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xxiv. ashley graham y el pequeño regalo


NOSTALGIA OSCURA,
capitulo veinticuatro: ashley graham y el pequeño regalo!



          LEON KENNEDY SOLTÓ UN SILBIDO POR LO BAJO AL VER LA IGLESIA DESDE EL PRINCIPIO DE LA COLINA, lo cual atrajo la atención de la pelirroja, quien se acomodó su chaqueta de cuero mejor para no tener tanto frío. Cuando llegaron al pueblo, lograron escabullirse sin ser vistos y se dirigieron hacia la pequeña capilla donde se encontraba marcada en el mapa. Allí, se toparon con la mochila que cargaba Lottie, un rifle de francotirador y con su chaqueta de cuero un poco sucia. Leon gruñó en voz alta al ver que su chaqueta no estaba allí y se cruzó de brazos, como un niño echando una rabieta al ver que no le compraban su juguete favorito; Charlotte se esforzó por no reírse, pero el rubio lo hacía ver tan divertido que ella soltó una carcajada por lo bajo. De alguna manera, Harmon agradeció plenamente la atención de dejar sus cosas intactas (a pesar de que se vio muy confundida) y con eso listo, lograron proseguir hacia el sendero oculto hasta ver la iglesia. Se deshicieron de un par de aldeanos hostiles y llegaron a su puerta, para darse cuenta de que faltaba una pieza encastrada en ella.

          —Supongo que esto no tendrá llave de repuesto, ¿no?—le preguntó Leon.

          —Nope, ni siquiera tiene cerradura—se quejó la pelirroja poniéndose de pie—. Llamaré a "mamá Hunnigan".

          Leon bufó ante el nombre—Como si "mamá Hunnigan" tuviese la solución a nuestros problemas, Charlotte.

          Lottie le sacó la lengua y usó su comunicador, buscando contacto con la mujer de cabellos morenos, quien no tardó nada en aparecer—Espero que sean buenas noticias.

          —Son buenas y malas noticias—añadió Lottie antes de sonreír, mientras que Leon se puso detrás de ella—. La buena es que estamos en la iglesia donde podrían estar reteniendo a Ashley. Huh, la mala es que la puerta está cerrada, no podemos entrar.

          Hunnigan miró inexpresivamente a los dos agentes—Se supone que ustedes dos son los mejores cadetes de la academia de policías, de agentes gubernamentales y del maldito Servicio Secreto. ¿Acaso no les enseñaron a forzar cerraduras ahí?

          —¿Cómo es que sabes eso?—inquirió Leon antes de dirigir una mirada confundida a su mejor amiga.

          —Cariño, soy una agente de la Unidad de Apoyo Operativo—respondió Ingrid como si fuese una obviedad—. Además de ser su soporte y ayudarlos, también es mi misión conocer hasta el último detalle de las personas con quien voy a estar trabajando en una operación, ustedes claramente no son la excepción. Sé todo sobre ustedes, hasta el tipo de porno que miran.

          Los dos agentes se quedaron en silencio ante la declaración.

          Hunnigan se dio cuenta de que estaba asustando a ambos y soltó un suspiro.

          —Lamento eso, fue un desliz—se disculpó ella antes de carraspear—. Díganme, ¿cómo es la cerradura?

          —Huh, no es que tenga una, si no ya la habríamos forzado—espetó Lottie antes de dirigir su mirada a la parte que se hundía de la puerta—. Tiene una especie de hendidura, como si encajara alguna pieza.

          —Bueno, pues no podemos quedarnos cruzados de brazos—negó Hunnigan mirando a la pareja—. Tendrán que encontrar alguna manera de acceder al interior, busquen caminos e investiguen.

          Leon rodó los ojos antes de irse hacia las rejas que tenía la iglesia, Lottie soltó una carcajada al mismo tiempo que negaba con la cabeza.

          —¿Qué es lo que le pasa?—le preguntó Hunnigan.

          —Está molesto por que le robaron su chaqueta favorita y yo recuperé la mía con las pertenencias para Ashley—dijo Lottie mirando a la mujer—. Tranquila, le compraré otra. Gracias por ayudar, mamá Hunnigan.

          —No me llames así.

          —Te queda.

          —Ni lo pienses. Corto y cierro.

          Charlotte negó con la cabeza otra vez y se dirigió hacia Leon, acomodando la correa del rifle mejor en su hombro. El rubio miraba un camino que daba a un par de puentes y ella lo miró con confusión.

          —Podemos intentarlo por ahí—señaló el sendero y la miró—. Quitamos a los aldeanos del camino y buscamos la llave.

          —Es una buena idea, entonces.

          Harmon tomó su rifle antes de apuntar en dirección hacia los infectados, utilizando las balas únicamente dirigidas hacia sus piernas, haciéndolos caer hacia el vacío. Se movieron por los puentes con cautela, hasta llegar a un pantano que tenía plataformas hechas de madera. Lottie soltó un respingo ante el frío y avanzó junto al rubio por los caminos de roble cortado y armado a la medida, creando pasadizos sólidos para sostener casas y a ellos mismos. Una especie de niebla rodeaba aquel pantano, revelando un lugar muy lúgubre, a pesar de que la presencia del sol aún predominaba entre las nubes. Leon se dio cuenta de que estaba empezando la tarde y que debían apurarse en buscar a Ashley antes de que la inminente tormenta los termine sacando de quicio con sus fuertes lluvias.

          Los dos permanecieron pegados, codo a codo.

          Algunos aldeanos intentaron acercarse, sin embargo, el dúo dinámico se deshizo de cada uno de ellos con balas y excelente puntería. La pelirroja miró a Leon de lado, captando aquel atractivo singular que él tenía mientras se veía concentrado y sofocó un suspiro, mirando al frente cuando los ojos de él captaron su mirada.

          Ella había caído otra vez.

          Por él.

          Y para él.

          Definitivamente no sabía cómo podría levantarse después de realizar eso — de admitírselo a sí misma luego de su gran ruptura con Dalton, de volver a depositar toda su confianza y amor hacia la persona que compartió años a su lado. Se sentía como si tuviese veintiún años otra vez y simplemente añoraba su toque en ella.

          —¿Qué pasa?—le preguntó él.

          —Nada.

          Fueron colina arriba, encontrándose con el gran lago. Charlotte no dudó en recordar la carta que alertaba a los miembros del pueblo sobre el inconveniente del escape de los hermanos Sera y que los agentes americanos estaban sueltos para buscar a la hija del presidente. La llave la encontrarían allí o al menos por esos páramos y ellos se al borde para ver a través de sus binoculares. Charlotte puso su cuerpo en tierra, alzando un poco sus caderas para poner una pierna cruzada, observando el lago desierto, hasta que Leon le palmeó el brazo — moviéndole la mano hacia donde él miraba. Dos pueblerinos montados en una lancha de madera estaban en el medio del lago, levantando un cuerpo entre dos, dispuestos a lanzarlo al lago y salir a toda velocidad. Charlotte soltó un respingo al darse cuenta de que se trataba del otro policía que los acompañó allí, el piloto. Ellos esperaron, al menos por un momento, debatiendo si debían ir a buscar el cuerpo o seguir adelante.

          La primera opción, al ver emerger una bestia gigante del agua, ya no era tan viable.

          El cuerpo desapareció frente a ellos siendo tragado por una gran bestia, su boca gigante en pleno esplendor, revelando su gran tamaño y procediendo a hundirse en el gran lago.

          La carta fue demasiado clara.

          Si ellos querían la llave, tendrían que cruzar aquel lago.

          —No es muy tarde para llamar a la BSAA, ¿verdad?—preguntó Charlotte a Leon.

          —Demasiado tarde—espetó Leon poniéndose de pie—. Además, ¿a quién diablos llamarías?¿A Joy Williams?—Charlotte ladeó su cabeza a un lado—. Ni te molestes, la pobre ya tuvo suficiente con el Pánico de Terragrigia¹, además esto es un asunto de Seguridad Nacional.

          —Bueno, yo solo decía—respondió Harmon levantándose de su lugar—. Ella ya sabe que estamos aquí, la llamé antes de partir.

          —¿Le dijiste de nuestra misión?

          —Ella es una agente de confianza, tonto—añadió la pelirroja caminando junto a él—. No dirá nada si no le concierne, ambos la conocemos.

          —De acuerdo, tienes razón.

          Los dos bajaron una colina, la cual los condujo hacia un muelle, donde estaba una lancha de madera con un motor flotando en el agua. Harmon miró a Leon con un poco de duda y luego volvieron sus miradas al lago, decididos a subirse al vehículo acuático. El muchacho de cabellos rubios encendió el motor y la lancha se metió lago adentro, buscando entre tanta roca en el páramo siniestro que se ampliaba a sus anchas. Charlotte sacó sus binoculares, buscando de alguna forma una salida que pudiese llevarlos hacia el otro lado del lago hasta que súbitamente la gran bestia salió del agua y ella soltó un chillido antes de que Leon la tomase de la cintura, tironeando de ella para ponerla contra el suelo. Ambos se mojaron un poco, quedándose inmóviles con la barca, hasta que esta empezó a moverse sola. Los dos se enderezaron, buscando algún arma para poder detenerla.

          Unos arpones metálicos se encontraban descansando a su lado.

          —¡Los arpones!—exclamó la pelirroja.

          —¡Toma uno!

          Ambos agentes se armaron con los arpones, apuntando en dirección a la gran bestia que se acercaba hacia ellos con gran rapidez. Lanzaron el primer par, hiriéndolo al mismo tiempo que preparaban otro par para lanzar. Charlotte fue rápida en su segundo lanzamiento, justo en la boca y Leon llegó a incrustar uno en su piel, rasgando sangre y la bestia se hundió un poco antes de resurgir tironeando una vez más el barco. Harmon sintió el agua salpicándole el rostro, peleando por su estabilidad en la embarcación a la vez que Kennedy le tendía otro arpón. La bestia era aterradora y no se cansaba, si no que iba dirigida hacia ellos para atacar y ellos lanzaron otra vez los arpones, manchando el agua con sangre hasta que la barca dio un salto.

          Charlotte cayó al agua.

          Mierda, mierda, mierda, pensó ella.

          Braceó hasta la superficie, con fuerza, con desesperación y emergió en la superficie.

          —¡LOTTIE!—exclamó Leon desde el bote.

          Ella estaba en el agua.

          Y la bestia se estaba dirigiendo a ella.

          Harmon empezó a dar brazadas con rapidez, respirando agitadamente a través de sus largos hechos en el agua. Leon lanzó un arpón detrás de ella, dándole al gran pez mutado y Charlotte no se detuvo en sus brazadas, al tocar algo sólido y hecho de madera. Leon tomó sus brazos rápidamente, agarrando a la pelirroja empapada para ponerla dentro de la embarcación y ella tosió descontroladamente, una mezcla de agua y sangre.

          —¡¿Estás bien?!—le preguntó Leon alterado.

          Lottie carraspeó—Estoy de puta madre, rubio teñido.

          El monstruo rugió y Leon agarró otro arpón—¿Por qué mejor no te hundes, maldito renacuajo?

          Al lanzar dos arpones más en la boca, el monstruo chilló y empezó a hundirse, sacándole un suspiro de alivio a los dos agentes; al menos, hasta que una cuerda se enrolló en la pierna de Leon, tirando hacia abajo con el peso del gran pez. Leon soltó un grito de agonía y Charlotte lo agarró instantáneamente, enrolló sus piernas alrededor de su torso y se mantuvo firme. Ambos respiraron agitadamente, al tiempo que Leon sacó su cuchillo y empezó a cortar.

          Cortó y cortó.

          Y la cuerda se rasgó, dejando caer más profundo al gran pez.

          Se formó silencio, las únicas dos cosas que eran audibles eran los latidos desbocados de sus corazones y sus respiraciones agitadas. Charlotte no soltó a Leon, sino que se mantuvo allí, esperando con toda la paciencia del mundo para calmarse y su mejor amigo le palmeó el muslo.

          —Eso estuvo demasiado cerca—espetó él.

          —Muy, muy cerca.

          —¿Estás bien?

          —¿Tú estás bien?

          Leon ladeó su cabeza a un lado—Yo pregunté primero.

          —Estoy...—dijo ella antes de empezar a toser, tapándose la boca con su mano, para luego alejarla y encontrarse sangre.

          Los orbes azules de Leon se mostraron preocupados, tomando la mano de Harmon para ver. Él no comprendía que le pasaba a su compañera, pero hubiese agradecido saber de antemano que ella no estaba bien. Lottie se retorció al sentir un fuerte dolor en su abdomen y gruñó en voz baja.

          —Vamos, te llevaré a un lugar seguro y pediré una extracción para ti.

          —¿Y dejarte aquí...?—balbuceó Lottie antes de soltar un gemido de dolor—. Ni lo sueñes.

          —Eso no entra en discusión.

          Leon procedió a encender el motor, siguiendo con el camino, donde, mientras más avanzaban, él también sentía el mismo dolor en el abdomen como su mejor amiga. Negó con la cabeza rápidamente se apresuró a llegar a un muelle que estaba a un par de metros de la orilla. Al ponerse de pie, el rubio se mareó un poco, pero tomó el brazo de su compañera para ayudarla a levantarse y los dos salieron de la embarcación. Leon soltó un gruñido y tosió con violencia, tapándose con la mano — observando sangre en su guante.

          —¿Pero qué...?—gruñó este abatido.

          —Leon, n-necesito tumbarme...—dijo Charlotte con debilidad y se retorció otra vez.

          —V-Vamos a e-esa casa.

          Con gran dificultad, los dos caminaron hacia una casa, la cual estaba abandonada y Lottie fue la primera en caer en seco al suelo. Leon balbuceó su nombre, sintiéndose el doble de exhausto, sucumbiendo al dolor y terminó cayendo encima del cuerpo de su compañera, perdiendo la conciencia junto a ella.




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6 horas después.

          Era inevitable que se desatara una tormenta cuando cayó la noche en España, más cuando Leon y Charlotte se despertaron de su larga siesta luego de sucumbir al dolor de lo que sea que les esté pasando físicamente dentro de sus cuerpos. Ninguno de los dos presentó más síntomas que aquellos, pero el despertarse encima del otro fue algo interesante e incómodo, teniendo en cuenta que Kennedy tenía su rostro hundido entre los pechos de su compañera. No es que Charlotte tuviese poco, todo lo contrario, tenía lo que ella llamaría "necesario"; aun así, Leon se sonrojó furiosamente antes de apartarse de ella carraspeando. Hunnigan se quejó con ellos por que no habían vuelto a llamar hacía seis horas y puso la excusa de que se estaba preocupando (Leon ya sabía que mamá Hunnigan los había echado de menos); el equipo le dijo que ya estaban cerca del lugar donde podrían encontrar la llave y lo hicieron gracias a una carta anónima. Encontraron la llave que podía encastrarse en la puerta dentro de un maldito hueco que era cubierto por una cascada, algo que tenía la insignia de la secta de los Iluminados.

          —Bingo—dijo Leon completamente empapado.

          —Al fin, buenas noticias—suspiró Charlotte metiendo la insignia en la mochila—. Ahora, a la iglesia, la protección de Ashley es nuestra prioridad ahora.

          —Suenas como Hunnigan, te contagió el ser mandona.

          Lottie le guiñó el ojo—Soy mandona a mi manera, rubio teñido.

          Cuando volvieron por donde vinieron, una puerta se encontraba cerrada y otra abierta. Era de madera, levantada como si se tratase de un maldito fuerte y ellos pasaron encontrándose con tres casitas y una puerta gigante, la salida estaba a un par de metros. La misma puerta por donde entraron se cerró abruptamente y la salida correspondiente también, sacándoles un respingo a los dos agentes. Un trueno resonó en el aire y la gran puerta se abrió, sacando a un par de pueblerinos tirando de dos cuerdas. Ambos agentes sacaron sus armas y un rugido provino de adentro, siendo seguido por un puñetazo que destruyó la puerta y mató a los pueblerinos.

          Charlotte Harmon no podía creer lo que veía.

          Un gigante, que parecía de los cuentos de fábulas, estaba parado a metros de ellos; demostrando su grandiosidad en tamaño y violencia, la tormenta siendo quien anunciaba su llegada.

          —¡¿Pero qué carajos es esa cosa?!—preguntó la pelirroja.

          —¡Esta gente definitivamente está loca!

          —¡Cuidado!

          El gigante lanzó un puñetazo hacia ellos, el cual esquivaron ágilmente haciéndose a un lado con una voltereta y no dudaron en abrir fuego. Aquel monstruo dejaba muy en claro de que se trataba de un arma bio-orgánica, con la cepa del virus que estaba controlando a los miembros del culto. Charlotte y Leon buscaron un escondite para trazar un plan detrás de unas de las casitas de madera armadas.

          La pelirroja miró a Kennedy—¿Ahora qué mierda hacemos?

          —Si tienes explosivos, es un buen momento para usarlos.

          Charlotte rebuscó en sus bolsillos—Veamos...huh, tengo tres granadas explosivas y una incendiaria.

          —Yo tengo dos cegadoras...

          —Dudo que encontremos más munición, a menos que haya una armería en este pueblucho o alguien que venda—añadió la pelirroja antes de mirar por el borde al escuchar un rugido—. El gigante nos está buscando...

          Leon la agarró del cuello de su chaqueta—¡No reveles nuestra posición!

          El monstruo se puso de espalda a ellos, buscándolos y ambos agentes se asomaron, observando un corte que revelaba tejido blanco que podría ser dañable. Los dos se miraron entre ellos, llegando a la misma idea.

          —Bien, yo distraeré al gigante y tú pondrás todos los explosivos en ese hueco—espetó la pelirroja y Leon arqueó la ceja—. ¿Qué? Tú eres el más ágil para escalar. No haré nada estúpido, lo prometo.

          —Está bien—replicó Kennedy entre dientes—. Esperaré tu señal.

          Charlotte le entregó sus granadas a Leon y salió corriendo en busca de la atención del gigante, otro trueno resonó y un rayo iluminó el cielo. La pelirroja gritó en dirección al gigante, quien se enojó más al verla, lanzando un golpe que ella esquivó; al darle la señal a Leon, él se escabulló para colocarse detrás del monstruo, buscando un punto donde subirse y súbitamente, se escuchó un aullido. Charlotte miró en dirección a una ladera y el mismo perro que habían rescatado en la entrada al pueblo saltó para ladrarle al monstruo.

          —¡Buen chico!—exclamó Lottie.

          Leon subió rápidamente a la espalda del monstruo, colocando todas las granadas sin seguro y explotando segundos después, haciendo que el monstruo soltase un chillido y sacase una especie de bicho raro por su espalda. Lottie tomó esa oportunidad y sacó su cuchillo, trepándose al mismo lugar donde estaba su mejor amigo. Ambos cortaron aquel bicho con su fuerza y el filo de sus cuchillos, provocando que este se desplomase en el suelo soltando borbotones de sangre, manchándolos a ambos y haciendo que cayesen en el suelo.

          Estaban hechos un asco.

          El perro se les acercó y empezó a olisquearlos.

          La bestia, completamente abatida.

          —Ugh, esto es asqueroso, pero fue un gran plan—se quejó Lottie.

          —Dime algo que no sepa—dijo Leon levantándose, teniéndole una mano a su amiga.

          —¿Qué diablos es esta cosa?¿Que, a los pueblerinos les gustan los seres fantásticos de fábulas?

          —Sea lo que sea, está muerto y no nos molestará. La iglesia está cerca, vamos.

          La iglesia parecía estar escondida entre la lluvia y el horripilante grumo de las nubes, pero eso no detuvo a los agentes, quienes entraron al ambiente sagrado con la llave de entrada. El altar estaba al final del largo centro de la nave, siendo separado en pasillos a su lado en pilares cruciformes, varios bancos se repartían de manera ordenada antes de entrar al crucero y a la conjunción de transepto, ambos conectaban a otros pasillos. La insignia de Los Iluminados se encontraba alzada como una entidad divina frente a ojos de muchos, con muchos colores, pero no para Charlotte y Leon. Un segundo piso se extendía por las naves laterales que estaba dispuestas en los arcos creados y una escalera les invitaba a subir. Las velas hacían aquel lugar más lúgubre de costumbre y un trueno resonó afuera.

          —Esto ya parece una película de terror muy mala—señaló Leon.

          —Ashley no puede estar aquí, está todo descubierto—añadió Lottie antes de señalar las escaleras—. Vamos a investigar.

          —Sí, señora.

          Al ingresar al segundo piso, se toparon con una puerta que estaba siendo obstruida por barrotes en ambos lados y buscaron palancas u algún fusible que debían tomar para poder activar el mecanismo. Sin embargo, eso los obligó a ir hacia el otro lado de la habitación, donde se encontraron con un panel que manipulaba tres colores: rojo, verde y azul.

          —Oh, vamos—masculló Charlotte—. ¿Por qué todo tiene que ser un puto rompecabezas?

          —Deja de quejarte y hazte a un lado—dijo Leon crujiéndose los dedos.

          —Presumido—Charlotte le enseñó el dedo medio.

          La pelirroja observó como el rubio activaba las luces de colores, las cuales se mostraban reflejadas en unos espejos separando los colores. Leon se puso a intentar mover los colores, haciendo que estos coincidiesen con el emblema que tenía la insignia mostrada y la vista de Charlotte se detuvo en un cuadro pintado donde la misma imagen de un hombre vestido como sacerdote volvía a encontrarse frente a sus ojos. Aquel hombre portaba un semblante escalofriante, pero digno de poder y parecía albergar sabiduría que le daba un aire de avaricia al mismo tiempo. Leon gruñó detrás de ella, no consiguiendo sacar el rompecabezas y su mejor amiga soltó una carcajada por lo bajo.

          Otro trueno resonó afuera, anunciando que la tormenta iba a ser más fuerte.

          —Ya casi...—murmuró Leon y volvió a intentarlo—. ¡Mierda!

          —¿Puedo intentar?

          —No, estoy cerca.

          Lottie rodó lo ojos, acercándose a su compañero antes de apartarlo con un golpe provocado por su cadera. Kennedy se cruzó de brazos mientras observaba a la pelirroja moviendo las piezas: el primer intento erróneo, el segundo también, pero el tercero produjo el mismo símbolo que había allí y los barrotes de metal se abrieron ante ellos. Harmon miró a su amigo, quien le fulminó con la mirada antes de suspirar con pesadez.

          —Lo logré.

          —Yo hice la mayoría, niña flama.

          —Nope, no lo hiciste.

          Los agentes se detuvieron frente a la puerta, sus armas en mano y una de ellas en el picaporte. Leon miró a Lottie, quien estaba con una mezcla de sangre y suciedad cubriendo su rostro, justo como él. El rubio asintió y abrió la puerta, permitiéndole la entrada a Lottie a la habitación. Al cerrarla, una sombra pasó frente a ellos, escurridiza e insegura. Una muchacha de cabellos rubios cortos, flequillo en cortina y vestida de colegiala los miró enojada, preocupada y al mismo tiempo asustada — a punto de dar pelea.

          —¿Ashley?—llamaron los dos a la figura.

          —¡No se acerquen!—gritó la muchacha y les lanzó un par de palos.

          —¡Ouch!¡Oye, cálmate!

          Leon gruñó ante el golpe y los dos intentaron de acercarse a la chica, quien corrió hacia la otra punta de la habitación, junto a unos barriles.

          —¡No!¡Aléjense de mi!—insistió.

          Esa chica claramente era la hija del presidente.

          Leon y Charlotte guardaron sus armas, planeando acercarse de manera pacífica hacia la muchacha.

          —Tranquilízate, Ashley—empezó Charlotte alzando ambas manos—. Todo va a salir bien. No somos el enemigo aquí.

          Los dos se agacharon frente a ella y Leon le sonrió—Mi nombre es Leon y ella es mi amiga Lottie, estamos bajo las órdenes del presidente, vinimos a rescatarte.

          —¿Qué?—la mirada de Ashley se iluminó—. ¿Mi padre los envió?

          Lottie asintió—Ajá, exactamente, muñeca. Vendrás con nosotros y te escoltaremos al punto de extracción más cercano, pero primero...—se quitó la mochila para sacar la ropa—. Tú no irás vestida así.

          —Huh, ¿me has traído ropa?

          —Me parece clásico de una película porno que secuestren a una colegiala vestida como tú, me lo agradecerás—le dijo la pelirroja—. Además, está lloviendo afuera y le prometimos a tu padre que te regresaríamos sana y salva. Vístete, tienes cinco minutos.

          Ashley asintió—De acuerdo.

          Los dos agentes se dieron la vuelta, dejando a la universitaria cómoda con su privacidad y su ropa, mientras que Leon sacó su comunicador. La imagen de Ingrid Hunnigan no tardó en aparecer en la pantalla, sintiendo profundo alivio de ver a los dos agentes aún con vida.

          —¿Cómo va eso, agentes?—les preguntó ella.

          —Mamá Hunnigan, tenemos buenas noticias—dijo Charlotte sonriendo—. Hemos logrado entablar el contacto y rescatar al objetivo, le dimos ropa de recambio y está en excelente estado de salud para andar por su cuenta.

          —Nosotros estamos bien, por si te preocupas—añadió Leon sonriendo de lado.

          Ingrid bufó en voz alta antes de volver a mirarlos—Buen trabajo, chicos. Enviaré un helicóptero enseguida.

          —¿Cuál es el punto de extracción?—inquirió Kennedy.

          —Hay otra ruta que pueden tomar para salir del pueblo—señaló Hunnigan con seguridad—. Está marcada en su PDA. El helicóptero los recogerá a ustedes y al objetivo por esa zona.

          —Excelentes noticias, entonces. Vamos en camino.

          —Ya estoy lista—dijo Ashley a sus espaldas.

          Los agentes se giraron, encontrándose con la muchacha Graham vistiendo pantalones de un color azul marino con botas y una sudadera de manga larga negra con un chaleco antibalas que Lottie cargó en la mochila en Bilbao y un gorro. En su pierna se encontraba un arnés, el cual llevaba la funda con su respectiva arma. Lottie y Leon le sonrieron de manera confortante, haciéndole ver a la rubia que ella estaba realmente a salvo de ellos. Ashley los siguió en silencio para poder bajar hacia la planta inferior y corrieron hacia el plantel central.

          —La chica viene conmigo—dijo una voz grave.

          Los dos agentes se detuvieron, hallando al dueño de su voz, un hombre vestido en túnicas violetas con dorado y algo de verde; portaba un cetro que tenía material orgánico que se movía. Su mirada era extremadamente sombría y Charlotte soltó un respingo al reconocerlo.

          —¿Quién eres tú?—preguntó Leon.

          —Si es que debéis saberlo...—espetó este mirándolos fijamente—. Me llamo Osmund Saddler, soy el líder de esta comunidad religiosa.

          Lottie dio un paso al frente—¿Qué es lo que quieres de nosotros?

          —Vale, vale. Lo que quiero es demostrar al mundo entero nuestro increíble poder, por supuesto. Estados Unidos dejará de patrullar el mundo de una vez por todas—miró en dirección a Ashley, sonriente—. Y por eso...hemos secuestrado a la hija del presidente, en orden de compartir con ella nuestro...don. Claro, luego la enviaríamos de vuelta a casa.

          El rostro de Ashley reflejó miedo—No...

          Leon miró a la rubia—¿Ashley?

          —Ellos me han hecho algo, chicos. Creo que me inyectaron algo en el cuello.

          —¿Qué fue lo que le hicieron?—inquirió Charlotte dando otro paso al frente.

          —Solo le hemos inculcado un pequeño "regalito"—respondió Saddler dando un paso al frente—. ¡Oh, cuando regrese a los brazos de su amado padre...!—soltó una carcajada sádica—. Será una verdadera fiesta. Pero...antes de que eso ocurra, negociaré con el presidente para sacarle alguna donación. Lo creas o no, se requiere una gran cantidad de dinero mantener esta iglesia en pie.

          Leon negó—La fe y el dinero no te llevarán a ninguna parte, Saddler.

          —¡Oh! Creo que he olvidado de mencionaros que también os hemos dado el mismo presente—añadió el líder de culto.

          Charlotte y Leon se miraron entre ellos.

          El toser sangre.

          Los retorcijones.

          El dolor insoportable.

         Ellos también estaban infectados.

          —Cuando nos capturaron...—murmuró Leon.

          Saddler ladeó su cabeza—Deseo de corazón que apreciéis nuestro pequeño pero especial obsequio. Cuando los huevos eclosionen, os convertiréis en mis marionetas. Haréis lo que os diga, sin poder oponeros. Tendré el control total sobre vuestras mentes. ¿No os parece una forma revolucionaria de promulgar la fe?

          —A nosotros nos suena como una puta invasión alienígena, si me preguntas—respondió Lottie.

          Las puertas de la entrada de la iglesia se abrieron, revelando dos ballesteros preparando sus armas. Harmon fue rápida y pateó un candelabro, el cual chocó en la alfombra y empezó a prenderse fuego, Leon tomó las manos de ambas chicas y corrieron en dirección a la ventana, traspasándola rápidamente para caer en el suelo empapado de lluvia. La pelirroja soltó un gruñido antes de fijar su mirada en la rubia.

          —¿Estás bien?

          Ashley se sacudió los vidrios—Chicos, ¿qué va a pasar con nosotros?

          —Digamos que Lottie le acaba de declarar la guerra a un culto al tirar velas encendidas a un tapete—espetó Leon poniéndose de pie, ganándose un codazo en las costillas por su compañera—. Pero tranquila, nosotros nos metimos en este lío y nosotros saldremos de él.

          —Eso me lleva a dos simples reglas, Graham—dijo Charlotte poniendo a la rubia de pie—. Y quiero que acates cada una de ellas—Ashley asintió rápidamente—. Obedecerás cada indicación u orden que Leon y yo te demos. Si te ordenamos que te escondas, te escondes, si te ordenamos que corras, corres, si te ordenamos que lleves tu cuerpo a tierra y te embarres, lo haces—la rubia se mostró intimidada y admirada al mismo tiempo por el tono de la pelirroja, así que asintió—. El arma que llevas en tu muslo, ¿está cargada?

          —Sí, eso creo...

          Charlotte se la sacó de la funda y miró el cargador, encontrándose con balas y se la tendió a Ashley—Esta arma la utilizarás para emergencias, cuando tu vida está siendo comprometida y nosotros no podremos ayudarte físicamente. Ahora mismo tiene el seguro puesto, pero allá afuera quiero esa arma con el seguro quitado y lista para disparar si las cosas se ponen mal.

          Ashley asintió.

          —No malgastes las balas, Ashley—le advirtió Kennedy seriamente—. Esas personas que nos perseguirán no se detendrán hasta matarnos o capturarte. Apunta a la cabeza y dispara, no dudes, es el punto más vulnerable.

          —De acuerdo, yo puedo hacerlo.

          —Esa es mi chica—declaró Lottie con diversión—. ¿Preparados?

          Los dos rubios asintieron en dirección a ella, preparados para enfrentarse al infierno.




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sin editar

¹ Los hechos del Pánico de Terragrigia toman lugar a mediados del 2004 (en verano) y son mencionados y abordados en la narrativa del último acto de Enemy con el OC de Joy Williams (libro de la serie Betrayal y fic de Chris Redfield).

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