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Cinco

Un mes.

Ya había pasado un mes desde el encuentro en que alfa y omega se conocieron y el día de hoy iban a encontrarse nuevamente por petición de cierto chico de mejillas rellenitas.

Jimin y Yoongi ahora tenían una amistad bastante estrecha, por así decirlo, esto ya que el menor de ambos llamaba a diario al alfa para saber específicamente y por sus palabras cómo estaba.

Yoongi ignoraba su preocupación en su cabeza, sin embargo, siempre contestaba sus llamadas con un tono ronco y un pequeño acento meloso, sonriendo victorioso del otro lado de la línea al escucharlo suspirar.

No era su ego asfixiando su mente, él reconocía que tenía al omega bajo el poder de su atención y galantería.

Todo estaba siendo tan sencillo que se sentía como un regalo de la Diosa Luna.

Yoongi se dirigía al aeropuerto en uno de sus tantos y lujosos autos, esta vez conducía su más personal adquisición, un Lamborghini dos puertas de color negro mate.

Una millonada lo que le costó, ah.

Una vez llegó, aparcó en una de las zonas que mejor cuidadas estaban por los que vigilaban el perímetro, bajó de su auto y caminó a paso relajado al interior del gigantesco lugar.

Miraba todo a su alrededor con suma atención, puesto que una gorra negra y una mascarilla del mismo color cubrían su bien parecido rostro.

Se quedó quieto al escuchar el timbre ligero del lugar, sabiendo de antemano que darían un anuncio.

Vuelo 316 proveniente de Busan acaba de arribar, repito, vuelo 316 proveniente de Busan acaba de arribar, cinco minutos para dejar salir a los pasajeros.

Aquello fue suficiente para que destensara sus músculos y tomara asiento en la amplia sala de espera, observando niños correr, personas frustradas por el retraso de su avión y todas esas mierdas típicas de un aeropuerto.

La verdad es que él no estaba muy acostumbrado a ese entorno, tenía en su poder suficiente dinero para costear su propio avión privado sin tener que soportar más personas a su alrededor, el simple pensamiento de aquello lo estresaba a montones.

Salió de sus pensamientos al sentir un suave aroma a fresas con crema llenar sus pulmones, sentando cabeza por completo al escuchar la delicada voz del menor.

—¿Yoongi-Hyung? —En un suave susurro pregunto el omega, atento al mayor que parecía estar en su mundo. Sonrió leve al ver cómo este elevaba su mirar—. ¿Está bien?

El pálido, sin embargo, no respondió pues estaba analizando la nueva vista del menor.

Su cuerpo parecía estar un poco más trabajado, su rostro un poco más brillante que antes y su cabello antes castaño ahora estaba teñido de un color rubio cenizo.

Le quedaba bastante bien, por cierto.

—Jiminie, veo que has cambiado un poco desde la última vez que nos vimos. —Se levantó y peinó algunos de los cabellos ajenos que estaban fuera de lugar con sus dedos, finalmente estos se aplacaron un poco—. Te ves muy bonito.

—O-oh... H-hyung.. —El omega ahora sonrojado bajó su mirar, totalmente avergonzado.

Yoongi rió por lo bajo, poniéndose de pie y tomando las maletas ajenas.

—Ya, mejor vamonos, la gente me desespera. —Fue lo que dijo para empezar a caminar, siendo seguido por un pequeño omega tomatito.

Lo demás fue simple, salieron del aeropuerto y subieron al auto del mayor, un viaje agradable y silencioso los llevó hasta la mansión Min, un precioso lugar que Jimin vería por primera vez.

Sin saber realmente que era un terreno peligroso.

Ambos bajaron del auto y eventualmente entraron a la gran casa que se alzaba espléndida para mantenerlos a salvo de la interperie.

—Bienvenido a la Mansión Min, la casa que me vio crecer y, que yo espero, sea la que me vea morir. —El pelinegro presentó tras dejar pasar al rubiecito, cerrando la puerta tras la espalda de este mismo. Observó atento como Jimin miraba todo a su alrededor, asombrado ante la grandeza y la decoración tan elegante y moderna que esta poseía. Soltó una risita nasal y habló bajo—. ¿Verdad que es muy bonita?

El menor solo se limitó a asentir mientras seguía recorriendo con su mirada cada rincón que podía.

Eso hasta que ambos en la sala de estar taparon su nariz, un fuerte aroma se hizo presente hasta que logró marearlos.

Vainilla y moras azules.

Yoongi reconoció al instante ese dulce y cargado olor, sin embargo no hizo falta que se moviera de su lugar puesto que justo cuando pensaba correr a buscar supresores para su hermano, el alfa de este mismo bajo por las escaleras con sus pupilas dilatadas y sus ojos brillantes.

—Yoongi-Hyung, debo llevarme a Jungkookie. —Un tono grave y rápido se escuchó acompañando aquellas palabras, casi rozando lo gutural y salvaje del instinto en el alfa menor.

Jimin estaba algo confundido, mientras que un relajado Yoongi buscaba un juego de llaves de la mesa de centro, pasándolas sin problema al pelirrojo.

—Son las llaves de la casa de Jungkook, cuídalo, por favor.  —El otro solo asintió firme con su cabeza volteando para irse por dónde vino, más un ligero agarre lo hizo detenerse—. Cuida bien del Omega.

Por un momento Taehyung estuvo por gruñirle al mayor por retarlo con su voz de mando, pero se negó internamente y solo volvió a asentir esta vez llendose del salón.

Jimin y Yoongi nuevamente estaban solos.

—Lamento eso, mi hermanito entró en celo y bueno, ya sabes... —El otro solo asintió comprensivo—. Ven, vayamos a la cocina.

La curiosidad del menor fue mayor por lo que sin más se dejó guiar, minutos después estando ambos sentados en la barra, hablando y comiendo una rebanada de pastel que estaba en el refrigerador.

—Oh, Hyung, no sabía que su hermano era un omega. —El aludido solo soltó un sonido afirmativo con su garganta, el menor relamió sus labios—. ¿Cuántos años se llevan de por medio?

—Seis años, Jungkookie tiene diecinueve años, pero es un chico muy listo y la madurez mental que ha adquirido con los años solo me hacen sentir orgulloso de él. —Por las palabras del alfa, el pequeño omega tan solo respondió con una bonita sonrisa.

Tras eso ninguno supo que más decir, y aunque en la cocina reinaba el silencio, lejos de ser incómodo fue reconfortante.

Para Yoongi, porque así no tenía que hablar demasiado con el contrario.

Y para Jimin, un espacio para poner sus ideas en orden y no decir algo estúpido frente al gran hombre frente a él, ese que además era realmente atractivo.

Yoongi fue el primero en romper el silencio.

—Dime, Jimin... ¿Has tenido novio alguna vez? —Así de la nada soltó, casi riendo internamente al ver cómo el menor se atoraba con el café que terminaba de beber.

Jimin se sonrojó en exceso y eso solo hizo que se avergonzara más, generalmente no le preguntaban cosas así de íntimas tan directamente, pero para todo tenía que haber una primera vez, ¿no?

—Bueno, yo... No, nunca he tenido novio pero, ¿Cómo supones tan rápido que solo me gustan los chicos?

El pelinegro no se inmutó, tan solo sacó un as bajo su manga.

—Intuición de mi alfa, el siempre es muy acertado. —Esas palabras y una coqueta sonrisa fueron suficientes para que Jimin se sintiera derretir y que su omega aullara en busca de atención.

Lastima que el lobo de Yoongi estaba más ocupado durmiendo en el subconsciente del mismo.

Desde ese día ambos entendieron algo.

Iban a ser la perdición del otro.

Solo que a veces, el destino es malvado con sus planes.

-Moon.

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