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xiv. javier y manuela hidalgo


MEMORIAS PERDIDAS,
capitulo catorce: javier y manuela hidalgo!



          ENFRENTAR A ESA CRIATURA NO FUE NADA SENCILLO, más cuando había una civil que portaría un papel crucial para poder investigar más al objetivo y así poder brindarlo a la justicia de manera simple y efectiva. La muchacha, a quien Krauser le ordenó a Harmon que buscase para ponerla en un lugar seguro, no debería tener más de 15 años; simplemente juzgando por cómo estaba dispuesto su rostro y su contextura física, definitivamente la niña estaba en plena etapa de adolescencia, comparados a los 24 años de edad que tenían Charlotte y Leon — habiendo pasado claramente por ese ciclo que parecía no terminar hasta que ellos se graduaran de la preparatoria. Krauser, Dalton y Leon se estaban encargando de destruir aquella arma bio-orgánica a toda costa, ya que esa podría haber sido una de las tantas razones del porqué aquella aldea se encontraba infectada. Cabía decir que los primeros dos se habían quedado bastante mal situados ante lo que ocurría en las calles de la aldea, ya que ellos no se habían enfrentado antes a los infectados y mucho menos a una amenaza que era casi un pez.

          Además, la niña presentaba la perfecta incógnita del siglo.

          ¿Quién diablos era ella?

          Para cuando Leon entró para corroborar que su amiga y compañera de equipo estuviese bien, ella ya tenía la chica inconsciente en brazos, lista para poder continuar con la travesía. El rubio, completamente manchado con un par de pintas de sangre, miró aliviado a su amiga, quien le sonrió de lado — de forma tan cálida que eso logró centrar a Leon en sus cabales. El equipo se volvió a reunir cuando Krauser volvió con lo que parecía ser un pequeño bote que había en una de las casas inundadas. Al montarse, el militar de comando demandó saber qué diablos había pasado y a qué se estaban enfrentado — eventualmente, Dalton y Jack tendrían que saber lo que ocurrió en el incidente de Raccoon City, ya que muy pocas personas sabían qué había pasado realmente con el incidente. Y ellos hablaron ante las demandas de su entrenador y del nuevo compañero que se había añadido al equipo, contándoles todo lo que ocurrió en el incidente.

          Dalton allí entendió el trato indiferente que tenía Charlotte hacia él.

          Ellos habían pasado por un maldito infierno.

          Y son de esos infiernos que se vuelven a levantar cuando uno piensa que está muerto.

          —Siendo su primer día como policías, qué pasada—declaró Dalton intentando de aligerar la tensión.

          Charlotte le miró fijamente, como si quisiese fulminar al hombre castaño con sus ojos, donde las sombras generaban un contraste perfecto en su mirada; indudables, duras sombras con nombres que él no podía comprender. Sin embargo, ella sabía que algún día se reiría de ellos, pasados años y años y años, ella lo haría — pero el momento parecía tan lejano como una promesa de vivir en un futuro tranquilo, obteniendo lo que ella quisiera en su vida.

          —Ese primer día fue una mierda—sentenció el muchacho de cabellos rubios—. Y eso que nos revolcamos en mierda, dudo que vuelvan a dormir tranquilos por la noche.

          —No le deseamos pasar lo que nosotros pasamos a nadie—declaró la pelirroja sentada en el bote, mientras este avanzaba—. Ni siquiera a nuestro peor enemigo.

          —Entonces no sabemos nada a qué nos enfrentamos—dijo Krauser en la popa mirando a los tres miembros restantes por el rabillo del ojo—. No tenemos idea a qué virus nos enfrentamos y tenemos a una niña que no despierta luego de habernos dado una demostración musical. Los jefes de alto rango están locos por mandarnos aquí.

          Harmon le miró seria—¿Sabes? Al tío Sam no le importa una mierda.

          —Eso ya lo sé.

          —¿Hacia dónde nos dirigimos, entonces?—inquirió Leon en la parte trasera, donde estaba el motor.

          —Nos dirigiremos río arriba—demandó el soldado de cabellos rubios, pasándose el dorso de la mano por la frente, quitando el sudor ardiente que empezaba a acumularse—. Si Amparo está allí, es muy probable que esta niña provenga de ese lugar y pueda ser nuestra guía. Me encargaré de estar al frente, Dalton, ocúpate del motor y los dos niños mimados estarán cuidando sus costados junto con la desconocida. ¿Entendido?

          El resto asintió y prosiguieron por el agua de color marrón, vagando con los árboles tropicales a sus anchas. Leon se sentó en el lado opuesto al que estaba Lottie sentada, donde ambos tenían la tarea de vigilar el perímetro, continuaron en silencio por al menos unos cuarenta minutos, hasta que sintieron movimiento por parte de la chica y el rubio estuvo a punto de acercarse, pero la pelirroja lo detuvo — tal vez la presencia de una chica podría ayudar. Lottie dirigió así su mirada a la muchacha que se encontró en un sueño muy profundo, el cual empezaba a disolverse en simples recuerdos olvidados, dejando lugar solo una única cosa para poder despertarla. Sus facciones se movieron, donde sus ojos empezaron a ir de un lado al otro. Ella se removió en la superficie donde estaba recostada, su vestido color blanco rajado y manchado con sangre podría haber revelado su pecado — aún así, ella recordó lo que les dijo el guía.

          Ella estaba escapando de la mansión de Javier Hidalgo.

          En su brazo derecho, había una venda, el cual llegaba hasta parte de su bícep y estaba atado de manera escueta.

          La muchacha jadeó.

          (Charlotte esperaba que ella fuese una niña simplemente asustada.)

          Y abrió los ojos.

          Unos orbes azules le miraron, con confusión y luego con miedo, al ver que ella no estaba en la iglesia. Ella intentó ir hacia una de las paredes, pero Charlotte le tomó de los hombros, logrando que ella jadeara por la confusión.

          —Eh, eh, calma—dijo Harmon de manera suave, buscando tranquilizar a la chica—. Estás bien, estás a salvo. Nadie aquí te lastimará.

          —Al menos que nos des una razón para hacerlo—murmuró Krauser adelante.

          —Jack, cierra el pico y vigila al frente—masculló la muchacha en un gruñido antes de volver a mirar a la chica—. Lo siento, a veces los hombres son estúpidos.

          —Vocês...? (¿Ustedes...?)—declaró la chica en portugués y al ver la cara de la pelirroja confundida, llegó a la conclusión de que ellos entendían poco y nada de portugués, entonces siguió por otra vía para poder comunicarse—. ¿Ustedes me sacaron de allí?

          —Nosotros te hemos sacado de allí, estabas en extremo peligro—le dijo Leon tocándole un hombro y ella se estremeció, alejándose de él mientras se tomaba el brazo vendado—. ¿Estás bien?

          —Debes de ser tú, ¿eh?—inquirió Krauser ladeando su cabeza a un lado, fijando su mirada en la muchacha—. La chica que vino de la mansión de Javier.

          —De acuerdo—farfulló la pelirroja, sintiendo que más sudor le corría por la espalda—. La están atosigando, déjenla en paz—señaló a Krauser—. Tú, concéntrate en el frente o te tiraré de esta barca—miró a Leon—. Tú, concéntrate en los costados o sufrirás la misma suerte que Rambo blanco—y luego su mirada se dirigió a Dalton.

          El castaño levantó ambas manos—Yo no diré nada, señora.

          —Buen chico.

          —La gente de la aldea—dijo la muchacha de vestido blanco—. ¿Qué les ha pasado?

          Charlotte apretó sus labios, haciendo una mueca de posible angustia ante la pregunta. La aldea que ellos habían cruzado no tenía mas que destrucción e infectados, dejando en claro que la salvación para esa aldea desolada y desafortunada era completamente imposible llegando a esas alturas. La chica en la iglesia había sido la única sobreviviente, mientras que el resto se hundía en un mar lleno de sangre y puras miserias para toda una eternidad. La chica continuó haciendo contacto visual con la pelirroja, observando con un poco de curiosidad su cabello pelirrojo trenzado. Ella era una chica de cabellos rubios ceniza, con piel blanca y delicada; dejando ver que se trataba de toda una muñeca.

          A primera vista, ella sería una virgen.

          Una forma pura e inocente.

          Dejándose corromper por los pecados de un solo hombre.

          —Lo siento—se lamentó Harmon—. Ninguno sobrevivió.

          La chica bajó la mirada, apenada.

          Lottie se arrimó más a ella—Mira, estamos buscando a un norteamericano que se puso en contacto con Javier para hablar sobre un virus. Necesitamos encontrar a Javier y...esperábamos que pudieses guiarnos hasta Amparo.

          La muchacha de vestido blanco asintió, cerrando los ojos y Charlotte sonrió de lado, para luego tenderle la mano.

          —Mi nombre es Charlotte, Charlotte Harmon—dijo ella y rodó los ojos—. Los idiotas de aquí me llaman Lottie.

          Ella dudó por un momento de agarrar su mano, pero al ver el gesto de confianza que había demostrado la pelirroja, logró hacerla sentir a salvo y así le estrechó la mano.

          —Manuela—se presentó la chica—. ¿Y ellos quiénes son?

          —Compañeros—respondió Leon y también le tendió su mano, la cual Manuela aceptó—. Mi nombre es Leon, el que está detrás es Dalton y el de adelante es Krauser.

          Manuela asintió, lentamente, pasando a sentarse al lado de la pelirroja; quien le regaló una sonrisa muy reconfortante para la muchacha y así continuaron en viaje río arriba. Durante las siguientes dos horas, Manuela intentó familiarizarse con las personas que se habían encargado de salvarle la vida, mientras ella estaba luchando con la inconsciencia y preguntó realmente qué había pasado. Krauser y Leon intentaron sacarle información de alguna manera, pero la muchacha de cabellos ceniza se abstuvo de dar alguna respuesta, teniendo en cuenta de que no conocía tan bien a sus salvadores — sin tener en cuenta sus verdaderas intenciones. Esa muchacha era reservada, eso sí que se entendía y más de haber pasado horrores en la mansión de Javier Hidalgo.

          No todos podían hablar de sus traumas de manera abierta.

          Ni siquiera la propia Charlotte Harmon.

          Dalton y Krauser intercambiaron lugares, mientras el sol ardiente estaba en su punto más alto, sus rayos reflejándose en el agua y en las pieles pálidas de los cinco — amenazadoras como una daga que tardaría mucho en quitarse. Manuela se removió en su lugar, el cual no había cambiado durante todo el trayecto, la mirada de Harmon se alternó en Manuela y luego en Krauser, quien la miraba de manera sospechosa; así que Charlotte le fulminó con la mirada, para decirle silenciosamente que dejase a la pobre muchacha en paz. Krauser le envió una mirada de reproche y ella negó, declarando que la estaba intimidando por la mirada.

          ¿Quién no se sentiría intimidado por el propio Jack Krauser?

          Algunas veces, ese hombre daba mucho miedo.

          —Oigan, creo que encontré algo—dijo Dalton desde la popa.

          Cuando los cuatro miembros restantes levantaron sus miradas, una gran estructura que daba a una represa se alzó frente a sus narices, dejando al grupo en silencio ante la monstruosidad que podría llevarlos hasta la mansión de Javier. Charlotte se preguntó si aquella represa era Amparo, donde podrían encontrar a su objetivo para interrogarlo y Manuela soltó un jadeo contenido.

          —Es gigante—murmuró Leon mirando el gran muro de concreto.

          —No me digas, Sherlock—dijo Lottie codeándolo.

          —Así que esto...—empezó Dalton para fijar su mirada en Manuela—. ¿De aquí vienes?

          Manuela asintió, lentamente y sintiendo miedo recorrer sus venas rápidamente—Sí, me escapé por allí...

          Krauser sacó sus binoculares, inspeccionando el lugar, sacando sus conclusiones luego de bajarlo a la altura de su cadera—Teniendo en cuenta cómo se ve eso, creo que allí podremos encontrar a nuestro amigo.

          —¿Podrás guiarnos allí?—le preguntó Charlotte a Manuela y levantó ambas manos—. Puedes quedarte en el bote, si así lo deseas, no tienes por qué aceptar. Pero nosotros hemos venido a detener a Javier y no nos detendremos hasta lograrlo.

          —Los guiaré—respondió la muchacha, con más seguridad, tal vez por el simple miedo de volver a quedarse sola entre tanto caos e incertidumbre—. Les ayudaré a buscarlo.

          Harmon le sonrió, mientras se ponía de pie, para luego admirar la gran represa que estaba siendo levemente escondida por árboles exóticos y cantos de pájaros que no hacían más que anunciar su llegada.




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          Juzgando por el silencio que había en los pasillos cuando entraron, eso fue suficiente incentivo para declarar que había algo mal allí y que todo apestaba a muerte. Eso no sorprendió nada a la muchacha de cabellos pelirrojos, quien tenía a la chica de cabellos rubios ceniza pegada a su espalda, completamente poco verborrágica como el resto de sus compañeros desde que entraron a la represa con intenciones de encontrar a Javier. A la entrada, las instrucciones que dio Krauser fueron simples: estar alertas todo el tiempo, usar sus municiones si es estrictamente necesario y mantener a Manuela a salvo. Y para la muchacha, quien se mostró como si fuera una niña de diez años, según el semblante de Krauser, él le ordenó que tuviese sumo cuidado y que obedeciese todo lo que ellos le pedían — logrando que ella asintiese ante las demandas de Jack sin rechistar.

          La primera hora había pasado.

          Y ese lugar estaba más muerto que de costumbre.

          Había infectados por todas partes, desde muertos vivientes a armas bio-orgánicas, infestando las aguas y adelantando una premonición sangrienta. Manuela hacía un gran trabajo escabulléndose entre los enemigos, recibiendo ayuda de Charlotte y Leon, mientras ella guiaba al equipo por entre los incontables pasillos de aquella represa. Pasaron rápidamente por el canal de desagüe, el cual era gigantesco, mojándose las botas con agua al caminar para evitar encuentro con más infectados. Cuando encontraron un lugar seguro, Dalton y Charlotte cerraron la puerta, agitados ante la conmoción y Manuela bajaba la mirada, apenada por lo que acababa de presenciar.

          —Este sitio es un zoológico de monstruos—dijo Krauser ya impaciente—. A Javier no le deben gustar las visitas.

          Leon dio un paso hacia la adolescente—Manuela...¿Cómo lograste escapar a todas esas cosas?

          —¿Q-Que...?—tartamudeó ella, intimidada e inocente—. ¿Qué quieres decir?

          —Es solo...—añadió el rubio de cabellos cortos.

          —Vamos, niña—bramó Krauser—. ¡Responde la pregunta!

          Dalton le puso una mano en el hombro al soldado—Eh, camarada, tranquilo. Solamente la asustarás más de lo que ya está asustada.

          Jack Krauser apretó su mandíbula antes de aflojarla, suavizando su mirada hacia la rubia quien no le había quitado su mirada en ningún momento. Charlotte miró en dirección a Manuela, quien batallaba gratamente por entender lo que estaba ocurriendo allí, así como saber las verdaderas intenciones del equipo.

          —No lo sé—respondió ella finalmente—. C-Cuando vine, no vi nada así...

          —Entonces tuviste una salida limpia—señaló la pelirroja—. Es bueno saberlo.

          Krauser bufó en voz baja y empezó a alejarse del grupo, continuando en el camino.

          —¡Espera!—bramó la chica al caucásico—. ¿Por qué quieren encontrar a Javier?

          —Ya has visto lo que ha creado—dijo Dalton señalando la puerta cerrada—. ¿Crees que se lo puede dejar suelto, niña?

          Manuela bajó la mirada—Supongo que no...

          —Ya hablaremos de justicia, sigamos—dijo Charlotte antes de señalar el resto del pasillo.

          El equipo continuó abriéndose paso en los pasillos, hasta el punto que entraron a un laberinto de pasillos, desde ese momento, Manuela tomó el frente para poder guiarlos — con Dalton y Charlotte al frente para poder cuidarla y los otros dos en la retaguardia vigilando. Llegaron hasta una de las escaleras, las cuales se extendían un par de pisos más arriba. Manuela les incitó a subirlas, siendo ella la primera persona en subir. Al hacerlo rápidamente, descubrieron cadáveres de los operativos de aquella represa, los cuales estaban en estado de completa descomposición hace días — inmóviles ante el movimiento. Cuando llegaron a la única puerta que había allí, unas bestias de cuerpo muy delgado empezaron a escalar las paredes y Charlotte chilló antes de empujar a los tres hombres hacia la puerta, siendo la última en cerrar la puerta. Manuela se estremeció de miedo y todos se vieron envueltos en silencio otra vez.

          —Esto parece una maldita película de terror—murmuró Dalton entre dientes.

          —Y que lo digas.

          —Por aquí—señaló Manuela antes de correr hacia el pasillo, girando hacia la izquierda.

          El equipo la siguió a la misma velocidad, buscando no perder a la muchacha de vista, quien continuaba avanzando, a la vez que volvía a familiarizarse con su propio entorno — el cual no era totalmente ameno a ella. Los infectados empezaron a surgir por todos los rincones, dispuestos a atacarlos sin piedad alguna y ellos corrieron a la par que Manuela, dejando que sus propias respiraciones empezasen a agitarse. Charlotte disparó hacia las piernas de un infectado, el cual cayó a sus pies y ella lo pasó por encima, justo como Dalton lo había hecho minutos atrás. Krauser y Leon los siguieron rápidamente, cubriendo sus espaldas y disparando cuando fuese necesario.

          Cruzaron una puerta y volvieron al mismo pabellón, donde ahí se encontraban un piso más arriba de la primera puerta por donde entraron.

          —¿Adónde vamos?—le preguntó Leon.

          —Por aquí hay un camino que nos llevará al exterior—sentenció Manuela.

          Krauser bajó su arma—Entonces, ¿la mansión de Javier está cerca?

          —Mm...—farfulló la muchacha—. Así que...¿Javier...?—se detuvo un momento—. Uh, n-no dije nada, no importa.

          Los cinco caminaron hacia otra puerta, la cual era un ascensor y subieron hacia el piso más alto, recibiéndolos con silencio en su penumbra mientras se movían. El ambiente era tenso ya de por sí, tan solo por haberse enfrentado a las propias armas que mantenían el infierno vivo ante los muertos. Para Charlotte, algunas veces parecía ser como un paseo por el parque, pero un paseo que resultaba ser molesto y que perturbaba su paz de manera considerable. Cuando llegaron al siguiente piso, las puertas se abrieron y el silencio permaneció prominente entre el agua que corría de uno de los desagües. En cuanto salieron, ellos salieron lentamente, con Manuela al frente.

          Y el silencio se hacía más, más intenso.

          —Esto me da muy mala espina—murmuró Leon detrás de Charlotte.

          —Se supone que ya estamos acostumbrados a eso, rubio teñido—gruñó la pelirroja manteniendo un agarre firme en su pistola.

          —Pst...—siseó Dalton a su lado y el grupo se detuvo, Jack ladeó su cabeza a un lado—. A mis dos en punto.

          Charlotte, lentamente, giró su cabeza y se encontró con una cámara que tenía una pequeña lucecita roja — la cual delataba que estaban siendo vigilados por el gran anfitrión del momento. Dalton hizo un movimiento rápido con la mano, indicándoles que avanzasen con cuidado al menos hasta que un pez infectado saltó en dirección a ellos, junto con muchos más que intentaban atacar al grupo. Charlotte sacó su cuchillo para poder matarlos y uno casi se lanza hacia su rostro, así que ella lo apartó, perdiendo el equilibrio y cayendo hacia la rampa de agua.

          —¡Lottie!—exclamó Leon antes de saltar a buscarla.

          La pelirroja sintió que el agua empapaba su cuerpo y su rostro, mojando así su cabello. Sabía que se estaba alejando de sus compañeros e intentó buscar algún lugar para poder agarrarse. Leon llegó rápidamente hacia ella, rodeando su cintura rápidamente por su brazo antes de agarrarse de una escalera. Él soltó un gruñido ante el esfuerzo y ella extendió su mano para poder tomar el barrote, montándose en la escalera para subirla, siendo seguida por Kennedy. Ambos se recostaron en el suelo, soltando un suspiro de alivio e inevitablemente los dos se tomaron la mano.

          —¿Estás bien?—le preguntó Leon sin aliento.

          Charlotte asintió—Sí...

          Kennedy se puso de pie, mirando a la figura de la pelirroja, quien estaba recobrando su aliento. Él le tendió una mano hacia ella y Lottie la tomó con dificultad, poniéndose de pie hacia la altura de su mejor amigo — regalándole una sonrisa sincera ante su acto de "heroísmo".

          —Como siempre, tengo a un caballero de hojalata detrás de mí—dijo ella a tono de burla—. Lo siento, fui muy descuidada. Gracias por salvarme.

          —Somos compañeros, Lottie. Nos cuidamos entre nosotros.

          —¡Leon, Lottie!—llamó Manuela a lo lejos, bajando las escaleras rápidamente junto con Dalton y Jack detrás de ella.

          —A eso le llamo yo un chapuzón con todas las letras—dijo Dalton intentando de contener una carcajada y la pelirroja le levantó el dedo medio—. Fuera de bromas aquí, ¿estás bien?

          —Digamos que eso me refrescó un poco—espetó ella guardando su arma y miró en dirección hacia la rama—. Perdí una de mis pistolas.

          —Tienes otras dos—sentenció Krauser cruzándose de brazos—. La próxima vez, agáchate, ayuda a mantener equilibrio en tu centro.

          Lottie levantó su dedo pulgar.

          —¿Dónde está Manuela?—preguntó Leon.

          El grupo se giró abruptamente al escuchar un grito femenino, el cual pertenecía a la muchacha de cabellos rubios ceniza, quien no estaba cerca de ellos como Krauser lo había pactado en un principio, Charlotte y Dalton fueron los primeros en salir corriendo para poder ayudarla, entrando a otra hilera de pasillos, hasta que siguieron el rastro de sangre donde los llevó hacia una sala de maquinaria pesada en funcionamiento.

          —No está aquí—murmuró Dalton.

          —¡Manuela!—llamó Charlotte a la rubia.

          Leon y Krauser se les unieron, este último vio la cantidad de cuerpos que estaban replegados por el suelo, manchando las paredes y el suelo con sangre. El equipo se movió lentamente por el entorno, buscando discretamente a la rubia de vestido blanco. Dos cuerpos se alzaron del suelo y Charlotte corrió para poder incrustarles un cuchillo en la cabeza, pateando al otro para apartarlo y lanzarle un segundo cuchillo para derribarlo.

          —¡Manuela!—bramó Dalton—. ¡¿Dónde estás?!

          Y como si fuese repentino, ella apreció caminando por el lado izquierdo de la sala, sosteniéndose el brazo vendado con miedo, temblando como si fuese una hoja por el viento.

          —Oh, Dios santo—suspiró Charlotte—. Menos mal que estás bien.

          —Niña, te he ordenado que no te alejases de nosotros—la reprendió Krauser con voz cruda—. Podrías haberte metido en un problema más grande.

          —Lo siento mucho...—tartamudeó ella bajando la mirada, afligida—. Me asusté, me...

          —Está bien, Manuela—le dijo Leon para poder reconfortarla—. Aquí no estamos seguros. Sigamos.

          Repentinamente, el ruido de un megáfono resonó en la habitación, mostrando la voz de un hombre a través de la misma.

          —Manuela...—llamó este.

          —Un momento—bramó Krauser mirando hacia todos lados—. Esa voz me suena...

          —¡Es Javier!—exclamó Dalton.

          —Por favor, cariño, vuelve a casa—espetó la voz de Javier.

          Manuela miró en dirección hacia su voz—¡Padre...!

          Oh.

          Eso sí que era interesante.

          —¡¿Qué?!—exclamaron los cuatro agentes.

          Manuela salió corriendo en dirección contraria, alejándose de ellos rápidamente, logrando que los agentes se trabasen en sus palabras y en sus pasos. Leon miró atónito a Charlotte, quien compartía su misma expresión, justo como la de Dalton y Jack.

          Krauser soltó un bufido—¿Javier tiene una hija?

          —Eso ahora no importa—declaró Dalton y señaló el lado por donde Manuela se fue—. ¡Sigámosla o la perderemos!

          El equipo salió corriendo a su búsqueda, encontrándose con más infectados en el medio, quitándolos de su camino con la lluvia de balas, apresurándose para llegar hacia Manuela — quien estaba plantada en lo que sería uno de los canales de la represa. Ella miraba hacia algo, en realidad era un alguien, y Charlotte se forzó a alzar su arma con recelo. Javier Hidalgo estaba parado en una plataforma, alejado de ellos por una simple brecha. Los tres agentes masculinos miraron con atención la escena, Dalton también poniendo su arma en alto.

          —¡Te tenemos, Javier!—exclamó Lottie con pasión—. ¡Entrégate!

          —Manuela—negó este con decepción, alzando ambas manos—. Todo lo que he hecho ha sido por ti.

          La menor de los Hidalgo bajó la mirada.

          —Solo tienes que seguir mis indicaciones durante 15 años—prosiguió Javier dando un par de pasos al costado—. Eso evitará la transformación. Pero te lo ruego, mi amor. ¡Debes tener paciencia!

          Manuela se estremeció, afligida, dispuesta a esconderse detrás de Charlotte, quien tomó una posición más defensiva que antes.

          Un ruido gutural se escuchó entre los canales, moviendo agua de un lugar al otro y Krauser soltó un gruñido al tener el oído tan agudizado para llegar a escuchar un sólido movimiento.

          —El hombre que nos entregó el Virus T-Verónica dijo que funcionaría.

          Charlotte se tensó al escuchar el nombre.

          Lo hemos visto en la isla donde mantenían a Claire cautiva, les había dicho Joy Williams días antes, el Virus T-Verónica. Si los están entrenando bajo este régimen, es mejor que sean conscientes de esto, porque es un virus muy peligroso.

          —¿Qué dijiste?—inquirió la pelirroja—. ¿El virus T-Verónica?

          Manuela soltó un gemido de dolor al ver que ella estaba siendo retenida por uno de los matones de Javier, Charlotte apuntó en su dirección y Manuela intentaba forcejear contra el agarre del hombre hacia ella.

          —¡Estos norteamericanos no te pueden salvar, cielo!—demandó Javier enfadado—. ¡Solo yo, tu padre, te puede ayudar!

          Como si fuese repentino, una gran corriente de agua chocó contra ellos y los desequilibró, siguiendo el gran aluvión líquido que los alejaba rápidamente de la presencia de Javier y Manuela Hidalgo.




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