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xxix. la tortura más dulce


NOSTALGIA OSCURA,
capitulo veintinueve: la tortura más dulce!



Castillo Salazar, España — Una hora después.

          EL DOLOR QUE SUFRÍA EN SU CABEZA ERA PENETRANTE Y MUY INTENSO, como si su cabeza estuviese a punto de explotar por el dolor que se había acumulado. Al intentar tragar, ella sintió una gran punzada de dolor mórbido entre sus entrañas, muy, muy por dentro de ella y soltó un gemido de dolor que no sabía que tenía contenido hacía mucho tiempo. Dio una bocanada de aire, rompiendo en llanto al ver que este ingresaba finalmente a sus pulmones, como la primera vez que un bebé respiraba cuando salía del vientre de su madre. El dolor se hizo más intenso aún cuando sintió que alguien la movía, alguien alzaba su cuerpo para quitarle de su propia trampa mortal. La muchacha llena de sangre no entendía lo que estaba pasando, pero aulló de dolor cuando sintió que su cuerpo estaba siendo levantado para poder salir de sus confines dolorosos. Ella abrió los ojos, parpadeando ante el ámbito oscuro que había en aquel lugar, iluminado por antorchas y ella se preguntó como diablos había terminado en ese agujero negro.

          Su cuerpo ardía, dolía y parecía que estaba siendo consumido por las llamas de la muerte.

          Pero ella respiraba.

          Charlotte Harmon respiraba.

          Cuando aquella persona la dejó tendida en medio del agua sucia, ella, con absoluta debilidad, giró su cabeza a un lado — topándose con unas picas donde una de ellas tenía una gran mancha de sangre que caía con gracia por toda la superficie. Harmon soltó un respingo al recordar como terminó allí, como su caída pudo salvarle la vida a la única persona que ella quería en ese momento y como eventualmente enfrentar la verdad le quitó la respiración en cuestión de segundos. Recordó gritos, todos pertenecientes a una simple voz, tan dolorosos, como si le hubiesen metido el dedo en una herida para simplemente torturarlo con ello — los cuales se hicieron más y más lejanos cuando ella finalmente sucumbió a ese final que esperó con tan solo ver la gravedad de su herida.

          Charlotte había salvado a la persona que creía ser su alma gemela.

          Y si él era lo suficientemente inteligente y sensato, él la dejaría ir para completar la misión.

          Ella esperó eso.

          Si llegase al caso que debamos interponernos para que no sufras daño, lo haremos y si uno de nosotros muere, el otro avanza con la misión.

          El arte de quitarse de la ecuación si las opciones ya se acababan, siempre era una de las opciones más eficientes, pero una de las más dolorosas de afrontar si era necesario. La pelirroja lo recordó en un email que Joy Williams le había enviado, sobre cómo fueron sus días como soldado y eventualmente general/capitana de su propio pelotón. Enfrentar ese tipo de decisiones nunca era sencillo, según la veterana, pero en orden de preservar la vida de sus compañeros y de la integridad de la misión — si eso ayudaba, podía llegar a ser una de las opciones más viables dentro de un pelotón, dentro de un equipo, hasta incluso dentro de uno mismo. Sin embargo, tomar la decisión parecía ser la verdadera lucha y eso fue exactamente lo que ella hizo.

          Esperó la muerte.

          Pero algo la trajo de vuelta.

          ¿Qué diablos había sucedido con ella?

          Lottie intentó moverse y al hacerlo sintió como una azotada de dolor golpeaba contra todo su cuerpo, donde eventualmente provocó que ella soltase un alarido con voz muy ronca en su lugar. Algo se movió a su lado y una voz muy grave, que ella pensó que se trataba de un simple delirio de los muertos, habló en dirección a la pelirroja llena de sangre.

          —Deja de moverte, Harmon.

          Sus ojos se enfocaron en un hombre de cabellos rubios, mucho más grande que ella y Leon, luciendo ropa táctica y una boina color bordó en su cabeza; una gran cicatriz recorría parte de su rostro, desde encima de su ceja izquierda recorriendo hasta su barbilla. Lottie jadeó ruidosamente al tener al supuestamente difunto Jack Krauser frente a ella en aquellos momentos.

          En un segundo, ella se preguntó si realmente estaba muerta.

          —¿Qué?—replicó Krauser sonriendo de lado—. ¿Sorprendida? Ha pasado tiempo, camarada.

          —¿K-Krauser...?

          —Sí que tuviste una caída muy dura, ¿eh?—agregó el aludido antes de mirar hacia arriba—. Debieron ser unos buenos diez metros desde ahí arriba, una muerte muy segura. Y para ser sincero contigo, te ves como la peor mierda que me haya encontrado jamás.

          —¿Qué...?

          —Tienes muchas preguntas, lo sé—respondió el rubio antes de mirar su reloj—. Pero no tengo mucho tiempo, mi jefe está haciendo demasiadas preguntas y tengo una misión que terminar—se agachó para cargarla en brazos—. Era de esperarse que en algún momento caerían en alguna trampa de aquel enano asqueroso, pero no creí que sería esta, considérate afortunada. Estuviste al menos una hora "muerta".

          ¿Afortunada?

          ¿Qué diablos significaba eso?

          —Leon...—balbuceó ella contra su pecho, una vez que Jack la levantó en sus brazos, sabiendo que su compañero había decidido seguir adelante sin ella—. Tengo que...

          Tengo que volver con él.

          Krauser era Taldon.

          La última rata que faltaba.

          —En estas condiciones no puedes ir a ningún lado, Charlotte, ni aunque quisieses—replicó el rubio caminando hacia una dirección que la propia Lottie ya no reconocía con exactitud—. Como dije antes, eres muy afortunada de seguir respirando. La Plaga logró acoplarse bien a ti.

          —¿De qué...h-hablas?—protestó ella intentando que su voz retomase la misma fuerza que antes.

          —De alguna manera, tus células y tu sistema inmune lograron mantenerte con vida—espetó Jack mirando al frente—. Sigues respirando, tu corazón sigue palpitando y la cantidad de sangre que tienes en tu cuerpo junto con el hueco que aún sigue abierto en tu pecho y abdomen debería alertar a todos los que están en este castillo como si fuese un maldito crimen. Parece de una película de terror.

          Lottie esperó unos minutos, así intentando recobrar fuerza.

          Se sentía muy débil, sin energía.

          Drenada como una maldita batería que ya no tenía uso.

          Hasta que, finalmente, tuvo la fuerza suficiente para hablar.

          —Creímos que estabas muerto—dijo ella con voz ronca, sus cuerdas vocales ardiendo por el esfuerzo—. El accid...

          —El accidente hace dos años—la interrumpió Krauser sin dejar de caminar, su mirada dirigiéndose a la pelirroja entre sus fornidos brazos—. En el cual fallecí, ¿eso fue lo que les dijeron a ti y a tu noviecito?

          —Vimos videos satelitales de una operación de rescate, tu cuerpo estaba carbonizado—señaló ella de manera forzosa manteniendo su mirada fija en él—. Muerte en acción. Pero...estás aquí—bajó su mirada un poco y se preguntó mentalmente qué era lo que hacía exactamente el rubio allí, cuales eran sus verdaderas intenciones y decidió comprobar una teoría—. Tú estás infectado con la Plaga también.

          Jack bufó con diversión—Eres rápida.

          Entonces, si él estaba infectado, ¿cuál podría ser su misión?

          Los orbes azules de Charlotte se abrieron abruptamente al realizar una verdad que podía ser más disparatada que los propios secretos de estado que albergaba el país: Jack Krauser formó parte del gobierno de los Estados Unidos por mucho tiempo, más de lo que lo hizo Charlotte en toda su carrera, él podía ver puntos muertos donde nadie más podía verlos, entradas y salidas, movimientos, tácticas. Si la hija del presidente Graham había sido secuestrada por un grupo que conocía bien los movimientos que realizaba el servicio secreto, no se trataba de un grupo de personas — ya que eso atraería mucha atención, entonces...¿para qué enviar un grupo de personas que ni siquiera están entrenadas cuando puedes enviar a un solo hombre para sacar a una chica asustada en menos de cinco minutos?

          Parecía un buen chiste.

          Ashley Graham no fue secuestrada por un grupo que tenía un topo en el gobierno.

          Ashley Graham fue secuestrada por un ex agente del gobierno.

          Jack Krauser fue quien la secuestró.

          —Tú secuestraste a Ashley—espetó la pelirroja con certeza.

          Jack soltó una carcajada—Es increíble, realmente lo has sacado muy rápido. Nunca debí dudar de tu inteligencia, Harmon, ahora entiendo por qué Bauer estaba babeando por ti.

          —Cierra la boca—añadió ella repentinamente enfadada, sintiendo más dolor que antes—. ¿Por qué...?¿Por qué hacerle esto a una chica inocente?

          —Simplemente quiero la muestra que Saddler desarrolló, eso es todo.

          —¿Y por eso Ashley está metida entre este fuego cruzado?

          —Huh, si quieres que sea sincero contigo, muñeca, tú también estás metida en este fuego cruzado—dijo él girando en donde sea que se estaba dirigiendo, para la propia sorpresa de Lottie, y observó que la pelirroja frunció el ceño ante aquella declaración—. Solo fuiste el último número que se agregó en la ecuación y eso llegó a ayudarnos muchísimo.

          —¿De qué hablas?—preguntó ella.

          —Creo que terminar empalada mató algunas de tus neuronas, Harmon.

          Ella forcejeó y sintió dolor, pero eso no la detuvo de continuar forcejeando y eventualmente caer de los brazos de Krauser. Sus oídos tintinearon con aquel distintivo silbido de antes, dejando que Charlotte cerrase sus ojos con violencia al mismo tiempo que soltaba un alarido de dolor. Su cabeza palpitaba violentamente ante los pinchazos de agonía que recorrían su cuerpo entero e intentó arrastrarse lejos de Jack, quien simplemente se limitó a rodar los ojos.

          —No es necesario que hagas eso—le dijo Jack cruzándose de brazos.

          —¿Qué quieres decir con que yo también estoy metida en esto?—preguntó la pelirroja girándose para mirarlo—. Tú eres el otro intruso además de Wong en este asqueroso castillo, tú eres Taldon. ¿Cuál es mi papel en toda esta mierda?

          La carcajada que soltó Jack Krauser terminó por confundirla aún más.

          ¿De qué diablos se reía?

          ¿Qué era lo que él le ocultaba?

          —Realmente tienes un buen sentido del humor cuando estás en estado moribundo, Charlotte—añadió el rubio dando un par de pasos hacia ella antes de agacharse a su lado—. Pero en esa te diré que te has equivocado de persona. Yo no soy Taldon, yo trabajo para Taldon—sonrió antes de señalar con su cabeza al frente—. Y lo tienes justo enfrente.

          Lentamente, como si estuviese a punto de ver al mismísimo diablo en persona para darle la bienvenida al infierno, ella giró su cabeza en dirección a donde le dijo Krauser; los obres azules de Charlotte se fijaron en un hombre de metro noventa de estatura, cabello color castaño, aspecto inglés absolutamente descifrable y sus orbes mirándola fijamente — él tenía una cicatriz que iba de parte de su mejilla hacia su boca, un ojo era de color verde y otro de color café. La sonrisa que él esbozó hacia ella hizo que todos los pelos de Charlotte se pusieran de punta ante la sorpresa que sentía por dentro, mezclada con dolor y agonía.

          Taldon no era Krauser.

          Taldon era un maldito anagrama.

          Dalton.

          Dalton Bauer estaba frente a Charlotte Harmon, luego de haberse hecho pasar por muerto dos malditos años. La persona que le traicionó con pocas verdades y engaños se encontraba parada justo enfrente de ella, como si los confines del infierno no le hubiesen hecho nada. Y a ella le dio tanto, pero tanto miedo ver a la persona quien la traicionó parándose allí como si nada — ni siquiera la pelirroja sabía cómo empezar ante aquella nueva revelación. Las preguntas le carcomían la cabeza, también el agotamiento, el dolor, todos sus músculos en llamas y la pérdida constante de sangre. Ella inquirió mentalmente de dónde había sacado la fuerza de voluntad para poder siquiera mirarlo a la cara.

          —Hola, princesa—espetó él con una sonrisa ladina.

          Ella no podía creerlo.

          Puedes venir con nosotros y ver lo que hay más allá de esas cosas majestuosas.

          Estaba enfrentándose a otro posible monstruo.

          —No...—murmuró ella.

          Jugar a Dios nunca se le da bien a nadie. No cometas el mismo error que Javier.

          La mirada de Dalton se dirigió a Krauser—De acuerdo, un trato es un trato. Ahora que Sera está fuera del juego, Saddler estará más distraído con Wong. Podrás obtener la muestra de él sin problemas.

          —¿Y que hay con él?—preguntó el rubio señalando a Charlotte, claramente refiriéndose a Leon.

          —Ese ya no es mi problema, si no de Salazar—sentenció Bauer bajando su mirada hacia Lottie—. Es muy probable que la marioneta de Saddler termine por matarlo a cuenta suya. Nuestro trabajo terminó aquí, Krauser.

           —Me alegra saber eso—añadió Jack desde su lugar—. ¿Necesitarás ayuda para llevarla al Osprey?

          —No, tengo a mi equipo en ello—respondió el castaño antes de chasquear sus dedos, donde dos guardias llegaron justo detrás con él—. Pónganla en la camilla y espósenla. Métanle 4 ml de Propofol por intravenosa y mantengan una oxigenación al 100%.

          —No te atrevas a tocarme—masculló la pelirroja.

          —Por favor, Charlotte, no lo hagas—negó Dalton al mismo tiempo que los dos guardias vestidos de manera táctica se acercaron a ella—. No hagas esto más difícil de lo que ya es.

          —¡¿De qué carajos estás hablando?!—declaró la pelirroja en un ímpetu de energía—. ¡¿Quién te crees que eres?!¡Suéltenme!

          Uno de los guardias ejerció presión en su abdomen y ella soltó un alarido de dolor, otro la golpeó en el rostro, donde todo terminó por desorientar a la pelirroja — dejándose arrastrar por los dos guardias. Dalton fue la última persona que ella vio antes de que ella sucumbiese a lo que ella deseaba tanto en ese momento: la propia muerte. Sin embargo, con el oxigeno y el sedante, ella simplemente durmió.




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Julio de 2005 — 8 meses después.

          Era increíble que Charlotte Harmon realmente pudiese ver la luz del atardecer en esos momentos. Su celda parecía estar bien colocada, a pesar de no tener comodidades de ningún tipo, ella no podía escuchar ni siquiera a un pájaro. Ella apoyó su cabeza contra la pared mugrienta, mirando la suciedad que tenía acumulada entre las uñas — al parecer no podía terminar de sacársela cuando la arrastraban al baño a asearse cada día de por medio. Indistintamente, ella se pasó una mano por su cabello rubio, el cual había sido un efecto colateral a los experimentos víricos que el doctor Dalton Bauer había hecho en ella durante los medios tres meses de su retención en aquel lugar. La pigmentación de su cabello había cambiado considerablemente, hasta que las pruebas se detuvieron luego de varios intentos fallidos de infectar a la pelirroja. Su piel permaneció pálida y sus orbes azules se volvieron un poco más claro, el cual apenas se podía ver a través de su bata.

          Ella despertó en un lugar que desconocía, siendo llevaba a un destino incierto por el enemigo.

          Y ella no dudó en dar lucha a través de ello.

          Dalton Bauer decidió dejarla en estado comatoso en cuanto llegaron a una base que estaba cubierta de nieve entre montañas, para poder como la gran herida provocada por la caída se volvía a unificar — a curarse por si sola, manteniendo a la pelirroja con vida. Lottie durmió por seis semanas, recobrando así sus energías para poder despertar en una celda siendo retenida por esposas, vistiendo nada menos que una bata quirúrgica. El dolor que sentía en su cuerpo era indudable, pero el dolor que sentía en su corazón, era inmenso. Recordó haber sido recibida por Dalton y un par de médicos, quienes admiraban con fascinación a la muchacha de veintisiete años.

          —Bienvenida de vuelta, señorita Harmon—dijo Dalton con ambas manos en sus bolsillos—. Has estado dormida por un mes y medio, debo admitir que no creía que podrías recuperarte tan rápido.

          Lottie estaba enfadada.

          Muy enfadada.

          —Tienes exactamente un segundo para decirme donde diablos estoy—masculló la pelirroja entrecerrando la mirada, escupiendo tanto veneno entre sus palabras que ni siquiera Dalton le asustó.

          —Estás en un lugar seguro, donde la pasaremos de maravilla—replicó él asintiendo—. No tendrás que preocuparte por nada, ni siquiera por las toallas para tu período—miró a los doctores—. Examínenla y denme sus análisis para verificar si es un sujeto viable, me gustaría empezar lo antes posible con las pruebas.

          —¡OYE, HIJO DE PUTA!—exclamó Charlotte ya endemoniada por la ira—. ¡TE PREGUNTÉ DONDE DIABLOS ESTOY!

          Lo que recibió fue una gran abofeteada por parte del castaño, la cual resonó por toda la habitación como si se tratase de un golpe seco y eso casi la hace caer de la camilla. Los orbes de Charlotte empezaron a picar, antes de volver a su lugar, mirando con profundo odio al castaño.

          Dalton negó—No debiste hacer lo que hiciste, princesa. Nos veremos luego.

          Durante su primera examinación, ella intentó quitarle información al médico que la atendió, quien estaba junto a una enfermera — esta miró con pena a la pelirroja. Al tiempo que el médico le ordenó a la enfermera que examinase su zona pélvica para ver signos de infección, ella esperó hasta que el médico se fuera para poder interrogar a la enfermera.

          —¿Por qué te pidió que examinases esa zona?—inquirió la pelirroja en ese momento—. ¿Qué fue lo que me hicieron mientras estuve dormida?

          La mirada de la enfermera fue cansada—El doctor Bauer le ordenó a nuestro equipo médico que te hiciésemos una histerectomía.

          —¿Histerectomía...?

          —Él nos pidió que hagamos una resección quirúrgica de sus órganos reproductores internos—espetó ella con tristeza, como si realmente estuviese apenada de la pelirroja—. El doctor que acaba de darme las órdenes le extirpó su útero y trompas de Falopio, señorita Harmon. Lamento comunicarle que ya no es una persona gestante.

          Dalton Bauer había autorizado una operación quirúrgica sin su consentimiento.

          Dalton la había dejado infértil.

          Charlotte Harmon era infértil.

          Nunca había llorado, gritado y pataleado tanto como lo hizo aquella noche por el dolor que sentía acumulado en todo su cuerpo. Sus ojos se hincharon por tanto llorar, su garganta se puso rasposa por el llanto y los gritos, su cuerpo se cansó de forcejear ante las cosas que la ataban y sus deseos de vivir se habían ido por la ventana. Durante los siguientes tres meses, ella fue inyectada con varias cepas, las cuales fueron siendo rechazadas por los anticuerpos que su cuerpo había creado con la Plaga y muy pocos agentes víricos se acoplaron a su sistema inmune, así haciéndola más fuerte. Tras resultados negativos y cambios fisiológicos en la propia Charlotte, como el cambio de su cabello y su capacidad de fuerza, Dalton ya no vio más uso para experimentos — así que, en ese momento, empezaron las torturas.

          Dulces, dulces torturas.

          Era una de las torturas más dulces que Dalton había hecho.

          Los golpes fueron lo primero, los cuales dejaron marcas, moretones de todos los colores, como si estos creasen una galaxia en cada centímetro de su piel y arrancasen gemidos de dolor por su parte. La sangre vino luego, ampliando ese dolor en un abanico de posibilidades de rendición frente al enemigo, simplemente limitándola a existir mientras que aquel líquido rojo salía de su cuerpo. Sus heridas estaban curadas al día siguiente y ese mismo día se creaban más. Su rostro nunca se había hinchado por cuanto la golpeaban, no solo Dalton, si no sus guardias también — si es que él se cansaba. Harmon simplemente quedaba allí, atada a una silla, o a una pared, o simplemente tendida en el suelo vestida únicamente con una bata quirúrgica.

          Ella se estremeció cuando recordó la primera vez que la violaron.

          La habían drogado y simplemente, lo hicieron, provocaron uno de los pecados más malditos de la vida misma — habían violado su integridad, su lugar más íntimo, haciéndola sentir más insignificante que antes y el resto le provocaba calentura, regocijo, alegría. Ella lloró, vomitó y se encogió en si misma, absolutamente muerta de vergüenza, ira y tristeza desoladora ya que Dalton le había dejado muy claro que ella ya no podía escapar. Que no había lugar donde esconderse, que nadie podría protegerla y que ya nadie estaba pensando en ella. Ni siquiera Leon Kennedy. Cuando pasaron los cinco meses de su estadía en aquel pútrido lugar, Dalton le lanzó un periódico estadounidense: el Washington Post. En su portada se encontraba el presidente Graham junto a un perro de cabellos rubios con un pañuelo y a su lado se encontraba Ashley, esbozando una sonrisa para la prensa — completamente a salvo de cualquier peligro. Charlotte por un momento sintió alivio de ver que ella ya estaba bien y a salvo con su padre, como también sentía alivio al ver que su mejor amigo había completado la misión con éxito, a pesar de las bajas.

          Tal vez, era mejor de esa manera.

          Leon Kennedy merecía encontrar su propia alma gemela.

          A pesar de que sus palabras dejaron un gran tajo en el corazón de Lottie, ella decidió perdonar aquellas miradas llenas de enojo y lo que él le dijo antes de que ella simplemente terminase empalada contra una pica — ella lo perdonó y se aseguró de que él podría vivir sin ella, ya que nada duraba para siempre; ni siquiera las almas gemelas. En ese entonces, ella se rindió, simplemente existiendo y recibiendo dolor por todos los crímenes que podría haber cometido en su vida, ya que nadie terminaba siendo todo un santo en la tierra de los vivos.

          Casi todos eran pecadores.

          Luego de ser usada, abusada, golpeada y muchísimas cosas que ni siquiera ella se atrevería a contar con sus dedos, Charlotte estaba segura que el propio mundo la había olvidado por completo y que aquellos sucesos solo eran un castigo del infierno, donde ella solamente existía y tomaba todo ese odio, ese rencor y esa violencia para alojarla en su ser. Permaneció en aquella celda, donde muchas veces venían dentro para utilizarla como juguete, para golpearla o para dejarle comida, duchándola para mantenerla limpia y viviendo aislada de la propia civilización. Al menos, hasta que llegaron más sujetos de experimentación para Dalton al sexto mes y Lottie vio a una niña entre ellos. La mayoría eran adultos, algunos se encontraban asustados, pero aquella niña, quien no debía tener más de seis años estaba completamente aterrada.

          Era un alma inocente entre tantos pecadores.

          Justo como Sherry Birkin.

          Pero había una diferencia, Sherry Birkin estaba bajo protección del gobierno estadounidense. Aquella niña estaba a la deriva y Lottie temió muy fuerte a que ella pasase las mismas cosas que sufrió la propia Charlotte. Eso consiguió que Dalton la golpease con más desprecio que antes y la sangre que Lottie escupió en el suelo fue prueba de ello.

          —No sabía que la señorita Harmon quería ser madre.

          —Estás metiéndote en un camino que no tiene vuelta atrás—espetó Charlotte girándose a mirarlo—. Esa niña tiene padres y no dudarán en buscarla.

          —Menos mal que yo no soy su padre. Ellos no vendrán a buscarla, cielo—respondió Dalton mirando a la figura de Charlotte—. Están siendo enterrados bajo tierra, dejándome a su hija como parte de un ajuste de cuentas.

          —Como le toques un pelo...

          —¿Qué harás, Charlotte?—exclamó Dalton antes de patearla, haciendo que ella ruede a un lado—. ¿Sacarla de aquí?¿Darle la vida que no tuviste? No me hagas reír.

          Su mirada azul profesaba odio—La sacaré de aquí...y luego te machacaré hasta los huesos.

          Eventualmente, ella logró saber el nombre de la niña: Eider. En aquel entonces, la muchacha estaba terminando su sexta vuelta en la tierra, cumpliendo los siete años en junio y llegó a escucharla llorar una noche, donde sus orbes se encontraron por primera vez cuando la ahora rubia se asomó para mirar. A través del reflejo de un espejo, ambas pudieron verse y ella extendió su mano, indicándole que todo iba a estar bien. Durante las siguientes noches, hicieron exactamente lo mismo, sin intercambiar palabras sino que miradas. Y todo llegó hasta el día actual, en aquel atardecer, donde ella debía rendirse con el buscar una escapatoria de aquella prisión. Cuando cayó la noche, las luces se apagaron y la rubia se recluyó en su cama, la cual debían cambiarle la manta sucia cada tres semanas. Charlotte se sumió a un sueño profundo que duró dos horas, ya que, comúnmente, las pesadillas venían a ella como termitas.

          Sin embargo, esa no fue la razón que la despertó.

          El tintineo de unas llaves lo hicieron.

          —¿Estás segura de que está aquí, tía?—preguntó una voz femenina.

          —No soy estúpida, Sera—espetó la que parecía ser una voz muy reconocida para la rubia en aquellos momentos—. Estás subestimando mi trabajo.

          —Vale, vale, yo solo decía.

          La puerta se abrió y dos linternas la alumbraron, la muchacha Harmon parpadeó antes de taparse los orbes azules, ya sintiendo que alguien se acercó a ella.

          —Eh, eh, tranquila, tranquila—dijo Nora Sera mirándola fijamente, apartándole la mano para tocar sus mejillas—. Hola, guapa. ¿Me extrañaste?

          Sus ojos no podían creer lo que veían.

          —¿Nora...?

          Ella sonrió—No tienes ni puta idea de lo feliz que estoy por verte con vida, chavala. Hemos venido a sacarte—miró en dirección a la persona que las alumbraba—. ¿Vas a venir a saludar o siempre eres tan borde?

          —Créeme, soy la última persona que ella quiere ver.

          Charlotte no tenía que adivinar para saber que aquella voz le pertenecía a Ada Wong.

          La mujer vestía un traje táctico color negro, con una mariposa en el dispuesta en el brazo en su parte izquierda y su cabello negro se encontraba igual a como ella la había encontrado en el Castillo donde había muerto poco después. Lottie se puso de pie, mostrándose neutral ante la mirada inquisitiva de la asiática, Nora le entregó un bolso con ropa que ella agradeció eternamente y se cambió rápidamente para evitar perder el tiempo. Se ató el cabello en un rodete y se quitó las intravenosas que tenía inyectadas, dejando que los pequeños hoyos terminen cicatrizando solos. Al atarse las agujetas, Wong le entregó una pistola y sus miradas se cruzaron por otro momento más, hasta que la asiática la desvió.

          —¿Nos vamos? No es que tengamos el lujo de tener tiempo.

          Lottie miró a Nora—Necesito saber dónde estamos.

          —Estamos en la Isla Yakushima, en Japón. Hoy es 15 de Julio del año 2005.

          Teniendo en cuenta el día de su captura, el cual fue en octubre, ella terminó su calculo en al menos unos ocho meses de captura y retención.

          —He estado desaparecida por ocho malditos meses—murmuró la rubia.

          —Me sorprende que Bauer haya podido esconderse tan bien durante todo este tiempo—anunció Wong—. La salida no está lejos y alguien vendrá a patrullar, vámonos.

          —Esperen, en este pasillo hay una niña.

          Nora le miró con el ceño fruncido—¿Una niña?¿Estás de coña?

          —Tengo que sacarla de aquí o le harán lo mismo que yo—replicó Harmon con desesperación—. Está cerca.

          Ada rodó los ojos—De acuerdo, guíanos.

          Charlotte salió a trompicones de la celda, buscando acostumbrar su vista en la oscuridad y buscó la celda de Eider con la mirada. Se dirigió a la izquierda con lentitud, sabiendo que había más pacientes allí y llegó con las otras dos mujeres a la celda donde se encontraron a la niña de cabellos rubios encogida contra una pared, mirándolas con miedo. Nora abrió la puerta y le permitió la entrada a la rubia, quien se acercó lentamente hacia la muchachita de siete años recién cumplidos.

          —Tú debes ser Eider—murmuró la rubia mirándola a través del espectro de luz que salía de la ventana—. Soy Charlotte, la chica de un par de celdas más atrás.

          La niña no habló, solo se la quedó mirando.

          —He venido para sacarte de aquí con mis...amigas—dijo Lottie señalando a las mujeres que tenía detrás, quienes le saludaron con la mano—. Te llevaremos a un lugar seguro.

          Eider miró a las mujeres y su vista volvió a Lottie.

          Ella podía ver duda en los ojos de la niña, además del temor.

          —No te haré daño, lo prometo—espetó ella levantando ambas manos—. Y no dejaré que nadie te haga daño. Tienes mi palabra.

          Un ruido empezó a escucharse en uno de los pasillos y ella miró con algo de impaciencia a la niña, quien tardó en decidir. Ada preparó su arma para poder salir a los tiros si era necesario, sin embargo, lo que menos se esperó fue ver a la niña rubia en los brazos de Lottie, quien la cargó como si fuese una pluma. Las tres mujeres salieron corriendo rápidamente, siendo guiadas por la mercenaria, hasta una parte donde se presentaba un gran bosque.

          —Atravesaremos el bosque para llegar al bote que nos espera en la costa—anunció Ada mirando a las dos mujeres—. Dalton no volverá hasta mañana, así que eso nos dará suficiente tiempo para llegar a Europa del Este.

          —¿Por qué haces esto?—le preguntó Charlotte a la mercenaria.

          El rostro de Ada se mantuvo pasivo al mirarlo—Es simplemente una deuda que estoy pagando. Vamos.

          Y las tres mujeres corrieron hacia el bosque, perdiéndose en este.




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