Capítulo 6 | Red Dragon
𝑴𝒂𝒙
La misión había salido excelente.
Me atrevía a decir con total seguridad que era de las pocas misiones que salían tan bien, quizás también se debía a que mi hermano se la pasó preocupado y quería dejar organizado cada maldito detalle de lo que haríamos.
En realidad el trabajo era simple: llevar un nuevo cargamento que había llegado desde el extranjero hacia Hickory Hills, una pequeña ciudad a las afueras de Chicago en donde se encargaban de comercializar estas cosas. Sabíamos el nombre de quien recibiría el cargamento y Matthews ya lo conocía, por lo que nada debía salir mal.
De todas las misiones que habíamos hecho hasta ahora, era incluso una de las más simples. Porque habíamos hecho cosas peores, de verdad que sí. Como cuando uno de los socios del jefe lo traicionó y tuvimos que rendir cuentas, o cuando un par de principiantes quisieron meterse en el negocio creyendo que el jefe era un idiota. No lo era.
Esta misión era sencilla y limpia. Por eso no había de qué preocuparse, al menos eso creí.
Pero esa misma mañana supe que la razón de que mi hermano estuviera nervioso era porque hacía poco habían empezado a haber rumores sobre el jefe. Se rumoreaba que un bando contrario, una mafia también conocida como South comenzó a inmiscuirse en los negocios de Sky Dragon, claro que no hacían los mismos trabajos, la mafia enemiga pertenecía a otros barrios de Chicago, barrios que a nuestro jefe le interesaban muy poco porque las reglas de la mafia Draghi eran muy importantes y severas.
Entre ellas se incluían nada de prostitución. Y eso era específicamente a lo que South se dedicaba.
A simple vista parecería una organización criminal pasiva, que no haría ningún daño porque no involucra lo que la mayoría de las mafias sí, al menos a la vista. Pero una vez que te metías en el negocio te dabas cuenta que las armas que Sky Dragon conseguía no tenían nada de legal y solo podían conseguirse en la deep web. No era necesario traficar drogas como la cocaína, Draghi se concentraba en sustancias ilegales que eran muy poco conocidas, incluso una vez debimos llevar un cargamento inusual: enfermedades. Enfermedades que no deberían existir, pero ahí estaban. Armas que no deberían comercializarse, pero eran reales.
Se pueden encontrar muchas cosas en la deep web. Pero la prostitución estaba prohibido, es lo primero que nos dejan en claro cuando entras a Draghi.
Y por cada cosa, se pagaba mucho dinero.
El lavado de dinero era sencillo y podía hacerse de muchas formas. Eso era lo que diferenciaba la mafia Draghi de cualquier otra, el jefe contaba con una empresa para el ojo público que no era más que una fachada para cubrir lo que hacía en la oscuridad.
Pero pese a todo lo que se estaba rumoreando en el bajo mundo de Chicago, la misión había salido perfecta, el encargo llegó con éxito y las ventas empezarían a surgir, lo que implicaba más dinero.
Perfecto, esa palabra describe todo. O eso creí.
Cuando al día siguiente nos citaron a todos, y con eso me refiero a aquellos que tienen un rango alto en la organización, para encontrarnos en el despacho del jefe un sentimiento de ansiedad me invadió y permaneció conmigo todo el día. Siempre nos reunimos en un club de la ciudad que, aunque nadie lo supiera a ciencia cierta, era un secreto a voces que el jefe era el dueño. Las reuniones allí no se modificaban, no cambiaban y no existían imprevistos de última hora.
Por eso no comprendía lo que hacíamos en el amplio y elegante despacho del jefe. Se encontraba en el último piso de una de las torres más altas e imponentes de toda la ciudad, el mismo lugar donde existía el negocio de la venta de autos importados de día, por el que todo el mundo conocía al jefe como Levi.
Estaba un poco, por no decir demasiado, impaciente ya que mi hermano no se encontraba. Y donde estuviera Levi estaba Matthews a su lado, como su mano derecha. Solo nos encontrábamos con Will y Jace, dos chicos de mi edad que se habían unido a la organización poco después que yo y, por lo que sabía, con una historia familiar parecida.
A veces parecía que Levi Salvatore jugaba de Robin Hood, alimentando a los pobres y marginales. Así se había hecho cargo de nosotros en un primer momento, lo mismo con Will y Jace, de seguro era la técnica que implementa con todos los que trabajaban bajo sus órdenes. Pero solo los de gran confianza podían reunirse cara a cara con él.
Como ahora. Que no comprendía de qué iba toda la reunión improvisada que, por si fuera poco, se estaba dando en silencio.
Abrí la boca para hablar pero sentí la mirada penetrante de ojos grises de Will a mi costado, desvié mi atención hacia él y lo encontré lanzándome una mirada de advertencia.
Otra regla: a Levi Salvatore no se le habla a menos que te de permiso.
Concentré mis ojos en la pintura que había a un costado, supuse que era de algún artista extranjero y raro, por los colores y las formas extrañas del dibujo. No era bueno en arte, definitivamente.
¿Por qué la gente con dinero adora tener pinturas tan horribles?
Pasé la vista por todo el lugar, el despacho era amplio, con una alfombra roja que abarcaba todo el piso, un amplio escritorio de madera de roble, una biblioteca con libros, una pequeña mesa donde Jace estaba sirviendo un vaso de whisky intentando hacer el menor ruido posible, un sofá rojo oscuro como el vino donde Will yacía desparramado con la vista fija en su móvil.
Todos parecían cómodos con el silencio pero a mi algo me estaba molestando. Y no solo se trataba de una reunión imprevista que se desarrollaba en silencio sino que el jefe no parecía... el jefe.
Es decir, jamás había visto a Levi Salvatore nervioso o alterado, y ahora parecía a punto de estallar por un ataque de ansiedad. Tenía los codos sobre el escritorio y la cara hundida en sus manos. Era extraño, siempre lo había visto serio, enojado e incluso feliz, lo cual era retorcido si pensamos que las veces en que lo había visto así era cuando llevaba las manos manchadas de rojo.
A veces me resultaba increíble que el tipo sea padre. No podía imaginarlo en otro aspecto que no sea la imagen de mafioso que daba y la reputación de asesino que le precedía.
El silencio se rompió gracias a la brusca entrada de mi hermano. Levi apartó el rostro de sus manos y abrió ampliamente los ojos en su dirección, todos nos pusimos en alerta.
Matthews hizo un leve gesto con su cabeza, como si le estuviera respondiendo que "no" a una pregunta silenciosa. Un músculo en la mandíbula del jefe se tensó y lo vi cerrar los puños para contener su reacción. Ya no era ansiedad lo que desprendía, sino furia. Una que jamás había visto en él.
Sus ojos, que eran de un verdoso brillante, se oscurecieron de repente y me pareció ver fuego en ellos, su iris resplandecía como lava.
—Matthews...
—No tenemos señales de ella —dijo mi hermano con rapidez.
¿Ella...?
—¿¡Cómo es posible!? —el golpe que dio sobre el escritorio retumbó por todo el despacho, el jefe tenía una voz profunda y ronca, por lo general no dejaba entrever muchas emociones pero ahora parecía cargada de ira—. ¿¡Dónde demonios puede estar!?
Quien sea que era ella, si no aparecía estaba claro que correría sangre.
No ponía en duda la determinación de su voz o la mirada de Levi, estaba más que claro que esto era mucho más importante que un cargamento de armas.
—Cambio de planes —sentenció con voz dura y nos dirigió una mirada cargada de furia—. Ustedes la buscarán en los lugares que suele frecuentar y tú —dijo dirigiéndose a mi hermano—. Revisarás cada maldito rincón de Chicago y dejarás en claro que si alguien se atrevió a tocarla no vivirá otro día más para ver la luz del sol —Matthews asintió y volvió a vernos a todos una vez más—. Si no aparece, será mejor que no regresen porque yo mismo me encargaré de ustedes ¿entendieron?
Dijo la pregunta entre dientes, con un tono bajo y filoso. Dejando en claro que esto no era cualquier misión, esto era diferente.
Y el problema era que no tenía idea de a quién demonios teníamos que buscar.
Unas voces en el pasillo fuera del despacho hizo que todos llevemos la vista hacia la puerta pero nadie reaccionó. Por el rabillo del ojo vi a mi hermano tensarse al escuchar la pelea de una mujer con quien sabía era un guardia de seguridad. Intenté agudizar mi oído para identificar la voz pero un segundo guardia se sumó a la pelea.
Antes de que alguien pudiera reaccionar la puerta del despacho se abrió de par en par y tragué saliva.
O me había despertado en una realidad alternativa o aún seguía soñando. Porque lo que veían mis ojos no tenía sentido alguno.
Maddox caminó hecha una furia hacia el escritorio y apoyó sus manos sobre este inclinando solo un poco su cuerpo.
—¿De verdad organizaste un maldito operativo para buscarme? ¿¡Pero qué clase de mafioso eres!?
—¿¡Donde demonios estabas!?
—¿¡Hiciste todo este maldito escándalo porqué no respondía el teléfono!?
Había visto a la última persona que le había gritado a Levi Salvatore, también había visto como era asesinado a sangre fría por él mismo solo un segundo después.
Por eso no comprendía absolutamente nada de lo que ocurría.
—¿¡Y qué demonios esperabas que hiciera...!?
—¡No me grites, Levi!
Maddox, alias la rubia ordinaria que pasaba desapercibido en clase, irradiaba furia por cada poro de su piel y le dedicó una mirada afilada al hombre más temido de Chicago. Al menos eso supuse, porque solo eso bastó para que el jefe volviera a sentarse y la mirara más relajado. Incluso algo nervioso por la furia de ella.
Tragué saliva.
¿Así que ella podía gritarle sin salir herida? ¿Pero quién demonios era?
Mi cabeza comenzó a atar cabos de forma rápida, tanto que me sentí mareado y una posibilidad se abrió paso en mí como un rayo de sol en un día nublado. ¿Maddox era...?
No, no podía serlo.
Aparté la vista de la escena para ver a Jace y Will, ambos observaban divertidos y con una mezcla de curiosidad y fascinación. Nosotros no conocíamos a nadie de la familia Salvatore. Y Maddox no llevaba ese apellido, estaba muy seguro.
Pero me bastó mirar a mi hermano para darme cuenta, porque no le sacaba los ojos de encima y la miraba con un brillo que no pasó desapercibido. En su mirada había un deje de alivio pero también de enojo, molestia.
Y yo seguía sin comprender nada.
—¿Dónde estabas? —la voz de mi hermano era fría.
—Entrenando —Maddox lo dijo como si fuera una obviedad— ¿Dónde se supone que estaría? Tengo una agenda muy bien controlada, ¿verdad? —eso último lo dijo con un deje de frustración y los ojos clavados en Levi pero este se limitó a fruncir el ceño.
—Pero tú entrenas lunes y miércoles ¿hiciste un cambio sin informarme antes?
—¡No! ¡Fuiste tú! —escuché como suspiraba—. La edad te está afectando, Levi.
La mirada del jefe habría hecho temblar a cualquiera pero la rubia se limitó a reírse.
Se estaba riendo.
En la cara del mafioso más temido de Chicago.
—Espera un momento... ¿por eso ayer saliste de clases para ir directo a casa? —la rubia asintió—. Pero yo no hice ninguna modificación...
—Tu teléfono, ahora —Maddox acató la orden de mi hermano sin rechistar, Matthews lo tomó con rapidez y se acercó a Will—. ¿Puedes revisarlo? —el castaño asintió sin dudar, aun con su sonrisa de fascinación y sin apartar los ojos de la rubia. Sentí una punzada de molestia en el pecho—. Si solo se modificó tu agenda es probable que alguien haya hackeado tu móvil y...
La rubia suspiró mientras se daba vuelta.
—¿Ahora no tendré móvil hasta...?
Mi hermano puso los ojos en blanco.
—Te conseguiré otro, no llores.
La forma tan natural con la que se trataban era... extraño.
Y molesto. No estaba seguro de por qué. Pero me molestaba.
Mi hermano gruñía todo el tiempo, no hablaba, solo gruñía y tenía cara de pocos amigos pero con Maddox hablaba incluso con un cierto deje de diversión. Y la rubia le sonrió, de forma leve pero lo hizo.
A mi jamás me sonreía.
—Entonces, ¿tú eres...?
Will se acercó a Maddox y ella alzó una ceja pero fue Levi quien habló.
—Les presento a Maddox Salvatore —la voz del jefe destilaba orgullo—. Mi hija y futura heredera de la mafia. Más conocida como Red Dragon.
Todos la observamos sin pestañear y el parecido con Levi no me pasó desapercibido, era obvio que era su hija.
Tenía el mismo brillo y la misma determinación en sus ojos.
Tragué saliva al darme cuenta de una cosa.
Había tratado de princesa malcriada a la hija del jefe.
No había empezado con el pie izquierdo con cualquier chica, no, para nada. Maddox no era cualquier chica. Ella no era ordinaria en lo absoluto.
Era la futura heredera de la mafia y mi jefa.
Y la odiaba.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro