Capítulo 3
Bellatrix se despertó sintiendo que la piel le ardía. Tampoco se sorprendió, en Azkaban el día que no dolía una cosa, dolían tres. Se levantó de mala gana y fue al baño a comprobar si le quedaba alguna poción. Entonces, se vio en el espejo resquebrajado.
—Joder —murmuró sorprendida.
No era la imagen con la que se acostó el día anterior: piel delicadamente pálida sin la mínima imperfección, dientes blancos y alineados, labios gruesos y una cascada oscura de melena lisa y brillante. Su cuerpo seguía delgado, con cintura estrecha, pero con curvas y sin rastros de cicatrices ni lesiones. Se acarició el rostro, la cintura y el pecho, comprobando como la poción vampírica había restaurado su belleza. Pocos segundos después, sentenció:
—Vuelvo a estar tremenda.
Esa fue toda la importancia que le dio. Tenía hambre, eso primaba sobre su físico. Bajó al comedor donde alguien estaba preparando el desayuno.
—Su hermana me ha ordenado que cocine... —se excusó Colagusano sin atreverse a mirarla.
Bellatrix respondió con un gruñido llenando un plato. Mientras se comía las tostadas, observó a su compañero y le preguntó qué le había pasado a su brazo. Colagusano se giró hacia ella y la miró con la boca abierta al comprobar que su aspecto no era el de la tarde anterior... Viendo que eso la alteraba y ya le apuntaba con su varita, se apresuró a responder:
—Me lo corté yo mismo para que el Señor Oscuro pudiese recuperar su cuerpo —declaró con orgullo—. Él mismo me regaló este, en su infinita bondad.
Bellatrix recordó que Voldemort no le había querido dar detalles del ritual de su resurrección.
—¿Qué más ingredientes necesitaste?
—Sangre de Potter, un...
Colagusano se interrumpió ahí, repentinamente nervioso. No tenía claro si podía revelar esa información. Aunque no la conocía solo él: los Malfoy y el resto de mortífagos a los que Voldemort convocó esa noche también lo vieron... Su reflexión le costó un crucio; su interlocutora no era una mujer paciente.
—¡Un hueso! —chilló horrorizado— ¡Un hueso de su padre! Por eso lo hicimos en el cementerio de Little Hangleton.
Bellatrix arrugó la nariz. Ese cementerio no le sonaba, por tanto, debía de ser muggle. La siguiente pregunta no la verbalizó, optó por meterse en la mente de Colagusano. Lo que vio la horrorizó. Siempre estuvo ahí, en el fondo de su alma siempre lo supo. Voldemort no era un apellido de sangre pura... pero que su padre fuera un muggle era la opción más repulsiva.
Hizo olvidar la conversación a Colagusano y dejó el desayuno a mitad. Volvió a su habitación y con suma dificultad extrajo el recuerdo de su mente. Lo embotelló en un vial y lo guardó en un armario protegido con doce maleficios. Terminado el proceso, se sintió más aliviada. No tenía la fortaleza mental para lidiar con eso ahora.
Intentó distraerse con otra cosa. Tres habitaciones más allá, escuchó a los Malfoy discutiendo en voz baja por la incomodidad de tener huéspedes.
—No hay mayor honor que tener al Señor Oscuro en nuestra casa, debería daros vergüenza —les espetó Bellatrix.
—¡Nos estabas espiando! —protestó Lucius.
—Se os escucha desde el jardín —replicó la bruja con desinterés—. Oye, Cissy...
—¡Por Merlín, Bella! ¿¡Qué te ha pasado!?
La aludida abrió los ojos sorprendida. ¿Qué pasaba? ¿Su hermana le había notado en la cara que Voldemort era mestizo? No podía ser eso... Cuando se acercó a examinarla, recordó que su aspecto había cambiado ligeramente.
—Ah sí, ya sabes —comentó quitándole importancia—, ejercicio y dieta y ya vuelvo a estar buena.
No quería revelar la verdad, quería que fuese un secreto entre ella y su maestro. Le había hecho un regalo muy valioso y el secreto era parte de ello. Acalló las preguntas de Narcissa y continuó:
—Como te decía, necesito que me compres ropa. Todos mis vestidos están viejos y estropeados, mi ropa de entrenar también. Yo no estoy para esas tonterías, pero a ti siempre te ha gustado, así que venga.
Su hermana la miró entre disgustada porque le diera órdenes y asustada porque cada vez la comprendía menos. Bellatrix, acariciando su varita, añadió:
—Me gusta el negro. Gracias, Cissy.
Lo último lo susurró en un tono tan suave que los Malfoy sintieron un escalofrío. Temían que estuviera a un segundo de volverles a gritar que eran unos traidores asquerosos. Ir de compras parecía una alternativa mucho más divertida, así que sin decir nada y con la cabeza bien alta, Narcissa abandonó la mansión.
—Tú, ven a entrenar conmigo. Eres el único que no lleva tres lustros sin tocar la varita, al resto los mataría con un simple expelliarmus, espero que tú aguantes un poco más.
—No estoy aquí para complacerte, Bellatrix.
—¿Ah no? —preguntó la bruja desconcertada— Comprendo que tengas miedo, pero prometo no matarte. Mi hermana no merece quedarse viuda tan joven...
—Lo que tú digas, pero busca a otro. Colagusano creo que está libre.
—¡Arg! ¡Ese es aún más repulsivo que tú! —protestó Bellatrix— Pero de acuerdo, no hay problema. Si tú no quieres, hay decenas de retratos y muebles horribles con los que puedo practicar...
Dos minutos y cinco retratos destruidos después, Bellatrix y Lucius estaban entrenando en los jardines de la mansión. El duelo fue una de las pocas formas que los Malfoy encontraron para tener de buen humor a la bruja, así que desde ese día, prácticamente organizaron una liga entre los residentes para tenerla entretenida. Aunque ganaba siempre y eso le resultaba poco estimulante...
Un día, sabiendo que Voldemort estaba en la mansión, Bellatrix reunió valor y llamó a la puerta de la biblioteca (como si no fuese su casa).
—Pasa —le indicó el Señor Oscuro (como si fuese su casa).
—Sé que está siempre muy ocupado... —empezó la bruja nerviosa— Pero me preguntaba si... igual... ¿querría entrenar conmigo?
—Evidentemente estoy muy ocupado para perder el tiempo con algo así —siseó Voldemort.
—Por supuesto —respondió Bellatrix al momento—. Lamento el atrevimiento, solo yo...
—Aun así, temo que todos los años que dediqué a entrenarte se hallan desperdiciado. Tengo quince minutos libres antes de la reunión con mi infiltrado en la Orden. Vamos a comprobarlo.
La bruja ladeó la cabeza confundida, ¿eso era un sí?
Fue un sí. Bellatrix creó un nuevo recuerdo extremadamente feliz: Voldemort pasó más de una hora luchando contra ella; lo cual dedujo que supuso hacer esperar a Snape cuarenta y cinco minutos, ¡otro gran aliciente! Ganó Él, por supuesto, pero solo pudo burlarse de su discípula los primeros cinco minutos. Después se dio cuenta de que seguía teniendo ante sí a una de las mejores brujas del país. Eso actuó como un curioso alimento para su ego:
—Te entrené bien. No has perdido en estos años, incluso has mejorado en el uso de la magia sin varita...
—Me tuvieron que cambiar de celda cada año porque conseguía hacerlas explotar —presumió Bellatrix—. No quería decepcionarle y practiqué como pude...
—Eres la única que todavía no me ha decepcionado —le concedió Voldemort como despedida.
Las dos horas siguientes Bellatrix las dedicó a correr y chillar eufórica por los jardines, logrando espantar a toda la familia de pavos reales de Lucius.
Durante las semanas siguientes la escena se repitió: Voldemort parecía disfrutar entrenando con ella. Y no solo eso, sino que la ayudaba a mejorar (cosa que en un mago tan egoísta y desconfiado era mucho decir).
—Y el otro día me explicó cómo controlar el fuego maldito casi sin usar la varita.
—Qué interesante —respondió Narcissa, a la que se notaba que pocas cosas podían interesarle menos.
Bellatrix había encontrado en su hermana a la única interlocutora decente de toda la mansión. El resto de mortífagos estaban tan deprimidos tras Azkaban que era imposible conversar con ellos. Incluso Rodolphus, a quien en su día eligió como marido porque... bueno, principalmente porque los Lestrange eran una buena familia, pero también valoró su cultura y facilidad de palabra. Ya no quedaba nada de eso. Rodolphus se limitaba a quedarse deprimido en sus habitaciones.
—Yo también le expliqué la forma de... Se acaba de aparecer alguien en el recibidor.
—¿Cómo puedes oírlo desde aquí? —inquirió Narcissa— Te habrás equivocado, ningún mago puede aparecerse aquí.
—No ha sonado como la aparición humana —aseguró Bellatrix sacando su varita.
Con un conjuro que invocación, la criatura que se había aparecido fue arrastrada ante ellas a toda velocidad.
—¡Señorita Bella! ¡Señorita Cissy! —exclamó Kreacher emocionado.
Hizo una exagerada reverencia casi tocando el suelo con la nariz y después alzó sus ojos llorosos hacia ellas. Repitió la desbordante ilusión que sentía al verlas hasta que Bellatrix le interrumpió y le preguntó qué hacía ahí.
—El amo traidor Sirius le ha dicho a Kreacher que se largue... Kreacher ha interpretado que podía irse a donde quiera —aseguró el elfo con una sonrisa maliciosa.
—¿Dónde están? —inquirió Bellatrix al momento— ¿Dónde se esconden?
El elfo abrió la boca, pero no salió nada. Furioso, empezó a golpearse contra la pared para castigarse. Narcissa lo detuvo porque ese espectáculo resultaba desagradable de presenciar.
—No puede... Deben de habérselo prohibido expresamente —dedujo Bellatrix— y tendrán también el encantamiento fidelio...
—¿Nos puedes contar algo útil? —preguntó Narcissa.
—No lo sé... Kreacher quiere ayudar a la señorita Bella y la señorita Cissy... Pero Kreacher no sabe... —gimoteó el elfo muy nervioso.
—Cálmate, por Circe —le espetó Bellatrix alterada—, es como oír lloriquear a Lucius cuando se le enreda el pelo.
—¡Bellatrix! —la regañó Narcissa.
—En el sitio donde vive ese traidor —continuó Bellatrix ignorando a su hermana—, ¿suele quedarse Potter?
Kreacher asintió con la cabeza, aliviado de poder darles esa información.
—¿Cómo es su relación? —inquirió Bellatrix.
—El amo Sirius lo es todo para el sucio mestizo. Es como su hermano mayor, mejor amigo, padrino...
—¿Crees que tanto como para correr riesgos por él?
—Kreacher está seguro de eso. El sucio mestizo haría cualquier cosa por el amo traidor Sirius.
Una sonrisa cruel se formó lentamente en el rostro de Bellatrix. Le hizo un par de preguntas más mientras en su mente elaboraba un plan y finalmente le preguntó:
—¿Puedes quedarte aquí unos días? Seguro que ese imbécil tarda semanas en darse cuenta de que no estás.
—Sería un honor para el viejo Kreacher volver a servir a sus verdaderas dueñas, aunque solo sean unos días —respondió el elfo de nuevo lloroso por la emoción.
—Estupendo. Dale alguna tarea, Cissy, que se entretenga. Circe sabe la falta que os hace un elfo... —suspiró Bellatrix abandonando el salón.
Estaba tan nerviosa como emocionada. Salió al jardín y se levantó la manga del vestido. ¿Lo invocaba? Se enfadaría mucho si no era algo importante... Ella consideraba que lo era. Tampoco tenía claro dónde estaba, si no tenía ninguna misión en el extranjero igual acudía un día de esos... Pero era importante, mejor no esperar.
Colocó dos dedos sobre la marca tenebrosa y llamó a su Señor. Lo hizo apenas durante unos segundos, para que supiera que no era muy urgente. Cinco minutos después, Voldemort estaba ante ella. Lucía la expresión entre interrogante e iracunda por haber sido llamado sin razón aparente. Bellatrix se disculpó por interrumpirlo y le dijo:
—Creo que ya sé cómo puede engañar a Potter, qué visión debe implantar en su mente para que acuda a donde usted desee...
El mago oscuro asintió de forma imperceptible, dándole permiso para continuar. Bellatrix le relató lo que habían averiguado gracias a Kreacher. Voldemort guardó silencio mientras procesaba la información. Tardó bastante más de lo que Bellatrix hubiese previsto. Finalmente, murmuró:
—A Potter le pierde el corazón y le impide ver la realidad... Es un buen plan, le haré ver que estoy torturando a Black. Voy a convocar una reunión para mañana y el jueves lo llevaremos a cabo.
—Muy bien, Señor. Respecto a la reunión... no creo que sea necesario avisar a Snape... Él está en Hogwarts y mejor no distraerlo, Dumbledore podría sospechar...
Voldemort la miró clavando en ella sus pupilas rojas. Bellatrix sabía que era muy arriesgado volver a mostrar su desconfianza hacia su espía, pero necesitaba que todo saliera bien para que su Señor se deshiciera por fin del crío y pudieran continuar con sus vidas.
—De acuerdo, no lo avisaremos. Tú serás la responsable de esta misión. Si sale mal, si no conseguís la profecía... tú serás la responsable.
—No saldrá mal, lo prometo —respondió la bruja más temblorosa y asustada de lo que lo había estado antes Kreacher.
Voldemort le dirigió otra mirada de advertencia y desapareció.
La reunión para preparar el asalto al Departamento de Misterios fue bien. Voldemort explicó el plan y le confió a cada uno su parte. Lucius, que trabajaba en el Ministerio, aseguró que no tendrían problema para colarse. Él mismo dejaría la chimenea principal conectada y si había algún vigilante (cosa que no solía suceder porque hacía décadas que no tenían amenazas de seguridad), lo mataban y solucionado.
—Lucius, te encargarás también de negociar con Potter. Trata de engañarlo para evitar que cometa alguna estupidez.
—Por supuesto, mi Señor.
Eso le dolió a Bellatrix: que no la eligiera a ella para la parte importante siendo que le había dicho que estaba al mando. Aun así, intentó centrarse en la emoción por su primera misión tras catorce años. La otra decepción fue que Voldemort no había cambiado de parecer y no participaría; antes no era así, siempre luchaban juntos... Supuso que sus motivos tendría.
El jueves, como todos los días, a las cinco y cuarto de la tarde ya no quedaba nadie en el Ministerio de Magia. Se cruzaron a un par de vigilantes, pero no fueron obstáculo para una docena la docena de mortífagos. Fueron rápidos y silenciosos, solo se escuchaban los tacones de las botas de Bellatrix contra el suelo de mármol negro. Tomaron los ascensores y pronto accedieron al Departamento de Misterios. De ahí, a la sala de las profecías.
—Bellatrix, Rodolphus, vosotros en ese lado. Rabastan, Dolohov, a la izquierda.
La bruja estaba tan emocionada que ni siquiera protestó porque su cuñado le diera órdenes. Se repartieron por la sala, amparándose en la oscuridad y se colocaron las máscaras de mortífagos que ocultaban su identidad. Entonces, solo quedó esperar.
—Será rápido, ¿verdad? —susurró Rodolphus profundamente aburrido— Es solo un crío.
—Sí, seguro —respondió Bellatrix—. Pero no tenemos permiso para matarlo, de eso se debe ocupar el Señor Oscuro.
Su marido profirió un gruñido de desinterés y al final comentó:
—Espero que venga pronto, tengo ganas de cenar.
Bellatrix puso los ojos en blanco ante la mala actitud de su marido. Su estómago se había recuperado rápido tras Azkaban.
La espera se prolongó media hora más. Cuando la puerta de la sala se abrió, los mortífagos contuvieron el aliento. La bruja distinguió seis voces diferentes, Potter había traído amigos. Mejor, más acción. O en eso confiaba, capaz Lucius de fastidiarle la diversión...
—¿Dónde está Sirius? —se escuchó una voz temblorosa.
Bellatrix ladeó la cabeza con curiosidad. No podía ver la escena que sucedía unos pasillos más allá, pero ese debía de ser el famoso niño-que-sobrevivió... Así lo confirmó su cuñado:
—Potter... Deberías aprender a distinguir los sueños de la realidad... Solo viste lo que el Señor Tenebroso quiso que vieras... Ahora entrégame la profecía —exigió Lucius.
—La romperé si se acerca —advirtió Harry impostando una seguridad que en absoluto poseía.
Bellatrix no pudo contenerse más y soltó una carcajada. Se quitó la máscara, estaba orgullosa de ser quien era y no pensaba ocultarse. Caminó por el pasillo acercándose a Lucius. Sintió como su cuñado se tensaba ante su cercanía, la consideraba demasiado inestable y más en una situación tan extrema...
—¡Sabe cómo jugar! Pequeño bebé Potter...
—¡Bellatrix Lestrange! —gritó un muchacho con auténtico horror.
La bruja le miró aguzando la vista y calibrando de qué le sonaba su cara... Lo comprendió, era la viva imagen de su padre.
—Neville Longbottom, ¿verdad? Yo conocí bien a tus padres.
«¡Ya lo sé!» replicó el chico con más terror que furia, pero Bellatrix solo reía. Lucius intentó poner paz, calmar la situación e insistir a Potter en que lo más sensato era entregarles la profecía. Viendo que no conseguía nada, la bruja perdió la paciencia y decidió que podía regalarle a Longbottom una experiencia que le acercase a sus progenitores:
—A no ser que Potter nos dé la profecía... vamos a ver cuánto tarda Longbottom en derrumbarse como sus padres... ¡Crucio!
Neville Longbottom aulló de dolor mientras Bellatrix reía y los jóvenes gritaban horrorizados. Potter hizo entonces amago de entregarle la profecía a Lucius...
—¡Ahora! —gritó Harry.
Derribaron varias estanterías a la vez y las profecías empezaron a estallar contra el suelo, sonando una tras otra conforme se rompían y liberando nubes de humo blanco. Ahí comenzó la batalla.
Hubo persecuciones, ataques y destrozos por varias cámaras del Departamento de Misterios. Hasta que, pocos minutos después, los mortífagos atraparon a los estudiantes acorralando a Harry en la tarima central de la Cámara de la Muerte. Cuando el chico por fin iba a entregar la profecía, en la parte más alta de la sala se abrieron dos puertas.
Sirius Black, Remus Lupin, Kingsley Shacklebolt, Nymphadora Tonks y Ojoloco Moody entraron a toda velocidad. Malfoy se giró con la varita alzada, pero Tonks ya le había arrojado un hechizo aturdidor. Harry no esperó a comprobar si acertaba, saltó de la tarima y se apartó con rapidez. Los miembros de la Orden acribillaban a hechizos a los mortífagos mientras descendían por las gradas hacia el foso central. Harry se apartó completamente aturdido, intentando comprobar que sus amigos estuvieran bien.
—¡Desmaius! —gritó mientras buscaba a Neville.
Observó que Sirius se batía con un mortífago a pocos metros de él; Shackelbolt se enfrentaba a dos a la vez; Tonks, que todavía no había llegado al pie de las gradas, le lanzaba hechizos a Bellatrix. Moody se retorcía en el suelo, con un corte sangrando en la cabeza y con el ojo de cristal rodando por el suelo. Cuando se libró de Dolohov tras un arduo combate, Sirius se dirigió a su ahijado:
—Harry, lo habéis hecho muy bien, coge a tus amigos y...
Se agacharon cuando un rayo de luz verde pasó rozando. Vieron como Tonks se precipitaba desde la mitad de las gradas y su cuerpo inerte golpeó los bancos de piedra mientras Bellatrix, triunfante, volvía al ataque. Sirius no dudó un segundo en ir a por ella, pero Lucius Malfoy le cortó el paso. Ambos magos se enfrentaron y cuando Harry trató de ayudar a su padrino... un codazo de Lucius hizo que la profecía resbalase de su mano.
—¡No! —chilló Bellatrix con horror varios metros más allá.
La profecía impactó contra el suelo susurrando su contenido por última vez y rompiéndose en mil pedazos. Al trío de magos no pareció importarles, tenían problemas más acuciantes. Bellatrix, sin embargo, había empalidecido por completo.
—Los mato... —susurró furiosa— ¡Los mato a los tres!
Shacklebolt intentó detenerla; Shackelbolt fracasó y terminó en el suelo aullando de dolor. Lucius había caído, así que su cuñada no tuvo ni que apartarlo.
Odiaba a ese traidor más que a nadie, iba a disfrutar torturándolo incluso más que a la hija de su exhermana. Y a ello procedió. Le lanzó todo tipo de maleficios, pero su primo era muy buen duelista. Era un Black —por mucho que ambos intentasen negarlo—, lo llevaban en la sangre. Ambos estaban tan centrados en sus ansias de acabar con el otro que ni se enteraron de que Voldemort aparecía en escena. Le siguió Dumbledore, que atrapó a los mortífagos y los dos grandes magos se batieron en duelo.
A los Black les dio igual. Bellatrix ansiaba matarlo y él devolverla a Azkaban, a ser posible esta vez con el beso del dementor. Se perseguían —casi danzaban— por toda la Cámara, hasta que llegaron al Velo de la Muerte. Bellatrix se aseguró de que fuese Sirius quien quedaba de espaldas a él.
—¡Vamos, tú sabes hacerlo mejor! —se burló él esquivando un halo de luz roja.
Su voz resonó por toda la cámara e irritó profundamente a Bellatrix. La frustración duró milésimas de segundo porque su primo había cometido un error: ceder a la arrogancia. La bruja, capaz de visualizar perfectamente la trayectoria de sus conjuros, ejecutó el movimiento para repetir el hechizo sabiendo que esta vez le acertaría en el pecho. Y adiós, primo traidor.
La luz roja brilló en la punta de su varita con total precisión, tal y como ella calculaba.
Lo que ya no calculó fue que el sujeto al que derribó fuese uno de los pavos reales de Lucius. No entendió que había sucedido... pero no había estado tan furiosa en todos sus años de vida.
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