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Capítulo 21

A media tarde, después de practicar duelo sola, Bellatrix recuperó el optimismo. Se duchó y dedicó a elegir un vestido bastante más tiempo del habitual. Optó por uno morado oscuro con corsé negro, encaje en el escote y transparencias en la falda. Si con eso no triunfaba... nah, estaba segura de que triunfaría.

—¿A dónde vas?

Verla salir de la cama en esos días ya era extraño, pero verla salir de casa tan elegante y con una enorme sonrisa resultaba inquietante. Rodolphus la contempló con desconfianza mientras ella se abrochaba la capa negra de terciopelo.

—Negocios en el Callejón Knockturn.

—¿Qué negocios? —insistió Rodolphus.

—Necesito preguntar a unas arpías cuál es la mejor manera de despellejar y sacarle los órganos a mi marido para dárselos de comer a los pavos de Lucius y que hayas hecho algo útil con tu vida.

Tan elaborado insulto dejó a Rodolphus sin palabras los segundos justos para que Bellatrix pudiese escabullirse. Escuchó exabruptos cuando ya salía de la mansión y simplemente sonrió más.

Llegó a Bloody Wonders poco antes de las diez de la noche. En la nota no decía hora, pero supuso que más o menos sería esa. Al entrar examinó el oscuro local: un mago anciano, un súcubo que la miró seductora y una pareja de duendes. Ningún interés, no eran el pariente consanguíneo al que buscaba. Se sentó en la barra y esperó a que apareciera Eleanor, que estaba atendiendo a los duendes.

—¡Hola, cielo! ¿Whisky como siempre?

La bruja asintió. Charlaron un rato (más bien la pastelera charló, Bellatrix solo escuchó) mientras ambas bebían. Cuando pasó la primera hora, Bellatrix empezó a inquietarse.

—Oye, Eleanor...

—Llámame Nellie.

—¿Por qué?

—Es más familiar.

—No somos familia.

—Como si lo fuéramos, nos parecemos mucho.

—Ya... —murmuró Bellatrix mirándola con desconcierto— En fin, Nellie... Si algún día hubiera una redada aquí...

—¿De qué? ¿De aurores? —la interrumpió Eleanor— Es imposible. Tengo reflectores de enemigos. Mira.

Eleanor señaló con la cabeza una pantalla bien disimulada en la esquina superior del local, frente a la puerta. En esos momentos, el espejo que mostraba a los enemigos cercanos no reflejaba nada.

—Además de maleficios de confusión en la puerta: quien la cruza, pierde cualquier encantamiento que hubiese aplicado sobre su apariencia. Y luego está la protección natural del barrio, claro... La última vez que se apareció un auror, el cíclope tuerto que vive en la esquina se lo comió —comentó Eleanor divertida.

Esa información tranquilizó a la bruja. Desde luego no parecía un buen lugar para emboscarla... Simplemente su primo llegaba tarde. O quizá con "noche" se había referido a medianoche. Eso tenía que ser.

—¿Qué hora es? —murmuró Bellatrix cuando se terminó la botella.

—Las... doce y veinte —comprobó Eleanor.

La respuesta fue un gruñido. Bellatrix empezó a sentirse patética, nunca había esperado tanto a nadie. «Catorce años a Voldemort, querida» le recordó una voz burlona en su cerebro. Cierto... Aunque tampoco es que tuviese muchas opciones estando en Azkaban... Por Circe, ¡cómo odiaba a su primo! Comprendió que había algo peor que que aparecieran los aurores: que no apareciera nadie.

Eleanor, que era muy avispada y debía de haber deducido que esperaba a alguien, trató de entretenerla con conversación y catas de chupitos, pero cuando pasó de la una, Bellatrix pagó y se levantó. Se despidió de su amiga y se abrochó bien la capa. Justo cuando abrió la puerta del local, alguien entró.

—¿Te marchabas sin mí? —preguntó Sirius burlón.

—Sí, aparta —respondió Bellatrix sin mirarle.

—Vamos, quédate un rato.

Bellatrix se negó e intentó salir, pero Sirius se interponía entre la calle y ella.

—Me han interceptado los de la Orden. Remus, Shacklebolt y Dumbledore han improvisado una larga y tediosa reunión en mi cocina. Me ha costado horas deshacerme de ellos.

—Y a mí qué. Déjame salir —exigió esta vez clavándole la varita en el pecho.

Se fijó en que su primo parecía cansado; no solo por haber salido con prisas, sino que también tenía aspecto de llevar días sin dormir. Ni siquiera se había afeitado. Lo cual, por supuesto, no restaba un ápice de su atractivo.

—Bellatrix... Quédate al menos a tomar una copa, podemos tener una cita como las personas normales y conocernos.

—Te odio. Te conozco y por eso te odio.

—Empecemos de nuevo y odiémonos luego, ven.

La cogió de la cintura, obligándola a bajar la varita y la hizo volver a entrar. Como había casi suplicado y era él quien se había rebajado a pedirle una cita, Bellatrix le concedió cinco minutos. Se sentaron en la barra y Eleanor los saludó con alegría. Les sirvió un whisky a cada uno y Sirius se lanzó a beber con ganas; de parte de quién estaba no quedaba claro, pero lo harto que lo tenían en la Orden, sí.

—Soy Sirius —se presentó él tomando como literal lo de empezar de nuevo—. Tengo treinta y cinco años, pero los cuento como veintitrés porque los doce en la cárcel no los computo.

—Ah, muy bien, si lo has decidido tú... —respondió Bellatrix con desinterés.

—Por supuesto. Las cosas funcionan como yo quiera.

La bruja disimuló una sonrisa, se identificaba mucho con esa filosofía.

—Mis aficiones son... beber, principalmente —reconoció Sirius—. También me gustan las motos y...

—¿Ese chisme muggle con ruedas? —replicó Bellatrix frunciendo el ceño.

—Los muggles tienen algunas cosas buenas... ¿Tú a qué te dedicas? ¿Trabajas o tienes herencia?

Era una broma recurrente: entre las familias de sangre pura estaba mal visto trabajar, denotaba falta de clase y de recursos. La bruja no quería seguirle el juego. No eran dos desconocidos en un bar, era su primo al que deseaba matar y que casi le había dado plantón. Aun así, respondió sucinta:

—Mato gente.

—¿Y te pagan bien? —respondió Sirius con interés.

—Me resultaría obsceno que me pagaran por disfrutar.

Sirius no disimuló la sonrisa ante eso. Se quedaron en silencio y Bellatrix contempló las ojeras bajo los ojos cansados de su primo. Debían de estar volviéndolo loco en la Orden o quizá era al revés, seguramente el problema era mantener engañado a Voldemort... Cualquiera de las dos labores resultaría agotadora.

—¿Y tú? ¿Cómo va lo de trabajar de espía?

—El sueldo es una mierda y no se disfruta —reconoció Sirius—. Pero si tienes suerte de apañarte con alguna prima que esté buena...

Bellatrix le dio un golpe en el brazo, pero en el fondo no le molestó. Más seria, le preguntó lo que de verdad quería saber:

—¿Cómo haces para no volverte loco? Al menos a un bando nos estás engañando, ¿cómo lo haces para no perderte? Pese a que tu intención fuese espiarnos, ¿no nos has cogido ni un poco de cariño?

Sirius chasqueó la lengua divertido ante lo último. Dio un trago al whisky y al final respondió:

—Lo único importante es tener claro tu objetivo. Y yo lo tengo.

Sonó absolutamente sincero. Quizá el agotamiento no venía por sus tramas de espía... ¿Y si él también había estado triste esas semanas sin verla? Bellatrix sintió un cosquilleo en el pecho con solo la idea; de nuevo se odió por sentirse patética. No quiso indagar más (sabía que no obtendría nada), así que fue a lo práctico:

—¿Para qué me has hecho venir?

Sirius dudó. Al final se encogió de hombros y respondió:

—Para verte.

—Ya, ya he deducido eso. ¿Para qué? —repitió la bruja.

—Bueno... —murmuró Sirius colocando la mano en su rodilla y trepando lentamente bajo su capa. — Supongo que hay cosas que... podría decirse que... he echado de menos...

Bellatrix no le apartó la mano. Pero le exigió que fuese más específico. Sirius se inclinó sobre ella y murmuró en voz baja:

—Eres muy fácil de odiar... pero tienes cosas buenas.

También en tono seductor, Bellatrix susurró:

—Me has tenido esperando más de tres horas. Vas a necesitar algo más que esa basura de cumplido si quieres agitar tu varita esta noche.

Sirius sonrió burlón ante el comentario e iba a responder en el mismo tono. Se calló cuando Bellatrix se desanudó la capa y se la quitó. El vestido causó en su primo incluso más impacto del previsto. Tras unos segundos para reponerse, la miró a los ojos y le dijo:

—Te odio. Y aún te odio más porque te he echado de menos. Y te he pedido una cita sin saber si vendrías. ¿Crees que alguna vez había hecho algo así? Soy un Black, no un sangre sucia tembloroso al que le gusta la loca de clase.

Había tantas cosas mal en esa declaración... Para Bellatrix fue perfecta. Le besó, Sirius dejó varios billetes en la barra y se levantaron. Se despidieron de Eleanor a toda prisa, subieron a la habitación del piso de arriba y ahí recuperaron el tiempo perdido.

—¿No me vas a echar? —preguntó Sirius burlón cuando terminaron.

—Para qué, si no te irás, traidor molesto —gruñó Bellatrix arrebujándose en su lado.

El mago sonrió en la oscuridad, tenía razón.

—¿Sabes ya cómo irás al asalto a la Madriguera?

A Bellatrix le sorprendió que con lo cansado que parecía, Sirius tuviera ganas de hablar. Aunque no entendió la pregunta y contestó con un gruñido interrogativo. Su primo amplió la información:

—Ya sabes, la misión esa para atrapar a Harry en la Madriguera.

—¿Qué? —replicó Bellatrix girándose hacia él.

—Ah... Todavía no os lo ha contado.

A la bruja le hirvió la sangre. ¿Estaba insinuando que Voldemort le había informado a él de una misión antes que a los mortífagos?

Pues sí, resultó ser justo eso.

—Será porque yo le estoy pasando la información —comentó Sirius despreocupado.

Esa justificación no calmó a Bellatrix, pero aun así valoró el gesto. Por supuesto le exigió al punto que le detallara la presunta misión.

—En dos semanas son las vacaciones de Pascua y Harry va a pasarlas con los Weasley. Voldemort quiere que lo secuestremos.

—¿Por qué con ellos y no contigo?

—Se supone que yo marcho mañana a los Cárpatos a negociar con los vampiros para que nos apoyen. Dumbledore me lo pidió la semana pasada y, como mínimo, debería costarme un mes. No sé si será casualidad o no quiere que me acerque a Harry... pero le dije que lo haría para no levantar sospechas, sabe que soy el que mejor trata con vampiros.

—¡Ja! Me gustaría verte intentarlo... Los vampiros me son totalmente fieles, nos entendemos bien.

—Siéntete honrada, primita, porque esa será la excusa que use cuando Dumbledore me pregunte por qué no he logrado que se unan a nosotros.

Bellatrix sonrió en la oscuridad, sí que estaba orgullosa.

—Tampoco sería raro —continuó Sirius—, de su club del callejón Diagon me expulsaron por provocar una pelea con uno que trató de robarme sangre...

—¿Entonces vamos y matamos al crío? —preguntó ella que no tenía interés en sus anécdotas de peleas de bares.

—No, Voldemort quiere que lo llevemos ante Él, no podemos matarlo. Además no es tan sencillo: la Madriguera está protegida, no es posible aparecerse en varios kilómetros a la redonda. Tendremos que llegar por diferentes métodos: escobas, thestrals, hipogrifos... —desarrolló Sirius. — Yo no quería ir: si me descubren, adiós ventaja. Pero Voldemort ha insistido, me ha dicho que tome poción multijugos y solucionado. No sé si no confía en mí o en vosotros.

Bellatrix hizo caso omiso al insulto —aunque le dolió por lo cierto que era— y meditó la información. Le pidió más detalles, pero Sirius no sabía (o no quería compartir) más. Intentó olvidar el tema, pronto se lo contaría Voldemort... pero le molestaba profundamente no ser la primera en saberlo. Probablemente su primo habría avisado sobre la visita de Potter a la Madriguera y por eso gozaba de información privilegiada, pero aun así... No sabía qué le daba más miedo: que fuese un traidor o que le quitase el puesto como lugarteniente de Voldemort.

—¿No tienes frío?

—No —mintió Bellatrix.

Sí que hacía frío esa noche. La habitación era sencilla y por lo poco que le cobraba Eleanor, ni se le ocurría pedirle mantas. En condiciones mucho peores había dormido durante años... Su primo también, pero no parecía dispuesto a pasar más estrecheces. Lo escuchó gruñir y dar vueltas en su sitio intentando calentarse. Cuando la desesperó, Bellatrix le espetó que utilizara un conjuro de aire caliente.

—Solo duran unos minutos. Igual me duermo y luego me despierto como el cadáver de la tía-abuela Cassiopea. ¿Sabes que murió congelada al intentar ligar con un tritón de un lago en Escandinavia?

—No lo sabía y podría haber vivido sin saberlo.

—Siempre me alegra perturbarte. Hablando de eso...

—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó Bellatrix entre furiosa y asustada.

—Abrazarte para robarte el calor.

—Suéltame. Jamás he dormido abrazada a nadie.

—No. Así se está mejor —murmuró Sirius pegándola más a su cuerpo.

Para fastidio de Bellatrix, era cierto. Aun así, seguía sintiéndose muy extraña.

—Esto me resulta mucho más incestuoso que lo de follar —protestó.

—Entre primos no es incesto: la relación consanguínea es de cuarto nivel y eso no se considera incesto. Podríamos casarnos sin ningún problema, primita.

—Me conmueve saber que te has informado... Y de todas formas habría dos problemas: el primero, que ya estoy casada y el segundo, que preferiría casarme con un kraken que contigo.

Sirius rio divertido. Reconoció que él tampoco había querido casarse jamás y luego añadió: «Aunque la idea de molestarte durante el resto de tu vida es tentadora...». Bellatrix gruñó con fastidio e intentó liberarse (aunque sin mucha fuerza) de los brazos de su primo. Como no lo consiguió, se quedó así. Pocos minutos después se durmieron abrazados. Esa noche ninguno sintió frío.

Bellatrix despertó a la mañana siguiente cuando perdió el calor del cuerpo que la abrazaba. Sirius se había levantado y se estaba vistiendo en la oscuridad para no despertarla (probablemente para poder marcharse sin conversación). Fracasó.

La bruja le preguntó a dónde iba y él respondió que fuera de la ciudad, para que nadie le viera y Dumbledore creyera que estaba de viaje. Bellatrix pensó en invitarle a la mansión, que se quedará como las semanas en las que supuestamente estaba rastreando a los gigantes. Pero se contuvo. Su marido estaba en casa y ella no quería mostrar tanto interés en tenerlo cerca. Tampoco le preguntó cuándo volvería a verlo; no era esa clase de mujer. En su lugar, le dijo:

—Te veo en lo de la choza de los Weasley. Si mueres antes no pasa nada, mataré a alguno por ti.

En la cabeza de Bellatrix sonó casi igual de romántico que lo de invitarle a su casa; incluso más, un asesinato lo mejoraba todo. Su primo rio entre dientes. Se colocó la capa y la contempló antes de irse.

—Te morirías sin mí.

Bellatrix quiso replicar, pero Sirius ya había salido del cuarto y ella estaba desnuda, no podía seguirle. Continuó remoloneando unos minutos, pero se sintió sola (cosa que antes amaba y ahora le inquietaba), así que se vistió y se marchó también. El bar estaba cerrado, a esas horas Eleanor dormía, así que salió por la puerta de atrás y se apareció en la mansión.

Tuvo la mala suerte de que los Malfoy y los Lestrange estaban desayunando: ella quería comida, pero no compañía. La decisión estuvo clara, prefería pasar hambre que aguantarlos. Subió a su habitación, pero su marido la interceptó.

—¿Dónde has pasado la noche?

—Por ahí.

—¿Dónde?

—Con vampiros y eso. No estoy ahora para tus tonterías, Rod.

—Los vampiros no huelen.

—Vaya... Si me hubieses dado antes ese dato no me hubiese molestado en ducharme —ironizó Bellatrix intentando entrar a su dormitorio.

Su marido se lo impidió. Le cortó el paso y le remarcó que olía a perfume caro de hombre. Bellatrix buscó una explicación mejor que la de «He dormido abrazada a mi primo», pero no la halló lo suficientemente rápido para evitar las acusaciones de infidelidad. Le permitió desahogarse un par de minutos y no se molestó en negarlo. Simplemente le sugirió:

—Búscate tú también a alguien, Rod. Por mí estupendo.

—Esto no funciona así, Bella —replicó él apretando la mandíbula con rabia.

—Divorciémonos entonces.

Su marido alzó las cejas sorprendido. Cuando se sobrepuso, la informó de que podía seguir soñando con ello, pero no iba a suceder. Bellatrix se encogió de hombros y murmuró: «Como prefieras». Le apartó de su puerta con un gesto de varita y se encerró en su dormitorio.

Encendió el agua caliente y se preparó un baño para relajarse; demasiadas emociones juntas. Los hombres de su vida eran muy intensos y problemáticos, no valían la pena.

Se sumergió en el agua, disfrutando del calor casi excesivo y cerró los ojos con un suspiro de agrado. Solo entonces reparó en lo que acababa de hacer: le había pedido el divorcio a su marido tras prácticamente reconocer una infidelidad. Eso iba en contra de la filosofía de las familias de sangre pura. Los matrimonios eran hasta la muerte y las infidelidades se cometían pero jamás se reconocían. Y por mucho que a Bellatrix le gustase sembrar el caos, hasta ella tenía límites.

¿Iba a tirar todo por la borda —el honor, el orgullo, la cuantiosa herencia de los Lestrange— solo por el placer de acostarse con Sirius? No, no merecía la pena. ¿Y por algo más? No, era imposible que sucediese nada más. Eso no dependía solo de ella y no se le ocurría ningún escenario en que fuese factible.

El agua se quedó tibia antes de que alcanzase ninguna conclusión. De nuevo, se sintió sola, perdida y con ganas de matar.

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