vi. respuestas clasificadas
LA CAÍDA,
capitulo seis: respuestas clasificadas!
CHARLOTTE HARMON CAMINÓ LENTAMENTE HACIA LA PUERTA QUE BLOQUEABA LA SALIDA DEL GARAJE DE LA COMISARÍA, la cual estaba marcada como la única salida del gran predio luego de haber cruzado con semejante infraestructura subterránea. La pelirroja aún miraba hacia atrás, buscando de percatarse que el monstruo que enfrentaron antes no estaba detrás de ellos para asesinarlos. Claire Redfield había desaparecido como un fantasma y no había dejado rastro alguno de su existencia, lo cual no podía ser una gran señal para los dos cadetes de policías. Leon se encontraba a su lado, inspeccionando la zona para encontrar alguna posible pista, al menos hasta que chocó con un par de esposas de metal tiradas en el suelo. Él las levantó y parecían ser usadas recientemente.
—¿Crees que hay alguien más aquí?—preguntó él enfocando sus orbes azules en ella.
—Realmente lo dudo—bramó la pelirroja antes de acomodarse la trenza hacia atrás—. Pero esto es muy sospechoso.
—Ahora que lo dices, sí.
Charlotte iluminó con su linterna al escuchar un ruido casi inaudible a sus espaldas, justo en el lugar donde habían salido antes; ella caminó lentamente a esta para poder cerrarla con la tapa mientras que Leon inspeccionaba el estacionamiento del personal con cautela. Eventualmente, él fue quien terminó cerca de la máquina donde pedía el acceso de una tarjeta llave, justo como en la armería cuando Lottie había conseguido la escopeta. El rubio llamó a Lottie con su linterna, indicándole que podía acercarse y la pelirroja caminó rápidamente hacia su posición.
—¿Crees que podríamos engañar al lector con la tarjeta que usaste en la armería?
La pelirroja negó con la cabeza—A pesar de que sea una buena idea, no tienen el mismo algoritmo programado, solo perderíamos el tiempo.
—Entonces necesitaremos una maldita tarjeta para abrir esto—dijo él antes de ladear su cabeza a un lado—. Genial.
—Esta noche se pone mejor y mejor, ¿eh?
Repentinamente, el gruñido de un perro se escuchó a sus espaldas, haciendo tensar a los dos oficiales de policía al mismo tiempo; girándose sobre sus talones lentamente, los dos fijaron sus miradas azules en un perro que gruñía con furia y los veía fijamente con sus ojos blancos, teniendo una gran infección que soltaba más que sangre y una cicatriz gigante empezaba del hocico hacia la punta de su cabeza. Charlotte recordó haber tenido entrenamientos con el cuerpo canino de la estación, para la detección de drogas o incluso para buscar rastros u armas dentro de una propiedad o vehículo. Los perros policía eran lo más adorable que ella podía encontrar y más los cachorros que tenían a su lado: esos sí que se habían ganado el corazón de la pelirroja, muy a pesar de que a ella le encantaban los gatos.
Leon le codeó el costado mientras no quitaba su mirada del perro—Tenías que hablar, ¿no, Charlotte?
—Ja, muy gracioso.
El perro se acercaba lentamente, mirándolos a los dos como si fuesen su próxima cena, luego de haber asesinado a unos cuántos oficiales en el camino. Harmon bajó su mano lentamente en dirección a su funda donde estaba su pistola y el canino fue más rápido que ellos, provocando que Lottie cayese de espaldas al suelo, buscando el momento para apartar al monstruo con una patada y Leon disparó para llamar su atención, siendo él quien tenía en el perro rabioso encima suyo. El perro ladró y ladró, con tanta rabia que Charlotte rebuscó en su cinturón el cuchillo para lanzárselo en dirección al perro cuando no encontraba su pistola. Luego, recordó que el cuchillo lo había perdido cuando se lo incrustó a ese monstruo en el ojo y cayó por la baranda.
Qué inoportuno.
Ella escuchó el silbido de las balas después.
El cuerpo del perro cayó a un lado y ella se apartó, encontrando finalmente su arma para apuntar en dirección al ruido de unos tacones de punta alta. Leon miró hacia la misma dirección, los dos oficiales de policía mirando la silueta de lo que parecía una mujer.
—¿Quién eres?—demandó el rubio.
—Cuidado—llamó ella.
El perro empezó a levantarse y Charlotte no tardó en ponerle dos balas más en la cabeza, haciendo que más sangre se desparramase por el suelo. El click de los tacones se hizo más prominente y más cercano a su zona, donde los dos levantaron las armas en dirección a una mujer que vestía un tapado de color claro, llevaba anteojos negros y un corte de cabello corto negro — ella también les apuntaba con el arma.
—No sean estúpidos y bajen sus armas—espetó la mujer misteriosa.
—¿Por qué diablos la bajaría?—le preguntó Charlotte entrecerrando la mirada.
La mujer misteriosa rebuscó en los bolsillos de su tapado y luego sacó una pequeña libreta donde había credenciales junto a una placa — las letras del acrónimo FBI plasmadas en ellas junto a una foto.
—Porque soy del FBI, cielo.
Eso podía explicar muchas cosas.
Los dos bajaron sus armas, la pelirroja poniéndose de pie para tenderle una mano a Leon y él la aceptó mientras la mujer misteriosa observaba silenciosamente el intercambio entre los dos oficiales.
—Lo siento—se disculpó la pelirroja—. No lo sabía.
—Deben ser novatos, es lo normal—señaló la mujer de cabello negro, como si fuese un simple error de autoridad.
—Gracias—dijo Leon y el monstruo volvió a moverse, provocando que la agente del FBI disparase una última vez—. Por la ayuda.
—Me sorprende que hayan llegado aquí sin más—replicó ella antes de encaminarse hacia otro lado.
Leon miró a Charlotte con confusión antes de seguir a la desconocida—¿FBI?¿Qué está pasando?
—Lo siento, niños—declaró la mujer misteriosa continuando con su camino sin mirarlos—. Es información confidencial.
—¡Oye!—bramó Charlotte confundida—. ¿A dónde vas?
La mujer misteriosa se detuvo en seco y Charlotte se preguntó si ella realmente le dispararía si continuaba haciendo preguntas. Ella se giró, enfrentando a los dos policías mirando con expresión seria a los dos a través de sus anteojos—Hazte un favor, cielo. Deja de preguntar y salgan ya que aquí, es peligroso.
Y sin más, ella se dirigió hacia una puerta que se encontraba al final del estacionamiento, desapareciendo al cerrarla. Charlotte miró de manera inexpresiva a su compañero, como si aquella mujer no hubiese dicho algo tan obvio en toda la noche — dejándolos solos en el estacionamiento de la comisaría con tres opciones: buscar a Claire y a Sherry, buscar la tarjeta llave o seguir a la mujer misteriosa que podría tener respuestas sobre todo lo que estaba ocurriendo en el lugar desde hace días.
—¡Eh!¡No hemos terminado de hablar!—exclamó Leon antes de seguirla.
Claramente, intentarían la opción número tres.
Charlotte siguió al muchacho de cabellos rubios hacia la puerta por donde se dirigió la mujer misteriosa y repentinamente tomó su brazo, enfocando sus orbes azules con los de él. ¿A qué diablos estaban jugando allí? Harmon llegó a preguntarse si seguir a la mujer realmente parecía una muy buena idea, tal vez ella no podría tener todas las respuestas que ellos necesitaban y tal vez podrían terminar muertos por el simple hecho de ser testigos sobrevivientes en todo aquel caos de manera desafortunada.
—¿De verdad vamos a hacer esto?—inquirió la pelirroja mirándole como si fuese una obviedad—. No sabemos cuáles son las verdaderas intenciones del FBI aquí, Leon. No conocemos a esta mujer.
—¿Y quedarnos sin respuestas?—acotó el rubio—. Perderemos nuestra oportunidad si la dejamos ir.
Eso era un punto válido.
(Y Charlotte detestaba los puntos válidos en aquellas ocasiones.)
Los dos terminaron cerca de la puerta, con sus armas en alto, antes de proseguir por la misma, entrando a una zona un poco más oscura y Charlotte intentó recordar el mapa mental que se había hecho con los mapas de la comisaría. Fueron recibidos por un silencio sepulcral junto a una pequeña oficina enrejada donde los barrotes se mostraban demasiado oxidados como para ser un lugar limpio. Al entrar, Charlotte descubrió que había un maldito mapa de toda la zona por la cual podrían explorar sin problemas y lo guardó en su bolsillo junto a los otros. Supuso que estaban adentrándose a la zona de detención, donde se encontraban las celdas donde se retenían a los criminales y gente que estaría incumpliendo las leyes impuestas por la mismísima autoridad — algo tan común en aquellos aspectos.
Ella recordó cuando fueron allí en un recorrido mientras eran cadetes.
Fue algo desagradable.
Y no le sorprendió en nada ver que la mayoría de los prisioneros eran hombres.
Típico, pensó ella esa vez.
Siempre había un ritual previo a la graduación, últimamente hecho por los policías veteranos a los nuevos y era pasar una noche en una de las celdas — cosa que no era nada bonito para algunos. Las reglas que había impuesto uno de los tenientes era que dos cadetes estarían en la zona de detención, uno estando de guardia con un veterano y otro encerrado en una celda común por toda una noche. Era más que inevitable ver que Charlotte y Leon irían a la zona de detención en la misma noche al mismo tiempo — Kennedy esperó ser quien estuviese en la celda, pero Charlotte había sido elegida por el veterano y ella fue quien terminó sentada en una celda por su cuenta.
La noche fue terrible y eso le trajo escalofríos.
—Vamos, oficial—se quejó uno de los presos, el cual era al menos unos diez años mayor que la pelirroja—. ¿No puedo compartir celda con la hermosa señorita?
Otro preso en la celda de al lado golpeó los barrotes—Oye, oye, yo la vi primero.
—¡Cierra la boca!—exclamó otro—. No los escuches, cielo. Tú y yo pasaremos un muy lindo momento.
Aquello no era nada prometedor.
Leon se preguntaba si él podía tener algún tipo de fe en los hombres honestos y poco misóginos en referencia a una mujer en la sociedad — muchos hombres parecían locos al no contenerse de ver a una chica y las intenciones de cada uno de esos presos no eran nada buenas. Su sangre empezó a hervir cuando los halagos ya empezaban a subir de tono a ser completamente inapropiados, cosa que el veterano no le dio importancia por el momento. Cuando admitieron a otro detenido, el cual era un ebrio de unos cuarenta años, Leon realizó todo el procedimiento para procesarlo y el teniente de turno le ordenó que pusiese al detenido en la misma celda que Charlotte — él intentó objetar, pero el teniente le miró a forma de advertencia, preguntándole silenciosamente si realmente iba a desafiar sus órdenes. El rubio bajó la cabeza antes de llevar al detenido hacia la celda; abriéndola para quitarle las esposas y dejarlo junto a la pelirroja.
Lo siento, dijo él en silencio.
Charlotte le sonrió.
Está bien.
Todo estaba bajo control.
(Hasta que no todo estaba bajo control.)
El preso empezó a preguntarle a Charlotte algunas cosas, sobre quien era, qué delito había cometido o por qué se encontraba allí encerrada. Leon mantenía una mirada fija en la conversación, viendo que la pelirroja simplemente se limitaba a ignorar al tipo, tal como lo hacía ante los silbidos y el cuchicheo de sus compañeros en las clases del teniente Branagh.
—¿Ah, enserio?—preguntó el preso poniéndose de pie—. ¿Por qué tan tajante?
Charlotte miró en dirección con molestia en su voz—¿Por qué no pones tu culo en el otro asiento antes de que yo te lo patee?
—Oh, tú no eres una detenida—realizó el hombre—. Eres una simple cadete de policía, esto será más divertido todavía.
Charlotte sintió un nudo en su garganta.
El hombre empezó a acercarse hacia ella.
Y todo pasó demasiado rápido: por un momento ella se encontraba siendo retenida en el suelo por él, logrando meterle un cabezazo antes de apartarlo con un grito y después Leon estaba reteniéndolo con las esposas luego de un arrebato de desesperación, sacándolo del alcance de Charlotte antes de que lo metieran en una celda gracias a la ayuda del oficial de turno — dejando a la pelirroja con su mejilla roja gracias al golpe que le propinó el preso por resistirse y una de las mangas de su camiseta estaba rasgada por la fuerza empleada. Leon reprimió demasiado sus ganas de romperle la cara a ese hombre por creerse tener el poder de hacerle algo así a una chica inocente.
Qué injusto que era el mundo.
El dúo avanzó hacia una celda que tenía las luces encendidas, remarcando que allí había alguien; en el camino observaron cuerpos, algunos de ellos tirados y sin vida, pálidos o con sangre seca que alguna vez brotó de sus heridas. Las celdas se mantuvieron cerradas, albergando a los presos que ya estaban infectados y provocaban ruidos muy asquerosos para su gusto — la mujer misteriosa sin ser vista por ningún lado.
—¿Hola?—llamó una voz desde las celdas de al final del pasillo—. ¿Hay alguien allí?
Lottie y Leon se apresuraron para correr en su dirección, encontrándose con un hombre que vestía con una chaqueta clara, llevaba anteojos y tenía un cigarrillo en la mano. Charlotte miró inquisitivamente al desconocido y vio una tarjeta de visitante junto a la tarjeta del estacionamiento — justo lo que necesitaban.
—Vaya, pensé que estaban todos muertos—señaló el desconocido—. Por fin, dos seres humanos. ¡Hola, humanos!
—¿Llevas mucho aquí?—le preguntó Leon.
—Bastante—añadió él apoyando una mano en los barrotes—. ¿Son los únicos que quedan?
—No, hay más—respondió Charlotte.
—Ja, son buenas noticias. Salvo que los esté enviando Irons.
Los dos policías intercambiaron miradas confundidas.
¿El Jefe Irons lo había enviado allí?
¿Aún el Jefe Irons estaba entre los vivos?
—¿Sigue aquí?—preguntó Leon.
—Qué importa—se quejó el desconocido rodando los ojos—. Ojalá se lo hayan comido.
Leon miró inquisitivamente al preso—¿Qué quieres decir?
—Él es el hijo de puta que me encerró.
—Debió tener un buen motivo, entonces—acotó la pelirroja cruzándose de brazos.
—Pues sí, muñeca—respondió él antes de darle una calada al cigarrillo para luego tirarlo en el suelo para darle una pisada, Leon apretó la mandíbula ante el nombre degradante hacia su compañera—. Iba a filtrar sus trapos sucios. Supongo que yo habría hecho lo mismo.
Lentamente, se escuchó el sonido de una puerta abriéndose, así llamando la atención de los dos policías y Charlotte no sabía si se trataba de algo bueno o malo.
—¡Eh! Hagamos un trato—farfulló el preso de manera nerviosa, como si supiera lo que iba a pasar, señaló su colgante de visitante con la tarjeta—. Sácame y te daré esto. No hay otra forma de salir de ese garaje.
—No podemos—señaló Leon.
—¿Acaso ves al teniente Branagh aquí?—le preguntó Charlotte mirándolo de reojo—. Tenemos que sacarlo.
Un estruendo se escuchó al final del pasillo, lo cual logró poner más nervioso al prisionero dentro de la celda—Mira, los tres estamos atrapados. O nos ayudamos, el uno al otro—otro estruendo—. Oh, mierda, mierda. ¡Ya viene!—se alejó hacia la pared, asustado.
—¿Qué...?—preguntaron Leon y Charlotte al mismo tiempo.
—¡Vamos!¡No sean idiotas!—exclamó el prisionero ya asustado—. ¡NECESITAN ESTO!¡SÁQUENME DE AQUÍ YA!
Una mano gigante rompió la pared, mientras que Charlotte y Leon intentaron abrir la puerta a la fuerza; observando como la mano tomaba la cabeza del sujeto con fuerza, sacando alaridos y gritos que inundaron los tímpanos de los novatos, hasta que, con tanta fuerza, la cabeza explotó en pedazos, su ojo cayendo en el suelo mientras la sangre manchaba la pared.
Y ellos simplemente se quedaron allí mirando, mientras pasos pesados se alejaban.
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La única conclusión a la que llegaron después era que el presunto prisionero encarcelado se llamaba Ben, el cual era un informante del FBI, compañero de la agente que le disparó al perro que intentó atacar a Leon: a quien conocieron con el nombre de Ada. Eso aún no quitaba el misticismo de cual podrían ser las verdaderas intenciones de la mujer, pero eso logró alivianar la tensión que la pelirroja sentía en sus hombros. Charlotte podría empezar a confiar un poco en ella, así que decidieron seguir el consejo que su presunto informante había dicho antes de haber entrado en la gran garra de la muerte que surgió de la nada. La agente del FBI les prometió respuestas mientras encontraran alguna salida de aquel garaje y así lo hicieron, entrando a la sección donde efectuaron la mayoría de su entrenamiento.
(Lo importante es que encontraron una manivela y una llave torcida en el camino.)
—No recordaba que esto fuese tan oscuro—señaló el rubio.
—Y yo no recordaba que oliese tan mal—se quejó la pelirroja.
Inspeccionaron la sala de tiro, pero no había nada, así que vagaron por las diferentes habitaciones hasta dar con la morgue donde se utilizaban los cadáveres para el entrenamiento en criminalística. Había un silencio muy perturbador en ese lugar, al menos en parte, gracias a que los pasos que marcaban con sus botas negras anticipaban el posible peligro que podría haber allí. Comenzaron a abrir los cajones metálicos donde se encontraban los posibles cuerpos y algunos no tenían nada dentro, otros sí, pero los cerraban instantáneamente luego de que no hubiese nada relevante para tomar. Leon sacó un cuerpo, el cual tenía una llave adornada con un rombo de color rosa.
—Vi este símbolo antes—dijo Leon—. Creo que había una puerta cerca.
Cerraron de nuevo el compartimento, escuchando un aullido del muerto que se encontraba ahí dentro. Encontraron el uso de la manivela, la cual les ayudó a restaurar la electricidad de toda esa zona gracias a un generador que había en la habitación. También encontraron uno de los dos componentes electrónicos que necesitaban para poder abrir la celda y al activar el generador, eso activó un mecanismo que probablemente había liberado a unos perros, ya que se escuchaban ladridos feroces a lo lejos — así que eso traería muchos problemas para los siguientes momentos para ellos.
—No me jodas—gruñó Charlotte mientras rodaba los ojos.
Cuando se encaminaron para ver más habitaciones, escucharon el grito de una mujer y se preguntaron si se trataba de la agente del FBI que andaba merodeando por los pasillos sola. Corrieron en dirección al grito y los disparos, encontrándose con varios cadáveres de perros infectados y la señal de una puerta cerrándose justo delante de ellos. Los dos aceleraron el paso para poder seguir a la persona que requería ayuda y eso los llevó a un pasillo donde se encontraba lo que parecía el acceso principal al estacionamiento desde los pasillos de la comisaría. Al ver movimiento a su lado, el dúo corrió hacia la puerta que daba a una habitación y entraron apuntando sus armas.
—¡No disparen!—exclamó Claire alarmada.
Y allí se dieron cuenta de que se trataba de la muchacha Redfield.
(Lottie soltó un profundo suspiro de alivio al verla otra vez.)
—Mierda, Claire, que susto—se quejó Leon bajando el arma.
—Qué bueno es verlos—dijo ella antes de sonreír de lado.
Charlotte buscó a Sherry Birkin con la mirada, al ver que no estaba junto a la castaña rojiza—¿Dónde está Sherry?
—Un gordo idiota me golpeó y se la llevó—respondió Claire con un poco de desgano—. Era canoso y parecía ser uno de los altos mandos del lugar. Conocía a los padres de Sherry.
Harmon alzó una ceja, volviendo a procesar la descripción que la chica de ojos azules le había dicho: gordo, canoso y un miembro de alto mano en la Comisaría del RPD. La única conclusión a la que llegó fue que se trataba del jefazo en persona: el jefe Brian Irons — pero algo que ella no entendía era el por qué se llevaría a Sherry y golpearía a una simple ciudadana.
—Entonces el informante Ben tenía razón sobre Irons—replicó la muchacha de cabellos pelirrojos antes de mirar a Claire—. Es muy probable que te hayas topado con el jefe de esta comisaría.
—¿Crees que Irons haría algo así?—le preguntó Leon.
—Es un alto mando, Leon—añadió Harmon sin culpa—. Siempre hay alguien corrupto aquí. Debemos encontrar a la niña.
—Cruzaron la puerta del estacionamiento y esta se cerró—farfulló Claire antes de apretar sus labios.
—Bien, veremos qué podemos hacer por aquí—añadió Kennedy mirando a las dos chicas.
Eventualmente, los mapas siempre decían la verdad y aquella zona estaba literalmente marcada como una zona de convergencia con una de las salidas de la comisaría. Así que se dirigieron al vestíbulo, sin antes pasar por una de las puertas bloqueadas con la llave de rombos y se adentraron al pasillo que los llevó hacia la biblioteca. Los cuerpos que había allí ya no se movieron más y eso les dio pie para bajar a la planta baja donde pusieron más tablones para evitar entradas. Charlotte pudo recuperar su cuchillo en la armería, el cual guardó en su cinturón antes de recargar su arma y volvieron hacia el vestíbulo el cual se encontraba sumamente silencioso.
—Podría haber algo por las cámaras—señaló Claire acercándose a la computadora.
Ellos se acercaron para poder ver las cámaras y se pararon repentinamente al ver una figura gigante que caminaba por el pasillo desolado, deteniéndose para mirar la cámara por un segundo antes de levantar su puño y golpearla; la conexión de la cámara en esa sección perdida y provocando que los tres soltasen un respingo.
Definitivamente, eso no se trataba de un policía.
Ni siquiera se trataba de una persona normal.
—Esto ya me parece un puto chiste—señaló la pelirroja rodando los ojos—. ¿Alguna idea?
—El incendio que provocó ese helicóptero, podríamos llegar hasta la fuente para poder apagarlo, también está la torre del reloj—respondió Claire mientras acomodaba su cinturón—. Diría que empecemos por ahí.
Leon se encogió de hombros—Bien, supongo que iremos a la parte este otra vez.
Los dos buscaron municiones mientras que Charlotte decidió ir en busca del teniente, quien se encontraba quieto y sentado en el mismo lugar de antes. La pelirroja se arrodilló frente a él, moviéndolo un poco para poder despertarlo si es que se había desmayado — pero su pecho no subía o bajaba. El teniente no respiraba y sus ojos permanecieron cerrados, provocando que la pelirroja apretase sus labios con fuerza; la pena y el enojo siendo los únicos sentimientos que la atravesaban en ese momento.
Ya era tarde.
Siempre, siempre era tarde.
Era un sentimiento insoportable.
—Realmente lo siento, teniente—dijo Charlotte intentando de que no se le quebrara la voz.
Se puso de pie lentamente, su mirada fija en el teniente antes de ladear su cabeza a un lado, encontrándose con la de Leon y ella negó con la cabeza en silencio: así confirmando la muerte del teniente que se encargó de entrenarlos. El muchacho de cabellos rubios apretó los labios en silencio antes de bajar la mirada, soltando un suspiro mientras Claire se le unía a su lado. Charlotte estuvo a punto de caminar hacia ellos, de no ser por el teniente (o al menos su cuerpo) el cual se levantó súbitamente antes de abalanzarse en la pelirroja. Harmon soltó un gruñido antes de rebuscar en su cinturón, encontrando el cuchillo para poder incrustarlo en su garganta, tomándose el tiempo de sentir como la sangre manchaba su uniforme y ella giró para poder incrustarle una y otra vez el cuchillo en la cabeza.
En su mente vagaron las palabras que le escribió Marvin en su carta de bienvenida.
Has trabajado muy duro en tu trayecto y tienes más que merecido tu lugar aquí.
No era justo.
No lo era.
Y Charlotte no podía parar.
¿Cómo llegó a ese punto?
Ella soltó un sollozo, observando como sus manos se manchaban con sangre y sintió que alguien la apartaba bruscamente hacia un lado mientras ella lloriqueaba en silencio. Leon le dijo a Claire que no dudase en dispararle a la cabeza para hacerle un simple favor al teniente, mientras que él envolvía sus brazos alrededor de Charlotte, quien empezó a temblar por el llanto y por la rabia — dos sentimientos que no iban tan bien juntos.
Leon simplemente la sostuvo.
Claire apretó el gatillo.
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sin editar
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