o. entrenamiento de policía 101
LA CAÍDA,
capitulo cero: entrenamiento de policía 101!
Marzo de 1998.
CHARLOTTE HARMON SOLTÓ UN GRUÑIDO AL VER QUE SU SUEÑO ESTABA SIENDO PERTURBADO, no solo que le recordaba que ella detestaba madrugar, pero también detestaba que alguien venga a perturbar su sueño (inclusive su mejor amigo) estando en el lugar más seguro del planeta: su cama. Ella se tapó con las mantas y el edredón al ver que un desconocido abría las cortinas que evitaban que la luz se filtrase en su habitación. Escuchó un suspiro que no le pertenecía a su madre Mare, respectivamente, y ella se encogió más al sentir peso contra un lado de su cama. Una mano comenzó a tirar de la única cosa que mantenía su entorno oscuro y ella se quejó en voz alta.
—Vamos, dormilona—dijo una voz grave a su lado y Charlotte pudo descifrar de que se trataba de Leon—. Empezamos el entrenamiento hoy.
—Es muy temprano—ella se encogió más.
—Lottie...—insistió Leon zarandeándola por encima del edredón—. Ya levanta el culo de la cama, llegaremos tarde.
—Mi culo está bien, muchas gracias—replicó ella a través del edredón—. Deberías cuidar del tuyo ya que tu novia te lo manosea demasiado.
Leon frunció el ceño—¿A qué diablos ha venido eso?
Charlotte se tensó.
(Ahora sí que había metido la pata.)
—Olvídalo—gruñó ella antes de cerrar los ojos otra vez.
Justo cuando estuvo a punto de volverse a dormir, Leon tomó el edredón con sus dos manos antes de quitárselo del cuerpo, logrando que su mejor amiga soltase un respingo al sentir el poco aire frío en sus piernas. Agradeció a Dios de no haber dormido en bragas, por que si no la situación sería bastante humillante. Ella jadeó al ver que Leon la levantaba para cargarla sobre su hombro y ella empezó a forcejear, intentando de darle alguna patada, pero el rubio aseguró sus piernas con su brazo y Lottie se dispuso a pegarle en la espalda.
—Puedes luchar todo lo que quieras, caperucita roja—señaló él entrando a la cocina—. No va a funcionar.
—Púdrete.
—¡Charlotte!—la reprendió su madre entrando en la cocina—. No seas grosera y cuida tu lenguaje.
Leon la dejó de pie en el suelo y soltó una carcajada cuando ella le pegó un codazo. Al sentarse en la mesa, ella decidió comer sus cereales de avena que siempre le gustaban, los cuales ya se encontraban en la mesa cuando llegaron. Mareena pasó por detrás de Charlotte, así revolviendo su cabello pelirrojo completamente disparejo y su hija no tardó en rodar los ojos ante el gesto mientras se llevaba la cuchara llena de cereales a la boca. Leon se sentó frente a Lottie, quien aún continuaba comiendo y él bebió café que Mare le sirvió cordialmente en una taza color violeta oscuro (la cual pertenecía a su amiga y era su favorita, él simplemente le gustaba molestarla de vez en cuando). Lottie aún no podía creer que ya se encontraban a punto de empezar el entrenamiento de policías en la academia estatal que había en Baltimore — ni siquiera se podía creer que ya habían pasado dos años desde su graduación donde Leon y ella terminaron realmente borrachos, la pelirroja perdiendo su virginidad con su pareja de baile (la cual no era Leon y eso definitivamente le hirió, pero fue en silencio) y los dos librándose de la molestia de la secundaria.
Pero, ninguno de los dos había faltado a su promesa.
Ellos no se separaron.
Lottie ya había cumplido sus veinte y su mejor amigo iba en una carrera hasta los veintiunos, los dos terminarían convirtiéndose en policías para septiembre, si todo marchaba bien.
Mareena estuvo un tanto dudosa con la profesión a la que se dedicarían, primariamente por el peligro que podía conllevar el ser un policía; segundo, por lo que podría serse dirigido a su hija — ella debía admitir que en esa época las mujeres aún seguían luchando para tomar cargos políticos o militares, así que confiaba en que Charlotte tuviese la fuerza suficiente para poder forjar su propio camino y no tropezarse por la fuerza brutal que podría ofrecer el patriarcado policial en su entrenamiento. Mare confiaba muchísimo en su hija y Charlotte sabía que ella no podía decepcionarla, después de todo, luego de que su padre se marchó a Raccoon City, ellas pudieron solas el resto del camino y continuarían así.
—¿Están listos?—preguntó Mare posando ambas manos sobre la mesa—. El día llegó.
Charlotte dejó la cuchara en el tazón—Lo dices como si nos estuviésemos a punto de abandonar la ciudad, mamá. Deja de ser dramática.
—No soy dramática, jovencita—añadió la castaña con una mirada recriminatoria a la pelirroja—. Solo me estoy preparando para el momento en que los asignen a un lugar lejos de aquí, eso es todo.
—Ambos sabemos que no estarás lista, mamá. ¡Ow!¡No me patees!
—Estaremos bien, Mare—dijo Leon sonriendo antes de llevarse la taza de Lottie a los labios, dándole un sorbo y luego sosteniéndola en su mano—. Lograremos completar el entrenamiento y después veremos a dónde nos llevará eso.
—Espero poder vencerte en la prueba de atletismo—sonrió ella llevándose la última cucharada de cereales a la boca.
—¿Serás capaz de hacerlo?
Ella tomó la leche de su tazón se levantó para prepararse mientras que Mare rodaba los ojos al levantar el plato, Leon agradeció silenciosamente el desayuno y siguió a Lottie a su habitación, pero notó que la puerta estaba cerrada con llave. Él golpeó dos veces, esperando que su amiga abriese la puerta, pero ella al parecer la bloqueó con algo más — una silla.
—Vamos, déjame entrar.
—¡Estoy cambiándome, pervertido!
Leon soltó una carcajada—Lamento decirte que difiero de esa frase.
—Espera en la sala hasta que termine, no tardaré mucho.
—De acuerdo—suspiró él antes de soltar el picaporte—. Si en cinco minutos no apareces, me veré obligado a perturbar tu privacidad de niña flama y terminaré por sacarte de esta casa a la fuerza.
—No te vas a olvidar de ese sobrenombre asqueroso y de que puedo patearte el trasero, ¿verdad?
—¡Faltan cuatro minutos!
—¡Está bien!
Lottie se colocó una sudadera encima de los Ramones junto con unos pantalones, algo no tan extravagante ya que les darían su uniforme de entrenamiento en el centro de reclutas del Departamento de Policía de Baltimore. La pelirroja buscó una goma elastizada para poder atar su largo cabello en una cola de caballo simple y se miró al espejo una vez más. Ella se permitió sonreír, colocándose su chaqueta de jean encima y antes de salir de su habitación se dispuso a mirar una foto que estaba en una cómoda al lado del espejo. Era un simple retrato de los dos mejores amigos a la edad de los 15 años, ambos en un viaje escolar a Washington. Lottie esbozó una sonrisa antes de quitar su barricada, pudiendo así abrir la puerta para poder retirarse — el retrato quieto sobre la cómoda blanca de su habitación, sin ser tocado.
Ella miró a Leon con una ceja alzada al entrar a la sala de estar—¿Listo?
—Aleluya—suspiró el rubio levantándose del sillón—. Ya era hora.
Lottie le dio un codazo.
Mare los miró a ambos con una sonrisa de oreja a oreja, como si fuese la mujer más orgullosa de todo el mundo con tan solo ver el logro de ambos y el camino que estaban a punto de recorrer. Tal vez podían llamarla una persona muy apegada, pero la madre de Lottie simplemente buscaba lo mejor para su única hija y preservar su seguridad era su primera prioridad — sin embargo, el límite de tiempo ya se estaba agotando y Mare, mientras su hija crecía, llegó a la penosa conclusión de que no podía proteger a Charlotte por siempre. Eso era la única cosa que le dolía, más al no tener una figura paterna tan presente como la de su padre, quien en su adolescencia apenas la veía. Tal vez era la sobreprotección de una madre, o tal vez el miedo de que ella no pueda levantarse cuando se choque con el obstáculo que se le interponga.
Dejó que esa inseguridad se desvaneciese con el abrazo que Lottie le dio.
La pelirroja le miró de manera solemne al alejarse—Estaré bien, mamá. Leon estará conmigo casi todo el tiempo y si no lo está, pues sé cómo patear traseros.
Mare sonrió, sofocando una carcajada.
(Ella nunca dudó de sus habilidades, su hija era extraordinaria.)
Los dos se despidieron de ella antes de subirse al auto de Leon, quien demostraba ser el mejor conductor del mundo (según él) y se dispusieron a salir del vecindario a una velocidad bastante moderada. Lottie podía sentir la brisa fría del invierno en Baltimore, pero ver el sol luciéndose en su más notable esplendor fue realmente reconfortante para la pelirroja, quien miraba a través de la ventana mientras que su compañero conducía. Los nervios de Charlotte eran realmente altos, sin embargo, ella no se achicaría ante un desafío y podría decirse que se esforzó en poder entrar a la academia — así que haría todo lo posible por quedar. Leon, por su parte, se mostraba tranquilo, simplemente concentrándose en que debían llegar lo antes posible a la academia.
—¿Puedes poner música?—preguntó Lottie luego de un largo tiempo en silencio—. Eso ayudaría a calmar mis nervios.
—Es increíble, simplemente histórico—declaró Leon mirándola de reojo con una sonrisa divertida—. Charlotte Harmon está nerviosa.
—Cállate. No es tan así.
—Se puede leer eso en todo tu rostro—bufó el rubio.
—Y tú te ves demasiado tranquilo, Kennedy—acotó la pelirroja antes de erguirse a buscar la caja con casettes que ambos guardaban en la guantera—. Supongo que tu novia te despertó de otra forma...—se golpeó la cabeza contra la guantera y Leon soltó una carcajada.
—Karma.
—Ja.
Leon ladeó su cabeza hacia un costado—¿Qué es lo que vas a poner?
—Un gran tema de Rod Stewart—dijo la pelirroja antes de poner el casette en el auto viejo de Leon y presionó el botón de reproducción, empezando con una cinta melodiosa de los años 70. La pelirroja empezó a moverse al compás de la canción mientras que su compañero rodaba los ojos.
El trayecto a la academia fue relativamente rápido, donde una pelea constante sobre repetir o cambiar de canción ya era como una rutina constante. Leon dobló en una de las entradas a la salida de Baltimore y los dos entraron a un gran complejo donde ya había varios autos estacionados. Al bajarse, Lottie no se sintió realmente sola al ver a otras chicas de su edad o aún más grandes ingresando al edificio; Kennedy le tocó el brazo, indicándole que debían entrar por allí y una vez dentro pudieron obtener sus uniformes. Se separaron en los vestidores, teniendo en cuenta de que la puerta del vestidor de mujeres estaba cerrada y la de los hombres completamente abierta — algo tan típico a ojos de Lottie, que terminó por cerrarla a modo de cortesía para que ningún invitado inadvertido pueda mirar.
Ella no podía creer cuan simple era su uniforme.
Se colocó la camiseta y los pantalones cargo color azul marino oscuro, luchando para ponerse las botas negras que iban a ayudarla durante el resto de su entrenamiento. Volvió a acomodarse su cabello gracias a una de las chicas que le dijo que todas las mujeres debían tener un rodete y ella le agradeció por la ayuda adicional — su instructor se acercó respetuosamente a la puerta y declaró que debían estar en el campo en 5 minutos. Charlotte respiró hondo antes de salir, siguiendo al resto de los reclutas por los pasillos hasta entrar a un campo deportivo en el exterior.
La cosa sí que se puso seria, pensó ella.
—¿Nerviosa?—preguntó Leon a su lado.
Charlotte alzó una ceja—Decir eso es quedarse corto.
—Todo saldrá bien, Lottie.
Ella sonrió—Sip, Todo irá bien.
El instructor y comisionado de la academia tocaron sus silbatos, ordenándole a cada cadete que se pusiese en posición y los reclutas se colocaron en sus respectivos lugares — firmes y concentrados a las indicaciones que dirían. Lottie podía ver a una mujer al lado de los dos instructores que había allí: ella era caucásica, de cabello castaño claro y ojos azules, mientras que el instructor era también caucásico y con el cabello corto y negro. El capitán, por otro lado, se trataba de un hombre de piel morena y ojos medio verdosos, quien vestía con su uniforme y lo lucía con orgullo.
—¡Reclutas!—anunció el hombre de piel morena—. Soy el Comisionado Tiberias Vaughn del Departamento de Policía de Baltimore, hoy están aquí para ingresar a una de las carreras más aventurera y peligrosa del mundo. Nosotros, como oficiales de policía, tenemos un deber y es el de proteger los intereses y la integridad de los ciudadanos comunes, somos la fuerza que lleva el crimen cometido a la justicia, somos quienes siguen de pie y honramos a los caídos que intentaron garantizar la seguridad de las calles—miró a los cadetes de manera solemne, gotas de verdad caían frente a él, mostrando pasión en su lucha—. A partir de hoy tendrán un entrenamiento que no se detendrá hasta que lo terminen o hasta que decidan rendirse en el camino, tendrán que lidiar con conflictos morales que les harán poner en prueba qué es lo correcto y que es lo que no. Créanme, no será un camino fácil, pero les deseo la mejor de las suertes y no me decepcionen. ¿Entendido?
Nadie respondió y Lottie no se esperó aquel grito.
—¿ENTENDIDO?
—¡Sí, señor!
Charlotte Harmon soltó el aire que contenía y sonrió de lado, preparándose para el desafío.
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Raccoon City, Agosto de 1998 – 5 meses después.
Ella aún le costaba comprender que ya habían pasado cinco meses desde ese día, en un principio ella lo sintió como algo tan lejano de su alcance que casi le pareció imposible llegar a cumplirlo. Sin embargo, Charlotte Harmon lo había logrado. En realidad, los dos lo habían logrado y eso era realmente gratificante, además de desastroso y un progreso que tuvo mucho sudor, lágrimas y sangre en el medio. Podría decirse que sería algo exagerado, pero cuando el entrenamiento de combate cuerpo a cuerpo empezó, terminó de la única manera que podía terminar: Charlotte Harmon con un hematoma nasal. Ella se miró al espejo, observando que ni siquiera había marca, pero el recuerdo que tenía de la sangre goteando a borbotones y el rostro preocupado de Leon Kennedy a su lado intentando de ponerla de pie no tenía precio con nada. Podrían hasta incluso reírse por el recuerdo añorado del tercer mes de entrenamiento y acondicionamiento general.
Hasta incluso podían reírse de la primera vez que Charlotte tomó un arma.
(Su puntería era una mierda en ese tiempo, pero ella se encargó de practicarla.)
Su acondicionamiento psicológico trajo demasiadas dudas existencias y morales sobre ciertas situaciones que, al sonar absurdas, podían generar un conflicto que generaba desconcierto en la pelirroja. Ella se dio cuenta de que todos esos casos eran hipotéticos y que la realidad podía traer dilemas morales muchísimo más intensos que los presentados como ejercicios. Charlotte demostró no estar loca para poder utilizar un arma, pero jurando bajo su propio mandamiento que esa arma la usaría realmente si se trataba de una situación de vida o muerte. Eso atrajo la atención del teniente Marvin Branagh, quien se mantuvo interesado en el progreso de los dos cadetes de Baltimore y ellos mantuvieron cierto interés en unos asesinatos brutales que ocurrieron en las Montañas Arklay a finales de junio.
Era algo bastante extraño.
Y eso a veces no era algo necesariamente bueno.
El teniente le dio un acuerdo: ellos terminarían su entrenamiento con él y con gusto el teniente los tendría en su equipo durante sus primeros meses en Raccoon City. Charlotte se preguntó si eso realmente era una buena idea, pero la despreocupación de Leon terminó convenciéndola por completo y los dos terminaron siendo transferidos a la academia del Departamento de Policía de Raccoon City.
Decir que la pequeña ciudad era tranquila era quedarse muy corto.
No obstante, era pintoresca y rustica para su parecer — tal vez era bueno empezar en un lugar tranquilo y después escalar a las ligas mayores. Además, las protestas no eran algo tan grande, teniendo en cuenta de que se encontraba la presencia de la gran empresa farmacéutica mundial y concebida en Estados Unidos: la Corporación Umbrella. Charlotte la conocía, su madre tenía una crema que utilizaba todos los días para evitar que su piel se seque. Además, se trataba que su padre trabajaba para la misma empresa como científico de cabecera y Lottie rezó a todos los santos (a pesar de que ella no era religiosa) de que su padre no estuviese en la misma ciudad que ella. Después de todo, ella ya no lo sentía como su padre y dejó que ese titulo se lo llevase alguien quien pudiese ganarse el respeto de la pelirroja con acciones.
Además, ella tenía a Leon de su lado.
¿Qué podría salir mal?
Los dos compartían un apartamento simple y amueblado, cerca del centro, donde podrían hacer lo que quisieran y no estaban tan lejos del RPD. Charlotte recordó ser muy clara ese día con Leon sobre reglas básicas de convivencia: 1. Limpieza cada día de por medio. 2. Nada de invitar a chicas/chicos al apartamento para tener sexo y 3. Los dos tomarán turnos para cocinar y hacer la lavandería. Ella también recordó el gruñido de protesta que soltó Leon al escuchar aquellas tres reglas.
—No me jodas, Lottie.
—Son reglas simples, ricitos—señaló la pelirroja con mirada acusatoria—. No es nada del otro mundo.
—¿Y qué pasa si se rompe una de las reglas?—añadió el rubio cruzándose de brazos en la mesa donde se encontraba ubicado—. Sabes perfectamente que las reglas se crearon para romperse.
—Puedes imaginar que tu trasero puede quedar así de rojo como mi cabello si lo intentas—dijo Lottie con aire serio, mirándolo de modo desafiante—. Tú serás un buen chico, entonces.
—Eso no va conmigo.
Oh, Charlotte sabía perfectamente que Leon no era un muchacho sumiso.
(Negó con la cabeza para quitarse el rubor y aquella imagen que se le vino a la cabeza.)
Tú definitivamente sigues siendo virgen, pensó ella.
—Pues en mi presencia sí—declaró con diversión antes de retirarse a la cocina.
Aquellos tiempos eran realmente buenos, tanto que Lottie empezó a sentirse confundida — no una simple confusión de lo que podía ser sencillo de una relación, si no del límite de esta. Ella era plenamente consciente de que su relación con Leon era simplemente algo amistoso y al mismo tiempo profundo, nunca llegó al extremo de ser una relación de hermano-hermana, si no de que eran amigos con un nivel de intimidad que les permitía inclinarse en el otro en caso de problemas, en caso de querer hablar de algo que les molestaba o de simplemente disfrutar una película. Diablos, hasta incluso terminaban por dormirse juntos en un sillón incómodo luego de terminar la película. Los dos tenían cierta cercanía que Lottie no había notado en un principio.
Al menos, hasta que Leon Kennedy decidió terminar su relación con su novia en Baltimore.
Eso sí que fue doloroso en un principio.
Charlotte la detestaba, pero eso no significaba que ella se iba a interponer en el camino de la muchacha. Ella quería ver a su mejor amigo feliz y si estar con alguien más realmente le hacía feliz, entonces Charlotte era feliz, a pesar de que se daba cuenta de que sus sentimientos habían cambiado y que estos debían ser enterrados en lo profundo de su corazón. Así que hizo lo mismo que él hizo con ella cuando su padre la dejó a un lado, estuvo allí con ella y aquello le permitiría sanar las heridas que seguían abiertas por un amor que ya no era el mismo. Charlotte hizo exactamente lo mismo.
Ahí afuera hay alguien hecho para ti que te está buscando y diablos, él sería muy afortunado de tenerte en su vida, dijo él una vez.
La pelirroja aún no se rendía con ello y le recordó a su amigo las mismas palabras que él dijo.
Los dos lograron continuar con su entrenamiento de la mejor manera posible, hasta incluso tuvieron la prueba del gas pimienta. Leon y Charlotte tenían cierta tolerancia al dolor, teniendo en cuenta la cantidad de veces que se golpearon en su vida, pero eso no significaba que eran humanos de hierro. El gas pimienta, a oídos de Lottie, era una mísera mierda pequeña — capaz de dejarte llorando como una niña a quien le quitaron la paleta de helado durante horas. Ella tembló un poco al recordar cómo el teniente Branagh le lanzó un poco su primera vez: sentía que sus ojos habían sido prendido fuego y que este se iba a extender a su cerebro, matándola al instante. Era una sensación asquerosa y desagradable, capaz hasta de quitarle el apetito — Leon estuvo a punto de morir a carcajadas cuando la vio salir con el rostro rojo y todo lleno de baba colgando de la boca de Lottie.
Cuando ella vomitó lo que había desayunado, bueno, eso era otra cosa.
Sin embargo, Charlotte sabía de que se reirían de esto algún día.
La pelirroja se acomodó el cabello antes de salir del baño de mujeres en la comisaría. Últimamente todo estuvo bastante agitado, claramente desde la llegada del equipo Alpha de la unidad STARS con los descubrimientos de los misteriosos asesinatos que ocurrieron en las montañas Arklay — Charlotte se permitió espiar con lo que decían los oficiales sobre el pequeño grupo que había regresado: "El equipo Bravo no estaba con vida", "¿Sólo volvieron ellos?" y eso no podía dar más misticismo al asunto. El jefe Irons se veía muy precavido con lo que se decía en la estación, ya que varios miembros habían provocado estragos con la situación a mano.
¿Qué diablos estaba sucediendo?
Charlotte buscó a Leon con la mirada, recordando que le había dicho específicamente que la esperara y el bastardo no lo hizo, otra vez. Ella bufó por lo bajo y se dirigió al pasillo que daba al gran vestíbulo del RPD. Demasiado lujoso y diplomático para su gusto, pero eficiente en todos sus departamentos. La pelirroja pudo distinguir a su amigo entre la gente que caminaba de un lado al otro, siendo ayudado por una muchacha de cabello negro, su uniforme dejaba claro de que se trataba de un miembro de STARS. Lottie rodó sus ojos antes de dirigirse allí, con intenciones claras de no llegar tarde al entrenamiento con el teniente Branagh.
—Sí, según él estaría graduándome en un par de semanas junto con mi compañera.
—¿Tu nombre es...?
—¡Leon!—exclamó ella acercándose y viendo que la pelinegra se giró, mirándola de manera curiosa. Lottie le dirigió una mirada seria al rubio—. Te dije que me esperaras, idiota.
—No quería hacer esperar al teniente, Lottie—se excusó el rubio encogiéndose de hombros y miró a la pelinegra—. Leon Scott Kennedy, ¿oficial...?
—Williams, Joy Williams—declaró la pelinegra estrechando su mano con un fuerte apretón y miró a la pelirroja—. ¿Tú eres?
—Charlotte Harmon—se presentó ella sonriéndole.
—De acuerdo, no les retendré más y mucha suerte con su entrenamiento—dijo Joy antes de despedirse con su mano, viendo que ellos seguirían con su camino.
Los dos se encontraron con el teniente al pie de las escaleras, él les indicó en silencio que lo siguieran con los demás reclutas. Con lo ocurrido en las montañas Arklay, Charlotte se encontraba confundida en qué era lo que iba a pasar con el equipo y quien los reemplazaría si decidiesen disolverlo. Siguieron al teniente hasta una habitación común donde había dos colchonetas y dos blancos de peluche. Leon no tardó en darle un codazo a su amiga, diciéndole qué era lo que iban a hacer.
—De acuerdo, reclutas—señaló el teniente y sacó una pistola un poco más chica—. ¿Saben lo que es esto?
Lottie se mordió el labio.
El arma de electrochoques.
(Ella no se había preparado para eso.)
Y definitivamente le faltaba poco para prepararse a enfrentar lo real e inevitable. Pero si estaba acompañada, ella estaría más que bien.
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