
Capítulo 11 | Rebeldía y adrenalina
𝑴𝒂𝒅𝒅𝒐𝒙
—Di que sí.
Aparté los ojos de mi casillero para ver a mi mejor amiga, tenía una sonrisa enorme en su rostro igual a la del gato de Alicia en el país de las Maravillas. Tuve miedo porque esa expresión solo podía significar que una idea se estaba cocinando en su mente y de seguro no era buena.
Negué y se limitó a bufar mientras me seguía de camino a la próxima clase, por supuesto que ni siquiera compartimos asignatura pero cuando salía más tarde los viernes solía quedarse a hacerme compañía.
—No es una mala idea —dijo con un tono sugerente.
—No pregunté.
—Solo digo que, es una idea grandiosa. Es decir ¡genial! ¡increíble! —me dio un leve empujón— ¿No tienes ni un poco de curiosidad?
—En absoluto.
La mirada de mi mejor amiga me dejó en claro que la estaba cansando.
Sin darme tiempo a reaccionar se posicionó frente a mí de tal forma que detuve mis pasos, la miré con ambas cejas alzadas.
—¿Qué planes tienes en la noche?
Era viernes así que no lo dudé.
—Dormir —su puño impactó en mi hombro y me quejé— ¿Y eso por qué fue?
—¡No puedes dormir!
—¿Por qué?
—¡Porque es viernes!
Alcé una ceja e intenté seguir caminando pero me lo impidió.
—Penny, por favor...
—Solo escucha mi gran idea —la miré intentando contener mi sonrisa—. ¡Pijamada!
Lo dijo como si hubiera encontrado la cura a una enfermedad o bien se haya ganado la lotería, es decir, como si fuera realmente un suceso extraordinario. Puse los ojos en blanco y la esquivé para seguir caminando, no tardó mucho en seguir mi ritmo y se posicionó a mi lado.
—Anda, solo es una pijamada...
—Jamás es solo una pijamada.
Me regaló una sonrisa de angelito.
—Bueno, quizás había pensado en ir a un club...
—No, ni lo sueñes —la interrumpí de inmediato, eso no era para nada un plan habitual.
—Vamos, solo será un rato, nos divertiremos...
—Tú luego te irás con James y yo me quedaré sola, ni lo sueñes Penny.
Bufó mientras ambas entrábamos al salón, había pocas personas y el profesor aún no llegaba. Así que aprovechó esos minutos para seguir insistiendo y molestando, pese a mis negativas no parecía querer dar el brazo a torcer y aunque le ofrecí hacer pijamadas que incluyen palomitas y películas románticas se negó rotundamente.
Estaba decidida a llevarme a ese club y no había peor idea que esa.
Y ni siquiera se trataba de que las fiestas o esos lugares me disgustaran, bueno quizás estaba tan acostumbrada a llevar otra vida más tranquila que esas cosas no me llamaban la atención ciertamente. Pero aún así, aunque quisiera salir con ella no tenía posibilidades de hacerlo como una persona normal, primero debía asegurarme que Levi me diera su permiso, y eso también dependía de si podía enviar a alguien a vigilarme. Estaba muy segura, por la última conversación que compartí con Matthews que seguía molesto y no deseaba ser mi niñera esta noche.
Eso y el hecho de que si el club al que mi amiga se refería no se encontraba en una de las calles de mi padre no podía ir. Uno de los tantos condicionantes era que no podía cruzar ciertos límites de la ciudad, había calles a las que tenía prohibido el paso, no solo yo, cualquiera de los Salvatore o la mafia Draghi.
Era demasiado complicado salir de fiesta así.
No era casualidad que mi mejor amiga viviera en el barrio contiguo al mío y su calle esté dentro del límite permitido. Por eso podía ir y venir de su casa a mi antojo, era seguro. Pero aunque no supiera donde se encontraba este club, sabía que las posibilidades de conseguir el permiso de mi padre serían pocas.
La clase ya había comenzado cuando sentí la presión de una mirada a mi costado, me di la vuelta hasta encontrarme con un par de ojos marrones clavados en mi perfil. Arrugué la frente confundida, estaba muy segura que con Max solo compartimos una clase, y no era esta, así que me extrañó mucho verlo aquí.
Pero lo que más me extrañaba era la forma en la que me observaba, era la primera vez que su expresión no destilaba odio, no supe comprender el brillo en sus ojos pero sabía que por primera vez no me estaba ignorando. Luego de nuestro encuentro, el cual no podía dejar de evocar en mi mente constantemente, no había vuelto a saber de él, tampoco es que quisiera pero se sentía extraño no verlo en clases.
Aunque ahora estaba aquí, en una clase que ni siquiera era la que compartíamos usualmente.
Tragué saliva.
Los recuerdos de lo que ocurrió en el cuadrilátero se arremolinaron en mi mente dejándome confundida y mareada. Era cierto que había salido con chicos anteriormente y la razón por la que eran relaciones fugaces era porque no podía permitir que mi padre o Matthews lo supieran, salvo que quisiera ver sus cuerpos flotando en el lago Michigan. Bueno, esa era solo una razón.
La otra razón era que jamás había logrado conectar con alguien, me había criado en el bajo mundo de Chicago, entre mafiosos y a sabiendas de lo que implicaba el trabajo de mi padre. Estaba en el lado oscuro de la vida y quizás este mundo me había afectado más de lo que podría admitir, así que lo que experimenté con otros chicos no me agradaba, no sentía que me completaba las caricias tranquilas y cuidadosas. Y luego de todo lo que sentí en la pelea que compartimos me quedó en claro que jamás había experimentado algo remotamente cercano.
Todos los besos y caricias que había recibido no se comparan en absoluto a lo que sentí cuando el cuerpo de Max estuvo a escasos centímetros del mío, cuando noté sus músculos tensos contra mi espalda, las palabras sin cuidado que me dijo al oído como si yo no fuera quien soy. Cuando su lengua rozó la piel sensible de mi cuello supe que esas sensaciones no las había experimentado jamás.
Y de la misma forma supe que todo eso estaba mal.
¿Cómo será en la cama? ¿Dirá cosas sucias al oído? ¿Será demandante y controlador? Estaba segura de que no era de los que cedía el control...
Negué apartando esas ideas.
Todo eso no tenía sentido y por eso esperaba que actuara como siempre, alzando un muro de hielo entre ambos, ignorándome y dejándome en claro que mi presencia le parecía exasperante.
No solo lo esperaba, lo necesitaba.
Porque si seguía viéndome así, como si intentara decirme algo a través de sus ojos y ese algo me dejara en claro que no se arrepentía en absoluto no sabía lo que iba a suceder.
Las palabras de su hermano resonaban en mi mente.
Max y tú... eso jamás ocurrirá.
Era la hija de un Don, llevaba la sangre Salvatore en mis venas y si había algo que nos molestara era que nos desafíen y, por consecuencia, que nos dijeran que no hacer.
Quizás por eso no me arrepentía del encuentro con Max. Porque por primera vez había sentido que no me trataban como una muñeca de cristal que ante el mínimo roce podía romperse, que no necesitaba que me cuidasen o sean cuidadosos conmigo, me había desafiado sin temer lo que podría ocurrirle, por primera vez no era la hija de un mafioso a la que tenían que cuidar. Era la hija de un mafioso a la que no le importaba en lo más mínimo si algo le ocurría.
Fue como probar algo por primera vez, un sabor de helado del que no podemos olvidarnos, un chocolate del que siempre queremos un trozo más, saber que alguien como él podía desafiarme y olvidarse por un momento de quién era yo se sintió mucho mejor que cualquier otra cosa que haya probado antes, era embriagador y necesitaba más.
Quizás ya estaba cansada de no vivir, quizás ya me había cansado de ser la Maddox ordinaria que pasaba desapercibido.
Quizás, como buena Salvatore, estaba harta de que me dijeran que no podía hacer.
—De acuerdo —le dije a Penny mientras me giraba hacia ella, quien se encontraba haciendo garabatos sin sentido en su cuaderno. Me observó con una expresión confusa y calculadora, sus ojos azules buscaban una señal en mi que le dijera a qué se debía mi actitud—. Iremos a ese club.
Una sonrisa se extendió por el rostro de mi mejor amiga.
Por supuesto que el club al que mi mejor amiga quería ir no era otro que el de mi padre, lo cual tenía aspectos positivos y negativos. Por el lado bueno, estaba literalmente dentro del límite así que nada podía ocurrirle a la hija del Don, ¿verdad? Es decir, nadie sería tan estúpido.
Por el lado malo, bueno, mi padre creía que estaba en casa de Penny. Como era poco habitual, Matthews no estaba entre las sombras por lo que había muchas más probabilidades de encontrarlo en este club.
Otro punto negativo: había dejado mi móvil en casa de mi amiga, por lo que si querían recurrir al GPS para saber dónde encontrarme pensarían que estaría en una noche de chicas viendo películas románticas de los noventa.
Salvo que me encontraba adentrándome en el club al que tenía prohibido venir.
Tragué saliva mientras sorteamos el mar de cuerpos danzando con Penny en busca de algo parecido a una barra de tragos, mi mejor amiga estaba muy emocionada por venir. Al principio creí que sería por James pero luego me contó que la semana en que falté a clases decidieron terminar todo y, contrario a lo que creí que estaría deprimida, ya había conocido a otro chico pero no me quiso decir su nombre. Me aseguró que lo conocería esta noche y me caería genial.
Lo dudaba.
El gusto de mi mejor amiga era pésimo pero aún así le regalé mi mejor sonrisa e intenté fingir entusiasmo ante la idea de conocer a su nueva conquista.
No fue tan difícil ya que de verdad estaba emocionada por venir. En su casa mientras nos preparábamos y dejaba que ella me realizara un maquillaje que resalta mis ojos turquesas sentí una especie de adrenalina correr por mi cuerpo y no pude evitar emocionarme más. Sabía que lo que estaba haciendo provocaría la furia de Levi, pero eso solo ocurriría si él se enteraba. Debía asegurarme que eso no ocurriera.
En la vida de la hija de un Don de la mafia no existe el tiempo para las travesuras así que jamás hice algo que pudiera ponerme en el foco de atención y por ende hacerme parecer un blanco fácil para los enemigos, así que me abstuve a ser invisible y complacer a mi padre.
Estaba algo cansada, y lo que Levi no supiera no lo dañaba ¿cierto?
Mi mejor amiga hablaba con el bartender y supe que intentaba convencerlo de que nos sirviera un par de tragos, un minuto más tarde frente a nosotras había dos vasos de lo que supuse era tequila.
Lo miré con una mueca de desconfianza y Penny se limitó a sonreír mientras me señalaba con su trago en alto. La imité y antes de llevarlo a mis labios brindamos.
—Por una noche inolvidable —dijo feliz.
Vaya que lo sería.
En cuanto el líquido amargo bajó por mi garganta provocando un calor intenso supe que algo iba a salir terriblemente mal pero también, una parte de mi, estaba ansiosa por equivocarse y por salir del molde de hija perfecta y tranquila.
—Vamos a bailar —le dije a Penny sobre el sonido de la música que retumbaba por los altavoces, me siguió entusiasmada y nos detuvimos en medio de lo que supuse sería una pista.
Las luces azules y rojas centelleaban provocando que diversas figuras abstractas aparecieran en las paredes, siempre había querido ver el club de mi padre y debía admitir que no estaba mal. Era lo que podía esperarse de un lugar que se encontraba en el bajo mundo de Chicago: personas de todo tipo podían encontrarse, gente perteneciente a la mafia y otros que sabían solo iban a divertirse, quizás algunos buscando una droga o algo fuerte que los acompañe.
La música no era ensordecedora pero el nivel estaba lo suficientemente alto para que al hablar tuvieras que acercarte al otro y gritar en su oído, la pista de baile estaba atestada de personas y bailar se convertía en todo un desafío. En otro momento me habría molestado y me habría ido encantada, pero para ese momento ya habíamos tomado tres shots de tequila y me sentía en la misma sintonía que los demás.
Los ojos de Penny parecían brillar bajo las luces oscuras y sonreí al verla buscar algo con su mirada, estaba muy segura de que buscaba a su nueva conquista para presentarlo. Sonrío satisfecha luego de un momento y tomó mi brazo con decisión mientras nos alejamos de la pista.
—¿Qué haces...?
—¡Ya llegó!
Su emoción me hizo sonreír pero todo se desvaneció cuando llegamos a un lugar un poco apartado donde había sofás cómodos, sillas de terciopelo negro y pequeñas mesas donde la gente podía quedarse a gusto y lejos de todo el mar de personas bailando.
—Maddie, quiero presentarte a Jace —Penny se hizo a un lado mientras tomaba la mano del rubio—. Jace, ella es mi mejor amiga, de quien te estuve hablando.
Tragué saliva.
Sabía que era una posibilidad, es decir, lo raro era que yo estuviera aquí, no uno de los soldati de mi padre. Tenía muy en claro que las reuniones se realizaban en las oficinas superiores de este lugar y lo cierto era que, aunque no hubiera reunión de por medio, era un maldito club. Por supuesto que podrían venir a divertirse si así quisieran.
Pero quizás preferí autoengañarme un poco y ser demasiado positiva.
Aunque si lo ponemos en perspectiva, era mucho mejor encontrarme a Jace que a Matthews, claro si es que él no estaba en las sombras, como era su costumbre.
Sentí un pequeño empujón y me puse alerta, Penny me observaba confundida y no podía culparla, no había dicho una palabra y aunque la luz era baja, sabía que podían ver mi palidez.
—Jace...
—¿Qué estás haciendo aquí? —el tono del rubio era afilado.
Tragué saliva cuando la mirada de mi mejor amiga se acentúo y su sonrisa disminuyó.
—¿Ustedes se conocen?
Solo en ese momento Jace pareció percatarse de quién era yo y donde nos encontrábamos, antes de que pudiera decir algo más me adelanté con la mejor mentira que se me ocurrió en ese momento.
—Somos primos —Penny me miró horrorizada—, es decir, primos segundos. Ya sabes, el lado de la familia que nadie soporta —bromeé.
—Claro, primos —dijo Jace y se aclaró la garganta para continuar—. No estaba seguro de que teníamos a Maddox en común.
Fingí una sonrisa de angelito hacia mi mejor amiga y suavizó su expresión, aunque supe por su gesto que no había creído del todo la mentira.
Aparté la vista nerviosa pero intentando disimular para echar un vistazo a los demás lugares, en ese sector del club había pocas personas y ninguna que pudiera ser sospechosa. Respiré un poco más aliviada al darme cuenta que no tenía la atención de nadie más puesta en mí.
—De acuerdo —dijo mi amiga luego de un momento—. Debo usar el baño, ¿me acompañas?
—No —entrecerró los ojos en mi dirección y tuve que pensar con rapidez—. Es decir, te esperamos aquí ¿de acuerdo? Prefiero sentarme un momento, muchas personas y demasiado alcohol, ¿cierto?
Penny asintió pero antes de alejarse nos dedicó una mirada repleta de dudas a ambos, me giré para enfrentar al rubio.
—¿¡Qué demonios estás haciendo aquí!? —dijimos al unísono.
Lo fulminé con la mirada.
—No, ¿tú qué demonios haces aquí? —dijo entre dientes—. No puedes estar aquí, Maddox. Sabes que no.
—¿Cómo estás tan seguro de que no tengo el permiso de mi padre? —alzó una ceja—. De acuerdo, no lo tengo. Pero... espera ¿¡Qué haces!? —pregunté al ver que sacaba su móvil.
—Le escribo a Matthews, dijo que no podrías estar aquí y si alguna vez te veíamos le debía informar para... ¡Maddox!
Le arrebaté el móvil antes de que pudiera seguir escribiendo y lo coloqué detrás de mi espalda.
—No puedes hacer eso, por favor...
—Maddox, es peligroso que estés aquí.
—¡Vamos! Es el club de mi padre, ¿Quién podría meterse conmigo..?
—¡Cualquier idiota! —suspiró con frustración—. Regrésame el móvil, Maddox. No lo repetiré.
—Técnicamente no saben que soy una Salvatore así que...
—¿Pero tú no te has visto al espejo? ¡Eres igual a él! —Presioné los labios en una fina línea—. No puedes estar aquí y yo no puedo cuidarte.
—Claro que puedes...
—No, no soy tu niñera. Matthews lo es.
—Pero no necesito una niñera, puedo quedarme con ustedes y... —crucé los brazos a la altura de mi pecho y le dediqué una mirada de furia— ¿Qué estás haciendo con Penny? No puedes estar con ella, debes dejarla. Ahora.
Sonrió con diversión.
—Claro, ¿puede ser tu mejor amiga pero no salir conmigo?
—Es diferente —dije con un tono cortante y me acerqué un paso—. Aléjate de ella, Jace. Tu no quieres salir, tú solo quieres follar...
—Y ella busca lo mismo, por eso me fascina. Así que si no te importa no soy yo quien necesita una lección de límites.
—Si me entero que le haces daño, te prometo que...
—¿Qué? ¿Qué harás? —preguntó con diversión.
Me acerqué otro paso, sentía la furia atravesar cada poro de mi piel porque otra vez, estaba siendo la muñeca de cristal a la que todos debían cuidar.
—Ten cuidado, Jace. Tu trabajaras para él, pero yo soy la hija de un Don —la sonrisa se borró de su rostro al notar mi tono de voz y sonreí con satisfacción—. Si me entero que le haces algún tipo de daño a mi mejor amiga sabrás lo que es meterte con una Salvatore.
Me sostuvo la mirada por un momento antes de inspirar con fuerza y dejar salir el aire dentro de sus pulmones, por el rabillo del ojo vi la melena roja de mi mejor amiga acercándose a nosotros con una sonrisa.
—Quédate con nosotros y no te alejes de mí, Matthews no está aquí y no le diré nada solo si te comportas.
Le sonreí.
Se sentía bien usar el apellido para inspirar temor.
—¿Qué les parece si vamos por otros tragos? —la sonrisa de mi mejor amiga se borró al centrar su atención detrás de mí y pude ver al rubio ponerse serio de repente—. Oh.
Intenté darme la vuelta pero una voz ronca me detuvo.
—Maddox.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro