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Capítulo 24 | Nueva York. Parte III

𝑴𝒂𝒅𝒅𝒐𝒙

Decir que no estaba nerviosa era mentir, porque lo estaba. Solo cuando me observé al espejo por última vez antes de salir de mi habitación fui consciente de lo que estaba a punto de ocurrir. Iba a ser presentada por primera vez en sociedad, una sociedad de mafiosos, pero sociedad en fin.

Y a diferencia de la realeza, no tenía ningún tipo de libreto o manual que seguir, Levi no me había anticipado de que iría el negocio, supuse que él asumió que yo estaría al tanto pero lo cierto era que no del todo, podía bien ser un negocio de armas o de drogas y no sabía con qué me encontraría.

Lo único que podía pensar era en que esto era importante porque a partir de ahora mi vida no volvería a ser la de antes: ya no podía fingir que este lado de la familia estaba lejos porque ahora me estaba metiendo de lleno en él. Lo estaba aceptando. Ya no sería Maddox Buffay, la ordinaria universitaria con una vida aburrida.

A partir de esta noche era Maddox Salvatore.

Abrí la puerta de mi habitación y me encontré con Matthews, que al verme abrió ampliamente los ojos por una milésima de segundos y apartó la vista con rapidez.

Arrugué la frente.

—¿Me veo tan mal?

—Por favor no me hagas responder esa pregunta —murmuró antes de suspirar con los ojos cerrados y cuando los abrió su expresión era neutral. Lo miré aún más confundida—. ¿Es demasiado pedirte que te cambies?

Lo miré horrorizada y bajé la vista hacia mi cuerpo. Llevaba un vestido rojo oscuro, no como los que solía usar ya que me gustaba el rojo vivo. En esta ocasión opté por uno intenso pero oscuro como el vino, con un pequeño tajo en mi muslo derecho y sin escote pronunciado, claro que mi espalda estaba al descubierto.

Esta noche no era solamente Maddox Salvatore, era Red Dragon también.

Volví a verlo y noté que tenía la vista clavada en mi cuerpo.

—¿Está fuera de lugar? —pregunté y volví a verme antes de regresar la vista a Matthews, él ahora me observaba con una expresión indescifrable—. No creí que importara lo que lleve puesto porque asumí que nadie me prestaría atención.

—Maddox, cualquier hombre en su sano juicio te prestaría atención.

Sus palabras me dejaron tan descolocada que de no haber estado tan sobria de seguro me habría caído, no me esperaría esas palabras ni en un millón de años y permanecí observando sus ojos lo que pareció una eternidad. Matthews también pareció sorprenderse ante sus palabras porque apretó los labios en una fina línea antes de girarse y caminar en dirección al elevador.

—Vamos, tu padre espera —dijo con un tono de voz totalmente diferente.

Lo seguí en silencio y agradecí que el interior del elevador fuera amplio, porque de repente me sentí desprotegida, expuesta, observada. Aunque él tuviera los ojos clavados en donde se encontraban los botones y la pequeña pantalla que indicaba que pasamos del segundo piso al tercero.

Cuando las puertas se abrieron Matthews se apresuró a salir, yo decidí seguirlo despacio cuidando de no caerme porque el piso aquí estaba cubierto de una fina alfombra color negra, me recordó a mi casa y el gusto de Levi por las alfombras.

Frente a nosotros se extendía un gran salón que ocupaba todo el piso, podría decirse que se trataba de un restaurante privado o de un club, había mesas y sillas aterciopeladas de un lado, una barra que se extendía por cuatro metros adelante de lo que parecían botellas de alcohol sumamente costosas por el otro. Me pareció que más que reuniones podrían hacerse eventos sofisticados debido a que también contaba con una amplia vista de la ciudad gracias a los ventanales que ocupan toda una pared.

Dorado. Había mucho dorado por donde se viera, el piso alfombrado en negro hacia que el resto de las cosas resaltara, las sillas estaban revestidas de terciopelo rojo oscuro como mi vestido y todo el amueblado, incluyendo la barra era de roble oscuro.

Colgaban lámparas arañas del techo en color dorado, pinturas renacentistas en algunas paredes con marcos dorados y esculturas doradas que bien podrían ser de oro. Incluso algunas botellas tenían pequeños diamantes brillantes y en tonalidades amarillos, no dudé ni un segundo de que se trataban de piedras preciosas.

Por un momento puse en duda que el negocio involucrara armas o drogas, quizás se trataba de joyas. Pero no tenía sentido.

—Detesto el dorado —dije entre dientes y pude escuchar la risa baja de Matthews, el piso era de una amplitud increíble porque caminamos varios metros hasta llegar donde mi padre se encontraba.

Levi nos esperaba en una mesa apartada, sentado frente a dos personas que estaban de espaldas a mí. Cuando mi padre me vio sus ojos se iluminaron, su expresión no se torció porque sabía que debía mantener su imagen pero reconocí por su mirada lo feliz que estaba.

Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Mi padre estaba ansioso y emocionado, me recordé que esto debía salir perfectamente bien.

En un segundo, los dos hombres que se encontraban sentados se alzaron frente a mi clavando sus ojos tan negros como la noche en los míos. De repente la presencia de Matthews a mi espalda se sintió más que nunca.

—Maddox —dijo mi padre tomando mi mano con suavidad—. Te presento a Harry Sullivan.

El mencionado se inclinó un poco como si estuviera haciendo una reverencia y me regaló una sonrisa juguetona, al verlo bien noté que era mayor que yo pero no llegaba a la edad de mi padre. Fácilmente podría tener treinta años, o casi como Matthews.

—Un placer conocerla, señorita Salvatore.

—Lo sé —dije mientras sonreía con suficiencia, vi por el rabillo del ojo como mi padre suavizaba su expresión para ser de diversión. Una de las cosas que siempre me recalcó fue que debía posicionarme por encima del otro, no importa si se trata del mismísimo presidente, yo estoy por encima. Marcar los lugares desde el inicio es la clave—. Espero poder decir lo mismo de usted al terminar la noche, señor Sullivan.

La sonrisa de Harry se extendió.

A su lado, el hombre que era muy parecido pero se diferenciaba por una cicatriz que cruzaba su ojo izquierdo y por llevarle unos años por encima, me dedicó una sonrisa que me provocó náuseas.

—Es un placer deleitarnos con su vista, Maddox.

Matthews gruñó y mi padre se tensó. De haber tenido un cuchillo cerca se lo habría clavado en su estúpido ojo malo pero tenía que evitar mi impulsividad porque de esto dependía todo el negocio. Aunque no me pasó desapercibido la mirada de reojo que le dedicó Harry, supuse que no se trataba más que de un trabajador o alguien por debajo de su nivel.

Era mi primera reunión de negocios pero al ver a mi padre durante años y escucharlo hablar sabía cómo identificar a un líder.

Ese imbécil no lo era.

—Salvatore —corregí—. No me gusta que mi nombre sea dicho por personas sin importancia —su estúpida sonrisa se desvaneció y me acerqué a la silla vacía junto a mi padre—. Espero no haberlos hecho esperar demasiado.

—Para nada —Harry me veía fascinado—. Esto recién empieza.

Cuando todos estuvimos en nuestras sillas, a excepción de Matthews que podía sentir su presencia tras de mí, como si de un guardaespaldas se tratara, Harry comenzó a hablar en detalles de sus planes.

Al parecer todo se trataba de joyas y diamantes. Por supuesto.

Lo que Sullivan quería de mi padre, o mejor dicho, de la mafia Draghi era protección, de hecho querían armas pero Levi no se lo haría fácil y de ser yo quien tomara la decisión tampoco lo haría.

—Verán, en dos semanas llegará un cargamento con diamantes invaluables traídos desde el exterior. No es necesario entrar en detalles, pero necesitamos estar seguros para transportarlos desde el lugar de recepción hasta donde se realizará la comercialización —me miró por un segundo—. Que será aquí, por supuesto. Estoy dispuesto a pagar el precio necesario por un cargamento equipado con todo lo necesario para que mis hombres...

—¿Cuál es el lugar de recepción?

Tres pares de ojos se posicionaron sobre mí.

Sullivan habló por una hora seguida y era la primera vez que alguien intervenía. Al parecer nadie esperaba que fuera yo quien hablara. Aunque Levi se limitó a mirarme sin intentar frenarme o decir algo para callarme, me observaba con curiosidad.

—Lawndale —respondió Harry entre dientes—, North Lawndale.

Sonreí.

—Eso está lejos de Nueva York —recosté mi espalda sobre la silla sin quietar la vista de sus ojos negros que me observaban intrigados. Golpeé de forma suave mis uñas rojas sobre la mesa dejando el ruido de estas llenara el silencio—. Más precisamente en nuestras calles.

Mi padre no reprimió la sonrisa que se extendió por su rostro y agradecí que me estuviera dejando llevar la conversación.

Tenía un plan y si jugaba bien las cartas todo podía salir mejor de lo que él había pensado.

—Lo se, por eso quiero comprarles un cargamento...

—No solo necesitas armas. Necesitas permiso —remarqué la palabra con una sonrisa—. No te venderemos un cargamento —declaré.

—¿Disculpa?

Se le borró la sonrisa y su tono de voz bajó un tono.

—Nosotros nos vamos a encargar de transportar... el producto —dije con suavidad.

—No, ese no es el acuerdo.

—No hay ningún acuerdo aún —dijo mi padre.

Harry negó con un movimiento lento de cabeza y dejó escapar una suave risa.

—No son los únicos que comercializan armas.

—Somos los únicos que comercializamos las armas que necesitas, eso es suficiente —remarqué—. Pero está bien, espero tengas suerte buscando quien pueda encargarse de ello con la seguridad que Draghi podría darte. Solo recuerda un pequeño detalle... —me incliné sobre la mesa un poco como si lo que fuera a decir fuera un secreto—. Son nuestras calles y nosotros decidimos lo que ocurre en ellas.

—¿No has oído de la mafia South? —preguntó con ironía.

Ahora yo dejé escapar una suave risa.

South controla el veinte por ciento de la ciudad.

Es verdad, el mapa que yo recordaba había cambiado, Draghi perdió territorio pero no era ni siquiera alarmante el porcentaje que ocupaban por lo que ni siquiera debían considerarse competencia. Aunque no por eso había que olvidarse de lo que podían hacer.

Sostuve solo su mirada, ignorando que mi padre y el otro idiota que aún no había hablado, y del que no tenía interés en conocer su nombre, me observaban de la misma forma.

Harry cerró los ojos por un segundo y asintió.

—En el hipotético caso de que acepte lo que propones, deberíamos establecer un punto de encuentro que no sea Nueva York.

—Lo se, tu no controlas todo el territorio, eso está más que claro —un músculo en su mandíbula se tensó. Está bien, quizás me estaba pasando pero era tan divertido ver a un hombre perder el eje que no podía evitarlo—. Pero nosotros tenemos contactos, dinos un punto y podemos asegurarnos de que llegue a salvo tu preciada mercancía.

—Podrías incluso poner a disposición a dos de tus hombres, para que tengas más seguridad, claro —comentó mi padre como una opción y asentí, era buena idea.

Sullivan acarició su labio inferior con su lengua como considerando la propuesta mientras sostenia un vaso de cristal con una de sus manos.

Una emoción comenzó a correr por mis venas, me estaba encargando de esto yo sin que mi padre dijera o hiciera algo.

—Pero debo asumir que quieren algo —dijo por fin.

Le sonreí mientras mordía mi labio inferior.

—Las ganancias se dividirán, por supuesto —alzó ambas cejas—. Un cincuenta por ciento de ellas irán a Draghi.

Dejó escapar una sonora carcajada pero nadie le siguió el juego. Mi padre incluso alzó una ceja en su dirección.

—¿Es un chiste? ¡Es mi negocio!

—Y es nuestra protección la que te ofrecemos —aclaré con tranquilidad—. Podríamos aceptar un cuarenta por ciento, menos de eso no tendría sentido.

Se alzó sobre su cuerpo con ambas manos apoyadas sobre la mesa e inclinándose levemente en mi dirección. No me deje intimidar y lo imité, pero yo le dediqué una sonrisa.

—Es mi negocio el que se pone en juego, yo conseguí ese cargamento, yo...

—Es nuestra ciudad —dije entre dientes—. Nuestro puerto, nuestras calles, nuestros hombres y nuestras armas. Viéndolo así nosotros tenemos más las de perder que tú —no era cierto del todo pero él no tenía porque saber que la mayor parte de la policía estaba sobornada por Levi—. Pero está bien, suerte consiguiendo una mejor oferta.

Enderecé mi espalda y le dediqué una mirada que daba a entender lo patético que me parecía antes de intentar alejarme, no pude hacerlo por su voz me detuvo.

—De acuerdo —dijo en voz baja y los ojos sobre la mesa.

—¿Puedes repetirlo? No te escuché bien —dije divertida.

Cuando volvió a verme tenía una sonrisa en su rostro y suspiró con pesadez antes de hablar.

—Tenemos un trato —dijo por fin.

Sentí la mirada orgullosa de Levi sobre mi perfil y extendí mi mano hacia Sullivan para dar por cerrado el acuerdo.

La siguiente hora transcurrió con tranquilidad aunque podía sentirse la tensión en el ambiente. Trajeron whisky para beber y escuchábamos atentos mientras Harry explicaba cómo llegaría el cargamento, que día y horario preciso, incluyendo la ruta que debíamos de tomar. Fui consciente de que teníamos un gran camino por delante, muchas cosas que organizar y reuniones que tener.

Noté que era la primera vez que me sentía parte de esto y me sentí orgullosa de lo que logré sin la ayuda de mi padre, su aprobación me daba puntos extras y sabía que estaría muy feliz. A partir de ahora debía estar presente en todo esto, fui consciente por fin de que tenía que introducirme de lleno a esta vida y no habría marcha atrás, porque estaba claro que organizaría las próximas reuniones para organizar este trabajo. O al menos formaría parte importante. 

Dos semanas no era mucho tiempo considerando que jamás se trabajó con este tipo de cargamentos pero no lo creía imposible para preparar a nuestros hombres.

Nuestros hombres.

Sonreí contra el vaso de cristal sobre mis labios antes de darle un trago a mi bebida.

No supe cuanto tiempo había pasado, la conversación seguía pero yo había dejado de escuchar un poco pensando en todo lo demás, lo que había conseguido y lo que quedaba por verse. 

Regresé a la realidad cuando sentí una pequeña caricia en mi rodilla izquierda y todo mi cuerpo se tensó. Dirigí mi vista al idiota de la cicatriz y noté como me observaba con una sonrisa, le dediqué una mirada que le daba entender mis pocas intenciones de seguirle la corriente.

Pero pareció hacer caso omiso de mi reacción porque volví a sentir la punta de sus dedos sobre mi piel y necesité de toda mi fuerza de voluntad para no romper el vaso de cristal sobre su cabeza o clavarle un cuchillo en el ojo.

Inspiré y exhalé con suavidad intentando controlarme y realicé un conteo mental.

Cinco.

Levi y Harry no parecían notar nada. Estaban sumidos en una charla que ya no era sobre el acuerdo sino sobre otras cosas triviales, incluso se reían como si fueran mejores amigos.

Cuatro.

Contuve la respiración. Otra vez volvió a tocarme.

Tres.

Clavé mis ojos sobre los suyos y me sonrío de forma desagradable.

Dos.

La palma de su mano tomó con fuerza mi pierna.

Agradecí llevar mi Mossberg en mi muslo izquierdo y que la tela del vestido fuera tan fina y ligera que nadie notara que llevaba una pistola en un estuche sobre mi piel.

Uno.

Disparé.

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