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xxiii. los iluminados


NOSTALGIA OSCURA,
capitulo veintitrés: los iluminados!



          LLEGAR AL PUEBLO FUE RELATIVAMENTE SENCILLO, al menos luego de que una pequeña horda de pueblerinos intentase eliminarlos a la primera vez. Los dos agentes del gobierno se deshicieron rápidamente de los hostiles, sin antes corroborar del estado de los policías luego de que aquel camión pasase inadvertido frente a sus narices. Se encontraron con el auto estrellado luego de haber caído por el barranco, junto con el camión y una gran nube de humo que anunciaba su muerte. Sin embargo, ellos no encontraron cuerpo alguno para poder identificar. El puente que les permitió el paso estaba cortado, caído y sin dejarles más opción que obedecer la sugerencia de Hunnigan y continuar con el camino hacia el pueblo — priorizando la seguridad de Ashley donde sea que se encuentre. Charlotte y Leon trotaron por el camino, buscando orientarse mejor, adentrándose a los posibles confines del nuevo infierno al cual se enfrentarían de manera audaz. Se toparon con una señal rara, casi pagana, que estaba cubierta de lo que parecía ser sangre ya seca, pero decorando con rojo el símbolo que estaba alzado frente a ellos — lo cual no daba la promesa de algo nuevo.

          Luego, escucharon el lloriqueo de un perro.

          Lo que parecía ser un Pastor Alemán, a ojos de Charlotte y Leon, se encontraba atrapado en una trampa colocada para osos, con su patita completamente herida por el arma; sin dejar más opción de ejercer fuerza para poder abrirla. Lottie acarició el cabello sucio del perro, quien besó su mano con lengüetazos, justo como lo hizo con el agente de cabellos rubios antes de salir a trote a un costado, perdiéndose entre la maleza. Al continuar con su camino, se toparon con una pequeña cabaña, la cual albergaba el cadáver de una mujer que tenía el rostro empalado por una lanza, completamente destrozado, su cuerpo inmóvil.

          —Supongo que aquí no existe la discriminación sexual—declaró Leon alzando una ceja—. Tenemos que encontrarla, y rápido.

          —Una vez que lleguemos al pueblo, trazaremos un plan.

          Sin embargo, al cruzar una puerta que tenía un emblema muy macabro, se encontraron con la entrada al pueblo y tomaron cobertura en un árbol con arbustos alrededor. Los dos sacaron sus binoculares, observando a la gente del pueblo moviéndose de un lado al otro, Charlotte dirigió su vista hacia la gran hoguera que estaban haciendo: la cual revelaba un cadáver colgado de un gancho para pescado o carne de vaca. El cuerpo tenía el uniforme de policía y juzgando por el rostro demacrado, los dos se dieron cuenta de que se trataba del cuerpo del policía que estaba de copiloto.

          —Oh, mierda...—murmuró Leon al lado de Charlotte.

          —Esto se puso feo, muy, pero muy rápido—añadió la pelirroja mirando con preocupación—. ¿Contactamos a Hunnigan?

          —¿Para qué nos esté reprendiendo como si fuésemos niños de preescolar?—espetó Leon en voz baja mirando a su mejor amiga de reojo—. Ni se te ocurra. Vamos a rodear esto y veremos si nos acercaremos más.

          —Huh, a simple vista parecen pueblerinos comunes y corrientes—sentenció Harmon observando al resto de los aldeanos—. Pero lo único diferente es que ningún pueblo pondría el cuerpo de un hombre a asarse para que lo vea cualquier persona al llegar.

          —Esto me huele a un culto.

          Y Charlotte realmente temía darle la razón a su compañero.

          Leon posó una mano en su hombro y la palmeó dos veces, indicándole un camino que había al costado, el cual los mantendría escondidos por el momento si se decidían acercar más al pueblo. Ellos tomaron aquel camino, moviéndose de manera muy sigilosa, quedándose quietos en una pared donde pasaba una mujer con sus gallinas y se movieron en cuanto ella girase en una esquina. Dieron un par de pasos más y se detuvieron al escuchar un disparo, Leon se giró para mirar a su compañera, fulminándola con la mirada — quien se la devolvió con la misma intensidad.

          Estaba claro que ninguno de los dos había disparado.

          Entonces...¿quién había sido?

          —¡Un forastero!—exclamó uno de los pueblerinos a sus espaldas.

          Los dos agentes soltaron un respingo al girarse, encontrándose con cuatro pueblerinos a un par de metros y Leon fue rápido en tomar la mano de su mejor amiga antes de echarse a correr hacia adelante. Harmon empezó a sentirse nerviosa por la cantidad de aldeanos que estaban empezando a salir hasta por debajo de las piernas, así que señaló una puerta abierta de una casa que tenía al menos dos pisos y cerraron la puerta de un azote. Lottie caminó hacia atrás, antes de chocar contra algo que produjo un respingo por parte de ella y se quedó quieta. Leon apuntó su arma hacia ella, manteniendo contacto con la persona que sostenía un arma contra la cabeza de su compañera.

          —Está bien, quiero ver las manos arriba, guapa—dijo una voz femenina detrás de Lottie—. Vamos, anda. Las manos.

          —¿Por qué no mejor bajas el arma?—le preguntó Leon con cautela—. Dudo que a ella le importe levantar las manos.

          —Pues yo dudo que tu novia tenga los cojones para golpearme.

          Lottie, en un movimiento rápido se agachó antes de agarrar la mano con el arma y lanzarle un puñetazo que abatió a una muchacha que cayó al suelo. Leon la ayudó a ponerse de pie, recogiendo el arma que tenía aquella mujer contra la cabeza de su amiga y los dos le apuntaron. Ella soltó un quejido de dolor ante el golpe, girándose hacia ellos, al mismo tiempo que mostraba su rostro. Era al menos de su edad, uno o dos años más grande, al menos; con cabello corto castaño oscuro más arriba de los hombros y un flequillo que estaba por encima de sus cejas, su piel era pálida y sus orbes eran oscuros, los cuales fulminaron a la pareja de agentes que se encontraban mirándola fijamente. La castaña oscura se puso de pie, ante toda la tensión que se había formado.

          —Hala...—se quejó ella sobándose la mejilla antes de mirar escépticamente a Harmon—. Vaya hostia me has dao'.

          —¡No dejen que se escapen!—exclamó un pueblerino afuera y golpeó la puerta con violencia—. ¡Vayan por detrás!

          —Ah, joder, ahora sí que están cabreados—se quejó la castaña.

          Charlotte bajó un poco su arma—¿Tú no eres...?

          —¿Qué?¿Parte de esos Ganados?—le preguntó ella—. Ni de coña. No soy como ellos.

          —Tú fuiste quién disparó—añadió Leon tomándolo como si fuese un hecho, al mismo tiempo que soltaba un respingo por el escándalo que hacían los pueblerinos—. Mierda. ¿Quiénes son estos?

          Los tres se dirigieron a la ventana dispuesta de manera horizontal, buscando ver por qué hacían tanto alboroto. Algunos corrían de un lado al otro, señalaban en direcciones que ellos desconocían y juntaban a más y más gente. Lottie no sabía si debía sentir curiosidad o miedo por lo que los aldeanos estaban planeando hacer con ellos.

          —Maldita sea, ¿qué estarán planeando?—murmuró Lottie.

          —Acorralarnos, eso es lo que planean—anunció la castaña.

          Repentinamente, el fuerte estruendo de una motosierra encendiéndose fue lo que les hizo parar los pelos de punta a los tres humanos, quienes ladearon la cabeza en dirección a un hombre que llevaba una bolsa encima y quien portaba dicha motosierra, haciendo que ellos se apartasen de la ventana con brusquedad.

          —Lo que nos faltaba—bramó Leon—. Una puta motosierra. ¡Lottie, ayúdame con esto!

          Lottie asintió rápidamente y empujó junto con su mejor amigo una cómoda de madera hecha a mano que terminó por bloquear la puerta. Un gruñido de queja se escuchó a sus espaldas, encontrándose con la muchacha de cabellos cortos incrustándole un cuchillo al pueblerino, el cual se apartó. Ella empujó una biblioteca contra la ventana para poder taparla y un estruendo arriba los sobresaltó.

          —Yo iré a cubrir arriba—exclamó Leon antes de salir disparado de allí.

          —¿Puedes devolverme mi arma?—inquirió la castaña alzando la mano.

          —¿Quién diablos eres tú?—le preguntó Lottie tendiéndole el arma.

          —Nora—respondió ella antes de esbozar una sonrisa—. Me llamo Nora Sera. Y tú eres Lottie, ¿verdad?—se encogió de hombros—. Al menos así te llama tu novio.

          —El nombre completo es Charlotte Harmon—añadió la pelirroja intentando de no sonrojarse—. Lottie es un diminutivo de él, y no, Leon no es mi novio.

          —Un placer, Lottie.

          Un escopetazo se escuchó en el piso de arriba y las dos chicas corrieron escaleras arriba, hallando a Leon disparando cartuchos de escopeta. Charlotte miró con desconcierto al agente de cabellos rubios y buscó el lugar de origen de dicha arma, teniendo en cuenta de que estaba colocada en un marco. Fue inevitable recordar la armería del RPD, donde ella, en un principio, se había encontrado con la escopeta y sabiendo que Leon se la había encontrado primero, él se la quedaría.

          Él miró a Charlotte—¿Van a ayudar o qué?

          La puerta de abajo fue tirada por el infectado de la motosierra y Nora soltó un chillido antes de abrir fuego, haciendo más lento el trayecto de este hacia el segundo piso. Leon se colgó la escopeta al hombro, porque ya no poseía tantas balas como antes y se unió a las dos mujeres que disparaban sin cesar. Al ser acorraladas, Nora buscó un poco de alcohol y lo lanzó a las escaleras, antes de soltar un fósforo y prender todo fuego. Leon fue el primero en salir por la ventana, en dirección a una pequeña plataforma armada a mano, las dos chicas los siguieron y corrieron hacia uno de los techos, observando como varios infectados salían corriendo de la casa en llamas.

          Aquel había sido un movimiento inteligente.

          —¿Ahora qué coño hacemos?—bramó Sera con pánico.

          Una campana empezó a sonar a lo lejos, la cual hizo que los tres humanos mirasen en dirección a una iglesia que se alzaba detrás de una gran colina — dando sus usuales campanadas. Todos los pueblerinos dejaron sus estacas, sus hachas, sus cuchillos, sus picos, toda arma que produjera daño en el suelo y salieron caminando hacia una pequeña capilla, dejando el lugar completamente desierto. Los tres humanos bajaron a tierra firme, mirando hacia todos lados.

           Leon bufó en voz alta—¿A dónde van todos?¿Al bingo?

          —Ya quisieras—le dijo Nora recargando su arma—. ¿Ustedes quiénes sois realmente?

          Los dos agentes federales le mostraron sus credenciales, sacando a la muchacha Sera un largo silbido de impresión.

          —Como te dije antes, yo soy Lottie y él es mi compañero—declaró la pelirroja señalando al rubio—. Leon Kennedy.

          Nora le tendió la mano a Kennedy—Mi nombre es Nora Sera, lamento lo que pasó allá adentro, soy un poco tosca para presentarme con la gente.

          —¿Se puede saber qué es lo que haces aquí?

          Sera se relamió los labios—Estoy aquí buscando a mi hermano mayor, se llama Luis.

          —¿Tienes idea de dónde puede estar?—le preguntó la pelirroja—. Podrían ser de ayuda.

          Nora asintió sin problemas—Sí, conozco bien esta zona y sé dónde estos Ganados pueden tenerlo retenido.

          —Lottie, llama a Hunnigan.

          La pelirroja asintió—No le agradará saber esto...

          Al llamarla, su imagen no tardó en aparecer, demostrando una vez más que una miembro del FOS podía tener un rostro apacible en los momentos más difíciles.

          —Lottie, ya me preguntaba por qué no se habían reportado.

          —Dudo que quieras que nos reportemos cada cinco minutos—le respondió Lottie rodando los ojos—. ¿No era que nos tenías bajo estricta vigilancia satelital?

          —Ajá, sí, pero algunas veces las imágenes engañan—añadió la operativa ladeando un poco su cabeza—. Ustedes se mueven muy rápido y hay vegetación, podré ser sus ojos en el cielo, pero no en todo. ¿Lograron llegar al pueblo con los agentes?

          —Huh, sobre eso...—balbuceó la pelirroja—. Durante nuestro primer encuentro con el pueblerino, tuvimos complicaciones.

          —¿Complicaciones...?

          Leon apareció a su lado—Un camión arrolló el auto en el que vinimos y se estrelló en el fondo de un arroyo.

          —¿Y qué ocurrió con los policías?

          —Lamento darte las malas noticias, Hunnigan—dijo Leon mirando a Lottie de reojo—. Pero hemos confirmado un agente muerto y los pueblerinos nos dieron una enorme bienvenida como una maldita película de terror.

          La pelirroja rodó los ojos—Aquí hay infectados, Hunnigan, los pueblerinos estaban hostiles ante nuestra presencia. Algo ocurrió con la gente de este lugar.

          —De acuerdo, deben salir de allí—espetó ella y miró hacia un lado—. Busquen una torre y sigan la senda que hay cerca de ella. Nos comunicaremos pronto, corto.

          Leon asintió junto con Lottie, antes de dirigirse a la gran hoguera donde colgaba ese cuerpo perteneciente al policía. Harmon se le unió poco después, observando con horror el estado en el que estaba el policía y ella sintió movimiento a su lado, correspondiente al cuerpo de Nora Sera, quien miraba con atención al cuerpo quemándose.

          —Pobre chaval, lo habrán traído hacía unos veinticinco minutos—declaró Sera con pésame.

          Kennedy miró a la muchacha de reojo—¿Lo viste morir?

          —No, él ya estaba muerto cuando un pequeño grupo de Ganados llegó al pueblo con él. ¿Era vuestro compañero?

          —Fue una de las personas que nos trajo hasta aquí—replicó el rubio antes de mirar el cadáver—. Había otro policía, pero no logramos encontrar su cuerpo.

          —Puede que lo encontremos con mi hermano—Nora se relamió los labios y señaló la torre que estaba cerca de la pequeña capilla—. Vamos por ahí, seguidme.




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          La cabeza de Charlotte ardía como los mil infiernos y por un momento creyó que realmente había muerto. Pero no, estaba amarrada a algo, o mejor dicho a alguien. Ella y Leon siguieron a Nora Sera por la parte norte del pueblo, donde los condujo por una granja hasta una casa que estaba algo abandonada — sin contar la roca gigante que los pueblerinos lanzaron para poder matar a los dos nuevos intrusos que habían llegado de visitas. A Nora no le sorprendió ver que el alcalde del pueblo, Bítores Méndez, había dado una alerta a todo el lugar con la presencia de los dos agentes norteamericanos; pero también había una alerta de captura para la menor de los Sera, o al menos eso fue lo que pudieron interpretar.

          Llegaron hasta la casa abandonada que se encontraba más allá de la granja.

          La bienvenida que les dieron fue impresionante.

          Y al entrar, había todo tipo de trampas para ellos, pero Nora fue rápida en desarmarlas; cosa que descolocó demasiado a los dos agentes. Escucharon golpes al final de un pasillo que estaba justo a la vuelta por el que vinieron y se toparon con un armario del cual sus puertas se movían con violencia. El rubio fue primero para ver que sucedía y se colocó contra una de las puertas para poder destrabarlo. Charlotte había alzado su arma, asintiendo en dirección a Kennedy, quien abrió la puerta: dejando caer un cuerpo que empezó a retorcerse ante la presencia de los agentes. Era un hombre que parecía ser un poco más grande que Nora (unos tres años al menos), de cabello igual que ella, a excepción del flequillo, un poco más claro, vestido de manera algo clásica como la muchacha Sera. Nora corrió hacia él, guardando su arma, antes de quitarle el pedazo de cinta que tenía su hermano en la boca.

          —¡Ouch!—se quejó el hermano de Nora—. Un poco brusco, ¿no crees?

          —Es bueno verte a ti también, cara culo.

          Leon y Charlotte guardaron sus armas, al mismo tiempo que la muchacha de cabellos cortos giraba el cuerpo de su hermano para poder desatarlo.

          —¿Ustedes no sois...como ellos?—les preguntó el mayor de los Sera a los agentes.

          —Diablos, no—bufó Lottie cruzándose de brazos.

          Él rodó a un lado, sobándose sus muñecas—Vale, tengo que haceros una pregunta muy importante y seria—se relamió los labios—. ¿Alguno tiene un cigarrillo?

          —Tengo un chicle—respondió Leon.

          —Oooh, ¿me lo das?—le preguntó Lottie con un brillito en los ojos.

          Varios pasos pesados se escucharon a sus espaldas y los dos agentes se giraron, encontrándose con dos pueblerinos junto con un hombre gigante. Después de eso, todo fue negro. Tal vez fue una decisión muy estúpida dirigirse al gran hombre con una simple patada (la cual fue idea de Leon), así que, los dos agentes americanos despertaron en lo que parecía ser una casa más pequeña — estando inmovilizados por esposas. Ella apretó los ojos por un instante, intentando concentrar sus fuerzas en orientarse, hasta que un respingo que se escuchó a su lado le hizo abrir los ojos. La pelirroja miró en dirección a Leon, quien estaba sentado junto a Luis, esposado. Charlotte se movió, pero se dio cuenta de que estaba siendo colgada por un gancho con las esposas. A su lado, Nora Sera se encontraba colgando también, aún dormida.

          —Lottie—llamó Leon a ella—. ¿Estás bien?

          —Ajá, sí, lo estoy. Tranquilo—respondió ella intentando de buscar algún soporte para sus pies—. ¿Y tú?

          —Huh, sí, estoy bien—añadió él asintiendo—. Creo que fue un mal movimiento atacar al sujeto—este soltó un suspiro—. Ya, dilo.

          Charlotte sonrió de lado—Te lo dije.

          Leon Kennedy negó con la cabeza y miró en dirección hacia la muchacha Sera, quien estaba al lado de Lottie. Buscó al hermano con la mirada, teniéndolo esposado a sus espaldas, pegado a él. El rubio lo movió un poco, llamando su atención, mientras que Lottie empujaba a Nora con su pie.

          —Hey—dijo ella y luego empujó más fuerte—. Hey, Nora. ¡Despierta!

          Nora se despertó de un respingo y soltó un gruñido. El hermano mayor también lo hizo a espaldas de Leon.

          —Ugh, ay, ay, ¡ay!—se quejó el mayor de los Sera negando con la cabeza—. ¿Nora...?

          —Estoy aquí, capullo—bramó ella moviéndose en su lugar—. Salimos de un hueco y caemos en otro...esto es una puta mierda.

          —Ya, queremos respuestas—espetó Leon alternando su mirada entre los dos hermanos—. ¿Van a decirnos qué es lo que pasa aquí?

          Luis ladeó su cabeza hacia el rubio—Americanos, ¿sí?¿Que trae a unos chavales como ustedes a esta parte del mundo?—Leon empezó a moverse—. ¡Oh, oye! Calma, quienquiera que seas.

          —Me llamo Leon y la pelirroja de allí es mi mejor amiga Lottie—dijo el rubio y le tendió la foto de Ashley para que él la mirase—. Estamos buscando a esta chica. ¿Tu hermana o tú la han visto?

          —No sé de qué me hablas...—añadió Nora rodando los ojos.

          —¿Sois policías o algo por el estilo? Nah...no tenéis la pinta.

          Leon miró a Lottie—Tal vez sí, tal vez no.

          —Muy bien, déjame adivinar, poli—dijo el mayor de los Sera—. ¿Es la hija del presidente?

          Leon y Charlotte miraron fijamente al hombre, la pelirroja no dudó en chasquear su lengua—Estuvo demasiado bueno para poder adivinarlo. ¿Quieres explicar?

          —Me estoy preguntando lo mismo—añadió Nora alzando una ceja—. Empieza a hablar, a menos que quieras una buena hostia.

          —Poderes psíquicos...—espetó este con misticismo, haciendo que los presentes rodasen los ojos—. Nah, estoy bromeando con vosotros, amigos. Escuché a algunos aldeanos decir algo sobre la hija del presidente en la iglesia, hay un pasaje secreto que los puede llevar a ella—él carraspeó un poco—. Oh, claro, mis modales. Me llamo Luis Sera, soy el hermano mayor de la chulita que está al lado de tu amiga. Fui policía en Madrid, ahora soy un bueno para nada—ladeó su mirada a Lottie—. Aunque sigo siendo bueno con las chicas.

          —Gilipollas—masculló Nora antes de mirar sus esposas.

          —¿Por qué renunciaste?—le preguntó Leon.

          —Uff, Policía...Arriesgas tu vida día a día y nadie te felicita por eso—se quejó Luis—. Los héroes ya no se aprecian como antes por su valor.

          —Nosotros también fuimos policías—espetó Charlotte y se encogió de hombros con las manos esposadas arriba—. Aunque solo por un día.

          —Vaya, ¿y el malo soy yo?

          —De alguna manera nos involucramos en medio del incidente de Raccoon City durante nuestro primer día—replicó Leon alzando un poco su mentón, sus orbes azules mirando los de la pelirroja, quien luchaba contra las esposas—. Y estábamos llegando tarde, de todas formas.

          —Eh, ¿estáis hablando sobre el brote del virus?—preguntó Nora, moviendo sus manos con una aguja en su mano.

          —Pues claro, hermanita—añadió Luis mirándola de reojo—. Creo haber visto unas muestras en el laboratorio del departamento.

          Un gruñido se escuchó y los presentes fijaron su mirada en un pueblerino que entró ensangrentado, cargando un hacha gigante en su lugar, dispuesto a matar a los dos hombres primero. Charlotte gritó el nombre de Leon mientras que Nora movía con más desesperación sus brazos.

          —¡Haz algo, poli!—suplicó Luis.

          —¡Después de ti!

          El aldeano atacó y Nora se quitó las esposas, al mismo tiempo que los dos hombres se hicieron a un lado, dejando que la cadena se rompiese y liberando a ambos hombres. Los hermanos Sera salieron corriendo de allí, dejando a los dos agentes solos y el rubio derrotó al pueblerino lanzándole una patada que lo hizo estrellarse contra la pared — rompiendo su cuello en el acto y la sangre allí empezó a salir. Lottie suspiró con alivio antes de forcejear, Leon se acercó a ella rápidamente para buscar quitarle las esposas, utilizando un objeto punzante que llevaba en su cinturón.

          —¿Te duele?—le preguntó él de manera suave, sintiéndolo tan cerca de ella.

          —No, solamente me molesta. ¿Traes una ganzúa pero no tu gancho?—recriminó ella antes de soltar un gruñido—. No tienes tu chaqueta.

          —Ya te dije que no estamos para infiltrarnos como Ethan Hunt, Lottie. Además, tú no tienes la tuya—respondió Leon mirándola fijamente—. Y te falta la mochila con ropa para Ashley.

          —Hijos de perra...—masculló la pelirroja hasta que Leon le quitó las esposas—. Los Sera escaparon.

          —Pero ya tenemos el paradero de Ashley. Contáctate con Hunnigan, no vaya a ser que la preocupemos.

          Lottie estiró sus brazos un poco antes de sacar su comunicador, buscando conectarse con la operativa del FOS, quien apareció en la pantalla.

          —Aquí Lottie—dijo ella mirando a la mujer—. Lamento la falta de comunicación, huh...estuvimos en algunos aprietos.

          —Pero están bien, ¿verdad?

          —Estamos bien, Hunnigan.

          Leon se puso al lado de Lottie—Hemos encontrado a dos civiles, uno en libertad y otro cautivo. Son hermanos, según uno de ellos, Ashley estaría en la iglesia.

          —¿Y dónde están ahora?—inquirió Hunnigan.

          —Tuvimos un imprevisto y lograron escapar los dos—se lamentó Lottie ladeando la cabeza hacia Leon.

          —No me gustaría saber cuál fue ese imprevisto—sentenció la operativa—. ¿Tienen alguna idea de dónde esté esa iglesia?

          —Ni idea, pero aparentemente hay un pasaje secreto que puede llevarnos allí—dijo Leon—. Regresaremos al pueblo.

          Al salir de aquella casa, se encontraron con un gran laberinto de puentes que los llevó a una puerta metálica que los sacó de aquella prisión de cuerdas y pueblerinos enfadados. En una de las casas abandonadas, dieron con un mapa bien marcado y allí encontraron el pasadizo secreto. Los dos agentes se movieron hacia el oeste, siguiendo el sendero que los llevaría de regreso al pueblo y donde encontrarían el pasadizo a la iglesia. Sin embargo, primero, se encontraron con una casa de color gris, vieja y sombría, la cual les obstaculizaba el paso. Los dos agentes se miraron entre ellos antes de entrar por la parte abierta. Una habitación bien pulida les dio la bienvenida, en silencio. En un estante en la biblioteca les esperaba una llave con la misma insignia que vinieron observando durante su recorrido por el pueblo y la imagen de un hombre encapuchado que miraba fijamente le hizo soltar un jadeo a Lottie.

          —Eso sí que es tenebroso—dijo Leon a su lado—. ¿Quién diablos será este tipo?

          —No lo sé y no me gustaría conocerlo.

          Al proseguir por la siguiente puerta, escucharon voces que se encontraban al menos en el piso inferior, así que se movieron lentamente por el pasillo — hasta que Lottie se giró al escuchar un jadeo de Leon, quien estaba siendo agarrado por el cuello por el presunto alcalde del pueblo: Bítorez Méndez. La pelirroja sacó su cuchillo, corriendo hacia el alcalde quien mantenía un fuerte agarre con su compañero, ahogándolo y lanzó el cuchillo hacia él, el cual rasgó parte de su atuendo, pero lo que ella recibió fue una patada antes de soltar a Leon. Los dos cayeron al suelo, abatidos, recuperando el aliento y el alcalde los miró fijamente.

           —Veo que por vuestras venas corre nuestra misma sangre—declaró el alcalde—. Sin embargo, sois intrusos. No lo olvidéis...si os metéis en nuestros asuntos, tendréis graves consecuencias.

          Y sin más, se retiró.

          —¿Qué...?—balbuceó Lottie y empezó a toser.

          —¿Misma sangre?—preguntó Leon confundido.

          El pitido de los comunicadores saltó y Leon fue el primero en agarrarlo, respondiendo la llamada.

          —Leon, Lottie, tengo información que podría ayudarles—dijo Hunnigan con grandes ánimos—. Al parecer, un grupo religioso está involucrado. Se hacen llamar "Los Iluminados".

          —¿Los Iluminados?—inquirió Kennedy—. Vaya nombrecito...Por cierto, Lottie y yo hemos tenido un encuentro amigable con el mandamás de este pueblo.

          —¿Están los dos bien?

          Leon miró a Lottie, quien se estaba limpiando un poco de sangre contra el suelo—Sí, este tipo nos habría matado, pero...nos perdonó la vida. Mencionó algo que por nuestras venas corría su misma sangre. Vete a saber qué quería decir.

          —"Su misma sangre"—repitió Hunnigan—. Hmm...interesante. De acuerdo, investigaré más sobre eso. Dense prisa y localicen esa iglesia, chicos. Tengan cuidado.

          —Sí, mamá—gruñó Lottie y Leon soltó una carcajada antes de cortar, mientras ella se ponía de cuclillas, sintió una mano en su espalda—. ¿Qué?

          —El alcalde te dio un buen golpe, ¿estás bien?

          Charlotte bufó—Acomodó mis entrañas y mis pensamientos, pero estoy bien, gracias.

          —¿Y la sangre?

          —Solo fue de la nariz, relájate—mintió ella.

          Leon la ayudó a ponerse de pie y ella apreció el gesto, como también apreció estar cerca de él por un momento. Dejó que el rubio procediera hacia la planta baja, hasta que ella sintió movimiento en el techo. Sacó su arma, caminando de nuevo hacia la habitación de donde vinieron y lo que recibió fue un golpe seco que la estrelló contra la pared. Su cabeza tintineaba, al mismo tiempo que un pie gigante se ponía encima de su pecho. Los orbes rojos de Bítores Méndez brillaban con violencia y ella no podía escuchar nada más que su silbido, orientándose con el dolor.

          Dos disparos fueron a su espalda.

          Lottie giró su cabeza hacia la ventana, topándose con una figura que vestía rojo.

          Bítores corrió hacia la ventana y saltó, sin dejar rastro. Lottie se puso de pie rápidamente, recogiendo su arma para apuntar a la ventana. Leon no tardó en aparecerse, pateando la puerta para procurar que su mejor amiga esté bien, pero la encontró apuntando hacia la ventana.

           —¿Qué diablos fue lo que sucedió?—le preguntó Leon—. ¡Pensé que venías detrás de mí!

           —Escuché algo y el gigantón me golpeó, pero...—respondió ella antes de mirar a la ventana—. Alguien le disparó. Alguien vestido de rojo.

          Leon se tensó a su lado y Charlotte le miró fijamente.

          Alguien vestido de rojo.

          ¿Acaso sería...?

          —No me jodas—murmuró Harmon al ver que podría tratarse de la mercenaria que los engañó antes: Ada Wong.

          —Sea lo que sea, no tenemos tiempo para esto—añadió Leon—. Vamos.

          Los dos abandonaron la habitación con prisa, dejando la ventana destrozada atrás.




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