𝑴𝒂𝒅𝒅𝒐𝒙
Sabía que esto estaba siendo un completo error cuando me paré frente a él y sentí sus ojos marrones clavados en mí con tal desinterés que provocó que mi boca se sintiera seca de repente.
Fue solo un segundo pero eso bastó para dejarme en claro que no tenía ningún tipo de interés en entablar una conversación conmigo.
¿En serio no tenía idea de quién era?
Bueno sí, yo era buena pasando desapercibida. Ni siquiera mi mejor amiga sabía que mi padre era un maldito mafioso peligroso, porque para cualquier persona por fuera de ese mundo Levi Salvatore no era más que el dueño de una compañía que se encargaba de comercializar coches de lujo, una empresa de Chicago importante de día. Y la fachada de un negocio sucio de noche que llevaba por nombre Draghi, y mi padre era más bien conocido como Sky Dragon.
Así que comprendía que no supiera literalmente quién era, pero solía participar en clases —menos de lo que me gustaría admitir—, por lo que ¿en serio jamás se había percatado de mi presencia?
No entendía muy bien qué era ese sentimiento de vergüenza y furia que subió a mi pecho al darme cuenta de esa posibilidad.
Yo sabía muchísimas cosas de él, tenía un maldito expediente con su nombre. Pero a él parecía que mi sola presencia lo irritaba.
Me prendí a la botella de cerveza barata como si fuera agua que no había consumido en años, en un intento de que el sabor amargo que atravesaba mi garganta me hiciera olvidar lo incómodo que resultaba esa situación.
Penny, tan segura y directa, todo lo contrario a mi, encaró de tal forma a James que lo dejó estancado en la arena sin darle la oportunidad a que pudiera alejarse o evitarla. Mi mejor amiga solía ser así y por lo general los tipos se sentían de la misma forma atraídos pero intimidados por su actitud tan segura de saber exactamente lo que quería de ellos.
Contrario a lo que me imaginé, el estupor del rubio se desvaneció luego de un minuto y ladeó la cabeza divertido mientras la escuchaba hablar.
El idiota de su amigo observaba toda la fiesta en busca de algún lugar donde poder irse, si creía que James estaría dispuesto a alejarse de Penny se estaba equivocando y al darse cuenta de que esto era así resopló claramente frustrado.
No solo parecía tener cero interés en dirigirme la palabra, sino que su actitud frente a mí denotaba que mi presencia claramente le molestaba.
Me atraganté con el listado de insultos que subieron por mi garganta y decidí alejarme a buscar otro trago, pero las palabras del rubio me dejaron clavada en la arena.
—Maddox, ¿verdad? —tenía la cabeza levemente inclinada hacia un costado y sonreía divertido—. Compartimos una clase juntos el semestre pasado, no se si lo recuerdas.
Mi mejor amiga carraspeó ante mi silencio.
—Oh, sí —asentí mientras bebía el último sorbo de cerveza—. Teoría del delito.
El rubio asintió con ganas.
—Sí, me pareció fascinante el trabajo que presentaste sobre el crimen organizado en Chicago. —Já. Qué irónico—. Bueno, de hecho, nos pareció fascinante ¿verdad, Max?
La sonrisa de mi mejor amiga tiño todo su rostro al ver la expresión del susodicho, que le dirigió a su amigo una mirada de "¿eres imbécil?" antes de observarme por una milésima de segundo.
—Ah, eres tú —murmuró con claro desinterés antes de volver la vista a cualquier otro punto de la fiesta.
—Claro que es ella, Maddox no es un nombre común por aquí —le dio un empujón divertido—. Recuerdo incluso que dijiste que te resultaba interesante.
Compartimos una mirada fugaz con Penny en la que pude ver que ella intentaba decirme "¿ves? no eres tan invisible para él". Contuve el aire en mis pulmones por unos segundos.
James parecía claramente divertido ante la situación en la que dejaba a su amigo, quien se notaba incómodo y con muchas ganas de asesinarlo. De hecho, le dedicó una mirada que estaba segura de que podría matarlo si fuera posible.
A mi me revolvía el estómago de una forma que no comprendía el pensar que quizás me equivocaba y solo fingía no saber quien era. Aunque quizás era producto del alcohol que consumí sin cenar antes.
—¿Interesante su tema de investigación? —mi mejor amiga preguntó con burla.
—Oh, no —respondió James—. Su nombre.
Tragué saliva.
—Sí, lo recuerdo —dijo luego de un rato Max, la voz le salió un poco más ronca mientras me observaba de pies a cabeza—. Interesantemente aburrido —murmuró antes de alejarse.
Ah sí, porque llamarte Máximo era totalmente interesante y divertido.
Dijo eso con tal sorna que quise enterrar mi rodilla en su entrepierna, pero todas mis intenciones se desvanecieron cuando la risa suave de James golpeó mi rostro al acercarse para pasar por mi lado no sin antes murmurar algo de tal forma que pudiéramos escucharlo.
—Descuida, suele ser un imbécil cuando alguien le interesa.
Nos dejó solas mientras seguía el camino que había hecho su mejor amigo, no sin antes girarse para guiñar el ojo a Penny. Quien ahora daba pequeños saltos frente a mí y tuvo que tomarse de mis hombros para evitar caer.
—¡Te lo dije!
—No lo digas como si tuvieras razón —le advertí.
—Pero la tengo —se cruzó de brazos a la altura del pecho—. Sabe perfectamente quién eres.
—¿Si? Pues yo también la tengo al decir que es un completo imbécil.
—Ya escuchaste a James —replicó—. Es un bad-boy no puede ir por ahí comportándose lindo, es de esos que tienen un pasado oscuro.
—Por favor, Penny —rodé los ojos—. Si ni siquiera lo conoces.
Se encogió de hombros divertida.
—Me gusta asumir cosas así.
—¿Así como asumes que puedo parecerle sexy?
—Eso lo doy por hecho —le dediqué una mirada incrédula—. Anda, que se comporte como un imbécil debe ser su forma de dar a entender que está interesado.
Arqueé las cejas ante sus palabras porque no comprendía quién demonios tendría esa forma de mostrarse interesado en alguien, si acaso eso sólo provocaría que la otra persona se alejara.
—Eso es una estupidez —repuse—. Además, James no se comporta así contigo y está claro que le interesas.
—Maddie, linda —usó el tono que indicaba que estaba siendo una ilusa—. A James le envié fotografías semidesnuda.
Rodé los ojos mientras me tomaba con fuerza para que me diera vuelta de tal forma que apoyó su barbilla en mi hombro y ambas observamos la fiesta.
—Ahora, iremos por más alcohol, bailaremos y luego te conseguiré un chico que no sea un imbécil.
—Já. Dudo que eso sea posible.
—Reto aceptado —murmuró.
Nos acercamos a donde había una barra improvisada y entre la multitud de botellas y vasos esparcidos por todo el lugar conseguimos una que supusimos era vodka y otra que por el color aparentaba ser jugo de naranja, aunque no llevaba etiqueta —pero esperaba que fuera eso—, tomamos hielo de una pequeña bolsa y sin pensarlo demasiado vertimos todo en dos vasos rojos.
Compartimos una mirada cómplice antes de beber y tras un brindis improvisado saboreamos el líquido un tanto dulce que bajó por nuestra garganta.
O eso intentamos.
—¡Esto es asqueroso! —Penny se atragantó mientras escupía.
—Puaj, ¿Qué es esto? —dije entre arcadas—. Ni siquiera debería existir.
—¡Tú lo preparaste!
—¡Solo mezclé todo en los vasos!
—¡Por eso! —le lancé una mirada asesina—. Debiste saber que era una mala idea, tu eres el cerebro de las dos.
—Yo no...
—Por favor, hablas seis idiomas ¿te pareció lógica esa mezcla?
Hice una mueca de asco cuando el sabor ácido volvió a subir por mi garganta.
—Tú eres la que vive de fiesta —le recordé— ¡Supuse que sabrías cómo preparar una estúpida bebida!
—¡Jugo con vodka no debería quedar mal!
—Eso definitivamente no es jugo.
Ambas volteamos a ver a un chico con el ceño fruncido frente a nosotras, que observaba la botella de lo que habíamos supuesto era jugo de naranja. Hizo una mueca de asco al dirigir su atención a nuestros vasos.
Con Penny compartimos una mirada de: "¿y este de donde salió?"
—Vamos, prueben esto.
El desconocido acercó su mano en nuestra dirección, ofreciéndonos lo que sea que había en su vaso rojo.
—Sí, claro —dijo mi mejor amiga—. Aceptaremos la bebida de un desconocido, ¿Cómo sabemos que eso no lleva drogas?
El chico de cabello y ojos tan negros como la noche, se limitó a suspirar pero lejos de parecer ofendido, una sonrisa divertida cruzó por su rostro.
—Está bien, pueden ver mientras preparo uno para ustedes.
Y sin decir más se puso manos a la obra, tomó un vaso limpio, puso algunos hielos en él, vertió un tercio de vodka y el resto de otra botella que sí supuse era jugo, aunque por el color no era de naranja, sino que parecía algo más como limonada.
Penny tomó el vaso y se lo llevó a los labios con cierta duda pero abrió ampliamente los ojos cuando probó un trago que indudablemente se alargó más de lo esperado.
—¡Es genial! —dijo mientras me lo pasaba.
Esta vez si saboreé la bebida y asentí con ganas, sabía bien, no podía negarlo. Pero al lado de lo que nosotras habíamos intentado hacer estaba segura de que cualquier cosa tendría buen sabor.
—Sí, es verdad —terminé por decir—. Esto sí parece vodka con jugo.
—Me alegra que les guste —dijo el desconocido con una sonrisa divertida—. No deberían mezclar vodka con licor.
—¡Licor!
Dijimos ambas al mismo tiempo y no pudimos evitar reír, mi mejor amiga volvió a beber del vaso y tras unos segundos de observar al desconocido alzó las cejas con sorpresa.
—Espera... ¡te conozco! —el pelinegro rió entre dientes—. Estudiamos juntos, ¿verdad?
—De hecho, solo compartimos dos clases.
—Claro, eres...
—Luc.
—¡Luc! Eso.
No pude evitar reír mientras tomaba el vaso que mi amiga intentaba llevarse a los labios, era una bebida rica pero se notaba que el alcohol le estaba haciendo efecto por la forma en que reía y se sonrojaba.
—Bueno, yo soy Penny y ella es mi mejor amiga —se giró a verme con una sonrisa.
—Maddox.
Ambas volvimos a fijar los ojos en Luc, yo intenté disimular la sorpresa pero mi amiga sonrió con picardía.
—¿La conoces?
—Bueno sí, siempre están juntas...
—Sí, es verdad —murmuré mientras bebía otro trago—. Por Dios, esto es genial.
Sus labios se curvaron en una sonrisa traviesa sin apartar sus ojos de los míos y sentí como un escalofrío me recorría de pies a cabeza por la intensidad de su mirada.
—¿Saben que deberíamos hacer? —la voz de mi amiga me regresó a la realidad y me giré a verla—. Primero, hacer otro de estos —señaló el vaso—. Y luego... ¡bailar!
Y fue exactamente lo que hicimos, el resto de la noche nos la pasamos bebiendo más de esos tragos que Luc preparaba, —que sabían extremadamente geniales—, mientras bailábamos en la pista improvisada, rodeados de otras personas de la universidad. Algunos de ellos los conocíamos, había otros que solo compartían alguna clase con Penny, y por último los que no teníamos idea de quienes eran pero parecían divertidos.
Yo no podía dejar de moverme aunque quisiera porque sentía las manos de mi mejor amiga sobre mis hombros provocando que nuestros cuerpos danzaran al ritmo de la música que sonaba por los parlantes. Dudaba que lo estuviéramos haciendo bien porque en realidad el alcohol ya se había subido a nuestra cabeza, ambas reíamos y estábamos sonrojadas. Y en el vaivén de la música, debíamos hacer un gran esfuerzo por no caer en la playa.
Al cabo de un par de horas fue cuando Penny me avisó por encima de la música que necesitaba beber agua, así que me pidió que la esperara y que por favor no dejara de bailar. Lo dijo de tal forma que no comprendí porque era importante que siguiera haciéndolo, ella rodó los ojos antes de susurrar en mi oído:
—Él no deja de mirarte.
Arrugué la frente confundida mientras veía como mi amiga se alejaba no sin antes guiñarme un ojo. Giré sobre mi cuerpo para observar todo el lugar, había muchas más personas bailando y estaba a punto de buscar a Penny cuando lo vi.
Era imposible no sentir su mirada sobre mi, era como si mi cuerpo reaccionara al hecho de que tuviera la atención fija en cada uno de mis movimientos.
Fue extraño lo que sentí, me gustó y enojó en partes iguales, quizás la segunda era consecuencia de la primera.
Y quizás lo que hice a continuación fue consecuencia del alcohol.
Nos sostuvimos la mirada, se encontraba a unos metros de distancia, con un vaso rojo en una mano y con actitud relajada, escuchando —o no, quizás—, lo que James le estuviera diciendo. Nuestros ojos parecían estar conectados y me sorprendió lo mucho que parecía gustarme el que no fingiera desinterés, sino todo lo opuesto.
¿Por qué lejos de mí parecía una persona tan diferente?
Lo vi tensar la mandíbula en el mismo instante en que sentí un cuerpo tras de mí y una respiración rozar mi cuello, giré solo un poco mi cabeza y observé al compañero de clases de Penny, Luc estaba a mi espalda con una sonrisa divertida. Por el rabillo del ojo noté que aún seguía observándonos, pero había perdido toda su actitud relajada.
No pude evitar sonreír con malicia y Luc lo interpretó como que mi sonrisa iba dirigida hacia él, sentí una de sus manos posarse en mi cadera. En cualquier otro momento el contacto me hubiera molestado, pero estaba ebria y ciertamente, me parecía divertido ver lo mucho que parecía interesado en mí alguien a quien mi nombre le parecía aburrido.
Me di la vuelta hacia Luc, no sin antes verlo una última vez y sonreí satisfecha al notar como refunfuñaba algo mientras tiraba el vaso ya vacío lejos de él y se alejaba de allí.
La fiesta duró una hora, o quizás dos más, para cuando Penny regresó de beber agua ya se veía mucho mejor, contrario a mi que parecía emanar vodka por cada poro de mi piel. Tomamos la decisión acertada de irnos, no nos despedimos de nadie, simplemente caminamos despacio en dirección al estacionamiento para conseguir un Uber.
—¿Puedo dormir en tu casa? —gruñó mientras apoyaba el costado de su cara en mi hombro—. Ya me imagino la cara de mi madre cuando vea mi estado.
—Dudo que sea peor que la de Levi. —dije algo pastosa—. Aún estoy muuuuy mareada.
Penny separó los labios para hablar pero en lugar de palabras de su boca salió un hipo que nos sacó una carcajada estruendosa a ambas.
—Mmm, no creo que tu padre sea capaz de enojarse contigo.
—Eso porque aun no le he dado razones, hasta hoy, al menos.
Mi amiga río por lo bajo y se apretó más contra mí, el verano estaba llegando a su fin y una brisa fresca provocó que mi piel sintiera un escalofrío.
—¿Penny?
Nos detuvimos cuando escuchamos la voz de James y ambas lo observamos en la oscuridad del estacionamiento improvisado, solo un poco iluminado por algunas farolas de la calle más cercana, estaba con medio cuerpo apoyado en el capó de su coche.
—¿Si?
La voz de mi amiga se tornó dulce y no pude evitar poner los ojos en blanco.
—¿Vienes conmigo?
Pese a lo que creí que haría, asintió efusivamente mientras se desprendía de mi brazo para acercarse al rubio que le regaló una amplia sonrisa.
—Hey, esperen —puse mis manos sobre mi cadera y ladeé la cabeza— ¿Y yo qué?
—Tranquila, te pediré un Uber.
—¿Cómo que un Uber?
Penny me observó con su expresión de: "¿en serio harás berrinche ahora?".
—Maddie...
—Seguro Max puede llevarte —dijo James tranquilo.
Alcé ambas cejas.
—Oh, no. Un Uber suena bastante bien —inspeccioné el lugar pero no había rastro del imbécil así que decidí que lo mejor sería irme por si acaso aparecía, no era una buena idea verlo después de lo ocurrido además de que aún me sentía ebria—. Mañana te veo, ¿si?
Compartí una mirada de duda con mi mejor amiga, quien estaría encantada de que me fuera con Max pero estaba claro que eso no podía pasar.
—¿Segura...?
—Sip, demasiado. Adiós.
Giré sobre mi misma y eché a caminar alejándome de allí en dirección a la calle antes de darles la oportunidad de decir algo más.
Mi casa no estaba muy lejos de allí, claro que con mis plataformas no era fácil llegar a pie pero siempre podía llamar un Uber... si mi teléfono tuviera batería. Claro.
—Mierda —dije en voz alta al ver que la pantalla permanecía en negro—. Mierda, carajo.
Presioné con más fuerza el botón de encendido como si eso fuera a cambiar algo y suspiré derrotada al ver que estaba muerto, fue en ese momento que me percaté de que había caminado sin un rumbo fijo y no tenía idea de donde me encontraba.
Giré para observar todo el lugar, me había alejado unos metros de la playa, que ahora se veía totalmente vacía y oscura.
Bueno, no tenía muchas opciones, solo caminar hasta conseguir un taxi o me encontrara de frente con mi casa.
Había dado solo un paso cuando escuché una motocicleta acercarse de frente provocando que la luz de esta me cegara por una breve milésima de segundo. Se estacionó a mi lado y lo único que pude notar era que definitivamente se trataba de un hombre que llevaba un casco.
Tragué saliva cuando se lo quitó y vi al imbécil de Max.
Tenía la misma expresión de desinterés y aburrimiento que me dedicó al inicio de la fiesta pero esta vez alzó una ceja mientras me observaba.
—Sube.
Incluso su voz parecía aburrida de la misma existencia y ladeé la cabeza hacia un lado sin comprender.
—Sube a la motocicleta —repitió.
—¿Qué?
Apretó los párpados, asumí que estaba contando hasta cinco mentalmente para no mandarme al carajo y cuando volvió a verme me acercó su casco.
—Escuchaste lo que dije —agitó su mano frente a mí y suspiró—. No me hagas repetirlo.
—No, gracias —le di la espalda para caminar en dirección contraria—. Mi Uber está a tres minutos.
—Mentirosa —murmuró—. Solo sube, te llevaré a tu maldita casa.
Me detuve pero no me di la vuelta, solo incliné un poco la cabeza para verlo por el rabillo del ojo.
—Estás ebria, es tarde. No es una buena idea que camines sola.
—Oh, ¿subir a tu motocicleta si lo es?
—Créeme, es lo último que deseo —admitió—. Pero si no te dejo en tu casa sana y salva, Penny no dejará de molestar.
Así que todo esto era porque mi mejor amiga seguro le había insistido a James, quien debía haberle pedido esto a Max para que ella no se molestara.
—No necesito que...
—¡Mierda, Maddox! —exclamó claramente frustrado—. Sube a la maldita motocicleta.
—Ah, ¿ahora sabes mi nombre?
Escuché como maldecía por lo bajo antes de colgarse el casco en su brazo y encender nuevamente el motor.
En ese momento entré en pánico, tenía dos opciones: caminar sola hasta casa, con suerte de conseguir un taxi que parecía muy poco probable, o dejar que el imbécil me llevara.
—¡Está bien! Espera —pedí mientras me acercaba, Max me observó con una expresión de fastidio y molestia mientras me pasaba nuevamente su casco—. Gracias.
Me lo coloqué con mucho esfuerzo, los dedos de mis manos temblaban y se lo atribuí al alcohol, no al hecho de que me estaba subiendo en la motocicleta de un idiota. Mis intentos parecieron irritarlo más por como bufaba y me monté en el asiento de su Icon Sheene.
No, no crean que me fascinan los coches y motocicletas hasta el punto de reconocer marcas y modelos, solo se debe a la empresa automotriz de mi padre.
—Qué gruñón —murmuré.
No respondió, se limitó a hacer rugir el motor de tal forma que me hizo replantearme si había sido buena idea acceder a esto.
Lo cierto era que nunca me había subido a una, así que básicamente no sabía qué hacer con mis manos. Max pareció notarlo porque cuando se detuvo frente a un semáforo suspiró molesto antes de tomarlas con fuerza provocando que rodeara su cuerpo hasta llegar al frente de su abdomen y no tuve más opción que entrelazar mis dedos allí.
Diez minutos después, llegamos al vecindario y se estacionó frente al jardín de mi casa. Salté de la motocicleta incluso antes de que apagara el motor porque temía que mi padre estuviera esperándome despierto y se diera cuenta de quien me había llevado hasta allí.
Cuando me deshice del casco y se lo pasé, Max tenía los ojos clavados en mi casa con una mueca de sorpresa y diversión.
—Era muy obvio —negó con la cabeza claramente divertido—. Lo sospechaba, en serio que sí.
Lo miré sin comprender y él señaló mi casa con su mentón.
—Sabía que vivías en un castillo de princesa.
¿Qué?
Llevé la cabeza hacia atrás para verlo con una mezcla de confusión y sorpresa por sus palabras.
¿De qué demonios hablaba?
—¿Disculpa?
—Sí, pese a que juegues a ser una chica ordinaria, que intenta muchísimo pasar desapercibida, te conozco.
Todo mi cuerpo se tensó.
No había forma de que él lo supiera, ¿o si?
—No necesito saber mucho —se encogió de hombros—. Con ver tu casa es suficiente.
Una furia repentina me invadió por lo que insinuaba.
—¿Crees que me conoces por ver el lugar donde vivo? —sisee.
—Vamos, Maddox —parecía claramente divertido—. No debes jugar frente a mí, de seguro te diviertes simulando ser una niña normal, ordinaria, rara e incomprendida. Apuesto a que es tu forma de hacer que tus padres te presten atención, ¿a que sí? —apreté ambas manos a los costados de mi cuerpo hasta formar puños con ellas—. Me atrevo a pensar incluso que, como a mami y papi no les interesas por estar muy ocupados con su trabajo, piensas que así conseguirás atención en los chicos, ¿verdad?
Quise borrar la sonrisa arrogante y divertida de su rostro, él parecía totalmente complacido por mi reacción ya que no hablaba. Me limitaba a observar su expresión mientras intentaba controlar mi respiración que parecía cada vez más desbocada.
Dejó escapar una risa de forma seca.
—No eres más que una niña malcriada jugando a ser una persona normal.
No entendía porque me decía esas cosas, ¿acaso me había llevado a mi casa solo para burlarse? Parecía como si hubiera esperado con ansias ese momento, como si todo aquello estuviera burbujeando dentro de él y saliera a la luz ahora.
Como si estuviera enojado, con alguien, con él quizás, y necesitara desquitarse conmigo.
Sus palabras no deberían afectarme en lo más mínimo pero lo hacían, porque había algo de cierto en ellas, una verdad mucho más compleja que él jamás podría comprender.
¿Qué problema tenía conmigo el muy imbécil?
—Dime algo —se inclinó un poco hacia mi, aun estaba sentado en su motocicleta pero yo me encontraba cerca—. Cuando regresas de clases, ¿te sacas esa ropa holgada y aburrida para vestirte como una princesa?
Era cinturón negro en karate e iba a clases de boxeo dos veces a la semana, sabía perfectamente como defenderme y las técnicas que podría usar para dejarlo noqueado sobre el pavimento y sin embargo, no hice nada de eso.
Porque su pregunta provocó que algo en mi cabeza hiciera un "clic".
Ladeé la cabeza y curvé mis labios en una sonrisa que él no se esperaba, porque arrugó la frente sin comprender.
Yo no pude evitar reír.
—Para alguien a quien le parezco totalmente aburrida, veo que te fijas mucho en mí —su rostro se ensombreció de repente y aproveché ese momento de debilidad— ¿Sabes? Al parecer no paso tan desapercibida para ti, digo... ya que sabes que ropa uso.
Apretó los labios en una fina línea sin saber qué decir y mi sonrisa se ensanchó.
Definitivamente no era alguien invisible para Max —imbécil— Hardaway.
Incliné mi cuerpo hacia el suyo claramente divertida y coloqué mi mano sobre el manubrio de su motocicleta. Estaba lo suficientemente cerca para ver sus rasgos marcados, sus ojos brillantes bajo la luz de la luna y noté como todo su cuerpo se tensaba bajo su ropa al notar lo cerca que estaba, podía adivinar que mis palabras lo habían dejado incluso conmocionado porque no se movió ni un centímetro.
—Ten cuidado —susurré muy cerca suyo—. Porque podría pensar que estás obsesionado conmigo.
Me alejé mientras reía por lo bajo.
—Malcriada —murmuró.
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