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x. las piezas encajan


LA CAÍDA,
capitulo diez: las piezas encajan!



          CHARLOTTE HARMON PODÍA ENTENDER EL COSTO DE UNA TRAICIÓN, eso lo sabía muy bien y tal vez era uno de los peores pecados que podían estar en la tierra — pero ella sabía que estaba protegiendo a Leon de una verdad tan cruda y lo que hizo fue herirlo. Ella miró a un lado, sin soportar ver a otro humano morir. Leon decidió salir por la puerta, dejando a la muchacha sola con el cadáver de Annette. Ella podía ver que su amigo se sentía traicionado por no haberle dicho lo de Ada, pero Charlotte debía comprobarlo por sí misma; así que lo siguió, llegando hasta la puerta que los llevó a la parte donde estaba el ascensor central. A su alrededor, todo se derrumbaba, pero Charlotte mantenía su mirada fija en la mujer que vestía de rojo; su mano encajada en la funda donde estaba su pistola.

          Era el momento de la verdad.

          Ada Wong se acercó caminando a medio pie cuando los vio venir de la otra sección.

          —Justo estaba pensando en ti—dijo Leon de manera tan calmada.

          —¡Pues ya somos dos!—señaló la asiática—. ¡Estaba preocupada!

          —¿Sabes? Hacemos buen equipo—replicó el rubio asintiendo—. Pero quiero saber algo.

          Ada bajó las escaleras mientras que Charlotte pasó a su lado, Leon quedándose unos metros detrás de ella, plantado para enfrentar la teoría que tenían Charlotte y Annette.

          —Por favor, díganme que tienen la muestra—dijo Wong alternando su mirada en los dos policías.

          —Oh, lo tengo—respondió Leon de manera apacible.

          Ada le tendió una mano—Deja que verifique la muestra y nos largamos de aquí.

          —Antes de eso...Charlotte y yo hablamos con Annette. Dice que no eres del FBI.

          Charlotte sabía que podía estar traicionando su relación con Leon por haberle guardado un secreto tan importante que podría haberles quitado la vida, pero él debía saberlo. Ada bufó de manera inmediata, antes de negar con la cabeza, sintiendo cólera cuando hizo su siguiente movimiento.

          —Oh, Leon...

          Eso no era pena.

          Eso era una amenaza.

          (Y Charlotte estaba harta de ellas.)

          Ada sacó su pistola, apuntándole al rubio—¿Por qué no me has dado la muestra?

          Charlotte apuntó en dirección a la cabeza de Wong, con su dedo en el gatillo para no dudar de su disparo.

          —Porque he visto que quería confiar en ti...—dijo Leon apuntando su arma hacia ella—. Y no puedo. Mi compañera tenía razón, siempre la tuvo.

          —Esperaba que no tuviera que acabar así.

          Charlotte dio un paso al frente—Wong, baja el arma, despacio.

          —Tú bájala, si no quieres que lastime a tu querido amigo.

          —Así que al final, ¿solo fuimos peones para ti?—le preguntó Leon completamente desconcertado—. ¿Solo era un peón para ti?

          —Solo hago mi trabajo.

          —Y nosotros el nuestro—exclamó el rubio enfadado—. ¡Así que baja el arma!¡Estás arrestada!

          Ada dio un paso al frente—Dame la muestra, Leon. No quiero herirte.

          Sin embargo, parte del puente se derrumbó detrás de Leon, acorralándolo en una vía sin salida. Ambos permanecieron apuntándose por unos segundos, antes de que el rubio bajase la guardia, enfrentando a la mercenaria quien mantenía su pistola en el aire.

          —Dispara, no creo que puedas—le retó el rubio.

          ¿Qué diablos estaba haciendo?

          Charlotte se dio cuenta, esa vez, que él había bajado el arma para intentar probar algo: que había algo entre la mercenaria y él.

          Tal vez, todo moriría allí.

          O, tal vez, seguía aquella pizca de amor y lujuria.

          Ada bajó el arma.

          Resonó un disparo y Leon miró a Lottie, quien alzó ambas manos, indicándole que no había disparado. Annette los miraba desde el otro lado, con una pistola en mano, recargada contra la pared — mostrando la evidencia que ella había sido quien apretó el gatillo. El suelo tembló debajo de ellos, provocando que la asiática perdiese el equilibrio y terminase cayendo hacia el vacío, sin antes ser agarrada por Leon. La muestra del Virus G cayó a su lado, olvidándose entre tanta oscuridad y Charlotte exclamó su nombre antes de correr hacia él, dispuesta a sacarlo del peligro.

          Y todo se derrumbó a su alrededor.

          Ada Wong terminó cayendo al vacío junto con la muestra.

          —Cuida a tu compañera, Leon, la necesitarás—dijo ella antes de soltarlo.

          Cuando tomaron el ascensor, los dos permanecieron en un silencio muy tenso, abandonando el gran predio mientras se destruía y abandonando a Annette Birkin.

          —Si lo sabías—declaró Leon luego de un largo tiempo en silencio—. ¿Por qué no me lo dijiste?

          —Porque se notaba la admiración y la atracción que sentías por ella, Leon—respondió Charlotte sin mirarlo—. No quería arruinarte eso, pensaba que era lo mejor para ti.

          —Debías haberlo dicho.

          —Se nota que tienes el corazón roto.

          —¿Y eso te divierte?—señaló el rubio enfrentándola esta vez—. ¿Lo disfrutas, Charlotte?

          —¿Piensas que disfruto tener el corazón roto después de haber matado al hombre que me creó con mis propias manos?—contraatacó la pelirroja plantándose frente a él—. ¿Piensas que disfruto tener el corazón roto por haberte mentido?¿Por traicionar tu confianza? Lo lamento, lamento decepcionarte, Leon. Pero tuve que tomar una decisión y no pienso continuar con esta maldita discusión.

          Cuando las puertas se abrieron, ellos salieron rápido en cuanto el sistema les marcó que la secuencia de autodestrucción había sido iniciada. Claire y Sherry se toparon con ellos en una de las salas de seguridad, logrando sorprenderse por ver a los dos policías en una sola pieza — a pesar de todo.

          —Gracias a Dios que están bien—replicó Claire aliviada y frunció el ceño al no ver a la asiática junto a ellos—. ¿Qué pasó con...?

          —Nueve minutos para detonación.

          —Dudo que sea el momento y el lugar, Claire—le respondió el rubio de manera tensa antes de dirigir su mirada a la niña—. ¿Cómo te sientes, Sherry?

          La niña Birkin le alzó el dedo pulgar, sonriente.

          Charlotte pasó a su lado—Rápido, debemos buscar el andén superior.

          El grupo corrió por entre los pasillos, dirigiéndose hacia todos los letreros que indicaban la salida y terminaron en un gran depósito que tenía un andén que serviría de ascensor para poder llevarlos a la parte más subterránea. Allí, Charlotte se encontró con un depósito de armas y no tardó en tomar una gran valija que llevaba el nombre de AT-4, simplemente suponiendo que se trataba de un conjunto de armas pequeñas que necesitarían por las dudas. Cuando llegaron hacia las escaleras que conducían hacia el andén, algo explotó a su lado, provocando que soltasen un respingo. Las detonaciones ya habían comenzado y el tiempo se estaba acabando. Sherry y Claire fueron primero, mientras que Leon y Charlotte cuidaban la retaguardia.

          —Esto es un desastre—masculló Leon.

          Charlotte miró de reojo a su amigo—Un desastre se convertirá cuando le digamos a una niña de 12 años que vimos a su madre morir.

          —No creo que sea un buen momento decírselo ahora.

          —¿Y cuándo quieres decírselo?

          —Cuando estemos a salvo todos.

          Un grito se escuchó de abajo y los dos policías bajaron la mirada, encontrándose con Claire abriendo fuego contra el Tyrant que estaba persiguiendo a Charlotte antes. Ambos bajaron rápidamente por las escaleras y le lanzaron granadas para intentar detenerlo. Claire tomó a la rubia en brazos para salir corriendo hacia la salida más cercana, siendo seguida por los dos oficiales.

          —¡Pensé que esa cosa ya había muerto!—exclamó Claire agitada.

          Charlotte disparó con su pistola—¡Las balas de escopeta no logran ni siquiera herirlo!

          —¡Ahí viene!—exclamó Sherry.

          Entraron a una zona de maquinaria, la cual estaba en llamas, dispersando muchísimo monóxido de carbono, lo cual era peligroso para todos y los pasos pesados se escuchaban más cerca que nunca. El grupo se movió hacia una de las puertas, pero algo explotó frente a sus narices, logrando que retrocedieran un poco. Charlotte iba decir algo, para que luego el Tyrant lograra meterse para agarrar a la pelirroja por su cara, alzándola un poco y dejando que esta soltase un grito de horror, así alertando a sus compañeros.

          —¡Lottie!

          Un tanque a su lado explotó contra el monstruo, el cual soltó a Harmon inmediatamente, haciéndola aterrizar de espaldas en el suelo. Este tembló debajo de ellos y alejó un poco al monstruo, provocando que el grupo de humanos cayese al piso inferior. Lottie tosió cuando sintió una mano tomando la suya, al levantar la mirada, se encontró con Leon, quien tenía el rostro igual de sucio y sangriento como el de ella.

          —Larguémonos de aquí—señaló su compañero.

          Ella tenía muchas ganas de salir.

          Cuando llegaron al andén, agarraron unas baterías que fueron necesarias para activar el andén y al bajar una palanca, comenzó el descenso a lo que sería su salida. Charlotte dejó el maletín con las armas al lado de la terminal del andén y el equipo descendía a una velocidad media. Algunas explosiones surgieron después, las cuales rompían toda la estructura que se encontraba manteniendo toda la construcción de concreto de pie. Repentinamente, una viga cayó sobre uno de los andamios superiores que estaban justo por encima de sus cabezas y el fuego se concentró allí, revelando una forma toda grisácea que caminaba antes de enfocar su mirada en ellos.

          —No me jodas—masculló Claire.

          —¡¿Acaso esa cosa nunca muere?!—exclamó Leon.

          —¡Vamos!

          Al abrir fuego, el Tyrant se mostró más agresivo, ya revelando parte de su tejido y una gran garra que podría cortar carne con un solo movimiento. El monstruo empezó a perseguirlos y ellos decidieron dividirse para poder abrumar al monstruo, ya que no era una simple pelea de dos, eran tres contra uno. Charlotte esquivó un garrotazo que el Tyrant le lanzó y disparó tres balas de escopeta, justo en el tejido que se encontraba suave. Tuvo que salir de allí por que varios escombros empezaron a caer en el andén.

          Se les acababa el tiempo.

          —¿Alguna idea?—farfulló la pelirroja—. ¡Acepto sugerencias!

          Leon se agachó cuando el Tyrant intentó lanzarle un golpe y Claire soltó una granada ácida contra el monstruo. Los dos policías corrieron hacia el maletín, abriéndolo rápidamente mientras que Sherry se escondía contra la terminal del andén. Cuando le quitaron la tapa, se encontraron con un lanzacohetes.

          —Pensé que había más armas—declaró Charlotte de manera convencida.

          —Ajá, sí claro—le señaló Leon agarrando el arma.

          En cuanto los cohetes estaban puestos, los dos apuntaron al Tyrant.

          —¡Hasta la vista, baby!—exclamó Charlotte antes de disparar.

           Ella nunca había visto tanta sangre desparramarse por el suelo, mientras que un par de piernas caían de rodillas, sin ser acompañadas por un torso y terminaron en el suelo, manchándose con sangre. Bajaron sus armas y Claire salió de un escondite manchada con un poco de sangre, además de hacer una mueca de asco cuando el andén llegó al suelo inferior.

          —¿Acaso dijiste una frase de la película de Terminator?—le preguntó ella.

          Lottie sonrió con cansancio.

          —Definitivamente lo dijo—respondió Leon tomando a la niña en brazos—. Tenemos que irnos.

          El grupo volvió a moverse por entre los pasillos que indicaban salidas, sintiendo que el suelo temblaba y que las paredes sucumbían a la inminente destrucción. Las dos chicas se encontraban al frente, disparando a todo lo que se movía y dejando morir lo que se debía morir. Charlotte supuso que el laboratorio estaba inundándose en llamas olvidadas y que el cuerpo descompuesto de su padre estaría consumiéndose en cenizas tan calientes que terminarían pulverizadas. El grupo llegó hasta el tren, el cual se encontraba inoperativo por la falta de energía y cuando lo pudieron poner en funcionamiento, Leon soltó a Sherry. Claire bajó la palanca y el tren comenzó a tomar más velocidad, alejándose del fuego y de los escombros que decoraban el caos a muerte. Charlotte se sentó en un uno de los andamios que conectaban un vagón con el otro, Leon se sentó frente a ella, ladeando su cabeza hacia donde ella veía el fuego que iluminaba su rostro.

          —Se acabó—dijo ella.

          —Sí, se acabó—sentenció Kennedy y tomó la pulsera de identificación de su mano, observándola en silencio antes de soltar un bufido—. No me creo que la eche de menos...

          Charlotte apretó sus labios.

          Era más que claro que él seguía embobado con ella.

          ¿Pero qué era lo que Charlotte podía hacer?

          ¿Ser egoísta o simplemente mantener sus deseos enterrados para hacer feliz a su amigo?

          (Tal vez, la primera no sonaba tan mal, pero el rostro de Mare apareció en su cabeza.)

          —Lo hecho, hecho está, Leon—señaló la pelirroja señalando la pulsera.

          —¿Quieres hacer los honores?

          —Yo ya hice los míos con mi padre—respondió Harmon de manera seca—. Te corresponde a ti hacerlo.

          Y Leon lanzó el brazalete a un lado, dejando que este se perdiese en el fuego, mientras ellos avanzaban.




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          Harmon no podía creer cuanto extrañaba sentir el sol quemando sus pupilas por el brillo que emanaba.

          Parecía algo tan lejano en una noche tan oscura.

          El tren los condujo hacia una salida que se encontraba algunos kilómetros alejados de la ciudad donde el terror y la desesperación terminaron por oscurecer una penumbra tan profunda que se quedaría grabada en el interior de las mentes de todos por el resto de sus vidas, posiblemente brindándoles sueños lúcidos que terminarían convirtiéndose en pesadillas que se alojarían más y más en sus inconscientes, recordándoles que ellos habían vivido un infierno montado en forma de tormenta y sangre, sobreviviendo a lo que parecía imposible para ellos. El grupo de cuatro salió hacia una ruta, la cual se encontraba desierta ante la salida del imponente sol.

          Y se encontraron con mucho, mucho silencio.

          Charlotte Harmon entonces se preguntó: ¿Acaso todo había terminado?

          ¿Acaso ese era el fin?

          Sintió la mano de Sherry agarrándose a la suya y a la de Claire, vistiendo la chaqueta rojiza que la menor de los Redfield llevó consigo durante todo ese tiempo que se conocieron. Debía admitir que a la niña le quedaba muy bien y más con lo que decía detrás de la misma: "Hecha en el Cielo". Sherry Birkin representaba ese mismo símbolo de inocencia quebrantada por la corrupción indirecta de sus padres; mientras que Claire Redfield, Leon Kennedy y Charlotte Harmon parecían ser caballeros de hojalata, quienes la mantuvieron a salvo durante todo ese tiempo — así se había establecido su tragedia y a Charlotte le dolió tanto que una niña de aquella edad tuviese que pasar por esos horrores.

          Ellos empezaron a caminar por la ruta desolada, sin ningún rumbo, sin ningún plan.

          ¿Ahora qué diablos seguía?

          ¿Cómo avanzarían a partir de ahora?

          Ellos simplemente caminaron.

          Sherry se encontraba sonriente, mientras que Charlotte y Leon se mostraron más que sombríos.

          —Lottie—la llamó Leon, justo detrás de ella y la pelirroja se giró, mirándole de manera parsimoniosa, por primera vez en lo que empezaba de aquel día—. Tenemos que decirle la verdad.

          Charlotte sabía perfectamente a lo que su amigo se refería.

          Sherry era una niña inteligente a su parecer, si es que logró evadirlos por un largo periodo de tiempo, como también lo hizo contra el monstruo que ella únicamente conocía como su padre. ¿Qué sería de ella si no supiese la verdad? Alimentarían su esperanza, así queriendo volver a la ciudad para rescatarla, sin saber que el cadáver de Annette Birkin ya había sido cubierto por miles y millones de escombros, quemada con fuego y dinamitada hasta la médula. Pero la mirada seria y exhausta que portaba Leon en su rostro era suficiente como para indicarle que no debían dilatar las esperanzas de la niña por mucho más, podría tener doce años y conocer el concepto de la muerte claramente, sin embargo, ninguno de los dos sabía cómo la niña lo tomaría.

          Ya que, dentro de todo, Sherry era una persona muy joven para perder a sus padres.

          Sí, Charlotte perdió a su padre, pero ella lo comprendía de otra forma.

          Claire los miró de lado, sabiendo perfectamente de qué se trataba y su rostro reflejaba tristeza; a pesar de haber conocido a Annette, ella no dudaba que el amor que sentía hacia su hija era casi inquebrantable. La vacuna que le obsequió con el medallón que ella tenía colgando en su cuello en esos momentos era la única e irrefutable prueba del amor de un progenitor perdido. Definitivamente, eso iba a destrozar a la niña.

          Pero así era la vida.

          (Nadie podía detener eso, ni siquiera Charlotte.)

          Leon caminó hacia la niña, agachándose para poder estar a su altura, observando aquel rostro angelical cubierto de cortes, sangre y suciedad — él no podía creer que estaba a punto de comenzar su nuevo día diciéndole algo atroz a una niña muchísimo más joven que él: pero las mentiras dolían más que las verdades.

          —La vacuna que Claire te dio, Sherry, la creó tu mamá—señaló el rubio mirándola de manera suave—. Todo gracias a ese colgante que ella te puso.

          Sherry tomó el colgante entre sus dedos, de manera casi tímida.

          —¿Volveremos por ella?—le preguntó.

          Y a Charlotte se le rompió el corazón cuando escuchó esas tres palabras.

          ¿Acaso volverían?

          Absolutamente no.

          —Lo siento, Sherry—sentenció Leon con un nudo en la garganta—. No podremos volver a buscarla. Ella...—ladeó su cabeza a un lado, buscando la fuerza de voluntad para decir lo siguiente, consiguiendo que la pelirroja posase una mano en su hombro.

          —Ella murió, Sherry—dijo Charlotte mirando a la niña con tristeza—. Sus heridas eran muy graves, intentó detener a tu padre, pero a penas lo consiguió. Cuando llegamos era demasiado tarde, no pudimos salvarla. Lo siento muchísimo.

          Sherry no tardó en romper en llanto.

          —¡No!¡Tenemos que volver!—exclamó la pequeña rubia entre sollozos, con su pequeño corazón destrozado—. ¡Ella sigue allí!—comenzó a caminar en dirección contraria, para luego ser detenida por los brazos de Claire y la niña lloró más fuerte—. ¡Tenemos que volver!

          Charlotte solamente dejó escapar una lágrima antes de bajar la cabeza.

          —Tu madre te amaba, Sherry—le dijo Leon mirando a la niña en los brazos de Claire—. Ella no iba a permitir que te quedases allí.

          —¡Mamá nunca me dejaría sola!—sollozó la rubia desesperada y sintió como Claire rodeaba su cuerpo con sus brazos, abrazándola—. ¡M-Mamá nunca...!

          Avanzaron a partir de ese momento.

          El calor parecía casi insoportable ante esas alturas y sus pies ardían, sus piernas se encontraban hinchadas, deseando un profundo descanso luego de estar quemándose con el movimiento. Charlotte sentía ardor en sus heridas, pero confió en el juicio que tomó su compañero cuando él la vendó en el laboratorio. Sus armas se encontraban llenas de polvo y balas, preparadas para dejar que la pólvora volviese a manchar sus dedos en cada disparo que darían. Caminaron durante horas, horas y más horas, sin marcar el rumbo hacia un lugar en específico, solamente estaban buscando un lugar que sea seguro — seguro para ellos y seguro para la niña.

          Cuando cayó la noche, ellos se toparon con una casa abandonada y eso les vino como anillo al dedo.

          (Charlotte fue la primera en desmayarse en cuanto entraron.)

          Luego, el resto de sus compañeros también cayeron rendidos por el cansancio, incluso la pobre Sherry.

          Los sueños de Harmon la hicieron estremecerse mientras dormía, sin haberse quitado el uniforme, sin haberle quitado los cargadores a sus armas, ella definitivamente permaneció hasta con las vendas que la mantenían en una pieza. Sus sueños eran oscuros, lúgubres y muy cercanos a los que ella vivió. Gritos agonizantes, gruñidos, sangre, horror y la furia que había en todas esas olas que se avecinaban hacia ella como un tsunami; todos esos sueños la abrumaron en una noche, dejando que ella sudase y soltase lágrimas de pura desesperación. Sintió el alivio que su corazón seguía latiendo, seguía funcionando, que su sangre pasaba a través de sus venas como un río muy corrientoso.

          Ellos habían logrado vivir.

          ¿Pero cuantos más pagaron el precio?

          Familias enteras.

          Todos morirían allí si no hacían algo.

          Dios, todos iban a morir.

          Cuando la mañana siguiente llegó, Charlotte sentía que su cuerpo dolía por todos lados, entumecido por los golpes, entumecido por la pelea y por la pólvora que salía de sus armas, sus manos se encontraban duras — sus heridas dolían un poco, pero ella se encontraba mejor que cuando llegó. Leon a su lado, le miró un poco adormecido y ella decidió estirarse un poco en el colchón que sus compañeros le pusieron luego de que ella perdiese la consciencia.

          —Me desmayé, ¿verdad?—le preguntó ella alzando una ceja.

          —Tú te desmayaste en la entrada y Claire cuando llegamos a la primera habitación que encontramos—bufó el rubio de manera divertida—. Sherry un poco después, pero lo hizo en un colchón, como lo haría una persona normal.

          —No somos nada normales, rubio teñido.

          —Definitivamente no lo somos.

          Y tal vez, eso estaba bien para ellos.

          Sin embargo, cuando Claire dejó claro que debía ir a buscar a su hermano, así dejando a los dos oficiales de policía solos con la niña por su cuenta, eso terminó enfureciendo a Leon. Charlotte le entendió de todas formas, a los dos, tanto a Claire como a Leon. Claire Redfield se había tropezado en Raccoon City solamente para buscar a su hermano que estaba de vacaciones, ella no pintaba nada allí, aun así, ella los ayudó y sobrevivió a aquel desastre. Pero su hermano Chris continuaba en un lugar que su hermana desconocía y probablemente, él era la única familia que le quedaba.

          Ella comprendía.

          —¿Así es cómo quieres que sean las cosas, Claire?—le preguntó Leon, tajante.

          —Debo hacerlo, Leon—respondió la muchacha de cabellos castaño rojizos—. Él es la única familia que me queda.

          Y Leon, el Leon obstinado que Charlotte Harmon conocía, la sacó de allí.

          —Déjanos en paz—espetó él y Claire Redfield no podía creer las palabras que dijo Leon—. Estás buscando a tu hermano, ¿verdad? ¡Sigue!¡Vete!

          Tanta, tanta molestia había en su voz.

          Tan aguda que podía cortarse con un cuchillo.

          Claire sabía perfectamente que Leon, Lottie y Sherry necesitaban atención médica de manera inmediata, pero al ver el rostro de la pelirroja, diciéndole tan silenciosamente: "Vete, me encargaré de esto. Buena suerte".

          Redfield no lo pensó dos veces.

          —Yo...volveré. ¡Lo prometo!—dijo ella y simplemente desapareció sola entre la maleza, dejando a los tres atrás.

          Cuando cayó la noche del 30 de septiembre, Charlotte sabía que debían conformar un plan para saber cómo iban a continuar. Encontrar ayuda médica era lo primordial, más cuando sus heridas podrían infectarse gracias a la suciedad y al poco cambio de vendas para mantener las heridas sanitizadas. Sherry durmió plácidamente junto a Charlotte, acurrucándose para mantener el calor corporal. Leon se colocó al otro lado, perdiéndose entre las incontables olas del sueño que terminaron consumiéndolo, sabiendo que los dos necesitarían energía para poder continuar por la mañana.

          Fue en la madrugada del primero de octubre que sintieron un gran estruendo y el suelo tembló.

          Charlotte y Leon sacaron sus armas para salir hacia la parte delantera de la casa abandonada, encontrándose con el cielo encendido fuego y una gran mancha roja a unos kilómetros a la redonda cubriendo el lugar de donde ellos venían.

          —¿Qué...?— balbuceó Lottie.

          —Eso no fue un simple cohete—farfulló Leon.

          Y él tenía razón.

          Era un misil que destruyó todo a su paso, destruyendo a las personas que posiblemente quedaban aún con vida.

          Allí se dieron cuenta que no podían hacer lo necesario para salvar la ciudad.

          Se debía hacer lo necesario para poder destruirla y hundirla tan hondo, que nadie podría encontrarla.

          —No...—murmuró Charlotte apenada.

          Repentinamente, la luz proveniente de un helicóptero los iluminó a los dos, para luego darles el recaudo que tenían a un pelotón de soldados apuntándoles con sus armas y ellos permanecieron con las suyas en alto. La pelirroja no sabía que estaba sucediendo y la mera desesperación que sentía al saber que Sherry aún seguía en la casa terminó alimentando su miedo.

          —Bajen las armas—sentenció un oficial a través de un megáfono.

          —¡No creo que ustedes tengan jurisdicción aquí!—exclamó Charlotte.

          —Claro que la tenemos, oficial—señaló el mismo líder de pelotón—. Si no quiere terminar herida, baje el arma.

          —¡Señor!—exclamó uno de los soldados a sus espaldas—. ¡Encontramos a una niña!

          —¡Lottie!—chilló la niña forcejeando ante el agarre.

          El mismo soldado miró a su capitán—¡Su nombre es Sherry Birkin, señor!

          —¡Llévense a la niña en una de las camionetas y deténganlos!

          Charlotte fue quien disparó primero, al menos antes de que unos tres soldados rasos la sostuviesen de brazos y pies. Leon también forcejeó, mientras que Sherry sollozaba con pura desesperación y Lottie exigía que no le hiciesen nada a la pobre niña. Harmon perdió la consciencia segundos después, justo como su compañero, dejando que los rayos del sol iluminasen su cabello pelirrojo, mientras que la ciudad ardía en miles de llamas y simplemente, todo caía.

          Ella simplemente durmió.



FIN DEL ACTO UNO!




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