Capítulo 19 | La mañana siguiente...
𝑴𝒂𝒅𝒅𝒐𝒙
Cuando los primeros rayos de sol se filtraron por la ventana abrí los ojos más por obligación que porque en serio quisiera encontrarme con el lado derecho de la cama vacía. Tragué saliva al notar la ausencia de Max y millones de escenarios posibles se abrieron paso en mi mente, si bien me encontraba en su piso su ausencia estaba clara y bien podría dejarme una nota diciendo "gracias, pero no gracias Maddox".
Abandoné la cama y mis pies descalzos tocaron el frío piso de madera. A simple vista el apartamento de Max era todo lo opuesto al de Matthews, mientras uno tenía un orden preestablecido para cada cosa que ocupara su casa, el otro convive en un caos que no dejaba de ser ordenado, como si en ese pequeño desorden que era su piso pudiera ser él mismo y se entendía así.
El piso de Max era cálido y acogedor, tenía una decoración más bohemia y descuidada, muebles de madera vieja y varias plantas colgantes. El apartamento de Matthews era lujoso, con vistas a la ciudad, sistema de seguridad y cada habitación era el doble de grande que el promedio.
Me acerqué hasta una pequeña biblioteca de libros y acaricie los diferentes lomos con la punta de mis dedos, esperando que en cualquier momento la puerta se abriera y él apareciera pero nada. Había pasado media hora y no tenía noticias suyas, bien podría haber sido reclutado por mi padre o Matthews para alguna reunión pero estaba cien por ciento segura de que estas no se realizaban a plena luz del día y, de haber alguna emergencia, me habría enterado.
Constaté mi móvil y tampoco había un mensaje de él, solo de Penny pidiendo desesperaba que le dijera a donde había ido a mitad de la noche y porqué debía sostener mi mentira frente a mi padre.
Tragué saliva.
Si mi padre o Matthews se enteraran de lo que había ocurrido anoche estaría en graves problemas, pero en peor posición estaría Max.
Quizás por eso no estaba en su piso, porque había pensado con la mente fría y al darse cuenta que lo de anoche había sido un completo error, fue consciente del problema que sería para él. En su lugar, yo también reaccionaría así; lo quisiera o no, resultaba ser una chica problemática, no por mi, sino por mi vida.
Lo cierto era que anoche no lo había pensado bien. Decidimos hacer noche de chicas con Penny y aunque intentara esforzarme por ver la película de terror que ella había elegido no podía dejar de pensar en lo extraño que me resultaba todo. La forma tan cambiante en la que Max se comportaba conmigo y lo tonta que me hacía sentir a veces, como de un día para el otro había decidido volver a ignorarme, como si mi presencia no le gustara, tal como ocurría un mes atrás.
Pero ya había superado ese límite y yo tenía muy en claro lo que le provocaba a él, así que el que se escondiera tras una máscara de indiferencia no ayudaba. Y aunque lo intentara, no podía engañarme, no a mí que llevo una doble vida desde que tengo uso de razón.
No podía hablarle a Penny sobre lo que había ocurrido el sábado porque ¿Cómo le explicas a tu mejor amiga que alguien entró a tu casa a mitad de la noche para herirte pero no puedes llamar a la policía porque tu padre es mafioso? Demasiado complicado.
Lo que sí pude decirle fue lo que ocurrió la noche antes, el beso en el club. Pero con algunos detalles cambiados, claro.
No podía esperar una mirada objetiva de mi mejor amiga, ella sostiene que Max sabe quien soy desde siempre, que jamás pasé desapercibida para él y que en más de una ocasión lo pilló viéndome por los pasillos de la universidad meses antes de todo esto. Lo que en retrospectiva no tenía sentido por como lo venía demostrando.
Luego de esa conversación nos decidimos por ver la película pero yo no podía dejar de pensar en las palabras de mi amiga, y lo que empezó como confusión terminó transformándose en enojo: ¿Por qué, entonces, tenía que actuar de esa forma y hacerme sentir como una idiota?
Si no había ido a mi casa esa noche porque mi padre lo envió, las alternativas eran pocas: la primera, que en serio planeaba traicionar a la mafia, y la segunda, que fue a buscarme.
Necesitaba saber la verdad y por eso le pedí a mi mejor amiga que me aguardara en su casa, que volvería en una hora pero sin imaginarme cómo se desarrollaría el resto de la noche.
Tecleé un rápido mensaje pidiéndole por favor que sostuviera la mentira y tras prometerle tres veces que iría a verla para contarle todo con lujo de detalles, busqué mi vestido entre las sábanas, porque aún seguía con la camiseta gris de Max. Cuando el vestido se volvió innecesario y su camiseta igual, aproveché el momento de tomar prestada su ropa antes de caer dormida a su lado.
Cuando me deshice de su ropa y comencé a buscar mis zapatillas el ruido de llaves en la puerta me detuvo en mi lugar. Alcé la vista y lo encontré de pie frente a mí, con una bandeja de dos cafés y una pequeña bolsa de una cafetería que reconocí al venir la noche anterior. Lleva vaqueros negros y camiseta a juego, vistiendo siempre de forma informal pero con los mismos tonos oscuros.
Tenía el pelo desprolijo, ligeramente despeinado y a esa distancia divisé que estaba un poco húmedo por la ducha de la mañana.
—¿Ya te ibas? —preguntó con voz ronca y yo no supe qué decir, fue como si todo mi valor, valentía e incluso el enojo que estaba empezando a sentir se esfumara. Alzó una ceja y negó divertido mientras se acercaba a la mesada de mármol para dejar el desayuno—. Por tu expresión, me aventuro a decir que creíste que me había ido.
Me acerqué con cuidado, aún descalza y sin apartar los ojos de su espalda.
—Quizás —murmuré.
—¿Y si te dejé aquí encerrada como podrías irte? —dijo al mismo tiempo que se giraba para verme con los brazos cruzados a la altura del pecho y la cabeza ladeada hacia un costado.
Me encogí de hombros mientras apoyaba mi cintura sobre la pequeña mesa de madera a un costado ubicada en el "comedor", giró un poco más la cabeza en mi dirección y vi los músculos de sus brazos tensarse.
—Quizás me dejaste una llave de repuesto, para no encontrarme al volver —sugerí con duda.
Si respondía que sí, no sabría cómo sentirme.
—¿Eso crees?
—No lo sé, no te conozco.
Sonrío para sí mismo mientras apartaba la vista y miraba al techo, se mordió el labio inferior y negó con la cabeza claramente divertido.
Contuve el impulso de acercarme porque no sabía bien cómo reaccionar ni en qué posición estamos, pero eso no impidió a mis mejillas sonrojarse al recordar como esos brazos me sostenían mientras me hacía gemir.
Cuando volvió a verme, algo diferente había en sus ojos y tragué saliva al ver el hambre en su mirada.
—Sigues repitiendo eso —murmuró—. No deberías mirar así a quien no conoces, Maddox.
Crucé las piernas y él captó ese movimiento.
—¿Así como? —lo provoqué.
Abandonó su posición y se acercó a mí. Con el deseo centelleando en su mirada, la sonrisa sensual y torcida, con paso lento y sin dejar de verme, me hizo sentir como el lobo y caperucita roja. Y este lobo parecía dispuesto a comerme.
—¿Te fascina, verdad?
—¿El qué?
—Provocarme —dijo con voz profunda al llegar a mí, me acorraló con sus manos sobre la mesa a cada lado de mi cuerpo y se acercó unos centímetros a mi rostro.
Algo denso y húmedo se extendió por mi vientre, de nuevo tuve el impulso de apretar mis piernas pero con el casi sobre mí era imposible. Se inclinó un poco más hacia mi cuerpo, mi pecho subía y bajaba con rapidez.
—Salí temprano mientras dormías para buscar el desayuno —gruñó acercándose a mi perfil, rozando con su nariz el lóbulo de mi oreja y todo mi cuerpo pareció derretirse como lava hirviendo. Mi respiración se volvió superficial—. Y tú creíste que me había ido... —no fue una pregunta, pero de haberlo sido me encontraba demasiado afectada para responder. Con sus labios húmedos recorrió mi mentón e incliné la cabeza hacia atrás ahogando un jadeo— ¿Después de lo de anoche tu crees que te dejaré ir tan fácilmente? —susurró—. Ya te probé y no es una cosa de una sola vez, Maddox.
Sus palabras entraron en mi como un susurro de promesas lascivas pero algo en mi interior no permitía que confiara, que me dejara llevar plenamente.
De repente sentí su mano sobre mi piel, como un toque imperceptible que erizo todo a su paso, ascendió por mi muslo y siguió su camino hasta separar mis piernas despacio, volví a verlo y sus ojos café brillaban. Se mordió el labio inferior al sentir lo húmeda que estaba la piel de mis muslos internos y lo vi contenerse. Si había algo que caracterizaba a Max Hardaway era su impulsividad, así que verlo contenerse y evitar perder el control por mí, porque le pedí ir despacio hizo que algo en mi se removiera en mi interior.
Abrí más las piernas dándole a entender lo que quería y él sonrío mientras acercaba sus dedos hacia mi ropa interior de encaje. Me obligué a ahogar un gemido cuando rozó con fuerza a lo largo de mi entrepierna, aún sobre la tela humedecida, él maldijo entre dientes cuando notó mi estado.
Me gustaba la forma que iba despacio por mi, pero no dudaba en tocarme con fuerza y evitar los roces suaves que no me despertaban nada. Max me conocía muy poco pero sabía lo que quería luego de estar juntos una sola vez.
—¿Esto te provoca un desconocido? —preguntó sin dejar de presionar y yo me encontraba demasiado aturdida por el placer—. Dime Maddox, ¿así de húmeda te pones por un desconocido?
No quería responder, porque la respuesta sería de hecho afirmativa. Así me ponía por alguien a quien no conocía más que por un maldito expediente que me hicieron memorizar desde niña pero al mismo tiempo no podía evitar pensar que una parte de mí lo conocía, no por completo, pero empezaba a ver aquellas capas que lo resguardaban.
—Dilo —pidió con voz ronca y demandante, su pulgar presionó mi clitoris haciendo que me humedeciera más. Mordi mi labio inferior intentando contener mi jadeo pero controlar mi expresión era otra historia—. Di que no me conoces, te reto.
Su voz no dejaba lugar a réplica y parecía decidido a castigarme si la respuesta no le agradaba.
Pero yo era una Salvatore. Y me encantaba el peligro.
—No te conozco —dije entre jadeos.
Su sonrisa fue lo último que vi antes de que se arrodillara frente a mi. Separó mis piernas por completo y se deshizo de mi ropa interior en un rápido movimiento.
—Te enseñaré lo bien que la pasas con un desconocido —gruñó a centímetros de mí.
Cuando su lengua rozó mi entrada, deje que mi espalda cayera contra la mesa mientras hundía mis dedos en su cabello para atraerlo hacia mí.
Cerré los ojos mientras me dejaba llevar por el placer de su lengua sobre mi clítoris, luego bajó abriendo mis labios para darle más acceso y cuando me tuvo húmeda y a su merced comenzó a follarme con su lengua. Sus dedos se hincaron con fuerza en mis piernas manteniéndome abierta para él.
No debería ser posible que se pudieran hacer esos movimientos con la lengua, pero ahí estaba Max Hardaway para hacerme ver lo equivocada que estaba. Después de todo, no contaba con tanta experiencia.
Desde esa posición no lo veía pero podía escuchar sus gruñidos, la forma de gemir contra mi piel y las palabras obscenas que decía sobre mi cuerpo.
Lo hermosa que era, lo duro que lo ponía, que aunque le dijera que quería ir despacio en lo único que pensaba era en estar dentro de mí, que se ponía duro cada vez que entraba en alguna habitación y cuando me veía solo pensaba en follarme. Y yo gemía, decía su nombre entre jadeos y tiré de su cabello para pedirle que aumente la velocidad.
—Podría desayunar esto todos los días —su voz acarició mi piel sensible antes de volver lamer mis labios.
Sonreí con los ojos cerrados y arqueé mi espalda por el placer. Sentí el calor subir por mi cuello hasta sonrojarme por completo, era la primera vez que alguien me daba sexo oral y sabía que estaba muy cerca de llegar a mi limite si no dejaba de hacer esos movimientos.
—No tengo problema con eso —gemí—. Ay, Max...
—¿Si? —gruñó—. ¿No te gusta?
—S-sí —logré decir.
—Pensar que no me soportabas —murmuró con diversión y metió dos dedos en mi interior, haciéndome ver las estrellas mientras su lengua acariciaba mi clítoris con lentitud—. Y ahora estás completamente húmeda para mí —continuó con sus movimientos y depositó besos húmedos por mis muslos—. Vamos princesa, acaba para mí. Quiero sentir como te vienes en mi lengua —dijo lo último mientras retiraba sus dedos para que su lengua tomase su lugar.
No era suave, era brusco, fuerte y salvaje, su lengua se movía con confianza dentro de mí, sabía donde lamer y donde succionar para llevarme al límite. No había nada cuidadoso en la forma en la que me hacía perder la cabeza y era exactamente eso lo que me gustaba de él: que no me cuidaba. Me follaba con su lengua como si yo no fuera más que una chica al azar.
Gemí su nombre lo que pareció una infinidad de veces hasta que llegué al límite en donde mi cordura poco importaba y en lo único que podía pensar era en este momento, en él.
Para cuando abrí los ojos, Max estaba incorporado frente a mí, entre mis piernas sin dejar de observar mi rostro y a medida que sentía mi cuerpo sonrojarse una sonrisa de satisfacción se extendió por su rostro.
Me incorporé con un poco de esfuerzo ya que después de ese orgasmo mi cuerpo se sentía como gelatina y antes de poder llegar a sus labios, el sonido de su móvil nos interrumpió.
Lo extrajo del bolsillo de sus vaqueros y cuando leí el nombre de quien lo llamaba compartimos una rápida mirada, noté sus músculos tensarse antes de alejarse un poco para contestar.
Max no hablaba, simplemente escuchaba atentamente lo que le decían y solo se despidió antes de cortar la llamada. Lo miré expectante cuando volvió a acercarse.
—Mi hermano, me pidió que me reúna con él en una hora —dijo con voz seria y abrí los ojos de par en par—. No te preocupes, nos llamó a todos, Jace y Will también estarán.
—Oh —dije en un murmullo.
En un rápido movimiento volvió a posicionarse entre mis piernas y sostuvo mis muslos provocando que rodeara su cintura, sonreí con nerviosismo mientras me acercaba más a él. Rodeé su cuello con mis manos mientras mordí mi labio inferior, reprimiento la sonrisa de idiota. Se acercó un poco más y on ese simple cambio provocó que mi entrepierna volviera a humedecerse, me regaló una sonrisa relajada que jamás le había visto y permanecí observando lo apuesto que se veía así, con la luz del amanecer a su espalda.
—Pero aún me queda una hora —murmuró cerca de mis labios—. Podemos desayunar, si quieres quedarte, claro...
Asentí emocionada.
—Sí, me gustaría.
—Bien —murmuró antes de besarme, un beso rápido y suave.
—Y esta noche si quieres, podríamos vernos...
De repente su cuerpo se tensó y lo miré a los ojos con duda.
—No puedo, lo siento. Le prometí a James que lo acompañaría a un lugar —asentí poco convencida, mientras un sentimiento extraño se entendía por mi cuerpo. Algo en su cambio de actitud y su cuerpo tenso me indicaba que había algo más que no me estaba diciendo pero contuve de preguntarle porque yo le pedí ir despacio y él tenía el derecho de ir despacio también—. Pero nos volveremos a ver ¿si? Te llamaré.
Asentí antes de dejar que sus labios conquisten los míos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro