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Capítulo 14 | Miedo y deseo. Parte II

𝑴𝒂𝒅𝒅𝒐𝒙

Mi corazón palpita con demasiada fuerza, dudo que no pueda escuchar cómo retumba dentro de mi caja torácica, de la misma forma que es indiscutible lo erizada que está mi piel. Aunque eso podría deberse al frío, no a su presencia.

—¿En serio creíste que Levi te dejaría sola?

Su mano aún seguía en mis labios, aunque estaba más que claro que no podría gritar aunque quisiera, mi mente se encontraba demasiado afectada por cómo su voz se escuchaba caliente sobre mi oído o lo bien que encajaba su mano en mi cintura. Por un momento olvidé que estaba en medio de una situación de vida o muerte y que quizás corría demasiado peligro, pero supongo que eso me pasaba cada vez que Max estaba cerca: su presencia invadía cada espacio y no había rincón que no estuviera corrompido por su ser.

Intenté moverme pero solo sirvió para que acercara su cuerpo más al mío, hasta que su pecho chocó con mi espalda y en ese momento permanecí quieta.

—Tu piel está erizada —el tono burlón no me pasó desaparecido.

Su mano perdió fuerza y el roce casi imperceptible de sus dedos sobre mi mentón me sobresaltó.

—Está helando aquí —dije entre dientes mientras su mano dejaba mi cara para pasar a mi cuello y permaneció allí, aunque sin ejercer presión, sentía su tacto sobre mi piel, su dedo presionando en el lugar exacto donde mi pulso se volvía loco.

—¿Ah, sí? —murmuró cerca de mi oído. Me moví solo un poco y supe que fue una mala idea, era más consciente que nunca de que no llevaba nada por debajo de mi camiseta de dormir, solo ropa interior, y la tela de sus vaqueros creaba fricción en mi piel desnuda. Noté como se acercaba un poco más a mi oído— ¿Es por eso que tus pezones están duros también?

Algo caliente se instaló en mi vientre bajo pero fue reemplazado por una ira arrolladora al darme cuenta que siempre terminamos en esta posición: él intentando burlarse todo el tiempo de mi. Puse toda mi fuerza de voluntad para ignorar el hecho de que algo húmedo se esparcía por el interior de mis muslos y recordar la situación en la que nos encontrábamos.

—Si viniste a burlarte de mí, te recuerdo que es un mal momento —dije con voz queda y seca, cuidando el tono para que no puedan oírnos, pareció percibir mi molestia porque se apartó—. Por si no te diste cuenta, alguien se metió en mi casa, —incliné mi cabeza hacia un lado para verlo de soslayo—, a menos que tú seas el intruso. Sería una historia divertida para decirle a Levi, ¿no crees?

Pese a la oscuridad noté como ponía los ojos en blanco.

—No seas cínica, es una suerte que haya llegado a tí antes que el intruso.

—No soy una damisela en apuros, Max —me giré por completo y coloqué la punta de la pistola en su pecho, puntualmente en su corazón, mientras inclinaba la cabeza hacia un lado.

Su rostro perdió color y frunció el ceño, en ese momento me di cuenta que él no había visto mi pistola, claro que en la negrura de la noche era difícil verla pero aún así creí que estaba más que claro que era lo que llevaba en mi mano. Sonreí al notar su expresión de confusión pero esta se desvaneció en un segundo.

—¿Llevas una maldita pistola? —su voz era indescifrable.

—Por supuesto que sí, la hija de un Don, ¿lo olvidas?

Un músculo en su mandíbula se tensó y, por una milésima de segundos noto que contiene la respiración.

Aunque bien podría ser producto de mi imaginación.

—Jamás creí que una chica con una pistola se vería tan sexy.

El aire en mis pulmones se redujo a cero.

Agradecí la oscuridad que impedía que notara mis mejillas sonrosadas.

—¿En serio? —dije mientras bajaba la mano y me acercaba un poco más a él— ¿Hay alguien en mi casa y tú piensas que me veo sexy?

Pude ver como encogía los hombros.

—Una cosa no quita la otra —murmuró—. Espera aquí o sube a tu habitación, terminaré de revisar el resto de la casa.

¿Qué? ¿Qué se creía?

Envolví mi mano en su antebrazo impidiendo que siguiera su camino y noté como se tensaba pero no se apartó.

—No necesito estar escondida y ni siquiera conoces mi casa —dije tajante—. Ve a la cocina, yo iré a la sala de estar.

—De acuerdo —dijo con un tono que daba a entender lo poco de acuerdo que estaba conmigo—. En el mejor de los casos te veo aquí en diez minutos, y en el peor...

—Escucharás un disparo.

Noté como todo su cuerpo se tensaba y pude percibir un movimiento en sus labios, los separó levemente como si intentara decir algo pero un segundo más tarde volvió a cerrarlos y presionarlos con fuerza, como si no estuviera seguro.

No me quedé a desentrañar los misteriosos mensajes encriptados que sus ojos escondían y me dirigí a la sala, percibí por el rabillo del ojo como él imitaba mis pasos hacia la cocina y me concentré en lo que debía hacer.

La sala, al igual que las habitaciones del segundo piso, era amplia y decorada con una gran alfombra negra. A mi padre le gustaban mucho las alfombras, solía creer que era por estética pero luego comprendí que de esta forma es silencioso y la tela sintética absorbe la sangre. Ya sabes, por si acaso ocurría algún derramamiento de sangre indeseado.

Había un amplio sofá negro que abarcada media pared, una biblioteca llena de libros, una pequeña mesa ratona que hacía juego con los demás muebles, un escritorio de roble a un lado y un sofá individual que, viéndolo en general, no combinaba para nada con el estilo minimalista de mi padre. Era rústico, tenía un cojín color crema y una manta de piel sintética blanca, estaba posicionado de tal forma que tuviera una vista perfecta del ventanal que abarcaba gran parte de la pared que daba al patio trasero. Levi la había pedido por encargo cuando yo tenía quince años y nadie más que yo se había sentado allí, podía pasar horas allí leyendo o viendo películas desde mi ordenador.

Algo en mi interior se estrujo al pensar en mi padre, esperaba que al menos él estuviera bien, que la reunión estuviera yendo de maravillas y que quien sea que estuviera en nuestra casa no tuviera relación alguna con el negocio que él estuviera llevando a cabo, aunque con mi suerte, lo dudaba.

Avance con paso ligero y seguro, con un hombro ligeramente apoyado en la pared y la pistola apuntando al frente pero estaba claro que en esta habitación nadie además de mi se encontraba.

Me detuve en seco en medio de la habitación.

En el momento en que me iba a dar por vencida un destello llamó mi atención, en una de las esquinas superiores de la biblioteca me pareció ver algo que antes no se encontraba allí, algo pequeño y que parecía intentaba pasar desapercibido. Me acerqué con pasos lentos sin poder apartar la vista.

Un ruido sordo y...

Un disparo.

Todos mis sentidos se pusieron en alerta y corrí hacia la cocina sin pensarlo dos veces, sin ser realmente consciente de lo que ocurría.

Había recibido clases de defensa personal toda mi vida, desde muy temprana edad Levi me preparó con diferentes simulacros que intentaban pasar desapercibidos como "juegos" infantiles para saber qué hacer frente a las situaciones de riesgo que se podrían presentar. Claro que al cumplir catorce años y presenciar desde un escondite como tu padre le corta un dedo a un hombre en su despacho está más que claro que esos juegos no eran, bueno, juegos. Comencé a comprender que el trabajo de mi padre no era la simple venta de coches y aún hoy no terminaba de dimensionar todo lo que implicaba su negocio, o para ser más precisa, lo que en un futuro sería mi negocio.

Pero sabía defenderme, y por supuesto sabía usar una maldita pistola.

Por eso no comprendía porqué me había congelado ante la escena que encontré en la cocina.

Max estaba en el piso, con un moretón en su ojo izquierdo y sangre alrededor de su cuerpo, pero no estaba inconsciente, todo lo contrario, estaba enfrascado en una lucha cuerpo a cuerpo con una figura completamente negra, de pies a cabeza, que se cernía sobre él.

Como si estuviera presenciando la escena en tercera persona, como una película desde un televisor, como si yo estuviera fuera de mi cuerpo.

Estaba bloqueada. No podía mover ni un solo músculo y dudaba que estuviera respirando.

Pero sabía que tenía que hacer algo porque había escuchado un disparo y esa sangre podía ser de Max, y si le habían disparado no le quedaba mucho más tiempo.

Tenía. Que. Hacer. Algo.

̶¿̶P̶a̶r̶a̶ ̶e̶s̶t̶o̶ ̶t̶a̶n̶t̶a̶s̶ ̶c̶l̶a̶s̶e̶s̶ ̶d̶e̶ ̶d̶e̶f̶e̶n̶s̶a̶?̶̶

¿̶E̶s̶t̶a̶ ̶a̶d̶o̶l̶e̶s̶c̶e̶n̶t̶e̶ ̶i̶n̶c̶a̶p̶a̶z̶ ̶d̶e̶ ̶r̶e̶a̶c̶c̶i̶o̶n̶a̶r̶ ̶i̶b̶a̶ ̶a̶ ̶h̶e̶r̶e̶d̶a̶r̶ ̶e̶l̶ ̶i̶m̶p̶e̶r̶i̶o̶ ̶d̶e̶ ̶l̶a̶ ̶m̶a̶f̶i̶a̶ ̶d̶e̶ ̶C̶h̶i̶c̶a̶g̶o̶?̶

—¡Maddox!

Su voz me hizo reaccionar y solo ahí fui consciente de todo el caos, de los gritos, de cómo todo mi cuerpo temblaba sin parar.

Alcé el brazo, apunté y disparé. 

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