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Capítulo 33 | Torturas

𝑴𝒂𝒅𝒅𝒐𝒙

Abro los ojos en cuanto el primer rayo del sol se filtra por la pequeña ventana.

Observo todo el lugar con detenimiento y reparo que en un rincón junto a la puerta hay una bandeja con comida y un vaso de agua. Mi estómago ruge pero me contengo, precavida sigo mirando todo el lugar, esperando que una figura desconocida salga entre las sombras y me asesine. Permanezco lo que parece una hora pero no podría afirmarlo con seguridad.

Dejo que mis pulmones se llenen de aire e intento regular los latidos de mi corazón. Necesito estar tranquila para idear un plan, sé que Levi esta buscándome pero no tengo idea de quién puede tenerme por tanto tampoco puedo saber cuanto tardara en dar con mi ubicación, pero mantengo la esperanza de que será pronto.

Jamás estuve en una situación igual pero recuerdo los simulacros que hacíamos cuando era niña y mi padre fingía que era un juego. Recuerdo que solía decir que lo más importante era dimensionar el lugar donde me encontraba, no importa que tan difícil pueda parecer escapar, si hay una forma de entrar entonces hay una forma de salir.

—Si hay una forma de entrar, hay una forma de salir —murmuro y continuo repitiéndolo en voz alta como un mantra mientras me enderezo, esta vez mis muñecas están libres y puedo moverme pero sigo débil—. Si hay una forma de entrar, hay una forma de salir.

Acaricio y masajeo mis muñecas, las cadenas que llevaba dejaron algunas marcas pero nada lo suficientemente grave.

Porque deben tener algo mucho peor guardado para mí.

Trago saliva.

Intento concentrarme pero mi cabeza duele, parece ser víctima del ataque de millones de alfileres. Dejo que mis pies caigan sobre el frío piso de piedra desgastada y observo por un instante las manchas de sangre que decoran el piso, de mi sangre.

Esto es solo el comienzo, digo en mi mente. En un par de horas, quizás en un par de segundos, mis heridas serán mucho peor. Y no hay nada que pueda hacer para evitarlas.

Necesito buscar una salida pero estoy débil y mi cabeza no puede concentrarse, necesito agua y comida... Cierro los ojos en un intento de pensar, de utilizar el último atisbo de lógica y claridad que hay en mi mente. Luego abandono el catre y hago un esfuerzo monumental por caminar hacia la comida, logro evitar arrastrarme pero al llegar me desplomo sobre el suelo. Apoyando mi hombro contra la pared, recargándome en ella como si fuera el pilar que necesito en estos momentos.

Se que la comida no puede estar envenenada porque necesitan que hable y no podré hacerlo muerta, por ahora me necesitan con vida. Por ahora.

Así que tomo el plato y engullo todo lo que hay sin dejar nada, sin saber siquiera que estoy ingiriendo. Luego sostengo el vaso de agua con manos temblorosas y me lo acerco a los labios. En cuanto mi sistema recibe agua todo en mi cabeza se silencia, como si alguien presionara un interruptor. Dejo de pensar y me concentro en el placer que nace de mi garganta, sé que no es suficiente pero es lo único que tengo y lo aprovecho hasta que ya no hay nada.

Lo lanzo a un costado junto al plato vacío y solo allí soy consciente de una cosa: no les sirvo muerta, pero tampoco débil si quieren torturarme y que lo soporte hasta que hable.

Porque me harán hablar, aunque no quiera, no se con que me enfrentaré pero debo imaginar lo peor.

Trago saliva y recuerdo las palabras de aquel hombre misterioso: debimos adelantar tu estadía y saltarnos parte del plan. Ya sabes como funcionan estás cosas.

Estas cosas... un secuestro. Una cuenta pendiente. Una venganza. Mi mente se llena de posibilidades y la única que tiene sentido es de que se trata de una mafia contraria. Pero Draghi no se ha involucrado en negocios ajenos y no hemos jodido a nadie así que ¿Quiénes son? ¿Qué es lo que quieren?

En realidad, no es necesario. El hecho de ser una organización diferente ya es motivo suficiente para acarrear un secuestro. Quizás no se trata de un ajuste de cuentas, solo quizás... es una declaración de guerra.

Aparto todos los pensamientos negativos de mi mente y me arrastro contra las paredes, en un intento de buscar una salida, o cualquier indicio de ella.

No necesito empeorar las cosas, si permito que mi mente siga atando cabos e imagine lo peor entraré en crisis y debo mantenerme cuerda, conservar la lógica y no dejar que mis emociones o la impulsividad nublen mi juicio. Es difícil decirlo y hacerlo en una situación como esta, en la que sé que me espera un sinfín de torturas que no llego a imaginar, pero debo concentrarme. Pensar con la mente clara.

Necesito una salida...

No logro cumplir mi objetivo porque en cuanto comienzo a moverme la puerta se abre y me apresuro a cubrir mi rostro con mis manos para evitar ser cegada por la luz. Mi vista ya se estaba acostumbrando a la oscuridad de las cuatro paredes y que la luz natural del exterior entre de forma mínima.

La puerta se cierra y bajo los brazos de forma automática, me encuentro a solas con el mismo hombre joven de ayer. Ahora puedo verlo en más detalle, mi mente ya no está tan confundida pero aún así no lo reconozco, es alto, de cabello y ojos negros como la noche. Ayer ni siquiera pude prestarle tanta atención, ahora sí y es en este momento en que lo noto... algo en su rostro me hace pensar que lo conozco. Me remite a otros ojos negros, no como los del hombre de ayer pero sí a alguien más...

Por instinto muevo mi mano de forma imperceptible, buscando a tientas en la oscuridad la bandeja de comida que había dejado a un lado.

Si él captó mis movimientos no da aviso de ellos, se limita a clavar sus ojos sobre mí por un instante, como si estuviera evaluando mi estado. Me sonríe desde su altura y se inclina un poco, hasta arrodillarse frente a mí. No se parece al jefe con el que hablé ayer pero transmiten la misma energía. Como si el joven fuera algo así como un imitador.

—¿La comida fue de tu agrado, lindura? —Presioné los labios en una fina línea mientras cerraba los puños con fuerza—. Yo que tú cambiaría esa actitud... —sin esperarlo se acerca hasta tomar mi cabello entre sus dedos y acercarme con fuerza hacia su cuerpo. Me hace inclinar la cabeza hacia atrás y muerdo mi lengua para no gritar, para no darle ese placer. Aunque mi cuero cabelludo arda me contengo de demostrarlo—. Porque lo salvaje en tu mirada hace que me excite, algo que no sería bueno para ti.

Sonreí.

Él sonrió.

Clavé el tenedor en su garganta.

Cayó de espaldas mientras se llevaba las manos en la herida, no tenía mucho filo y estaba oxidado pero algo era algo, lo clavé con fuerza sin detenerme a pensar en las consecuencias. Trepé sobre su cuerpo sin dejar de verlo con una sonrisa.

—¿Es la primera vez que secuestran a alguien? ¿No saben que deben evitar dejarle cosas filosas? —hundí más el tenedor mientras él seguía pataleando y gritando como un bebé, comenzó a boquear como un pez en busca de oxígeno— ¿¡Piensas que no puedo hacer algo con un maldito tenedor!?

Antes de poder continuar con mi plan la puerta se abrió y maldije internamente cuando unos brazos se cernieron sobre mi cuerpo alejándome del idiota que aun seguía retorciéndose.

No aparté los ojos de él mientras me sacaban de allí, sonreí de placer al verlo así.

Me llevaron a rastras por el pasillo, ignorando mis chillidos de histeria, en dirección a lo que supuse era la misma sala de ayer. No deje de gritar y retorcerme, sabía que era inútil, que debía conservar las pocas fuerzas que me quedaban pero mientras mi voz pueda ser escuchada no dejaría de luchar. Aunque no tuviera opciones, aunque la oscuridad amenace con devorarme otra vez...

No les daría ese gusto.

Caigo de rodillas en el frío piso en cuanto abren la puerta, uno de los hombres que me traía se acerca al jefe que está apoyado sobre el escritorio mirándome. No me quita los ojos de encima mientras le dice algo al oído y él se limita a dejar escapar una carcajada para luego hacer una seña con sus manos indicando que se aleje.

El hombre se acerca y sus ojos brillan de diversión.

—Debiste tener cuidado, Maddox —suspira un poco inclinado hacia mí—. En cuanto despierte, nada te salvará de la furia de Jack —se acerca un poco más y toma mi mentón para que lo vea—. No le va a importar el estado en el que te encuentres.

Me suelta con fuerza haciendo que tropiece sobre mi cuerpo y caiga de espaldas, pero antes de que pueda reaccionar lo veo hacerle señas a sus hombres. De nuevo me toman por los brazos y me arrastran hacia el centro de la sala.

—¿Qué...? —intento preguntar mientras veo cómo extienden mis brazos por encima de mi cabeza—. No, no, no, ¡No! —suplico a medida que encadenan mis muñecas, uno de ellos me sostiene de pie mientras que el otro se aleja y temo lo peor—. ¡Por favor! —pido suplicante con lágrimas en los ojos y noto mi cuerpo elevarse por sí mismo, desde un riel tiran la cadena provocando que los dedos de mis pies rocen el suelo de forma imperceptible.

El jefe se acerca, me ve de pies a cabeza y sonríe para sí mismo, vuelve a tomar mi mentón pero esta vez con más suavidad.

—¿Hablarás? —dice con un deje de duda y diversión.

Contengo el impulso de escupirle.

—Vete al diablo —escupo las palabras en su lugar.

Su sonrisa se acentuó.

—Oh, Maddox. Tú ya estás con él.

Se desató el infierno.

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