i. la confusión más grata
LA CAÍDA,
capitulo uno: la confusión más grata!
Septiembre de 1998.
LEON KENNEDY Y CHARLOTTE HARMON NO VOLVIERON A VER A LA OFICIAL WILLIAMS DESPUÉS DE ELLO, se dieron cuenta de que los miembros restantes de la unidad STARS se habían retirado y que la pequeña unidad se había disuelto gracias al jefe Brian Irons. La pelirroja se preguntó el porqué de la situación, pero nadie decía o sabía nada sobre el asunto — Leon le dijo que sospechaba muchísimo de lo que pasó en las montañas Arklay y tal vez esa era una de las tantas razones por las cuales la unidad STARS había sido disuelta. Ella no le creía en absoluto, pero decidió dejarlo como una posible teoría. El entrenamiento continuó, pasando por las últimas etapas antes de poder ingresar al equipo que estaba bajo el cargo del teniente Branagh. Charlotte aún recordó esa clase que tuvieron con el arma de carga eléctrica y los niveles de voltaje, ella llegó a una pésima conclusión: las pruebas con el gas pimienta y con eso, eran las peores cosas que podían haberle pasado en la academia de policías. El teniente Branagh, en cierto modo, poseía un espíritu bastante jovial para poder entrenar a las nuevas generaciones de policías y eso realmente ayudaba para la moral de Charlotte.
Aún recordaba muy bien sus palabras al sostener el arma de carga.
—Cadetes, ustedes deben saber que esto también puede usarse como un arma—señaló el teniente con absoluta profesionalidad en su voz, mirando a los cadetes—. Es posible que no llegue a ser letal como el arma que llevan en sus cinturones, la cual, si apuntan en el lugar incorrecto, pueden llegar a matar a una persona—él apuntó y disparó al muñeco de pruebas—. Este es un arma de defensa personal que muchas personas saben utilizar y que debemos usarla como último recurso si la persona que buscamos se resiste.
Los cadetes asintieron en silencio, esperando instrucciones.
—Esta arma tiene un sistema de disparo a distancia, al menos unos 5 metros—prosiguió mostrando el arma tal y como era, luego le quitó la parte del gatillo para poder revelar un simple dispositivo similar a un control remoto, encendiéndolo—. Pero también tiene uno cercano, el cual se puede usar para combate cuerpo a cuerpo. Como dije antes, estos son instrumentos de último recurso, si los acusados no obedecen con las instrucciones dadas. ¿Quién quiere ser el primero?
Charlotte empujó a Leon y él la fulminó con la mirada.
—¿Qué carajos estás haciendo?—preguntó él en voz muy baja.
Ella le sonrió.
—Kennedy, Harmon—dijo el teniente, atrayendo la atención de los dos cadetes—. ¿Prestaron atención a lo que dije?
Leon miró a la pelirroja de reojo antes de dirigirse al teniente Branagh—Por supuesto, señor, escuchamos todo lo que dijo.
—Entonces no les molestará venir a demostrar cómo utilizar esto—alegó el teniente con diversión, invitándolos silenciosamente a acercarse a él.
Charlotte tragó saliva, maldiciendo mentalmente su actitud de niña de 15 años, y se enderezó mejor para poder ir hacia donde el teniente Branagh los esperaba. El grupo cuchicheaba en el fondo, algunas de las chicas hablaban cosas de Charlotte a sus espaldas y algunos hombres soltaban algún silbido al ver su figura estilizada y completamente tonificada gracias a sus meses de entrenamiento. Leon miró de reojo a los hombros, enviándoles una mirada de advertencia a su actitud misógina hacia su mejor amiga — bastardos con poco respeto, dijo él una vez cuando llegaban del entrenamiento al apartamento que compartían.
Lottie no podía entender qué era lo que lo tenía tan enojado.
—¿Tú no te das cuenta lo que dicen sobre ti?—le dijo Leon esa noche—. Dudo que sean cosas respetuosas.
—Eso no solo se aplica a mí, si no a las otras chicas que hay en la academia—respondió Charlotte como si ya estuviese cansada de escuchar los comentarios poco condecorados de algunos hombres de la unidad—. Tranquilo, yo sé cuándo se pasan del límite.
—¿Y qué pasa cuando se pasen del límite?—declaró el rubio indignado—. ¿Tú harás algo al respecto?
En cierto modo, Lottie podía sentir que Leon a veces era muy sobreprotector con ella. Era algo tierno, considerándolo. Se preguntó por qué había muy pocos chicos como él en el mundo: respetuosos, altruistas, divertidos y con un sentido de justicia enorme. Él nunca la trató como si fuese una flor delicada, ni como su padre quien demostraba una actitud muy tóxica en cuanto a cómo debía vestirse o con quien debía juntarse — ella era muy consciente de que su padre no aprobaba su amistad con Leon. Esa sí que era una actitud bastante misógina para ella, la constante desaprobación del género opuesto.
—Es más que claro que haré algo al respecto—señaló la pelirroja girándose para enfrentarlo—. Solamente son muchachos intentando tener mi atención, Leon, eso es lo que son y lo único que saben hacer. No tendría por qué molestarte.
—¿Y por qué no?
—Porque no soy una niña, ya no tengo quince años—acotó Charlotte con tono molesto, ya escuchándose tal como su madre—. Puedo protegerme sola y sin tu ayuda—su amigo estuvo a punto de decir algo, pero ella levantó un dedo—. No, no quiero seguir con esta...cosa que está pasando aquí. Eres mi mejor amigo, no mi hermano, Leon. Te pediré ayuda si realmente la necesito.
Leon Kennedy realmente no dudaba de sus habilidades para poder defenderse, realmente la creía capaz de patear cada uno de los traseros de ese grupo de muchachos sin más preámbulos.
No volvieron a hablar de ese tema.
Charlotte permaneció mirando al frente, hacia los cadetes mientras que Leon se colocaba a su lado. El teniente Branagh la miró de reojo a modo de advertencia mientras explicaba el ejercicio al resto de los cadetes, declarando firmemente de que Leon iba a disparar el arma hacia Charlotte y que el oficial Thompson junto a él estarían a su lado para evitar que ella caiga al suelo. El hombre de piel morena le entregó el arma al rubio y él se quedó en el lugar donde el teniente le sugirió estar antes de moverse al lado de Charlotte. La pelirroja con su cola de caballo alta en su cabello, miró al hombre moreno, alzando una ceja.
—¿Qué es lo que sentiré, exactamente?
—Tus músculos se paralizarán, ya que serás expuesta a un arma con voltaje—explicó el hombre de piel morena con claridad, moviendo para sostener el brazo—. Tú cuerpo va a tensarse y perderás el equilibrio, por eso el oficial Thompson y yo te sostendremos para que puedas realizar el proceso sin ningún problema—Branagh ladeó su cabeza para poder mirar a Kennedy, quien esperaba instrucciones silenciosamente—. Apunta y espera la señal.
Leon asintió.
Charlotte respiró hondo.
Branagh a su lado agarró su brazo—¿Lista?
Definitivamente, ella tendría que haber cerrado la boca.
—Lista.
Leon disparó en dirección a la espalda de Lottie y ella se tensó, sintiendo como su cuerpo estaba imposiblemente paralizado por el electrochoque — le pareció algo eterno y no dudó en soltar un gruñido de dolor, apretando sus dientes con fuerza. Deseó con tantas ganas de que la tortura termine y súbitamente perdió el equilibrio, siendo sujetada por los dos policías, llevándola directamente al suelo con muchísimo cuidado. Ella sintió que tomaba una bocanada de aire luego de haber dejado de respirar de manera inconsciente y su respiración parecía agitada. Ella cerró sus ojos, soltando un par de lágrimas involuntarias al intentar de recobrar el movimiento, pero una mano en su espalda impidió que ella se levantase del suelo.
—Espera un minuto para poder levantarte, Harmon—le aconsejó el teniente.
Claro que se tomaría un maldito minuto para poder recobrar su movilidad, si no se desmayaría en el acto.
Leon vio como le quitaban los cables antes de ayudarla a ponerse de pie, el teniente le quitó el arma de las manos y le pidió que se dirigiera al mismo lugar donde se encontraba su compañera. Otro oficial se colocó al lado de Leon para sostenerlo y él miró hacia el frente para ver si Charlotte estaba bien. Ella miraba la escena con absoluta maravilla y con un poco de picardía, cruzándose de brazos y esbozando una sonrisa ladina en sus labios. Leon no tardó en rodar los ojos ante la actitud de su mejor amiga.
La idiota lo está disfrutando, pensó el rubio.
(Ella no dudaba que lo disfrutaría.)
—¿Listo?—preguntó Branagh detrás de Leon.
—Sí, señor.
Los músculos de Leon se tensaron y él se paralizó frente a ellos, soltando un quejido de dolor al sentir que sus pies ya no le respondían. Él dejó salir un respingo antes de caer lentamente al suelo, siendo sostenido por los dos oficiales que estaban a sus costados. Charlotte recordó que su compañero esa noche se encontraba bastante silencioso cuando volvían al apartamento. Los dos habían recogido la cena y habían alquilado el episodio cuatro de Star Wars para poder así dar un preludio al cumpleaños número veintiuno del rubio, el cual era el día siguiente. Charlotte estaba esperando a la pizza mientras que Leon se encontraba afuera esperándola ante la luz de la luna mascando chicle. Con una simple mirada, Leon vio pasar a una persona muy familiar se cruzó en el camino.
Harold Harmon.
El padre de su mejor amiga.
Oh, mierda, pensó Leon.
El padre de Lottie entró al mismo lugar donde se encontraba su hija y pidió algo, Leon podía ver desde afuera como la pelirroja se tensaba al escuchar y reconocer la voz de su padre. La muchacha recibió la pizza y el rubio entró al gran negocio para tomarle de la mano, sacándola de allí lo más rápido que pudiera antes de que el científico de la familia Harmon lograse reconocer a su hija. Él le había hecho una promesa a Mareena si llegaba a pasar esa situación, ya que Lottie y su padre no tenían una muy buena relación, después de todo.
—Si ves a Harold cerca de mi hija—declaró la mujer mirándolo fijamente—. Sácala de allí, no quiero que mi hija vuelva a ver a ese hombre por el resto de su vida. Promételo.
Leon asintió—Definitivamente, lo prometo.
Recordó que Lottie había llorado esa noche y se sentía tan, pero tan mal. Leon la estaba abrazando en su cama, mientras que las únicas luces que se filtraban eran las de la calle entre las cortinas. Lottie se dejó abrazar por el rubio, quien permanecía recostado contra la cabecera de la cama, tapado con las mantas de su compañera. La pelirroja recostaba su cabeza en el pecho de su amigo, intentando de calmar sus sollozos ahogados junto a los latidos del corazón de Leon y decidió quedarse allí — por primera vez en años.
Era reconfortante, casi como si fuese algo especial de ellos dos.
Solo de ellos.
Lottie se preguntó cómo era posible tener un nivel tan íntimo como ese.
¿No podré tener un alma gemela?
Ella se preguntó, también, como alguien tan perfecto podía estar con una persona tan rota.
Charlotte Harmon tenía pocos demonios, pero estos eran gigantes.
—Él no podía reconocer a su propia hija—murmuró ella con voz pequeña—. Si no me quería, ¿para qué diablos me tuvo?
Leon la sacudió un poco—Eh, no te atrevas a responder esa pregunta estúpida.
—Es la verdad—dijo Charlotte mirándole desde su lugar.
—No, no lo es—acotó el rubio mirándola fijamente—. Si él no quería tenerte, tú no estarías aquí conmigo. Estaría solo. No digas esas cosas.
Charlotte bajó la mirada y simplemente se concentró en escuchar los latidos del corazón de su amigo. Cayendo en un sueño profundo de ello, sintiendo el aroma a pino inundando su nariz, dejándola en un espacio seguro y cálido — tal vez hasta ella se ruborizó al pensarlo, pero se limitó a estar en silencio. Los dos estaban a punto de terminar su carrera como policías y Lottie se sentía preparada para enfrentar lo que sea.
Solo debían esperar.
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29 de Septiembre – 10 días después.
Había algo que sorprendió a la muchacha Harmon, tal vez era el simple hecho de que en cuanto les llamaron para decirles que empezarían un martes como oficiales de policía o por los nervios de ya ser una cadete graduada y promovida a ser oficial de policía luego de tanto esfuerzo, sudor, sangre y lágrimas inadvertidas. Ellos realmente lo habían logrado, después de todo. Charlotte se había encargado de darle instrucciones a su madre sobre los días que podía llamar, cuando eran sus turnos de patrulla y que si ella necesitaba ayuda, que le pidiera a la vecina de enfrente. Mareena se encargó de darles un abrazo grande y fuerte a los dos, desdándoles un gran primer día y sintiéndose orgullosa por su hija y por la persona que estaba acompañándola constantemente en su vida. Era inevitable no llorar de alegría al ver que su única hija realmente estaba siguiendo su propio camino.
(Charlotte, en cierto modo, ya estaba lista para dejarla ir.)
—Sean prudentes y cuídense las espaldas—advirtió la mujer castaña rojiza—. Y ojalá pateen muchos traseros de delincuentes.
Leon soltó una carcajada.
Charlotte se despidió de su madre con un leve saludo con la mano, una sonrisa genuina y estrecha con su rostro, deseando poder verla orgullosa siempre y sintió un poco de nostalgia al ver como su figura se achicaba, observando como el jeep de Leon se alejaba de la casa donde ella alguna vez vivió. El rubio llevó una mano a su rodilla, dándole un ligero apretón antes de devolverla al volante mientras conducía y los dos permanecieron mirando al frente. Había algo en el aire que provocaba un ligero nudo en su garganta, algo completamente intuitivo, algo que ella podía sentir en sus entrañas de manera tan profunda — no podía discernir si era algo bueno o algo malo, si era algo que anunciaba una fortuna o una pesadilla, siempre se limitó a esperar lo inesperado.
Los dos permanecían despiertos durante la mañana que viajaban a la ciudad pequeña donde les esperaba la promesa de una nueva vida o al menos un nuevo comienzo.
Había tanto en juego para ellos.
Charlotte sabía que los nervios le estaban hablando.
Tranquila, todo saldrá bien, pensó la pelirroja.
Leon conducía a una velocidad constante, deseando disfrutar sus últimos momentos en el condado de Maryland junto a la persona que había conocido hacía muchísimos años en un bosque y junto al agua. Parecía algo completamente loco el simple hecho de que ellos se conocían desde años y años, cumpliendo una meta que ellos mismos se impusieron y aún continuaban estando juntos como un equipo inigualable. Charlotte y Leon sí que debían sentirse orgullosos de su progreso y de sus metas, tal como Mareena lo decía constantemente y con mucha alegría. Su hija también rodaba los ojos al escuchar aquel discurso una y otra y otra vez — pero después de tantos años, ella realmente le encontraba un significado a esas mismas palabras.
—Mi madre tenía razón.
Charlotte sintió la mirada de Leon sobre ella, como si él estuviese confundido con sus palabras: ella chasqueó la lengua, de manera intermitente, antes de mirarlo de soslayo.
—Ese discurso que ella hablaba todo el tiempo—declaró la pelirroja con tristeza antes sonreír y dirigir la mirada hacia adelante—. Sobre el orgullo que ella sentía con nosotros, que era algo que lo merecíamos, que gracias a nuestro esfuerzo estamos donde estamos, que el destino lo quiso así.
Leon soltó una carcajada—Tu madre siempre tiene algo con el destino...
—No la culpo, ella siempre tuvo una conexión muy fuerte con el universo—dijo Charlotte con añoranza—. Mi padre era el más conservador de los dos. Tal vez más que mi madre, quien no tenía tan inculcada su religión, por eso mi madre siempre creyó en el destino.
—Ella siempre se dio cuenta cuando algo iba a suceder, es una vidente.
—Es una maldita bruja y creo que eso me lo pasó a mi—añadió Harmon con una carcajada—. No pienso disculparme si hago un ritual de magia negra con el gato que adoptemos.
—¿Qué?¿Un gato?—preguntó Leon antes de mirarla con un gesto horrorizado muy mal hecho—. No soy un tipo de gatos, si no de perros. Son adorables.
—Entonces tendremos un perro y un gato—respondió Lottie ladeando la cabeza a un costado, mirándolo a modo de convencerlo de que podría ser una buena idea.
—Dos polos opuestos—se quejó Leon.
—Los polos opuestos se atraen.
—De acuerdo, un perro y un gato, entonces.
Charlotte soltó una carcajada.
(Leon realmente esperaba escuchar más de aquella dulce carcajada, la cual no se encontraba presente en estas últimas semanas.)
Continuaron con el viaje, escuchando en un limbo constante canciones de ABBA, de Rod Stewart y hasta incluso Lottie colocó un tema de los Bee Gees. Leon no tardó en rodar los ojos al escuchar el comienzo del tema mientras que su mejor amiga empezaba a moverse dentro del gran jeep negro que Leon tenía. Ella se movía al compás de la canción, al mismo tiempo distrayéndolo de su labor como conductor. La muchacha sonreía al escuchar la melodía de la canción, cantando en silencio mientras seguía la letra de la canción con completa emoción y diversión. El sol empezaba a ponerse en el horizonte, creando un ambiente tétrico y perfecto para ellos, donde solo se encontraban ellos y nadie más que ellos.
Si tan solo eso fuera suficiente.
Si tan solo la tranquilidad durase.
—¿Tu padre te ha dicho algo?—preguntó Charlotte luego de un momento de silencio entre canción y canción.
Leon se quedó en silencio.
Charlotte se imaginó que las cosas no habían terminado bien entre ellos, al menos desde que su madre murió al menos — él hablaba muy poco de su padre en ese sentido, le agradaba la imagen que aún conservaba de su madre en vida antes de que ella abandonase el mundo de los vivos. Así que decidió no presionarlo sobre el asunto, ya que el padre del rubio no se sentía muy entusiasmado con las aspiraciones de su hijo. Ella colocó una mano en su rodilla, diciéndole en una simple mirada silenciosa que todo estaba bien y que él era ahora el dueño de sus decisiones. Leon lo agradeció y volvió a mirar hacia el horizonte, el sol iluminando las pocas cumbres de las montañas Arklay que se alzaban a lo lejos.
Llegaron a una gasolinera que se encontraba a las afueras de la ciudad.
Las gotas de lluvia empapaban el parabrisas.
¿Por qué todo se encontraba tan sombrío?
—Me sorprende que le hayas cargado combustible antes de irnos de Baltimore—dijo Charlotte antes de colocarse una campera—. ¿Tú llevas tu arma cargada?
Leon abrió la puerta de su jeep—Está en mi cinturón, deberías tener el tuyo.
—Muy gracioso.
Charlotte se palmeó su cintura, sintiendo el compartimento donde estaba su linterna y la funda donde se encontraba su arma reglamentaria cargada con balas. El sonido de la tormenta era ensordecedor en sus oídos y lo más estruendoso de todo fue no escuchar a nadie a su alrededor. Leon se encargó de cargar el tanque con combustible mientras que eran tapados por la lluvia en el gran techo.
—¿No hay nadie?—preguntó él.
—Al parecer, nadie a la vista—respondió Lottie antes de detenerse en sus pasos, su mirada fija en una patrulla de policía estacionada de manera muy descuidada—. ¿Qué hace una patrulla aquí?
Leon dejó el galón de combustible en su lugar, enfocando su mirada en la patrulla abandonada—Qué raro.
—Iré a ver si hay alguien dentro—anunció la pelirroja antes de agarrar su linterna.
—Espera, iré contigo—dijo Leon acercándose a ella y la pelirroja no tardó en rodar los ojos—. No empieces, Charlotte.
Los dos alumbraron el camino, encontrando rastros de sangre que hacían ver la escena muchísimo más sospechosa y avanzaron lentamente hacia la puerta de entrada, la cual indicaba que la estación estaba abierta para quienes salían o llegaban de la ciudad. Lottie tocó suavemente el picaporte antes de empujar hacia adelante, permitiendo así su entrada.
—¿Hola?—llamó Leon al mercado oscuro—. ¿Hay alguien ahí?
Se escuchó algo a lo lejos, dentro del mismo lugar donde ellos estaban.
Lottie se tensó—Eso no me gusta...
Los dos se dispusieron a investigar la tienda, encontrándose con la mayoría de las cosas intactas, a pesar de ser rodeadas por una capa de oscuridad tremenda y fría. Lottie caminó muy despacio por la parte trasera de la tienda, observando atentamente sus pasos y el objetivo que buscaba con su linterna y logró apuntar a tiempo cuando escuchó un gruñido. Un oficial de policía se encontraba sentado contra la pared, sosteniendo una herida de cuello grave que no paraba de dejar más y más sangre a su paso. Charlotte se acercó rápidamente, encontrándose con el oficial.
—¿Está bien, señor?
Él señaló en dirección a la puerta.
—¡Leon!—exclamó Lottie antes de ponerse de pie—. ¡Oficial herido! Volveré enseguida.
La pelirroja decidió continuar por donde el oficial le había señalado y entró a un pasillo donde al fondo se escucharon gruñidos. Al cruzar el umbral, Charlotte observó a otro oficial intentando de retener a alguien, ella ya sabía cuál era su deber.
—¡He dicho quieto!—exclamó el oficial.
Charlotte los iluminó—Oficial, ¿necesita ayuda?
El oficial, quien sostenía a aquel desconocido que soltaba gruñidos guturales, se giró para detener a la pelirroja—Aléjese, señorita. Yo me ocupo.
La persona que se encontraba retenida fue rápida antes de tirar al oficial de policía y la pelirroja no tardó en buscar su arma en el cinturón, apuntando en dirección al enemigo que se encontraba cubierto de sangre y había decidido morder al policía que estaba atrapado. Lottie le quitó el seguro a su pistola.
—¡Hey!¡Apártate, ahora!
El hostil mordió con tanto vigor que fijó sus ojos en los de Charlotte, extrayendo parte de la garganta mordida del pobre policía que intentaba detenerlo. Lottie se encontraba estupefacta al ver que esa persona no era un simple humano convencional y ella podía ser una posible presa para ello. El hedor a sangre que empezó a emanar de allí le provocó una sensación nauseabunda a la muchacha de cabellos pelirrojos.
¿Qué era lo que estaba pasando?
El oficial gritaba con horror.
Sus tímpanos tintineaban.
¿Qué era lo que ella podía sentir?
Miedo.
Confusión.
O tal vez, desesperación.
—Ayuda...
Las manos de Charlotte temblaban con su arma al ver una imagen tan grotesca. Deseaba poder no recordarla en algún momento, pero era casi inevitable. El hostil se puso de pie lentamente y Charlotte soltó un respingo al sentir la presencia de Leon a su lado.
—¿Pero qué diablos...?
El hostil los miraba fijamente y empezó a caminar hacia ellos.
—¡Quieto!—advirtió Leon apuntando con su arma.
Esa cosa no iba a detenerse.
Simplemente los mataría.
Ayuda...
Charlotte Harmon apretó el gatillo.
Y cayó al suelo.
—¡Mierda!—exclamó el rubio—. ¿Qué diablos está pasando aquí?
Un estruendo causó que se voltearan, encontrándose con el oficial de policía que se encontraba antes sentado contra la pared. Estaba en un estado de putrefacción demostrando una piel algo palidecida y sus orbes se veían nublados. Había mucha, pero mucha sangre en su cuerpo. Ellos debían salir de allí, su confusión era más y más grata conforme el policía avanzaba con la clara intención de morderlos.
—Leon—farfulló la pelirroja.
—Lo sé—señaló él antes de disparar hacia el lado contrario, derribando a la misma persona que Charlotte disparó al mostrar intenciones hostiles.
Los dos entraron a la habitación, dando con otra puerta que tenía la llave puesta y la abrieron rápidamente para poder salir corriendo de allí. Había algo que terminó por incomodar a los dos cuando escucharon los ruidos guturales afuera de la tienda y decidieron que debían hacer un gran escape, así que corrieron hacia la puerta. Repentinamente, una muchacha de cabellos castaños rojizos la abrió y ellos apuntaron con sus armas.
—¡No disparen!—exclamó ella.
Leon le miró—¡Al suelo!
Los dos dispararon, dejando que la persona que seguía a la muchacha cayese al suelo con dos disparos a la cabeza y se acercaron a ella para ponerla de pie. Ella lucía una chaqueta de cuero color roja y llevaba una cola de caballo para atar su pelo largo.
—¿Estás bien?—le preguntó Lottie.
—Sí, eso creo—respondió ella algo alarmada—. Gracias.
Lottie le guiñó el ojo—Ya nos la darás, si vivimos.
Frente a ellos, se encontraban varias de esas cosas caminando en dirección a ellos tres y Lottie buscaba una manera de tomar algún vehículo para poder escapar. Señaló la patrulla que tenía las puertas abiertas.
—¡Vamos!
Los dos la siguieron y ella se metió en los asientos de atrás, mientras que Leon y la desconocida tomaban los asientos de adelante.
—Agárrense.
En un movimiento rápido, Leon hizo marcha atrás con el vehículo, atropellando cuerpos putrefactos por el camino y apretó el acelerador para alejarse. Y Lottie se preguntó qué diablos estaba pasando. Tal vez, ella no quería saber que era lo que ocurría. Solo debían esperar.
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