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Capítulo 29 | El momento de la acción

𝑴𝒂𝒅𝒅𝒐𝒙

Se podía sentir la tensión en el ambiente, con cada respiro que daba, el lugar se llenaba de más ansiedad. No pude sino recordar lo que mi madre siempre hacía y decía cuando tenía alguna presentación importante o cuando tenía que organizar un desfile de último minuto, lo sabía porque en muchas ocasiones ocurría cuando me encontraba de vacaciones con ella, era de las pocas veces que la veía sin su actitud superficial tan típica de Nora.

Cuando debía organizar un desfile importante y había un percance de último minuto ella lo solucionaba en el acto, como si siempre supiera que hacer. Solía creer que era la simple experiencia o suerte, pero me di cuenta con el correr de los años que en realidad Nora se transformaba en otra persona.

Igual que mi padre cuando se trataba de negocios. Ambos parecían dejar de actuar con tanta liviandad para preocuparse por cada detalle, nada más puede ocupar su atención. Una vez Nora me dijo que todo se trataba de prever siempre lo peor, es decir, no debemos pensar que todo saldrá bien, sino que todo puede salir muy mal.

Así que eran las cuatro de la madrugada y me encontraba en la sala de reuniones del club de Levi, era sábado y el lugar estaba repleto a excepción del último piso, donde nos encontrábamos con mi padre.

Sin mirarnos, sin dirigirnos la palabra desde hacía dos semanas. Estábamos a la espera de recibir novedades. En realidad, si el teléfono no sonaba era una buena noticia, era algo que él siempre decía, pero ahora solo podía pensar en que no era buena señal.

Era la primera vez que lideraba una misión y, aunque lo hiciera a la distancia, no podía evitar que algo se me escapase de las manos.

Ya había repasado el plan cientos de veces, los días previos y minutos antes de ahora. Lo había seguido haciendo aun aquí frente a mi padre, repasé los planos una y otra vez para asegurarme de que el tiempo estaba a nuestro favor. En cualquier momento debían estar atravesando la puerta de entrada todos sanos y salvos.

Todos. Sanos y salvos.

No podía evitar sentir ansiedad, sentir temor.

Había hablado con Will, él se encargaba de controlar las cámaras de seguridad que había en toda la ciudad y las que se encontraban en el puerto para que la policía no sospechara ni nadie pudiera verlos. Eso había salido bien.

Gracias al rápido y discreto informe que había hecho Jace hacía una hora supe que ya se habían hecho con el cargamento, tardaban exactamente cuarenta minutos en atravesar la ciudad, desde el puerto hasta el lugar de encuentro con los hombres designados por Sullivan, agregamos algunos minutos más por margen de error. Ya había transcurrido una hora exactamente.

Debían estar a punto de llegar.

Yo había conseguido el acuerdo y ahora lideraba la misión, tenía que salir perfecta porque de esto dependía el cómo sería vista por todos los demás. No importaba si era hija del Don, si no me podía hacer valer por lo que lograba de nada servía y así nadie me respetaría. Si esto no salía bien...

—Deberías calmarte, mia cara —alcé la vista, apartándola de los planos frente a mí para posarla sobre mi padre. Lo conocía lo suficiente para notar el tic en su mandíbula y el movimiento inquieto de su pierna, estaba tan nervioso como yo—. Todo saldrá bien, sé que esto es importante para ti...

—¿Lo sabes? —pregunté con brusquedad.

No había dormido en una semana y el hecho de que entre nosotros todo estuviera tenso no ayudaba a sentirme menos irritable. A eso había que sumarle que no había dejado de darle vueltas al asunto de Luc, Max había estado más distraído y distante que nunca estos días pero se lo atribuía a la misión y, por si fuera poco, Matthews seguía sin hablarme.

Así que sí, estaba bastante molesta, más de lo normal.

—Maddox...

—Es la primera vez que te dignas a hablarme en dos semanas ¿Lo sabes? —dije mordaz—. No me hables de que sabes lo que esto es para mi porque no lo sabes, no lo sabes porque no te has acercado a mí en ningún momento de estos días. Y me habría venido bien un poco de apoyo de tu parte pero no, evitaste las reuniones y solo apareces esta noche aquí ¿Para qué? ¿Para poder regodearte si algo sale mal?

—¿De qué demonios hablas?

Había llegado a la cúspide de mi paciencia y tolerancia. De repente fue como si de mi boca escaparan naturalmente palabras como navajas imposibles de controlar, estaba enojada, estaba furiosa y por sobre todo, estaba herida.

Mi padre me observaba horrorizado, sin comprender ninguna de mis palabras y eso solo sirvió para acentuar mi enojo.

—¿Tan importante es tu orgullo que no puedes perdonarme? ¿Tan grande es tu enojo conmigo que necesitas evitar a tu propia hija?

—Maddox, tú... —cerró los ojos y presionó sus párpados con la yema de los dedos, masajeándolos con suavidad—. ¿Tú crees que estoy enojado contigo?

Lo miré entornando los ojos.

Él se alejó de la mesa redonda para acercarse a un pequeño escritorio que se encontraba a un costado, había botellas de cristal y diferentes vasos. Llenó uno de ellos con whisky, se lo bebió de un trago y volvió a servirse un poco más antes de acercarse.

—¿Piensas que te evito porque estoy molesto? ¿Piensas que estoy... decepcionado o algo por el estilo? —tragué saliva y asentí, ya sin tanta valentía como hacía unos instantes—. Maddox, intenté evitar verte porque no soporto lo que hice. Lo que te hice —negó con un movimiento de cabeza mientras se dejaba caer en una silla, esta vez más cerca de mí—. Me siento patético, me arrepiento tanto de haberte tratado de impulsiva e irresponsable. Conseguiste un acuerdo magnifico sin mi ayuda, lo último que necesitabas era que yo te tratase así y fue lo que hice, ahora no puedo verte sin pensar en lo horrible que fui —parpadeé confundida, jamás lo había escuchado así, tan dolido y frustrado—. Estoy molesto conmigo, estoy completamente avergonzado. Pero, ¿Sabes qué es lo más me molesta?

Moví lentamente la cabeza en un gesto de negación sin poder decir algo. De mi mente se habían borrado todas las palabras y no podía hablar, no podía ordenarle a mi cerebro separar los labios y hablar porque no sabía cómo hacerlo. Escuchar a mi padre de esta forma me dejó descolocada.

—Me molesta no haberlo notado, no haber sido yo quien se diera cuenta y quien se encargara de ello. Yo, debí... —negó y cerró los ojos, quizás ya estaba un poco ebrio, no era el primer vaso que lo había visto servirse, pero parecía a punto de llorar totalmente destrozado.

—Levi, no tenías forma de saberlo. Nadie la tenía.

No podía decirle que todo había sido planeado por Sullivan, de lo contrario los lazos de negocios que habíamos formado se harían añicos.

Mi padre no era tolerante con esas cosas, por eso una de las reglas de Draghi era nada de prostitución, no había negocio más detestado por Levi que ese y era lo que diferenciaba nuestra organización de la mafia South. Cualquier cosa que se asemejara, para él era suficiente motivo para romper lazos.

—Estaba tan orgulloso de ti, tan feliz porque conseguiste el acuerdo de forma tan sencilla que simplemente dejé de prestarte atención —seguí el movimiento de su garganta al tragar con nerviosismo—. Por un momento, me olvidé que estabas allí, ¿Cómo pude ser tan idiota? Matthews lo advirtió, el involucrarte en esto implica estar más atento que nunca hasta que te sientas completamente segura y cómoda, hasta que todos sepan quién eres y te respeten como tal. Y yo le aseguré, incluso te lo aseguré a ti, que podía cuidarte y no lo hice.

Mi corazón se hacía añicos con cada palabra que salía de la boca de mi padre, el tono suave y a la vez dolido. Noté la frustración, la vergüenza y el enojo hacia él mismo en su voz y no hizo más que destrozarme.

Me incliné hacia él y tomé su mano.

—Levi Dante Salvatore, eres el mejor padre que alguien pueda desear. Aunque a veces seas un completo imbécil —dejó escapar una risa triste y le di un ligero apretón—. Creí... creí que estabas avergonzado conmigo, que te había decepcionado.

—¿Decepcionado? —sonrío aunque su mirada seguía un poco triste—. Le disparaste justo donde te enseñé a los doce años —tocó con su dedo índice mi frente y dejé escapar una risa—. Vaya padre te tocó.

—Vaya padre —murmuré con burla.

De repente mi pecho se sentía más ligero, como si me hubieran quitado un peso de encima. Fui consciente de lo mucho que me importaba la opinión de mi padre y de cuanto necesitaba su apoyo. Dejé que mi cuerpo entero se relajara, todo iba a salir bien, debía calmarme y...

El piso se llenó de gritos.

Compartimos una mirada con mi padre antes de abandonar nuestras sillas y acercarnos a la puerta. Antes de poder llegar estas se abrieron dejando entrar a un Matthews furioso y cinco soldatis que lo seguían cabizbajos, por último entró Will con una expresión de desconcierto y dirigió sus ojos imperturbables hacia mí provocando que una oleada de pánico me atraviese como un disparo.

Algo había salido muy mal.

—¿Qué ocurrió? —pregunté en voz baja.

Los observé a todos, además de Will, Jace y Max, había dos jóvenes más que trabajaban para mi padre, o mejor dicho para mí. No estaban presente en todas las misiones o reuniones, sólo cuando era necesario pero leí sus expedientes esta misma semana para estar al tanto. Su rango no era tan elevado y no tenían permitido más que involucrarse en algunas misiones. A diferencia de Jace, los demás eran demasiado callados y no intervenían a menos que se les de lugar, se  podrían considerar buenos soldados.

Mathews se pasó una mano por el cabello desordenando un poco su perfecto peinado y los observó a todos, no era una mirada casual, los miraba con duda y receloso.

—Nos siguieron.

Levi y yo nos miramos, le pedí con mis ojos que me ayudara porque estaba entrando en pánico y no tenía idea cómo se manejan estas cosas. Pero él se limitó a fruncir las cejas y alzar la barbilla hacia mí, dejándome la palabra para intervenir.

Muy oportuno, Levi.

Inhalé y exhalé despacio.

—¿A qué te refieres con que los siguieron?

—Nos siguieron, Maddox...

—No sabemos si eso es así —intervino Max lanzándole una mirada a su hermano—. Llegamos a destino, entregamos el cargamento y luego de que los hombres de Sullivan controlasen todo, cuando nos dispusimos a marcharnos...

—Nos vieron, había un francotirador a la distancia que observaba lo que hacíamos.

—Quizás era un hombre de Sullivan, Matthews. No exageres —la voz de Max irradiaba irritación—. No nos dispararon, no nos emboscaron y la misión salió bien. Lo que viste pudo ser fácilmente cualquier cosa.

—Se muy bien lo que vi —se acercó un paso para enfrentar a su hermano, Max alzó una ceja y se cruzó de brazos sin dejarse intimidar—. Quizás, si hubieras prestado más atención lo habrías visto pero estabas demasiado distraído —susurró con tono acusatorio y mordaz.

Arrugué la frente.

Miré a mi padre, él también parecía confundido.

La conversación no parecía tener nada que ver con la misión.

—Muy raro que seas el único de aquí que lo hayas visto, los demás no podemos decir lo mismo.

Matthews se acercó un paso más, era varios centímetros más alto pero aún así a Max no se le movió ni un pelo, incluso lo miraba aburrido, contrario al hermano mayor que parecía completamente tenso.

—No te olvides que soy tu superior —dijo tajante—. Y cuento con mucha más experiencia que tú, poner en duda lo que diga no te beneficia, Máximo.

A Max le cambió la cara cuando escuchó su nombre.

—Quizás te está empezando a fallar la vista, quizás ya no tengas que estar más en las misiones ¿Cómo podrías proteger a Maddox si no sabes lo que ves?

Cerré los ojos con fuerza.

Matthews tenía casi treinta años, Max veintidós. Pero ambos parecían de dieciséis.

—¡Basta! —dije antes de que el otro pudiera replicar, todos los ojos en la sala se posaron en mí y me mantuve firme—. Si tienen un maldito problema lo arreglan fuera —señalé la puerta y volví a señalar el espacio vacío frente a mí—. Pero aquí se hablan de cosas importantes, quiero un informe detallado de lo que ocurrió. No suposiciones, cosas reales —Matthews presionó los labios mientras me veía—. ¿Alguien los siguió? ¿Vieron si alguien los seguía?

Todos negaron.

—¿Debieron enfrentarse a un imprevisto? —volvieron a negar— ¿Alguien está herido? —por mi tono de voz a todos les quedó claro que no estaba bromeando así que continué— ¿Pudieron hacer la entrega sin problemas?

Negaron.

Suspiré con la vista fija en Matthews.

—¿Algo salió mal de la misión?

Todos negaron. Excepto él.

—No necesito dudas o sospechas, necesito hechos y un informe de lo que ocurrió en palabras —me dirigí a todos mientras hablaba con voz firme, noté la mirada de mi padre a mi costado pero no flaquee—. Es importante que todos estén comprometidos en esto, no necesito distracciones —miré a Max y se puso serio—. ¿Alguien quiere añadir algo más?

Nadie dijo nada, pero el ambiente seguía cargado de tensión. Los hermanos me miraban fijo, mi padre los miraba a todos, Jace, Brandon y Milton, estaban en silencio y firmes, pero Will me observaba de una forma particular. Lo miré con atención y noté que llevaba una pequeña caja negra en una mano, se acercó y mi móvil comenzó a sonar.

Todos volvieron a verme.

—Es Sullivan —murmuré mientras descolgaba la llamada—. Sullivan —lo saludé.

—¡Dulzura! —escuchar su voz me irritó aún más—. Debo decir que tenía mis dudas, sé que eres nueva en todo el negocio de tu familia pero una parte de mi sabía que no me defraudarías, como con mi tío. Gracias de nuevo por eso, por cierto. —cerré los ojos con fuerza—. En fin, solo llamaba para decirte que me alegra haber hecho negocios contigo.

—A mi igual —murmuré.

—Estaremos en contacto, ¿si? Ah, casi me olvido, el de mirada asesina debería entregarte un pequeño presente justo ahora —Will extendió la pequeña caja hacia mí y asintió con tranquilidad antes de alejarse de nuevo, notaba los ojos de todos sobre mis movimientos y me llenó de incomodidad—. Espero te guste, lo escogí pensando en ti.

—Sullivan...

—Debo irme, princesa —me interrumpió con voz ansiosa—. Ah, y ¿Maddox? Tu guardaespaldas no se equivoca, no era uno de mis hombres el que nos observaba a la distancia. Quizás deberían tener más cuidado... —alcé la vista para ver a Matthews y él arrugó la frente al ver mi expresión, no necesitaba verme al espejo porque podía asegurar que me encontraba pálida. Tragué saliva—. Ahora debo irme, estaremos en contacto, dulzura.

Finalizó la llamada antes de dejarme responder.

Permanecí observando la pantalla del móvil por unos segundos antes de reaccionar, llené de aire mis pulmones y forcé una sonrisa mientras los veía a todos.

—Si no hay nada más de que hablar ya pueden retirarse —dije con tranquilidad—. Gracias por el trabajo de hoy.

Todos asintieron en mi dirección antes de abandonar la sala con tranquilidad.

Mi mente era un caos y un nudo se formó en mi garganta. De repente todo se hizo presente en mi cabeza: el cambio en mi agenda, el intruso en mi casa, la fiesta en casa de Luc y él con una herida en su hombro, el hombro al que quizás había disparado, Nueva York, la misión...

Mia cara, ¿estás bien? —Me giré hacia mi padre, en la sala solo estábamos él y yo, no supe en qué momento habíamos quedado a solas. Asentí con un movimiento lento y forcé una sonrisa aunque fue difícil—. Bien, ¿te llevo a casa?

Negué. No me podía ir con él, necesitaba hablar con una persona y tener respuestas o lo más parecido a un poco de claridad.

—No es necesario —le aseguré—. Te veré allí, ¿si?

Él asintió antes de salir, dejándome sola.

Me acerqué a la mesa para buscar los papeles, los guardé en una carpeta que puse dentro de mi bolso y me aseguré de no perderlos. Si lo que Sullivan decía era cierto entonces Matthews no se equivocaba pero ¿Cómo? ¿Cómo es que nos seguían? ¿Cómo es que estaban al tanto de lo que ocurría? ¿Quiénes eran? ¿Por qué parecían estar un paso por delante?

Millones de preguntas inundaron mi mente mientras me dirigía al elevador que me dejaría en el primer piso, frente a la salida de emergencia que usábamos para salir del club sin atravesar el salón atestado de personas bailando.

Cuando salí del lugar me encontré con Matthews y Max, uno apoyado en su coche y el otro en su motocicleta. Al verme salir ambos se acercaron y maldije internamente. Asumí que Max se quedaría en el club y así podía hablar con su hermano sin que todo se torna incómodo, ahora no tenía forma de salir de esta.

Llené de aire mis pulmones en un intento de llenarme de valentía también mientras me dirigía directamente a Max.

—Rubia...

—Me iré con Matthews —arrugó la frente.

—¿Por qué? —su voz era baja y miró detrás de mí, a su hermano.

—Porque sería raro que Levi me viera llegar a casa contigo —subí mis manos hasta tomar su rostro y al mirarme noté como suavizaba la expresión—. A menos que quieras hablar con él y presentarte formalmente... —alguien gruñó a mi espalda pero lo ignoré—. Luego te llamo ¿sí?

Asintió pero antes de dejarme ir me acercó y dejó un suave beso en mis labios antes de sonreír un poco, creí que entraría al club pero montó su motocicleta y la hizo rugir con un fuerte ruido antes de alejarse.

Me giré para enfrentar a Matthews pero él se limitó a caminar hacia su coche. Lo seguí, ocupé el asiento del copiloto y permanecí en silencio en el trayecto a casa, sin saber como sacar el tema.

Solo dile lo que dijo Sullivan, pensé.

Pero el se adelantó:

—¿Qué traes tú y Will? —la pregunta me descolocó y lo miré confundida, estábamos a pocos metros de llegar a mi casa.

—¿Qué?

—Noté la mirada que compartían, Maddox. No soy tonto —trague saliva, no era de eso precisamente lo que quería hablar—. ¿Qué es lo que te dio? ¿Y qué te dijo Sullivan?

—Esas son muchas preguntas —murmuré.

—Maddox...

—Sullivan dijo que tenías razón —susurré. Detuvo el coche frente a mi casa y se movió de tal forma en su asiento que me observaba de frente, hice lo mismo y ahora estábamos frente a frente—. Dijo que alguien nos observaba, pero no era ninguno de sus hombres.

Cerró los ojos pero no sonreía, no se regodeaba por tener la razón, todo lo contrario, comenzó a maldecir.

—Algo anda mal, Maddox.

Asentí mientras bufaba.

—Sí, algo se nos escapó ¿Pero qué? ¿Quién era? ¿Cómo sabían dónde estaban? ¿Cómo...?

—Cálmate —susurró mientras acariciaba mi rodilla, por encima del leggins. El contacto hizo que toda mi piel se calentara—. Esto pudo haber pasado en cualquier momento, Maddox.

—Si, pero ocurre ahora. Cuando soy yo quien debe controlar que todo salga bien —cerré los ojos y me llevé las manos a la cara para presionar mis párpados—. Soy una tonta, algo se me pasó por alto, algo que no vi...

—Hey —con dos dedos tomó mi mentón haciendo que lo viera, dejé que mis manos cayeran sobre mi regazo—. Todo salió bien ¿de acuerdo? Deja que yo me encargue —asentí.

De repente el espacio dentro del coche pareció reducirse, Matthews estaba demasiado cerca y no lo había notado hasta ahora. Aparté la vista nerviosa sin comprender porque siempre terminaba en estas situaciones con él cuando debía ser con su hermano.

Matthews no debería provocar que mi cuerpo ardiera o tiemble; que mi corazón se acelere con su cercanía; cada vez que me mira con sus ojos cargados de sobreprotección no deberían hacerme sentir tan bien y sin embargo lo hace, siento que podría desmayarme entre sus brazos y él me cuidaría. Sabía, aunque ahora estuviera enojado todavía y no pudiera verme a los ojos, que sus palabras eran ciertas, que él se encargaría de todo.

Quizás por eso era el consigliere de mi padre y su mano derecha, por la confianza que irradiaba. O quizás era algo más.

Pero no podía serlo.

—¿Qué te entregó Will?

Recordé la pequeña caja negra y la busqué dentro de mi bolso con rapidez. Tenía una tarjeta por encima pero no la leí, la aparté y la abrí.

Lo que contenía me dejó sin aliento.

Era un collar, diminutas perlas doradas se entrelazan hasta llegar a un zafiro rojo con forma de dragón.

El mensaje estaba más que claro.

—Es de Sullivan —murmuré—. Un regalo, al parecer —me enderecé en el asiento y coloqué el collar en mi cuello frente al pequeño espejo retrovisor. Sentía los ojos de Matthews quemándome la piel. Cuando logré unir cada extremo me fijé en los detalles y lo bien que resaltaba sobre mi piel pálida—. Creo que me podría gustar el dorado —murmuré.

Matthews dejó escapar una suave risa sin apartar los ojos del collar que ahora colgaba sobre mis pechos. Seguí el movimiento que hizo su garganta al tragar y alzó la vista en cuanto mi corazón comenzó a latir con fuerza. Estaba segura de que había notado mi pecho subir y bajar con demasiada velocidad.

Aparté la vista nerviosa.

Algo denso y caliente se instaló en el ambiente, el espacio pareció reducirse otra vez.

Lo elegí específicamente para ti —escuché que leía la tarjeta—. Espero que con esto puedas perdonarme, dulzura —cerré los ojos con fuerza, no debí dejar que la leyera—. ¿Perdonarlo por qué? ¿Y por qué te llama así?

—Debería entrar, Levi de seguro me está esperando...

—Maddox.

—Por favor, Matthews —supliqué.

—Dime. Qué. Hizo.

Tragué saliva.

—La reunión —murmuré—. No fue casualidad que Joffrey, su tío, se encontrará allí. Sabía lo que me haría y Sullivan vio la posibilidad de sacárselo de encima...

—Si tu le disparabas —dijo con voz tensa.

—De hecho, él creyó que tú lo harías.

—Aún estoy a tiempo.

—Joffrey está muerto por mi bala, ¿Lo olvidas?

—Pero puedo cargarme a Sullivan...

—¡No! —lo interrumpí—. No harás eso, por eso no quería decirte, tú y Levi son iguales —negué con un movimiento lento de cabeza—. Tenemos un buen acuerdo, un buen negocio, ¿Qué más da si asesiné a un hombre? Me tengo que hacer a la idea de que esta es mi vida.

—No así, Maddox...

—Ya pasó y estoy bien, ¿de acuerdo?

Matthews no pareció convencido en absoluto pero lo ignoré. Le saqué la tarjeta de su mano para dejarla dentro de la caja nuevamente y volví a guardar todo en mi bolso.

Debería haber salido del coche, decirle "adiós" y limitarme a entrar a mi casa, para darme una larga ducha y recuperar las horas de sueño que no había dormido en toda la semana preocupada por la misión. Es verdad que ahora había otra cosa por la que debía preocuparme, pero confiaba en que Matthews podría encargarse.

Pero no salí del coche, no me fui, no me alejé de él como debí haber hecho. En lugar de eso lo enfrenté, me incliné un poco más sobre su cuerpo y él me miró con una ceja alzada evaluando mis movimientos.

—¿Aún sigues molesto? —murmuré como si se tratara de un secreto.

—¿Aún sales con mi hermano?

—Sabes que sí.

—Entonces sí, aún sigo molesto.

Negué, con una mezcla de molestia y confusión, odiaba que se comportara de esa forma.

—¿Qué quiere decir eso? ¿Me estás pidiendo que termine con él? ¿De lo contrario te seguirás comportando así? —bufé—. Eres un idiota...

Antes de poder establecer distancia entre ambos la mano de Matthews se cerró sobre mi cuello llevándome más cerca de él. Lo miré con los ojos bien abiertos, sorprendida por su reacción y por la forma en que me miraba, había fuego en sus ojos.

Y me estaba ahorcando.

Y no me sentía disgustada en absoluto.

—No te estoy pidiendo que lo dejes —susurró con voz ronca—. Si pudiera, Maddox, no te pediría cosas. Te las ordenaría —apretó más mi cuello y debí rogar con todas mis fuerzas que Levi no saliera en aquel momento y nos encontrara porque esto podría ser un problema enorme—. Y, de no cumplirlas, te castigaría. Te castigaría tanto que incluso te gustaría.

—Matthews —jadee.

La esquina de su boca se curvó en una sonrisa arrogante y bajó la vista para ver mis pechos, maldije mentalmente porque sabía con que se encontraría. Tenía los pezones duros y podía sentir la humedad arremolinándose entre mis muslos.

Estaba mal. Muy mal.

No debía excitarme por él, sino por Max.

Pero me excitaba por ambos.

¿Qué tenían los hermanos Hardaway que me hacían perder el control de mi cuerpo?

—¿Max también te pone así? —susurró a escasos centímetros de mis labios.

Tenía la mente nublada por todo lo que estaba sintiendo, ni en un millón de años me habría esperado que Matthews actuase de esta forma. Parecía otra persona pero mi cuerpo en lugar de alejarse parecía quererlo más y más cerca.

Coloqué mi mano en su muñeca intentando apartarlo de mí pero él ejerció más presión provocando que me acercara un poco, que inclinara más mi pecho en su dirección.

Hacia demasiado calor.

El interior del coche parecía reducirse a cada segundo.

—Te hice una pregunta, Maddox —su voz estaba ronca, tenía un tono mordaz y posesivo que irradiaba peligro, como todo en él.

Sabía la respuesta.

No, Max no me ponía así. Matthews no me había tocado, jamás se propasó de ninguna forma y al parecer no le hacía falta ponerme un dedo encima.

Lo que me excitaba de él, más allá de todo su físico, era la forma autoritaria con la que me hablaba.

Pero no podía decirle eso.

—No sabía que se trataba de una competencia —susurré con un hilo de voz.

—Si yo pudiera tenerte, Maddox, no habría competencia alguna, créeme.

De repente su expresión se ensombreció, como si volviera en sí y recordara quien era yo, quien era él y donde estábamos. Su mano soltó mi cuello con brusquedad dejándome libre y se enderezó frente al volante.

—Vete —dijo entre dientes.

Lo miré confundida, sin dejar de parpadear.

—Matthews...

—Vete, por favor —cerró los ojos y apretó el volante con fuerza hasta que los nudillos se le pusieron blancos.

Salí del coche y una brisa fresca me abrazó, tenía la mente llena de preguntas y ahora estaba mucho más confundida. Solo una cosa estaba clara: me excitaban ambos.

Y ambos serían mi perdición.

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