Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 7 | Cara a cara

𝑴𝒂𝒅𝒅𝒐𝒙

Habría dado toda la fortuna Salvatore con tal de que la expresión de Max al darse cuenta de quién era quede grabada para la eternidad, con una pintura de ser posible.

Lo sé, no debía reírme. Y de hecho estaba disimulando bastante bien mi diversión con mi cara de póker, pero no podía negar que verlo así, pálido y desprevenido era lo mejor que me había pasado en días.

¿Pero pueden culparme? Es decir, el engreído de Max Hardaway, quien me trató de princesa malcriada y me dejó en claro lo insufrible que le resulta mi presencia, se había dado cuenta que era nada más ni nada menos que la hija de su jefe. Y su futura jefa cuando asumiera el cargo de mi padre. Si es que eso sucedía, claro.

Oh. Esto iba a ser tan divertido...

—Así que Maddox, ¿eh? —volví la vista hacia el castaño de ojos grises, Will era otro de los secuaces de mi padre que conocía bastante bien por tener un expediente con su nombre. Y quien ahora tendría mi móvil por tiempo indefinido—. Déjame presentarme, yo soy Will...

—Will Greymson —lo interrumpí y me lanzó una mirada confundida, la cicatriz que cruzaba su ojo derecho tembló un poco—. Eres experto en tecnología y el más joven de aquí.

Me regaló una sonrisa de dientes blancos a lo que rodé los ojos y me di la vuelta para enfrentar a Jace, que también me observaba sin pestañear y con una sonrisa.

—Jace Fitz —me acerqué al rubio y el tatuaje que llevaba sobre su ceja derecha se elevó cuando su sonrisa se hizo más grande—. Criado por militares, eres experto en el combate y podrías desarmar una bomba en un minuto.

Hizo una inclinación que parecía una reverencia y sonreí divertida.

—A sus ordenes, princesa.

Un gruñido bajo llenó el silencio y no me hizo falta darme la vuelta para saber de donde provenía, Matthews estaba mucho más malhumorado que de costumbre.

Con toda mi determinación y mi mejor cara de póker me giré para acercarme a Max, me observaba con los ojos levemente entrecerrados, como si estuviera buscando en mi una señal de que esto era una estupidez y en breves se despertaría de un mal sueño. Rompí mi cara de póker para regalarle una sonrisa y me incliné solo un poco en su dirección.

—Max Hardaway —dije con voz queda pero lo suficientemente alta para que pudieran escucharme—. También conocido como el hermano menor, ¿tú eras bueno en algo o...? —me fulminó con la mirada y sonreí con más intensidad. Escuché el sonido de un móvil y asumí por el tono que era el de mi padre, aproveché ese momento para provocarlo un poco más—. Me pareció que te gustaba mucho hablar, ¿Qué ocurre? ¿el gato te comió la lengua? —me acerqué solo un poco más para susurrar—. Ya sabemos que serpientes y gatos no se llevan bien.

Le guiñé el ojo antes de darme la vuelta pero pude ver su expresión, sus ojos ardían por la furia. Lo había desafiado en frente de su jefe, de sus compañeros, y ahora no estaba en posición para demostrar cuánto le molestaba mi presencia.

—Y por supuesto, el hermano mayor —señalé a Matthew—. También conocido como niñera no oficial.

El castaño puso los ojos en blanco tras resoplar por lo bajo.

—¿Terminaste con las presentaciones? —su voz salió como un gruñido más profundo de lo habitual, estaba a una palabra más de quedarse sin paciencia, lo sabía—. Debería llevarte a casa y asegurarme de que no se te ocurra salir por ningún motivo.

—¿Ya debe irse? —Jace se acercó divertido simulando un puchero con sus labios—. Pero si recién nos conocemos.

—De hecho los conozco desde siempre —admití—. Tengo un expediente de cada uno de ustedes.

—Entonces, ¿tú sabes quienes somos y nosotros no teníamos idea de ti? —asentí en dirección al rubio—. ¿Y eso por qué? Si no fuera por un cambio en tu agenda y hoy de verdad te habrían hecho algo, ¿no sería mejor que supiéramos cómo encontrarte? Es decir...

—¿Estás cuestionando mi forma de accionar, Jace?

No supe en qué momento mi padre había finalizado la llamada pero su voz filosa retumbó por todo el despacho, aparté la vista y le lancé una mirada de advertencia.

El rubio se tensó de pies a cabeza y se giró para observar a mi padre, pero antes de que pudiera decir algo lo interrumpí acercándome de nuevo al escritorio.

—No cargues con él tu enojo —advertí.

Los ojos de Levi me atravesaron, volvía a estar furioso y debí reunir toda mi fuerza de voluntad para no dar un paso atrás intimidada por su mirada. En lugar de eso, la sostuve y alcé la barbilla hacia él.

—Hablaré contigo cuando estés en casa, en la noche —zanjó.

Entendía que estuviera molesto porque algo ocurrió, alguien se había adueñado de mi móvil y aunque no pasó a mayores, esto en nuestro mundo era una advertencia. Una de que estaban cerca y si querían podían accionar.

Y si hoy no habían hecho nada, era porque no querían. Pero estaba claro que sí podían.

—No fue culpa de nadie que hayan hackeado mi móvil...

—Quizás no eres lo suficientemente cuidadosa, ¿no crees?

—¿Cómo puedes decir eso? —dije con un hilo de voz—. Hago todo lo posible para cuidarme, me esfuerzo para...

—¡Al parecer no lo haces! —jamás lo había escuchado gritar así y en ese instante retrocedí un paso, se incorporó sobre su silla y tomó el borde del escritorio con sus manos con tanta fuerza hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Tenía su rostro a unos centímetros del mío y notaba la furia en él—. Quizás si estuvieras más concentrada en esto, si tomaras tu vida con mucha más seriedad, si no fueras tan descuidada, solo así quizás no debería poner a alguien para que te vigile todo el tiempo. ¡Si tan solo te esforzaras un poco más en pasar desapercibida esto no ocurriría, Maddox! ¿De quién crees que es la culpa sino tuya? ¡Deja de comportarte como una niña!

Estaba molesto, pero conmigo.

Tragué saliva y sentí las lágrimas agolparse tras mis ojos, no era de tristeza sino de frustración. Hacía todo lo posible para pasar desapercibida y que nadie supiera que existía Maddox Salvatore y ahora resulta que no era suficiente.

Debió notar mis sentimientos a través de mis ojos porque su expresión se suavizó, como si se hubiera percatado de que no era correcto lo que había dicho. Su cuerpo se relajó y separó los labios intentando hablar pero volvía a cerrarlos sin saber qué decir, Levi Salvatore no se disculpaba, ni siquiera ante su hija. Pero sería capaz de decir cualquier cosa para no verme llorar.

Pero el daño estaba hecho.

—Maddox...

—Vete a la mierda, Levi.

Me di la vuelta para salir de aquel lugar sin detenerme un momento a escuchar lo que tenía para decirme, tampoco me fijé en como me observaban los demás. No necesitaba que Max me viera a punto de llorar y darle otra razón para mofarse de mí cuando estuviéramos solos.

Lo único que necesitaba en ese momento era encerrarme en mi habitación y no salir, no quería hablar con nadie mucho menos con mi padre. Abandoné el edificio en cuanto las puertas del ascensor me dejaron salir y seguí con mi camino sin detenerme por las calles de Chicago hacia mi casa aunque podía escuchar unas pisadas detrás de mí y su voz llamándome.

No tardó en alcanzarme y con su mano sobre mi brazo detuvo mis pasos, no importaba la fuerza que hiciera para alejarme y seguir caminando, él era más fuerte y su mano se cernía con pesadez sobre mi piel. Sentía el calor que irradiaba y aunque se cuidaba de no aplicar demasiada fuerza para no lastimarme, sabía que era inútil intentar escapar.

—No quiso decir lo que dijo, Maddox —su voz era suave.

—¿Qué? ¿Además de niñera eres su paloma mensajera? —intenté zafarme pero al no lograrlo bufé—. Suéltame, Matthews.

—Déjame llevarte a casa —me pidió con la voz calma y baja, haciéndome saber que no quería presionarme pero tampoco me libraría de él.

—Puedo llegar sola.

—Si hackearon tu móvil alguien podría...

—¿Qué? ¿Qué podrían hacerme? —me giré para enfrentarlo, vi como seguía con sus ojos el rastro de las lágrimas que dejaban sobre mis mejillas. Me removí inquieta bajo su mirada.

—Podrían hacerte daño.

—No me importa —mentí—. Quizás así le daría razones a Levi para todo lo que piensa, ¿verdad?

—Vamos Maddox, deja de comportarte como una niña...

—¿Y si quiero comportarme así qué? ¿Es tan raro que quiera ser una adolescente normal?

Su agarre en mi brazo se aflojó y vi mi oportunidad, me zafé de su mano y lo escuché maldecir por lo bajo mientras seguía caminando sin detenerme a verlo.

Claro que mi victoria duró poco porque en un segundo sus brazos estaban rodeando mis muslos y comencé a ver todo de cabeza.

—¿Qué demonios...?

No dijo nada, pese a que me encargue de patalear con fuerza, Matthews se limitó a cargarme hasta su coche y una vez dentro se aseguró de que tuviera el cinturón de seguridad colocado. Me lanzó una mirada de advertencia antes de cerrar la puerta.

—Quédate donde estás, Maddox. Porque juro que te buscaré por todas las calles de Chicago y no será agradable.

El ruido del portazo retumbó en mis oídos, el interior de su coche se sumó en un silencio tenso hasta que el ingresó del lado del conductor. Aún así este permaneció en el camino de regreso a mi casa, era denso y pesado, un silencio incómodo en el que había muchas palabras pero nadie que quisiera pronunciarlas. Ninguno se atrevía a romperlo.

Podía sentir de vez en cuando su mirada sobre mi perfil, a la espera de que hiciera algún comentario pero me mantuve callada y sin moverme ni un centímetro, como si no estuviera allí. Como si fuera invisible.

Cuando llegamos aparcó el coche en la acera y al querer bajar las puertas aún llevaban el seguro, le lancé una mirada de pocos amigos.

—Déjame bajar —dije entre dientes.

—Él solo te quiere cuidar, quiere lo mejor para ti...

—Vaya forma de hacerlo notar —murmuré—. Abre la puerta, ahora.

—Maddox, debes comprender...

—¿Comprender qué? —lo interrumpí— ¿Cómo puede pensar que no tomo mi vida en serio? Sabe cada paso que doy, donde estoy a cada segundo, si tengo clases o estoy con Penny. No puedo salir con alguien sin que tú estés espiando bajo las sombras y si le presentara a alguien se encargaría de tener un maldito expediente —inspiré profundo, toda la situación me exasperaba y sacaba de quicio— ¿De verdad piensas que quiero entrenar tantas veces a la semana? ¿O llevar el apellido de una mujer que no me quiere? ¿¡Y para qué demonios quiero saber como desactivar una bomba!?

Matthew me observaba con una mezcla de tristeza y lástima, lo que hizo que mi frustración fuera en aumento. Sabía que había cosas peores, que había personas que vivían en peores condiciones y yo pese a todo tenía quien cuidara de mí y un lugar donde dormir, me daba cuenta que todo sonaba a quejas de niña malcriada y me odie un poco por ello.

Pero pese a todo eso, no podía dejar de sentirme mal por las palabras de mi padre, ponía todo de mi parte para pasar desapercibida, por ser un fantasma, aceptaba la vida que suponía vivir con mi padre y tener este apellido, aún así a sus ojos no era suficiente.

Vivía mi vida fragmentada en dos versiones de mi misma, y en ninguna me sentía realmente cómoda porque jamás podía saber quien soy de verdad. No solo el resto, a veces no lo sabía ni yo.

—¿Piensas que no me canso de fingir? Es agotador, quizás te parezca una estupidez, pero para mi implica no vivir. Y quiero vivir, Matthews. De verdad que sí.

Presionó los labios en una fina línea y no me sacó los ojos de encima, no apartó la mirada y pude percibir un brillo en sus ojos, una mezcla de enojo y molestia.

—Tu padre solo quiere cuidarte, yo solo quiero cuidarte y hoy pensé que algo te había ocurrido —confesó en voz baja—. Debiste verlo allí dentro, quería asesinarme por perderte de vista un segundo y habría dejado que lo haga porque tenía razón. Debí poner más atención en ti, así lo habría evitado, a todo esto...

—Matthews tampoco es tu culpa...

Negó con un movimiento de cabeza.

—Eso no importa ahora, lo importante es que estás bien. Y eso es lo único que Levi quería, no puede vivir sin ti Maddox, eres todo para él y estaría dispuesto a arrasar con todo Chicago si alguien te pone un dedo encima, por eso saber que algo podría ocurrir, que podrían lastimarte hace que se comporte así, pero eres lo único que le importa —sostuve su mirada—. Y quizás no lo demuestra de la forma correcta, quizás no se comporta como un padre normal, porque no lo es. Es hora de que lo comprendas, Maddox.

Tragué saliva al comprender hacia dónde iban sus palabras, se inclinó solo un poco sobre mí y en sus ojos brillaba la determinación.

—Lamento que no puedas llevar la vida de una adolescente normal y mediocre, pero es la vida que te tocó. Y tienes dos opciones: le haces frente al deber que recae sobre ti y todo lo que implica tu apellido, o huyes dejando todo atrás —me horrorice de solo considerar esa última opción—. La Maddox que conozco no huiría.

Un nudo se formó en mi garganta impidiendo el paso de aire, no era enojo o frustración, era emoción y un poco de nerviosismo. Hacerle frente al deber para el que sabía estaba destinada implicaba cosas que no sabía si estaba dispuesta a hacer. Implicaba asumir mi lugar en la mafia, no estaba segura de sentirme lista aún.

Y sabía, en mi interior, que la razón de que llevara una doble vida se debía en parte a mi rechazo constante a la herencia que recae sobre mi. Al no querer hacerme cargo de mi vida real estaba obligada a actuar de esa forma, lejos de la mafia pero no del todo, camino en la luz pero con la oscuridad mordiéndome los talones. 

—No viniste a este mundo a ser una adolescente mediocre y ordinaria, Maddox —la seguridad en su tono de voz hizo que mi corazón comenzara a latir desbocado y la esquina de su boca se curvó en una sonrisa apenas perceptible—. Eres una Salvatore, eres Red Dragon, es hora de que aceptes tu lugar.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro