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xi. el capitán guapo


MEMORIAS PERDIDAS,
capitulo once: el capitán guapo!



Arlington, Virginia, año 2001 — 3 años después.

          CHARLOTTE HARMON SE DESPERTÓ SOLTANDO UN RESPINGO, escuchando el barullo que empezó el capitán Dalton Bauer para poder despertar a todos los agentes de aquella cuadrilla. La pelirroja se levantó rápidamente de su cuadra, quitándose la sudadera que llevaba de pijama para poder ponerse la remera negra y los pantalones de color verde militar junto con las botas que estaban a juego con la remera. Teniendo en cuenta la poca luz que provenía desde afuera por las ventanas, Charlotte podía jurar que aún seguía de noche y que era temprano en la madrugada — al menos las cinco de la mañana en punto. El capitán de equipo dio otra recorrida por la fila libre que había entre los catres, declarando que quería ver a todo el equipo formado en el bosque en quince minutos, antes de retirarse por la puerta. La pelirroja bostezó en voz alta y se ajustó sus zapatos, antes de recibir un pequeño tirón en su cabello.

          Ella se giró, mirando a un muchacho rubio de cabello corto completamente alborotado, quien se ajustaba el cinturón de su pantalón, metiendo la remera dentro.

          —Buenos días a ti también, idiota—masculló Harmon con voz ronca.

          Leon Scott Kennedy se frotó la cara con ambas manos, intentando quitarse el sueño, espabilándose para acomodarse el cabello con una de sus manos; mientras que Charlotte terminaba de ordenar su catre y empezó a acomodar su cabello en un rodete que debía ser perfecto. Cuando salieron del edificio donde se encontraban alojados, el grupo de agentes corrió hacia el bosque que se encontraba a dos kilómetros, entrando en calor en el proceso y Charlotte podía sentir el frío calar sus huesos. La pelirroja respiró hondo por la nariz, llenando sus pulmones de oxígeno helado y lo soltó por la boca a forma de humo, concentrándose mientras trotaba a la par con sus compañeros. A estas alturas, parecían ejercicios casi rutinarios, creados con el simple propósito de infringir disciplina entre los agentes especiales de USSTRATCOM para poder encontrar un nivel óptimo que los llevaría a las misiones especiales para eliminar el problema y preservar la paz en Estados Unidos.

          Y ella debía admitir que el proceso de reclutamiento no fue el ideal.

          Charlotte recordó haber despertado estando sentada en una silla, esposada a la misma con una luz que provenía desde arriba. Recordó el ruido de varias cámaras apuntando hacia ella, como si fuesen armas y allí se dio cuenta de que se había metido en la boca del lobo. Cuando volvieron sus recuerdos de aquella madrugada del primero de octubre, eso provocó que ella soltase un respingo: Leon, Claire, Sherry y ella habían logrado escapar de Raccoon con vida, Claire se separó de ellos para buscar a su hermano Chris, el misil o lo que sea que provocó que toda la ciudad infectada explotara y la captura que ordenó el ejercito hacia ellos.

          Todo había pasado tan rápido.

          (Además de que ella aún vestía su uniforme de policía, claro.)

          ¿Dónde estaba ella en ese momento?

         ¿Dónde estaban Leon y Sherry?

          No.

          No.

          Ellos no podían estar muertos.

          —Oficial Harmon—dijo una voz a través de un parlante, dejando que la pelirroja se sobresaltase—. Que bueno que haya podido recobrar la consciencia, pensamos que nuestros soldados habían sido algo duros con usted.

          —Lamento decepcionar, desconocido.

          —Oh, bueno, mis modales. Me disculpo—respondió la voz, quien, juzgando por su tono, parecía ser la de un hombre—. Soy el agente federal de quinta clase Adam Benford, de la unidad USSTRATCOM de los Estados Unidos. Usted es Charlotte Faye Harmon, oficial de policía del Departamento de Raccoon City, ¿o me equivoco?

          Diablos, pensó la pelirroja.

          Charlotte tragó saliva y asintió—Es correcto.

          —Fuiste encontrada junto con el oficial Leon Scott Kennedy y la niña llamada Sherry Birkin a las 6 de la mañana de este día por el Ejército de los Estados Unidos—prosiguió él.

          —¿Dónde estoy?¿Dónde está mi compañero?

          —Oficial Harmon, aquí las preguntas las haré yo.

          —¿Vas a darme el beneficio de la duda?

          —Si es necesario, señorita, sí.

          —Esto me parece muy irrelevante—replicó Charlotte rodando los ojos.

          —Tengo algunas preguntas para usted, si no le importa—señaló Benford al otro lado del vidrio, el cual Charlotte no podía ver.

          —Yo también las tengo, agente Benford.

          —Esto no es negociable.

          —¿Acaso cometí un crimen?—le preguntó ella con mal humor—. ¿Acaso no puedo hacer un simple trato?

          Benford, al otro lado, permaneció en silencio ante las incógnitas que le presentó la pelirroja. Él debía admitir que la chica tenía bastante iniciativa, justo como su compañero cuando lo interrogó. Charlotte se removió en la silla, esperando con toda la paciencia del mundo alguna respuesta y deseó que Leon estuviese mejor que ella en ese momento.

          —De acuerdo, le dejaré hacer cinco preguntas cuando haga las mías.

          Harmon sonrió—¿Ves? No era tan difícil llegar a un consenso.

          —Sé lo que es un consenso, Harmon.

          —Entonces, que empiece el maldito interrogatorio.

          Charlotte, no te pases, se dijo a sí misma.

          —¿Qué hacía en Raccoon City?—preguntó Adam a través del vidrio polarizado, el mensaje llegando a los oídos de la pelirroja.

          —Fue mi primer día como oficial de policía—dijo ella antes de chasquear la lengua y mirarse el uniforme—. No sé si se dio cuenta o si el uniforme ensangrentado de policía con las siglas del RPD lo delata.

          Ella podía jurar que Adam Benford estaba rodando los ojos ante su actitud sarcástica en ese mísero momento.

          —¿Cómo encontró a la niña Birkin?

          —Estaba rondando en los pasillos de la comisaría cuando llegamos.

          Charlotte se mordió la lengua y recordó a Claire, sin embargo, ella no la mencionó. Deseó muy por adentro que el agente no le preguntase acerca de los sobrevivientes que estuvieron con ellos o de quienes participaron. Adam le preguntó sobre lo que vio allí, que lo describiese como si lo estuviese dibujando y a Charlotte le dieron ganas de vomitar al recordarlo: temibles atrocidades infestando las calles, una infección que había desatado el horror de la ciudad y una penumbra negra que anunció el final antes de tiempo. Ella fue muy, muy exacta con sus palabras, sintiendo que estaba siendo vigilada por muchísimas más cámaras. Las heridas que tenía en su cuerpo dolían, ardían y ella apretó los labios un par de veces cuando se movía y sentía el pinchazo de dolor.

          Era insoportable.

          Dios, era tan, pero tan insoportable.

          Benford siguió con sus preguntas y ella respondió a cada una de ellas.

          No mencionó a Claire.

          (Y no mencionó a la mercenaria, Ada Wong.)

          Ella empezó a sentir cansancio.

          —De acuerdo, oficial, se ha portado bien—sentenció el agente federal—. Le concederé sus cinco preguntas.

          Charlotte Harmon tenía que ser demasiado cuidadosa con ellas.

          —¿Dónde estamos?

          —En una base militar desplegada a 500 kilómetros de Raccoon City—respondió Benford—. Tenemos acordonada toda esa zona para evitar la infección.

          —¿Dónde están mis compañeros?¿El oficial y la niña?

          —El oficial Kennedy está siendo interrogado por otro agente mientras hablamos—mintió el agente en la primera parte, habiendo ya interrogado a Leon antes—. Él está bien. Sherry Birkin está siendo interrogada, pero está bien, aislada.

          —Ella no debería ser interrogada—añadió la pelirroja con dificultad—. Es inocente, esa niña es una victima de todo esto, no se atrevan a tocarla.

          —Lamento decepcionarla, señorita Harmon—declaró Benford a modo de amenaza—. Pero estamos autorizados a hacer lo que queramos con usted, el oficial Kennedy y la niña. Ahora son propiedad del gobierno de los Estados Unidos.

          ¿Qué?

          Charlotte se quedó en silencio, intentando de detener el sangrado que aquella daga de palabras que se incrustó en su cuerpo con tanta violencia. Era increíble, escaparon de un infierno para meterse en otro de manera casi instantánea — parecía un chiste de muy mal gusto. ¿Así que entonces ese iba a ser su nuevo destino? La mente de Charlotte empezó a divagar con muchísimos pensamientos al mismo tiempo, sin decidir si lo que había dicho el agente federal podía ser bueno o mal. Diablos, hasta ella tenía cosas en qué pensar. ¿Acaso su madre sabía dónde estaba ella en estos momentos?

          Ni siquiera sabía el propósito de aquella declaración.

          —Déjennos ir, por favor—suplicó ella empezando a sentir miedo—. Somos inocentes.

          Benford bufó en voz alta—Claro, dos inocentes policías que se vieron involucrados en una masacre y una niña inocente que lleva dentro el anticuerpo del Virus G. No se preocupe por ella, Harmon, cuidaremos muy bien de ella.

          Eso, podría llegar a ser una vil mentira.

          Pero Charlotte sentía que se le acababa el tiempo y las opciones.

          —Y bueno, señorita, para serle franco—prosiguió Benford con aire convincente—. Precisamos su valiosa experiencia en misiones de campo, usted y su amigo tienen el talento que buscamos. Así que, si quiere que esto termine de la mejor manera posible, solo tiene una opción.

          Harmon dejó caer una lágrima antes de bajar la mirada.

          Ella se estaba sintiendo como una maldita prisionera.

          —Ya, escupe la maldita opción—exclamó la pelirroja con desdén.

          Benford se tomó su tiempo, observando como ella se derrumbaba poco a poco y Charlotte Harmon se lo permitió, le permitió ver cómo ella tomaba aquellas palabras, haciéndola partes de su ser y manteniendo una mirada completamente rota ante las personas que la observaban de la sala aislada; todo como si fuese un espectáculo del cual todos se regodeaban.

          —Trabaje para nosotros, Harmon.

          Así que, ella aceptó.

          Benford logró permitirle una sola llamada a Harmon, la cual utilizó sabiamente para comunicarse con Mareena Willibur-Harmon, diciéndole de manera concisa que ella se encontraba bien; pese a la angustia que sentía su madre al escucharla, pero logró llenarla de alivio cuando le dijo que ella y Leon estaban bien. Charlotte recordó cómo su voz tembló al decirle que no volvería a su hogar por un buen tiempo y que se contactaría con ella en cuanto todo se tranquilice, en cuanto las aguas se calmasen y su entrenamiento especializado terminase — al menos. Mare lo comprendió, con la silente amenaza de que algo malo estaba pasando con su hija al ver que había gente del gobierno involucrada en el incidente de Raccoon. Leon y ella se reunieron 15 horas después antes de ser aislados en una celda de contención biológica, ambos enterándose al mismo tiempo que Raccoon City había sido destruida por un misil que esterilizó toda la ciudad, dejando solo polvo y muerte en su camino.

          Entonces, el proceso fue lo que la llevó allí junto a Leon.

          Cuando llegaron al bosque, Leon se posó a su lado, todos formándose cuando el capitán Bauer entró en escena, mirando a los cadetes formados en fila de manera casi perfecta. Él había sido la primera persona que los había recibido en el campamento donde se entrenarían junto con el cuerpo de los Marines, el cuerpo del Ejército y al menos una unidad de Navy SEALS. Las primeras semanas habían sido un autentico infierno: despertarse a los golpes, entrenamiento para entrar en calor, entrenamiento físico durante varias horas, ejercicios militares con armas, utilización de gas lacrimógeno y lo que Charlotte más detestaba: entrenamiento protocolar.

         En el RPD, el entrenamiento protocolar era más flexible.

         En la unidad USSTRATCOM, era extremadamente mandatorio.

         Para las mujeres, quienes debían cumplir un estándar en conjunto como los hombres, ellas debían atarse o cortarse el cabello para evitar que este se interpusiese en el camino durante las misiones o los entrenamientos de reclutas. Nada de coletas de caballo o trenzas, no, debía ser un rodete juntado de manera perfecta y ajustado para evitar su caída — bien peinado y correcto. Harmon consideró en cortárselo para no tener que hacer nada de peinados, pero la mirada de Leon llegó a asustarla de tal forma que no pudo evitar pensar en su madre.

          —Hagas lo que hagas, no te cortes el pelo, Charlotte.

          —¿Qué eres?—le espetó la pelirroja alzándole una ceja—. ¿Mi madre reencarnada en tu cuerpo o qué?

          —¿Y qué es lo que haría tu madre si decidieses cortarte el cabello como un chico?

          Probablemente me mataría, se respondió a sí misma.

          —Estaría atormentándome en mis sueños.

          Leon sonrió de lado—Ahí tienes la respuesta. Además, me gusta tu cabello largo.

          —Pensaba que las de pelo corto eran de tu tipo—le dijo Charlotte de manera inexpresiva.

          —No empieces.

          Parecía gracioso en ese momento, al menos antes de que el capitán terminase de explicar el ejercicio, tocando un silbato que los hizo mover a todos hacia los circuitos que había en el bosque — donde Charlotte y Leon empezaron con su entrenamiento rutinario incesante.




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          El capitán Dalton Bauer era atractivo, eso estaba más que claro para Charlotte y llegó a considerarlo un absoluto idiota cuando lo conoció la primera vez en su entrenamiento — sin embargo, ella llegó a enterarse que tuvo una carrera en genética y medicina que lo llevó al ejército y luego a ser un agente. Un bastardo de metro noventa, con un aire inglés bastante imponente entre las líneas estadounidenses en defensa y una mirada completamente cautivadora a vista de muchas chicas que simplemente buscan a alguien con quien pasar la noche. Si Charlotte lo hubiese conocido en otras circunstancias, tal vez consideraría acostarse con él una noche para probar qué tan bueno es en la cama — dejando en claro que su inhibición sexual era poca y nada, habiendo perdido la virginidad en la noche de graduación, teniendo un par de polvos de un lado y otro, para luego enfocarse en su carrera como policía.

          Ella era buena con la abstinencia.

          Sin embargo, Dalton Bauer parecía ser el sueño mojado andante de las chicas de su cuadrilla y lo llamaban "Capitán Guapo". Leon intentaba no reírse por ello, a pesar de que él también demostraba ir por el mismo camino que Bauer. Charlotte no le prestó atención a Bauer, simplemente limitándose a seguir órdenes y responder cuando se le acotaba algo.

          Pero, oh, el dulce capitán Bauer captó algo en Charlotte.

          (Y ella esperaba de que se tratara de un malentendido.)

          Cuando Leon y ella fueron trasladados hacia la base militar establecida en el condado de Virginia, se encontraron con demasiada jerga militar de golpe, siendo arrastrados hacia uno de los edificios donde se encontraría su cuadrilla, sin antes tener una pequeña probada de los gritos de los oficiales. Los dos novatos que escaparon siendo policías intentaban no mostrarse intimidados por cómo las figuras imponentes de los oficiales militares vestidos de pies a cabeza con armamento pesado y camuflados contra el fondo. Charlotte se preguntó como diablos lograban tener una voz sin que esta se quebrase o la terminasen perdiendo en el camino por cuan alto gritaban — ella definitivamente perdería su voz si lo intentaba.

          Gritaban muy fuerte.

          Les despojaron de los pocos efectos personales que podían tener, luego de que sus armas fuesen retenidas por el gobierno cuando fueron capturados y los llevaron a los edificios para poder mostrarles donde dormirían los siguientes 8 meses hasta que el entrenamiento terminase. Teniendo en cuenta de que comenzaban en octubre, eso significaría que empezarían en otoño y terminarían a mitad de verano — pasando por el violento invierno que azotaba a los Estados Unidos justo a finales del año 98. En cuanto entraron a las cuadrillas, todos escogieron donde dormirían y Charlotte agradeció estar junto a una chica y Leon entre medio. Mientras investigaban sus uniformes, un hombre de cabello corto y castaño oscuro entró en la sala, luciendo al menos unos cinco o seis años más que la propia Charlotte.

          —¡Cadetes!—exclamó este a los reclutas—. ¡Los esperaré en el bosque a dos kilómetros al oeste!¡Tienen diez minutos!

          Y con aquellas órdenes, Charlotte se puso a trabajar.

          No le sorprendió nada escuchar silbidos en cuanto las pocas mujeres se quitaron la sudadera que llevaban en orden de colocarse el uniforme.

          Como siempre, la misoginia y el deseo al cuerpo de la mujer era palpable.

          Harmon ignoró cada uno de esos silbidos o miradas predadoras, de las cuales podían ser bien intencionadas o mal intencionadas, simplemente limitándose a colocarse el pantalón y las botas, buscando una goma para su cabello y salir por la puerta. Algunas chicas, según lo que vio Charlotte, llevaban un rodete hecho a la perfección y bien ajustado, algo que Charlotte rezó para hacerlo bien. Ella buscó el bosque con la mirada, encontrándose con la mirada de Leon quien le señalaba que la siguiera hacia el manojo de árboles que se extendía a dos kilómetros de dónde se encontraban. Cuando llegaron trotando, se encontraron con el mismo militar caminando de un lado al otro y la pelirroja se tomó el tiempo para poder atar su cabello largo.

          Y debía hacerlo rápido.

          (Ahora ella comprendía por qué Leon la apodaba como "niña flama".)

          Poco a poco, se fueron uniendo los pocos reclutas que estaban en la cuadrilla y se formaron en tres filas, mezclados entre hombres y mujeres, acomodados de manera medianamente ordenada, todos en silencio. El hombre de cabellos castaños detuvo sus pasos, ladeando su cabeza a un lado, mirando a los reclutas que mantenían su mirada al frente en silencio y él se acercó.

          —Bienvenidos, reclutas—prosiguió el hombre de cabellos cortos—. Soy el capitán Dalton Bauer, militar de clase cuatro y agente federal de alto rango de USSTRATCOM, seré su coordinador y jefe de cuadrilla junto con mi compañero—señaló a un muchacho de piel oscura a su lado, quien se unió momentos después—. Terrence Dillion. Además, seremos quienes supervisarán su entrenamiento como agentes federales y quiero avisarles que se han metido en una unidad donde se espera lo mejor de mejor.

          El compañero de Bauer, Dillion, dio un paso al frente—Serán capacitados para poder sobrepasar situaciones donde el estrés será el máximo y dónde tendrán que pensar con rapidez no solo por el interés de la misión y del país, si no para preservar su vida. Serán llevados a sus más elevados límites y no muchos logran llegar al final de manera satisfactoria. Esta será la única advertencia que les daremos antes de que empiece el entrenamiento.

          No había vuelta atrás.

          Cuando ella menos lo pensó Dalton había ordenado que las mujeres se separasen de los hombres, observando que en aquel terreno había muy poca presencia femenina debido a los mensajes que enviaban los medios de comunicación en ese entonces. Las seis mujeres que había en la unidad, a comparación de los 15 hombres que se encontraban allí, no decepcionó para nada al capitán Bauer.

          —Diría que debería sentirme sorprendido de tener presencia femenina en las filas de la guerra, pero no lo estoy—sentenció mirando a las chicas—. Faltarán años y años para que el patriarcado deje de verlas como personas que deben recluirse a tareas sencillas y simplemente a verse bonitas. Las felicito, señoritas, lograron algo que muy pocas mujeres se animan a hacer por el miedo de ser mal vistas.

          Dalton se detuvo al lado de Charlotte.

          Muy, muy cerca.

          —Tu nombre, cadete.

          —Charlotte Harmon, señor.

          —Pareces joven, diría unos veinte años—declaró Dalton antes de ponerse frente a ella y señaló un mechón que se había caído—. ¿Acaso viste cómo llevas atado el cabello?

          Sí, idiota, el rodete reglamentario me quedó asqueroso, gracias por recordármelo, se dijo a sí misma y evitó rodar los ojos al respecto.

          Ella se relamió los labios.

          Se sentía profundamente nerviosa.

          —Debe verse sumamente impresentable, señor.

          —Espero que esto mejore, Harmon. ¿Entendido?

          —Sí, señor.

          Dalton se acercó más a ella—¿Qué dijiste?

          —¡SÍ, SEÑOR!—exclamó ella con firmeza, queriendo quitarse al capitán Bauer de encima.

          Ella podría considerar que los primeros cuatro meses fueron un autentico infierno y eso provocó muchísimas bajas, para luego terminar en una cuadrilla de al menos quince personas, donde el grupo de las mujeres permaneció más junto que nunca. En aquel periodo de tiempo, Charlotte había adquirido más musculatura, sin quitar que aún conservaba sus curvas femeninas y se había cortado un poco el cabello hasta menos que los hombros, así pudiendo atarlo en un rodete bien armado gracias al consejo que les dieron las cadetes que pertenecían al cuerpo de los Marines.

           Las mujeres, de todos modos, siempre estaban unidas.

           Charlotte agradeció gratamente eso.

           Durante esos meses también, lograron encontrarse con más cosas referidas a Raccoon City y durante el entrenamiento, la nueva posición que habían tomado en las líneas de la agencia gubernamental les cedió al menos medios para poder comunicarse. En diciembre, Claire Redfield se comunicó con ellos desde lo que parecía ser una isla en el medio del océano pacífico, diciendo que había sido capturada por Umbrella en París.

          —No me jodas, Claire—masculló Charlotte leyendo el mensaje—. ¿En qué mierda te metiste?

          —Seguramente estaba buscando a su hermano—señaló Leon mirando a la pelirroja de reojo—. Tenemos que contactar a alguien, debemos encontrarla.

          Charlotte coincidía con aquella idea, pero las condiciones que Benford les dejó antes de que los subieran a un helicóptero fueron demasiado rigurosas: no les darían ciertas "libertades" hasta que el entrenamiento concluya y sean aptos para ser enviados a misiones.

          Eso resultó ser un grano en el culo para los dos.

          —Somos agentes en entrenamiento, Leon—añadió ella mirándole seriamente—. No nos permitirán salir hasta que hayamos terminado el entrenamiento, más incluso si tenemos misiones.

          —Ugh, carajo...

          —¿Podríamos rastrear a su hermano?

          —Lo intentaremos.

          Rastrear a Chris Redfield y contactarlo fue complicado, ya que él parecía un fantasma que se movía de manera muy sutil en las fronteras y entre países. Sin embargo, lograron encontrarlo y contactarlo para decirle lo que ocurría con su hermana menor, declarando que la conocieron en el incidente de Raccoon City y que ella necesitaba ayuda en aquel momento. Rezaron a Chris pare que pudiese encontrarla por su cuenta y que Claire no haya sufrido alguna herida en su camino. El año 2000 llegó más pronto de lo que ellos esperaban y el entrenamiento rendía sus frutos con cada examen y prueba física en conjunto con las pruebas psicológicas.

          El compañero de Dalton Bauer, en cierto modo, tenía razón.

          Muy pocos llegaban al final.

          Y Bauer se sorprendió al ver que Charlotte había mejorado su rodete para el segundo día, hasta incluso recordó algo que le dijo su madre justo antes de que el propio Bauer hiciese su entrenamiento como agente federal.

          Nunca subestimes a las mujeres.

          Y él estaba más que halagado de haberse equivocado con Harmon.

          Por esa misma razón, Dalton la presionó por los siguientes meses y eso no cayó nada bien a Leon — mucho menos a Charlotte, quien era la persona que debía mantenerse a tono con el resto del grupo y los estándares que imponía Dalton al mismo tiempo. Parecía como si se tratase de un chiste mal hecho, pero todo chiste ya llegaba a un límite que Charlotte cruzó cuando pasaron al cuarto mes del entrenamiento. Todo era un típico entrenamiento cuando la pelirroja estaba haciendo entrenamiento con armas blancas — un cuchillo estándar — con una compañera de su cuadrilla. Dalton estuvo en ciertos parámetros agobiando a la pelirroja presionándola más y más, hasta que ella casi termina clavándole el cuchillo en el ojo, de no ser por los reflejos entrenados del castaño.

          El equipo se quedó en silencio.

          Charlotte Harmon había cometido el error de su vida.

          —Terrence, amigo—espetó Bauer sin dejar de mirar a Charlotte—. Continúa con ellos sin mi en la piscina olímpica, quiero tener un momento a solas con Harmon.

          Su compañero asintió antes de ordenarle a los cadetes que fuesen a los vestidores, Leon miraba fijamente a su amiga y al capitán, intercambiando miradas que eran demasiado tensas. Para cuando abandonaron el predio exterior, Bauer apartó a Harmon de un empujón.

          —¿Qué mierda te sucede, Harmon?

          —Tú, eres lo que me sucede—espetó ella con molestia—. Vives presionándome todos los días a toda hora y a ti no te parece suficiente, me sofocas.

          Dalton se cruzó de brazos—Te presiono porque quiero sacar tu máximo potencial, Harmon, no porque es gratis.

          —Pues tu actitud arrogante demuestra lo contrario.

          —Palabras audaces viniendo de una mujer delicada—señaló el castaño sonriendo de lado y le hizo una seña con su mano para que intentase atacarlo con el cuchillo—. ¿Vas a hacer algo al respecto? Ven, si es todo lo que tienes.

          Ya estaba.

          Charlotte definitivamente iba a matarlo.

           Ella corrió hacia él y lanzó un ataque con su cuchillo, el cual bajó de manera rápida, siendo esquivado muy habilidosamente por el capitán. Charlotte gruñó antes de lanzar otro ataque hacia él intentando de combinarlo con una patada qué él detuvo para lanzarle un puñetazo dirigido hacia su rostro, dejando que ella cayese de espaldas al suelo donde ella sintió un dolor agudo en su nariz y se dio cuenta de que saboreaba sangre que emanaba de ella. Bauer se acercó a ella, pero la pelirroja decidió ser más rápida al enganchar sus piernas con las de él para hacer que perdiese el equilibrio de manera gloriosa y terminó encima de él, con el cuchillo junto a su yugular.

          Pero no hizo nada más al respecto.

          —Adelante, inténtalo—la retó él sonriendo de lado, intentando de ocultar su sorpresa.

          Ella no lo hizo.

          Pero Dalton utilizó ese momento para voltear las posiciones, estando él encima de ella, sus rostros tan cerca.

          —Las cosas pasan por algo, Charlotte, si no hubiese visto potencial en ti, no estaría haciéndote esto. Así que madura.

          Harmon apartó la mirada y Bauer se puso de pie antes de alejarse de ella hacia el predio interior, sin antes gritarle que debía ir a los vestidores a colocarse su traje de baño, dejándola sola allí, en la tierra que manchaba su uniforme.

          (Ser agente iba a ser complicado.)




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