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xxv. el posible (mal) camino


NOSTALGIA OSCURA,
capitulo veinticinco: el posible (mal) camino!



          LA TORMENTA PARECÍA NO TENER FIN ALGUNO PARA ELLOS, el trío se movió rápidamente por el pueblo, cruzando la granja y encontrando el sendero que los llevaría a la zona de extracción. Ashley acató todas las órdenes (las cuales fueron pocas) que los dos agentes americanos le dieron y les siguió el paso, el cual fue bastante apurado. El cielo ya se encontraba teñido de un color azul oscuro bordeando los tintes negros, donde ninguna estrella se podía ver gracias a las nubes que cubrieron todo el espacio. La luna se podía ver tenuemente a través de unos árboles, pero ninguno de ellos podía darse el lujo de mirar si la gran bola blanca aparecía por entre la tormenta. Lograron encontrar algunos suministros en el camino, algunas balas y granadas que servirían. Ashley les ayudó a abrir una puerta y prosiguieron por el sendero con las indicaciones de un PDA. Sin embargo, al llegar a un puente, el comunicador de Charlotte fue el que se activó primero, dejándole sin remedio que contestar a medio camino.

          —Ya nos falta poco para llegar, Hunnigan—espetó Charlotte mirándole seriamente, su rostro todo mojado por la lluvia—. Ten un poco de paciencia.

          —Oh, créeme, la tengo—añadió ella asintiendo al mismo tiempo—. Pero no para este tipo de estupideces.

          —¿Y para qué llamas?—le preguntó Leon.

          Hunnigan los miró de manera inexpresiva—Tengo malas noticias para ustedes.

          Charlotte y Leon soltaron un suspiro de exasperación.

          —Preferiríamos no tener que oírlas, mamá Hunnigan.

          —Ya les dije que no me llamen "mamá Hunnigan", no soy su madre, pero tengo por seguro que ustedes dos son los mocosos más habilidosos que he conocido—replicó la operativa del FOS molesta y aclaró su garganta—. Así que no les queda de otra más que escuchar lo que tengo para decirles: hemos perdido contacto con el helicóptero, seguramente alguien lo derribó, pero no sabemos quién es el responsable.

          —No me jodas...—masculló Leon.

          —Las buenas noticias es que estamos preparando otro helicóptero.

          Charlotte y Leon miraron inexpresivamente a la mujer al otro lado de la pantalla, logrando así confundir a Ashley sobre las nuevas órdenes que estaban recibiendo debido a la extracción.

          —Diríjanse al punto de extracción mientras tanto, sus órdenes no han cambiado. Intentaré resolver esto lo más rápido que pueda.

          —Está bien, mamá Hunnigan—replicó la pelirroja antes de sonreír de lado—. Seguiremos con nuestro curso actual. Corto.

          Lottie guardó su comunicador en el bolsillo y la muchacha de cabellos rubios se acercó al dúo.

          —¿Qué fue lo que pasó?—inquirió ella.

          —Nuestro querido Saddler está queriendo evitar que nosotros escapemos, Ash—dijo Leon a la rubia—. Perdieron el contacto con el piloto del helicóptero y al parecer lo abatieron, sin dejándonos vehículo de escape.

          —Díganme por favor que tienen un plan—espetó Graham sonando desanimada.

          —Por ahora, seguiremos con las mismas órdenes—respondió Harmon mirándola fijamente—. Proseguiremos hasta la zona de extracción—palmeó el hombro de Ashley—. Estarás bien, Ash.

          Ashley asintió convencida—Creo que ustedes dos son los únicos agentes que no tienen un Complejo de Salvador de los que conocí en el primer mandato de mi padre. Gracias a Dios que están aquí.

          Cuando cruzaron el puente, una casa gigante se encontraba en medio de un terreno, el cual tenía otra puerta como un fuerte y de ella empezaron a salir muchísimos pueblerinos con antorchas. Ashley soltó un respingo, dejando que los agentes se girasen para volver en dirección al puente, pero el mismo estaba siendo cubierto por muchos más con sus estacas, cuchillos, picas y antorchas. Aquella escena, a ojos de Harmon, parecía sacada de una película de terror medieval — solo que no salía un bicho raro por sus cabezas.

          —¡No dejéis que se escapen!

          —¡Os voy a matar!

          Ashley miró a los dos agentes—¿Qué es lo que vamos a hacer, chicos?

          Ambos grupos empezaron a avanzar hacia ellos, lentamente.

          Los dos agentes analizaron sus opciones.

          Si peleaban afuera, se llevarían a Ashley y los matarían. Pero si iban hacia la casa, tal vez tendrían alguna oportunidad de poder detener a los pueblerinos.

          —Detesto decir esto—masculló Leon antes de mirar a las dos chicas—. Pero estamos rodeados. ¡A la cabaña!

          El trío corrió hacia la puerta, entrando rápidamente para poder revisarla y cerrar la puerta con fuerza.

          —¡Chicos!

          Los agentes se giraron, Leon atrapó una barra de metal y las figuras de los hermanos Sera fueron la única cosa que se añadió a su campo de visión. Luis sonrió con satisfacción, mientras que Nora se sentó en la mesa. El rubio bloqueó la puerta con fuerza.

          —El mundo es un pañuelo, ¿no?—dijo Luis antes de mirar a la muchacha Graham de manera sugestiva, justo en sus pechos—. Ya...veo que el presidente también equipó a su hijita con unos buenos misiles.

          —¡Luis!—lo reprendió Nora antes de patearle el costado.

          —¿Quién te crees?—espetó la mencionada, claramente ofendida—. No creo que haya nada relevante en mi figura o quien soy yo, desconocido.

          —Lo siento, cielo, mi hermano puede ser un poco misógino cuando le apetece—se disculpó Nora bajándose de la mesa—. ¿Tú eres la hija del presidente?

          —Mi nombre es Ashley Graham—se presentó la rubia.

          Nora le tendió su mano—Me llamo Nora, este capullo de aquí es mi hermano, Luis.

          —¿Ella está...?—le preguntó Luis a los dos agentes, quienes inspeccionaban la casa—. Bueno, ya saben...

          —Por ahora, ella está bien—respondió Lottie.

          —Huh, no importa—añadió el hombre de cabellos algo largos—. De todas formas, uno suele presentar ciertos síntomas antes de palmarla y convertirse en uno de ellos.

          —Huh, chavales...—advirtió Nora mirando hacia afuera—. Mirad.

          Los cuatro miembros restantes giraron sus cabezas en dirección a las tablas, las cuales estaban ubicadas en las ventanas, tapando lo mejor posible del ataque exterior. El pueblo se estaba acercando más y más a la casa donde ellos habían buscado protección, dejándoles no más opción que pelear contra el contrincante hostil. Kennedy le ordenó a Ashley que se escondiese y la rubia no dudó en hacerle caso, mientras que Nora, Luis y Lottie cubrían las ventanas que podrían ser dañadas por los pueblerinos.

          —Lamento decir esto—dijo Leon mirando por la pequeña hendija que mostraba un poco del exterior—. Pero debemos intentar utilizar bien nuestra munición, no es que tengamos balas infinitas.

          Luis miró en dirección a su hermana—¿El abuelo sigue rondando por aquí?

          —Es muy probable—le respondió Nora alzando su arma y los dos agentes le miraron—. Nuestro abuelo es un vendedor de armas, un contrabandista. Les daré un par de gemas que tengo para que puedan intercambiarlas por municiones o armas, a él les encanta.

          —La familia algunas veces puede sorprender, ¿eh?—añadió el castaño—. Es hora de jugar...

          Varios golpeteos empezaron a escucharse y los cuatro miembros armados apuntaron hacia todos lados. Había gritos que soltaban los aldeanos para poder entrar a la casa, un estruendo se escuchó en la puerta y un vidrio se rompió en el segundo piso. Lottie fue la primera en salir corriendo, encontrándose con una escalera que había roto el vidrio — empujándola para tirar a dos aldeanos que estaban intentando subir. Leon se le unió arriba, utilizando otra biblioteca para bloquear el paso de la ventana al final de la habitación, girándose para mirar a su mejor amiga.

          —¿Qué tal, guapetón?—le dijo ella guiñándole un ojo antes de disparar hacia atrás.

          —Presumida—murmuró Leon rodando los ojos—. No coquetees conmigo.

          —¿Prefieres que coquetee con Luis?

          Kennedy le miró de mala gana.

          (Lottie notó que eso no le agradó nada al rubio de cabellos cortos.)

          La lluvia de balas en el piso inferior fue inevitable, pero suficiente para alertar a los dos agentes americanos que abrieron fuego al ver que las dos ventanas fueron comprometidas. Pueblerinos caían como moscas ante el fuego que salía de los cañones, dejando rastros de sangre y cuerpos que pronto se descompondrían como cadáveres sucios, hasta que la cabeza de uno de ellos explotó — revelando un bicho con ojos y un gran hueso afilado. Lottie disparó con su rifle, probando la diferente cadencia que tenían su pistola y el francotirador, así asesinando al bicho luego de tres balas. Harmon decidió entablar contacto físico con el infectado, buscando el hacha que llevaba para incrustársela en el cuello.

          Sangre manchó su rostro y la patada que le dio terminó por lanzarlo al exterior por la ventana.

          Leon enterró su cuchillo en la cabeza de uno y rasgó hasta que este cayó.

          Era una especie de violencia eterna.

          Nunca, nunca acababa.

          Al menos que uno muera con ella.

          Ellos no pararon en disparar, caminando hacia atrás hasta que sus espaldas se chocaron. Llegaron más y más, pero todos cayeron, hasta que dejaron de venir; una pequeña luz de las antorchas se difuminaba en la oscuridad de la noche y el silencio reinó entre tanta sangre esparcida por el piso. Nora y Luis accedieron al segundo piso a las corridas, al mismo tiempo que Graham salía de un armario que usó como escondite.

          —¿Estáis bien?—preguntó Luis.

          —Sí, lo estamos—respondió Leon antes de mirar por la ventana—. Parece que se retiran.

          —Gracias a Dios—resopló la pelirroja.

          Nora guardó su arma—¿Qué vais a hacer?

          Los dos agentes miraron en dirección al puente, el cual se encontraba caído, con sus cuerdas cortadas. Luis bajó la cabeza, pensativo.

          —No podemos utilizar el puente por el que vinimos—sentenció el rubio antes de morderse el labio—. Así que no tenemos otra opción que seguir avanzando. Nuestro informante dijo que nos enviarían otro helicóptero para extraernos.

          —Es muy probable que utilicen la ruta que lleva al castillo y a otra intersección cerca del mar—señaló Nora antes de darle una bolsa color bordó a la pelirroja—. Aquí hay un par de piedras preciosas que tenía a mano. Podrán intercambiarlas con mi abuelo, un hombre todo tapado, les dará la pinta de traficante con tan solo verlo, él les dará todo lo que necesiten. Le llaman Buhonero.

          Harmon alzó una ceja—Supongo que ese es el nombre típico de un traficante, ¿verdad?

          —Le gusta el misticismo, ¿vale?

          —¿Ustedes no vendrán con nosotros?—preguntó Ashley.

          —He olvidado algo—sentenció Luis a punto de bajar las escaleras—. Seguid vosotros.

          Nora rodó los ojos—Tengo que ir con él, a ver si lo matan...

          Los hermanos Sera abandonaron la habitación, desapareciendo en la oscuridad de la noche y la tormenta, sin dejar rastro alguno de sus figuras. Ashley se acomodó su chaqueta y la mochila, después de que Lottie guardase las piedras preciosas en la misma. El trío salió a campo abierto, volviéndose a empapar de pies a cabeza con la lluvia y prosiguieron por la senda hasta encontrar una pequeña casita. No había rastro alguno de los Sera o de su relativo, pero el ambiente era demasiado tenso. Entraron en la casita, topándose con una vela encasillada en vidrio, al lado había unos mapas, los cuales mostraban dos rutas y una carta escrita por el alcalde del pueblo.

          "Hace unos momentos Lord Saddler me informaba de que nuestros hombres habían derribado un helicóptero militar estadounidense. No debería llegar más ayuda durante un tiempo. Al menos que el gobierno de los Estados Unidos encuentre al traidor, solo podrán efectuar operaciones de infiltración a muy pequeña escala; debemos aprovechar esta ventaja y capturar a la chica. Los tres americanos solo pueden salir de nuestro territorio usando una de las dos rutas posibles, ahí es donde los interceptaremos — haremos uso intensivo de nuestras fuerzas personales. Concentraremos a todo el mundo en una de las rutas para asegurarnos de que no se nos escapen, en la otra ruta apostaremos a nuestro inestimable gigante. Tomen el camino que tomen, los agentes y la chica nunca saldrán con vida de aquí."

          —Esto debe ser una broma—espetó Ashley molesta—. ¿Qué se creen que son?

          —Se nota que realmente los hicimos enojar—asintió Leon.

          Aquello no solo era una advertencia.

          Era una declaración de guerra.

          Charlotte bufó en voz baja—Saldremos con vida de este asqueroso lugar, vamos.




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          Siempre había algún rompecabezas que resolver y los pueblerinos estaban empeñados en hacérselo difícil a los tres estadounidenses. Utilizaron una terminal de teleféricos que los llevó atravesando una gran parte de la montaña hasta otra parada, la cual los llevó hacia un sector inexplorado del bosque bien aislada. La lluvia se había vuelto menos presente que antes, convirtiéndose en una llovizna que acompañó al trío hasta una bruma algo espesa que se marcó en el camino. Ashley se encontraba entre medio de los dos agentes especiales, completamente en silencio y alerta, siempre llevándose la mano a la funda con el arma para tenerla preparada — Harmon agradeció notablemente que la rubia realmente tuviese sentido común y no se muestre impaciente o actuando como una niña engreída, a pesar de ser la muchacha más rica del mundo.

          —¿A dónde vamos?—espetó Graham en un murmullo.

          —Buscaremos la pieza que nos falta—espetó Leon trotando—. Y tomaremos la ruta que nos dijo Nora para encontrarnos con el helicóptero.

          Charlotte se detuvo en seco al ver una gran estructura a unos metros, a final del sendero, Kennedy y Graham se pararon junto a ella.

          —Esto me da un mal presentimiento—dijo Lottie soltando un suspiro antes de empezar a caminar en dirección a esta.

          Leon asintió—Sí, hay algo que no me gusta de esto.

          —Coincido con ustedes—añadió la rubia de cabellos cortos siguiéndoles el paso—. ¿Y si volvemos?

          —Si volvemos, es muy probable que en la otra ruta terminen por emboscarnos—respondió la pelirroja mirando de reojo a Ashley antes de pararse sobre la puerta—. Será mejor que te quedes fuera de la casa. Escóndete, Ash.

          —¿Qué pasa si ustedes no salen de ahí con vida?

          —Tú corres, corres hasta que tus piernas empiecen a sangrar—le dijo Leon tomando la manija de metal—. Obedece a Lottie, Ash.

          —Está bien—replicó la rubia sacando su arma antes de salir corriendo a un costado de la casa para poder esconderse.

          Al quedarse solos, Leon y Lottie se miraron entre ellos, manteniendo contacto visual por un sólido minuto — orbes azules contra azules, esperando haber tomado la decisión correcta. Lottie debía admitir que se habían visto de esa manera muchísimas veces, antes de la misión, durante la misión y al final de la misión; era como una especie de marca que tenían ellos, algo único que mantuvieron durante tantos años y ella podía ver que su mirada hacia Leon Kennedy parecía ser la misma: pero ocultaba tanto sentimiento, tanta fragilidad y amor al mismo tiempo. La pelirroja asintió con la cabeza, mientras que Leon la imitó y abrió la puerta, los dos cruzando el umbral que los llevó dentro de la casa.

          Era algo desolado.

          Oscuro.

          Y muy, pero muy peligroso.

          Lottie y Leon cubrieron algo del terreno, en silencio, esperando que alguna amenaza apareciese frente a sus narices — pero la pelirroja fue la primera en percibir movimiento a sus espaldas, girándose rápidamente para toparse con el alcalde del pueblo: Bitores Méndez. Ella chilló el nombre de su mejor amigo antes de que el alcalde la tomase del cuello, también tomándole de la muñeca donde tenía su arma en mano. Charlotte luchó por el oxigeno que necesitaba y apenas logró escuchar los dos disparos que dio Leon contra el cuerpo del alcalde, haciendo que este lanzase su cuerpo contra el de su mejor amigo. Méndez se giró para trabar la puerta, enroscando ambas manijas metálicas con su fuerza, mientras que Charlotte tosía violentamente por el aire que le llegó a los pulmones y Leon la apartó junto a él esquivando uno de sus golpes.

          —¡Os mataré!—exclamó Méndez.

          Ellos volvieron a rodar y Leon pateó un tanque rojo, lleno de gasolina.

          —¡Hasta luego!

          Lottie apuntó, disparando a los pies del hombre grande, prendiéndolo fuego, el cual fue dirigido hacia el tanque. Leon tomó a la pelirroja en brazos y salió corriendo a un costado, donde el tanque explotó, haciéndole perder el equilibrio a ambos. Bitores chilló de agonía, dejando que sus ropas se deshiciesen, en hilos y cayendo al fuego. Su torso se cortó, haciendo una columna vertebral más alta, junto con sus manos que se convirtieron en garras y dos extremidades que salían de su espalda con tal lucidez que hacían ver su forma un poco más macabra. Varios fluidos bajan por aquella espina dorsal descubierta y los orbes saltones que ya tenía el gran hombre los miraban con un tinte rojizo — algo similar a un demonio. Era extremadamente asqueroso.

          —¿Cómo matamos a este idiota?—murmuró Leon a su lado.

          Los orbes azules de Harmon se fijaron en la conjunción que ataba la vértebra a las piernas de Méndez, la cual no era tan sólida como el hombre pensaba.

          —Tengo una idea—espetó la pelirroja.

          —¿Y esa es...?

          —Su vértebra—declaró Lottie señalando con la cabeza—La cortaremos. Intenta distraerlo y yo lo cortaré.

          —Hecho.

          Leon miró en dirección al gran hombre y buscó atraer su atención gracias a los disparos que hizo. La pelirroja buscó algo para poder subirse a un entrepiso, moviéndose cuidadosamente por entre las maderas y tanques viejos que se encontraban parados allí. El fuego que había consumido parte de la ropa de Méndez, empezó a prender fuego parte de la madera de la cual mantenía de pie a la casa. Charlotte se puso detrás del monstruo, el cual seguía a su mejor amigo y rebuscó algo filoso para poder cortarlo — a pesar de tener su cuchillo, necesitaba algo más grande.

          —Piensa, Charlotte, piensa—murmuró la pelirroja.

          —¡Cuando quieras, niña flama!—exclamó Leon.

          El humo empezaba a ser más palpable y visible que antes.

          ¿Acaso realmente ellos morirían allí?

          Charlotte se giró, encontrándose con un machete algo desgastado, pero con un buen filo y lo tomó en sus manos antes de bajar. Caminó lentamente, dando pasos pequeños y al estar a una distancia prudente ella alzó el machete de manera horizontal antes de soltar un grito de guerra, moviéndolo hacia adelante y traspasando el tejido de un corte limpio, separando la gran espina de sus piernas. Bitores agarró a la pelirroja por su cuello, lanzándola contra la puerta de metal con fuerza. Lottie soltó un grito de dolor al chocar contra la puerta y con el impacto contra el suelo, el cual le hizo toser con fuerza al ver que sus pulmones pedían oxígeno a gritos. El sabor metálico de la sangre se encontraba concentrado en su boca y ella lo escupió antes de limpiarse con el dorso de su mano.

          Leon continuó disparando en dirección al alcalde.

          Ella también.

          No importaba cuantas balas terminasen desperdiciando.

          No importaba cuanta sangre derramaran.

          Ellos saldrían de aquel lugar con vida.

          Kennedy vació su cargador, gruñendo en voz baja y Charlotte guardó su pistola al ver que le quedaba un cargador. Ambos sacaron sus cuchillos, corriendo en dirección a Méndez para así cortar y dañar su tejido blanco con violencia, escuchando aullidos de dolor entre tanta viscosidad. El oxigeno que ellos intentaban respirar se había reducido notablemente, casi al punto de ser convertido en monóxido de carbono por el fuego que ardía a sus anchas. La casa se iba a caer a pedazos, pero nada los detuvo de matar al verdadero verdugo que no los dejaría escapar. Bitores cayó al suelo soltando un chillido, removiéndose a través de la sangre que los salpicó a ambos y se movió desesperadamente buscando algo de qué sostenerse, cosa que no era posible debido a su estado. Los dos americanos miraron fijamente como él moría y eventualmente, un ojo de color rojo se salió de allí.

          —Y quédate muerto—murmuró Lottie.

          Leon tomó el implante ocular en su mano, viscoso y lleno de fluidos que él consideraría asquerosos.

          —Esto es un ojo de cristal—dijo Leon observándolo—. Ugh, que asco.

          Un estruendo los hizo mirar a un lado, dejando en claro que la casa empezaría a caerse a pedazos.

          —Tenemos que salir de aquí—ordenó Charlotte antes de caminar hacia un hueco que daba al exterior—. Ashley nos está esperando.

          Ashley Graham salió de su escondite al escuchar movimiento, inspeccionando la zona con su pistola. Apuntó en dirección a ellos cuando encontró sus figuras fuera de la casa en llamas, soltando un suspiro de alivio al verlos sanos y salvos.

          —¿Están bien?

          —Mejor que nunca—espetó Leon y señaló su bolsillo—. Tenemos nuestro billete de salida.

          —El alcalde del pueblo está muerto—añadió Charlotte pasándose una mano por el rostro, quitando los rastros de sangre fresca—. Así que nadie importante nos molestará por ahora.

          El trío se dirigió de nuevo hacia la gran puerta que les impedía el paso, llegando a toparse con una especie de fogata con fuego azul, donde descansaba un hombre tapado de pies a cabeza con una túnica de cuero y una bufanda de color morado. Lentamente, ellos se acercaron, deteniéndose justo cuando aquel hombre levantó su mirada y se fijó en las tres figuras que se encontraban merodeando en la oscuridad.

          —Vaya, sí que se han tardado en venir...—espetó este—. No pensé que unos forasteros como vosotros podríais llegar hasta aquí.

          —¿Y tú quien diablos eres?—le preguntó Ashley.

          —Soy un simple viejo que vaga por estos páramos y caminos secretos, muchos me llaman brujo, pero son simples cuentos para críos—añadió el hombre antes de soltar una pequeña carcajada—. Unos pajarillos escurridizos me dijeron que necesitabais municiones y armas.

          —Eres el abuelo de Nora—declaró Charlotte bajando el arma.

          —En persona, extranjera—respondió el Buhonero abriendo su tapado, repleto de municiones y balas.

           Leon se inclinó hacia ella, desconcertado—Nora no mentía cuando dijo que él podría ayudarnos.

          El Buhonero demostró ser un buen contrabandista con todas sus letras, algo que no era de menos en un lugar tan abandonado y peligroso como lo era el pueblo bajo el mando de Los Iluminados. Las pocas armas que el hombre tenía a mano fueron suficientes para poder darle una ventaja a los agentes, al menos para defenderse hasta que el helicóptero vaya a buscarlos. Ellos tenían más munición en sus bolsillos y sus armas colgaban en sus espaldas generando un peso extremadamente agradable. Lottie le entregó la bolsa con piedras preciosas, diciéndole que su nieta le enviaba saludos y el hombre asintió achicando un poco sus ojos.

          —Si os quedáis aquí, pondrán a la chica en gran peligro—advirtió el Buhonero—. El Castillo puede ser un buen lugar para esconderse, pero tengan por sentado que estarán sellando su destino ahí dentro.

          Leon y Lottie se miraron entre ellos.

          —Gracias por la advertencia.

          —Buena suerte, chavales.

          Cuando cruzaron la puerta, eso los condujo por un sendero que se extendió por dos kilómetros y los llevó al principio de una colina donde unas luces se encendieron en el medio del camino. Ashley soltó un respingo entre los dos agentes, exclamando que era un auto dirigiéndose a ellos. La pelirroja sacó su rifle y apuntó en dirección a las ruedas, disparándole a una, la cual empezó a descarrilar el vehículo y luego a la otra para derrumbarlo. Leon disparó en dirección a tres aldeanos que estaban al otro lado del camino y su compañera se acercó al vehículo que casi los arrollaría a los tres.

          —Las cosas se están poniendo difíciles—dijo Harmon.

          Leon recargó su arma—Dime algo que no sepa.

          —¡Chicos, ahí vienen!—exclamó Ashley señalando a espaldas de Lottie.

          El trío observó como una horda gigante de pueblerinos se estaba acercando a una velocidad constante, provocando que los norteamericanos corriesen sobre la pendiente en la que estaban. A lo lejos, Lottie vislumbró un gran castillo, el cual era el que les había dicho el contrabandista antes y advirtió sobre este. Llegaron a un pedestal de piedra, el cual marcaba una única salida: ir en dirección al castillo.

          —¡¿No era que esto tenía dos rutas?!—preguntó Ashley.

          —Creo que nos equivocamos de camino—murmuró Leon al lado de Lottie.

          —¡AGARRENLOS!

          —¡NO DEJÉIS QUE SE ESCAPEN!

          —Acepto sugerencias...—canturreó la pelirroja.

          Leon tomó las manos de las dos—¡Al otro lado del puente!¡Vamos!

          El trío cruzó el puente corriendo, topándose con dos manivelas que subían y bajaban el puente de madera. Ashley sacó su arma, al mismo tiempo que los agentes tomaron una manivela cada uno — algunos aldeanos corrieron hacia ellos, pero la muchacha rubia tuvo el suficiente valor de disparar en dirección a la cabeza u a partes de sus cuerpos para poder ralentizarlos. El puente fue levantado lentamente, encasillando a los norteamericanos dentro del castillo y apartándolos del peligro.

          —Espero que esto haya sido una buena idea—dijo Ashley y miró su pistola descargada—. ¿Cómo cargo esto de nuevo?

          Lottie tomó su arma, le quitó el cargador vacío, se la entregó a la rubia y ella metió el cargador como la pelirroja se lo enseñó.

          —Veremos si por aquí tendremos un poco de descanso—añadió Leon y caminó en dirección a la puerta.

          Charlotte miró por última vez el puente levantado y las palabras del Buhonero se encontraban marcadas en su cabeza: El Castillo puede ser un buen lugar para esconderse, pero tengan por sentado que estarán sellando su destino ahí dentro.




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