Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 20

Los Black entraron a la mansión y se dirigieron a la sala de entrenamiento. A medio pasillo Bellatrix chasqueó la lengua con fastidio.

—Mierda, están Rabastan y Dolohov.

—Podemos entrenar con ellos —ofreció Sirius—. Me da igual a cuántos de vosotros apalear.

Bellatrix rio entre dientes y murmuró que le encantaría ver eso. Ante la incomprensión de su primo, añadió:

—No están entrenando. O igual sí podría considerarse entrenamiento... pero no con las varitas habituales.

Sirius frunció el ceño primero con duda y luego con sorpresa.

—¿Me estás diciendo que follan aquí?

—Estaba tratando de no decirlo.

La mejor opción era volver al jardín, Lucius había habilitado una zona para cuando Bellatrix y Voldemort preferían entrenar al aire libre. Por el camino, Sirius le preguntó si ellos no condenaban la homosexualidad. Su prima se encogió de hombros.

—A mí con quién folle cada uno me da exactamente igual.

—¿Y todos piensan como tú?

—No, no todos —reconoció la bruja—. A Rodolphus le repugna. Lo sabe desde siempre, pero finge que no para mantener la paz con su hermano. Aun así, cada poco le reprocha que es un enfermo y discuten.

—Os gusta discutir, ¿eh?

—Es lo que nos mantiene unidos —confirmó Bellatrix.

A Sirius también le gustaba. Y el blanco de sus iras solía ser uno al que no esperaba encontrar en esa casa... Pero se lo cruzaron de frente por el pasillo, salía de limpiar la habitación de Bellatrix. Su expresión de satisfacción tornó en una de terror cuando vio a su amo. Por su parte, Sirius mostró una rabia que ni el retrato de su madre al verlo a él.

—¡KREACHER! ¡MALDITO ENGENDRO TRAIDOR!

Ni la varita iba a usar, su intención fue darle una patada que lo sacara volando de la mansión. No pudo porque con un gesto de la mano de Bellatrix, fue él quien salió despedido hasta chocar contra la pared. Eso aumentó la furia de Sirius.

—¡Por eso desapareces tanto! ¡Y encima vuelves contento! ¡Maldito traidor, te juro que te...!

—Estate quieto —le exigió Bellatrix—. No le vas a hacer nada. No te soporta, es normal que prefiera venir aquí.

—¡Es mi elfo y pienso hacer con él lo que...!

Acercándose a él muy seria y mirándole a los ojos, Bellatrix le espetó con frialdad:

—Tu hermano hubiera dado la vida por Kreacher. ¿Te ves capaz de respetar al menos eso?

Por unos segundos pareció que no. Sirius prácticamente echaba humo por la nariz y agarraba su varita con excesiva fuerza. Pero al final, se contuvo y le espetó al elfo que desapareciera de su vista y que por supuesto no se le ocurriera contar nada. Kreacher obedeció rápido para no llorar de emoción por la defensa de Bellatrix: tenía que acatar la prohibición de llorar delante de ella.

Tras eso, los Black caminaron en un silencio tenso hasta el jardín. Una vez alcanzaron la zona en cuestión, Sirius se relajó y recuperó su tono burlón:

—No esperes que te deje ganar como hacen todos para que les dejes en paz.

—¡Oh! ¿Así que las veces que de no ser por el Señor Oscuro te hubiese matado te estabas dejando ganar? —preguntó Bellatrix ladeando la cabeza simulando interés.

Él respondió con un desmaius que ella desvió y así comenzó el duelo. Pasó una y luego otra hora sin que ninguno se rindiera ni derrotara al otro. Se iban cansando, pero disfrutaban tanto que apenas lo notaban. Al final, cuando Sirius se confió y se burló de ella (su error habitual), Bellatrix consiguió desarmarlo. Sonrió ampliamente, pero el gesto se difuminó al ver que Sirius también sonreía.

—He ganado... —remarcó mientras su primo se acercaba a ella.

En lugar de recuperar su varita, Sirius la agarró por la cintura y la besó. Por unos segundos, la bruja se planteó resistirse. «A quién quiero engañar» pensó deshaciéndose de ambas varitas. Enroscó sus piernas en la cintura de Sirius y empezó a besarle con bastante agresividad. Eso se les daba todavía mejor que el duelo.

—Aquí mismo —jadeó Bellatrix que no se veía capaz de llegar hasta su habitación.

Dicho y hecho: los dos tumbados en el césped con el pavo real albino de Lucius mirando. Eran dos expresidiarios, no tenían ningún problema de incomodidad. Estaban en ello, Sirius con la cabeza entre sus piernas y Bellatrix gimiendo con los ojos en blanco, cuando escucharon un grito de auténtico horror. Ambos alzaron la vista.

—¿Qué... qué...?

Eso fue a todo lo que llegó Narcissa. Ni dos palabras logró unir. Bellatrix pensó divertida que igual llevaba buena tarde y también había pillado a Rabastan y a Dolohov.

—O te unes o te largas —le indicó Sirius burlón.

La cara de shock de Narcissa mutó en una de verdadera repugnancia. Tambaleándose pero a toda velocidad se alejó del jardín (probablemente para encerrarse en su habitación e intentar sacar esas imágenes de su mente).

Con su sonrisa despectiva, Sirius retomó su tarea. No pudo porque Bellatrix le agarró del pelo y la obligó a mirarla:

—¿Mi hermana también? —preguntó con veneno en la voz.

—Nah, qué va —respondió Sirius con desinterés—. Es una siesa, se me baja todo solo con verla. Pero fastidiarla a ella y a Lucius sí me pone mucho.

Satisfecha (y muy de acuerdo) con su respuesta, Bellatrix respondió: «Vale, sigue». Sirius no necesitó más mientras ella le arañaba el cuero cabelludo para guiarlo mejor. Y así estuvieron disfrutando largo rato.

Cuando se cansaron del jardín, Bellatrix le hizo subir al dormitorio. Se ducharon primero y lo hicieron en la ducha. Después, ocuparon la enorme cama de la bruja. Sirius le estaba besando el cuello cuando frunció el ceño y se separó.

—Quita de ahí a mi madre.

—¿Eh? —replicó Bellatrix desconcertada.

—Que quites esa foto de mi madre, no quiero que vea esto. Me la imagino diciéndome que soy una decepción también en este campo.

La bruja rio a carcajadas. Con un gesto de su varita, levitó la foto de su tía con ella y la guardó en un cajón. Sirius miró el cajón con recelo, como temiendo que fuese a escapar. Cuando confirmó que no, retomaron su actividad.

Tras varios asaltos, quedaron cada uno a un lado de la cama, jadeando y mirando al techo, sin llegar a comprender cómo habían podido pasar toda su vida sin alcanzar semejante placer.

—Vete —le ordenó Bellatrix—. No me gusta dormir con nadie.

—Sí, sí, ahora —respondió Sirius agotado.

No tenía energía ni para llegar a la puerta. Por eso se durmieron así. Ni insomnio, ni pesadillas: el agotamiento fue tal que el sueño les recibió al momento.

Cuando Bellatrix despertó por la mañana, su primo seguía en su cama. Dormía plácidamente agarrando la almohada con un brazo. Lo contempló unos minutos. Así, inconsciente y sin camisa, le gustaba más. Pero eso no podía durar para siempre y media hora después Sirius despertó.

—¿Qué haces todavía aquí? Largo —le ordenó Bellatrix.

Sirius gruñó. Remoloneó durante unos minutos y después se vistió y se marchó. Bellatrix lo escuchó bajar a la planta de abajo y dedujo que salía de la mansión. A dónde fuera le daba igual; cuanto más lejos, mejor. Cuando les traicionara no sería porque ella no lo hubiese advertido...

Bellatrix cerró los ojos y se volvió a dormir. Aún era muy pronto para ella. Apenas pudo porque poco después entró su hermana. Corrió las cortinas para que entrara la luz y se acercó a la cama cruzada de brazos.

—Bellatrix, tenemos que hablar.

—Suenas como Rodolphus.

Narcissa chasqueó la lengua con fastidio y la bruja oscura rio para sus adentros. Se incorporó ligeramente sobre un almohadón y miró a su hermana esperando a que soltase el discursito que hubiese preparado.

—¿Podrías explicarme qué fue lo que vi ayer?

—Oh, te lo tengo que explicar... —respondió Bellatrix mirándola con compasión— Claro, porque Lucius nunca te come el...

—¡Bellatrix! ¡No seas vulgar! —la reprendió Narcissa.

—Hay que reconocerle lo suyo: Sirius es un traidor repugnante, pero es de los que te lo hacen porque disfruta y no para que le devuelvas el favor. Eso es un hombre de verdad, Cissy.

Narcissa contempló la enorme cama, deshecha por ambos lados. Lentamente y con frialdad, observó:

—O sea, que sigues convencida de que es un traidor pero aquí estás, compartiendo cama con él.

—Lo sé... Sigo convencida, claro. Pero a ver cómo te lo explico... Es un poder superior a mí: le veo con su aspecto sexy salvaje, mirándome burlón pero sin poder disimular que se muere por mis huesos y se me hace el chichi poción multijugos.

—¡Bellatrix! —la reprendió Narcissa por tercera vez—. ¿Recuerdas que estás casada?

—Mientras Rod no se entere, Cissy, no pasará nada... Y no se va a enterar.

Lo último sonó tan amenazante que Narcissa disimuló un escalofrío. Comentó en voz baja que no sabía cómo podía vivir consigo misma.

—Oh, me odio por ello, claro, pero... Vivo con unos polvos estupendos —explicó Bellatrix con la respiración entrecortada.

El tono de su voz unido a que tenía los ojos medio cerrados y ambas manos bajo las sábanas hizo que Narcissa abriera mucho los ojos con repugnancia.

—¡Bellatrix! ¡¿Puedes no comportarte como un animal?!

—¡Tú me has puesto cachonda haciéndome pensar en ese estúpido y sensual traidor! —se justificó la bruja siguiendo con lo suyo— Puedes quedarte, pero va a suceder igual.

Narcissa salió de la habitación completamente asqueada. Bellatrix soltó una carcajada. Sirius tenía razón: torturar psicológicamente a los Malfoy era un placer adictivo.

Para martirio de la hermana pequeña, como Sirius se alojó con ellas un par de semanas, hubo escenas de mal gusto a diario: Bellatrix obligando a Sirius a levantarse a media comida porque quería ya "el postre"; Sirius cruzándose a Bellatrix por los pasillos y agarrándola por la muñeca para tener sexo en la habitación más próxima; ambos decidiendo que en la piscina de los Malfoy se podían hacer cosas más divertidas que nadar...

Rabastan se marchó con Dolohov a Gales, donde el segundo tenía un castillo, y solo Narcissa y Colagusano quedaron en casa. Pettigrew no era problema, temía tanto a ambos Black que se autoencerró en el sótano y la cocina para no verlos. Y Narcissa... Narcissa pasó los días insonorizando habitaciones para no oírlos.

—¿Será porque nos odiamos? —preguntó Sirius una noche, tumbados sobre el regio escritorio de Lucius— Quizá eso le añade intensidad.

—No... A Rod tampoco le tengo gran aprecio y no es para tanto —reconoció Bellatrix.

Ya no disimulaban ni fingían: eran tan buenos juntos que hubiese resultado ridículo. Lo habían asumido y aceptado.

—Puede ser porque somos familia, ya decía tu madre que eso es lo mejor... Por eso se casó con su primo.

—Primo segundo —masculló Sirius nada orgulloso de sus padres—. No creo que eso influya. Creo que somos unos desgraciados sin nada que perder y poco que ganar, alcohólicos y no...

—Cállate, me deprimes —le interrumpió Bellatrix.

Sirius rio entre dientes. Apenas hablaban, solo se veían para pelear (con o sin varita) o para acostarse. No obstante, algunas veces, durante los minutos en que recuperaban fuerzas para separarse tras el sexo, intercambiaban algunas frases.

—¿Qué harás cuando termine la guerra?

—¿De verdad crees que esto va a terminar algún día? —le preguntó Sirius casi burlón.

—Sí. Ganaremos —aseguró Bellatrix sin dudar—. Nosotros, claro; vosotros perderéis.

—Mmm... ¿Y qué piensas hacer entonces?

—No lo sé —reconoció Bellatrix—. Llevo toda mi vida en guerras, no sé qué haré cuando termine. Lo que el Señor Oscuro mande, supongo. Aunque si ya hemos ganado no habrá mucho que hacer... Seré su reina, en cualquier caso.

—En un mundo en el que reines tú, prefiero morir.

—Oh, más te vale que sea así. Porque si solo quedas herido, inconsciente o ligeramente mutilado, te me quedaré de mascota —sonrió Bellatrix como una niña ilusionada—. Eso sí que lo tengo claro.

Sirius intentó buscar una réplica, pero se maldijo a sí mismo cuando su cuerpo —por algún retorcido y enfermizo mecanismo—, reaccionó ante la idea excitándose de nuevo. Besó a Bellatrix con rabia y volvieron a mancillar el escritorio de Lucius.

No retomaron esa conversación. Pero horas después, cuando se vio sola en su cama, Bellatrix lo meditó. Se dio cuenta de que últimamente su primo era la única persona a la que confesaba sus dudas y con la que era verdaderamente sincera. En Voldemort confiaba más, pero a Él no podía molestarlo con sus tonterías. Y con su hermana cada vez se entendía menos. No... Sirius era el único que la hacía reflexionar, aunque fuese con comentarios mordaces.

Casi lo sintió cuando su marido y su cuñado regresaron y su primo se marchó. Contaron que les había ido bien el viaje: los gigantes les apoyarían. Bellatrix no se fiaba, ni siquiera tenía claro que hubiesen ido. ¿Qué pruebas tenían? Solo la palabra de los gigantes, eso se cotizaba a la baja... Pero Voldemort quedó satisfecho y eso era lo importante.

—¿Vienes a entrenar? —preguntó Rodolphus una tarde— Tendrás que salir de la cama en algún momento.

—No. Entrenar requiere rivales a un nivel al menos comparable. Contigo es como cuidar a un escreguto bebé y no tengo el ánimo para ello —desarrolló Bellatrix con apatía.

—Estás insoportable —sentenció su marido, que deseaba insultarla más pero no quería convertirse en un escreguto aplastado.

Sí que lo estaba y Bellatrix era consciente. Se arrebujó en su cama, sin ganas de nada. Algo había cambiado. Era una sensación extraña: abandono, desilusión, indolencia... O, de forma más sencilla, tristeza. Conocía ese sentimiento, la embargaba cuando su maestro la rechazaba o cuando tenía que hacer algo que no le apetecía; pero generalmente aparecía unido a la ira y el rencor. Ahora no, ahora solo se sentía inmensamente triste. Y llevaba así muchos días, algo que jamás le había sucedido: sus emociones variaban con rapidez.

No le gustaba. Descubrió que la tristeza crónica es muy desagradable, un pozo profundo en el que ya apenas veía la luz exterior. Y no sabía cómo salir. Ni siquiera entendía por qué estaba ahí. Hasta Narcissa lo notó:

—¿Estás enferma?

—No, no... Simplemente no tengo ganas.

—¿De salir de la cama?

—De nada.

Su hermana la miró extrañada, nunca la había visto así. Por eso tampoco supo cómo tratarla. Todos confiaban en que cuando sugiera alguna misión, se animaría; era la falta de acción lo que solía apagar a Bellatrix.

Dos días después fue necesario conseguir unos centilitros de sangre vampírica para una poción. Se encargó Bellatrix porque nadie más se relacionaba bien con los vampiros. Ella entraba a sus clubs y rara vez se percataban de que no era uno de ellos. Consiguió la sangre tras tres días de negociación y volvió a casa con ella. Pero eso tampoco pareció animarla. Cumplía con su obligación, nada más. Le daba pereza hasta comer, no lo hacía por no abandonar su cama.

—Llevas así desde que volvió Rodolphus —comentó Narcissa.

—No le soporto.

—O desde que se fue Sirius —apuntó su hermana con precaución.

—Tampoco le soporto.

En esa ocasión no sonó tan sincera. Estaba claro que al menos en un aspecto lo soportaba... No quería aceptar que su primo era la causa de su infelicidad, aunque no era estúpida y debía al menos planteárselo. Pero no podía, era demasiado duro. Lo peor era imaginar al maldito traidor riéndose de ella, contándole a Dumbledore todo lo que había averiguado y luego acostándose con una chica diferente cada noche. Le costaba mucho eliminar esas ideas de su mente.

—¿Qué haces, Kreacher?

El elfo dio un salto sobresaltado. Había aparecido a mediodía en el dormitorio de Bellatrix. Él nunca había visto a la bruja en la cama a esas horas y como se hallaba ovillada bajo una manta de pelo oscuro, no la vio al llegar.

—Señorita Bellatrix, Kreacher se disculpa por...

—Sí, sí —le interrumpió ella impaciente—. ¿Qué haces aquí? No te he llamado.

—Kreacher tiene orden de dejarle esta nota. Kreacher pensó que no estaría a esta hora.

Con un gesto de la mano de Bellatrix la nota voló hacia ella. Era una sola frase: ¿Esta noche donde tu amiga cielo? La bruja sonrió al leerla. No llevaba firma ni remite, pero estaba escrita en una clave que nadie más comprendería.

—¿Cómo te ha dicho que me la dieras? —le preguntó Bellatrix a Kreacher incorporándose un poco.

—El amo ha venido a la alacena de Kreacher y le ha dicho a Kreacher: «Ya que eres un despreciable traidor, haz algo útil y dale esto a tu dueña». Y ha señalado con la cabeza la foto que Kreacher guarda de la señorita Bella.

—¿Te ha dicho si espera respuesta?

El elfo negó con la cabeza.

—Se la ha dado a Kreacher y ha salido de casa, tenía cosas que hacer.

Por los juramentos a los que lo tenían sometido, no podía darle más información sobre los planes de la Orden y Bellatrix lo sabía. Daba igual. En ese momento, el ridículo ejército de Dumbledore no podía importarle menos.

—Gracias, Kreacher. Ya que estás aquí, ¿podrías hacerme algo de comer? Colagusano cocina peor que los dementores.

—¡Por supuesto! —exclamó Kreacher con los ojos brillantes de emoción por poder desempeñar otra labor para ella.

Desapareció al momento para cumplir su misión. Bellatrix se quedó unos minutos más en la cama y después se levantó con renovada energía. Su primo debía de estar realmente necesitado si se había rebajado a pedirle una cita... Además en el mismo sitio donde se acostaron la primera vez, era casi romántico. La echaba de menos, no podía vivir sin ella.

—Hombre, Bella, qué alegría tenerte otra vez entre los vivos —bromeó Rabastan al encontrársela en el comedor.

—¿Tú no sabrás magia sanadora para animales? —le preguntó Lucius— Mi pavo real está raro estos días, con la mirada perdida, como traumatizado...

La bruja los ignoró. Mantuvo la desbordante alegría hasta que llegó al postre. Su expresión mutó lentamente. Primero, al darse cuenta de que podía tratarse de una trampa. Segundo, al comprender que había tardado mucho más de lo habitual en pensar en esa posibilidad. Unas semanas atrás hubiese sido su primera y única opción, y ahora... «Me pasa algo, no estoy bien», pensó odiándose profundamente, «Me estoy volviendo lenta, débil, tonta».

Pensó en enseñarle a Narcissa la nota, pero lo descartó pronto: no podía fiarse de su discreción. Por la forma en que la miraba Lucius, Bellatrix estaba segura de que le había informado de las aventuras con su primo. Qué ganas tenía de que acabara la guerra y dejar de vivir con los Malfoy... Pero de momento, tenía asuntos de los que ocuparse.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro