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Capítulo 4 | Primeras impresiones

𝑴𝒂𝒙

Mis padres solían decir que las primeras impresiones son muy importantes, de eso depende la imagen que tengan de nosotros. Y si les damos una imagen insegura, es muy probable que el otro no nos respete. Me gustaba crear una buena impresión y asegurarme con ello una posición frente a la otra persona y por lo general era muy bueno haciéndolo, así había conseguido un trabajo excelente y planeaba conservarlo a toda costa.

Por eso no podía decir que no cuando mi hermano me llamaba con una misión nueva, aunque en ocasiones sea en el mismo horario en que me encontraba en la universidad.

Por lo general las misiones se llevaban a cabo durante la noche pero esa mañana me había llamado temprano diciendo que necesitaba mi ayuda con algo importante, sabía que si Matthews pedía ayuda era porque de verdad la necesitaba, si algo lo caracterizaba era que se podía encargar de cualquier cosa solo, sin ayuda. Por eso cuando me llamaba de esta forma no podía decirle que no.

Eso y el hecho de que a Sky Dragon nadie le dice que no.

Así que poco importaba que era el inicio de clases y debía obtener una buena calificación en Teoría del Delito porque el semestre anterior completé la mitad de los trabajos que exigían, sí quería finalizar este año de buena manera tenía que estar mucho más presente.

Y ya estaba iniciando mal.

En realidad, no me interesaba mucho la Universidad, me gustaba mi trabajo y no me importaba mancharme las manos de vez en cuando. Si estudiaba Criminología era únicamente para tener contento a mi hermano mayor, que siempre decía que la última voluntad de nuestros padres era que tuviera un buen futuro. Jamás estuvo en los planes de ellos que trabajáramos codo a codo para uno de los mafiosos más importantes de Chicago, pero en ello estábamos y no me quejaba.

Salvo ahora, que llegaba tarde a la primera clase y tenía que toparme de lleno con una rubia que no había salido de mi cabeza en todo el fin de semana.

Observé a Maddox mientras escogía uno de los últimos asientos a la par de que caminaba en dirección hacia donde James estaba sentado. Me sacaba de quicio que fingiera ser tan ordinaria, no era una chica común y corriente, era una maldita princesa que vivía en un maldito castillo, o en una maldita mansión, para ser más preciso.

No había nada que me enojara más que intentara pasar desapercibida. Como si fuera posible para alguien como ella, como si ningún idiota no se le quedara viendo, como si su cabello rubio ceniza no fuera llamativo o sus ojos no te hipnotizaran al verla.

Maddox llamaba la atención, no me parecía atractiva pero si llamaba mi atención y la de cualquiera con ojos. Por eso me molestaba que se esforzara por fingir ser diferente. Era una niña mimada más que buscaba la atención de sus padres. Y fingía.

Era algo que detestaba.

—¿Sabes? Para alguien a quien no le interesa ella en lo más mínimo, la miras demasiado —las palabras de mi amigo me trajeron de vuelta a la realidad y lo fulminé con la mirada. James sonrió de costado y apartó la vista un segundo para verla pero luego regresó a mi rostro— ¿Por qué no la invitas a salir y ya?

Lo miré horrorizado.

—Porque no me interesa en lo absoluto.

—Sí, claro —murmuró.

—Tampoco es mi tipo —aclaré.

—Entiendo.

—Además ¿Quién se llama Maddox? Es decir, ¿ese siquiera es un nombre o...?

—Max, ¿por qué no la invitas a salir así tu mal humor desaparece de una vez?

Le di una patada en su espinilla y contuvo el grito de dolor por que la profesora estaba hablando.

—Puedes pegarme todo lo que quieras —susurró cerca de mí—. Pero llevas días de mal humor y sin poder dejar de verla.

Gruñí por lo bajo en señal de advertencia, no había ninguna posibilidad de que algo como eso ocurriera. Si me quedaba viéndola a veces era porque me resultaba exasperante que intentara ocultarse bajo esa típica aura de chica ordinaria.

No me interesaba en absoluto.

—¿No te cansas de negar lo evidente?

—No tengo idea de que hablas —murmuré sin apartar la vista del frente, aunque no estuviera prestando atención a lo que la profesora decía.

James dejó escapar una suave risa.

—No podías apartar la vista de la rubia en la fiesta y cuando otro tipo apareció para bailar con ella te enojaste tanto que te fuiste —dijo con sorna.

Le lancé una mirada de advertencia.

—Me fui de esa fiesta porque era aburrida —dije entre dientes.

—Y luego volviste para asegurarte de que llegara bien a casa —me recordó en voz baja— ¿Eso también fue por qué no te interesa en lo más mínimo?

—Penny no dejaba de molestarme...

—Ella te envió un solo mensaje. Solo uno. —vi por el rabillo del ojo con sonreía triunfal—. Créeme, tenía las manos muy ocupadas. Así que si volviste fue por ella...

—Eres un...

—Al parecer Max Hardaway y James Crim tienen mucho que decir sobre la clase, ¿cierto? —la voz cortante y seca de nuestra profesora hizo que todo el salón fijase la atención en nosotros y maldije a mi amigo mentalmente— ¿Es algo que quieran compartir con el resto de la clase?

Presioné los labios en una fina línea, no me gusta participar en clases, no me gustaba ser el centro de atención tampoco y ahora tenía todas las miradas sobre mí. Por eso no debió extrañarme sentir la mirada de una rubia sobre mi perfil pero todo mi cuerpo reaccionó por tener su atención puesta en mí y sentí mis brazos tensarse.

Maddox jamás apartaba la vista de sus libros y ahora me miraba, podía sentir sus ojos claros, una mezcla de turquesa y verde agua, sobre mí.

Tragué saliva mientras intentaba ordenar mis ideas para poder hablar pero fue mi amigo quien nos salvó a los dos.

—Le decía a Max que para este trabajo sería mejor que nos separemos y formemos equipos de trabajo diferentes, puesto que siempre lo hacemos juntos.

La sonrisa de mi mejor amigo pareció relajar a la profesora que sonrió satisfecha, me dio gracia que de verdad creyera esa mentira hasta que James continuó hablando y fue en ese momento que quise estrangularlo, de verdad que sí.

—Max estaba diciendo que le gustaría formar equipo con Maddox —no hizo falta que me girara a verla, podía imaginarla con el ceño fruncido y una expresión de confusión. Yo estaba igual, peor de hecho.

—Oh, eso sería grandioso —dijo con alegría la Sra. Martins.

Le dediqué una mirada cargada de furia y enojo a James, quien se limitó a guiñar un ojo y susurrar sobre mi hombro.

—Luego me agradeces, ya verás el favor que te estoy haciendo.

Iba a agradecerle, claro que sí. Con un puñetazo.

El resto de la clase transcurrió con normalidad, si pensamos que el hecho de que mi pierna derecha no podía dejar de moverse por la ansiedad era algo totalmente normal, pero lo cierto era que estaba nervioso.

Primero, porque de verdad tenía que hacer un estúpido trabajo y de ello dependía que conservara la fachada de estudiante sin un trabajo un tanto ilegal.

Segundo, porque no tenía tiempo para preocuparme en más cosas que no sea la misión que tendría lugar esa misma noche. Todo el equipo estaba nervioso, a excepción de mi hermano que nada parecía inmutarlo en lo más mínimo, porque debíamos cumplir con lo acordado. Nadie quería ver al jefe enojado, no era conocido por ser alguien pacifico exactamente.

Y tercero, pero no menos importante, debía hacer un estúpido trabajo con Maddox. La misma chica a la que me había encargado de tratar mal desde el primer momento y a la cual no soportaba por más de un segundo.

Como decían mis padres, las primeras impresiones son muy importantes y con ella había iniciado con el pie izquierdo, por decirlo de alguna manera, así que si quería que todo esto saliera bien debía tragarme mi orgullo y acercarme con mi mejor sonrisa. No la soportaba, pero podía fingir con tal de que el plan que se formulaba en mi cabeza saliera a la perfección.

Intentarlo al menos.

Cuando la profesora dio por finalizada la clase me apresuré a salir sin detenerme a esperar a James, Maddox fue la primera en abandonar el salón, como siempre incluso desaparecía antes de que la profesora terminase de hablar. Por lo que recorrí todo el campus de la universidad con la esperanza de encontrarla sin problemas. Cuando la vi, no pude evitar sonreír.

Y la sonrisa se borró al darme cuenta que no estaba sola, sino con el mismo idiota de la fiesta.

Esperé un momento con la esperanza de que el idiota se alejara, pero parecía muy a gusto conversando con ella. No pude evitar que mis ojos se desviaran hacia su atuendo, esta vez llevaba una sudadera amplia negra con una estampa blanca por el frente, sus piernas estaban al descubierto salvo por sus medias altas, negras y con dos franjas blancas, haciendo juego con su calzado en los mismos tonos.

Llevaba el cabello rubio recogido en un moño desprolijo, algunos mechones caían adornando su rostro y sus ojos, de un color tan raro que aun me costaba descifrar, brillaban con intensidad.

¿Cómo podía pensar que pasaba desapercibida?

Sacudí mi cabeza intentando apartar esos pensamientos, que me haya quedado observándola a la distancia no quiere decir nada. Me acerqué con paso decidido, ella tenía su espalda sobre los casilleros y el imbécil una mano sobre estos a la altura de su hombro por lo que su cuerpo quedaba levemente inclinado hacia el de ella.

Por supuesto me acerqué de la manera más normal e interrumpí su charla con amabilidad.

—Tenemos que hablar.

La rubia me observó con una ceja alzada, una expresión que dejaba en claro que si yo no la soportaba, ella a mi mucho menos. Pero le resté importancia.

—Está algo ocupada, amigo.

Aparté la vista de sus ojos para ver al imbécil por una fracción de segundos.

—No soy tu amigo —dije entre dientes y volví a verla—. Tenemos que hablar —repetí mis palabras de forma lenta y con una sonrisa que de simpática no tenía nada.

La comisura de su boca se elevó, de forma imperceptible, hacia arriba pero ese gesto no pasó desapercibido.

—Max, ¿cierto? —otra vez el imbécil—. Soy Luc, quizás deberías...

Me di la vuelta para enfrentarlo y enderezó la espalda, abrió los ojos a la espera de mis palabras ya que le lancé mi mejor cara de pocos amigos.

—No me interesa quien seas —zanjé—. Me harías un favor si desaparecieras, así puedo hablar con Maddox.

Una arruga se formó en su frente y sus ojos buscaron los de la rubia, no me hizo falta verla, sabía que le hizo señas para que se alejara y eso fue exactamente lo que hizo.

Sonreí triunfal antes de girarme hacia ella y cuando lo hice la rubia se estaba alejando.

¿En serio tenía que hacer todo tan complicado?

Maldita malcriada.

—Tenemos que hablar, Maddox.

—Sí, eso dijiste —dijo con pesadez sin girarse a verme, sin interrumpir sus pasos ¿en serio creía que iba a seguirla como un perro por la universidad?

Me calmé y respiré hondo. Eso tenía que hacer si quería que esto saliera bien.

Así que la seguí.

—¿Entonces...?

—Tengo clases, supongo que puedes hablar mientras caminas así que te escucho —sus ojos buscaron los míos pero los apartó con rapidez—. A menos que tus neuronas no hagan sinapsis y no puedas hacer dos cosas a la vez.

Respira Max, no puedes ahorcarla. Aún no, al menos.

Me aclaré la garganta antes de hablar.

—Con respecto al trabajo que debemos hacer...

—¿Debemos?

Detuve mis pasos porque ella se giró de forma brusca, era solo un poco más baja que yo, lo suficiente para tener que bajar un poco la cabeza para verla de cerca y cuando lo hice noté algo que jamás había visto: tenía pecas.

Pero era extraño, solo en la mitad de la cara. Del lado derecho, la mitad de su nariz y parte de sus mejillas estaban cubiertas por unas pecas apenas perceptibles. No podía apartar la vista aunque quisiera. No supe cuanto tiempo pasé mirándola así pero debe haber sido demasiado porque ella carraspeó para llamar mi atención.

—Así que de verdad tus neuronas no hacen sinapsis —susurró.

La fulminé con la mirada.

—Escucha, sé que no me soportas pero ya escuchaste a la Sra. Martins, debemos entregar un trabajo y hacerlo juntos.

Asintió lentamente, dándome a entender que comprendía.

—Entiendo, pero no me interesa —¿qué?—. Siempre hago mis trabajos sola, no planeo cambiar eso ahora.

Y se dio la vuelta dejándome con un par de insultos atragantados. 

Debí haberme dado la vuelta, girar y retomar mis pasos hacia la salida. Tenía que prepararme para una misión y no podía lidiar con los aires de grandeza de una niña malcriada. Tal como ella dijo: no le interesa. Así que lo mejor sería hacer el trabajo luego... Pero ¿En que momento lo haría?

Me tragué el orgullo y... no lo pensé demasiado.

La seguí y la tomé del brazo para llevarla a un lado, entramos a una sala vacía sin estudiantes ni profesores y una vez solos, la acorralé contra una pared.

—¿Qué estás...?

—Escúchame bien, malcriada —me le acerqué un poco—. No te soporto y no me soportas, quizás es lo único que tengamos en común pero no planeo reprobar. Así que debes hacer ese trabajo.

Me lanzó una mirada cargada de furia. El salón no estaba iluminado pero algunos rayos de sol se filtraban por las ventanas así que podía ver bien sus ojos brillar y de forma inconsciente bajé la vista hacia sus labios.

—¿Debo hacer? —remarcó cada palabra y quise darme una bofetada mental por las palabras que utilicé, pero hey, no era mi culpa que esta chiquilla me sacara de quicio.

Tomé una bocanada de aire y relajé mi expresión, me acerqué solo un poco e intenté dedicarle una sonrisa, que terminó siendo una mueca.

—Por lo general no tengo problemas para trabajar en equipo, y no me molestaría tener que hacer un trabajo contigo pero estoy muy... complicado.

Alzó una ceja.

—¿Complicado?

—Sí —me detuve unos segundos intentando ordenar mis ideas y eligiendo las palabras adecuadas para no revelar demasiado—, tengo un trabajo luego de la universidad. Es nocturno y suelo terminar muy tarde, no tendré tiempo para concentrarme pero si tú puedes hacerlo por los dos quedaría en deuda contigo y créeme, siempre cumplo con mi palabra.

Esperaba que con esa estúpida explicación lograra hacerle entender que no podía concentrarme en un estúpido trabajo universitario cuando tenía una misión que involucra un cargamento de armas. Pero claro, no podía decirle eso a ella. A nadie en realidad.

Me observó por unos segundos que me parecieron eternos, quizás buscando en mi rostro algún indicio de que le estaba mintiendo pero luego terminó por asentir y relajó la expresión.

Lo que me llevó a soltar el aire que contenía en mis pulmones, bajé la vista y fue ahí que me di cuenta lo cerca que estábamos, mi mano aún seguía sobre su brazo. Ella siguió mis ojos y la solté de inmediato.

—Entiendo —dijo por fin.

Alcé la vista hacia ella, no bromeaba y no parecía a punto de discutir. Simplemente asentía despacio dándome a entender que comprendía lo que le decía y estaba de acuerdo.

—¿De verdad? —murmuré.

—Sí, comprendo lo que dices —dijo con la voz baja, como un susurro.

No pude evitar relajarme.

¿En serio lo había logrado? ¿Luego de tratarla de princesa mimada y malcriada?

Debía felicitarme.

—Te lo agradezco, en serio —suspiré—. Y estaré en deuda contigo, de verdad.

Volvió a asentir y se acercó un paso mientras observaba mi brazo, noté que no apartó la vista de mi tatuaje de serpiente. Tragué saliva porque por lo general nadie le daba importancia, llevaba muchos tatuajes así que todos creían que era algo simple y ya pero la realidad era diferente, tenía un peso muy importante. Para mi y mi hermano. Y por alguna extraña razón, Maddox lo observaba atentamente, como si quisiera descifrarlo.

Mi respiración se volvió superficial.

Todo mi cuerpo se tensó cuando la vi acercar su mano y por un instante pensé que quería tocarlo, me sorprendió lo mucho que yo quería que lo hiciera.

Pero no lo hizo. Se limitó a empujarme con una fuerza que para alguien de su estatura y complexión física no debería ser posible, la miré sin comprender por qué tuvo esa reacción pero ella se dio la vuelta para abrir la puerta y me dejó con un cúmulo de sensaciones extrañas.

Negué con un movimiento de cabeza. Eso no importaba ahora.

Lo único importante era la misión. Y eso debía salir más que bien.

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