Capítulo 43 | Cuerpo a cuerpo
𝑴𝒂𝒅𝒅𝒐𝒙
Tenía doce años la primera vez que entré a un campo de tiro, cuando sostuve el arma que mi padre me había obsequiado por mi cumpleaños un año atrás. Una Mossberg negra que entraba perfecta en mi mano, ahora, cuando tenía doce años me quedaba algo grande pero Levi me enseñó a sostenerla.
Para ese entonces ya hablaba perfectamente tres idiomas, tomaba clases de artes marciales y sabía todo sobre las diferentes armas. Desde pistolas pequeñas hasta las más letales que podría ver alguna vez, nunca debí usar otra que no fuera mi Mossberg pero aún así Levi me explicó las diferencias, como se cargaban cada una, como se usaban, la fuerza que debía tener para usarlas y las partes que las componen.
Ahora todos nos encontrábamos en el mismo campo de tiro en el que me había enseñado a disparar, el dueño era amigo de Levi y estaba a las afueras por lo que nadie podía escucharnos practicar cargar y descargar una M16.
—No puedo creer que sepas usar una —la voz de Jace se cuela por mi oído mientras cargo el arma y apunto al blanco frente a mí—. Es increíble.
—¿Solo los hijos de militares pueden saber usar una?
Casi lo puedo sentir poniendo los ojos en blanco a mi espalda y sonrío antes de presionar el gatillo. La M16 es conocida por ser letal y fue de gran importancia en las guerrillas, tiene un largo alcance y descarga treinta balas por minuto. Dependiendo del cartucho, en realidad.
Siento la presión y la fuerza correr por mis brazos desde mis manos, hago uso de toda mi estabilidad y concentración para pasar de un blanco a otro y los derribo con una rapidez increíble gracias al arma. Cuando termino respiro unos segundos y permanezco quieta antes de hacerla a un lado.
Aún no habíamos tenido novedades de Will y a todos nos ponía los nervios de punta.
Mientras Levi se encarga de otros asuntos que ocupan a la empresa, Will permanece en las instalaciones del edificio del centro, ya que ahí cuenta con una oficina equipada con todo el sistema de software que necesita. Mientras tanto, Matthews, Jace y yo estamos en el campo de tiro, junto a otros hombres que trabajan para mi padre.
La idea de hoy es entrenar, prepararnos para el ataque inminente que llegará de una forma u otra: o bien aparece la alarma que nos indica la ubicación de South, cómo decidimos llamar al hombre encargado de torturarme y jefe de la mafia que le da el nombre, o bien recibimos un ataque directo.
El secuestrarme fue el primer paso, no debemos dudar que pueden atacarnos.
Para cualquier cosa debemos estar preparados. Y luego del viaje a Nueva York, tras hablar con Matthews y que él me hiciera ver lo mal preparada que estoy para las misiones reales, decidí que entrenaría hasta que llegue el momento de actuar.
Pero lo que más me extrañaba de todo esto era que Max no estuviera por ningún lado, descarté preguntarle a mi padre porque algo me decía que él sabía mucho menos que yo. Cuando intenté preguntarle a Max me dijo que hablara con su hermano, pero me aterraba romper la frágil relación que ahora tenía con Matthews.
Desde que regresé me trata diferente, como si el enojo y la molestia que había sentido antes, cuando supo que salía con Max, se hubiera desvanecido en cuanto pasó lo del secuestro. Tiene sentido ya que lo único importante en aquel momento era encontrarme con vida, poco importaba su enojo, pero ahora parecía haberse olvidado de aquello.
Lo que solo indicaba una cosa: asumió que ya no salía con Max.
Trague saliva. No le estaba mintiendo, en realidad no era una conversación que hayamos compartido pero no estaba bien que lo deje asumir aquello. Aunque mi relación con su hermano no se encontraba en el mejor momento, seguíamos juntos. Desde hace una semana se cuela a mi habitación para dormir conmigo, y aunque aún no hemos podido tener un momento de intimidad, me siento cada vez más tranquila a su lado.
—¿Sabes que es una granada lo que tienes en tu mano verdad?
Parpadeo volviendo a la realidad de repente, miro a Jace, que me mira con una mueca en los labios y miro mi mano, mis dedos envuelven una granada sin desarmar y expulso todo el aire en mis pulmones de forma lenta.
—Lo siento, me distraje —murmuro en voz baja volviendo a depositar la granada en la mesa donde hay más armas de todo tipo. Un par de cuchillos con forma de medialuna llaman mi atención.
—No puedes estar distraída en esto, Maddox.
Pongo los ojos en blanco.
—Suenas igual que Levi —y que Matthews, pero eso no lo digo.
Él suspira, o mejor dicho exhala un bufido que tiene un deje de impaciencia.
—Estás mirando a Matthews pero piensas en Max ¿cierto?
Evito mirarlo mientras camino por el contorno de la mesa, dejo que mi mano libre toque el relieve de cada artefacto que se encuentra en la superficie. Voy despacio, lento, en dirección al par de cuchillas que vi.
—¿Dónde está? —no soporto no hacer la pregunta que me carcome por dentro— ¿Por qué no está aquí?
Él suspira de nuevo, pero esta vez lo noto incómodo.
—Esa curiosidad tuya no te llevará por buen camino.
—Prefiero eso a permanecer en la ignorancia.
—A veces es la ignorancia lo que nos mantiene a salvo.
Detengo mis pasos, la palma de mi mano sobre las cuchillas pero no la tocan, está flotando, suspendida en el aire como si se negara a tomarlas. Aparto la vista y miro a Jace quien cierra los ojos de inmediato y deja escapar una maldición en voz baja.
—No quise decirlo así, Maddox...
—No te disculpes —lo interrumpo—. ¿No me dirás por qué no está aquí?
—Matthews no quiere que esté aquí, por lo que pasó —arrugo la frente confundida—. Desconfía de él.
Sin pensarlo tomo las cuchillas y me doy la vuelta en dirección a Matthews. Está concentrado en una AR15 y se que es su arma favorita, me detengo a observarlo por unos segundos: no lleva su ropa elegante y de vestir. En el campo de tiro luce más como el hombre que trabaja para mi padre: vestido de negro y con ropa deportiva que le da cierta comodidad. El resto del tiempo luce más como un consigliere, como la mano derecha del Don. Elegante y fino.
Continúo mi camino hasta que llegue a su lado, él no despega sus ojos del arma y parece sin ánimos de hacerlo, pero tomo un cuchillo de mano sobre la mesa frente a él y empujo el mango de este sobre su pecho.
—Cuerpo a cuerpo.
Digo antes de alejarme, atravieso un pequeño pasillo que da a otra sala de cuatro paredes transparentes y colchonetas esparcidas en el piso, se que Jace puede vernos pero se mantiene indiferente a la situación. Matthews me sigue a regañadientes pero lo hace.
—No necesitas practicar, eres buena peleando cuerpo a cuerpo.
Se que lo dice de verdad pero aun así, es la única forma de lograr hablar con él sin que me ignore.
—Lo se, pero quiero algo de adrenalina.
Alza una ceja y la esquina de su boca se encrespa en una sonrisa traviesa, contengo la respiración un segundo al notar sus ojos brillantes sobre mí. Pero así como aparece la sonrisa se evapora hasta desvanecer, dejando solo un fantasma de ella que me da entender que podría no haber estado ahí nunca.
Hablamos de Matthews, después de todo, no es muy bueno en el arte de sonreír.
Se coloca en posición frente a mi y por un momento tengo un deja vu con el combate en el ring que compartimos con Max, pero este desaparece y deja lugar al presente. Matthews se acerca pero soy yo quien lanza el primer golpe, él lo esquiva y así nos dejamos llevar por una danza sincronizada en el que yo ataco y él esquiva, el tiene una posición de defensa en la que ni siquiera necesita esforzarse.
Hasta que me harto y decido que ya no es divertido, me acerco y como él sabe que solo doy golpes superficiales me permite acortar la distancia, quizás demasiado si yo fuera un oponente real capaz de lastimarlo, pero como el cree que no lo soy deja que me acerque. Simulo que estoy a punto de atacar con una de mis cuchillas hacia su pecho, pero con un rápido movimiento de mi pie izquierdo él termina en el suelo.
El choque de su espalda con la colchoneta hace un ruido seco, por un momento temo haberle hecho daño pero se incorpora sobre sus codos y me mira con un deje de cansancio y diversión en la mirada. Me arrodillo frente a él y coloco la hoja filosa de la cuchilla sobre su cuello, acaricio su piel rasposa por la barba hasta dar con su nuez de adán y provoco que eleve el mentón hacia mi, noto como todo su cuerpo se tensa de repente y pasa saliva con dificultad.
No se lo que es, pero el que se sienta amenazado por mi provoca algo en él que difiere mucho del miedo.
—Maddox, si quieres adrenalina hay otras formas de experimentarla —susurra—. No debemos perder el tiempo así.
Presiono los labios en una fina línea, me está provocando. Lo sé. Lo conozco, pero aún así no puedo controlar mi impulsividad y digo lo primero que se viene a mi cabeza.
—Lo sé, quizás deba pedirle a tu hermano que me enseñe a experimentarla.
A la mierda el ir despacio y poder conversar con él.
Sus ojos se oscurecen, pasan del chocolate fundido al negro ónix. Son un cielo oscuro sin un estrella hasta que luego se encienden, hay llamas en el fondo de ellos y puedo ver un musculo tensarse en su mandíbula.
—No —dice con voz ronca y seria.
Es lo único que dice y no necesito más palabras porque sé exactamente a que se refiere. No necesita aclarar qué quiere decir con su rotunda negativa, yo lo sé, y cualquiera que lo escuche se podría dar una idea también. Pero lo ignoro y aparto la cuchilla de su piel, intento poner distancia e incorporarme pero él no lo permite, en un rápido movimiento tira de mi cuerpo hacia abajo, acabo contra la colchoneta, con su cuerpo encima del mío.
Cuando intento moverme siento la hoja filosa de su cuchilla colocarse en mi cuello, en el punto exacto en el que puede notar mi pulso acelerado.
Cierro los ojos intentando recuperar el aliento y la calma, pero su cuerpo tan cerca y encima del mío no ayuda.
No se porqué, pero en ese momento la voz de Sullivan se hace presente en mi cabeza: el oso de tu guardaespaldas.
Sullivan dijo muchas estupideces esa noche pero en eso tuvo razón: Matthews es enorme. Todo su cuerpo y figura se alzan sobre mí, para cualquiera a la distancia mi cuerpo podría pasar desapercibido. Escondido bajo el suyo.
Trago saliva.
Pienso que Jace puede estar viendo y confundir las cosas pero mi mente es un desastre de emociones y no intento apartarme, algo denso se instala en el ambiente a nuestro alrededor.
Sus ojos brillan de furia.
—No —vuelve a repetir, esta vez más cerca de mi rostro. Su aliento cálido me hace cosquillas y me remuevo pero es peor porque ahora siento como su cuerpo toca el mío, solo un poco. Pero sus piel toca mis curvas, encajando de una forma extraña y que no se siente del todo mal—. No, dime que no están juntos.
Su tono de voz no da lugar a réplica.
—Sí, estoy con él —digo en voz baja, noto la cuchilla presionar sobre mi piel y trago saliva. Matthews no me haría daño pero a decir verdad, no lo había visto así de molesto antes. O quizás sí, cuando supo de lo mío con su hermano—. No tengo idea por qué desconfías de él pero debes dejar esa estupidez de lado.
—¿Tú no desconfías de él? —pregunta con un deje de ironía y niega lentamente—. Te creí más inteligente.
Intento apartarlo pero con su mano libre toma mis muñecas, ambas, las envuelve con sus dedos fuertes y las pasa por encima de mi cabeza. Lo siguiente que siento es de nuevo el filo del cuchillo apretando mi piel.
—Matthews...
—¿Por qué, Maddox? ¿Por qué le crees? —su voz es tan filosa como el cuchillo con el que me amenaza— ¿Qué es lo que te ofrece a cambio? ¿Seguridad? ¿Amor? Por favor, eres más inteligente que eso.
—Quizás no me conoces bien.
—El problema es que sí te conozco bien, te conozco mejor que nadie —se inclina más cerca—. Y tú ni siquiera lo conoces ¿Te dijo cómo supo dónde encontrarte? Porque se negó a decírnoslo.
—Si, me lo dijo...
—¿Qué historia se inventó?
—Eres un idiota —digo en voz baja.
El presiona un poco más el filo del cuchillo y cierro los ojos con fuerza, intento recobrar la compostura. Matthews ni siquiera se está esforzando por mantenerme encerrada, lo sé, sé que de hacer un poco de fuerza puedo apartarlo de mí. Sacarlo de encima.
Pero algo en mi interior no quiere ceder, algo en mi interior hace que mi cuerpo actúe de otra forma. En lugar de apartarlo, quiero permanecer debajo suyo y se que está mal.
Porque no es correcto. Porque él es Matthews y yo salgo con su hermano. Pero en la última persona en la que pienso ahora, cuando lo tengo a centímetros de mi rostro, es en Max. Mi piel se eriza por completo, una especie de calor sube por mi cuello hasta mis mejillas y, contra todo pronóstico, me siento demasiado afectada. Empiezo a pensar que su cuerpo no encaja de forma perfecta encima del mío, pero encaja de una forma que me gusta y me pregunto si siempre fue así.
Está mal. Completamente mal. Por donde se lo mire. No solo salgo con su hermano, sino que es Matthews.
Pero siento algo. Siento cosas y eso me emociona y me aterra al mismo tiempo. Porque entonces no soy una cáscara vacía, pero no debería estar sintiendo cosas así por él.
Separo los labios para dejar escapar el aire acumulado en mis pulmones y sus ojos van directo a mi boca, se relame el labio inferior de forma inconsciente y, quizás es parte de mi estúpida imaginación, pero siento como se deja caer más sobre mi cuerpo, de forma suave e imperceptible.
Estamos dentro de una burbuja alejada del resto, una burbuja prohibida.
Hasta que se rompe.
—Espero que exista una muy buena explicación.
Matthews se aleja de forma rápida, con movimientos elegantes y tranquilos, mira a mi padre con una máscara de hielo que nada siente, que nada le afecta, y yo con esfuerzo puedo respirar.
Mis neuronas, adormecidas por el momento compartido, luchan en mi mente para unirse y recibir las órdenes de mi cerebro. Me incorporo, fingiendo que todo está bien y que no acaba de ocurrir algo sospechoso.
Que no me encuentro alterada y afectada por el hombre del que no debería sentir absolutamente nada.
—Estábamos practicando —digo en voz baja sin mirar a mi costado, viendo directo a los ojos de mi padre.
Él asiente.
—El entrenamiento ha terminado —dice antes de darse la vuelta y caminar hacia la salida—. Debemos irnos, hay noticias.
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