Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 2 | Fiesta en la playa

𝑴𝒂𝒅𝒅𝒐𝒙

Me desperté cuando sentí un peso sobre mi que podía identificar perfectamente: Penny.

Mi mejor amiga se abalanzó sobre mi cuerpo algo muerto aún sin importarle que estaba en medio de un sueño profundo y relajado, aunque intentara fingir que aún dormía resultaba imposible por sus chillidos ensordecedores. Así que separé los párpados para encontrarme con una sonrisa amplia de dientes blancos y un cabello rojo-anaranjado muy parecido al fuego.

—¡Regresaste! ¡Por Dios! ¡No te imaginas lo mucho que te extrañé!

Intenté quitarla de encima pero era imposible, estaba prendida a mi cuerpo por encima de las sábanas negras como una pulga.

—Penny, ¿podrías... solo quitarte? —murmuré.

Apoyó ambas manos a los lados de mi cabeza para observarme desde arriba con las cejas levemente fruncidas. Su cabello largo caía a sus costados rozando mi rostro.

—¿Siquiera me extrañaste?

Rodé los ojos.

—Sabes que sí, solo quítate.

—Dilo.

—Penny...

—Dilo, Maddie.

Presioné los párpados con fuerza.

—No me llames así —murmuré.

—Entonces, dilo.

Abrí los ojos para verla, sus labios estaban presionados en una fina línea pero una de sus esquinas se curvaba en una sonrisa divertida.

Respiré por la nariz frustrada.

—Te extrañé —mascullé entre dientes.

Sus ojos azules brillaron y volvió a sonreír ampliamente.

—¡Síííí, lo sabía! —volvió a pegar su cuerpo al mío unos segundos antes de alejarse completamente—. No fue tan malo decirlo, ¿verdad?

—¿Era tan necesario?

Me incorporé hasta apoyar mi espalda sobre el respaldo de mi cama, mi mejor amiga se cruzó de piernas al borde del colchón y observó sus uñas con expresión distraída.

—Un poquito, sí —admitió—. A veces no me siento querida en esta amistad.

Rodé los ojos.

Penny a veces era tan... intensa.

—Penny Ann Hill —alzó una ceja en mi dirección—. No hay nada que haya extrañado más en estas dos semanas que tu presencia en mi vida. Juro que si debía pasar más tiempo lejos de ti iba a robar el Xanax de mi madre.

Volvió a sonreír ampliamente antes de rodear mi cuello con sus brazos. Me dejé envolver por su abrazo cálido y amoroso porque lo cierto era que la había extrañado, había extrañado toda mi vida aquí y solo estuve fuera dos semanas.

—Bien, no es necesario ponernos sentimentales —dijo mientras se alejaba nuevamente y secó lágrimas invisibles de forma dramática—. Ahora háblame de Grecia, por favor, necesito que describas las playas de tal forma que pueda imaginar que estoy en ellas.

Puse los ojos en blanco.

—¿Sabes? Tomé algunas fotografías, si te sirve —entrecerró los ojos— ¡Bien! La arena era blanca, tan fina que parecía literalmente sal y el agua era cristalina, de un turquesa precioso. Un dato interesante: el color varía según la sombra de la naturaleza y vegetación que rodee la playa...

—Sí, sí. Pero háblame de las personas, puntualmente de los hombres —batió las pestañas provocando mi risa— ¿Conociste a alguien?

Lo pensé por un momento.

—Una noche salí a caminar y terminé en una fiesta a la orilla del mar, en una playa un tanto escondida —Penny pareció plenamente interesada así que se acercó con una sonrisa—. Conocí a personas sí, muy agradables...

—¿Y...? —alcé las cejas un tanto confundida—. Vamos, Maddie. ¿Ocurrió?

Formé una mueca con mis labios dándole a entender que no comprendía de qué hablaba.

—¿Ocurrir...? —oh, eso. ESO. — ¡Penny! ¡Claro que no!

Mi mejor amiga me observó como si de mi cabeza salieran cuernos y estuviera diciendo una estupidez.

—¿En serio? Perder tu virginidad en una isla griega debe ser genial —le aventé un cojín que no logró esquivar y rio con fuerza—. Anda, ¿no lo pensaste siquiera?

—No, claro que no —sentí cómo el calor se apoderaba de mi rostro y aparté la vista nerviosa—. En lo único que pensaba era en sobrevivir cerca de Nora sin querer asesinarla. No tenía tiempo para pensar en... eso.

—Sexo. Dilo.

—Cállate —murmuré—. Anda, ¿no tienes algún chisme para mí?

Quizás era algo tonta porque no podía hablar de aquello sin sentir como la vergüenza invadía mi cuerpo entero y no era que me creía una chica recatada, todo lo contrario.

Había tenido novios a lo largo de mis diecinueve años, no eran relaciones duraderas o que significaran mucho, pero había experimentado ciertas... cosas.

Solo había tenido un encuentro sexual en una ocasión, fue breve, rápido y descuidado, un sentimiento de frustración me invadió después. Se quedó conmigo por mucho tiempo y en ese preciso instante había decidido que no se volvería a repetir. Solo lo había hecho porque necesitaba saber que se sentía estar con alguien que no me conocía de nada, alguien a quien mi padre no podía investigar, alguien que no pertenecía a mi mundo.

Alguien de quien no tuviera un maldito expediente con su nombre.

No fue un encuentro extraordinario ni me marcó de buena forma, solo lo suficiente para saber que lo que sea que me hizo sentir, no era lo suficientemente bueno para volver a repetirlo.

Así que sí, tenía diecinueve, estaba en mi primer año de universidad y mi experiencia sexual se reducía a un encuentro repleto de frustración, pero mi mejor amiga pensaba que aún no había tenido sexo. Porque en cuanto Penny estuviera al tanto de eso sería más fácil que llegara a oídos que podrían poner en peligro todo, entre ellos: mi padre. Si se enteraba que alguien había puesto un dedo encima de su hija, ese mismo alguien dejaría de existir. Estaba muy segura de ello.

Había sucedido anteriormente.

—Claro que tengo chismes, ¿por quién me tomas? —dijo con voz dolida—. Pero antes de hablar de esas cosas, debemos prepararnos para la noche.

—¿La noche? —ladeé la cabeza.

—Así es, ¿acaso crees que vine para ver películas y comer palomitas? —me encogí de hombros y ella rodó los ojos—. Maddie, es el último día antes del inicio de clases, está claro que saldremos de fiesta.

Alcé las cejas.

—¿Fiesta?

—Fiesta.

—¿Fiesta...? —me lanzó una mirada severa—. Penny estoy exhausta...

—Regresaremos temprano, lo prometo.

—Dudo que mi padre me de permiso...

—Claro que tienes mi permiso.

Ambas apartamos la vista al escuchar su voz, se encontraba con medio cuerpo apoyado en el marco de la puerta con actitud relajada, llevaba las manos en los bolsillos de sus pantalones de tela cómoda que iban a juego con su camiseta negra desteñida. Supuse que planeaba pasar la noche en casa.

Lo miré entrecerrando los ojos en un intento que comprendiera mis pocas —si acaso nulas— intenciones de salir.

—Mañana tengo clases.

—No veo el problema si regresan temprano —se encogió de hombros—. Además, es la última noche antes de los exámenes, debes relajarte abejita.

Relajarme, si claro. Él vivía trabajando pero era yo quien debía relajarse.

Me resultaba descabellado que permitiera que vaya de fiesta, no porque sea un padre exigente o amargado. Todo lo contrario.

Pero a sabiendas de quién era Levi Salvatore, con el peso que implicaba ser líder de una mafia peligrosa, al ser su única hija recae en mí la responsabilidad de pasar desapercibida en todos los aspectos de mi vida para no llamar la atención de quien podría ponerme en un peligro significativo.

Así que todo esto implicaba que yo también debía llevar una doble vida.

Al parecer esta noche estaba tranquilo y no se preocupaba porque algo malo pudiera ocurrir, eso me daba cierta tranquilidad, pero al mismo tiempo me despertaba un poco la curiosidad.

Si Levi Salvatore accedía a que fuera a una fiesta sin previo aviso era porque algo se traía entre manos.

Llené de aire mis pulmones y lo retuve por unos segundos, lo suficiente para procesar la idea de salir de fiesta.

Penny volvió a verme con una sonrisa juguetona y traviesa en sus labios que dejaba en claro su mensaje: "no te escaparas de esto".

Comprendí la tranquilidad de mi padre al llegar a la fiesta.

Mi mejor amiga tomó mi mano y me arrastró para atravesar el "estacionamiento" del lugar, que no era más que un espacio vacío y sin árboles dentro de la playa que usaban para dejar los coches y motocicletas, un poco alejado de donde se encontraban las personas bebiendo y bailando al ritmo de la música que provenía de un par de altavoces improvisados.

Penny bajó del Uber conmigo de la mano claramente emocionada por llegar a donde estaban los demás, su excitación se debía más que nada a que allí se encontraría con quien había estado compartiendo mensajes —un tanto subidos de tono según me pareció ver—, durante todo el verano.

Planeaba verlo allí, acercarse y por fin concretar lo que estuvieron insinuándose por casi tres semanas.

Atravesamos el lugar hasta llegar a donde todos se encontraban bailando animadamente, eran en su mayoría alumnos de la misma universidad a la que ambas asistíamos, pero de otras carreras. Me esforcé en seguirle el ritmo a las pisadas enérgicas sobre la arena de mi mejor amiga, porque había caminado sobre la playa antes pero solo con sandalias cómodas, ahora llevaba plataformas negras que iban a juego con el minúsculo vestido negro que Penny me obligó a llevar porque resaltaba mi figura y mi piel bronceada.

Así que debía cuidar de no caerme de lleno sobre la arena y no terminar desnuda frente a toda la universidad.

Cuando llegamos por fin a donde todos estaban reunidos, fue que los vimos. A ambos.

El tipo con quien mi mejor amiga se enviaba mensajes de texto eróticos no era más que James, un rubio de ojos grises que estudiaba Criminología, pero era un año mayor, aunque compartimos una clase juntos el semestre anterior.

James también era amigo de Max —imbécil— Hardaway, o como yo lo conocía, uno de los soldati de mi padre.

Supuse que a eso se debía su tranquilidad, sabía que uno de sus empleados estaría en la misma fiesta que yo, porque también compartimos una clase de la universidad juntos. Y mi padre lo sabía, por supuesto.

Nada se le escapa a Levi Salvatore.

Aparté la vista para recorrer los alrededores de la playa, en busca de quien pensé estaría cuidando de mí en la oscuridad. Suspiré al notar que no estaba, Max al parecer era quien estaba de guardia esta noche, aunque sin saberlo.

Porque dudaba que él me conociera, en realidad no tenía forma de saber que su jefe mafioso era también mi padre y de hecho era muy buena pasando desapercibida en clases. Tenía la obligación de saber los nombres e historia de cada uno de sus soldati —o secuaces, como yo los llamaba— por si los necesitaba en una emergencia.

En ese momento decidí que prefería ahogarme en esa playa antes de pedirle ayuda al menor de los Hardaway, conocido en el campus como el arrogante, pero ardiente, Max.

Decidida abandoné a mi amiga para acercarme a la barra improvisada en un intento de buscar cerveza o cualquier tipo de alcohol.

—¡Espera! No me dejes sola —se colgó de mi brazo mientras caminaba— ¿Lo viste? Por Dios, claro que lo viste. Deberías estar ciega para no hacerlo.

Tomé una botella para mi y le pasé otra a Penny.

—No puedo creer que compartieras esos mensajes con él —murmuré.

—¿Cuál es el problema?

—Es un imbécil, lo sabes. Todo el campus lo sabe.

Mi mejor amiga rodó los ojos y se posicionó a mi lado para regresar su vista hacia los dos amigos que conversaban animados mientras bebían de vasos rojos.

—No quiero una relación, Maddie. Solo tener sexo con él.

—Aún así, imagino que debe ser un imbécil en la cama.

—No es lo que se dice —dio un trago—. Al igual que lo que se dice de Max.

—Sí, lo sé. Todos dicen que ambos son dos imbéciles.

Penny río con ganas mientras abandonaba mi costado para posicionarse frente a mi y alzar el mentón en mi dirección.

—Anda, ¿en serio no te parece un poco atractivo? —rodé los ojos—. De seguro a él si le pareces sexy.

—Dudo que sepa que existo.

—Por favor —murmuró—. Debes dejar de creer que pasas tan desapercibida como piensas.

Di un largo trago a mi cerveza intentando escapar de esa conversación.

Lo cierto era que a la mayoría le parecía ardiente el imbécil Hardaway, no podía negar que tenía su atractivo. Llevaba el cabello castaño un tanto largo y despeinado, quizás adrede, y sus ojos marrones tenían un brillo juguetón y divertido que inevitablemente despertaba la curiosidad de quien le prestara atención.

Siempre vestía de negro o colores oscuros y neutrales, además de llevar tatuajes por toda su piel —por lo menos aquellas partes que eran visibles—. Sí, podía admitir que entraba en el estereotipo de bad-boy que estaba tan trillado, pero el hecho de que sea literalmente arrogante en clase y a la vez uno de los secuaces de mi padre hacía que su atractivo físico no tuviera un gran impacto en mí.

Era un idiota atractivo, sí. Pero solo eso.

—Créeme, Penny —dije luego de un rato—. Si ahora mismo me acercara a hablarle no tendría idea de quién soy.

—Reto aceptado.

Me atraganté con la bebida.

—¿Qué?

—Vamos, anda —tomó mi mano para volver a arrastrarme con ella pero clavé mis plataformas en la arena para impedirlo—. Maddie, por favor.

—No pienso hablar con él, me cae pésimo.

Rodó los ojos.

—No lo conoces de nada —no era cierto, pero ella no podía saberlo—. Hazlo por mí ¿si? Quiero enfrentar a James de una vez por todas, necesito refuerzos.

—Te conozco, Penny. Tú no necesitas refuerzos.

—Pero eres mi mejor amiga —alcé una ceja—. Y el código de mejores amigas te obliga a esto.

—Eso no es cierto —murmuré.

—Maddox, puedes venir conmigo a la fuerza o por tus propios medios. Tú decides.

Pasé la vista por todo el lugar, buscando algún tipo de escape o excusa que pudiera servir. Nada. Estaba en una fiesta en la playa y gracias a mi poca capacidad para hacer amigas solo conocía a Penny.

Y a Max, claro.

Suspiré derrotada antes de dejarme arrastrar. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro