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Capítulo 3: La pulsera perdida

Era de mañana y los recuerdos aún danzaban en la mente de Mina: la propuesta de Jeonjun, el beso inesperado de su exnovia, la conversación que tuvo con ella después y la tensión cuando sus ojos se encontraron. También recordó el pasado, los buenos momentos hasta que rompieron.

Se sentó en la cama, sintiendo la falta de la pulsera que su novio le había regalado. Se levantó y comenzó a buscar por toda la casa, revisando cada rincón. La pulsera era más que un simple accesorio; era un símbolo de su amor con Jeonjun y su falta era un recordatorio constante de todo lo que estaba en juego. Mientras revisaba su bolso y los cajones, una sensación de angustia se apoderó de ella.

—¿Dónde puede estar? —se preguntó.

El recuerdo del beso de Chaeyoung la asaltó nuevamente, y con él, la mezcla de emociones que trataba de reprimir.

Finalmente, se detuvo un momento para respirar hondamente. Había estado en aquel departamento justo antes de perderla. Lo más probable era que Son se la hubiera arrancado de la muñeca al sujetarla. "No puedo volver", pensó con determinación. La idea de enfrentarse nuevamente a su exnovia le causaba un nudo en el estómago.

Mientras intentaba distraerse, escuchó un timbre proveniente de la puerta principal. Con el corazón latiendo con fuerza, fue a abrirla. Al abrir la puerta, se encontró cara a cara con quien menos esperaba.

—Hola, Mina —dijo Chaeyoung con una expresión seria pero decidida, mientras le entregaba algo que brillaba a la luz del sol. Era la pulsera.

La pelinegra sintió una oleada de emociones encontradas mientras tomaba el objeto sin decir palabra alguna. Era difícil mostrar gratitud cuando aún estaba molesta.

La contraria pareció notar el malestar en la atmósfera y dio un paso adelante.

—Sé que sigues molesta por lo del beso —comenzó, pero Mina la interrumpió.

—No debiste hacerlo.

—Lo sé, pero no pude evitarlo; sentí que debía felicitarte y... no pensé en las consecuencias. Lo siento —Sus ojos reflejaban una mezcla de arrepentimiento y anhelo.

Mina sentía cómo la frustración afloraba en su pecho. Todavía había cosas no dichas entre las dos, pero no estaba segura si quería volver a abrir viejas heridas.

—¿Qué quieres? —preguntó al fin, con un tono más suave pero firme— ¿Qué hacías en un bar para empezar si se supone que dejaste el alcohol?

—No dije que lo hubiera dejado definitivamente. Trabajo duro pero en algunas fechas es difícil no salir por un trago. Fue una casualidad encontrarte en aquel sitio.

—Está bien, hagamos de cuenta que te creo. Gracias por traerme la pulsera, adiós —Murmuró finalmente, aunque el tono era más frío de lo que pretendía.

—Una cosa más.

—¿Qué?

Chaeyoung respiró hondo antes de responder.

—Quiero hablar con él. Quiero explicarle que entre tú y yo ya no hay nada —Sus palabras eran claras y directas, pero había algo más en su mirada que hacían dudar.

"Es buena idea. Pero, ¿si empeora todo?", pensó Mina con miedo al imaginarse esa conversación.

—Prometo ser honesta —Insistió Son, acercándose aún más a ella.

—Eso es lo que más temo, que seas demasiado honesta. Pero supongo que ayudaría un poco.

—Entonces hablaré con él.

—No sé si...

—Pero tengo una condición.

Una combinación de curiosidad con irritación hizo que Mina levantara una ceja.

—¿Condición? ¿Cuál?

Chaeyoung sonrió levemente, como si hubiera estado esperando este momento.

—Quiero jugar al strip poker contigo.

La contraria parpadeó sorprendida ante la propuesta inesperada.

—¿Qué? ¿Ahora estás bromeando? —Su tono era serio, pero había un destello de diversión en los ojos felinos que la miraban.

—No estoy bromeando —respondió Son con una sonrisa traviesa—. Solo quiero pasar tiempo contigo y ver si podemos volver a conectar como antes.

El primer pensamiento que cruzó por la cabeza de Mina fue cerrarle la puerta en la cara, se merecía eso y más. Empero no lo hizo, no supo por qué. O tal vez sí. Estaba mal pero sintió irritación y atractivo a la vez hacia esa idea audaz.

—No creo que eso sea apropiado —dijo mientras intentaba mantener la compostura.

—Ven —insistió la otra mujer con suavidad—. Solo será un juego entre amigas…

—No somos amigas.

—Bueno, viejas conocidas... o algo más —La insinuación estaba clara y provocativa.

La contraria se mordió el labio inferior sin darse cuenta mientras pensaba en ello; sabía que era totalmente inapropiado por donde se lo mire, arriesgado, pero que platicara con Jeonjun haría que arreglara las cosas más rápido con él. Además, ¿también podría ser una forma de aliviar toda esta tensión entre ellas? Sí, a lo mejor era eso, necesitaba liberar tensión, luego todo volvería a la normalidad.

—Está bien… acepto jugar —dijo finalmente, sintiendo cómo sus mejillas se sonrojaban ligeramente ante su propia decisión impulsiva.

Chaeyoung sonrió ampliamente ante su respuesta, como si hubiera ganado una batalla importante.

—¡Genial! —exclamó sacándose una baraja de naipes del bolsillo del pantalón.

—Ah, ya venías preparada.

La de ojos felinos rió mientras comenzaba a caminar hacia el interior del apartamento sin esperar invitación.

Mina se quedó ahí por un momento, observándola entrar y dándose cuenta de cuán fácil era para ella sentirse atraída nuevamente hacia Chaeyoung. Recordó cuando eran pareja y jugaban al poker simple los días de lluvia, empezando a sentirse inmersa en un espiral de emociones.

Poco después se encontraron sentadas en el suelo del salón, rodeadas por cartas esparcidas y un ambiente cargado de tensión y emoción no resuelta.

—Recuerda las reglas: cada vez que pierdes una ronda te quitas una prenda —explicó Chaeyoung con tono juguetón mientras barajaba las cartas con agilidad.

Mina asintió nerviosamente; aunque sabía que debía mantenerse seria y concentrada, parte de ella estaba emocionada por este nuevo giro inesperado en su relación. El juego comenzó y poco a poco las risas comenzaron a brotar entre ellas como burbujas efervescentes; cada vez que perdían una ronda se quitaban una prenda.

Con cada mano jugada, las barreras emocionales parecían desvanecerse lentamente; entre risas y una que otra mirada cómplice empezaron a recordar los buenos momentos juntas antes del doloroso final.

—Había olvidado lo buena que eres en este juego —dijo Mina.

—También yo, ja, ja, ja. Hace mucho tiempo que no jugaba.

—Guau. No sé si creerte.

—¡Yuju! Pasamos del "no te creo" al "no sé si creerte". Vamos avanzando.

—Entonces falta mucho.

—Eso no dicen mis cartas —dijo enseñando una escalera real.

Mina miró sus propios naipes y no tenía ninguna jugada que hacer.

—Me quitaré el reloj.

—Eso no cuenta.

—Claro que sí.

—No, tiene que ser una prenda. No hagas trampa por favor.

—Ja, ja. Yo nunca hago trampa.

—Entonces adelante —dijo reclinándose hasta recargarse en sus codos—. Como si no hubiéramos visto ya todo de la otra.

—En eso te doy la razón. Y ganaré la próxima ronda y seré yo la que elija la siguiente prenda de la que te despojes.

—Ya estoy ansiosa. Dime, ¿te olvidaste de mis tatuajes también?

—¿Del que tienes a la vista en el brazo?

—Me hice otros, ya los verás.

El juego continuó. Sin embargo, cuando la risa disminuyó las miradas comenzaron a intensificarse nuevamente.

La tensión crecía mientras las cartas caían sobre el suelo; cada movimiento parecía cargar el aire con electricidad latente hasta llegar al punto donde ya no podían ignorar lo evidente.

—Mina, tengo sed, ¿tú no?



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