Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 6

Con la llegada de septiembre, el mundo mágico se reactivó. En verano, por las vacaciones (y principalmente por el shock de la resurrección de Voldemort), todo había quedado en pausa, pero el uno de septiembre la maquinaría volvió a ponerse en marcha. Cornelius Fudge fue cesado del cargo de Ministro de Magia por su desastrosa gestión del conflicto con el Señor Oscuro. Lo sustituyó Rufus Scrimgeour, hasta entonces Jefe de Aurores. Adoptó una política dura contra Voldemort y sus seguidores creando en la población mágica la falsa seguridad de que lo tenía todo bajo control.

—Tiene numerosos guardaespaldas... —murmuró Voldemort una tarde que se reunió con Bellatrix para que le pusiera al día de sus misiones— Ahora mismo no es nuestra prioridad, pero nos ocuparemos de él.

—Claro, Señor.

—¿Le habéis buscado sustituto como te encargué?

—Sí, Señor —se apresuró a responder Bellatrix—. Por lo que he podido investigar con nuestros contactos en el Ministerio, si al ministro actual le sucede algo, el siguiente en la lista sería Pius Thicknesse.

Bellatrix había investigado poco, había sido Lucius que, como trabajó ahí, lo tenía más fácil. Pero Voldemort había quedado con su lugarteniente y no con él. Como la bruja consideraba que eran un equipo persiguiendo el mismo objetivo, no tenía ningún problema en apropiarse de los méritos ajenos. Sobre todo si así recibía la aprobación de su Señor. Pareció complacido con la información.

—No me suena, ¿qué tal es?

—Es el Jefe del Departamento de Ley Mágica. Un simple burócrata, nada dado a la acción pero bueno con las palabras. No nos costará nada controlarlo con imperio.

—Eso son buenas noticias —decidió Voldemort—. Es todo por el momento.

La bruja le preguntó si estaba ocupado o podían entrenar unos minutos. El Señor Oscuro rechazó su propuesta, quería hablar con Colagusano, tenía una misión para él. A Bellatrix le extrañó que fuese a encomendarle algo serio, solo lo usaban de sirviente, pero no replicó. Se marchó del salón y se encontró con los Malfoy en la biblioteca.

—¿Todo bien? —le preguntó Lucius alzando la vista de su libro. No le preocupaba el bienestar de su cuñada, sino que el posible fracaso repercutiera en él.

La bruja asintió sin dar detalles. Les preguntó si ellos sabían qué podía necesitar Voldemort de Colagusano, pero los Malfoy no tenían ni idea. Desde que Draco había vuelto al colegio (y esta vez con la misión de matar a Dumbledore) estaban entre asustados y deprimidos. Sobre todo Narcissa. Eso desquiciaba a su hermana, que seguía sin entender el problema.

—¿Entonces no estará Pettigrew para hacernos la cena? —preguntó Lucius yendo a lo práctico.

—Ni idea. No sé si se tendrá que marchar ya, si será más adelante... —elucubró Bellatrix.

Esa incógnita sí pudieron resolverla. Fue esa misma noche, cuando efectivamente Colagusano volvió de la misión. Cojeaba y tenía un tic en un ojo, secuelas de la tortura a manos de Sirius. Sin embargo, lo terriblemente asustado que se le veía mordiéndose las manos con ansiedad en un gesto ratonil, era novedad. Eso no le impidió a Lucius mandarlo a cocinar y a Bellatrix interrogarlo.

—¿Qué ha pasado? ¿Cuál era la misión?

El animago dudó unos segundos si negarse a hablar, el Señor Tenebroso no le había dicho que fuese secreto... Aunque con él todo lo era. De todas formas, si no hablaba, Bellatrix encontraría la forma de sacarle la información.

—Robar un objeto muy importante.

—Si fuese muy importante no te hubiese mandado a ti —espetó la bruja.

—¡Tengo habilidades muy valiosas que vosotros no! —protestó ofendido.

—¿Transformarte en rata? —se burló Lucius con evidente desprecio.

—¡Precisamente! Puedo colarme en lugares muy estrechos y pequeños...

—Vale —le cortó Bellatrix—. ¿Qué tenías que robar?

—Este libro —masculló a regañadientes sacando del bolsillo de su raído abrigo un manual de artes oscuras.

Lucius lo miró con interés mientras Bellatrix realizaba un par de conjuros para comprobar que fuera inocuo. Lo era. Lo examinó y le pareció bastante básico, nada emocionante y desde luego nada que pudiese interesar a Voldemort. El valor no debía estar en el contenido, sino en algún otro detalle... Mientras lo analizaba, Colagusano, espoleado por Lucius, continuó el relato:

—He tenido que robarlo de Flourish y Blotts.

—¿De qué parte? —inquirió Bellatrix intentando reunir más datos— ¿Estaba oculto en...?

—De la estantería.

Los dos mortífagos le miraron con incredulidad. Lucius fue el que manifestó que podían haberlo comprado al día siguiente.

—¡No, era urgente! —aseguró Pettigrew— Debía ser esta noche.

—Vale, ¿y qué? —le apremió Bellatrix cansada de rodeos— ¿Por qué tanto drama?

—¡Era una trampa! ¡Sabían que íbamos a ir!

—¿Te refieres a la Orden o a los aurores? —quiso saber Lucius.

—Al Profeta.

Bellatrix y Lucius compartieron una mirada de absoluto desconcierto. Colagusano prosiguió con afán de defender el riesgo de su misión y el mérito de sus hazañas:

—Se suponía que la librería estaría vacía. He entrado colándome por la tubería y ya dentro he vuelto a mi forma humana para buscar el libro. He usado accio, pero justo entonces alguien ha hecho un lumos y he visto agazapados en un rincón a la periodista esa del Profeta y a un fotógrafo.

—¿Rita Skeeter? —inquirió Lucius que no comprendía nada.

—¡Esa misma! No sé qué hacían ahí, igual colaboran con el Ministerio...

—¿Pero había aurores? ¿Alguien ha intentado detenerte? —preguntó Bellatrix.

—No he visto a nadie más, pero tampoco he esperado. He cogido el libro y he huido.

Como sus interrogadores no sabían qué más preguntar, Pettigrew repitió:

—Debe de ser un libro muy valioso, muy, muy valioso. Algún tipo de arma secreta... El Señor Oscuro solo podía confiar en mí para recuperarlo. No sé si debería llamarlo ya, aunque sea tarde, para informarlo...

—¡Hazlo! —exclamaron los otros dos al unísono.

Fue por el puro deseo de cotillear: Bellatrix y Lucius necesitaban saber en qué acababa aquello. No les costó mucho convencerlo de que debía comunicar su triunfo de inmediato, probablemente Voldemort estuviera ansioso por obtener el libro. Así que Colagusano presionó la marca y en cuanto lo escucharon aparecer, los dos magos se retiraron lo máximo posible para poder escuchar y también huir en caso de castigo.

—¿Y bien? —inquirió Voldemort mirando a su siervo.

—¡Lo he conseguido, Señor! —se jactó Colagusano— Aunque no ha sido fácil...

—¿Qué problemas ha habido?

Esa pregunta sorprendió a Bellatrix. Voldemort nunca quería detalles, Él buscaba resultados y lo que les sucediera a sus seguidores le era por completo indiferente. No obstante, la historia de Colagusano la escuchó con atención.

—Y eso ha sido todo. Se ocupará usted de esos periodistas, ¿verdad? —preguntó Pettigrew atemorizado.

Voldemort asintió con absoluto desinterés e hizo amago de marcharse.

—¡Señor! ¡Se olvida el libro! —exclamó Colagusano corriendo tras él con el manual.

El mago oscuro lo cogió y sin mirarlo siquiera, lo arrojó a la chimenea. Entonces sí, desapareció.

Bellatrix y Lucius se rieron y burlaron de su compañero largos minutos. No entendían qué había sucedido, pero sí la humillación... y no eran buenas personas.

—Con que un arma secreta, ¿eh? —se burló Lucius.

—El Señor Oscuro siempre te permite encargarte de la basura, es tu fuerte. Nadie te discute las habilidades en ese campo— aseguró Bellatrix.

El animago se indignó tanto que se marchó dejando la cena a medio hacer. Al final Lucius tuvo que ocuparse de ello. Debatieron qué podía haber sido todo aquello, pero no llegaron a ninguna conclusión. Hasta la mañana siguiente...

—Mira el Profeta —le indicó Narcissa a su hermana cuando entró al comedor para desayunar.

«¡Está vivo!"» era el enorme titular de portada que firmaba Rita Skeeter. La foto de Pettigrew mirando a cámara con horror no resultaba nada favorecedora... Había debajo de esta otra más pequeña de su etapa escolar para que los lectores pudieran buscar las diferencias y criticar (como hacía la autora) su nefasto envejecimiento. Era un artículo largo y detallado con más especulaciones que información, pero, en cualquier caso, quedaba claro que Peter Pettigrew estaba vivo. Vivo y aterrorizado.

—¿Cómo...? ¿Cómo ha podido pasar esto? —susurraba Pettigrew aún más tembloroso de lo habitual.

—Lloriquea en otra parte, que estoy desayunando —le espetó Bellatrix logrando despedirlo varios metros con un gesto de su mano.

Cuando la puerta se cerró tras él, las hermanas Black prosiguieron con la lectura. El reportaje decía que vista la milagrosa resurrección, empezaban a plantearse que Sirius Black fuese inocente. Bellatrix no supo cómo tomárselo. Por un lado, le alegraba que no le atribuyeran méritos que no tuvo; por otro, deseaba que su primo fuese miserable y en libertad no lo sería tanto... Narcissa la sacó de sus pensamientos:

—¿Crees que el Señor Oscuro lo matará por ser tan torpe? —le preguntó contemplando la fotografía.

—No creo... Hay algo raro en todo esto...

Lo comprendieron finalmente esa noche. Bellatrix estaba entrenando con Voldemort en los jardines cuando llegó alguien a la mansión.

—Quieta —le advirtió el mago oscuro en cuanto la vio a punto de atacar.

La bruja no pudo camuflar un gruñido de fastidio. Su primo la miró con su característica sonrisa burlona (aunque también conteniendo las ganas de atacar). Tras él, levitaba lo que parecía el cuerpo de un mago con la cabeza tapada por un saco de tela negra. Con un movimiento de su varita, el cuerpo cayó a los pies de Voldemort.

—He cumplido —manifestó.

—¿Te ha visto alguien? —inquirió el Señor Tenebroso.

—Nah, qué va. Este pardillo vivía solo, se convirtió en un apestado social cuando lo obligaron a dimitir... Tardarán semanas en darse cuenta de su desaparición.

Con un gesto de varita, Voldemort le destapó la cabeza. Ahí comprobaron que se trataba de Cornelius Fudge, que, en ese momento, empezó a recobrar la conciencia:

—¿Qué...? —empezó con un balbuceo que terminó en un chillido de terror.

—Bienvenido. Usted y yo tenemos temas que hablar —siseó Voldemort levitándolo de nuevo.

—¡Yo no sé nada! —chilló Fudge.

—Claro que sabes... Solo los Ministros de Magia tienen acceso a los secretos de Estado... —reveló Voldemort— Hay cosas que preciso saber y tú me las vas a contar.

En la mueca de horror del exministro se vio claro que poseía información y no deseaba compartirla. Pero el poder de elegir ya no se hallaba a su alcance. El Señor Oscuro se alejó de la mansión arrastrando con magia a Fudge que chillaba horrorizado. Justo antes de cruzar las verjas para poder aparecerse, Voldemort se giró y les advirtió a los Black:

—Os prohíbo mataros y heriros de gravedad.

Sin más, desapareció con su víctima. Bellatrix y Sirius se quedaron mirándose en medio del jardín, ella con auténtico odio y él con una sonrisa burlona; ambos con las varitas agarradas con tal fuerza que de milagro no las partieron.

—¿Qué tal, primita? ¿Cómo va esa vida? —preguntó Sirius.

—Mejor que la tuya, al parecer ahora eres el recadero.

—No ha sido un recado, sino un intercambio —le aclaró Sirius—. Voldemort me...

—¿¡Quién eres tú para pronunciar su nombre, repugnante traidor!? —bramó Bellatrix.

El mago puso los ojos en blanco ante lo que consideró una actitud infantil y se apartó el largo cabello oscuro que le caía por el rostro.

—¿Ya has terminado? —preguntó con desinterés.

—No, de hecho...

—Como te decía, Voldemort ha conseguido que el mundo entero sepa que la rata está viva y mintió... lo cual me será de gran ayuda. Yo a cambio le he traído a Fudge para que pueda interrogarlo. No trabajo gratis, muñeca.

Bellatrix sintió tal furia que incluso obvió el apelativo. La envidia e indignación aparecieron también pronto: Voldemort había sacrificado a Colagusano para ayudar a Sirius. ¿¡Qué diablos le pasaba!? ¿¡Por qué confiaba en el traidor y lo trataba con tal deferencia!? Le costó muchísimo disimular su disgusto, pero lo hizo porque estaba harta de darle esa satisfacción al chucho repugnante.

—Bien. Lárgate, vuelve a contarle todo a Dumbledore —le espetó Bellatrix.

—Sabiendo lo que te molesta, igual me quedo a cenar —sonrió Sirius—. Al viejo no le pienso contar nada.

Bellatrix lo meditó por unos segundos. Se le ocurrió una idea... Una idea bastante mala y que no ejecutaría, pues sería traicionar a Voldemort... pero eso Sirius no tenía por qué saberlo. Además, necesitaba ponerlo a prueba para averiguar algo sobre sus lealtades.

—Entonces puedo hablar yo con él —murmuró la bruja con fingido desinterés—, por carta o como sea... Puedo comentarle al mestizo ese que su querido Sirius está pasando información y secuestrando gente para el enemigo... Así me libraré de ti.

Sirius la miró echando chispas por los ojos. El duelo de miradas se prolongó casi un minuto, mientras ambos intentaban controlar su corto temperamento y deducir si el otro iba de farol. Fue el mago quien, utilizando un tono muy similar al de su prima, respondió lentamente:

—Puedes hacerlo, sí. Pero de nuevo, tus cálculos y tus planes fallan: si Dumbledore se entera de que soy el enemigo, tendré que buscar otro escondite. ¿Y sabes cuál será?

—¡Ni de broma te quedas aquí! —le advirtió Bellatrix— ¡Ni en la caseta del elfo!

—Esa es tu opinión... Lástima que Voldemort no la vaya a tener en cuenta. Os obligará a acogerme y a tratarme con todo vuestro amor —aseguró el mago con una sonrisa socarrona.

Bellatrix notaba su mandíbula más tensa que cuando se enteró del supuesto fallecimiento de Voldemort. Lo que decía el traidor era una locura... pero Voldemort en las últimas semanas acumulaba una locura tras otra. Era escalofriantemente probable que tuviese razón y, en caso de necesitar asilo, el Señor Oscuro les obligase a acogerlo. Y de nuevo le prohibiría matarlo. No supo ni qué replicar.

—¡Veo que ya he conseguido desquiciarte! —exclamó el mago satisfecho consigo mismo— Ya puedo marcharme. Aunque tampoco es mérito mío, tú desquiciada estabas ya de antes...

—Oh, pero yo no lo aparento —respondió Bellatrix con frialdad y sin apenas respirar de la rabia.—A ti por el contrario cualquier día te confundiremos con un vagabundo muggle.

Lejos quedaba el Sirius Black adolescente cuyo aspecto fue fuente de cuidados, halagos y triunfos; ahora era lo último en su lista de prioridades. Por eso su melena seguía larga hasta los codos, su rosto enjuto y su piel agrietada. No obstante, que su prima (cuyo aspecto no mostraba signo alguno de haber pisado Azkaban) lo mentara, le dio un giro radical a ese factor.

—¡Al menos yo no soy un puto psicópata!

Bellatrix respondió con una carcajada victoriosa.

—¿Psicópata? ¿En serio? ¿Es lo mejor que tienes? —le preguntó burlona— Me jacto de serlo. ¡Es un gran cumplido, chucho!

Sirius respondió con un maleficio que ella desvió justo antes de contraatacar. El enfrentamiento duró casi media hora tras la que Bellatrix terminó con un brazo sangrando y Sirius cojeando.

—Me largo porque si no juro que te mato —masculló el mago con gran fastidio.

—¡Ya te gustaría poder! —replicó la bruja justo antes de que desapareciera.

Regresó a la mansión y se curó la herida. Sentía una gran amargura tras la desagradable visita, pero también cierta liberación por haber podido insultarle, molestarle y agredirle. Decidió por una vez quedarse con la parte positiva. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro