Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 18 | Cruzando límites

𝑴𝒂𝒙

Observé el mensaje y los dos tildes que indicaban que ella los había leído por, al menos, treinta veces. Y siempre me sentía de la misma forma: patético.

Me había comportado como un idiota desde el primer momento y aún seguía haciéndolo sin poder evitarlo. A esta altura se estaba volviendo algo molesto y, por supuesto, patético. Porque negar que Maddox me gustaba sería una estupidez, había quedado más que claro y no solo para ella, sino incluso para mi hermano y los demás. Pero de la misma forma, admitir que me sentía atraído hacia ella sería igual de complicado porque aunque le dijera que su apellido no me importaba lo cierto era que sí importaba, y mucho.

Aunque por razones diferentes a las que podrían pensar los demás. 

Si tan solo fuera una chica que conocí en el club o en una fiesta no sería un problema. Pero hablábamos de Maddox, era la hija del jefe, la hija del Don más temido de la mafia de Chicago y la futura jefa.

No se juega al gato y al ratón con alguien así pero yo había cruzado el límite, había saboreado la lujuria que se sentía tocar sus labios y me era muy difícil resistirme a la tentación de caer de nuevo.

Por eso si la mantenía lejos de mi quizás podía pasar página y ponerle un alto a estos ridículos sentimientos que se estaban gestando.

Pero resultaba increíblemente difícil, verla esta semana en la universidad sin poder acercarme, sin poder siquiera verla de forma intencional para molestarla estaba siendo un calvario y el hecho de que hablara cada vez más con el idiota de Luc me estaba empezando a molestar.

No podía hacer nada para acercarme a ella sin tener la necesidad de besarla, sin evitar desearla, por eso aunque ahora me moría de ganas de saber como estaba no podía escribirle un mensaje aunque quisiera. Dudaba incluso que se vaya a tomar bien que quiera hablarle luego de como le respondí.

Abandoné mi cama harto de hacer reposo porque, aunque jamás lo admitiría en voz alta, hice lo que me dijo al pie de la letra. Me cuidé toda la semana para no tener que ir al hospital porque confiaba con la forma en que ella me había curado y esperaba que la herida sanará rápido, de hecho lo estaba logrando, ya se había cerrado y me esforcé por sacarme los puntos luego de ver unos videos en internet donde explicaban como hacerlo, ahora solo quedaba esperar que cicatrizara.

Con un poco de esfuerzo llegué a la cocina y revisé la nevera en busca de cualquier cosa que pudiera comer, era tarde en la noche y no había tenido tiempo para pedir comida luego de la reunión que tuvimos en el club del jefe. La próxima misión estaba cerca pero esta vez sería diferente, dijeron que por los nuevos lazos que el jefe estaba formando en Nueva York la ubicación de esta misión sería otra. No tenía problemas con los lugares donde podrían desarrollarse, simplemente esperaba estar curado y con la herida finalmente cicatrizada.

Divisé un sándwich al fondo de la nevera y antes de poder alcanzarlo unos golpes en la puerta me detuvieron. Desvié mi atención hacia la entrada de mi piso sin cerrar la puerta de la nevera esperando que quien sea que haya golpeado desista y se vaya. No estaba de humor para recibir visitas y mucho menos si estas no eran anunciadas antes, si había algo que me molestaba era que se aparecieran en mi piso sin preguntar, algo típico de Jace.

Los golpes regresaron, esta vez un poco más insistentes, cerré los ojos y conté hasta cinco antes de acercarme. Envolví el pomo frío con mis dedos y abrí solo un poco, lo que vi del otro lado me dejó sin habla.

—Todavía ni siquiera es Halloween y tienes cara de zombie.

Maddox avanzó con paso firme hacia el interior de mi piso observando todo con detalle mientras yo me quedaba viendo su nuca sin comprender lo que ocurría.

Podía haber muchas razones: la primera, que había empezado a alucinar producto de la falta de analgésicos, la segunda, que me había despertado en una realidad alternativa. No había tercera, porque no podía existir razón lógica que explique porque la rubia se paseaba por mi piso a las once de la noche de un sábado después de cómo la traté.

La vi observando cada pequeño detalle, se acercó a mi estante con viejos libros que solía tener mi madre y las pocas plantas que colgaban de pequeños frascos de vidrio. Mientras que yo permanecía inmóvil, con la puerta aún abierta de par en par y sin poder apartar los ojos de ella.

Bajé la vista hacia su espalda y casi me atraganto cuando noté su tatuaje completamente al descubierto, llevaba un vestido rojo de verano que hacía juego con el dibujo del dragón y con sus uñas normalmente pintadas en el mismo tono. Pero este vestido no era como el de la noche del viernes en el club, era uno que se podría poner fácilmente para dar un paseo o estar en su casa, suelto, cómodo.

Tragué saliva cuando un calor repentino se acumuló en mi ingle.

De repente se dio la vuelta y clavó sus ojos esmeralda sobre los míos y alzó una ceja mientras cruzaba los brazos a la altura de su pecho.

Volví a la realidad.

—¿Qué demonios haces aquí?

—Quería ver si seguías vivo y al parecer si, no moriste por una infección lo cual es buena señal. Pero estás muy pálido y con ojeras así que no la estás pasando bien.

—Si esa es tu forma de decir que me veo atractivo...

—Para nada. En estos momentos das asco.

Parpadeé varias veces.

—De acuerdo —suspiré—. Ya comprobaste que aún respiro ahora podrías irte...

—No.

Me quedé observando como un idiota como se daba la vuelta y se dirigía hacia la encimera para depositar una pequeña bolsa de plástico y extraer cosas de su interior. Al darme cuenta que no se iría con facilidad, cerré la puerta y conté hasta cinco antes de acercarme, mientras me mentalizaba que el hecho de que ella se encontrara en mi piso tan a gusto no quería decir que debiera ocurrir algo entre nosotros.

No. Podía. Ocurrir. Nada.

—¿Qué es todo eso? —murmuré tras de ella y noté como se tensaba. No pude reprimir la sonrisa, pero agradecí que esté de espaldas para que no me viera.

—Supuse que no me habías hecho caso así que traje antibióticos y analgésicos, harán que la herida sane más rápido.

—No era necesario...

—Claro que lo era, recibiste un maldito disparo Max.

—Es mi trabajo.

De repente sus manos se detuvieron cuando dejó la última caja blanca de pastillas sobre la mesada. La vi contener la respiración, me encontraba a centímetros de su cuerpo y con solo un movimiento podía tocarla, hundir mi mano en su cabello y atraerla hacia mi, como tanto ansiada y deseaba.

Pero no podía. Debía recordar ese detalle.

Se dio la vuelta con fuerza y comenzó a caminar hacia mí, lo que me hacía retroceder a medida que se acercaba.

—Es tu trabajo, sí...

Asentí con un movimiento lento, poco convencido ante su tono y luego lo comprendí.

—No has venido solo a traerme eso ¿cierto?

Una sonrisa sarcástica se encendió en la comisura de sus labios.

—Pero qué chico más inteligente —murmuró sin dejar de acercarse.

—Maddox...

—¿Qué hacías en mi casa, Max?

Todos mis sentidos se pusieron en alerta y mi cuerpo chocó contra la cama provocando que terminara sentado, ella me observaba desde su altura expectante y desafiante. 

Lo malo de vivir en un piso de estudio era que había pocas paredes que dividieran los espacios, el único lugar privado era el baño, todo lo demás estaba conectado por ser un piso amplio con cocina, comedor y la habitación.

Así que pasamos de estar en la cocina a estar en mi habitación, más precisamente en mi cama.

—Sabes muy bien qué hacía allí —negó, intenté abandonar mi cama pero fue imposible al darme cuenta de lo cerca que estaba y lo difícil que sería contenerme de no tocarla—. Tu padre...

—No me quieras ver la cara de idiota, Max. Sé muy bien que él no te llamó y yo tampoco lo hice, mucho menos tu hermano. Así que si no quieres que piense cosas que no son, más te vale ser honesto.

¿La Maddox que más me prendía? Lo que se veía exactamente así: desafiante, sin intimidar y con voz dominante.

Alcé una ceja e incliné mi espalda y mis brazos hacia atrás. Sin apartar mis ojos de ella, el ambiente se tornó tenso de repente.

—Dime que es lo que piensas.

—Sabías que alguien iría, por eso apareciste. Porque estás involucrado.

¿Qué?

De todas las cosas que podría haber dicho lo último que me imaginé sería eso.

—No seas tonta, Maddox. ¿De verdad me crees capaz?

Encogió los hombros.

—No lo sé, no te conozco de nada. Y lo único que haces es jugar conmigo...

—¿Yo juego contigo?

—Sí, eso es lo que has hecho desde siempre y estoy harta. Así que si estás traicionando a mi padre...

—No tienes pruebas de eso.

—No las necesito, ¿recuerdas? Puedo decirle lo que sea a Levi y jamás pondrá en duda mi palabra —se inclinó un poco hasta quedar a escasos centímetros de mí, sus manos tocaron el colchón a cada lado de mi cuerpo y por primera vez era ella quien me tenía atrapado. Pero lejos de querer apartarla en lo único que podía pensar era en tenerla sobre mí—. Así que habla, Max.

Sostuve su mirada mientras analizaba mis siguientes palabras.

No podía decirle la verdad. No podía admitirlo en voz alta, mucho menos a ella. Porque así mi plan estaría en peligro, incluida Maddox, y perdería todo lo que había logrado hasta el momento, si me dejaba llevar por el deseo que sentía, lo perdería todo. Incluso a ella.

Antes de poder decir algo Maddox se incorporó sobre su cuerpo y negó.

—Hablaré con Levi.

Reaccioné antes de dejar que se alejara, cogí su muñeca con la suficiente fuerza para atraerla hacia mí y gracias a que estaba desprevenida, cayó directo en mi regazo. Sus ojos se abrieron de par en par cuando me tuvo a centímetros de sus labios y dejé que todo en lo que había pensado, todo lo que había repetido en mi mente para tratar de convencerme que esto era un error, se fuera al carajo de una vez.

Con mis dedos aún envolviendo su muñeca la presioné para que no se alejara y tome su cuello con mi mano libre para traerla más cerca y susurrar sobre sus labios.

—¿Cómo puedes pensar que pondría tu vida en peligro? —se removió para zafarse pero apliqué más fuerza— ¿Te he dado razones para desconfiar de mí? —hablé en voz baja, un murmullo cerca de sus labios y noté como le resultaba difícil entender mis palabras.

—No te conozco —dijo sin aliento.

—Me conoces lo suficiente para saber que jamás haría algo como eso.

—No, es mentira —negó mientras seguía removiendo sobre mi, lo que provocaba que mi entrepierna recibiera una punzada de placer y comenzara a ponerme duro, tenerla así solo dificulta todo, pero no me importaba. No solo quería tenerla así, quería más—. No se nada de ti y lo único que has hecho ha sido jugar conmigo, tratarme mal y...

—¿Qué quieres que te diga Maddox? —dije entre dientes, disfrutando del placer que me provoca tenerla en esa posición tan indefensa en la que no puede zafarse de mi aunque lo intente, y el hecho de que en sus ojos pueda vislumbrar el deseo en ella hace que todo me excite mucho más— ¿Qué fui a tu casa porque no dejo de pensar en ti desde aquel beso? ¿Qué no puedo imaginarte con otro que no sea yo sin que me hierva la sangre? ¿Qué el sábado estuve a punto de cruzar el límite de nuevo porque en lo único que pienso cuando te tengo cerca es en follarte? ¿Qué cada vez que te veo, aunque sea por un segundo, mi polla se pone tan dura que disimularlo es imposible? —noté como su respiración se cortaba y parpadeó varias veces intentando enfocar la vista. Sus ojos verdes ahora estaban nublados y se mordió el labio inferior—. ¿Eso esperas que te diga?

—No —dijo con voz afectada, mientras dejaba de removerse sobre mi cuerpo—, no si es mentira, no quiero que juegues conmigo.

Solté su muñeca y su cuello para tomar con ambas manos su cintura y presionar con fuerza. Sus pupilas se dilataron por la sorpresa y presione su cuerpo con el mío creando una fricción arrolladora que por poco me hace perder la cordura, o al menos lo que me queda de ella.

—¿De verdad te parece que estoy jugando? —pregunté sin aliento.

No supe con exactitud cómo terminamos en aquella posición pero en ese momento poco importaba todo lo que sucedía en el mundo exterior, todo lo que sea fuera de mi piso y que no tuviera que ver con Maddox podía irse al diablo. En ese momento lo único que quería era probar sus piel, hacerle saber cuánto la ansiaba y necesitaba, calmar su deseo porque estaba seguro de que ella necesitaba lo mismo que yo.

Ahogó un jadeo al sentir lo duro que estaba y me dejé envolver por la atmósfera lujuriosa que se gestaba a nuestro alrededor y nos envolvía. Me recosté sobre mi espalda sin quitarle los ojos de encima y con las manos aun sosteniendo su cintura, ella no decía nada, solo se limitaba a mirarme como un corderito asustado y yo no podía evitar excitarme aún más.

Era tarde, por la ventana solo ingresaba la tenue luz de las estrellas y mi piso tenía escasa iluminación y bastante cálida, pero eso no me impedía las expresiones de Maddox, una mezcla de miedo, confusión, vergüenza y placer que me llevaba al límite. Deje mis manos quietas sobre su cintura ansiando el contacto de su piel suave pero me contuve de hacer algún movimiento que pudiera espantarla, en cambio, me relaje por completo dando vía libre a que hiciera conmigo lo que quisiera.

No debía, no entraba en mi plan meterme con Maddox, era una distracción que en nada me ayudaría pero tampoco podía dar marcha atrás, era tarde. Y era esto lo que quería.

—Maddox —gemí en un murmullo.

Ella comenzó a moverse con lentitud provocando que mi entrepierna se encontrará con su centro y vi como se mordía el labio inferior conteniendo un gemido. Gruñí en respuesta y ella me regaló una sonrisa tímida.

—No hagas eso —pedí en un susurro de placer.

—¿Qué cosa? —respondió entre pequeños jadeos silenciosos, sin dejar de moverse.

—Contenerte, quiero escucharte.

—No quiero molestar a los vecinos —dijo divertida.

—Me importa una mierda mis vecinos —gruñí—, quiero escucharte gemir por mí.

Con un lento movimiento se presionó sobre mi miembro con fuerza, como si estuviéramos sin ropa y me estuviera follando de verdad. A este ritmo me haría pedazos en cualquier momento y no habría nada que pudiera hacer para evitarlo porque me volvía loco.

—Quizás me hace falta más motivación para gemir —murmuró con diversión.

Esta era la Maddox que me gustaba: la que me hacía perder el juicio y la paciencia.

En un rápido movimiento me posicioné sobre su cuerpo, ella se sostuvo de mis hombros mientras me inclinaba depositando el peso de mi cuerpo a un costado. Acaricié con lentitud la cara interna de sus muslos, despacio, como pidiéndole permiso y dándole la oportunidad a retractarse, ella me observaba expectante y antes de que pudiera hacer algo, una de sus manos se hundió en mi cabello y me acercó a sus labios.

No fue como nuestro primer beso, no le faltó adrenalina ni deseo, pero a diferencia de esa noche en el club, esta vez estábamos en una burbuja lejos del resto y compartimos en un silencio tácito la idea de que éramos libres por una noche para hacer lo que quisiéramos.

Hundí mi lengua en su boca y acaricié con lentitud la suya, ella jaló algunos mechones de mi cabello llevando mi cabeza hacia atrás, provocando que me alejara unos centímetros para atrapar mi labio inferior entre sus dientes y tirar con suavidad. Gruñí en respuesta y dejé que mi mano ascendiera por su piel desnuda bajo su vestido hasta llegar a su entrepierna.

Gemí sobre sus labios al sentirla húmeda para mi y tuve que controlar todos mis impulsos para no follarla en ese momento sin piedad.

—Max —dijo entre jadeos y tuve que concentrarme en sus palabras para no perderme en el placer cegador—. Max, espera...

Me detuve y la miré a los ojos.

—Puedo parar si quieres —dije con la respiración agitada aunque sin apartar mi cuerpo del suyo, mi dedo índice dibuja círculos sobre su ropa interior húmeda y ella continúa retorciéndose—. Solo dime que quieres que haga.

—Quiero esto, te quiero a ti —murmuró y mi entrepierna se tenso en respuesta. Necesitaba estar sobre ella, dentro de ella, debajo de ella, en todas las posiciones posibles—. Pero podemos... ¿ir despacio?

Asentí intentando pensar con claridad pero todos mis sentidos estaban nublados.

—Claro que sí —murmuré mientras presionaba mi pulgar en su entrada, aún sobre la ropa y ella se arqueó en respuesta—. ¿Esto está bien? —asintió con los ojos cerrados sin dejar de gemir, acerqué mi índice al dobladillo de su braga y antes de hacerlo a un lado me detuve—. ¿Puedo?

—Por favor —gimió.

No necesite más palabras.

Con un movimiento lento hice a un lado su ropa interior y acaricié despacio sus labios, abriéndolos para mí y antes de dejarla bajar de la cima del placer introduje dos dedos con delicadeza provocando que volviera a arquearse para mí.

—Diablos, rubia —dije sin aliento al notar lo húmeda y apretada que se encontraba—. Serás mi perdición, ¿lo sabes cierto? —murmuré acercándome a su oído y pasé mi lengua por debajo de su mentón, dejando un recorrido húmedo de besos hacia sus pechos sin dejar de mover mis dedos con lentitud—. No tendré suficiente con esta vez, jamás tendré suficiente de ti. ¿Dejarás que me sacie de ti siempre que quiera?

La vi sonreír y morderse el labio inferior mientras se retorcía por mí.

—Solo si dejas de comportarte como un imbécil —sonreí sobre su piel sin dejar de besarla y aumenté la intensidad de mis movimientos. Arquee los dedos en su interior y en respuesta sentí como sus paredes internas me apretaban—. Max, por favor...

—¿Por favor qué?

—Necesito más —jadeó.

Con mi mano libre me deshice de las finas tiras de su vestido dejando al descubierto sus pechos redondos y repletos de pecas. Antes de devorarlos acaricié su clítoris con mi dedo pulgar haciendo que se arqueara hacia mi boca, al hacerlo succioné uno de sus pezones y en respuesta ella hundió sus manos en mi cabello empujándome más hacia su cuerpo, pidiendo entre gemidos que la devorara.

Mis dedos en su interior tomaron otro ritmo, más fuerte y duro, aumenté la intensidad al ver que le gustaba que no sea cuidadoso. Su coño me apretaba y sentía sus fluidos salir desbordados, ella hundió las manos en mi cabello tirando de él y arqueándose más, su cuerpo se retorcía debajo del mío.

Chupe con fuerza su pezón derecho mientras que con mi mano libre masajeaba el pezón izquierdo, aumenté mis movimientos dentro de ella sin dejar de jugar con mi lengua y la llevé hasta el clímax. Hasta que lo único que salió de sus labios fue mi nombre entre gemidos, la sentí temblar bajo mi cuerpo y en lo único que podía pensar era en lo mucho que la necesitaba, lo mucho que deseaba hacerla mía una y otra vez.

Ya no había marcha atrás.

No importaba si mi plan se arruinaba en el camino, ahora en lo único que podía pensar era en escuchar sus gemidos otra vez. Toda la noche.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro