora tiene 9 años, el año que viene será transferido a otra casa hogar donde se encuentran los adolescentes.

—Parece mucho más pequeño... —Louis sintió su lobo interior aullar por la pena.

Harry, al percatarse del estado de su alfa, pasó un brazo por su cintura y lo aferró a su pecho. Ese gesto hizo que Louis se sentiría en casa pero la sensación de desolación continuó latiendo en su pecho.

Julia solo asintió lentamente y propuso pactar una nueva visita para dentro de quince días. Lo habitual era que fueran dos veces por mes durante tres meses antes de hablar con el juez designado.

Esa misma noche, con Harry sobre el pecho de Louis como de costumbre, ambos pensando en lo acontecido.

—Es él, alfita, Lucas es el indicado.

-—Pero buscamos a un bebé, amor.

El caso no estaba en que a Harry le desagradara el pequeño alfa ni nada por el estilo, sino que más consideraba mucho más fácil criar a un niño desde los primeros años. Además, ya tenían la casa completamente amoblada y resguardada contra accidentes de bebés.

—No me importa su edad, Hazzie. Es él. Mi lobo lo sintió —Louis para ese entonces ya se había sentado en la cama, había encendido la lámpara de su lado y miraba a Harry fijamente sentado a su lado— nos necesita.

—Comprendo, juro que lo hago... —se sentó en el regazo del alfa mayor y rodeó su cuello— pero es una situación completamente diferente la de adoptar a un bebé que a un niño. Debemos pensarlo bien.

—Lo sé, pero creo que somos más que capaces. Podemos con esto, alfita.

Louis había entrado en una especie de trance. Repetía una y otra vez que su lobo no podría desvincularse y que Lucas era el indicado. Para ese punto las feromonas danzaban furiosas y no tenían intención de detenerse. 

—Tranquilo... —susurró el rizado mientras repartía besitos por su rostro y lamía suavemente sus mejillas— está bien, estoy de acuerdo. Hablaremos con Julia para proceder con Lucas.

—Gracias, mi amor. Te amo tanto.

—Y yo te amo a ti y amaré a Lucas de la misma forma.

—Nuestro cachorro...

Y Harry solo sonrió en grande rogándole internamente para que esta vez las cosas no fueran a truncarse.

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no tengo mucho más para decir; les presento a Lucas. 

tengan bonita semana, cuídense, fluyan y las cosas se van a dar. 

nos leemos pronto ❤️

A. 

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